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Núm. 148 - Noviembre 2024

De redes sociales o viceversa

No soy adicto, ni adepto, ni nada que se le parezca, a las redes sociales. Entiendo que se han propuesto, y lo están consiguiendo, dominar el mundo, pero no sé si por mi edad, por mi formación o por otra incompatibilidad no detectada no encajo en ese mundo virtual de tira y afloja. O por mejor decir, en algunos comportamientos que me resultan ajenos, cuando no irritantes.

Reconozco que tengo abierta una cuenta en Facebook, en la que me limito a replicar mensualmente el enlace que Guendy hace a esta revista. Alguna vez he escrito algo más, poco, la verdad, porque mi grafomanía se canaliza por otros canales, valga la redundancia. A veces leo entradas de otros, amigos y conocidos, algunos muy activos, y me salto todos los chistes, juegos, adivinanzas y zarandajas varias que se asoman a ese escaparate narcisista en el que lo que prima es el ego desbordado y desbordante de algunas personas que seguramente o tienen otra forma de figurar en la nómina del mundo.

Reconozco también, y me acuso abiertamente, de haber abierto otra cuenta en Twitter cuando era Twitter. Para nada. Alguna vez me asomé a ver lo que pasaba por el mundo y me invadió tal tristeza que hace años que abandoné toda posibilidad de recuperar mi inicial enganche. Soy raro, lo reconozco y esto del Twitter me resulta aburrido, cuando no cargante. Para leer aforismos recurro a Manuel Neila —el mayor experto español en tal recurso literario— y, para una filosofía más profunda, siempre quedan los grandes filósofos que me han acompañado desde la mocedad: Schopenhauer, Nietzsche, Camus, Sartre y algunos otros. Y por supuesto, para seguir la actualidad, acudo a la prensa tradicional. Ahora parece que mucha gente se está yendo del Twitter, trasuntado em X, y no sé por qué: tan insustancial es Twitter o X, con Elon Musk en el gobierno de Trump, como antes de que financiara la campaña electoral de quien lo ha nombrado ministro o lo que sea. Por supuesto, de Instagram y otras opciones ni estoy al día ni tengo interés en estarlo. La única red social que me enganchó y frecuenté en su día y aprecié y colaboré decididamente con ella fue Moldeando la luz , germen y matriz de esta revista, Luz y Tin Ta Para terminar, una sabrosa anécdota. Hace meses entré en un bar de Candás —pueblo marinero asturiano que recomiendo visitar de vez en cuando, como yo hago—; pues bien, en aquel bar pudimos leer un letrero que nos resultó simpático y que es toda una filosofía. Decía textualmente: “No tenemos wi-fi. Pueden hablar entre ustedes”. Sigo aplicándome esa instructiva receta.

Francisco Trinidad

PROMOTOR y DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA: José Luis Cuendia, «Guendy» DIRECCIÓN, DISEÑO Y MAQUETACIÓN: Francisco Trinidad DIRECTORA DE COMUNICACIÓN: Lola González

Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico info@moldeandolaluz.com

Cabo de Peñas, Asturias

El bar de mi esquina

Francisco Trinidad

Nunca había entrado antes en el bar de mi esquina, que precisamente se llama así, “Bar de la esquina”, denominación que me imagino abunda en otros pueblos y ciudades. Pero, ya digo, nunca había entrado en él y eso que hace ya más de tres años que se inauguró. Un bar pequeño, haciendo esquina lógicamente, con solo tres mesas en su parte izquierda y la barra a la derecha, con una puerta al fondo que conduce a los aseos y un pequeño almacén.

Pero aquella tarde el bar de Ramiro, al que acudo todos los días cuando cierro mi estudio, lo encontré cerrado. Un cartel en la puerta de entrada avisaba del cierre por defunción. Algún familiar de Ramiro, supuse, sin barajar la posibilidad de que fuera el propio Ramiro y me dejara huérfano de gin-tonic y de charla, esa charla amable y despreocupada en que nos embarcábamos algunas tardes al fondo de la barra, donde yo solía colocarme para cerrar mis largas tardes de trabajo en el estudio o en el ordenador portátil, que algunas veces me llevaba al bar para acabar o empezar algo y que a Ramiro le gustaba husmear mientras yo dibujaba.

Así que, como había cerrado y no tenía ganas de volverme a casa, me metí en el bar de la esquina; especialmente porque había bajado con el portátil y quería dar los primeros pasos en la portada de un libro que me había encargado un amigo escritor que estaba a punto de publicar un volumen sobre los faros marinos del Mediterráneo. Aquellos diseños que solía hacer desinteresadamente, los hacía en el ordenador, usando alguno de los programas de dibujo o diseño con los que a veces trabajo.

Una vez en el bar, pedí un gin-tonic y me senté en la mesa del medio. Al tercer trago, abrí el portátil y comencé a pergeñar la idea que llevaba toda la tarde macerando. En primer lugar, entré en una aplicación de inteligencia artificial y pedí un faro marino, elegí una de las opciones que me presentaba la aplicación y comencé a trabajarla en Photoshop hasta conseguir un faro envuelto en niebla y olas que fui dibujando tranquilamente y consiguiendo lo que había imaginado.

Cuando ya estaba a punto de terminar el dibujo y comenzar con la tipografía, un señor canoso y vestido con elegancia trasnochada, se levantó de la mesa de al lado, desde la que me había observado desde que abría el ordenador, y se acercó a mí.

—Perdone, ¿es usted pintor? —me preguntó muy educadamente y sin apartar la vista de mi pantalla—. Es que estoy viendo su dibujo y me ha emocionado.

—Bueno, soy aficionado, sí —mentí. ¿Cómo decirle a aquel buen señor que soy Ruperto Jareño, pintor laureado, con 23 primeros Premios en otras tantas bienales y con cuadros colgados en una docena de museos?—. Pero dígame, ¿por qué se ha emocionado?

—Verá usted, nací en Asturias, al lado mismo del Cabo Peñas y ese es mi recuerdo más recurrente, el faro que vigilaba mis juegos de niño. Aquí en Madrid, siempre he eechado en falta el mar, sus vistas y sus rumores. Y por supuesto, el faro. Pero la vida es la vida —terminó con cierto abatimiento, como en una rendición.

—Me alegra haberle traído buenos recuerdos —dije mientras cerraba el portátil y apuraba el último trago. Me despedí brevemente y salí del bar de la esquina, confuso.

La tarde siguiente no fui capaz de olvidar el Cabo de Peñas asturiano que había despertado recuerdos tan entrañables en aquel señor cuyo nombre ni había preguntado. Di vueltas y vueltas, como un león enjaulado en mi estudio que últimamente,

...me habló de sus recuerdos, de sus muchos recuerdos de aquel paisaje al que había renunciado por amor y por trabajo y que tanto echaba de menos...

lleno de cuadros para una exposición, tampoco está para muchos paseos. Hacía las siete, cuando ya estaba a punto de cerrar y encaminarme al bar de Ramiro, me metí en el inevitable Google y me bajé una bonita imagen de aquel cabo asturiano que había visitado años atrás en uno de mis viajes a Avilés y cuyo paisaje lógicamente me había impresionado. Coloqué un lienzo mediano sobre un caballete, perfilé sobre él las líneas maestras de la imagen y me embarqué en un cuadro que me llevó varias tardes intensas, en las que, empastando colores y combinando veladuras, conseguí una visión entre mágica y poética de aquella marina que rezumaba infancia y que pretendía sumir a aquel buen señor que había conocido en el bar de la esquina en un cendal de nostalgia mediante un cuadro improvisado y que seguramente es el único de mi ya larga carrera que he pintado solamente por el gusto de ver el rostro de aquel anciano cuando lo contemplara por primera vez.

El segundo de los días, mientras depuraba el artificio de mis pinceles, entré por segunda vez en el bar de la esquina. Allí estaba aquel octogenario que había nacido cerca del Cabo de Peñas. No llevaba el portátil, así que me senté en la misma mesa que él, tras pedirle permiso, y enhebramos una agradable conversación en la que me dijo que se llamaba Senén y me habló de sus recuerdos, de sus muchos recuerdos de aquel paisaje al que había renunciado por amor y por trabajo y que tanto echaba de menos, como él decía, cuando ya estaba a punto de partir tras toda una vida alejado de aquel lugar que nutría sus recuerdos.

Cuatro días más tarde terminé el cuadro. No es mi mejor obra, lo reconozco, es solo un tributo a la nostalgia alimentada por una conversación casual que removió mi propia memoria. Tampoco me importó en su momento, pues solo se trataba de dar una sorpresa a aquel desconocido. Lo envolví y me encaminé al bar, que en aquel momento estaba medio vacío: el dueño del bar tras la barra, dos parroquianos en una esquina discutiendo de fútbol y el viejo Senén en su mesa de costumbre. Me acerqué a él, nos saludamos afablemente, pedí mi gin-tonic y me senté. Tras el primer trago, desenvolví el cuadro, se lo puse delante y pude ver sus ojos, primero incrédulos y después arrasados por las lágrimas.

—¿Lo ha pintado usted? —asentí—. Pues se ha olvidado firmarlo.

—Mi firma no vale nada. Lo que importa es el paisaje, que ya veo a usted le emociona y me alegra mucho.

—Pero yo igual no puedo pagar este hermoso cuadro.

—Por favor, acepte el regalo desinteresado de un vecino.

Nos abrazamos sin palabras y sin que él pudiera contener las lágrimas. Aquella noche me dormí con una sensación de euforia contenida, con la imagen de Senén presidiendo mi sueño.

Volvimos a vernos algunas otras tardes, porque, aunque Ramiro seguía con su bar abierto, el de la esquina me resultaba cómodo y la conversación con el anciano Senén, que no perdía ocasión de agradecerme el cuadro, me resultaba grata. Uno de aquellos días me enseñó en su teléfono móvil, no sin cierto orgullo, una foto del cuadro, ya enmarcado y colgado en la pared principal del salón de su casa. No llevé el portátil ninguna de aquellas tardes, consciente de que mi interés estaba en la charla con él, que me ponía en contacto con una trayectoria vital tan ajena a la mía que me resultaba interesante y, por qué no decirlo, hasta entrañable.

Una tarde, tres meses después de haber pintado su cuadro y habérselo regalado, no lo encontré en el bar y el dueño no supo decirme nada de él ni ese día ni los siguientes en que entré buscándolo de nuevo.

Fue pasando el tiempo, sin que me olvidara de Senén, cuando una mañana, buscando en ese mercado persa de Wallapop un par de cosas que me hacían falta en mi casa de la sierra, encontré por azar y de pasada el cuadro del cabo de Peñas que yo había pintado para aquel amigo del bar. Se vendía por 500 euros. ¡500 euros por un cuadro por el que yo, desde mi caché actual, no pediría nunca menos de 20.000! Cierto que el cuadro estaba sin firmar y que seguramente el vendedor no conocía el mercado del arte actual ni había calibrado la importancia de aquel lienzo que había encontrado varado en una pared de la casa de Senén.

Durante toda la mañana pensé qué hacer y al final decidí comprarle el cuadro con la idea de conocer al vendedor y redondear la historia. No tardó en ponerse en contacto conmigo, un hombre de unos 50 años que dijo llamarse Mario y se identificó como hijo de Senén y al que cité en mi estudio para que me lo entregara a la mañana siguiente.

Poco antes de las diez de la mañana, la hora en que habíamos quedado, llegó Mario a mi estudio, sudoroso y azorado, con el cuadro bajo el brazo, envuelto en papel de estraza. Le recibí cordialmente y le invité a un café que aceptó intranquilo, quizás por haber venido deprisa para llegar a la cita. En un sobre había metido yo los 500 euros por si tenía que recuperar el lienzo que en su día había regalado.

Le dije cómo había conocido a su padre y cómo había pintado aquel cuadro, lo que hizo que ambos acabáramos con los ojos húmedos. Luego me preguntó él, un poco aturdido en aquel estudio que denotaba a las claras que quien lo ocupaba era un profesional, por mi dedicación. Me dijo, claro, que su padre le había enseñado el cuadro y le había dicho que era obra de un aficionado que había conocido en el bar. No le relaté mi curriculum, pero por las cuatro pinceladas que le adelanté, Mario supo que no era yo tan aficionado como su padre pensaba y que aquel cuadro valía mucho más de los 500 euros que pedía por él en Wallapop.

Hablando y hablando, Mario, medio avergonzado, medio emocionado, me dijo que me devolvía el cuadro, que me agradecía lo que había hecho por su padre y que lamentaba no saber nada de pintura y haber infravalorado mi trabajo.

Por supuesto que no acepté y, al cambio, le dije que, para mejor recordar a su padre, le firmaría el cuadro, para que alcanzara su verdadero valor, y con los 500 euros que me ahorraba, le invitaba a comer en un restaurante cercano, para que me contara la historia de Senén. A mitad de la comida, me hizo la pregunta inevitable que yo estaba temiendo.

—En realidad, y no quiero parecer interesado, ¿en cuánto se puede valorar este cuadro?

—Depende del marchante, pero, según mi caché actual y su tamaño, nunca menos de 20.000.

—¿20.000 euros? Yo imaginé, por su calidad, que era valioso, por eso le puse a 500 euros en Wallapop. Pero nunca imaginé…

Ni que decir tiene que acabamos en el bar de la esquina tomando unos chupitos y brindando por la memoria de Senén y de aquel Cabo de Peñas que había motivado sus lágrimas de nostalgia y que humedecía los ojos de Mario según nos adentrábamos en sus recuerdos.

Berat_Albania

En construcción

La guerra había terminado pero el dictador no vivía en paz. Imaginaba al enemigo siempre al acecho y cerró las fronteras. Mientras los países vecinos construían carreteras, él excavaba refugios. Desde el salón principal de su residencia podía acceder al más lujoso. Los miedos del monarca necesitaban mantener una vigilancia estrecha, la cuarta parte de los habitantes eran espías. El pueblo vivía aterrado, en silencio, convencido de la existencia de confidentes entrenados para leer el pensamiento.

El tirano se hizo con el control de los campos y destinaba lo recaudado a su seguridad. Reinventó la historia para mayor gloria de sí mismo. La única religión permitida era su palabra. Encerrado en su burbuja, no vio que se aproximaban tiempos de cambio, el cambio sería su enemigo. Su poder se desvaneció sin que mediaran bombas, no hubo refugio que le salvara.

Quienes hasta entonces habían sido sus hombres de confianza, reaccionaron con la rapidez del camaleón. Cambiaron el escudo de sus hebillas por otro con alusiones a tiempos remotos, y bajo el nuevo símbolo, el pueblo nutrido en los valores tribales, les dio su apoyo. En los valles bunkerizados las enormes setas de hormigón se fueron llenando con cagarrutas de oveja. Ya nada estaba en manos de un único señor, se había liberado la máquina de la riqueza y el olor del dinero atrajo a los pueblos vecinos. En las tierras que habían sido repartidas entre la población, brotaban esqueletos con tejados convertidos por los habitantes en hogares.

Arando en la tierra y escarbando en la historia, afloraban civilizaciones que los mandatarios no querían resucitar, hay que mirar hacia adelante, decían. Sobre los mosaicos romanos y los cimientos de las iglesias se levantaron modernas torres acristaladas que condenaron el esplendor del pasado a la oscuridad. Los gobernantes, que habían renovado sus nombres y conservaban intacta la ambición, dictaron leyes de espaldas al pueblo. Niños desarropados. Salarios miserables. El agua de las montañas, alimento de los ríos y los lagos, se contaminaba en el alcantarillado público y en las casas fluía como un veneno. En aquella libertad de fronteras abiertas, los jóvenes huyeron en busca de trabajos que dieran satisfacción a sus estómagos. El país que había sangrado con el terror, se desangraba de nuevo.

Las culturas milenarias que los anteriores gobernantes no habían querido reconocer, clamaban bajo la tierra con historias donde se fundía el mito y la realidad, y sacaban a la luz el esplendor de antiguas civilizaciones. Su voz llegó a oídos de pueblos lejanos que acudieron con entusiasmo a la llamada. No lo hicieron como rapiñas que buscan tesoros. Aportaron recursos que ayudaran a conservar para la humanidad lo que de la humanidad era. Y bajo esa perspectiva, respetando el trazado de aquellos mapas antiguos, empezó la construcción de otro futuro.

Rio y Lago_Mtrio
Plaza Skanderberg_TIRANA
Apolonia_1_Albania
Buitrint_Albania

Un hombre incorruptible

Laudelino Vázquez

¿Qué estaba oyendo? ¿Qué se suponía que salía de la boca de aquel tipo trajeado con aspecto de conservarse en formol, que parecía atravesarme desde unos ojillos escondidos tras las gafas de sol? A mí, un hombre de mundo después de trece años ocupando concejalías de segunda en Ciudad Límite, excepto en el segundo mandato de Delirio Fernández, cuando alcancé el cenit de mi carrera polítidca: Granda, mano derecha del jefe, encontró un trabajo muy bien remunerado en la administración autonómica andaluza, y como solución de emergencia, añadieron a cultura y deportes, la Delegación de Seguridad (no se si es correcto escribirlo en mayúsculas, pero cada vez que lo pienso, lo hago de esa manera).

Duró año y medio, pero me sentí de golpe Wyatt Earp y Elliot Ness en una sola persona; aunque los ciudadanos y los policías de Ciudad Límite no me tomaron muy en serio: se me despreciaba, por decirlo claro, pero se mantenían las formas; el suboficial Reinaldo, por la obligación del cargo, jugaba a todas las barajas y hasta fingía seguir mis instrucciones, pero al iniciar su cuarto mandato, Delirio, lo primero que hizo fue devolverme a cultura sin más explicación que la situación conflictiva entre Ayuntamiento y Policía Local, deterioraba mi imagen y con ella la del partido. Luego, cuando el conflicto se desató y uno tras otro los concejales le suplicaban que los apartara del cargo con cualquier excusa, intentó que yo volviera al avispero, pero yo, ya molido por las batallas internas, me limité a quedarme en mi esquina, vendiendo la idea de que todas mis aspiraciones quedaban satisfechas con la cultura local.

—Yo soy el concejal Ranclares., y usted , si me perdona la osadía, es…

—Soy abogado, el abogado.

Entendí de inmediato a qué abogado se refería: por fin en Ciudad Límite teníamos un verdadero caso de corrupción, algo que parecía darnos un estatus en el mapa nacional. Por fin salíamos en las televisiones nacionales. Por fin éramos alguien…

—Bien, abogado, ¿qué espera de mi?

—¿Sabe usted quien es Albino Montañés?

⸺¿Y quien no? Está en todos los periódicos, todos los días.

—Soy su abogado.

—Le felicito.

—¿Y eso?

—Debe cobrar una pasta.

Sonrió y dejó que yo siguiera explicándome.

—Conozco al señor Montañés de la prensa, ¿sabe? Pero lo mío es otro campo.

—Eso es verdad –respondió conciliador−, es usted un hombre de Cultura.

—Hasta he publicado un libro de poemas … cuya edición acabé pagando de mi bolsillo −añadí con rabia y pena a la vez.

—La verdad, de poesía, yo no…

—«Versos Afilados» lo titulé. Y a pesar de que no acepté ni la subvención del ayuntamiento para todos los autores locales, se armó una polémica... o casi. Pero está bien de rollos, usted me llamó para algo.

—Como sabe −continuó de inmediato−, el señor Montañés es el presidente de la constructora Marasmosa., y está detenido, como principal imputado de la «Operación Mirlo Blanco»: Acusado de los delitos de prevaricación, cohecho, tráfico de influencias, malversación, falsedad documental y blanqueo –añadió como si recitara una lección bien aprendida.

—Tiene una papeleta.

—Alguno de los principales supuestos delitos se cometieron en su ayuntamiento, durante los tres últimos mandatos de Delirio Fernández.

—Ya le dije que a mí no me toca ese campo, yo…

—¿Usted sabe que Montañés es socio o propietario de SECUL SL y Actividades Lúdicas SA?

—No lo sabía, y es raro porque con alguna he trabajado a menudo –respondí con extrañeza.

—Servicios Culturales, más conocida como Secul, le montó un montón de exposiciones en su «Artcontempo», ese invento suyo para llevar a los mejores artistas del panorama actual a un pueblo de menos de veinte mil personas

—No entiendo muy bien qué quiere.

Se ajustó las gafas y abrió una carpeta de papel marrón de la que extrajo diez o doce folios que dejó sobre la mesa, buscando entre ellos de forma compulsiva.

—Este −murmuró mostrándome un documento−: Diecisiete exposiciones en trece años. No está mal.

—SECUL S.L. ya había ganado el concurso cuando yo llegué. Se comprometió a traer a Ciudad Límite quince exposiciones en diez años, con un coste un treinta por ciento inferior al del último año que se gestionó el centro desde el Ayuntamiento. Negocio para todos.

—No me cuente a mí lo que salió en la prensa.

—No tengo nada que contarle, y la verdad, no sé a qué viene todo esto.

—El precio que ustedes pagaban se fijó por exposición, aparte se hacían cargo del seguro, adecuación del centro… prácticamente lo que les echaran.

—Se exigía al menos haber expuesto en…

—Espacio Centro, Medellín o Arte Siniestro. Lo sé. Tres galerías manejadas por testaferros de Montañés.

—Además con Secul me enfrenté en varias ocasiones: la segunda exposición de Berilli, por ejemplo, aquella de «Esculpiendo el vacío», que a mi no me la pegan –casi grité, levantándome con intención de irme.

—Yo de usted esperaba lo que le tengo que decir.

Aún miraba alrededor y me parecía que podía reconocer la realidad, la cafetería, por ejemplo, todavía parecía la misma que cuando entré, los camareros se movían con aparente naturalidad y el sonido que llegaba desde la tele, si prestaba atención, aún tenía sentido, pero la mirada, las maneras, el aire de aquel sujeto, se

superponían a todo, desprendían una amenaza latente, que cada vez se hacía más agresiva.

—Dígame de una puñetera vez qué quiere de mí.

—¿Actividades Lúdicas?

—Les contratamos varios años para fiestas menores y desfiles. Son buenos y no cobran mucho. No tenía ni idea de que también fuera de Montañés, pero tampoco me preocupa, todos los contratos fueron absolutamente legales.

—Eso es verdad, y su amistad con Julián Sánchez.

—¿Julián?

—Creo que usted lo conoce como Abimael, por el de Sendero Luminoso. Muy amigo suyo.

—Mucho, mucho, no. Somos amigos, cuando el güisqui le permite aclararse.

—Lo conoció a través de Actividades Lúdicas, pero poco a poco le fue solucionando algunos problemas personales…

—Por ahí tampoco me pilla. Supe desde el principio que trabajaba para una empresa de servicios que vendía material para el ayuntamiento, porque con lo de Actividades Lúdicas no daba para vivir. Y durante estos años fue él el que me contrató todas las obras de casa.

—A buen precio.

—No se qué quiere decir. Yo pagué religiosamente todas y cada una de las obras.

—Eso es cierto. Sin IVA, y con un generoso descuento, pero pagó. Esas cosas que hacen los amigos, venga.

—Suena a amenaza –contesté irritado.

—Si no he sumado mal, sólo con la reforma de la casa vieja que compró en los años dorados de la construcción, en la que toda la obra de albañilería, fontanería, pintura, electricidad, y hasta los electrodomésticos, fueron realizadas, instaladas y cobradas por Julián−Abimael, suma usted la bonita cifra de noventa mil euros con la compañía Obras Menores y Servicios…

—¿Y?

—Aunque el titular de la empresa es otra con sede en Gibraltar, en realidad, tras esa segunda empresa se encuentra la figura del señor Montañés, el cual tiene todas las facturas en su poder. Más de noventa mil euros.

—Y yo tengo los albaranes y justificantes firmados.

—No parece entenderlo: Obras Menores y Servicios, también figura en el proceso. No le prestan atención, porque no dejan de ser unos cientos de miles de euros distraídos de aquí y de allí. Algún sobrecoste para disimular préstamos al ayuntamiento, nada especialmente peligroso. Y además usted no figura para nada. De momento.

La forma en que dijo las dos últimas palabras, la manera de mirarme, la búsqueda inmediata de un nuevo folio que mostrarme. Todo comenzó a mezclarse mientras el frío se hacía más intenso. Lo que se cocía no me gustaba nada, pero aún podía mantenerme entero concentrándome en los versos de mi poema «Excepción» : «Las hojas rojas / que crepitan en mi pecho …», recité para mí antes de que de la boca del abogado salieran las palabras malolientes que suponía.

—En la investigación del proceso su nombre no aparece para nada, porque

nada encontraron los investigadores. Ni los de Hacienda, ni la policía, ni nadie. Puede usted estar tranquilo. Al menos de momento.

—Quieres explicarte de una puta vez –les espeté con ira mal contenida.

—Montañés era un hombre rico −sonrió con pena−. Facturaba más de veinte millones al año, de los cuales casi la mitad eran beneficios, sin contar las empresas, cuya función era aclarar el dinero, digamos, excesivo. Y de repente, todo se viene abajo, pierde la empresa, el dinero… todo. Es un hombre abandonado, los políticos que le sonreían huyen de él, la prensa le asesina, las redes sociales, ni le digo. Tristísimo.

—Ya ¿y qué pinto yo en todo esto?

—Usted está en el paquete.

—Sea más claro, por favor.

—Mi cliente dispone de facturas cuyo valor se acercan al millón de euros que nadie conoce ni sabe que existen, pero la policía no para de buscar. Montañés se encuentra al borde de la desesperación. Seguramente usted no sabe que las facturas como las suyas se utilizaban para desgravar como «gastos de representación y regalos de empresa», ¿sabe usted? Sueltas no significan mucho, pero el paquete en conjunto… No dudo que si aparecieran usted tendría un panorama muy complicado. Con la prensa y el público a la caza del político corrupto.

—Pero yo he pagado cada euro que me pidieron, yo…

—No lo dudo. Con mucho descuento, pero pagó. Y casi seguro que cuando sea imputado podrá demostrarlo, si es verdad que guarda todas las facturas –me miró de nuevo con cara de póquer: era famoso mi despiste enfermizo, él lo sabía, y en ese momento, grosso modo, era consciente de que apenas conservaría los primeros treinta mil euros de la obra de albañilería, con suerte.

—Usted debe colaborar si no quiere verse en un buen lío. La gente habla de la cárcel con mucha alegría, pero cuatro años en el talego le aseguro que no se los deseo a nadie.

—No se qué quiere decir –exclamé con un quejido.

—Si lo sabe, pero yo se lo traduzco para que lo entienda mejor. O encuentra usted esos noventa mil euros en el plazo de dos semanas, que es lo que necesita mi cliente para su defensa, y a cambio de los cuales se le entregarán los albaranes, o le veo como el primer concejal de la provincia de Marasmo que acaba entre rejas.

—No puede ser –musité tembloroso, dejándome caer en el asiento, contemplando la espalda del personaje que había recogido apresuradamente y abandonaba el local después de decirme que ya me llamaría.

Pero era. Y solo el principio. Por lo que supe, la misma táctica se aplicó con unos cuantos personajes del pueblo. Se ve que Montañés necesitaba ese millón de euros para ir tirando, y no era hombre de indecisiones. Y así descubrí, cómo se puede gobernar una ciudad desde las sombras. Porque igual que yo me las apañé con sus sabios consejos para conseguir los noventa mil del ala, sé con certeza que otros hicieron lo mismo. No sé si esa parte poco edificante les puede interesar. Quizá si esta enfermedad terminal que me han diagnosticado no acaba conmigo en un plazo demasiado breve, les cuente los detalles. Quizás.

Visitantes de Caleao en Buenos Aires

Emigración casina

Monchu Calvo

Una representación de vecinos de Caleao tuvo el privilegio de visitar Argentina, y pisar la tierra que muchos años atrás fue hollada por sus antepasados. Alli, recibidos por parientes y amigos, se vivieron momentos de gran emoción, y volvieron a sonar canciones de la tierra, bailes y castañuelas, precisamente en el dia de la Santina, patrona de Asturias.

Argentina fue uno de los principales destinos de la emigración asturiana, y Cuba también. Allí tenemos descendientes de nuestros abuelos y bisabuelos, que como decía el refrán tan escuchado en nuestra tierra, “El casín, zurrón o maleta” como reflejando en esos dos elementos, la tierra y el ganado, ó la emigración

Cada 8 de setiembre se celebra este día, con muchos eventos en cada ciudad, en cada rincón y en cada corazón de los asturianos, pero sobre todo en aquellos que, por diferentes razones, algún día debieron partir de su tierra querida hacia otros lugares lejanos.

Transcribimos lo que nos envía Doretta Cattedra, una hija de una emigrante de La Felguerina, que no deja de visitar Pereu, hoy pueblo deshabitado, pero que llegó a tener todas sus casas habitadas, entre ellas la vieja casa desde la que salió hace muchos años su madre Rosalina, con un arrojo y valentía que nos asombra para aquellas gentes que apenas se movían de sus pueblos.

Allí su inteligencia natural, y el estar acostumbrados al trabajo duro, les convirtió en emprendedores, muchos de los cuales hicieron fortuna, que siempre que podían, con parte de aquellos capitales, financiaban en sus pueblos de origen escuelas, lavaderos y otras obras necesarias para paliar la pobreza existente en aquellos apartados rincones de nuestra tierra.

Hoy las circunstancias han cambiado, y es España la que recibe a los argentinos, pero de aquella etapa nos quedan las viejas fotografías y el recuerdo revivido por nuestros amigos y vecinos casinos, que han vuelto a pisar aquella tierra regada por el sudor de nuestros antepasados, que nunca, a pesar del océano que les separaba, se olvidaron de aquella tierra de verdes y de montañas, como bien refleja el poema que figura a continuación.

furgon de emigrantes casinos en Buenos Aires

Como hija de una gran asturiana que formó parte de esa emigración de los años 30, imagino que si viviera, recordaría con mucha nostalgia a su querido Pereu (foto de Monchu Calvo) en estos versos escritos por otra asturiana que, desde la distancia, describe las mismas bellezas que nos contaba mi madre.

“Asturias, patria querida, Asturias, patria de amores, Dios ha pintado colores entre tu tierra y tus almas.

Dios ha excavado contigo el vientre de tus montañas. Y del mar ha hecho tu amigo, pues te ha regalado el fruto, el fruto de sus entrañas.

Ha puesto verde en tus valles, y color en tus montañas, y en tus gentes puso esfuerzo, lucha, tesón y añoranza.

Aunque estés lejos, Asturias, yo siento de ti la calma, te llevo siempre conmigo como grabada en el alma.

Asturias, lucha con fuerza para ganar la batalla, que ya ganaste mil veces venciendo por toda España”.

L oL a BerT rand

Llevando pasajeros de Gijon al Musel

IV. Llegó la hora de partir 1

Llegó la hora de partir y de decirnos el adiós…

Tradicional escocesa, Robert Burns, s. XVIII

Todo final es un principio

T.S. Elliot

71. Torto y la esperanza

Lo conocí en primero de carrera. Me llamó la atención lo trajeado y elegante que asistía a clase, siendo más o menos de mi edad, cercano a los 20 años. Para él ir arreglado, usando ropa elegante y cara para un estudiante, era un asunto importante. Le preocupaban las formas mucho más que a los demás colegas, que a mí mismo. Más adelante comprendí que era una forma de compensación de sus carencias afectivas. Aparte de las formas, teníamos coincidencias que nos llevaron a formar grupo con algunos compañeros y compañeras más y terminamos haciéndonos amigos; llegó a ser mi mejor amigo y máximo confidente.

Siempre fue optimista. Para él no existían los suspensos, sino los casi aprobados. No le faltaba novia, es que era un ser libre… Por eso cuando cayó enfermo, nunca estuvo muy enfermo, sino que se estaba curando.

Era además un magnífico poeta de cuya producción, en su mayor parte no publicada, espero se ocupe su viuda, a la que me he ofrecido ayudar, porque merecer ser difundida. Recuerdo aquí alguno de sus poemas:

1 . Se puede ver en el n.º 75 de Luz Y Tinta, página 46, la nota “Cambio de rumbo” acerca de la estructura general de la obra “El tiempo pasa”, de la que forma parte este capítulo. Publicada la 1ª parte, “Cantando bajo la lluvia”, hemos seguido con capítulos de su segunda parte, “Toda una vida”, de la 3ª parte “Qué tiempo tan feliz” y ahora de la 4ª parte “Llegó la hora de partir”. Enlace: https://issuu.com/guendy/docs/luzytinta_75

AMANECER

En ese instante del amanecer en que los árboles son un río hirviente de trinos.

En ese preciso y justo instante en que no se distinguen las formas y las sombras aún arropan dulce y lentamente, todo lo que nos rodea.

En ese instante en que la soledad se hace tan pesada que se puede abrazar. En estos momentos tan especiales, -y no en otros-, siento el vacío que dejaste. Una lágrima se pierde. Un suspiro la acompaña.

Meria Albari al Lolo

Se publicó en Cuadernos de Roldán, como homenaje al editor, antiguo fraile capuchino, que murió atropellado por un coche en un amanecer de Sevilla. O este otro, también publicado en Cuadernos:

Y...

...el paraíso lo encontré entre sus senos, el infierno entre sus muslos, en sus labios la vida y la muerte en su mirada.

Deja que siga durmiendo soñando con el mañana.

Deja que encuentre tus besos cubiertos por la hojarasca.

Deja que entre la noche a esconderse entre las sábanas. Deja las puertas abiertas y no cierres las ventanas.

Meria Albari

Y por último, este inédito:

PLEAMAR

Abrázame fuerte, sin pudor, hasta hacerme daño. Penetra por cada uno de mis poros, con rabia, con furia, rompe mis cadenas y, después, anda.

Necesito sentirte dentro y oír como nuestros corazones, sal y tierra, se funden en un mismo latido. Como nuestros pensamientos se mezclan y diluyen entre montañas de espuma. Como nuestros miedos se pierden en la profundidad de tus simas y nuestras almas se hacen una.

Abrázame fuerte y deja que la noche

nos cubra con un manto de estrellas y que las alondras nos despierten, al amanecer, en un lecho de algas.

Meria Albari, Mojácar 1 de mayo de 2008

Cuando él estaba en su década de los cincuenta y andaba laboralmente quemado por las circunstancias, ocupado en menesteres poco motivantes para su forma de ser, vine a proponerle lo que fue el mejor trabajo de su vida: el desarrollo de la parte docente de su carrera. Aceptó el reto e incluso se lo incrementó su gerente con la dedicación a la calidad. Se cargó de energía y acometió labores que nunca antes había desarrollado. Esa década fue feliz también profesionalmente. Volvió a realizar jornadas diarias de doce horas, voluntarias y gratuitas, lo que no había vuelto a hacer desde que dejó las guardias remuneradas una década antes por razones de salud, de salud deteriorada, entiéndase. Y empezó a viajar, a la capital de la autonomía, al Mahón de su mili (pero por razones mucho más agradables que la de servir a la patria), y a la capital del reino. Hasta entonces había salido poco de congresos y similares. Así entró exultante en los sesenta. Pero en ese frenesí una nueva gerente lo frenó en seco y pretendió defenestrarlo del todo. Acudí en su ayuda, aunque para entonces ya mi estrella estaba declinando por el horizonte y poco pude hacer, consiguiendo sólo una moratoria parcial, una salida algo digna pero aburrida.

Fue una herida mortal de la que ya nunca se recuperó. Desde ese momento sus amigos y familiares le notamos envejecer a pasos agigantados, de una visita para otra, física y mentalmente. En ese picado emocional en el que se sumergió ya sólo pensaba en su jubilación, como un elemento de liberación en el que planeaba dedicarse a todo aquello para lo que antes no había tenido todo el tiempo que necesitaba: seguir leyendo y escribiendo más y más. Un año antes de jubilarse tuvo la alegría de la boda de su hija, que celebró por todo lo alto.

El año exacto en el que le tocaba jubilarse, en una revisión rutinaria, un compañero de curso le descubrió metástasis diseminadas y muy desarrolladas de un cáncer, sin que hubiera tenido un solo síntoma. Él vio las imágenes de su hígado perforado de agujeros. El compañero estuvo hábil y como tenía perros, le dijo que probablemente serían quistes hidatídicos en el hígado. Inicialmente lo aceptó, aunque no tardó mucho en descubrir la verdad, al fin y al cabo, era del ámbito de su especialidad, de nuestra especialidad.

Una verdad que sólo le sirvió para morir luchando por nada, pero entretenido en esa lucha que le proporcionaba esperanza, una esperanza en la que andaba trabajando como estudio de fin del máster que acababa de terminar sobre ética. Una esperanza que yo le arranqué de raíz para quitarle la enorme angustia que le propiciaba la falta de los más mínimos resultados tras el enorme empeño terapéutico y el progresivo empeoramiento. Una angustia que en algunos momentos de las noches llegaba a la desesperación suya y de su mujer que lo acompañaba y cuidaba.

Nietzsche la llamaba la “maldita esperanza”, el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre.

Su carácter cerrado, enormemente introvertido, le hacía mostrarse con la mejor de sus sonrisas, aunque la procesión fuera por dentro. Desde el primer momento ambos, especialistas en su cáncer, habíamos leído lo último al respecto. Ambos volvimos a leer lo que ya sabíamos; no es operable un estadio IV como el suyo, con metástasis. Consultamos segundas y terceras opiniones con parecidas conclusiones, pero no paró hasta que otro compañero, apiadándose y acogiéndose a ese caso inexplicable que todos tenemos, yo también, pero que salió adelante tras una operación terrorífica, le ofreció cirugía. No lo dudó y se operó, apostando todo a una sola carta sin pestañear.

Tuvo todas las complicaciones previstas, no se libró de ninguna. Pero las fue superando con su paciencia infinita alimentada por su inagotable fuente de esperanza. El día de su 65 cumpleaños, el que le hubiera liberado con la jubilación, se licenció de la UCI y pudimos hacerle los regalos oportunos. El mío fue unas estancias en el dormitorio del almirante Collingwood, utilizado en casos especiales como habitación del hotel en el que se reconvirtió su casa; este almirante fue el que mandaba la plaza británica de Mahón y el que sustituyó a Nelson cuando lo hirieron mortalmente en Trafalgar, acabando la batalla con victoria. Su casa estaba situada a la entrada del puerto, frente a la de ese otro almirante jefe de la armada británica en el Mediterráneo, su amigo Nelson; o mejor dicho, frente a la casa de su amante oficialmente reconocida, Lady Hamilton. Ambas casas, típicamente inglesas, pintadas de un rojo almagre, con ventanales constituidos por varios cristales pequeños y marcos blanqueados, son hoy una especie de museo, especialmente el de Collingwood, convertido en un agradable hotelito en el que se exponen sus colecciones naturalistas y marineras, todo ello muy “british”. Yo me había alojado en esa habitación, que se conserva tal cual y él aspiraba a hacerlo el siguiente año, después de haber probado su cama retozando con su mujer. No pudo disfrutar de mi regalo, pero se lo estuve manteniendo como una vela que se apaga cada noche y se vuelve a encender a la siguiente. Alice Munro, reciente fallecida, premio Nobel de Literatura, escribiendo sobre la esperanza, menciona el caso de un inventor que se mantenía con vida por la esperanza de dar algún día con la piedra filosofal, de dar en el clavo de sus inventos. Y Torto y todos nosotros que lo acompañábamos íbamos encontrando explicaciones de lo más fisiopatológicas a cada uno de los nuevos o incrementados síntomas y signos que le iban apareciendo. También le regalé el disco del Dúo Dinámico con su canción “Resistiré”, cuya letra aquí la pongo:

RESISTIRÉ

Cuando pierda todas las partidas Cuando duerma con la soledad Cuando se me cierren las salidas Y la noche no me deje en paz Cuando sienta miedo del silencio Cuando cueste mantenerme en pie Cuando se rebelen los recuerdos Y me pongan contra la pared Resistiré, erguido frente a todo Me volveré de hierro para endurecer la piel Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte Soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie Resistiré, para seguir viviendo Soportaré los golpes y jamás me rendiré Y aunque los sueños se me rompan en pedazos. Resistiré, resistiré.

Cuando el mundo pierda toda magia Cuando mi enemigo sea yo Cuando me apuñale la nostalgia Y no reconozca ni mi voz Cuando me amenace la locura Cuando en mi moneda salga cruz Cuando el diablo pase la factura Y si alguna vez me faltas tu. Resistiré, erguido frente a todo Me volveré de hierro para endurecer la piel Y aunque los vientos de la vida soplen fuerte Soy como el junco que se dobla, pero siempre sigue en pie. Resistiré, para seguir viviendo Soportaré los golpes y jamás me rendiré Y aunque los sueños se me rompan en pedazos Resistiré, resistiré.

Manolo y Ramón

Quien nos iba a decir que diez años después iba a sonar masivamente por balcones y ventanas con motivo del encierro en el que nos apartó la dichosa pandemia de la Covid’19…

En esos sus últimos días acordamos una especie de juegos de entrevista en la que él hacía de escritor famoso y yo de periodista. Con ello lo iba conduciendo a los terrenos del desahogo y de sus últimos deseos acerca de los temas más delicados al respecto. Llegué a rellenar muchas páginas, algún día verán la luz. Hablamos de todo, desde su paso por la UCI, que fue lo peor, a su vuelta a casa. De la UCI

conservaba el horror de su deshumanización. Decía que la tecnología ha terminado con esa faceta médica que es el calor humano. Yo lo comparto y, a menos que haya una amplia y exclusiva seguridad sobre su beneficio, he dejado claro en mí caso que no quiero volver a pasar por ese lugar.

Lo peor de todo el proceso es que el mundo se te abre bajo otra perspectiva. Ya no es un mundo que tú controlas, es un mundo en el que todo te lo controlan y esa pérdida del control de tu propia vida y movimientos es terrible. Ahora pasan a controlártelo los médicos, las enfermeras, los fármacos, las pruebas que te hacen… Tú vas arrastrado, dependes en tu totalidad de ellos.

Una tarde, sentados en su sofá y acompañados de sendas copas de Oporto, me hizo la pregunta fatídica. Su mujer, enfermera, estaba en la mesa de camilla, a cinco metros, haciendo como que leía, pero escuchando sin intervenir y sin perder un detalle:

- Torto: ¿Tú crees que mi cáncer es malo? Malo, malo quiero decir. Quiero que me digas la verdad, porque hasta ahora nadie me la ha dicho y… me gustaría saberla, sí.

-- JDp: ¿Para qué quieres saberla?

-Para saber el tiempo que me queda y porque me quitaría mucha ansiedad.

Ante su contestación me planteé si sería conveniente seguir manteniéndole la falsa esperanza que hasta ese momento le habíamos ayudado a alimentar. Me vino a la cabeza la opinión de Nietzsche y decidí, con suavidad, no seguir alimentando esa pérfida llama. Le dije:

-- Tú sabes, como yo, que no hay cánceres buenos.

- Entonces, esto no se me va a curar; tú ¿cómo lo ves?

-- Mal, Torto, lo veo mal.

- ¿Cuánto crees que puedo durar? ¿Meses? ¿Semanas? ¿Tal vez días?

-- Tú sabes, Torto, que no podemos dar fechas ni aproximadas. Todos hemos tenido casos extremos y variados con un mismo proceso.

- Pero ¿podremos ir el próximo año a Mahón?

-- Torto, está muy avanzado…

- Sé que me estoy muriendo.

Y ahí ya le cogí la mano y así seguimos un largo rato, hasta la hora de su última cena que no tomó.

Cuando me casé, en el 75, me regaló las obras completas de Lorca y puso en el prólogo la dedicatoria con la que he comenzado este texto, de T. S. Eliot:

“Todo final es un principio.

Espero que esta obra final sea el principio de tu obra definitiva”.

Ahora yo, en esos momentos de desesperanza, y aunque no éramos creyentes, no le quise quitar del todo ese trozo de esperanza que da un final que puede suponer un principio: acordamos que en su funeral sonaría el Réquiem de Mozart; a ambos nos gustaba por igual y yo también lo he pedido para el mío.

También me expresó su deseo de que parte de sus cenizas las lleváramos a la Cuesta de los Chinos, de la Alhambra, en su Granada natal.

No volvió a decir nada más. Pidió que lo subiéramos a su dormitorio, se acostó y al día siguiente fue entrando poco a poco en una somnolencia que iba aumentando, dejó de luchar, de hablar y se relajó. Pidió que lo llevaran al hospital. Esta vez no lo hizo para curarse, quiso evitarnos el trago, a sus más íntimos, del enredo de morir en casa. En los hospitales hay profesionales que saben qué hacer. Apenas volvió a pronunciar palabras. Al día siguiente de estar en el hospital entró en coma, tuvo un proceso de agitación que se controló con fármacos y, poco antes del amanecer del penúltimo día de ese año, expiró.

Y es que Torto tenía más moral que el alcoyano. Esta mal llamada moral es algo que poco tiene que ver con la acepción de moral cercana a la ética, que no igual. La moral del alcoyano es una mezcla, a partes iguales y en cantidades industriales, de fe, esperanza e ilusión. Que a su vez son cosas relacionadas, pero no semejantes: La ilusión es el deseo de tener o conseguir algo (dinero, felicidad…); es algo posible, con independencia de la probabilidad de conseguirlo. La esperanza es la creencia de que se puede conseguir algo; supone ya un componente de creencia (la lotería, una curación difícil). Y la fe es una creencia en algo sin base racional alguna, que no solo incluye lo poco probable sino incluso lo imposible (el cielo, el infierno).

Aunque no era creyente, el director del máster de ética que hizo hacía pocos meses en la Escuela Andaluza de Salud Pública, era un sacerdote especial y, ante la falta de liturgias de despedida laicas, lo despedimos en la colegiata-concatedral, celebrando la ceremonia este amigo suyo, de manera más que especial y diferente a los habituales funerales, con la música del Réquiem de Mozart y con las palabras de sus amigos y familiares. Estas fueron las mías:

Ahora pienso de nuevo en tu playa de Mojácar, en los montes de su ladera sembrados de casas blancas, bermejas, amarillas. Como tantas otras veces en que paseamos juntos…

Me consolaba creer que no te rendías en tu batalla más dura, la que has estado librando desde que comenzó este año que hoy termina. Ganabas 3 a 1, como el Barça, pero ayer consideraste que era mejor marchar al Jardín de las Hespérides donde ya todo el tiempo es tuyo, de oro, como sus manzanas y membrillos que ahora te rodean mientras nos has dejado para el recuerdo tu habitual sonrisa.

Pocos meses después, al comienzo del verano, cumplimos sus deseos de repartir la mitad de sus cenizas en la “Cuesta de los Chinos”, de la Alhambra, en un acto íntimo con su mujer, hijos, sobrina y amigos más cercanos. Lo acompañamos con estas palabras:

Querido Torto, amigo, hermano: Aquí dejamos tus cenizas como quisiste y al fin hoy lo cumplimos. Representan tu vida granadina que compartiste día y noche con nosotros. Vuelan ya con rumbo a tus sitios más queridos que son también los nuestros, a la Alhambra, Albaycín, Aben Humeya, al Goya, al Suizo, al San Marcos, a la Pizzería y a El Cateto. En todos se van depositando. A mí no podréis hacerme este homenaje, porque he donado ya mi cuerpo… ¡a los gusanos!

Finalmente, la otra mitad la dejamos en su casa de Mojácar, bajo un limonero, con esta otra oración:

Querido Torto, amigo, hermano: Ya estás para siempre en la Mojácar de tus sueños, en la que pasamos cortas tardes de invierno e inacabables días de verano. Donde trepamos por sus callejas estrechas, donde las olas mecieron nuestros cuerpos en ese Pirulico que ya no olvidaremos. No se cumplió el desafío que, desesperadamente, lancé con furia a nuestros dioses intentando postergar lo inevitable. Espéranos, que ya nos falta menos en esta prórroga que a algunos se nos ha dado, pero que a la postre acaba.

No te vayas, mientras, de juerga con los dioses: Tienen malas pulgas, bien lo sabes. Seguiré viniendo aquí a saludarte, a tu jardín de flores perfumado, y cuando florezca el limonero será la señal que tú acordaste para saludarnos cada primavera…

Querido amigo, te fuiste antes de jubilarte, como los que aman los dioses. Y con ello te ahorraste el entrar en la decrepitud hacia la que nos precipitamos los que aquí seguimos. Una caída cuesta abajo y sin frenos: Que si la inestabilidad (ya no solo la emocional, que a algunos nos acompaña desde que sacamos pecho, si no la física, puro y duro desequilibrio por el que de vez en cuando terminas en el duro suelo y hasta precisas de un escayolado), que si la incontinencia (que te obliga a pasar la noche levantándote, y el día averiguando donde está el urinario más cercano antes de programarte la caminata diaria que los médicos te han prescrito), que si las palpitaciones (por las que te han prohibido lo poco bueno que te quedaba para espabilarte, ese café aromático que te alegraba y entonaba cuando salías de la cama; o ese alcohol que te aliviaba haciéndote olvidar los cantos duros de la vida con los que tropezabas; y la medicación que te han prescrito para ellas, betabloqueantes los llaman, que impiden se te desbloquee la minina y ya no se te erice como antes, cuando la buscabas para auto consolarte en tu soledad sonora, o esa agenda, ahora electrónica, en la que tienes que apuntar todo, desde la hora en la que te toca tomar las pastillas a la hora en que debes ir a mear si no quieres orinarte encima, por sorpresa inaplazable, en tus pantalonazos de pana... Si, Torto querido del alma, te has ahorrado mucha podredumbre en vida. Te fuiste con el sabor dulce de la boda, sonada, de tu hija y te ahorraste con

ello su separación y divorcio. Y, sobre todo, te ahorraste el ingreso que, a los que aquí seguimos nos espera, el ingreso en esas cárceles que llaman pomposamente residencias de la tercera edad, en las que inevitablemente terminaremos si seguimos y que nada se parecen a esos hoteles lujosos en los que bellas ancianas enjoyadas y emperifolladas de maquillaje pasan sus últimos días. Y tú a cambio viendo todas estas miserias mientras degustas el sabor de esas manzanas de oro que se te ofrecen desde tu elevado jardín hesperidiano en el que ya moras para siempre...

JuanDepunto

Arturo Vigil

Parque Nacional Marino de Bonaire en el sur del Caribe

La belleza que contemplan los ojos de los grandes submarinistas como nuestro amigo Arturo Vigil, es un mundo completamente distinto al que conocemos en la superficie, un reino lleno de colores, texturas y vida en constante movimiento, donde el tiempo parece detenerse. Cada inmersión es un viaje a un universo silencioso pero lleno de historias, un lugar que revela los secretos más profundos de la naturaleza

El reino submarino: un espectáculo único, los colores más allá de la imaginación. Bajo el agua, los submarinistas son testigos de un espectáculo de colores que difícilmente puede ser igualado en la superficie. Los arrecifes de coral, con sus vibrantes tonos rojos, amarillos, azules y verdes, parecen cuadros pintados por un artista excéntrico. Sin embargo, a medida que descienden, la luz se filtra y los colores cambian, creando un paisaje etéreo en tonos azulados y oscuros que fascinan.

Sentimos envidia sana ante las inmersiones de los submarinistas como Arturo que tienen el privilegio de observar la vida en su estado más puro; contemplando los bancos de peces brillantes que nadan en perfecta sincronía, como si estuvieran ejecutando una coreografía diseñada por la naturaleza. Tiburones, rayas, tortugas y otras criaturas imponentes se mueven con una gracia que parece desafiar las leyes de la física. La sensación de nadar junto a estas especies es indescriptible, no deja de ser un recordatorio de los pequeños que somos.

Es la magia de lo invisible.

En las aguas más oscuras, donde la luz apenas alcanza, los submarinistas como Arturo descubren una magia bioluminiscente que parece sacada de un cuento de hadas. Organismos diminutos brillan en la oscuridad, como estrellas marinas que parpadean en un universo líquido. Este fenómeno crea un ambiente de ensueño que pocos tienen la oportunidad de presenciar.

El impacto emocional del mundo submarino. Arturo, nos cuenta que la belleza del océano no solo es visual, sino también emocional. El silencio, roto únicamente por el sonido de la respiración a través del regulador, ofrece un espacio de introspección y conexión profunda con la naturaleza. Ese mundo submarino, tan diferente al terrestre, tiene el poder de tocar el alma y cambiar, como si de una conexión espiritual se tratara.

La responsabilidad de ser testigos de algo extraordinario, ya sea la belleza de la naturaleza, un momento histórico, un acto de injusticia o una verdad incómoda, conlleva una gran responsabilidad. Aquellos que han experimentado algo que pocos han visto tienen en sus manos un deber implícito: compartirlo, protegerlo, preservarlo y actuar en consecuencia. Ser testigo es más que observar; es asumir el peso del conocimiento adquirido. Ser testigo de la naturaleza y su fragilidad en el caso de quienes han tenido la fortuna de explorar la naturaleza en su estado más puro —como los océanos, las montañas o los bosques ancestrales—, ser testigo implica reconocer la fragilidad de estos ecosistemas y su importancia para la vida en el planeta, es también el deber de proteger: Quien ha contemplado los arrecifes de coral, la majestuosidad de los glaciares o la danza de una bandada de aves migratorias sabe que estos espectáculos no están garantizados para siempre. La responsabilidad de ser testigo es levantar la voz contra las amenazas que ponen en peligro estos tesoros, desde el cambio climático hasta la contaminación.

El ojo del submarinista: el narrador del océano

Bajo las olas, donde la luz se descompone en tonos azules y el mundo se mueve en un ritmo diferente, el submarinista se convierte en un narrador privilegiado de un universo lleno de secretos. Su ojo, entrenado para captar la belleza y la singularidad

de la vida marina, actúa como un puente entre el abismo y la superficie, trayendo a la luz historias de un mundo que pocos tienen el privilegio de experimentar.

El arte de mirar bajo el agua. El ojo del submarinista no es solo técnico, es también un ojo artístico y curioso, capaz de capturar momentos efímeros de la vida marina. En cada inmersión, se enfrenta a un entorno en constante cambio: luces que se desvanecen, corrientes impredecibles, criaturas escurridizas. Pero allí, en ese caos, encuentra belleza, armonía y narrativas que solo sus ojos y sentidos contemplan. Los submarinistas no exploran solo el fondo del mar; lo cuentan, lo registran y lo comparten. Son los narradores de un universo que es vital para el planeta, pero que sigue siendo en gran parte desconocido para quienes habitan la superficie.

Los ojos de los submarinistas como Arturo Vigil, no es solo son testigos, son mensajeros, son la ventana que nos conecta con un mundo vasto, hermoso y enigmático, que muchos nunca veremos de primera mano. A través de sus imágenes, relatos y vivencias, el submarinista no solo documenta la majestuosidad de los océanos, sino también su vulnerabilidad. Ese ojo narrador nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el planeta, a valorar lo que yace bajo las olas ya actuar en su defensa.

El legado del ojo submarino es un llamado a la conciencia colectiva: proteger el mar es protegernos a nosotros mismos. Es un legado de belleza, de enseñanza y de acción. Quien ha visto la magia de los océanos no puede permanecer indiferente; su deber es compartirla, inspirar y luchar por conservarla. Porque, como dijo Jacques Cousteau: “La gente protege lo que ama, y solo ama lo que conoce”.

Ese es el mayor legado que nos dejan las imágenes que capturan en el fondo de los océanos personas como Arturo: Nos enseñan a amar lo desconocido para que lo cuidemos, antes de que desaparezca en el silencio de nuestra indiferencia. Bajo las olas, en un mundo donde la vida se despliega en formas y colores inimaginables, el submarinistas encuentra una verdad que nos incumbe a todos: la conexión inquebrantable entre el océano y nuestra propia existe.

Cuando ese ojo narra lo que ve, no solo nos muestra sus bellezas, sino también la urgencia de protegerlas. Es un recordatorio de que lo que ignoramos hoy puede perderse para siempre mañana. Ese amor, cultivado a través de historias y visiones, es lo único que puede movernos a actuar para preservar el corazón latente de la Tierra: el océano. A través del ojo del submarinista, aprendemos que este vasto mundo azul no es solo un escenario de belleza, sino el origen de la vida y el sustento de nuestro futuro. Cada arrecife, cada criatura marina, cada corriente y cada silencio bajo las olas nos recuerda que proteger el océano es proteger nuestra propia existencia. Es la esencia misma del planeta, un corazón que late por todos nosotros, esperando que lo cuidemos antes de que su ritmo se apague para siempre.

David Duchemin

Fotografías más interesantes provienen de fotógrafos más interesados

Hace un par de semanas, estaba sentada a orillas de un río, fotografiando felizmente osos pardos. Después de un viaje de dos días y una rápida vuelta por casa, me fui a San Francisco para firmar 1.000 copias de la edición especial en tapa dura de mi nuevo libro, Light, Space, & Time: Essays on Camera Craft and Creativity . También pasé tiempo con mi editor y mi editora, gran parte del cual temía la inevitable pregunta: «¿Y bien? ¿Cuál es el próximo libro?».

Acabo de terminar este libro. ¿No podemos simplemente disfrutarlo por un momento? ¿Sí? ¡Fantástico! Oh, ese momento ya pasó y es hora de volver a trabajar. Maldita sea.

Cada vez que mi sufrido editor, Ted, me ha hecho esa pregunta, he respondido con la misma respuesta: «No tengo ni idea. Estoy vacío y no me queda nada, así que estoy seguro de que he escrito mi último libro». Pero luego empezamos a hablar de lo

que no quiero hacer y de que «si tuviera que escribir otro libro (cosa que estoy seguro de que no haré), me gustaría que fuera más del estilo de...».

A medida que pasa una hora, me doy cuenta de que estoy describiendo mi última picazón (a veces una picazón que ni siquiera sabía que tenía hasta que comencé a hablar de ella) y Ted me pregunta cuándo debería enviar el contrato.

Cada. Maldita. Vez. Es Extraño.

Y ahora tengo una idea. No es más que una chispa de una idea, en realidad, una pista, pero me entusiasma. Los puntos de partida son uno de los momentos más difíciles de la vida creativa, ya sea que estés escribiendo o haciendo fotografías. «¿Por dónde empiezo?» es una pregunta difícil. También escribí un libro sobre eso llamado Start Ugly : The Unexpected Path to Everyday Creativity , y si no lo has leído, tal vez quieras hacerlo (aunque este no es el tema).

Se trata de la magia de saber qué es lo que te interesa . ¿No empieza así cada fotografía? Con algo que te llama la atención y te distrae, algo que atrae tu interés y te hace coger la cámara para explorarlo más. Solíamos decir «fotografiar lo que amas», pero creo que el mejor consejo es fotografiar lo que te interesa. Aquí tienes algunas citas sobre eso de Light, Space & Time: Essays on Camera Craft and Creativity, «Los fotógrafos que más pueden aportar son aquellos que se interesan por el mundo que los rodea y, debido a ese interés, ven ese mundo desde diferentes ángulos. Piensan sobre lo que ven de maneras interesantes y, cuando lo comparten con su público y el mundo que los rodea, es una visión de nuevas formas de ver el mundo».

«Estar más interesado en el mundo que te rodea afecta la práctica de tu oficio porque así es como consigues nuevas perspectivas sobre lo que fotografías. Es la forma de llegar a nuevas ideas sobre los temas hacia los que apuntas tu lente. No puedes pensar de manera más creativa sobre algo sin estar interesado en ello y echarle al menos una segunda mirada».

«Solo si te interesas por lo que fotografías, podrás pensar en ello lo suficiente como para verlo desde todos los ángulos, considerar nuevos enfoques y experimentar con diferentes combinaciones. Este es el enfoque creativo, y es lo único que te permite ir más allá de lo obvio, de lo que ya has hecho. A menudo escucho a fotógrafos que anhelan más (o mayor) creatividad y dicen: «Ojalá fuera más creativo». Hay muchos ángulos desde los que se puede abordar la búsqueda de ese aumento de la creatividad, pero por ahora, sugiero que puede ser tan simple como encontrar algo que realmente te interese. No solo un poco de interés, sino algo más

cercano a la fascinación. Algo en lo que pienses cuando no tengas la cámara en la mano. Algo que te distraiga cuando deberías estar haciendo otras cosas. Encuentra ese sujeto o tema y tendrás vetas ricas para explotar».

«Para tener percepciones más interesantes es necesario estar más interesado, no sólo en una cosa, sino en muchas. Así es como reunimos no sólo los puntos que la creatividad se ocupa de conectar, sino también los puntos que realmente nos interesan, puntos en los que pasamos tiempo pensando. En mi experiencia, así es como llegamos allí: si quieres ser más interesante, empieza por estar más interesado. ¿Quieres ser más creativo? Sé más curioso».

«Si los fotógrafos más interesados crean fotografías más interesantes, entonces no creo que sea injusto preguntarse qué tipo de fotografías hacen los fotógrafos aburridos».

Manfred Baumann

Manfred Baumann nació en Viena en 1968. Desde entonces, el fotógrafo Leica ha presentado sus trabajos en todo el mundo en forma de exposiciones, libros y calendarios. Sus fotografías se exponen en museos y galerías internacionales. En los últimos años, Baumann se ha convertido en uno de los fotógrafos más influyentes de nuestro tiempo.

Vive en Austria y Los Ángeles, y trabaja en todo el mundo, habiendo fotografiado ya a grandes figuras como Sandra Bullock, William Shatner, Jack Black, Natalie Portman, Tony Curtis, Lionel Richie, John Malkovich, Bruce Willis, Juliette Lewis, Angelina Jolie y Evander Holyfield, así como a muchas top models internacionales.

Hablamos con Manfred para conocer su opinión personal sobre la fotografía de retratos y descubrir por qué le encanta disparar con la Leica SL .

¿Cómo empezaste a interesarte por la fotografía?

Recibí mi primera cámara fotográfica de mi abuelo cuando tenía 10 años.

Habiendo crecido en Viena, ¿cuándo se mudó a Los Ángeles?

¿Cómo se compara trabajar en estas dos ciudades tan diferentes?

Vivo y trabajo en Viena con mi esposa y musa Nelly Baumann, aunque nuestras estancias en mi segundo hogar, Los Ángeles, son cada vez más frecuentes y de mayor duración. Viena es mi lugar de retiro, mientras que Los Ángeles es mi tierra de aventuras y de trabajo. Sin embargo, mi clientela viene de todas partes del mundo.

¿Qué fotógrafos y artistas han servido de inspiración para tu obra?

Son demasiados para mencionarlos a todos aquí, pero algunas fuentes de inspiración recurrentes para mí son: Yousuf Karsh, Richard Avedon, Man Ray, Helmut Newton, Herb Ritts, Ansel Adams y Henri Cartier-Bresson.

Fotografias tanto en blanco y negro como en color, pero ¿cuál de estos medios prefieres para los retratos de estudio? ¿Cuáles consideras que son las mayores diferencias entre ellos? ¿En qué se diferencia tu proceso?

Me encanta tomar fotografías en diferentes lugares y siempre llevo conmigo un estudio para tener varias opciones. Los estudios en sí mismos son aburridos. En el lugar puedo incorporar el entorno, como suites de hotel, castillos, casas, villas, pero también garajes, áticos, almacenes o simplemente el aire libre. Un fondo negro o blanco que luego puedo colgar en cualquier lugar.

Llevas algún tiempo fotografiando a famosos. ¿Cómo es trabajar con algunos de los nombres más importantes de Hollywood?

La primera estrella internacional que fotografié fue Sir Roger Moore. Estaba muy nervioso en ese momento, pero ahora han sido tantos que ya no los cuento. Como fotógrafo profesional, también eres director y, en cierto modo, un psicólogo. Así que he aprendido a hablar y trabajar con ellos. Ahora sé cómo tengo que comportarme con mis modelos para conseguir lo que quiero: ¡una gran foto!

¿En qué se diferencia tu enfoque dependiendo de si fotografías modelos para editoriales o celebridades?

Siempre he intentado contar historias con mis fotografías. En cierto modo, la fotografía es como mi segundo idioma. Ya sea que trabaje con modelos o con celebridades, todos tienen una historia que contar y, al escucharlos, puedo obtener las mejores imágenes posibles. Solo entonces empiezo a tomar fotografías. A veces tengo más tiempo, a veces menos, pero no veo una diferencia real entre las dos cosas. También me encanta crear un ambiente familiar en el set con mi esposa y musa, Nelly. Al repasar tu carrera hasta la fecha, ¿de qué fotografía estás más orgulloso? ¿Y qué fotografía se te quedó grabada en la memoria? Por supuesto, aquella sesión de fotos con Sir Roger Moore fue especial, pero hay muchas historias que contar a estas alturas. Por ejemplo, la sesión de fotos con la leyenda de Hollywood de 101 años Kirk Douglas; Una velada inolvidable con Jack Black; La última sesión de fotos con Tony Curtis; En casa con Gene Simmons. Dicho esto, también estoy muy orgulloso de todos mis otros proyectos, como mi serie sobre los mustangs salvajes de Nevada, mi proyecto con personas sin hogar y mi libro de fotografías de Death Row.

Artista invitado del mes

¿Cuándo empezaste a trabajar con la Leica SL? ¿Y cómo calificarías el sistema de cámara para el trabajo en estudio?

Trabajo con la Leica SL desde 2016. Es una cámara realmente genial. Me encanta y la uso en todas mis sesiones fotográficas. También aprecio mucho el sistema Leica M, especialmente la Leica M Monochrome, pero la Leica SL me ofrece un flujo de trabajo rápido y fiable. Sobre todo, ofrece resultados que me encantan, ya sea para fotografía publicitaria, de moda o editorial.

¿Podrías describirnos tu estudio favorito?

Me encanta mezclar cosas y realmente me gusta trabajar con la luz disponible. Me gusta trabajar con una caja Octa grande, que se coloca detrás de mí, mientras que frente a mí tengo un gran abrillantador con un revestimiento plateado, como el California Sunbounce. Esta configuración es algo que me gusta usar a menudo y luego variar las cosas con o sin luces de fondo.

¿Cuáles consideras que son los mayores desafíos a la hora de capturar retratos de estudio profesionales?

Para mí, el mayor desafío es siempre conseguir que la persona que tengo delante esté en el estado de ánimo adecuado. Tengo que ganarme su confianza si quiero captar un atisbo de su alma. Una vez que lo hemos conseguido, se trata de reconocer el momento adecuado para revelar algo que, de otro modo, permanecería oculto.

También has realizado otros proyectos, como fotografía documental, de paisajes y de vida salvaje. ¿Puedes contarnos un poco más sobre este trabajo?

Hacer visible aquello que otros no han visto antes ha sido el objetivo de mis exposiciones y otros proyectos, como END OF LINE, en el que documenté el viaje final de los presos condenados a muerte en Texas. Para mi proyecto ALIVE, fotografié a personas sin hogar en la calle durante un año. Mientras que mi serie SPECIAL muestra retratos de personas con discapacidad intelectual. Mi ambición es romper con la tradición y la perspectiva convencional. El espectador de mis fotografías debe descubrir el alma y la historia que encarnan, y reconocer que la fotografía es el único lenguaje que puede entenderse en todo el mundo.

—Como ardiente activista en defensa del bienestar animal, vegetariana y embajadora de buena voluntad de Jane Goodall, también me aventuré por primera vez en el mundo de la fotografía de animales con el proyecto MUSTANGS, que se mostró en el Museo de Historia Natural de Viena.

¿Qué consejo le darías a tus colegas fotógrafos?

—Simplemente toma fotografías de lo que amas.

https://www.youtube.com/@ManfredBaumannPhotographer/shorts

Carl Young

Carl Young (Estados Unidos, 1963) es un fotógrafo de bellas artes y de calle que vive en Los Ángeles, California. Tiene una licenciatura en Bellas Artes de la Universidad de Temple y ha estudiado en el Centro Internacional de Fotografía de la ciudad de Nueva York y en el Centro de Fotografía de Los Ángeles.

Actualmente es miembro del Street LA Photo Collective. Después de una carrera en la ciudad de Nueva York creando campañas publicitarias y dirigiendo sesiones fotográficas para empresas de Fortune 500, ahora dedica todo el tiempo posible a explorar y documentar la gente y la cultura de Los Ángeles.

El trabajo de Carl ha sido incluido en muchas exposiciones con jurado y muestras de galerías, su trabajo ha sido publicado en varias revistas de fotografía. Carl cuenta a Gary Winogrand , René Burri y Martin Parr como algunas de sus mayores influencias en la fotografía callejera.

Saiful Amin

Soy un fotógrafo callejero y documental de Dacca. Empecé a tomar fotografías a mediados de los años 90, pero no fue hasta 2015 cuando me dediqué a la fotografía en serio. Mi profesión es trabajar en una empresa de construcción en régimen privado

Durante la “tragedia de Pilkhana”, el 25 de febrero de 2009, los guardias fronterizos armados abrieron fuego contra los civiles. Estaba tomando fotografías mientras se acercaban a su puerta, pero de repente, una bala de un rifle chino me alcanzó. Mi nervio ciático resultó gravemente herido y mi pierna se rompió en varios pedazos. Entre 2009 y 2011, me sometí a siete cirugías importantes. Estuve postrado en cama durante cuatro años y medio. Desafortunadamente, durante ese tiempo, mi disco duro se estropeó y perdí todas mis imágenes desde los años 80 hasta febrero de 2009. Fue un período increíblemente frustrante para mí.

Cuando recibí mi primera cámara DSLR en 2015, retomé la fotografía. A pesar del dolor constante en mi pierna, nunca he parado. Nunca salgo de casa sin mi cámara, ni siquiera por un solo día.

Mi trabajo: desde 2016, me he centrado en documentar las comunidades Bihari y Dalit, así como a los niños sin hogar y de la calle, las comunidades de barrios marginales urbanos, las curtidurías y las industrias del plástico, entre otros temas.

Logros: he participado en alrededor de 50 exposiciones nacionales (ganando el primer premio dos veces) y he exhibido mi trabajo en Calcuta y Rumania como participante individual. He recibido varias menciones honoríficas de la FIAP y aceptaciones en salones de todo el mundo. Una de mis fotos se publicó en la edición de 2018 del libro anual de cricket ‘Wisden’, a menudo conocido como la Biblia del Cricket. Mi trabajo también ha aparecido en numerosos sitios web y revistas internacionales de fotografía.

En 2020, gané la Medalla de Oro de la FIAP y el trofeo “Fotógrafo del Año” en el Salón ABP, un prestigioso concurso organizado por la Sociedad Fotográfica de Bangladesh (BPS).

Talleres: he asistido a talleres de fotografía cortos y largos con GMB Akash, el diunto Anwar Hossain Anu, MR Hasan, Prito Reja, Chanchal Mahmud y Rafiqul Islam.

Mentoría: también he sido juez en varias exposiciones nacionales de fotografía entre 2018 y 2019.

La vida en el campamento de Bihari, Dacca, Bangladesh

Una niña escribe un poema en el que plantea una pregunta sencilla pero profunda, que nadie puede responder. Pregunta: ¿Quién soy yo? Sus antepasados nacieron en la India, emigraron a Pakistán y ella nació en Bangladesh. India los abandonó hace mucho tiempo, Bangladesh se niega a aceptarlos como hijos de la tierra y Pakistán no los aceptará de vuelta. Dice que tiene muchos nombres: Bihari, Maura, Muhajir, No bengalí, Marwari, Hablante de urdu, Refugiada y Paquistaní varada. Pero solo desea una identidad: Humana.

Esta es la realidad de los 160.000 miembros de la comunidad urduhablante que viven en campamentos en Bangladesh. Sólo en el campamento de Ginebra, alrededor de 50.000 personas urduhablantes de origen indio y paquistaní viven en condiciones difíciles.

Tras la partición de la India en 1947, en medio de disturbios comunales a gran escala a ambos lados de la frontera, cientos de miles de musulmanes de Bihar, Calcuta, Uttar Pradesh, Madhya Pradesh y hasta Hyderabad emigraron a lo que entonces era Pakistán Oriental. Muhammad Ali Jinnah, el

líder de la Liga Musulmana Panindia, les prometió que Pakistán sería un “refugio seguro para todos los musulmanes”. Como es típico de la gente que emigra de una localidad compartida, los biharíes formaron grupos separados de los bengalíes. Sus comunidades se concentraron en zonas como Mohammadpur, Mirpur, Khulna, Chittagong y Santahar.

La nueva generación, nacida después de la guerra, constituye ahora la mayoría de los residentes del campamento. No tienen afiliaciones ni con la India ni con Pakistán. Nacieron en Bangladesh y se identifican como bangladesíes. Lamentablemente, el Estado se muestra reacio a aceptarlos como tales. Es una cuestión compleja, ya que la mayoría de la población se muestra escéptica respecto de su lealtad al país que desean llamar hogar.

Las condiciones inhumanas en las que viven y las consecuencias sociales de su marginación hacen imperativo resolver este doloroso problema.

Biblioteca de fotografía 365

Se trata de la biblioteca de fotografía más grande de Bangladesh, con unos 2.000 libros sobre fotografía. Es gratuita para todo el mundo y la he creado para fotógrafos jóvenes y para la próxima generación. Pienso dejársela como legado antes de morir.

Saurabh Sirohiya

De profesión, soy diseñador gráfico titulado y la fotografía es mi pasión, y ahora me dedico al fotoperiodismo. La fotografía documental es mi fuerte, una habilidad que he aprendido de forma totalmente autodidacta. Por eso me gusta pensar en mí mismo como artista y narrador de historias cuando se trata de describir mi papel como fotógrafo. Lleno mis cuadros con historias que todo el mundo ignora pero que necesitan ser contadas. También sigo viajando para hacer realidad el sueño largamente acariciado de capturar y documentar las diferentes culturas, rituales, herencias y tradiciones de la India, y a lo largo del tiempo he desarrollado un gran interés fotográfico. Creo que la fotografía nunca es un trabajo fácil, uno tiene que disparar en la situación, el sujeto, la luz, la sombra y la composición dadas, y la fotografía debe verse atractiva sin la historia. La composición sin ella no servirá al propósito de la fotografía.

Galardonado con los premios Excelencia-FIP (India), Excelencia-FIAP/ bronce (Francia), Competitivo*MoL (Canadá), Artista-APG (Georgia), Excelencia-NPS (Chipre), Gran Maestro-APS (Bangladesh), IIG/S (India), IIG/P2 (India), SSS/Air (Turquía), Excelencia-CPE (Rumania), Excelencia-SSP (Sri Lanka), Expositor Oro-APU (Singapur), Bronce-WPAI (India), Expositor Bronce-APF (Singapur), Miembro Honorario de APG (Georgia), Hon.PESGSPC (Chipre), GPA.PESGSPC (Chipre), Miembro Honorario de APF (India), Miembro Honorario de BCA (India), Miembro Honorario de CPE (Rumania)

Fuente: https://www.behance.net/saurabhsirohiya

Yasmine Rafii

Nació en Teherán, Irán. Su formación académica incluye estudios de pintura en el California College of Arts y exposiciones en pequeños grupos en el Área de la Bahía mientras terminaba sus estudios de posgrado en psicología clínica y terapia artística.

Es diseñadora gráfica de profesión, hace unos 15 años comenzó a trabajar con una cámara y ahora lleva un diario visual diario con un enfoque en su entorno inmediato, las sutilezas de la luz y los momentos íntimos de la vida cotidiana.

Declaración:

¿Qué tienen las escenas de la vida cotidiana que son tan fascinantes? ¿Es porque nos vemos a nosotros mismos en los demás, reconocemos nuestros propios altibajos, alegrías y tristezas? Al fotografiar a personas en sus vidas, recuerdo continuamente nuestra humanidad compartida. Hacer la imagen es mi forma de reconocer lo que veo y lo que comparto. Es un acto de afecto.

Me atraen las escenas en las que los elementos básicos del arte se fusionan en una gestalt agradable. La imagen dentro del marco es más que nada un espacio psicológico de sombra y luz. Existe la realidad de la escena y existe el estado de ánimo que evoca. El anhelo y la nostalgia son temas recurrentes.

Explorando la sombra y la luz, el ritmo y el patrón, el color y el gesto, busco una belleza que siempre está fuera de nuestro alcance.

Pieter Hugo

Nacido en Johannesburgo en el año 1976, Pieter Hugo creció en la Ciudad del Cabo, lugar donde reside actualmente. Es un autor autodidacta que aprendió la técnica fotográfica tras recibir su primera cámara como regalo en su doceavo cumpleaños, momento en que el país se encontraba en el ocaso del Apartheid. Los conflictos resultantes y el estado de ánimo general de emoción mezclada con el miedo lo impulsaron a comenzar a fotografiar su entorno. Pronto experimentó los estigmas asociados con ser un fotógrafo blanco en un país negro. Poco tiempo después, Pieter Hugo comenzó a experimentar los estigmas asociados a ser un fotógrafo blanco en un continente negro. Empezó a trabajar como fotoperiodista pero, rápidamente, su trabajo evolucionó a la fotografía documental, género donde se encontraba más cómodo.

Ha recibió numerosos premios. En el 2005 ganó el primer premio en la categoría de retratos del World Press Foto con una foto de Hombres Hiena, en 2008 el Premio Descubrimiento en el Festival Rencontres d’Arles y en ese mismo año el KLM Premio Paul Huf. En 2011 ganó el Premio Seydou Keita en el 9 Rencontres de Bamako, bienal de la fotografía africana, en Malí.

Su trabajo está incluido en las colecciones del Metropolitan Museum of Art de Nueva York, el San Francisco Museum of Modern Art y el GEM Haag / Fotomuseum, entre otros.

FUENTE: https://www.casafrica.es/es/persona/pieter-hugo

Mi patria es África, pero yo soy blanco. Me siento africano, sea lo que signifique, pero si le preguntas a cualquiera en Sudáfrica si soy africano, es casi seguro que dirán que no. No encajo en la topografía social de mi país.

Svetlin Yosifov

Nací en Bulgaria y tuve el privilegio de vivir en este hermoso país toda mi vida. Trabajo en un club deportivo privado, centrado en deportes extremos, lo que implica muchos viajes y mantiene mi vida dinámica e interesante. Aparte de esto, me encanta viajar al extranjero y lo hago una vez al año durante un período de dos meses. Siempre asocio estos viajes con bucear en lo desconocido, conocer gente nueva y experimentar algo nuevo. ¡Mi espíritu aventurero es mi principal impulso, la llama interior que me mantiene en marcha!

No soy un fotógrafo profesional independiente. Me defino como un fotógrafo de viajes, documentales y arte. Durante casi 20 años, la fotografía ha sido parte de mi vida. Mi pasión es capturar retratos callejeros e intentar descubrir el carácter de mi objeto. La fotografía de retratos es el género más atractivo para mí. El impacto de una sola foto proviene de la emoción que refleja. Mi punto de interés: las tradiciones en lugares primitivos y naturales como India, Etiopía, Kenia, Indonesia, Vietnam, Laos, Camboya, Cuba y más. Considero que una buena fotografía es mucho más que una instantánea o un recuerdo, es algo que cuenta una historia, lo suficientemente fuerte como para influir en el mundo en el que vivimos y generar más conciencia. A lo largo de los años, mis entrevistas y fotografías se han publicado en muchas revistas y sitios web.

Acerca del pueblo Mursi

Mursi es una serie de fotos que se tomaron durante mis visitas a Etiopía y forman parte de los álbumes "Expedición de tribus etíopes 2018" y "Segunda expedición de tribus etíopes 2019".

La tribu africana del pueblo Mursi está aislada en el valle de Omo, en el sur de Etiopía, cerca de la frontera con Sudán. Son una de las tribus más fascinantes de África y sus vidas son una combinación de realidad brutal y belleza asombrosa. Lo que realmente me atraía, como fotógrafo, era capturar y recrear la naturaleza desconcertante de su cultura y forma de vida. Sufrir una sequía extrema en los últimos años ha hecho que su vida sea cruel y, a veces, peligrosa, pero no ha dejado ni una sola huella en sus tradiciones. Vivir entre ellos les dio una sensación de extrema autenticidad y, al mismo tiempo, se sintió como una ilusión. Sus rostros llenaron mi insaciable pasión por capturar almas puras e intactas de una cultura al borde de la extinción".

Beamie Young

País: Estados Unidos

Nacimiento: 1963

Como artista, he estado creando fotografías durante los últimos 45 años. Mi evolución como artista es paralela a mi desarrollo profesional. En el pasado, tenía cuartos oscuros tanto en casa como en el trabajo. Hoy, uso mi cámara digital y Adobe Photoshop. Mi inspiración para capturar y presentar una imagen no se limita de ninguna manera a temas específicos. Me interesa todo el mundo visual y quiero compartir esa diversidad para que puedas disfrutar de la emoción que siento cuando veo algo bajo una luz interesante.

Mediante el uso de la doble exposición, la composición y Photoshop, me esfuerzo por crear imágenes que impliquen varias narrativas, muchas de ellas relacionadas con el tiempo. Me encanta el aspecto surrealista que se puede lograr con la doble exposición en la cámara.

Fotógrafo invitado

Vlad Sokolovsky

Vlad Sokolovsky es un fotógrafo ampliamente reconocido por su extraordinario talento en la fotografía de naturaleza y animales a través de su plataforma PhotoTravel , Vlad, durante muchos años fue un fotógrafo destacado en la comunidad de fotógrafos Moldeando la luz, y durante ese tiempo con sus trabajos nos demostró la habilidad que tiene para capturar la esencia del entorno natural en cada imagen. Sus fotografías no solo muestran la belleza estética del paisaje o el animal en cuestión, sino que transmiten una atmósfera que transporta al espectador al lugar exacto en el que fueron tomadas. Ya sea una tundra helada, una selva densa o un desierto árido, cada detalle —la luz, el color, las texturas— está cuidadosamente trabajada.

Uno de los aspectos más fascinantes de su trabajo es la representación de animales en su entorno natural. Vlad captura momentos auténticos e íntimos: un león acechando en la sabana, un oso pescando en un río, o un ave en pleno vuelo. A través de su lente, podemos observar comportamientos animales que muchas veces pasan desapercibidos para el ojo humano. Esto no solo revela su paciencia y dedicación, sino también su profundo respeto por las criaturas que fotografía.

La luz juega un papel fundamental en la obra de Vlad Sokolovsky. Ya sea el resplandor de un amanecer, la suavidad de una neblina al caer la tarde o las sombras profundas de un bosque, su uso de la iluminación da a sus fotografías una calidad casi cinematográfica. Esto es particularmente evidente en sus retratos de animales, donde la luz acentúa los detalles del pelaje, las plumas o las expresiones,

Cada una de sus fotografías cuenta una historia. Vlad no se limita a mostrar lo que se ve; va más allá y conecta al espectador con la vida de los animales y la inmensidad de la naturaleza. Sus imágenes invitan a reflexionar sobre la fragilidad de los ecosistemas, la necesidad de preservarlos y nuestra relación con la naturaleza.

Vlad Sokolovsky utiliza su fotografía como una herramienta para concienciar sobre la importancia de conservar la naturaleza. Sus imágenes no solo buscan ser admiradas, sino también educar e inspirar a las personas a cuidar y proteger el planeta. PhotoTravel se ha convertido en un verdadero referente.

En definitiva, el trabajo de Vlad Sokolovsky, su obra, es una fuente de inspiración para amantes de la naturaleza, fotógrafos en formación y todos aquellos que buscan una conexión más profunda.

Reper torio de fotógrafos españoles

Ramón Caamaño

( Muxía, A Coruña, 9 de noviembre de 1908 - 13 de mayo de 2007 )

El realismo cabal, desde medios modestos, si bien con una capacidad de trascender lo inmediato, lo cotidiano, para alcanzar valores etnográficos trascendentes, define la tarea de este artista de la cámara, que trabajaba en medios rurales o villegos, captando la tipología y los hechos sociales de su entorno.

Ramón Caamaño Bentín nació en Muxía, localidad de la denominada Costa de la Muerte, en 1908. En un autodidacto que adquiere su primera cámara cuando sólo cuenta dieciséis años. Poco después, en 1927, compra un proyector Pathe Baby, con el que lleva a cabo sesiones de cine en locales improvisados e incluso al aire libre, compartiendo esta tarea con la de fotógrafo.

Durante la guerra civil, en 1937, se traslada a Cee, donde permanece cerca de veinte años, y posteriormente a Corcubión, aunque sigue acudiendo a su aldea natal, donde colabora con él su yerno Ramón Pose, y donde hoy se encuentra su repertorio de imágenes y su acervo de cámaras fotográficas.

Los animadores del centro de Estudios Fotográficos de Vigo y auspiciadores de la Bienal Fotográfica de la misma ciudad, Manuel Sendón y José Luis Suárez Canal, se interesan por la obra de Caamaño, y con el título de Retratos da Costa da Morte montan una importante muestra que presentan en el Centro Cultural de Caixanova al iniciarse el nuevo milenio, que después recorrerá otras ciudades de Galicia, sorprendiendo al público interesado por la fuerza expresiva y la calidad formal de este artista del objetivo, de indudable potencial antropológico.

El paisanaje gallego de una sociedad ya desaparecida está retenido en la obra de Caamaño, así como escenas de la vida cotidiana, desde los fastos a la muerte. Rostros intensos, que huelen a verdad, gentes endomingadas, que lucen sus mejores galas y enfatizan su figura ante decoraciones improvisadas.

Inevitablemente hay que aludir a De family of man , obra fotográfica de interés mundial que acogió el Museo de Arte Moderno de Nueva York en los años en que mediaba el siglo pasado, glosada por el poeta Carl Sandburg, cuya intención de trascender lo cotidiano coincide con el fotógrafo gallego, quien probablemente no conoció ese amplísimo repertorio realizado en multitud de países.

Gentes enlutadas, atuendos sobrios, gestos contenidos, rostros como tallados a hachazos. Una inefable dignidad en la modestia de esta tipología, imbuida de la importancia de perpetuarse en una cartulina, como único testimonio, acaso, en sus vidas sin otros acontecimientos.

Evidentemente, la mera captación de una persona, de un hecho, es decir, la anécdota, la eleva a categoría de arte quien ha manipulado la cámara y apenas retoca ni complementa sus negativos. La hondura psicológica, la emoción inquietante se desprende, desbordándola, de esa escueta realidad, para alcanzar la condición de arte.

Sus fotos aparecieron en muchas revistas y diarios, entre ellos La Voz de Galicia, El Ideal Gallego, Hijos de Mugía o Alborada. En el año 1989 se realizó la exposiciónn itinerante Álbum Ramón Caamaño, que repasaba su obra desde el año 1924 hasta1970 y se inauguró en el Centro Cultural Caixavigo de Vigo. En 2005, expuso en el Centro Cultural Caixanova de Vigo sus Retratos da Costa da Morte.

Su archivo fotográfico, custodiado por la familia del fotógrafo, est á . formado por m ás de 6.000 copias fotográficas y cerca de 20.000 clich és.

Publicaciones seleccionadas

Muxía, guía turística enciclopédica, autor-editor, Mug ía, 1982; Álbum Ramón Caamaño, Vigo, Centro de Estudios Fotográficos, 1989; con X. Fernández Carrera, Ramón Caamaño, historia viva da Costa da Morte, La Coruña, Xani.o, 1999; Retratos da Costa da Morte, Vigo, Centro de Estudios Fotográficos, 2002.

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