Luz y Tinta Nº 120

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Actualmente sigue viviendo en Gijón donde es dirige uno de los montajes del grupo teatral “La Capacha”. —¿Cómo te definirías como persona? —Digamos que intento no molestar. Odio la confrontación, así que no la provoco y procuro siempre no mirar hacia atrás. Lo pasado, pasado. Sin rencor, sin odio, procurando disfrutar de lo que hago y trabajando con ilusión, tanto cobrando como cuando trabajo gratis para ayudar a un amigo o para que salga adelante un proyecto ilusionante. —¿Y como actor? —Me considero un peón, un currante. Mis sueños personales ya se han cumplido y me hubiera conformado con menos de lo que he tenido. Alguien me dijo un día. “Tú das el pego”, que es la esencia del actor; y uno de los directores que me ayudaron en mi formación, Felipe Ruiz de Lara, me dijo en mis comienzos algo que me define: “Tú eres carne de teatro”. —¿Qué te impulso a comenzar tu carrera como actor? —Mi vocación viene desde siempre. Ya en Navia, siendo niño, siempre quería jugar en serio, eligiendo el mejor disfraz para los juegos. De chaval, recuerdo que en cierta ocasión me disfracé de mendigo y fui caminando, fingiendo gran dificultad, a pedir limosna en casa de unos vecinos; y de mayor, y ese fue quizás el impuslo definitivo, durante uno de mis viajes, me imaginé haciendo comedia en un teatro. Ahí creo yo está el impulso definitivo. No me veía sin embargo como actor de televisión o de cine, me consideraba feo para aparecer en la pantalla, porque eso quedaba grabado, mientras que en el teatro, pensaba entonces, era más apropiado. Por eso, en cierta ocasión me presenté a un casting en que pedían un hombre de unos 50 a 60 años, “poco agraciado”, decía el anuncio. Y conseguí el papel. —¿Qué sientes cuando te metes en la piel de un personaje? —Siempre he dicho en broma que tengo tan poca personalidad que puedo adoptar cualquiera, porque lo cierto es que todos los personajes tienen algo de ti. Siempre procuro dar algo de mi en la creación del personaje y disfruto haciendo personajes alejados de mi forma de ser y sentir: intento experimentar, con las pistas que da el guión y las indicaciones del director, lo que sentiría el personaje que me toca interpretar. . —De tus interpretaciones, ¿de cuál te sientes más satisfecho? —Satisfecho al cien por ciento, de ninguno. Soy muy crítico conmigo mismo. Siempre he buscado la verosimilitud y creo que lo conseguí en la película El último invierno, de Julio de la Fuente, donde interpretaba a un fiscal. En la serie El secreto de Puente viejo hay varias secuencias de las que también quedé muy satisfecho. —¿Tu película favorita? —La saga de El Padrino, que he visto muchas veces y en la que hay un gran plantel de actores secundarios. Siempre me ha fascinado el hecho de que nos atraigan en el cine personas y actitudes que sin embargo odiamos en la vida real. Otra de mis películas de culto es ¿Qué ocurrió entre mi padre y tu madre?, de Billy Wilder. Y entre las películas en que he participado, El último invierno, de Julio de la Fuente. —Una serie que hayas seguido. —Big bang theory, con su increíble elenco de personajes. —Una manía como actor. —Como actor y como persona, tengo varias manías, como todo el mundo. Pero hay una muy personal. Siempre como una manzana media hora antes de una función de teatro. Me ayuda a salivar y a mejorar mi dicción. Siempre me llevo la manzana cuando voy al teatro o la compro en una frutería cercana. Pero que no falte. —¿Tu actor favorito? —Tengo varios actores a los que admiro. Entre los españoles, Antonio de la Torre, que trabaja excelentemente el oficio del personaje; pero también Luis Tosar, Eduard González…, tantos.

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