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Año V.- Núm. 53- Diciembre 2015

Contenido

PROMOTOR José Luis Cuendia, “Guendy” DIRECTOR Francisco Trinidad COLABORADORES Eugenio R. Meco, Pepe Haro Castaño, Ma Bernarda Ballesteros, Carlos Flaqué Monllonch, Glyn Griffits, Ricardo González “Completu”, Salvatore Grillo, Javier Madroñero, Narciso del Río, Juanjo Gallardo, Monchu Calvo, Antonio Ramón Ferrera, Cristina Capracci, Gustavo Velázquez, Cora Coronel, Justín del Barrio, Arturo de las Liras, Juan José Alonso, Ilona Gogh, Jan Puerta, Albino Suárez, Gloria Soriano, Ildefonso Robledo, José Manuel Gonzalo, José Mª Ruilópez, Juan Depunto, Juan José Pascual, Viviana Genta, Nadima, Antonio Martínez, Ángeles Pereira Perera, Claudio Serrano. DIRECTOR DE FOTOGRAFÍA José Luis Cuendia DIRECTORA DE COMUNICACIÓN Lola González DISEÑO y MAQUETACIÓN Francisco Trinidad www.moldeandolaluz.com Reservados todos los derechos de reproducción total o parcial tanto del texto como de las imágenes. Las imágenes están protegidas por las leyes de copyright internacionales. Para cualquier consulta o sugerencia contacte con nuestro correo electrónico

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Fotógrafa del mes de noviembre: Tesi Salado.......................................... Francisco Trinidad Berlín.................................................................................................................. por José Luis Cuendia, “Guendy” Rocío Ahumada........................................................................................... por Eugenio R. Meco La esquela..................................................................................................... por F.T. Encuentro por vacaciones......................................................................... por Gloria Soriano El bar de Nieves.......................................................................................... por Monchu Calvo La tormenta................................................................................................. por Jose M. y Nicolás Gonzalo Identificando al enemigo........................................................................... por Ricardo González “Completu” Descubriendo Madrid........................................................................ por José M.Gonzalo Los cuatro elementos (I) el Agua............................................................ por Juan José Pascual Alegoría de la vendimia............................................................................. por Nadima / Claudio Serrano Expedición a Groenlandia (II)................................................................. por Daniel Kordan Un crucero por el Báltico......................................................................... por Juan Depunto Chema Madoz........................................................................................ Así se hizo….......................................................................................... Guendy..........................................................................................

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Nuestra portada:

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Un homenaje a la Navidad desde la creatividad de “Guendy”. En las páginas 110 y siguientes se condensa la historia de esta portada. Moldeando la Luz es miembro de la Royal Photographic Society


Presentación Se avecinan las fechas de los grandes contrastes

Desde tiempos ancestrales los solsticios han influido enormemente en las culturas y las tradiciones religiosas, por lo que no es ninguna casualidad que las festividades modernas se solapen con celebraciones paganas, como ha ocurrido con la navidad. Por otro lado el auténtico espíritu de estas fiestas se ha perdido. Y no lo digo por el carácter religioso porque soy empedernido agnóstico, sino porque han sido engullidas por el consumismo. En generaciones anteriores no se tenía ni un duro para comidas, regalos, etc…; lo importante era volver a ver a la familia y compartir lo poco que se tenía al calor de una brasa. Recuerdo aquellas escenas con mis padres, hermanos, abuelos, tíos, primos. No es que quiera que esos tiempos vuelvan, no, sobre todo porque mi país vivía entonces una noche oscura y siniestra que duraría cuarenta años, me refiero a ese carácter familiar sano que me produce cierta nostalgia al recordarlo; hoy la mesa está compuesta por otros seres queridos, hijos que van a su bola, nietos que piensan que los yogures nacen en la nevera…, en fin que aquella esencia se ha perdido engullida por el consumismo. Hasta el día 25 es Papá Noel (el de la Coca Cola) quien nos “bombardea” constantemente para comprar hasta que es aniquilado y a partir de ese día toman el relevo los Reyes Magos de El Corte Inglés. Aparte de los regalos hay otro machaque, que hay que ser felices en navidad por cojon…, y es cuando, en cambio, para mucha gente es la época más triste del año porque es cuando más se echa de menos a los seres queridos que nos dejaron y cuando más pobres se sienten los que no tienen nada. En fin, fechas de grandes contrastes. Feliz Navidad para los que crean en estas fiestas consumistas y Feliz Solsticio de Invierno para los que…

José Luis Cuendia, “Guendy”

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Con este número 53 se pone fin a los números de nuestra revista de este año 2015. Sinceramente no podemos estar más satisfechos, tanto por las visitas, descargas y los ánimos que a lo largo del año nos habéis ido dando. Pero es evidente de que hay vida más allá de Luz y Tinta. Cuando finalice este año nuestra red social estará a punto de registrar el millón y medio de visitas. Cuando hagamos el balance del año seguro que tendremos que analizar muchas de las sugerencias que nos habéis hecho llegar, la ausencia de concursos, semanas temáticas y este año la ausencia de nuestro clásico “Amigo Invisible”. Una de nuestras asignaturas pendientes para el año que comienza será corregir nuestras deficiencias de personal, es un trabajo altruista y no es fácil, pero es evidente que la ausencia de nuestra entrañable amiga Lola se ha hecho sentir en este aspecto. En tanto las cosas van volviendo a la normalidad os intentaremos compensar con otras iniciativas. En los primeros meses del año se volverá a publicar un libro digital con las mejores fotos del año 2015, aquellas que fueron seleccionadas todas las semanas. Pero quizás lo más novedoso y aventurero sea el proyecto en el que estamos comenzando a trabajar y del que iremos dando cumplida información para todos aquellos que estén interesados. Se trata de poner en marcha un Safari fotográfico que partirá de Asturias el próximo verano, en un autobús con plazas limitadas adaptado especialmente para el evento, que nos llevará hasta los confines de Europa, llegando hasta la isla de Mageroya, en el norte de Noruega, en la comunidad de Nordkapp (Cabo Norte). El safari se desarrollará fundamentalmente en los países nórdicos, Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia, también habrá ocasión para hacer algún disparo fotográfico durante el camino, Francia, Bélgica, Holanda y Alemania. Lo dicho, daremos cumplida información sobre este singular e interesante safari fotográfico. En otro orden de cosas en nuestro país nos aventuramos a unas fiestas navideñas muy singulares, pues estarán acompañadas de elecciones generales. Estas se prevén animadas al menos por los nuevos partidos emergentes, los tradicionales son ninguna novedad pues son conocidos por todos, esperemos que de este esperanto político salga ganado el pueblo trabajador. Recuerdo que uno de mis mayores siempre decía que a los políticos como a los pañales hay que cambiarles a los dos y por los mismos motivos. Sería muy decepcionante si con la diversidad de los partidos políticos ocurre como cuando salieron las televisiones privadas o la liberación del precio de los carburantes: cuantos más partidos haya salimos ganando, porque así podremos dejar de votar a muchos más. Pero esperemos que no ocurra como en las mencionadas televisiones y liberaciones, que se organicen monopolios encubiertos, o que en la traducción de una misma idea desde ángulos diferentes y sucesivos el argumento sea completamente distinto del original. La frase “gobernaremos para el pueblo” puede variar a “gobernaremos con el pueblo” y una tarde trabajo duro del equipo de imagen puede devenir en “trabajaremos para el gobierno” o “trabajemos para los bancos”; y si están estos detrás de toda esta tramoya, ¿por qué no votamos a los banqueros? La política es como un idioma, y lo de Babel a su lado es un chiste. Y entre mitin y mitin, la Guardia Civil, nos recuerda que los que “beben y beben y vuelven a beber” son los peces… Para todos los demás son 6 puntos o retirada del Carnet.

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Fotógrafa del mes de Noviembre

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Tesi Salado

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Si hay algo que realmente define la fotografía de la argentina Tesi Salado es la naturalidad, si por tal entendemos una fotografía sin aspavientos, sustentada en una mirada natural sobre el entorno circundante; un entorno que a veces se mira con observación de espectador, de alguien que enfoca todo con curiosidad, y a veces con observación realmente artística. En ambos casos, tras el visor de la cámara, se adivina una vida llena de curiosidad. Lógicamente, de este enfoque tan natural se excluyen los encuadres agresivos y la mediación informática que vaya más allá de retoques de luz y de brillo, esos retoques básicos, tan necesarios, que

...se centra en ri quinas y encuad edificios (y las vi


muchas veces se consiguen con programas de aficionados como Picassa o Photoscape que Tesi Salado no tiene rubor en confesar que utiliza. La propia Tesi Salado nos resume en sus declaraciones para esta nominación como Fotógrafa del Mes esta curiosidad que se adivina tras su mirada fotográfica: “Me gustan los paisajes, la naturaleza en general, la fotografía de arquitectura, los ambientes intimistas y los detalles, esas pequeñas cosas a las que la mirada del fotógrafo les encuentra un encanto especial.” Los paisajes y la naturaleza que le apasionan son lógicamente una constante en sus fotos, desde su llegada a Moldeando la luz, y ella no se esconde al señalarlos. Desde sus primeras fotografías en que recogía la espadaña de la capilla del Buen Pastor o el Jardín Botánico de su Córdoba, en Argentina, se ha cuidado siempre —y es muy de agradecer—de localizar cada una de sus fotos, con lo que paisajes que pudieran pasar como anónimos (al cabo, lo que importa es la escena captada) adquieren sin embargo una tercera dimensión pues nos sitúan en un espacio

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incones anónimos, en esdres que dejan adivinar idas que bullen dentro)

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Francisco Trinidad

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determinado, un paisaje concreto, lo que siempre ayuda en la comprensión de la atmósfera fotográfica que se pretende transmitir. La atención a la arquitectura de Tesi no suele centrarse en los grandes edificios, esas referencias arquitectónicas de las grandes firmas que acostumbran a marcar el perfil de algunas ciudades, sino al contrario, se centra en rincones anónimos, en esquinas y encuadres que dejan adivinar edificios (y las vidas que bullen dentro), con sus luces y sus sombras, sobre todo eso, sus sombras, porque los detalles arquitectónicos vienen por lo general en blanco y negro, como subrayando la fuerza del diseño frente a la riqueza cromática de los bodegones de flores que retrata habitualmente. Y es que esta de los bodegones —“esas pequeñas cosas a las que la mirada del fotógrafo les encuentra un encanto especial”, como ella misma dice— es la otra forma de mirar la realidad que suele utilizar Tesi Salado. A nadie se le oculta que el bodegón es uno de las posibilidades más exigentes de la fotografía, pues requiere técnica y una capacidad especial para fijarse en los detalles y rescatar una amplia gama de tonos que alternan la luz y la sombra, con un convincente realismo en su textura, su contorno y su volumen. Tesi Salado lo hace por partida doble. Por una parte, con bodegones que podríamos definir como clásicos, expresamente preparados por la fotógrafa, con elementos dispuestos para ser fotografiados, generalmente en blanco y negro, como buscándole la pátina; y por otra parte, trozos de realidad extraídos de la mirada cotidiana, como los ya mencionados detalles arquitectónicos y como lo son las flores, a la que se dedica de manera constante, o los reflejos, tanto del agua como de algunos escaparates, que vienen a señalar esa tercera dimensión de la realidad que es a la larga lo que buscan todos los bodegones.

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Fue en este lugar donde se instaló el primer semáforo de Europa.Potsdamer Platz, De la remodelada plaza se destaca el Festival Internacional de Cine de Berlín, más conocido como la Berlinale.

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Berlín El 22 de diciembre se cumplirán veintiséis años desde que se abriera la Puerta de Brandemburgo, finalizando así, de manera simbólica, una división que duró veintiocho años. Ese día nació un nuevo Berlín, una ciudad abierta que se puede recorrer del este al oeste, de un tirón.. Hoy Berlín es, a los ojos del resto del mundo, el reflejo de la libertad. Atravesar esta capital sin parar sería un error. Ahora hay más motivos que nunca para detenerse, ya sea en los museos de ambos lados, frente a las paredes pintadas o bajo los andamios que siguen renovando el vestuario de la ciudad. Esta metamorfosis culmina en el casco viejo en la plaza de Potsdam, en el paseo Bajo los Tilos y en la plaza de París, donde florece el Berlín del nuevo milenio. Hoy Berlín es una capital que se está ganando por méritos propios ser capital de la cultura europea y de la modernidad, con tintes diferentes asemejándose al Berlín libre y cultural de los años treinta. Durante las veinticuatro horas del día parpadean sus luces; los bares, restaurantes y cabarets rodean hoy las ruinas de la iglesia memorial del Kaiser Guillermo I que se reconoce por su campanario troncado decapitado por las bombas. Pegado a su costado, la nueva iglesia supermoderna, con muros grises y ventanas azules, aguanta estoica sus apodos de “pintalabios”, “silo de Almas” o “garaje Jesús”. Ambas lucen como símbolos de una capital reconciliada. La ciudad reunificada sigue ofreciendo tesoros desconocidos. Gracias a la transfusión financiera se han ido nivelando las diferencias entre las dos caras de la ciudad. Berlín ha recobrado su fama internacional borrando lentamente las huellas de los años claustrofóbicos. Pero no todos están de acuerdo en como se han hecho las cosas; “hemos ganado en libertad, pero hemos perdido seguridad laboral” repiten infaliblemente muchos de los berlineses de la parte oriental, y supongo que será un sentir que va más allá de esa parte de la ciudad que un día fue dividida y se debe de extender a la parte del país dividido, al menos eso es lo que nos cuentan las personas de habla castellana que hoy trabajan en la ciudad, restaurantes, guías, etc…

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por José Luis Cuendia, “Guendy”

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A lz izquierda, Reliquias del pasado En la página siguiente, uno de los innumerables museos de la ciudad

Un paseo obligado es el larguísimo eje este-oeste, que hoy se disfruta ininterrumpido, llamado “Carretera del Emperador”, “Calle Bismarck” “Avenida 17 de Junio”, “Paseo Bajo los Tilos”, “Calle Karl Liebnecht”, y finalmente, “Alameda Prenzlauer”. Para recorrerlo de punta a punta, hay que empezar frente al castillo Charlottenburg construido por la reina Sofía Carlota en 1699, saludar a la estatua de “La Victoria” sobre su columna —“La única mujer de la ciudad que no tiene un lio” dicen los alemanes—, cruzar la mítica puerta de Brandemburgo y terminar en la Plaza París justo detrás de la famosa puerta. El barrio Mitte alberga un mirador panorámico de más de 200 metros de altura; en el interior de la monumental torre de comunicación brinda una perspectiva aún más sobrecogedora, aunque se pierde de vista la torre misma que tanto caracteriza el paisaje de este barrio berlinés. En la cima de la torre, una plataforma rotativa que alberga un restaurante espectacular que proyecta su sombra sobre la Alexanderplatz, a los mismísimos pies de Marx y Engels. Impasibles y vestidos con sus trajes de bronce, los padres del comunismo teórico miran de reojo al “Ayuntamiento Rojo” que, paradójicamente, no debe su apodo a su color político sino al tono de sus ladrillos. Ahora sobra tiempo para visitar los tesoros amontonados en la “Isla de los Museos” arropada en los brazos del rio Spree. Al lado del puente de Monbijou, el Museo Bode sirve de hogar unas cuantas momias egipcias y donde podemos admirar el busto de Nefertiti, descubierto en 6 de diciembre de 1912 en unas excavaciones realizadas por la Orient-Gesellchaft y encabezadas por el egiptólogo alemán Ludwig Borchardt. En la misma dirección se halla el fabuloso museo de Pérgamo que invita a pasear entre los encantadores mosaicos de la ciudad de Babilonia totalmente fuera de lugar y de siglo. Al admirar este fabuloso recinto, uno se pregunta cómo y con qué derecho estos tesoros llegaron a Berlín, pero lo mismo ocurre cuando se visita el Museo Británico en Londres y se pasea al lado de la zona dedicada a Egipto. La guerras entre museos también turban la conciencia del visitante. Entre las dos caras de Berlín, hay ahora más de 160 museos donde, durante decenios, se han

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Arriba, Memorial a los judíos de Europa asesinados. (Holocaust Memorial).

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...cuando se llega a Berlín por primera vez quizás se busquen con la mirada restos del antiguo Muro, rastros de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, huellas de la antigua partición entre Berlín Oeste y Berlín Este.

1a la izquierda, subida a la cúpula del Bundestag Abajo, , Fernsehturm de Berlín. Torre de Comunicaciones

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En las dos páginas siguientes, El puente Glienicke, conocido como “el puente de los espías” fue testigo ... Situado en Berlín, une esta ciudad con Postdam a su paso por el río Havel. El pasado día 4 de Diciembre se estrenó en España “EL puente de los espías” Steven Spielberg nos trasladan al momento y lugar más caliente de la Guerra Fría. En la foto vemos como cruza el puente un autobús turístico que une a Belín con la ciudad de Potsdam.

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coleccionado obras por duplicado. Al margen de la tradicional competencia entre los templos de la cultura van apareciendo nuevos altares entre los cuales la Nueva Galería Nacional y el Museo de Arte Contemporáneo rivalizan por ser los nuevos foros del arte contemporáneo. La única colección que no tiene rival es el Museo del Muro, instalado a pocos metros del antiguo paso fronterizo de “Checkpoint Charlie”. El llamado “Checkpoint Charlie” era la válvula de escape del Muro, la puerta de la salvación. En su lugar se alza actualmente una estatua de la Libertad clonada y dorada. Observa con indiferencia la lucha cotidiana de una nueva generación de emigrantes que se busca la vida vendiendo sombreros de piel, muñecas rusas, encendedores en forma de granadas y medallas militares de una época gloria caduca. Su indigencia traiciona su origen. Todos vienen del este de Europa, algunos viven en la legalidad, otros no. Son los nuevos pobres de una capital libre. El resto de la ciudad ya hace mucho tiempo que ha decidido olvidar. Entre el 24 de junio y el 7 de julio de 1995 el artista de origen búlgaro y nacionalidad estadounidense Christo y su mujer Jeanne Claude consiguieron permiso del gobierno alemán para realizar una de sus obras más espectaculares de empaquetado, envolver el edificio del Parlamento alemán hasta el tejado como para evocar el cambio de imagen generalizado de la capital que ha dejado los edificios patas arriba. Cuando se le antojó semejante hazaña, todavía no existía la enorme cúpula de Norman


En páginas anteriores, Puerta de Brandemburgo. A la izquierda, el beso del muro. Erich Honecker, de Alemania Oriental, y Leónidas Breznev, de la URSS. Abajo, entrada a la Universidad de Berlín. Una de las universidades más prestigiosas del mundo, de aquí has salido 29 ganadores del Premio Nobel. Aquí impartieron clases Adolf von Baeyer Nobel prize medal.svg ... Ganó el premio Nobel de Química en 1905. Albert Einstein Premio Nobel de Física correspondiente al año 1921. En esta universidad se licenció en derecho, el filósofo Carlos Marx.

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Forster, una especie de joroba de vidrio pegada al Reichstag, que permite abrazar visualmente a los parlamentarios por abajo, y la nueva capital por arriba. Igual que una dama con afán de rejuvenecer, Berlín desde la unificación está recurriendo a la cirugía arquitectónica, remodelando sus calles, y aplicando un “lifting” a sus fachadas. Del Muro ya he hablado y expuesto algunas de mis fotos en el número 48 de Luz y Tinta, y como bien dije entonces, el Muro ha desaparecido prácticamente en su totalidad. Un par de grandes piezas fueron vendidas, la mayor parte fue destruida y sus restos utilizados para la construcción de carreteras. Además, los llamados “pájaros carpinteros del muro” —oriundos del mundo entero— contribuyeron a sus destrucción sistemática. El trozo de muro que ha sobrevivido ha sido bautizado como la “East Side Gallery” (La galería del lado Este) y se trata de una franja de 1.300 metros cuyo material y forma corresponden al auténtico muro de la frontera estatal este. Desde 1992 su cara oriental es pintada una y otra vez por artistas alemanes y extranjeros invitados por el Ayuntamiento. Desafiando las inclemencias del tiempo, aprovechan el gran lienzo de este monumento histórico que se estira

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a lo largo del río Spree. Entre el centenar de obras plasmadas al aire libre destaca un gigante beso entre Honecker y Brejnev. No es ninguna broma aunque un refrán anónimo afirma que “un chiste berlinés vale más que un bonito paisaje”. El humor y la Naturaleza nunca han dejado de ser patrimonio berlinés. Los bosques y los lagos invaden una tercera parte de Berlín y bien merecen un paseo. Los oasis acuáticos rodeados de verde que constituían el pulmón de oxigeno de Berlín Oeste han sido religiosamente preservados. La paleta multicolor de la Naturaleza nos lleva hasta Potsdam, última parada del metro rápido berlinés en los Nuevos Territorios que es como se llama a la ex Alemania del Este. Los alemanes la conocen como la “Italia del Norte” y los extranjeros como “Arcadia de Brandemburgo”. No usurpa este apodo que los poetas antiguos reservaban a la feliz atmósfera de la región griega de Arcadia. Los más apasionados afirman incluso que “Potsdam es amor a primera vista”. Resumiendo, Potsdam es a Berlín lo que Versalles a París. En el corazón de los bosques de Potsdam se encuentran los estudios de cine Babelsberg, construidos en los años 20, Potsdam fue cuna de “Metrópolis” de F. Lang y de “El Ángel azul” de J. Sternberg, protagonizada por Marlene Dietrich. Ahora lucha por recobrar su brillo y ambiciona ser el futuro Hollywood europeo. En los almacenes, llenos de decorados polvorientos, los visitantes reconocen el retrato Truman, Churchill y Stalin, reunidos en la conferencia de Potsdam en 1945. En fin, que cuando se llega a Berlín por primera vez quizás se busquen con la mirada restos del antiguo Muro, rastros de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, huellas de la antigua partición entre Berlín Oeste y Berlín Este. Sin embargo, ya desde la lanzadera que une el aeropuerto con el centro de la ciudad, las primeras imágenes serán muy diferentes: extensas avenidas rodeadas de árboles, barrios espaciosos, parques exuberantes… Los transportes públicos, frecuentes, limpios y fiables, llevan de un barrio a otro con mucha eficacia. El estrés de otras megalópolis como Londres, Nueva York o París, parece haberse desvanecido. Y tal vez la mayor sorpresa: Berlín, la ciudad símbolo de la guerra fría, un inmenso campo de obras siempre en curso, la capital de la Alemania reunificada, se muestra antes que nada como un formidable lugar para vivir. Visitar Berlín es asomarse a la Historia con mayúsculas, con todos sus trágicos sobresaltos. En el azaroso

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Catedral Católica de Berlín. Catedral de Santa Eduvigis. A la izquierda, las “nuevas catedrales” del siglo XXI: :El Sony Center, un complejo de edificios comerciales construidos por Sony en la Potsdamer Platz de Berlín

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En páginas anteriores, Cúpula de Bundestag. Parlamento alemán. Abajo, Interior Museo

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A la derecha, los nuevos pobres de Berlín

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discurrir del siglo XX, la urbe alemana ocupa un lugar aparte, el de una ciudad fundamental sobre la que se jugó el destino del mundo occidental. Moderna y dinámica, multicultural y tolerante, cosmopolita y de moda, ecologista y solidaria, monumental y excéntrica, la capital de Alemania hoy resulta fascinante. Es verdad que lleva las cicatrices causadas por una guerra apocalíptica y una cortina de hierro que la dividió durante casi treinta años. Pero, redoblando su audacia y su vitalidad, Berlín desmitifica y colorea sus recuerdos más dolorosos, como lo demuestra un Reichstag que se enorgullece de su cúpula translúcida, o un conmovedor laberinto de estelas en memoria de las victimas del Holocausto… Lo dicho, museos deslumbrantes o galerías underground, música de cámara o tecno de vanguardia, sin olvidarnos de su excelente gastronomía y sus populares Currywurt, salones de té elegantes, o bares punk, templos para ir de compras o a los mercadillos… Berlín dispone de todo para satisfacer los gustos y los presupuestos, pues curiosamente es una de las ciudades más baratas de Europa. Tras la primera visita , uno desea regresar lo antes posible…


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La guerras entre museos tambiĂŠn turban la conciencia del visitante. Entre las dos caras de BerlĂ­n, hay ahora mĂĄs de 160 museos donde, durante decenios, se han coleccionado obras por duplicado.

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Rocío Ahumada Y las circunstancias de la vida…, pues en este caso no solo me sorprendió su belleza cuando la descubrí, también me sorprendieron sus orígenes familiares. Como decía Rubén Blades en su Pedro Navaja, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida”. El contacto con Rocío, como en otras muchas ocasiones, vino a través de mi amigo Javier, de la tienda de modas YUSRA Modas, me pareció muy jovencita y, como no puede ser menos en esa edad, muy bonita. Quedamos a las puertas del Parque del Oeste, aquí en San Fernando, y fue cuando se produjo la sorpresa. Rocío venía acompañada de otras tres personas más, y al vernos ya de cerca creo que la cara de sorpresa la teníamos todos… ¿Tú no eres Eugenio el charcutero?, me dicen; y es que en mi caso “fui cocinero antes que fraile”, de joven trabajé en la charcutería de un supermercado, y es de allí de donde recordaba a sus abuelos nada más y nada menos que de hace 38 años, cuando acudían al supermercado a comprar. ¿Y vosotros? ¿no sois Miguel y Chana?, les dije. Pues nada, entre risas y comentarios comenzamos a recordar los viejos tiempos del supermercado, y de esta singular forma iniciamos la sesión de fotos, y creo que el resultado de esta familiaridad contribuyó a que la bella Rocío se sintiera como en casa a la hora de posar para mi. Las fotos hablan por si solas, Rocío es una niña/mujer de cuya belleza no hay lugar a ninguna duda, rápidamente hechiza la cámara con su hermosura radiante, su juventud a flor de piel, su timidez aún está atada a su inocencia, lo que hace de ella una flor a punto de despertar su beldad arrebatadora. Puede que esa mezcla de timidez e inocencia aún no le haya permitido ser consciente de que realmente tiene una hermosura extraordinaria. Sinceramente creo que la inocencia y la timidez de Rocío son los dos puntos que al unirse crean su belleza, pues en la medida que la observaba por el visor de mi cámara sentía que cada vez era más evidente, y con la perspectiva que el tiempo nos da para analizar lo pasado, sigo pensando lo mismo. Son de estas chicas que siempre te dices a ti mismo la misma pregunta y la misma respuesta. La de chicas que triunfan en la moda, en la pasarelas, en las agencias de publicidad..., y Rocío que las puede ganar por goleada…, es en esos

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por Eugenio R. Meco

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momentos cuando me formulo mis propios deseos y me digo para mi mismo: cómo me gustaría que esta niña triunfara, aunque yo como descubridor de su belleza en las imágenes captadas me quedara en un discreto lugar. Es igual, sería una satis­ facción personal impagable. Y no es porque no lo necesite, pues como bien dijo Jesús: No solo de pan vivirá el hombre… Claro que a mi, no me está tentando el diablo pues no soy el hijo de Dios, y no me provoca para que convierta las piedras en pan, sencillamente soy una humilde persona que intenta con su cámara que las bellezas que capta sean algún día algo más que pixeles digitales y que lejos de borrarse o diluirse, tomen forma y sirvan para que estas hermosas criaturas que tengo la suerte y el deleite de fotografiar triunfen y puedan ganarse la vida con ello, y de paso, yo también, pues siguiendo con los símiles de las citas bíblicas (hoy me dio por ahí), “Al Cesar lo que es del Cesar, y a Dios lo que es de Dios”. Y por qué no, a la modelo lo que es de la modelo, y al fotógrafo lo que es del fotógrafo. Pasaron unos días , pues si bien en tantos años como llevamos viviendo en San Fernando, nunca había coincidido con sus abuelos, como bien he comentado anteriormente, desde mis tiempos mozos de la charcutería, y al día siguiente de entregarle las fotos a Rocío, me los volví a encontrar, casualidades de la vida, íbamos paseando mi mujer y yo, cuando se produjo el reencuentro, y lo mejor, durante todo el tiempo no dejaron de felicitarme por las fotos de su nieta. Por suerte, hay un pago que no es material y que para mi vale tanto o más, como es la satisfacción que te queda por el reconocimiento del trabajo bien hecho según ellos. Ahora queda por saber lo que opinan ustedes.

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La esquela Amelia se levantó a las ocho en punto, como todos los días, tras esperar un buen rato, despierta en la cama, a que sonara el despertador. Una vez que oyó su sonido de grulla cansada, dejó la cama, fue al baño e inmediatamente encendió su ordenador. Se conectó al Skype y, a doscientos kilómetros de distancia, en Valladolid, pudo ver a su hijo Federico que la saludaba como todas las mañanas. Y como todas las mañanas intercambiaron también algunas informaciones —he dormido bien, no te preocupes que tomo todas las pastillas, si algo me pasa llamo a Cruz Roja, pesado, y cuestiones similares— antes de que Federico iniciara su jornada en su despacho y Amelia comenzara su particular rutina. Primero, el desayuno, acompañado de un buen surtido de pastillas de todos los tamaños y colores: para la tos, para el reuma, para el colesterol, para la tensión, para el corazón, para la arritmia… Y después, recoger la taza del café, el tostador y la mantequilla, pues por mucho que el médico se empeñara ella no pensaba renunciar a sus tostadas con mantequilla y mermelada. A continuación, hacer su cama y abrir la ventana para ventilar bien la habitación. Y finalmente, sentarse nuevamente delante del ordenador antes de que llegase Aurora, la chica que la ayudaba en las tareas domésticas durante las mañanas. Había enviudado quince años atrás, con sesenta y ocho años, y aunque aún era joven y se defendía perfectamente con las labores de la casa, su hijo Federico se empeñó en comprarle un ordenador portátil y enseñarle los rudimentos para conectarse a Internet y, a través del Skype, contactar entre ambos todas las mañanas. Así, Federico podía vigilar el estado de su madre y ella podía recrearse todas las mañanas con la visión de aquel hijo querido que la dejaba sola únicamente por su trabajo en Valladolid y porque ella no consentía en salir de su casa. Aquellos contactos a través del Skype tranquilizaban al hijo y complacían a la madre, que así se sentía protegida. Al principio se había hecho un lío con el cable del ratón y aquellas ‘ventanas’ con avisos sorprendentes que aparecían a cada rato y con las que no sabía qué hacer. Pero poco a poco fue tomándole el pulso y llevaba ya unos años en que el

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por F.T.

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ordenador y ella no se peleaban, al contrario. Si alguna mañana su hijo no podía conectarse por alguna razón, la llamaba por teléfono y quedaban para la tarde, y entonces Amelia no apagaba el ordenador, dejándolo vigilante hasta que se oyera el inconfundible sonido del Skype y apareciera el rostro de su Federico dándole novedades y contándole las últimas menudencias. Su hijo había instalado en su escritorio solo dos accesos directos: uno al Skype, por el que se comunicaban todos los días, y otro, a petición de la propia Amelia, que le abría la página de esquelas de la funeraria local. No necesitaba más. Su otra ventana al mundo era la televisión, que mantenía encendida casi todo el día, más que nada para oír la musiquilla de fondo que le iba marcando el paso de las horas. La consulta diaria de las esquelas de su localidad era un ritual al que no renunciaba ningún día y que le servía para seguir la evolución de la salud de sus vecinos. A través de aquellas esquelas iba despidiéndose periódicamente de conocidos y amigos. A veces lloraba en silencio ante la pérdida de amigos de su edad y a veces se dejaba envolver en una nostalgia profunda recordando experiencias vividas con aquellos que diariamente protagonizaban el triste tránsito. Cuando los fallecidos eran realmente próximos, le pedía a Aurora que la acompañara al tanatorio, para transmitir a sus familiares y a través de un abrazo su propio dolor; y cuando su intimidad o compromiso era menor, enviaba uno de aquellos pésames de fórmula que le ofrecía la propia página de las esquelas. Era una forma de empezar el día que, cubierto el trámite, olvidaba sin más, aunque solía recordarlo por la tarde en que se acercaba a tomar un café con algunas amigas en una cafetería cercana y comentaban el deceso de alguna conocida más o menos cercana. Pero era sobre todo una toma de contacto con la realidad que solía dejarle cierto grado de satisfacción personal, como de deber cumplido. Así seguía, mañana a mañana, leyendo morosamente las esquelas de sus vecinos hasta que una mañana sucedió lo que tantas veces había intuido, o quizás querido, como cercano. Tras hablar a través del Skype con su hijo, que seguía lleno de proyectos, y comentarle que aquella mañana se sentía como cansada —¿has dormido bien?, le preguntaba Federico con una sonrisa—, abrió la página del tanatorio y allí estaba, la tercera empezando por debajo, su propia esquela: “Amelia Aldariz Villaseca, viuda de Federico...” Leyó la esquela morosamente dos veces más, entrecerró los ojos y apagó el ordenador. Luego agrupó los papeles que su hijo necesitaría en los primeros momentos y los colocó, junto al recibo del seguro de decesos, en la mesita de noche. A continuación se acostó, en silencio, recordando el vuelo de las gaviotas en el parque, y notó que el tiempo iba pasando, que los minutos se alargaban como sombras de atardecida y que sus músculos y nervios se acomodaban a aquel lento suceder, como olvidado del reloj. En un momento determinado le pareció oír que entraba Aurora en la casa, que la buscaba, le tomaba el pulso y con voz entrecortada llamaba a Federico y a continuación a la funeraria. Aunque quizás lo que realmente oyó fue la entrada de sus recuerdos en un silencio definitivo.

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La consulta diaria de las esquelas de su localidad era un ritual al que no renunciaba ningún día y que le servía para seguir la evolución de la salud de sus vecinos. A través de aquellas esquelas iba despidiéndose periódicamente de conocidos y amigos.

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Aislaron las paredes, taparon los huecos de las ventanas y se hizo el silencio.

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Encuentro por vacaciones por Gloria Soriano Hablaban todos los días por teléfono. Aquella tarde, con el verano ya empezado, repitió la pregunta —Hijo, ¿dónde nos vamos este año de vacaciones? — ¿Qué te parece el País Vasco? Le pareció bien. Cualquier parte del mundo de la mano de su hijo era un destino perfecto. Una vez juntos podrían confabular, como siempre, sobre la perversidad que les rodeaba. Yo había intentado que mi marido perdiera esa costumbre, por llamarlo de alguna manera, pero no tuve éxito. El mundo para él, fuera de su madre, era de color gris orfanato, como si aún tuviera cuatro años y le acabaran de internar en aquel colegio, como a ella le gustaba decir. El régimen de visitas era semanal. —Mamá, son malos, me castigan—, se quejaba Humberto. —Sí, hijito, todos son malos, pero mamá es buena. Yo te protegeré. Volveré el próximo domingo. Y el niño, escudado en el poder de una madre invisible, se sometía al orden espartano de los instructores.

Llegó agosto, cerraron la empresa, y Humberto condujo de Madrid a Arjona. Al día siguiente hizo la vuelta acompañado de su madre, mi suegra, una mujer que desde joven había cubierto su rostro de viuda con una red persistente, de la mejor tela de araña. Pararon en casa, en el piso que compré de soltera y al que Humberto se mudó al poco de conocernos. La misma casa donde celebramos el noventa cumpleaños de la señora. Desde entonces no la había vuelto a ver. Recordé a mi madre muerta y la torpeza con la que se movía al final, y le cedí la habitación con baño, la nuestra. De las comodidades para el resto de la aventura, recorrer en coche Álava y demás provincias, ya se encargaría Humberto. Yo no les acompañaría. Me negaba. No podía aguantar como esa mujer llegaba a ocuparlo todo, hasta convertirme en nadie a los ojos de mi marido. Desde el sillón de orejeras se dominaba el cuarto de estar. Allí se sentó ella. El bolso en el hueco entre su cuerpo y el brazo de la butaca. Delgada. Piel de leche

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Muros caídos. Montones de piedras sin hogar.

con arrugas. Pupilas de gato. Aunque sus ojos parecieran enfocarte al hablar, nunca miraban de frente, escondían otra intención. Sabía quejarse sin gimotear y gobernaba con firmeza desde el desamparo. Una mezcla de misterio y confusión. Su fragilidad, una mentira. Humberto y el hijo de su primer matrimonio ocuparon el sofá, a su derecha. Yo iba y venía por la casa inventando quehaceres. Cualquier cosa mejor que estar allí, sin poder hablar. Los temas prohibidos eran tantos que me había ganado el sobrenombre de indiscreta. Araceli la indiscreta. Esa tarde el teléfono se convirtió en un aliado. Sonaba con insistencia y yo contestaba con gusto. También me encargaba de abrir la puerta. El primero en llegar había sido el nieto, el hijo de Humberto, un joven ya emancipado que medía el cariño por los billetes que recibía de la abuela. Aún faltaban Javier y Regina. Uno tras otro fueron cayendo como goteras en una palangana.

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—¿Qué tal mamá, qué tal el viaje? —preguntó Javier después de dar un tímido beso a todos. Parecía apesadumbrado y como si le molestara hablar. Yo nunca le había conocido otra expresión. Javier veía a su madre dos veces al año. Un día esporádico, como hoy, y en una fecha fija por Navidad. —Bien, muy bien —contestó la madre—. Me entretiene el paisaje, el cambio de color de la tierra, los cultivos… Luego, sin mirar a nadie, como si indagara a través de la ventanilla del coche, añadió algún que otro detalle. Dijo haber visto muchos hombres a caballo. Parecían cazadores. ¿Te acuerdas, Humberto? Y movió la cabeza en su dirección. Cada veintidós de diciembre, o el día no festivo más próximo a esa fecha, Javier se levantaba temprano, como si fuera a trabajar, y ponía el coche rumbo a casa de su hermana Consuelo, en Arjona. Llegaba antes de comer. Después de una breve sobremesa presidida por la madre, se deseaban felices fiestas y regresaba de nuevo a Madrid, junto a su esposa, para quien el día había transcurrido con la misma rutina del día anterior. Consuelo era la más pequeña. De niña solía preguntar por su papá. Entonces la madre le mostraba la foto de un hombre que miraba hacia otro lado y a quien Regina y Javier se agarraban, uno a cada pierna. Humberto delante, sentado


sobre la hojarasca, le trababa los pies. Ella aún no había nacido. Tardaría años. Fue una sorpresa. Javier ya trabajaba de aprendiz en una imprenta y se alojaba en una pensión económica. Antes lo había hecho en un internado de acogida. Consuelo dejó de preguntar. Al menos a ella nunca le había faltado una madre. Ni en la luna de miel. En aquel tiempo se mudaron a la casa en la que aún viven. Inda­gar, ¿para qué? Agua pasada no mueve molino, le habían dicho siempre. Eso y un no sé de lo que hablas, no te entiendo, estoy muy ocupada. Mejor así. Todos hijos. Todos hermanos. Y la memoria alimentada por una imagen: un disparo hecho con una cámara de alguien del otro extremo de la ciudad, y con quien su padre cazaba jabalíes. Aquel otoño se les podía ver incluso en el descampado, frente a la casa, donde jugaban los niños. Humberto tomó la palabra que le había pasado la madre, y confirmó lo ya dicho. Sí, aquellos jinetes llevaban perros y escopetas, cosa rara en agosto. Escopetas. El arma suicida con la que el padre desapareció en el cerro. No hubo más comentarios. Del tema nunca se habló. Fue un infarto, repitió la familia. En los antecedentes clínicos de Humberto así figura.

*** El silencio era sofocante y las aspas del ventilador se arrastraban con pesadez. Abrí la nevera y saqué una jarra. — ¿Le apetece a alguien agua de limón? Entonces sonó el timbre de la puerta. —Será Regina, corearon con alivio. La coincidencia les hizo reír. Parecía que hubiera entrado una brisa y animado el techo. El ventilador giraba como un molinete. Regina, la mayor, aparentaba menos edad. Efusiva, jovial, tuvo palabras y sonrisas para todos. A la madre le regaló una cajita. Estaba empaquetada con delicadeza. — Son brotes tiernos de té blanco, muy rico en antioxidantes. Exquisito.

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También el rio congela su furia junto a la roca.

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El árbol viejo no muere. Se entroniza.

Y siguieron hablando del té, de su olor a flores, de su textura sedosa, del tiempo de preparación, de su elevado precio. Quedó claro que aquello era una ofrenda de oro. Los niños de la beneficencia convertidos en reyes. La madre disfrutaba de su adoración. Regina se despidió al poco de llegar. Su pareja la esperaba en el coche aparcado dos portales más arriba. La madre se negaba a recibirlo. En el pasado había conocido al novio de Regina adolescente, y al marido de quien llevaba dos décadas divorciada. Se separó cuando otro se interpuso en su camino. Es una irresponsabilidad, le reprochó la madre. Las niñas tan pequeñas. Descuidadas. Lo mío fue distinto: tú padre se murió. No, no quiero que me presentes a otros hombres. Con aquellos he tenido bastante. Y Regina, acusada de ser mala madre, alguna vez se paró a pensar que la suya, con padre muerto y los hijos repartidos, lo tuvo más fácil. Pero no dijo nada.

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—¡Qué calor está haciendo este verano! —comentó la madre mientras buscaba en el bolso el abanico. —No recuerdo ningún año como este. —Yo tampoco, es terrible. —Para mí, hace siete años fue aún peor. Dos horas más tarde solo quedábamos Humberto, su madre y yo. A la mañana siguiente, cuando se fueron, sentí que la casa crujía como si se desentumeciera, y abrí las ventanas de par en par.

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El bar de Nieves Era el escenario perfecto. Viejo conocido, porque allí ahumamos los chorizos y morcillas de la matanza. Pero a mí siempre me enamoro aquel lugar, porque en tan pequeño espacio se condensaba todo un tratado de etnografía rural. Lugares donde los vecinos ejercían el arte de la charla distendida, apoyados en las gastadas tablas de aquel mostrador, mientras Evaristo echaba la partida al tute, entre imprecaciones a los santos cuando las cartas venían mal dadas. En la cocina, Fini, su mujer, atendía la antigua cocina requemada de tantos fuegos que el invierno hacia imprescindibles. En su chapa, freía lentamente la tortilla para la cena. Parece que lo estoy viendo, cuando a veces abro la puerta y dejo mis ojos que se detengan en todas las botellas que aun siguen en las carcomidas estanterías, solo acompañadas por las telas de araña que los años han mimetizado como si de una sola cosa se tratase. Una antigua maquina de coser, yace inservible sobre el mostrador. Ya sin nada que remendar, y como mostrándonos los antiguos quehaceres, que formaron parte de la vida de aquellas gentes que con poco tenían que hacer mucho, hoy tan acostumbrados a esas maquinas que con solo mirarlas o darles una tecla, se ponen en funcionamiento y resuelven nuestro trabajo. Arrimadas al mostrador, unas sillas reclinatorio también reclaman nuestra mirada. Allí están, con sus cojines, primorosamente tejidos. Testigos de misas y letanías que la antigua capilla, que hoy solo oye rezos el día de la fiesta mayor, mientras pasan lentos los días y los meses, con su enorme portón cerrado. Solo el día de la virgen de los Dolores se abre, y

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por Monchu Calvo

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las sillas vuelven a sentir las rodillas de las mujeres sobre sus maderas. Tristeza da verlo así, pero es algo irremediable. Ya casi no queda nadie en nuestros pueblos. Solo esos edificios, testigos mudos de un pasado, quizás no tan lejano, pero que a nosotros nos parece sacado de siglos atrás. Hasta ese lugar, llevé a Guendy y Maylin, acompañados de dos guapas mozas, que pusieron su belleza y lozanía como contrapunto a tanta decrepitud del escenario. No creo que ningún director de escena pudiese recrear el escenario donde realizamos la sesión fotográfica, de forma tan autentica. Porque autentico era todo lo que veíamos. Y pasada la sorpresa inicial, y tanteando las tablas del suelo, que crujían de forma amenazadora, fuimos recreando escenarios y poses, con luces increíbles, pero que se adaptaban a lo que pretendíamos realizar allí. Unas velas ayudaron a crear aquel ambiente mortecino y decadente, compitiendo con la luz que una vieja bombilla se esforzaba por iluminar la oscuridad del recinto. Afortunadamente, el sol brillaba con fuerza en el exterior, y abriendo puertas y ventanas, fuimos jugando con texturas y contraluces, y como el titulo que da nombre a nuestra pagina, moldeando la luz. Las modelos, repuestas de la sorpresa inicial, fueron perdiendo el miedo a arañas y crujidos, y disfrutando de la sesión, como creo que disfrutamos nosotros. Cambiamos de escenarios y de escenas, las asomamos a ventanas sin cristales, a escaleras sin peldaños, fueron cazadoras con escopetas sin cartuchos, y acabaron en un mar de calabazas, preparadas para la matanza, con un tridente en la mano, cual si de avezadas campesinas se tratase. Hace unos meses, también visitamos y realizamos un reportaje con otras modelos, a otro edificio, este mas imponente, pero cargado con los mismos años y la misma decadencia. La venta de Les Lleres, algunos os acordareis de ella, porque allí os lleve. Otro lugar con un encanto especial, a pesar de su vejez, y con una luz difícil de encontrar en condiciones naturales. Pienso, que a los que nos gusta la fotografía, debemos aprovechar estas ocasiones que se nos presentan, porque estos lugares están llamados a desaparecer a corto plazo, y es un verdadero gozo, verte con una maquina en las manos y unas chicas, a las que Maylin escoge con esmero, capturar sus poses, que ellas hacen


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con naturalidad, siguiendo todas las indicaciones que les damos, incluso improvisando posturas que hacen un placer el retratarlas. Los paisajes de mi tierra, Caso, muchos los conocéis, y los que no los conozcan en vivo, seguro que lo hacéis a través de mis fotos. Os puedo asegurar que abra pocos sitios donde se conjugue la naturaleza magnánima y agradecida en cualquier época del año, quizás para mi, el otoño es la mas bonita y perderse en sus bosques y ríos, el mayor premio que a todos los que nos gusta la fotografía, puede recibir. Hubo también sesión en una mina abandonada, y como colofón, y para pasar de lo decadente y viejo, a la opulencia de un viejo palacio, convertido en hotel, y donde los jardines, que mas parecían campos de golf, permitieron a nuestras mozas, lucir los lujosos vestidos que traían y convertirlas en las famosas que a veces vemos en los reportajes de lujo de algunas revistas. Solo el crepúsculo nos obligó a parar, y allí, bajo su luz, mozas y fotógrafos nos abrazamos para la foto final, que por una vez no la realizamos nosotros. Un placer al alcance de todos.

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La tormenta por Jose M. y Nicolás Gonzalo

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El primer trueno anunció la tormenta. Los negros nubarrones cubrieron el cielo y las colinas azules perdieron su color. Un temblor sacudió al hombre cuando las primeras gotas cayeron sobre su piel. Preso del pánico, echó a correr buscando refugio. Huía entre los peatones, esquivándoles con gran rapidez. Su bombín ocultaba el rostro que se deshacía bajo la lluvia como cera caliente. El maletín que portaba cayó a los pies de un vendedor de periódicos. –¡Espere!– gritó, y salió tras él mientras el hombre corría de manera frenética. Siguió a la oscura figura sin que el extraño pareciera haberle oído. La sombra giró tras una esquina pero cuando lo alcanzó ya era demasiado tarde. Asombrado, el vendedor de periódicos se quedó durante largo rato contemplando la escena. Varias personas pasaron a su lado y miraron de reojo pero ninguna se detuvo. La lluvia había cesado y el sol volvía a teñir de azul el cielo, iluminando las fachadas. Depositó el maletín en el suelo y se dirigió de nuevo a su quiosco, sin poder dejar de mirar, con gesto incrédulo, el oscuro charco que se había formado bajo un empapado bombín negro.

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Identificando al enemigo Había pensado en otra manera de dar comienzo a este trabajo que detallo, con un espíritu de inicio a pensar en ganar dinero con la fotografía, pero antes es obligatorio decir algo sobre un personaje que existe desde antes de que los homínidos decidieran que hay dios, y que aún hoy día por el 2015 también hace de las suyas; por lo tanto, lo de “ganar dinero” deberá de ser para otro capitulo. No podemos pensar en hacer negocio, de la clase que sea, si desconocemos o no tenemos en cuenta a esta persona de la que os voy a hablar. Si, es una persona, y hace miles de años que se conocía su existencia y que fue dejando huella durante toda la historia hasta estos momentos y que todos tenemos al lado y a la espalda, vigilando todos los movimientos y estudiando todos los detalles que estamos haciendo en cada lugar de vuestra vida, para en el momento en que se pueda tener o que él crea que se pueda tener ese momento de gloria, hundirla y volver a donde él prefiere tenernos a todos. Hablo de “Picolisto”, que traducido al idioma inglés sería algo así como “Human person who speaks with the voice of bird”. En tiempos neandertales, cuando a esas personas llenas de pelos por todos los lados las orejas les sobresalían un montón, eran de labios gordos, ojos saltones, cejas como alerones de avión y dientes largos y muy anchos. (Que no, que no hablo de mi vecina, que nooooo, que es otra cosa). Bueno, pues cuando estos iban a cazar, primero mandaban al fotógrafo del momento que pusiera por las paredes de la cueva lo que debían de cazar, como caballos, mamuts, bisontes, ciervos, etc, ; y ellos iban dejando su arte plasmado hasta nuestro tiempos. Nuestros expertos lo entendieron a la primera, sobre el legado que nos querían dejar. El artista de la caverna tenía todo el protagonismo, ya que si no pintaba, los cazadores no cazaban y creo que era todo un amor para las chicas, por lo bien que trabajaba con los dedos. Pero en algunas paredes aparecieron los relieves de unas manos salpicadas de pinturas. ¿Que pasaba, que los neandertales cazaban solo las manos o que se comían las uñas? A mi me contaron que nada de eso, pero que sin embargo hoy día los científicos no se ponen de acuerdo de por qué hay esas escenificaciones de pinturas rupestres.

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por Ricardo González “Completu”

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Estos estereotipos le quitaron todo el protagonismo al resto de pinturas, ya que las demás ya sabemos por qué se hacían. Sépase que quien pintó estas figuras de manos fue EL PICOLISTO —nobleza obliga con las mayúsculas—. Si señores, el Picolisto, tal como puede leerse. Cuando el pintor tenía todas las mujeres, comida y protagonismo que deseaba, le vino su amigo preguntón, su cotilla, su observador en el silencio, su aprendiz desde la oscuridad y decidió que si este que pinta animales lo podía tener todo, él si pintaba una mano, algo le caería también y a lo mejor con suerte, igual lo sobrepasaba y se adueñaba de su reinado. Así que Picolisto se llena la boca de oxido de hierro, ceniza, barro y agua, y lo sopla sobre su mano pegada a la pared de la cueva. Ahora que nadie busque otro concepto a lo de la mano, porque solo sería dar protagonismo al imitador y usurpador del verdadero artista, pues quitándole la idea tiene ese momento de “famosillo”, para alguien, aunque no gane dinero. Hoy día todos los iniciadores tenemos uno o mas Picolistos apegados a nuestras ideas, con motivo de quedarse con ellas y modificarlas un poco, o sin modificarlas igual, para hacérselas que son suyas y ganar el protagonismo. Son ese tipo de personas que, si uno tiene una cámara de fotos mediana, ellos tienen una de nivel superior y se pavonea por delante y por detrás, para decirte que lo de él es lo mejor. Es ese tipo de persona que si tú te pones un chaleco con un anagrama y el detalle de Luz y Tinta a la espalda, te viene diciendo que hoy día lo de los chalecos no hacen falta para un fotógrafo y al día siguiente lo ves a él y un amigo fiel a la estupidez, con un polo naranja fosforito y con bordados en el pecho y en la espalda con el nombre de “photografier de paseo”. Un Picolisto siempre está preguntándote mientras haces tu trabajo, sobre qué cámara llevas, objetivo, disparador, trípode, filtros y lo más importante, si vendes las fotos. A la vez siguiente que lo avistas, ya se ve que ha cambiado su cámara a una muy superior, lleva tres objetivos, y se sigue arrimando porque no tiene ni idea de cómo se manejan y lo único que hace es molestar y disparar en automáticos en unas zonas muy complicadas y que además también lleva puesto ese polo naranja fosforito. Dispara cien y le salen bien cuatro, pero eso si es verdad, LAS REGALA, con el acompañamiento propio de su estilo, hablando mal del “otro” fotógrafo y que el


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hace una fotos mejores y que ¿para esto cobra el fotógrafo profesional?, cuando lo hace cualquiera. ¿Qué ocurre?, pues que el cliente aplaude con las orejas, de la alegría, y además lo reza a los cuatro vientos de que el chico del polo naranja es el mejor fotógrafo y además regala sus fotos. Al siguiente reportaje, el fotógrafo se aparta o simplemente no va, y Picolisto se queda sin las referencias del profesional y no hace una foto buena, no tiene esas referencias ni esa motivación para sobrepasar a quien sabe y después lo veremos paseando sin su ropa llamativa, buscando otro desprevenido para fastidiarle su idea. Donde más Picolistos por metro cuadrado he visto, ha sido en las bodas que hice. Esos Picolistos, no llevan cámaras de fotos, no, no... Llevan auténticas fortunas amarradas de una correa que ponen encima de las mesas, las barras del bar y encima de los meaderos. Es que si no, no marcan la garantía “picolisto”. Pero, además, no dan una foto a los novios, así les caiga un rayo encima. Ellos solo es marcar lo que tienen y que son mejores que el profesional. Por supuesto que, poniéndose delante, molestando, saltando con la cámara en alto y haciendo lo imposible, para que el profesional, haga las cosas mal. Soy “ANTI-PICOLISTO” y posiblemente ya estoy más cerca de que me apoden “El Borde”. Ahora mientras hago fotos, siempre viene alguno y me pregunta ¿Que haces? Pesco, les digo. Ja,ja,ja… ¿ Pero qué fotografías ? Hago una larga exposición y cuando llego a casa escribo unos comentarios en la Revista Luz y Tinta; que por cierto, has de leer la número 53, es interesantísima. Una vez me preguntaron que por qué digo cómo hago los montajes fotográficos si después los demás saben lo mío y lo de ellos y acaban sabiendo de fotografía mas que yo. La respuesta es fácil: Picolisto no lee, porque tiene el mejor equipo; los demás son como yo, solo queremos pasarlo bien con una afición que se llama fotografía compartida. Ahora que ya sabemos que Picolisto no va a leer esto, hasta aquí, porque ya sabe como se hacen mis montajes fotográficos, creo que podemos seguir con la fotografía real.

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Siempre intento que sea la imaginación del autor del montaje quien desarrolle las ideas y las varíe, ya que posiblemente no tenga opción a mis fotos y mis motivos para hacer las pruebas. Creo que haciendo las cosas simples, se puede entender mejor. Colocamos una fotografía en nuestro PhotoShop que tenga espacios abiertos y yo en mi prueba cogí una entrada natural a un parque urbano. Suplementamos encima otra fotografía con núcleo y radios hacia el exterior. Este tipo de fotos de núcleos y radios, las suelo hacer en mi ordenador, pero hacer esto, volveríamos a que sea personal y difícil de que la podáis tener para vosotros. La fotografía elegida está en Internet, que para buscarla, se puede poner “explosión”, por ejemplo. Una vez ajustada a las esquinas, vamos a Capas/ Multiplicar. Con esto ya empezamos a ver la intención de la foto. Seguimos con Filtro/Distorsionar/Encoger (100%). Ya vemos que las rayas se van hacia un centro. Según qué foto, lo repetimos con Encoger, otra vez o las que se deseen para que tenga el efecto deseado. Podemos bajar opacidad, aumentar colores, niveles, brillos, etc. y veremos ese efecto de absorción de luces lineales, hacia el centro. (No es de recibo comentar a estas alturas que si no se quiere ese ese centro, se puede mover y acomodar al deseado). El darle un sentido a nuestro trabajo, tiene multitud de formas de acabados como aviones, personas que se deshacen hacia ese punto, etc, etc. Para mi ejemplo elegí a Adrián, que es un modelo que ya le había hecho un reportaje anteriormente y que por caracterización me pareció el mejor para esta foto. Lo añadí a mi trucaje y con Edición/Transformar/Distorsionar, lo dirijo hacia el centro, para después, con goma de borrar quitar los sobrantes. La base del efecto ya la tenemos y, si queremos darle un toque de plastificado suave, más resalte con Filtro/ Camera Raw, o nieblas; ya depende de gustos de cada autor. Si con los comentarios de antes sobre Picolisto, aún no somos capaces de identificarlo, recuérsede que él es el único que tiene la mano pintada y que para que no lo reconozcan, siempre la lleva metida en el bolsillo; y que suele coger y disparar las súper cámaras de fotos con la otra mano sola. Y que por eso también tiene un brazo más grueso que el otro. El Picolisto es un mago cuando se trata de quitar el protagonismo a los amigos.

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Descubriendo Madrid por José M.Gonzalo

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En esos años no hacíamos fotos. Eran años oscuros, en las que las motivaciones eran otras. Cuando salías de casa te dirigías al trabajo, en un vagón de metro atestado de gente. Pasabas la mayor parte del día en la oficina y al salir, tocaba estudiar para ampliar conocimientos con la esperanza de conseguir un empleo que mejorara tu calidad de vida. El poco tiempo que quedaba libre lo empleabas en divertirte con los amigos. Era la época de la “movida”. El epicentro de Madrid se encontraba en Malasaña y las calles periféricas, Augusto Figueroa, Libertad, la plaza de Chueca… La juerga duraba todo el fin de semana. Y el lunes, vuelta a empezar. No hay nada como el paso del tiempo para tomar distancia de los acontecimientos y ver la vida desde otra perspectiva. Han pasado muchos años desde entonces. La ciudad ha cambiado y yo también. Mi situación laboral mejoró sensiblemente, pero el precio a pagar fue alejarme del lugar donde nací y donde siempre había vivido. Sin embargo, lo que en un principio pareció un paso atrás resultó ser el mejor de los regalos. Vivir fuera de Madrid hizo que mis visitas a la capital, libre de ataduras, de prisas y de recorridos marcados, sirvieran para descubrir una ciudad que había desfilado ante mí desde que tengo recuerdos pero que nunca me había parado a observar. Me di cuenta entonces de que Madrid tenía rincones, callejuelas, pequeñas tiendas, tabernas, fachadas, parques y, sobre todo, un cielo y una luz que la convertían en un lugar maravilloso e inagotable para ver, disfrutar y, ahora sí, fotografiar. No siempre se cumple el dicho “todo tiempo pasado fue mejor”. A veces, lo mejor está por venir y quizá se encuentre mucho más cerca de lo que se imagina...

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No hay nada como el paso del tiempo para tomar distancia de los aconteci que Madrid tenĂ­a rincones, callejuelas, pequeĂąas tiendas, tabernas, fachad maravilloso e inagotable para ver, disfrutar y, ahora sĂ­, fotografiar.

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imientos y ver la vida desde otra perspectiva. [...] Me di cuenta entonces de das, parques y, sobre todo, un cielo y una luz que la convertĂ­an en un lugar

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“El agua es el vehículo de la vida”, Leonardo Da Vinci

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Los cuatro elementos (I) El Agua Desde tiempos ancestrales, los cuatro elementos han tenido gran relevancia histórica. Tales de Mileto (filosofo, matemático, geómetra, físico y legislador griego) propuso como el principio de todas las cosas el agua. Anaxímenes (discípulo de Anaximandro, a su vez discípulo del de Mileto) consideró el aire, Heráclito el fuego y Jenófanes la tierra. Aristóteles, haciendo referencia a la teoría de las cuatro raíces de Empédocles (alrededor del 450 a. C.), mencionada que el agua es a la vez fría y húmeda. En China y en Japón, el agua era representada por una tortuga negra (mejor conocida como Xuán Wǔ). En la religión azteca, por una caña; en la religión hindú, por la sangre; para la cultura griega, por una copa; para los escíticos, como un cuenco; para los celtas, un caldero. El cristianismo, tomando algunos aspectos iconográficos de la Cábala, identifica el elemento agua con el arcángel Gabriel y el evangelista San Juan (con su animal simbólico, el águila), siendo componente esencial en el bautismo. En el islamismo tiene ante todo una función purificadora y si recorremos las religiones, creencias y culturas de la humanidad observaremos que esta aparece en todas ellas dándole su particular relevancia. Alrededor del 71 % de nuestro planeta está recubierto por la hidrosfera. En el cuerpo humano de media representa el 60 % de su peso.

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por Juan José Pascual

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En la fotografía el agua bien sea como elemento o motivo único, como parte de otras composiciones con mayor o menor protagonismo es un elemento que capta la atención. Lo que más me gusta de trabajar con el agua es su imprevisibilidad, no podemos controlarla, aunque creamos que lo estamos haciendo. Son momentos irrepetibles y nunca tomaremos una fotografía igual a otra, pueden parecer iguales, pero solo lo son en apariencia. ¿Quién no ha aprovechado alguna vez el reflejo creado en el mar, en un río, en un embalse, en un charco, en una gota de agua para convertir ese reflejo en el motivo principal de su fotografía?

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En China y en Japón, el agua era representada por una tortuga negra (mejor conocida como Xuán Wǔ). En la religión azteca, por una caña; en la religión hindú, por la sangre; para la cultura griega, por una copa; para los escíticos, como un cuenco; para los celtas, un caldero.

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¿Cuántos amantes de la macrofotografía no han usado como motivo las gotas del rocío para dar vida a esos reflejos, convertirlas en pequeñas bolas navideñas, que capturan en su interior un mensaje visual? El agua da vida a nuestros bosques, crea música en nuestros ríos, riachuelos, cascadas y arroyos; en la costa nos hipnotiza sentados al borde de los acantilados con su murmullo y su estruendo al mecerse suavemente, rompiendo con brusquedad bajo nuestros pies. Pero este elemento cuando se enfada es devastador, sesga

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vidas, ilusiones, carreteras y poblaciones. Siembra la desesperación por donde antes había alegría y júbilo. Da paso a fotografías de paisajes dantescos recordandonos lo frágil y efímera que es la vida. Aunque también podemos hacer fluir esta agua suavemente, deslizándose por la sedosa piel de nuestra modelo, dejando huella de ese sutil camino recorrido por su cuerpo, dando un toqué más sensual a la misma. En una playa o río podemos convertirla en ese juguete con el que distraer a nuestros modelos, volviendo a renacer en ellos los momentos de la niñez; cuando jugaban a salpicarse unos a otros, obteniendo imágenes espontáneas, inocentes y cargadas de gran dinamismo.


que el agua adopta. Suerte la mía y de unos cuantos moldeadores por nuestras costas, rodeadas por este líquido elemento lanzan un abanico de posibilidades. Los cuerpos saliendo del agua, una melena mojada y lanzando salpicaduras como si de un látigo se tratase, un surfista en la playa dibujando su trayectoria; que se desvanece al instante en la ola que cabalga al viento. Esa embarcación haciendo un brusco giro, dejando su estela de espuma y como no, todo deporte acuático que se desarrolla sobre este elemento.

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Las fuentes de las ciudades son también un espacio a tener en cuenta para estas fotografías y siendo posible conjugarlas con atardeceres, hora azul, horas nocturnas. Si tenemos que esa fuente está en medio de una rotonda, en una plaza donde hay tráfico a su alrededor; armados de nuestro inseparable trípode y usando velocidades de exposición largas plasmaremos los haces de luces de los coches que pasan, las siluetas fantasmagóricas de los transeúntes y las caprichosas formas

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También en su interior vemos grandes trabajos de fotógrafos de nuestra comunidad pues el mundo marino y submarino descubre sus más íntimos secretos a través de sus cámaras. Otro trabajo creativo a la par que de cierta complejidad hasta que se logra su dominio es la captación de las gotas de agua cayendo y rebotando sobre superficies sólidas o líquidas. Para esto necesitaremos algo de equipo extra, quizás iluminación específica, pues tendremos que trabajar con altas velocidades de obturación según en qué circunstancias. Las gotas de lluvia en los cristales, sobre telas de araña, colgando o rebotando delos lugares más insospechados, esperando que un ojo avezado se fije en ellas y las inmortalice para siempre. No podemos olvidarnos del agua en su más puro estado sólido. Incorporado en los paisajes con los que Daniel Kordan nos deleita la vista. Combinando con maestría los reflejos, el hielo, las montañas y el mar. Pero también tenemos fiestas populares donde el agua es su protagonista. Ejemplos de estas son: La fiesta del Agua y el jamón de Lanjarón, Granada que se celebra cada año en el día de San Juan; teniendo como una de sus actividades principales “La carrera del Agua”, donde sus participantes recorren 1,5 km por las calles mientras les mojan con agua lanzada de diversas formas (con cubos, mangueras, pistolas de agua, globos). La fiesta de la traída del agua de Lomo Magullo, Gran Canaria, inspirada en un rito aborigen. La festa del auga de Villagarcía de Arousa (Pontevedra), fiesta de origen religioso y espontáneo a la vez. Durante la segunda mitad de agosto se traslada el Santo de la ciudad, San Roque, de la iglesia parroquial de “Santa Eulalia de Arealonga” a la capilla de San Roque. Los romeros piden agua para refrescarse y los habitantes les lanzan agua desde los balcones. Fiesta del agua de Alcaucín (Málaga) resultado de mezclar elementos típicos con otros basados en el entretenimiento. Alcaucín está situado al pie de sierra Tejeda por lo cual el agua es muy abundante. Para celebrar sus fiestas patronales (San Sebastián es su patrono) el ayuntamiento pone a disposición de los asistentes máquinas de burbujas y espuma, a la par que se lanzan cubos de agua y se bailan fandangos típicos del lugar.


No puedo dejar de mencionar una fiesta internacional de mi Asturias patria querida, Asturias de mis amores. El Descenso Internacional del Sella (se celebra el sábado posterior al 2 de agosto), aquí el agua pasa a ser vehículo de transporte del festejo. El evento deportivo del descenso mueve a piragüistas tanto nacionales como internacionales. Teniendo como foco este gran evento deportivo se celebra la “Fiesta de las Piraguas” la cual se inicia en Arriondas el viernes de noche y continua el sábado de noche en Ribadesella. Dada la gran afluencia de campistas se habilitan zonas de acampada especiales y sus centros urbanos quedan intransitables para el tráfico por la riada humana que tomas sus calles durante esos días. Enlaces de interés: Fiesta Del agua y el jamón: http://www.turgranada.es/agenda/fiestas-delagua-y-el-jamon-en-lanjaron/ Fiesta de la Traida del agua en Lomo Magullo: https://www.flickr.com/photos/grancanaria/6791271033 Festa del auga Viilagarcía de Arousa: http://www.lariadearosa.com/Villagarcia/FiestaAgua2.htm Fiesta del agua de Alaucín: http://www.malaga.es/agenda/com1_md-3/com1_ct-0/com1_fb-0/com1_ md3_cd-3306/fiesta-agua-alcaucin

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Descenso internacional del Sella: https://es.wikipedia.org/wiki/Descenso_Internacional_del_Sella Bibliografía histórica: https://es.wikipedia.org/wiki/Wikipedia:Portada

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Alegoría de la vendimia/otoño Modelo: Amalia Apyhtina Fotógrafo-diseñador: Nadezhda Shibin Photo Studio “Taller Shibin Esperanza”

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Alegoría de la vendimia Desde que vi por primera vez estas hermosas fotos de Nadima, me vino al recuerdo aquella hermosa letra de Horacio Guarany —“Si el vino viene, viene la vida”— que, por las vueltas y revueltas de la memoria, se me aparece enredada con aquellos versos de Pablo Neruda, en su “Oda al vino”, que tanto apuntan a la bella modelo, Amalia Apyhtina, que la fotógrafa ha elegido para ilustrar este tema: “...de pronto/ tu cadera/ es la curva colmada/ de la copa,/ tu pecho es el racimo,/ la luz del alcohol tu cabellera,/ las uvas tus pezones,/ tu ombligo sello puro/ estampado en tu vientre de vasija...”; y auqnue Nadima jamás usa el desnudo como reclamo, en esta “alegoría de la vendimia” —es el título que la propia fotógrafa propone—, y a pesar de que la modelo, insisto, aparece vestida y muy vestida, la propia alegoría nos lleva a otros mundos, otros ámbitos, saltando, de verso en verso y de sarmiento en sarmiento, de aquel mundo del Edén en el que la hoja de parra tapaba las partes pudendas de Adán y Eva, señalando el origen de la vida, a la propia vendimia, a través de la cual la vid ofrece su fruto sazanado, dispuesto para convertirse en vino y, como tal, ser una metáfora —recordemos que una alegoría es una metáfora prolongada— de la vida: “el vino predispone al amor, ahuyenta la tristeza, disipándola con continuas libaciones. Entonces estallan las risas, el pobre se cree rico, las inquietudes desaparecen de la antes arrugada frente, el corazón se ensancha y la sinceridad, hoy día tan rara, resplandece sin artificio alguno”, nos dijo Ovidio hace casi veinte siglos en un bello poema, Ars amandi, algunos de cuyos versos suscribiríamos hoy cuantos amamos el vino y su cultura, incluso en sus prevenciones: “La mesa y el vino no deben inspirar más que una dulce alegría”, nos recuerda el poeta señalando el recto camino que

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por Claudio Serrano

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une al vino con la vida ordenada; con el mismo orden con que Nadima recoge en estas fotos la sugerencia de la vendimia, esas uvas negras que escapan del cuadro a través de la luz y de los bucles de la modelo, invadiendo de sensaciones incluso las fotos en que no aparecen, ese vestuario medido y cotidiano y sobre todo esa atmósfera evocadora que transmite toda la serie, como si los racimos fueran la última consecuencia, quizás la última apuesta, del ciclo de la vida. Y la vida, que siempre nace de una mujer, se nutre de vinos y de sueños —la bella Amalia aparece en muchas de estas fotos como a caballo del ensueño—, de caricias del alma y sensaciones de vértigo, como en aquella zamba de Horacio Guarany con que se iniciaba esta nota:

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La vida es un vino amargo, dulce en jarra compartida: que los que nadan pa’ dentro se ahogan solitos en vida.

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Expedición a Groenlandia (II) por Daniel Kordan Ya en el número anterior se anunciaba que dada la calidad y cantidad de las fotografías remitidas por Daniel para este reportaje fotográfico, la direccfión de Luz y

Tinta había decidido publicarlas todas en tres entregas. Vaya en este número la

segunda entrega de este apasionante reportaje que, partiendo de San Petersburgo hasta Groenlandia, vvió durante varios meses a bordo de un yate en el medio del Atlántico, donde se celebraron talleres de fotografía y otras experiencias fotográ-

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ficas que capturaban el espectacular entorno natural del hielo ártico.

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Un crucero por el Báltico El paseante y su compañera salieron por la mañana en ese tren veloz y cómodo que une la capital del sur con la del Estado, a modo de metro interciudades. En Atocha tomaron el bus al aeropuerto y tras una imprevista espera estaban despegando rumbo a la ciudad de la Sirenita. Como se retrasó el vuelo (la compañía noruega de aviación nada sabía de la puntualidad inglesa) llegaron a Copenhague anocheciendo. Tras dejar el equipaje en el hotel y un breve aseo, salieron en busca de la cena. Querían haber tomado un tren de cercanías al centro, pero les fue imposible sacar el billete en la diabólica máquina expendedora, por muchos y fracasados intentos que hicieron, incluso con la ayuda de inteligentes y jóvenes japoneses que pronto se ofrecieron a echar una mano. Aunque no hay vigilancia alguna que compruebe si se lleva o no billete, prefirieron volver sobre sus pasos y entrar en un moderno centro comercial deliciosamente diseñado. Por algo los daneses destacan en ese arte-ciencia-moda que es el diseño, lo que les supone una de sus mayores y florecientes industrias que es fuente principal de su PIB nacional, tanto como para disponer de museos monográficos dedicados al mismo. En la fotos acompañantes pueden observar cuan cierto es lo relatado. La cena consistió en un cada vez más habitual buffet, que al paseante poca gracia le hace; a éste cuando viaja le gusta romper la rutina habitual diaria de servirse a sí mismo y prefiere que le traigan las viandas a su mesa de cansado andador, porque esto de viajar y pasear las ciudades es duro oficio que agota. Tras la cena y algunas fotos a los modernos edificios de los alrededores del canal principal, donde se encontraba el hotel, al sur de la ciudad, se fueron a descansar para prepararse frente al día siguiente que se presuponía duro.

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por Juan Depunto

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Amaneció bastante más pronto que en su meridional tierra del suroeste, lo que en verano tiene sus ventajas para el oficio de paseante. Decidieron no perder ni un minuto más en averiguaciones de dudoso éxito y tomaron un taxi que les llevó a la Sirenita, que posa en el extremo norte de la ciudad, encaramada en unas peñas en la orilla oeste del canal principal, frente al fuerte militar que antiguamente guardaba la entrada a la ciudad por el puerto. Este taxista se portó bien, pero hay que tener mucho cuidado con este gremio que conduce casi en exclusiva Mercedes grandes último modelo pertenecientes a media docena de compañías; una buena parte de sus conductores marchan en sus potentes bólidos automáticos a velocidades vertiginosas, se saltan los semáforos rojos sin que pase nada (los incautos y luteranos daneses originales presuponen que todo el personal cumple y no hay ni radares, ni controladores de billetes, ni policías en las calles, de lo que estos taxistas, educados en morales más laxas según para qué, han tomado buena nota) y en ocasiones frecuentes nos deleitan con vueltas y más vueltas por el monumental y

Copenhague Christianía


Copenhague

curioso: entrar en el barrio de Christianía. Éste es una especie de camping-comuna, por donde circula libremente la droga, pero no solo eso, conlleva una filosofía de la vida cercana a la hippy de los años 60. Otro paseo recomendable es desde la Sirenita situada en la parte norte del canal principal al centro de la ciudad, pasando por los palacios reales, viendo el Yate real atracado enfrente, el más antiguo de las monarquías europeas, el ultramoderno Palacio de la Ópera y otros muchos edificios e iglesias singulares. Especial mención merecen las torres de la iglesia de Nuestro Salvador, con escalera exterior en espiral gigantesca, que está junto a Christianía, en la zona sureste de la ciudad, la torre del Palacio de la Bolsa, en

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atascado centro sin habérselo pedido, pues los paseantes prefieren hacerlo a pie sin necesidad del voluminoso gasto adicional de la emocionante vueltecita no pedida... Esta hermosa y plana ciudad bien merece dedicarle una larga semana de la que los paseantes solo dispusieron la mitad, pero fue suficiente para hacerse una idea. Como ciudad dedicada al diseño, se muestra a sí misma pletórica en su moderna arquitectura. Es muy recomendable dar una primera vuelta en barco por los canales, que abundan como en Ámsterdam o Venecia, para hacerse una idea de conjunto. Luego es indispensable recorrerla a pie para entrar en contacto con sus amabilísimas gentes, ver algunos de sus numerosos museos, pasear por sus parques y jardines, visitar el parque de atracciones del Tívoli y lo que es mucho más

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el centro, de filigránico diseño puntiagudo o la iglesia de Federico o de Mármol, inspirada en la cúpula de S. Pedro de Roma y de similares dimensiones, construida en mármol. En las afueras de la capital puede observarse el bello puente que une la misma con Malmö, en Suecia. Una obra de ingeniería colosal que comienza con un túnel sumergido en el Báltico, que luego emerge en una isla artificial y a partir de aquí se constituye primero en gigantesco viaducto sobre pilastras en el mar y luego en un

Vista gener


elevado puente colgante de tirantas. En sus alrededores, hay instalados múltiples molinos de viento generadores de electricidad. Terminada la parte más interesante del viaje por cuenta de los paseantes, en una de las ciudades más bonitas de Europa, tocaba comenzar la más turística parte naval del mismo, en la que uno de los objetivos de los cruceros es hacerse una idea, más bien superficial de las ciudades visitadas sin más pretensiones, y de aquí arranca la principal crítica.

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ral de Estocolmo

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Subiendo la escala del monumental transatlántico de trece pisos que los mari- Catedral de Tallín nos gustan llamar cubiertas, por la que también pasaron los 2.400 acompañantes (los 1.500 componentes de la tripulación lo hicieron por escala paralela), el paseante se fue transmutando imperceptiblemente en aguerrido navegante, aunque no dejó de ejercer su viejo oficio ni un solo día: ténganse en cuenta las gigantescas medidas del paquebote solo insinuadas en el principio de este párrafo. Mientras ascendía a la entrada principal del buque, situada en su cuarto piso, el paseante tuvo un recuerdo para James Horner, el compositor de la banda sonora de la película Titanic, que acababa de fallecer en junio de este año por un accidente… ¡de aviación! Una vez pasados los correspondientes controles, semejantes a los de los aeropuertos, el navegante y su acompañante se dirigieron al camarote asignado en la octava cubierta. La vista hacia la ciudad por el amplio ventanal era espléndida a esa altura. Pero mejor era ver la maniobra de zarpar desde alguna de las terrazas. La ciudad se iba haciendo cada vez más pequeña y más iluminada mientras avanzaba la noche y hacia ella y el mar los iba internando el barco. Tras pasar la noche rumbo sur, amanecieron frente a las costas alemanas, concretamente en Warnemünde. Este era en su origen un pequeño pueblo de pescadores cuyas antiguas y pintorescas casas se conservan en perfecto estado. En el siglo XIX se instaló en el mismo su famoso balneario, pasando a ser conocido por este hecho; actualmente es el puerto de cruceros lo que le da vida. En esta localidad se inventó el sillón de playa y se dispuso del primer conjunto de sillones playeros de mimbre del mundo. Pertenece al municipio de la ciudad de Rostock, en el estado federal de Mecklemburgo-Pomerania, antes del 89 perteneciente a la Alemania comunista. El navegante y acompañante bajaron a tierra para embarcarse de nuevo en un pequeño ferry que los llevó por la amplia bocana del río Warnow (de ahí el nom-


bre literal del poblado balneario, Warnemünde, boca del Warnow) a la hermosa ciudad hanseática de Rostock. La Liga Hanseática fue uno de los primeros experimentos comerciales y defensivos de unión europea allá por el siglo XIV. Se asociaron ciudades del mar Báltico pertenecientes a Alemania, Suecia, Polonia, Letonia, Lituania, Estonia e incluso de Rusia y de los más apartados occidentales Países Bajos. La lengua utilizada como común fue el alemán. Su primera confrontación fue con Inglaterra que capturó 61 navíos hanseáticos en 1589. La guerra de los Treinta Años, en 1618, fue otro golpe a la organización. Por 1630, sólo Lübeck, Bremen y Hamburgo seguían integrando la Liga, pero esta unión sobrevivió otros 300 años durante los cuales las tres ciudades conservaron una independencia política nominal y la denominación de ciudades hanseáticas. Con el ascenso de Hitler al poder en Alemania, se eliminó el estatus privilegiado de Lübeck en 1934, pero Hamburgo y Bremen siguen teniendo el rango de Ciudad estado. Actualmente en la ciudad de Lübeck existe una organización que ha retomado el nombre de Nueva Liga Hanseática; su objetivo es “mantener vivo el espíritu de la Liga Hanseática” y su organización constituye la federación voluntaria de ciudades grandes del mundo, contribuyendo a la unificación económica, política, social y cultural de Europa; las ciudades miembros están esparcidas por todo el continente, y realiza diferentes actividades, como el encuentro anual Hansetag (día de la Hansa). Después de la ampliación de la Unión Europea, en el mayo de 2004, hay expertos que hablan de una resurrección de la Liga Hanseática.

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Catedral de la Sangre Derramada

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A la izquierda, otra perspectiva de la Catedral de la Sangre Derramada

Durante el trayecto fluvial por el Warnow los navegantes pudieron observar las sedes originales de industrias conocidas de antiguo como la famosa “Caterpillar” o “Liebherr” entre otras muchas. En la ciudad pudieron ver sus encantadoras casas tradicionales, las más mausoleónicas del realismo socialista, la iglesia de Santa María del siglo XIII, su ayuntamiento de la misma época, la universidad del s. XV y el monasterio franciscano de la Santa Cruz, del s. XIII. Fueron obsequiados con una cata de cervezas en una cervecería local, acompañadas de las correspondientes salchichas con mostaza y donde por supuesto visitaron la fábrica. Atardeciendo, zarpó el gran barco rumbo al norte, hacia Estocolmo, situado a más de 800 kilómetros. Le llevó alcanzarlo dos noches y un día de navegación. Este tiempo de navegación obligó a centrar la atención en la vida a bordo, que fundamentalmente gira en comer, beber, y volver a comer y beber. En los intermedios hay una variada oferta de entretenimientos para niños y mayores, consistente en juegos, bailes, concursos y algún que otro espectáculo teatral del genero de las variedades. También están disponibles las piscinas y las tumbonas para tomar el sol. El paseante, dada su vocación, se dedicaba fundamentalmente a andar a lo largo del barco, cambiando periódicamente de cubierta; darle la vuelta completa le llevaba algo más de un cuarto de hora a paso de paseante, si no se entretenía charlando con alguien. En una de estas conversaciones un miembro de la tripulación le explicó la actividad del buque en otras épocas del año: sencillamente iba cambiando de mares, el Mediterráneo en otoño y primavera y el Caribe en invierno, tras atravesar el Atlántico. Muy ruidoso le resultó el ambiente, los abundantes italianos (la compañía naviera era de esa nacionalidad) son aún más ruidosos que nuestros paisanos hispanos (que no los iberos, pues los portugueses son mucho más silenciosos) y tampoco faltaban japoneses que hacen su ruido. Salvo el camarote, era difícil encontrar un rincón sosegado donde leer en silencio sin recibir los ruidos de conversaciones a todo volumen, de televisiones o de los animadores y su público. El día de la llegada a Estocolmo comenzó a las 3,30 de la madrugada, pues avisaron de que a partir de esa hora, en que comienza a amanecer, se empezaba a pasar por entre muchas de las más de 24.000 islas que hay en su cercanía, y el espectáculo paisajístico es increíblemente bello. Al principio pareció una exageración, pero es literalmente exacto: veinte y cuatro mil. La propia ciudad de Estocolmo está constituida por un sinfín de islas todas ellas interconectadas. Tras desembarcar, los de nuevo paseantes fueron en primer lugar al Ayuntamiento, un imponente edificio de ladrillo rojo construido a principios del siglo XX que ha venido a constituir el emblema de Estocolmo, pues allí se celebra el banquete anual que sigue a la entrega de los Premios Nobel, en su patio principal. Dispone de grandiosas salas, como el Salón Azul o el Salón Dorado. Se visitan también algunas otras estancias. A continuación fueron al Palacio Real, que con sus más de 600 habitaciones pretende ser el más grande del mundo, de estilo barroco. El Jefe del Estado sigue utilizándolo a diario. Se sitúa en una colina de la ciudad antigua, por lo que tras su visita se puede pasear por sus viejas calles de rancio sabor medieval y barroco europeo, así como ver la Academia Sueca, en donde se entregan los premios Nobel. Finalmente visitaron el Museo Vasa, donde se muestra el gigantesco barco de guerra sueco que se hundió en el puerto de Estocolmo inmediatamente a su botadura, en 1628. El rey de la época se empeño en añadirle un segundo piso de cañones para conseguir que fuera el más poderoso de esos años, pero claro, los cañones son de bronce y pesan lo suyo, como bien saben por Sevilla. Por cierto que les trajo a sus memorias la famosa Nao Victoria, aquella réplica de la que dio la vuelta al mundo, y que el día de su botadura, allá durante los fastos del 92, se dio la vuelta pero a sí misma, yéndose al fondo de las aguas. El galeón sueco se sacó a la superficie en 1961, restaurándose tras un complejo proceso de tratamiento de la madera. Volvieron a embarcar y a media tarde partieron rumbo a Estonia, al otro lado del mar Báltico. De nuevo el espectáculo de las miles de islas se mostró a los ojos, que no sabían si admirar más la belleza del paisaje o la laboriosidad de los suecos haciendo a buena parte de ellas habitables e interconectadas, bien por puentes o

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por ferris. Las no habitadas por humanos lo estaban por aves y bosque de coníferas generalmente. Atracaron en Tallín, la capital de Estonia, a primera hora de la mañana, frente a Helsinski. El día lucía con un espléndido sol y el puerto está muy cerca del centro de la ciudad, se puede ir andando y en poco rato. Nada más desembarcar fueron al Museo Marítimo “Seaplane Harbour”, que está en el mismo puerto. Antes de llegar a él pasaron por las viejas casas de madera de los pescadores, del estilo de las de Warnemünde pero mucho más grandes y sobre todo más viejas y deterioradas. También vieron desguaces de vehículos militares del antiguo régimen comunista del que los paisanos no quieren saber nada pues además se consideraron invadidos por los rusos. El museo tiene algunos ejemplares, reales o reproducciones, de la historia naval de Estonia, como el submarino Lembit, que habiendo sido construido en 1937, en 2011 era el más antiguo del mundo que seguía operativo; se visita por dentro, aprendiendo de sus estrecheces. Vieron también el rompehielos Suur Täll, de 1914, y los restos del Maasilinn, que datan de mediados del S. XVI. Los comentarios de la guía destilaban un amargo sabor mezcla de pesimismo, desilusión y pérdida de la autoestima nacional: comentó acerca de un hidroavión, expuesto en maqueta a escala 1:1, que se hundió el día de su botadura (como el galeón vikingo…), de una especie de Overcraft para salvamento marítimo que le compraron a los suecos por un precio astronómico y corrió la misma suerte también el día de la puesta en marcha, y así unas cuantas anécdotas más. Quizás influyera su edad en ver las cosas de esa manera, una edad en la que haría años que en nuestro país estaría descansando jubilada pero que aquí no se lo pueden permitir por lo bajo de las pensiones y por ello autorizan a los jubilados que perciben pensión a tener trabajos compensadores de la escasa cuantía de estas. Luego subieron a la parte alta de la ciudad desde la que las vistas eran magníficas. Visitaron la Catedral de Alexander Nevsky contemplando sus torres de cebolla típicas de las iglesias ortodoxas de esta zona de Europa oriental. Luego bajaron a la plaza mayor, donde había mercado y está el Ayuntamiento, una farmacia del siglo XV que pasa por ser la más antigua del mundo en activo, otras curiosidades y multitud de casas medievales de mercaderes. De nuevo en el barco, zarparon rumbo a Rusia. A primera hora de la mañana del día siguiente atracaban en San Petersburgo, nombre que decidieron sus ciudadanos por mayoría con la llegada de la democracia. Y por mucho que miraron a babor y estribor… ¡No estaba el Aurora! Tamaña decepción solo fue compensada parcialmente por las explicaciones de que acababan de llevárselo, navegando, a unos astilleros para su restauración y por la vista de las habitaciones del Palacio del Hermitage, donde se refugió el gobierno zarista en sus últimas horas; está tal cual lo dejaron, con el reloj de consola parado en la hora en que entraron los bolcheviques, las dos de la madrugada. Los de nuevo paseantes se desplazaron por sus calles, pasando frente a la Universidad y por la histórica Plaza del Senado, escenario de la revuelta de 1825; continuaron su ruta por el impresionante edificio del Almirantazgo, para, pasando por el Puente de la Santísima Trinidad, llegar a la fortaleza de Pedro y Pablo, la ciudadela fundada por Pedro el Grande a principios del S. XVIII. Antes de entrar en la misma vieron un viejo Galeón del XVII atracado en el muelle del inmenso río Nev frente al Hermitage. En la fortaleza se construyó la catedral del mismo nombre que es el panteón de los zares. En una especie de capilla interior se ha inhumado al último zar y su familia, fusilados por los bolcheviques cuando la revolución del 17. Luego por el centro histórico llegaron hasta la especialísima iglesia ortodoxa del Salvador en la Sangre Derramada, un edificio espectacularmente decorado con multitud de cúpulas y pinturas de tipo bizantino; debe su nombre al hecho del atentado mortal que sufrió el zar Alejandro II en el lugar donde se erigió para conmemorar el suceso. Los paseantes continuaron por la muy conocida avenida Nevsky Prospekt donde almorzaron en un típico restaurante ruso. Tras la comida dedicaron la tarde al Palacio-Museo del Hermitage, en la orilla izquierda del río Nev, frente a la catedral de S. Pedro y S. Pablo. El museo, ocupado en todos sus centímetros cuadrados por miles de visitantes bien organizados, dispone de una colección de más de tres millones de obras de arte de los más


prestigiosos pintores italianos, flamencos, españoles y universales en general. El paseante no sabe qué admirar más, si las pinturas y esculturas expuestas o la arquitectura y decoración de las estancias que las guardan. De vuelta al barco pasaron por otra de las catedrales de la ciudad, la de San Isaac, en la plaza de mismo nombre; tiene la tercera cúpula más alta del mundo, recubierta ¡de oro! El paseante no dejó de preguntarse cuántos millones de rusos tuvieron que pasar hambre y frío para que sus zares pudieran permitirse el lujo de construir semejantes dispendios entre otros muchos… No fue casual el destino que sufrieron los últimos. El barco partió de vuelta al atardecer y tras esa noche y el día siguiente de navegación, llegó al punto de partida en Copenhague, atracando junto a su Sirenita, a la que prometieron volver a visitar. Referencias documentales: 1. Guías turísticas y culturales sobre Copenhague, Warnemünde, Rostock, Estocolmo, Tallín y San Petersburgo. 2. Historia de estas ciudades en Wikipedia (Premio Princesa de Asturias 2015).

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Catedral de S. Isaac

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Este mes traemos a nuestras páginas de Moldeando la luz a otro de los grandes de la fotografía contemporánea, a un reconocido fotógrafo español al que en el año 2000 se le concedió el Premio Nacional de Fotografía, se trata del madrileño Chema Madoz (1958). Desde que en el año 1985 la Real Sociedad de Fotografía de Madrid expuso su primera muestra individual, sus éxitos no han parado de sucederse. Su obra sobrepasa las fronteras españolas de la misma manera que todos sus premios internacionales. Hay en la obra de este extraordinario artista una suerte de poesía sonriente en la que los objetos entran en relaciones que no son tanto absurdas cuanto una singular codificación, que podría entenderse nombrando los tropos retóricos de la metáfora o la metonimia. En algunas ocasiones establece una particular reiteración funcional, como cuando añade a la parte superior de la llave el hueco de la cerradura o cuando convierte un bastón en pasamanos de una escalera; en otros casos compone un simbolismo de una enorme densidad, como ese reloj que está incrustado en un ataúd (el tiempo que todo lo corroe, la certeza de que cada instante nos acerca más al final); juega con una finura increíble con los parecidos, por ejemplo, las vetas de la madera transformadas en la llama de una cerilla, o bien deriva hacia la heterogeneidad de lo imaginario en clave surrealista ( unas lamparitas votivas como teclas de una máquina de escribir). Desde que el Dadaísmo trasgredió el orden establecido y la frontera entre disciplinas, cada vez se hace más difícil clasificar a los artistas, encajarlos en un género, y ello resulta particularmente evidente en el caso de Chema Madoz, que es y no es un fotógrafo, es y no es un poeta visual, es y no es un neoconceptual emergente, es y no es un representante del cutting edge internacional. Hay en su obra aspectos de todo ello con el resultado de una basta interacción entre todas esas cosas. Dice que se considera como un escultor objetual que trabaja bajo el punto de vista de un fotógrafo y dice que la fotografía es para él poco más que un registro de memoria, que le permite fijar la idea. Lo cierto es que Madoz ha sabido sedimentar fotográficamente sus visiones metamórficas, sus singulares juegos objetuales, dotado, con su uso sistemático del blanco y negro, a la imagen final de una

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Chema Madoz.

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tonalidad “enigmática”. Algunos de los desplazamientos formales de este creador son mínimos, pero de una efectividad extraordinaria (meter una copa dentro de un vaso o colocar una escalera de madera sobre una de cemento) composiciones de una fragilidad increíble (las gotas que parecen chinchetas sobre una superficie de encuentros angulosos) o contrastes de lo radicalmente diferente (el díptico del suelo seco resquebrajado y la superficie ondulante del agua). Lo cotidiano inspira las asociaciones más curiosas, ese mundo que encadena al comentarista a una descripción admirada de lo visto: poco se puede añadir a la silla con el brazo que es una paleta de pintor, al sobre cerrado con grapas o al escalonamiento de pistolas. El tono del juego desmonta cualquier pretensión teórica, cuando los sueños de la razón, (las figuras geométricas de madera, por ejemplo) no producen como pensara Goya, monstruos sino semejanzas llenas de humor (la manzana también reducida a una alusión paródica a Cezanne, a la lógica de las figuras platónicas). Catherine Colemán señaló, en el texto de la exposición de Madoz en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que este artista acomete el objeto de tres maneras: “el objeto encontrado, sin alterar; el objeto manipulado, y el objeto inventado y construido por él mismo en su estudio”. Gestos y construcciones en las que consigue que lo más raro parezca normal, como cuando coloca una sandalia sobre una bota, o utiliza, como cinta de un sombrero, un rollo de película fotográfica, matices de una enorme sutileza, tal y como es evidente en la pinza modificada para que una parte y otra sean como el positivo y el negativo. Madoz se aparta de la estrategia duchampiana del ready-made, que ha llegado a tener en la contemporaneidad el rango casi de enfermedad. No responden sus objetos a la anestesia del gusto o a la óptica de indiferencia. Al contrario, en ellos hay una extensa intencionalidad estética, una poética de los detalles que desafía a la mirada curiosa. Tampoco remite a aquella tendencia del objet trouve en la que naturaleza y artificio, azar y cálculo llevaban hacia un tipo de imagen que, habitualmente, era una aproximación al rostro o a las formas deseantes. Este fotógrafo tiende, por su lado, a mostrar cambios sutiles en las cosas, añadidos o sustracciones, desplazamientos o metamorfosis que aportan una singular extrañeza: la percha con la gota del nivel,

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la columna vertebral compuesta con picos metálicos o el centro de mesa de cristal, colocado en una lámina de agua, transformado en una flor. Lo significativo es que Madoz, a pesar de la potencia plástica de sus “construcciones”, ha sabido resistir a la tentación de exponer el objeto físico, subrayando la dimensión finalmente fotográfica de la obra. Madoz fija fotográficamente sus ingeniosas construcciones , elementos que, como el mismo genero de la naturaleza muerta, delatan un alto grado de autoconciencia artística, atiende más que a lo monumental a la vida común que aún está ahí. Algo que puede leerse sobre la mondadura de una naranja, se consagra a la riparografía usando, con frecuencia la trampa en lo que lo inanimado parece que cobra vida. Chema Madoz, combina la escultura con el bodegón, los juegos de palabras con la fotografía, y una sensación de paisaje mediante mundos externos e internos. Sus paradojas y metaforizaciones adquieren la cualidad de lo memorable: la rosa con espinos que son anzuelos, la hogaza de pan cortada siguiendo la línea de las tablas de la mesa en una especie de tozudez geométrica. Madoz, consigue una estética donde cada “alteración” es como una especie de paso más allá en su asombrosa capacidad inventiva, pero también en una singular economía retórica que le aparta tanto de lo sobreactuado y megalómano cuanto de la mera chistosidad o de lo kitsch. No cabe duda de que las fotografías de Madoz son maravillosas ocurrencias (encuentros casuales ocasiones o coyunturas, pero también pensamientos agudos, explosiones de la imaginación), cosas que acontecen, visiones repentinas que, sin embargo, ocupan un espacio privilegiado en la memoria . Instantáneas que tendríamos que calificar como hipertélico , en el que los objetos sus reflejos y sombras, fueron marcando una línea de fuga, un impulso de suplementariedad, de simulacro y de fasto una dinámica de metamorfosis extraordinarias y, al mismo tiempo, cotidianas, como si en cierta medida esas rarezas estuvieran ya ahí ante nuestros ojos y Chema Madoz tan solo hubiera sido el maestro silencioso que, con


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extrema elegancia, nos las muestra. Pero junto al gesto que apunta est谩 el truco que nos oculta su trama, aunque el cuerpo o, mejor, el vestido se funde con el fondo manchado, persiste una clave de diferencias, de sutilezas, esto es, de detalles o, por emplear un sin贸nimo, de regalos.

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Así se hizo…

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La ubicuidad de los dispositivos móviles equipados con cámara ha desembocado en un paisaje fotográfico abarrotado. Pero el rol de la fotografía como herramienta para la narración y el comentario social sigue siendo de vital importancia. Hoy, todos somos narradores. La mayoría de estas narrativas son banales, pero no todas. Hoy nuestra narrativa está en torno a la figura del Papá Noel. No se trataba de investigar en los orígenes del viejo pascuero que trae regalos a los niños occidentales por Navidad. Se trataba de utilizar su figura para confeccionar la portada del último número del año en Luz y Tinta. Es evidente que la popularización de Santa Claus ha sido utilizada en infinidad de ocasiones en el siglo pasado y en el actual, circula una leyenda urbana que la verdadera fama le viene desde 1931 cuando Coca-Cola incorporó su figura a su campaña publicitaria de Navidad y el artista Haddon Sundblom dio con la imagen de Papá Noel que se ha convertido en su estereotipo, con su gorro rojo y su barba blanca. Es cierto que Sundblom dibujó a Santa Claus para la casa de refrescos en sus anuncios navideños con sus característicos colores blanco y rojo, y que lo popularizó, pero el publicista no inventó nada, ese tipo de Santa Claus existía muchas décadas atrás, se puede ver en grabados, calendarios y postales de Navidad muy anteriores, si bien es cierto que no todos iban de blanco y rojo, se pueden ver publicaciones en verde y


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otros colores, lo que si está claro es que ganó la competición y lo popularizó con los colores de Coca-Cola, “la falsa chispa de la vida” Nuestra idea era otra, se trataba que el Papá Noel esparciera con su soplo las doce revistas de Luz y Tinta del año que está a punto de agonizar. Pensamos en vestir a un reno de Papá Noel, pero en Asturias no hay renos, tendría que ser un oso pardo, y para ello tendríamos que viajar a Proaza para fotografiar a una de las dos hermanas Paca o Tola, los osas más famosos de Asturias, el tiempo se nos venía encima y pensamos en una chica. Tanto en Luz y Tinta como en Moldeando la luz, pensar en chica y foto es tanto como pensar en Maylin, con referencia a lo más cercano y accesible, pues otra idea hubiera sido encargar el trabajo a alguno de los grandes moldeadores rusos. En fin, quedé con mi amigo Maylin y con Paco, nos fuimos a comer unos callos al restaurante “El Nora” en Colloto-Oviedo, por cierto estaban buenísimos, y hablamos del proyecto. Maylin es como “el rayo del correcaminos” el compañero de Wile E.Coyote de aquella famosa serie de dibujos animados. Así que a primera hora del día siguiente me llama y me dice: ¡Ya tengo modelo¡, se llama Nelly Baquerizo. Genial, le contesté. Quedamos sin más demoras una mañana dos o tres días después. Nelly ya había posado en varias ocasiones para Maylin, para mi era la primera vez. Le contamos cuales eran nuestras ideas al respecto de la portada de la revista, pensamos en varias imágenes y también en trabajar con el chroma Key. Lo pasamos genial, después de todo es de lo que se trata, hacer lo que a uno mas le apasiona, urdir en las fotografías, estudiar los poses, las luces... Nelly es una chica imaginativa y fresca, una joven muy joven y además bella, los dos componentes con que los antiguos romanos identificaban la belleza. Me ha caído muy bien, tanto por su delicadeza como por su forma de comportarse. No me extraña y lo deseo con sinceridad, que un buen día nos sorprenda en la cabecera de otras revistas bien en el mundo de la Moda o el Glamour, tablas para ello tiene. Y como no hay una sin dos, ensayamos diferentes temáticas en torno a la figura de nuestra singular Santa Claus. Y nunca mejor dicho, tampoco hay dos sin tres, así que comenzamos a hablar de un nuevo proyecto fotográfico en torno al maquillaje. En estos momento estamos contactando con varias maquilladoras profesio-

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nales para realizar el citado proyecto, y evidentemente el rostro dulce y expresivo de Nelly será el mapa donde se mezclarán los colores emolientes, ceras, aceites, esmaltes y efectos novedosos. Nuestras cámaras darán buena cuenta de ello en las páginas de Luz y Tinta. Así que la historia continuará… De esta sesión hemos querido hacer una selección entre las muchas fotos que le hicimos aquella mañana, entre otras cosas porque Nelly se lo merece y nuestros moldeadores de la luz, o los lectores que nos siguen también.

Guendy


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www.moldeandolaluz.com


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