Zemillero 34

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Abajo y a la Izquierda: Contra la Explotación, el Despojo, el Desprecio y la Represión

La Misión Tercera parte. Subcomandante Insurgente Galeano

De cómo Defensa Zapatista trata de explicarle a Esperanza cuál es la misión del zapatismo y otros felices razonamientos. “B

ueno, de ahí que te voy a explicar algo muy importante. Pero no lo puedes tomar apunte, sino que quiere que lo guardas en tu cabeza. Porque el cuaderno donde quiera lo dejas botado, pero la cabeza la tienes que cargar todo el tiempo”. Defensa Zapatista camina de decir, no le interesa la respuesta, sino un lado a otro, como dice que hacía las preguntas que le siguen a la priel finado cuando explicaba algo muy mera cuestión. Según ella, Defensa importante. Esperanza está sentada Zapatista está siguiendo el método sobre un tronco y, previsora, ha científico. “La problema no es entonces colocado un nailon sobre la madera húmeda, floreciente de musgo, hon- llegar, sino hacerse un camino. Que sea que si no hay camino, pues hay gos y ramitas secas. “¿Acaso lo vamos a mirar el que hacerlo, porque si no, cómo”, la lugar donde llegamos con la lucha?”, niña blande un machete que a saber suelta Defensa Zapatista señalando de dónde salió, pero seguro en alguna con sus manitas a ninguna parte. champa lo están buscando. “Entonces, la problema como Esperanza está pensando una respuesta, pero es evidente que De- que se cambió y lo más primero es fensa hizo una pregunta retórica, es el camino. Porque si no hay camino

para donde quieres ir, pues de balde estás con esa preocupación. Entonces, ¿qué vamos a hacer si no hay camino para donde vamos?”. Esperanza responde con satisfacción: “Esperamos a que deje de llover para que no nos mojamos cuando hacemos el camino”. Defensa se mesa los cabellos -y arruina el peinado que a sus mamaces le tomó media hora acomodar- y grita: “¡No!”. Esperanza duda y aventura: “Ya sé: le decimos una mentira al Pedrito de que hay caramelos allá donde vamos, pero no hay camino y viera quién hace un su camino primero, pues se atasca de caramelos”. Defensa reacciona: “¿Acaso vamos a pedir apoyo a los pinches hombres? Nuncamente. Nosotras lo vamos a hacer como mujeres que somos”. “Cierto”, dice Esperanza, “qué tal y de repente hay chocolates”. Defensa sigue: “Pero ¿qué tal que nos perdemos cuando vamos abriendo el camino?”. Esperanza responde: “¿Gritamos pidiendo ayuda? ¿Sacamos cohetón o tocamos el caracol para que oyen en el pueblo y vienen a rescatarnos?”. Defensa entiende que Esperanza está tomando el asunto literalmente y, además, está obteniendo el consenso del resto del público. Por ejemplo, el gato-perro ahora se relame los bigotes imaginando la olla llena de chocolates al final del arcoíris, y el caballo choco sospecha que tal vez también hay maíz con sal y la olla rebosa de botellas de plástico. La Calamidad ensaya la coreografía que le diseñó el SupGaleano, llamada “pas de chocolat”, que consiste en abalanzarse, en modo “rinoceronte”, sobre la olla. Elías Contreras, por su parte, desde el primer cuestionamiento sacó su lima y afila su machete de doble canto. Más allá, un ser indefinido, extraordinariamente parecido a un escarabajo, porta una pancarta donde se lee: “Llamadme Ismael”, discute con el Viejo Antonio las ventajas de

la inmovilidad en tierra firme, y así argumenta: “Pues sí, mi estimado Queequog, no hay ballena blanca que se acerque a puerto”. El anciano indígena y zapatista, maestro involuntario de la generación que se alzó en armas en 1994, se forja un cigarrillo con doblador y escucha atento los argumentos del bichito. La niña Defensa Zapatista asume que, al igual que las ciencias y las artes, está en el difícil lugar en que se es incomprendida: como un pas de deux aguardando el abrazo para las pirouettes y el sostén para un porté; como un filme preso en una lata, esperando una mirada que lo rescate; como un puerto sin embarcación; como una cumbia pendiente de unas caderas que le den vocación y destino; como un Cigala cóncavo sin convexo; como Luz Casal yendo al encuentro de la flor prometida; como Louis Lingg sin las bombas del punk; como Panchito Varona buscando, detrás de un acorde, un abril robado; como un ska sin slam; como un helado de nuez sin un Sup que le haga los honores. Pero Defensa es defensa, pero también es zapatista, así que nada de que nada, resistencia y rebeldía, y con la mirada busca el socorro del Viejo Antonio. “Pero las tormentas no respetan nada: lo mismo en mar y en tierra, en cielo y suelo. Hasta las tripas de la tierra se retuercen y sufren humanos, plantas y animales. No importan su color, su tamaño, su modo”, dice con voz apagada el Viejo Antonio. Todos guardan un silencio mitad respeto y mitad terror. Sigue el Viejo Antonio: “Las mujeres y los hombres ven de guarecerse de vientos, lluvias y suelos rotos, y esperan a que pase para ver qué quedó y qué no. Pero la tierra hace más porque se prepara para después, para lo que sigue. Y en su guardarse empieza ya a cambiar. La madre tierra no espera a que termine la tormenta para ver qué hacer, sino que desde antes empieza a construir. Por eso dicen los más sabedores que la mañana no llega así nomás y aparece de pronto, sino que está ya acechando entre las sombras y, quien sabe mirar, la encuentra en las grietas de la noche. Por eso los hombres y mujeres de maíz, cuando siembran, sueñan con la tortilla, el atole, el pozol, el tamale y el marquesote. No hay todavía, pero saben que habrá y es lo que manda su trabajo. Miran su trabajadero y miran el fruto incluso antes de que la semilla toque el suelo. Los hombres y mujeres de maíz, cuando miran este mundo y sus dolores, miran también el mundo que habrá que levantar y se hacen un su camino. Tres miradas tienen: una para lo anterior; la otra para lo de ahora, y otra una para lo que sigue. Así saben que siembran un tesoro: la mirada”. Defensa asiente entusiasmada. Entiende que el Viejo Antonio entiende el argumento que no alcanza a explicar. Dos generaciones distantes en calenda-

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