Zemillero 48

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Cooperación solidaria, junio 4 2021, Año II, No. 48

Semillero de Redes, Organizaciones y Colectivos de Resistencia y Rebeldía adheridos a la Sexta Nacional e Internacional

Normalismo rural

Espejo del feminismo y la lucha de clases

por Itzel Jacobo Ser pueblo, hacer pueblo, estar con el pueblo Lucio Cabañas

E

l normalísimo, no puede ser mejor ilustrado que en la frase de Lucio Cabañas. Cuando se es normalista se esta irremediablemente con el pueblo, para él se hace uno maestro o maestra, para ser pueblo se debe cargarse de memoria histórica, hacer pueblo es entonces la reproducción de la memoria histórica de los de abajo.

El abajo de nuestro país, es el abajo del indio olvidado. La represión contra las normales rurales representan la discriminación de los indios para formar pueblo, el despojo de la educación para los de abajo y la reiterada búsqueda de la sumisión del indígena ante los patrones del sistema que se impulsa a través del desprecio. La respuesta del Estado ante los reclamos de las normales rurales representa, el desprecio a la organización colectiva y la negación de la historia de este país, que en los libros de texto eleva a condiciones chovinistas a través de la Historia de bronce y la ética nacionalista representada en el estoicismo de héroes criollos. La represión normalista es el choque del individualismo neoliberal, frente a la organización colectiva, a la organización comunal; pero sobre todo, a la postura patriarcal del Estado que visualiza al indio como un ser infantil, de esta forma el

indio no está para exigir, esta para obedecer. Retomemos a Gines de Sepúlveda para esquematizar esta perspectiva. Sepúlveda formuló un paralelismo entre los indios, las mujeres y los niños, feminizó al indio (en el discurso) y le anuló como sujeto, dotándolo de características aptas sólo para la servidumbre. Esto que llamamos feminización del indio, sin duda, sintetiza el hecho de que el “carácter bestial del indio” se ve equiparado/intercambiado por el de ser mujer, cuya condición de tutela es perpetua y permanente. El normalísimo rural, históricamente refleja lo que las mujeres feministas demandan, sintetizado en la voz de Angela Davis: “el feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas”. Así mismo, es el indio que reclama ser persona, es la voz que al igual que las mujeres reclaman al sistema la necesidad de escucha, la necesidad de ser.

Frente a la reciente muerte de dos compañeras de la normal de Teteles Puebla, el gobernador de Puebla, Miguel Barbosa Huerta, ostenta un discurso paternalista que por un lado victimiza y anula el actuar político de las compañeras, afirmando: “Nos preocupa, nos preocupa la convivencia que tienen las niñas de ahí dentro de su plantel, nos preocupa que sean obligadas a cosas, que sean forzadas, que se les limite la alimentación o se les quite la alimentación, que se les ponga una orientación ideológica específica”. Por otro lado, reafirma el carácter paternalista del estado y su postura misógina, asentando claramente la incapacidad de las mujeres para asirse a una ideología o asimilarla. En lo expuesto anteriormente, es claro que los intereses de las clases dominantes, al verse expuestos o vulnerados por perspectivas que tambalean la lógica del poder, son reprimidos, cas-

tigados y señalados, pues además de la declaración del gobernador se criminaliza a las compañeras al haber supuestamente robado unas latas de bebidas energizantes. La pobreza, es un estigma que históricamente pervive en el pueblo, en el abajo al que nos debemos como maestros, la criminalización de la pobreza es síntoma del despotismo del Estado, tal es el caso de la demanda del examen de admisión a la normal Rural de Mactumatzá en Chiapas, de forma presencial y no en línea. Mactumatza, que se encuentra en uno de los estados mas pobres del país, el cual está limitado en cuanto a las telecomunicaciones, es sometido a las condiciones “pandémicas” cuando en el resto del país, se decreto que las clases presenciales comenzarían en la primera semana de Junio. La respuesta de los normalistas de Mactumat-

za, no es más que la respuesta de la lucha de clases que se vive en nuestro país, frente a la burla de los intereses del sistema que opera desde su lógica carente (por gusto) de conciencia de la realidad que se vive abajo. Ser profesora o profesor, implica el compromiso con ese abajo invisible a los ojos del Estado. Ser profesora es la oportunidad de encarar al sistema desde su entraña, pateando en las aulas al sistema con un discurso que invita al pueblo a la organización, a la desobediencia, pero sobre todo al amor por la vida. ¡Que la organización colectiva de las normales rurales viva! Todos somos Tételes, todos somos Mactumatza, todos somos Ayotzi! Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos ante el tirano. Lucio Cabañas


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