Zemillero 34

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el Zemillero

Memorial de lo que vendrá Cuarta parte. Subcomandante Insurgente Galeano

Es hace 35 octubres. l Viejo Antonio mira la fogata resistiendo a la lluvia. Bajo el chorreante sombrero de paja enciende, con un tizón, su cigarrillo forjado con doblador. El fuego se mantiene, escondiéndose a veces bajo los troncos; el viento le ayuda y con su aliento aviva las brazas que enrojecen de furia. El campamento es el nombrado desgarradas, las botas deformes por “Watapil”, en la llamada “Sierra Cruz los bejucos que pretenden mantener de Plata” que se yergue entre los las suelas en su sitio. húmedos brazos de los ríos Jataté y Con palabra pausada, queda, Perlas. Corre el año de 1985 y octubre apenas perceptible entre el ruido recibe al grupo con una tormenta, de la tormenta, el Viejo Antonio les presagiando así sus mañanas. El habla como si a sí mismo se llamara: alto almendro (que renombrará a esa “Para el color de la tierra vendrá montaña en la lengua insurgente), de nuevo el Mandón a imponer su palacompasivo mira a sus pies a ese puña- bra dura, su YO asesino de la razón, su do pequeño, pequeñísimo, insignifi- soborno disfrazado de limosna. cante, de mujeres y hombres. Rostros Vendrá el día en que la muerte demacrados, pieles enjutas, brillante vista sus ropas más crueles. Adorla mirada (tal vez la fiebre, la porfía, nados sus pasos con engranes y el miedo, el delirio, el hambre, la falta chirridos, la maquina que enferma de sueño), las ropas marrón y negro los caminos, mentirá diciendo que

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trae bonanza mientras siembra destrucción. Quien se oponga a ese ruido que aterra a plantas y animales, será asesinado en su vida y su memoria. Con plomo la una, la otra con mentira. La noche será así más larga. Más dilatado el dolor. Más mortal la muerte. Los Aluxo´ob alertarán entonces a la madre y así dirán: “Viene la muerte, madre, matando viene”. La tierra madre, la más primera, se despertará entonces -sacudiéndose el sueño de loros, guacamayas y tucanes-, reclamará la sangre de sus guardianes y guardianas, y, dirigiéndose a su prole, así dirá: “Vayan los unos a burlar al invasor. Vayan las otras a llamar a la sangre hermana. Que no les espanten las aguas, que no los desanimen fríos

ni calores. Abran caminos donde no los hay. Remonten ríos y mares. Naveguen las montañas. Vuelen lluvias y nubes. Sean noche, día sean, de madrugada vayan y alerten al todo. Que muchos son mis nombres y colores, pero uno es mi corazón, y mi muerte será también la del todo. Que no se avergüence entonces su piel del color que le he dado, ni de la palabra que en sus bocas he plantado, ni de su tamaño que cerca me tienen. Que yo les daré luz en la mirada, abrigo en sus oídos y fuerza en sus pies y brazos. No teman los colores y modos distintos, no los caminos diferentes. Porque uno es el corazón que les he heredado, uno el entendimiento y una la mirada”. Entonces, bajo el asedio de los Aluxo´ob, las máquinas del engaño mortal se descompondrán, rota su soberbia, su avaricia rota. Y los poderosos traerán de otras naciones a los lacayos que componen la muerte descompuesta. Se revisarán las entrañas de las máquinas de muerte y encontrarán la razón de su desandar y así se dirán: “están llenas de sangre”. Tratando de explicar la razón de esa terrible maravilla, así anunciarán a sus patrones: “no lo sabemos por qué, sólo lo sabemos que es sangre que heredera es de la sangre originaria”. Y, entonces, lloverá la maldad sobre sí misma en las grandes casonas donde el Poderoso se embriaga y abusa. Entrará la sinrazón en sus dominios y, en lugar de agua, manará sangre de los manantiales. Sus jardines se marchitarán y se marchitará el corazón de quienes le trabajan y sirven. El poderoso traerá entonces a otros vasallos para usarlos. De otras tierras vendrán. Y nacerá el odio entre iguales alentado por el dinero. Habrá peleas entre ellos, y vendrán la muerte y la destrucción entre quienes comparten historia y dolor. Quienes antes trabajaban la tierra y en ella se vivían, convertidos ya en sirvientes y esclavas del Poderoso en los suelos y cielos de sus antepasados, verán llegar las desgracias a sus casas. Se perderán sus hijas y sus hijos, ahogados en la podredumbre de la corrupción y el crimen. Volverá el derecho de pernada con el que el dinero mata la inocencia y el amor. Y las crías serán arrebatadas de los regazos de las madres y su carne nueva será tomada por los grandes Señores para saciar su vileza y ruindad. Por razón de los dineros el hijo levantará la mano contra sus padres y el luto vestirá sus casas. La hija se perderá en la oscuridad o en la muerte, matada su vida y su estar por los Señores y

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