8 minute read

La Huella del Coyote 96

Hoy quiero relatar aquella terrible experiencia que viví 12 años atrás, con la única intención que nadie más tenga que pasar por lo mismo que yo pasé.

Mi nombre es David y tengo 38 años; trabajé como oficial de migración en una zona del país, en la que desde aquel entonces me niego siquiera a acercarme un poco.

Advertisement

Recuerdo que era el inicio de mi carrera como oficial, y se me asignó un puesto de patrullaje en el río Bravo, éramos un equipo de 3 personas encargadas de cuidar una porción pequeña del río, y como pequeña porción, me refiero a varios kilómetros, pues ese río es uno de los más grandes de México.

Si no me equivoco, aquel día era jueves por la tarde y mi turno acababa de iniciar. Estábamos Marcos, mi superior, Carlos, un compañero con el que me llevaba medianamente bien y yo; se supone que iba a ser lo mismo de siempre: recorrer la ruta, no ver nada inusual y quedarnos en el auto hasta terminar el turno. Pero nadie se imaginaba las cosas terribles que estábamos a punto de experimentar.

Nuestro turno empezó bien, las horas pasaban rápido y el sol se estaba empezando a ocultar, y nos estábamos acercando a uno de los puntos más usados por las personas que quieren cruzar ilegalmente a Estados Unidos.

Fue justamente ahí donde empezamos a escuchar unos ruidos muy extraños, aunque al principio no sabíamos qué era lo que estábamos escuchando, los tres creíamos que era un animal herido. Marcos decidió parar el carro, y entonces pudimos escuchar con más claridad, eran gritos, unos gri-

tos desesperados como de un niño pequeño. Carlos, casi rompiendo la puerta, salió del auto rápidamente, y fue en ese momento que Marcos, mientras él salía corriendo detrás de Carlos, volteó a verme y me ordenó que diera aviso a la central de lo que habíamos escuchado.

Muy alterado tomé el radio y llamé a la central, explicando lo que estaba ocurriendo, y que mi superior y mi compañero ya se estaban encargando del asunto. A cambio recibí confirmación de la situación.

Debo confesar que de vez en cuando me pregunto qué hubiera pasado si simplemente me hubiera largado de allí, si no me hubiera quedado creyendo que alguien necesitaba ayuda.

Los minutos pasaban y pasaban, pero yo sentía que el tiempo corría lento mientras esperaba a mis compañeros, y aunque los gritos habían dejado de escucharse desde hacía ya rato, aún no había rastro de ninguno de ellos. Al principio pensé que todo era una broma para asustarme por ser el más nuevo del equipo, que era algún tipo de iniciación o algún raro examen para ver si estaba capacitado para este trabajo. Todos esos pensamientos se fueron en el momento que escuché la voz de Carlos, y aunque se escuchaba un poco rara, sabía que era su voz diciéndome: “¡Ramírez!”, repetía, “¡Ayuda, Ramírez!”. Cuando recuerdo ese momento, recuerdo su tono de voz seco y tranquilo, no parecía estar en ningún problema, y aunque me sentía un tanto desconfiado, atendí el llamado de ayuda de mi compañero.

Mientras me acercaba, se escuchaba más fuerte su voz y se tornaba más obvio que algo no estaba bien “¿Carlos, qué está pasando?”,

pregunté buscando algo en la oscuridad, pues el sol ya se había ocultado por completo y sólo contaba con una fuente de luz, una linterna que tomé del auto. “Ramírez, aquí” la voz de Carlos se seguía escuchando proveniente de la orilla del río. Al acercarme pude ver algo en el agua. “¿Carlos?, ¿Marcos?”, llamé a mis compañeros esperando alguna respuesta, mi corazón estaba latiendo rápidamente y mis manos empezaban a temblar sin control. Cuando estuve lo suficientemente cerca pude ver algo que me persigue en mis pesadillas hasta el día de hoy.

Dentro del agua, flotando, se encontraba el cuerpo mutilado de Carlos, le faltaban los ojos y un brazo, parecía que ‘algo’ se lo estaba tragando. Quería gritar, correr, llegar al auto y conducir hasta llegar a la central, pero el sonido proveniente de uno de mis costados, no me lo permitió. “Ramírez” de nuevo escuché la voz de Carlos saliendo de los arbustos, sólo que esta vez sonaba completamente diferente, frío e inhumano...

Ni siquiera podía registrar lo que estaba pasando, y sólo me quedé temblando en el suelo mientras un animal, con forma totalmente desconocida para mí, salía lentamente de las plantas, era algo parecido a un perro de estatura

mediana, completamente negro y con manos en la punta de la cola y donde se supone que van las patas. El animal se acercó a mí, como si me estuviera estudiando, abrió el hocico dejando salir su aliento con olor putrefacto acompañado de un gruñido que lentamente se fue transformando en la voz, esa voz que había estado escuchando todo este tiempo: “Ramírez, ayuda”.

Corrí, corrí lo más rápido posible para alejarme de aquel animal infernal, mis piernas me pesaban y los pulmones me ardían, pero no me importaba, lo único que quería era alejarme de aquel lugar y de aquel animal.

Después de lo que parecieron horas, pude ver las luces del auto y por un momento pensé que todo estaba a punto de terminar, que podría llegar a mi casa y olvidar todo lo que estaba pasando y que tal vez todo era sólo un mal sueño, una terrible pesadilla. Pero al llegar al auto, abrí la puerta apuradamente, me metí y traté de tomar las llaves, pero en ese momento pude sentir un dolor horrible en mi pierna, como si alguien me estuviera apuñalando con varios cuchillos al mismo tiempo.

Ese ‘alguien’ me sacó del auto con mucha fuerza y podía sentir cómo la piel y los músculos de mi pantorrilla se desgarraban por el ataque que esta cosa aplicaba sobre mí y al estar en el suelo, la criatura me soltó y empezó a atacar mi brazo izquierdo y ahora había más dolor en mi cuerpo, estaba muy asustado, cansado y estaba desangrándome mientras sentía las garras y colmillos de ese maldito animal atacando mi abdomen. En este punto estaba seguro que el animal estaba disfrutando de mi dolor. Honestamente, estaba completamente seguro de que moriría, mi vida estaba pasando frente a mis ojos, y llegó el momento que ya había bloqueado todo dolor,

aunque ese animal seguía jugando con mi cuerpo.

De repente, se escucharon dos disparos, disparos que hicieron que todo cambiara, pues escuché los gruñidos de dolor de la criatura mientras poco a poco me iba soltando hasta que finalmente pude sentir cómo la presión en mi cuerpo iba desapareciendo y de repente, el mundo se tornó totalmente oscuro. Al despertar me encontraba en una cama de hospital, mi superior, Marcos, se encontraba a mi lado, estaba sorprendido y feliz de verlo, traté de levantarme, pero el dolor no me lo permitía. Marcos, al ver que estaba despierto y consciente, me ayudó a incorporarme lentamente.

Marcos me platicó que la criatura, después de atacarlo a él, lo dejó desangrándose en el río, y cuando pudo reaccionar escuchó gritos y supo que la criatura ahora estaba atacándome a mí, por lo que como pudo, fue a buscarme y sacó el arma para disparar al animal.

Al día siguiente las autoridades estaban investigando el ataque y nos dijeron que no habláramos con nadie al respecto. Al paso de los días, el incidente fue catalogado como un simple ataque de animal salvaje. Marcos y yo renunciamos. No podíamos soportar la idea de no poder hacer nada al respecto.

Y así es como termina mi historia, la verdad no sé por qué estoy escribiendo esto, ninguna de las palabras que se encuentran aquí harán que monstruos como ese desaparezcan. Estoy seguro que ese demonio sigue ahí, esperando a que alguien se acerque lo suficiente para volver a atacarlo.

Aunque si esto puede llegar a otras personas, tal vez se pueda hacer algo al respecto. A lo mejor aquellas personas que lean esto puedan evitar más

incidentes como lo que nos ocurrió a Carlos, a Marcos y a mí…

Si alguna vez te encuentras cerca del río Bravo, recuerda mis palabras: ¡Da la media vuelta y lárgate de ahí!, recuerda lo que leíste aquí y rézale a alguna deidad, a quien sea, en la que creas, no vaya ser que tú seas el próximo.

Esta es la historia de David y es una advertencia, un aviso sobre lo que se oculta en las oscuras sombras a la orilla del río Bravo, pero él es solo una de muchas personas que han pasado por situaciones como estas. Víctimas de monstruos, espíritus y demonios, leyendas que pasan de generación en generación, convirtiéndose en cuentos para niños o historias completamente olvidadas que nadie recuerda de dónde salieron.

Luego llegan estas personas, las cuales se encuentran con estas historias y leyendas cara a cara, personas que lograron sobrevivir y fueron inmediatamente hechas a un lado, tratados como enfermos mentales, sin oportunidad de hacer nada al respecto.

Pues no más, nosotros seremos su voz, seremos la manera en que podrán compartir todas sus experiencias, no sólo de México, sino en todo el mundo. Nunca tendrán que volver a ocultarse por miedo a ser tratados como locos. Tal vez no sea la solución más efectiva, pero sí podemos traerle a esta gente la habilidad de poder dormir en la noche sabiendo que pueden hacer que sus situaciones no se repitan, yo creo que valdrá la pena.

--Yin--

Ahuizotl, origen: Azteca

*Alumno Licenciatura de Comunicación y Relaciones Públicas

This article is from: