La Huella del Coyote 96

Page 6

LHDC | EL CUENTO

El demonio del Río Bravo ¿De vez en cuando me pregunto qué hubiera pasado si simplemente me hubiera largado de allí, si no me hubiera quedado creyendo que alguien necesitaba ayuda? Por César Solís*

H

oy quiero relatar aquella terrible experiencia que viví 12 años atrás, con la única intención que nadie más tenga que pasar por lo mismo que yo pasé. Mi nombre es David y tengo 38 años; trabajé como oficial de migración en una zona del país, en la que desde aquel entonces me niego siquiera a acercarme un poco. Recuerdo que era el inicio de mi carrera como oficial, y se me asignó un puesto de patrullaje en el río Bravo, éramos un equipo de 3 personas encargadas de cuidar una porción pequeña del río, y como pequeña porción, me refiero a varios kilómetros, pues ese río es uno de los más grandes de México. Si no me equivoco, aquel día era jueves por la tarde y mi turno acababa de iniciar. Estábamos Marcos, mi superior, Carlos, un compañero con el que me llevaba medianamente bien y yo; se supone que iba a ser lo mismo de siempre: recorrer la ruta, no ver nada inusual y quedarnos en el auto hasta terminar el turno. Pero nadie se imaginaba las cosas terribles que estábamos a punto de experimentar. Nuestro turno empezó bien, las horas pasaban rápido y el sol se estaba empezando a ocultar, y nos estábamos acercando a uno de los puntos más usados por las personas que quieren cruzar ilegalmente a Estados Unidos. Fue justamente ahí donde empezamos a escuchar unos ruidos muy extraños, aunque al principio no sabíamos qué era lo que estábamos escuchando, los tres creíamos que era un animal herido. Marcos decidió parar el carro, y entonces pudimos escuchar con más claridad, eran gritos, unos gri6 | Lhdc

tos desesperados como de un niño pequeño. Carlos, casi rompiendo la puerta, salió del auto rápidamente, y fue en ese momento que Marcos, mientras él salía corriendo detrás de Carlos, volteó a verme y me ordenó que diera aviso a la central de lo que habíamos escuchado. Muy alterado tomé el radio y llamé a la central, explicando lo que estaba ocurriendo, y que mi superior y mi compañero ya se estaban encargando del asunto. A cambio recibí confirmación de la situación. Debo confesar que de vez en cuando me pregunto qué hubiera pasado si simplemente me hubiera largado de allí, si no me hubiera quedado creyendo que alguien necesitaba ayuda. Los minutos pasaban y pasaban, pero yo sentía que el tiempo corría lento mientras esperaba a mis compañeros, y aunque los gritos habían dejado de escucharse desde hacía ya rato, aún no había rastro de ninguno de ellos. Al principio pensé que todo era una broma para asustarme por ser el más nuevo del equipo, que era algún tipo de iniciación o algún raro examen para ver si estaba capacitado para este trabajo. Todos esos pensamientos se fueron en el momento que escuché la voz de Carlos, y aunque se escuchaba un poco rara, sabía que era su voz diciéndome: “¡Ramírez!”, repetía, “¡Ayuda, Ramírez!”. Cuando recuerdo ese momento, recuerdo su tono de voz seco y tranquilo, no parecía estar en ningún problema, y aunque me sentía un tanto desconfiado, atendí el llamado de ayuda de mi compañero. Mientras me acercaba, se escuchaba más fuerte su voz y se tornaba más obvio que algo no estaba bien “¿Carlos, qué está pa-

sando?”, pregunté buscando algo en la oscuridad, pues el sol ya se había ocultado por completo y sólo contaba con una fuente de luz, una linterna que tomé del auto. “Ramírez, aquí” la voz de Carlos se seguía escuchando proveniente de la orilla del río. Al acercarme pude ver algo en el agua. “¿Carlos?, ¿Marcos?”, llamé a mis compañeros esperando alguna respuesta, mi corazón estaba latiendo rápidamente y mis manos empezaban a temblar sin control. Cuando estuve lo suficientemente cerca pude ver algo que me persigue en mis pesadillas hasta el día de hoy. Dentro del agua, flotando, se encontraba el cuerpo mutilado de Carlos, le faltaban los ojos y un brazo, parecía que ‘algo’ se lo estaba tragando. Quería gritar, correr, llegar al auto y conducir hasta llegar a la central, pero el sonido proveniente de uno de mis costados, no me lo permitió. “Ramírez” de nuevo escuché la voz de Carlos saliendo de los arbustos, sólo que esta vez sonaba completamente diferente, frío e inhumano... Ni siquiera podía registrar lo que estaba pasando, y sólo me quedé temblando en el suelo mientras un animal, con forma totalmente desconocida para mí, salía lentamente de las plantas, era algo parecido a un perro de estatura


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.