Dialogo Entre Masones Febrero 2015

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CARTA DE UN PERRO A SU AMO.

EL ANIMAL MÁS NOBLE SOBRE LA TIERRA Raven the Angell

Ahora, tú eres mi amo y solo te pido amor. Has decidido hacerte responsable de mí y me siento muy agradecido por tu determinación.

Existirá entre ambos un secreto pacto de confianza que jamás será quebrantado de mi parte. Deberás comprenderme por algún tiempo, acabo de separarme de mi madre y de mis hermanos. Me notaras desorientado, Inquieto y algunas noches hasta me verás llorar... Si, los extraño, compréndeme, yo te comprenderé luego por

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muchos años. Seré tu mejor amigo, entenderé tus cambios de humor, tus alegrías, tus días buenos y tus días malos, estaré a tu lado acompañándote en tu soledad y en tu tristeza, yo te trataré siempre con el mismo amor, con la misma lealtad. Lameré la mano con que me castigues, porque mi capacidad de perdonar es infinita Pero no me castigues, enséñame. Desconozco los detalles que puedan irritarte y deseo complacerte en todo. Deseo también de que te sientas orgulloso de mi cuando me veas echado a tus pies, cuando camine a tu lado por la calle como tú sombra más fiel. Quiero responder a ese ideal de perro que tanto anhelas, pero depende de ti; seré reflejo de tu modo de educarme y de tratarme. Ayúdame a no defraudarte. Si me tratas con violencia... seré agresivo. Háblame, entiendo cada una de tus palabras, aunque no te conteste con el mismo lenguaje. Aprende a leer mis ojos y comprenderás cuanto te entiendo; sé que eres una buena persona. ¿Qué piensas tú de aquellos que no aman a los animales? Estoy seguro que me cuidarás con amor. Eres mi amo. Poco a poco nos haremos grandes amigos nos conoceremos y nos respetaremos por igual Mira, cuando el primer hombre apareció en la tierra el resto de los animales creían que era otro animal, sin embargo tenía "alma". Medita sobre esto. El hombre manifiesta su alma a través del lenguaje, nosotros a través de nuestros actos. No olvides nunca mi amo, que te amo a mi manera. Durante más de diez años estaré Junto a ti, creceremos juntos, compartiremos tantas y tantas cosas...y el día que me vaya a vivir a alguna estrella, mira el cielo con frecuencia porque siempre te estaré mirando. Pero deseo decirte algo; no dejes mi cucha vacía hay otro cachorro esperándote y al cual llegarás a amar tanto como a mí. No quiero dejar en mi testamento una cucha vacía, ahora bien, no pensemos en ese día, hazme una caricia y Juega un ratito conmigo. Tenemos muchos años por delante para hacernos felices. Te acompaña, te cuida, te comprende y te ama.... TU PERRO.

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Estudio EsotĂŠrico de la MasonerĂ­a Vicente Alcoseri

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Estudio Esotérico de la Masonería La Masonería es el conjunto de las prácticas cuya puesta en obra, en relación a los principios de la ciencia esotérica, permite al hombre evolucionar hacia la Luz Consciente. El previo estudio de los elementos fundamentales relativos al hombre y al Universo, objetos de las dos primeras partes del curso Esotérico ha permitido adquirir el mínimo de conocimientos necesarios para abordar el estudio de la Masonería. La Masonería comienza más allá de la zona de exploración de la ciencia positiva académica; entre esas dos ramas del saber existe un vacío, una zona de ilusión creada intencionalmente y que constituye un obstáculo una autentica muralla. Ese vacío no puede ser franqueado más que al precio de esfuerzos considerables e incluso súper-esfuerzos, y opera una selección iniciática. El carácter y la cantidad de esfuerzos necesarios difieren y dependen de la naturaleza y el grado de deformación del espíritu del hombre exterior, factores que son individuales. El franqueamiento del vacío exige estudios teóricos acompañados de trabajos prácticos incluidos en un programa determinado. Ahora podemos emprender el estudio de la Masonería. Eso puede hacerse bajo numerosos ángulos; pero es más preciso exponer el sentido filosófico y esotérico del Camino partiendo de las consideraciones expuestas en Logias Allí en Logia la mujer y el hombre es comparado con una célula de la vida orgánica sobre la Tierra. Por el hecho de su pertenencia a ese organismo, el hombre está sometido a la Ley General y es 4


sólo cuando se escapa de ella que él la reemplaza por la Ley de Excepción. No nos damos cuenta de cuánto estamos atados por la Ley General que gobierna al mundo de los profanos.' Actuando sobre nosotros como actúa sobre las células, esta ley nos inmoviliza o tiende constantemente a conducirnos a nuestro lugar. Su fuerza sólo nos deja una limitada libertad de acción, en su orientación y en su extensión. Ella actúa por diversos procedimientos. Puede decirse que si la persona" vive como todo el mundo", si él no se aventura fuera de las pequeñas parcelas delimitadas por fronteras profanas, él no se da cuenta de la existencia de esta fuerza, o, sobre todo, esta misma fuerza lo ignora. Pero si sus empresas salen de lo común en no importa que dominio, y especialmente en el del esoterismo masónico, la fuerza entre en acción y le suscita toda clase de obstáculos a fin de hacerlo volver al punto donde, según la Ley General Profana, él debe permanecer. En realidad sin conocer esta fuerza, tenemos la intuición de su existencia y de las múltiples formas que reviste. Las Santas Escrituras o “Libro de la Ley” hablan de ella más de una vez, especialmente a propósito del trabajo esotérico masónico. Sobre ese tema Jesús dice que el Hombre tendrá por enemigos las gentes de su casa,' y, con más razón, que un profeta es despreciado en su patria, entre sus parientes y en su casa.' Así, si esta fuerza conservadora, sirviente de la Ley General Profana, no llega a "calmar" al hombre, actuando directamente sobre él, busca de alcanzarlo indirectamente por las gentes de su casa, sea por los sentimientos que ellos invocan, sea por la frialdad y el desprecio que testimonian. El ejemplo clásico de esta acción indirecta es la seducción de Adán por Eva, su alter ego, después que ella misma fue seducida 5


por la Serpiente por medio del fruto del Árbol del conocimiento del bien y del mal. Este mito está lleno de significado. ¿Por qué La Serpiente, el más astuto de los animales de los campos? La serpiente personifica la ilusión o Maya Hindú, más exactamente la fuerza de la ilusión implantada en el organismo humano y la potencia de la que dispone. Es remarcable que esta fuerza, al lado de los riesgos que comporta, tiene efectos netamente positivos; especialmente la imaginación creadora. La fuerza de la ilusión puede, también, ser amaestrada y orientada Integralmente en sentido constructivo; pero esa reinversión de sus efectos no puede obtenerse más que al precio de un trabajo proseguido con tenacidad hacia y sobre el Camino esotérico masónico. En el hombre Exterior, por las secuencias de ilusiones que ella engendra, esa fuerza provoca consecuencias negativas. En la Tradición se la llama la Serpiente Kundalini, la pequeña serpiente, la razón de esta designación es que cuando se la despierta y se la orienta en el sentido constructivo, su acción en el organismo da la sensación de un movimiento ondulatorio. Esa es la razón de la elección de la serpiente como personaje en el mito de la caída de Adán. El fruto del Árbol del conocimiento del bien y del mal, conocimiento accesible a esa facultad intelectual: la razón (ratio) pura o práctica, que no puede franquear los límites de las influencias "A", que en último término se revela ilusoria. En efecto, ella no es otra cosa que el conocimiento de los elementos del mundo fenomenal, es decir de los elementos "A" cuya suma algebraica en su conjunto es igual a cero. La serpiente astuta se aproximó a Eva hipnotizándola por el juego centelleante de la linterna. 6


Tomando lo irreal por lo real, Eva arrastra a Adán en su caída. Desde entonces, esta maniobra de seducción, enriquecida por numerosas variantes se ha vuelto habitual en las relaciones humanas.

Es comprometiéndose en el Camino esotérico que el hombre puede remontar la corriente y redimir el pecado original, ese error de nuestro común ancestro, error que repetimos a cada instante. En tanto que ella no sea amaestrada, la fuerza de la ilusión retiene a cada uno en su lugar, obligándolo a tomar muy a menudo lo falso por lo verdadero. Caído en lo irreal, en lugar de avanzar, el hombre se tambalea; un paso adelante, dos pasos atrás y así sucesivamente. El agotamiento que resulta de ello lo conduce a la muerte. En esa vida artificial profana, regida por la Ilusión, vida sembrada, sin embargo, de influencias "B", nos es necesario casi cada día, proceder a una reestimación de los valores a fin de no caer en una nueva trampa. Generalmente se está de acuerdo en reconocer la existencia del peligro de la Ilusión, pero sobre todo en teoría; lo más a menudo la vemos pasar sobre nuestro prójimo 7


pero no sobre nosotros mismos. Así continuamos viviendo hoy como ayer, y la fuerza que en general se llama el Diablo triunfa. Pero sea cual sea el nombre que se le dé, ella está siempre presente. Vivimos en un mundo artificial, ilusorio. Desde ese punto de vista es interesante citar la sentencia de un monje budista. Respondiendo a la pregunta: ¿Cómo se representaría usted la creación del mundo? él dice: El mundo es creado de nuevo para cada recién nacido. Es exacto. Porque la fuerza de la ilusión que nos encadena a todos, ejerce sin embargo una acción individual sobre cada uno de nosotros, porque nuestro espíritu está falseado de una forma que le es propio ¿Cuál puede ser la salida de esta situación? Si permanecemos tranquilamente en nuestro lugar, las carreras humanas nos están abiertas en la medida que ellas permanecen más acá del Vacío. Podemos tener una vida feliz o desgraciada, una vida familiar, vivir amores, hacer descubrimientos; viajar, escribir. Después llega el fin. Nuestro razonamiento comienza a ser más realista si nuestra atención se concentra sobre el fin. Todo puede ocurrirnos en la vida, o nada; nuestras aspiraciones pueden ser colmadas o no, pero hay un fin cierto que es la muerte. En nuestros estudios debemos partir de este hecho. La cuestión siguiente se plantea desde que la humanidad existe: ¿es la Muerte absolutamente inevitable? ¿No existe ninguna salida? ¿Puede admitirse que nacemos, somos educados, instruidos, etc., para un aniquilamiento puro y simple? ¿Nuestra cabeza y nuestro corazón, pueden adaptarse a esta fatalidad sin rebelarse? En realidad nosotros no pensamos en ello o lo hacemos muy poco, para gran satisfacción de esa fuerza de ilusión, el diablo según la Tradición. Sin embargo, hoy en día el hombre piensa más en la vanidad de las cosas de este mundo, sobre todo después de los eventos del siglo: guerras mundiales, revoluciones, guerras contra 8


el narcotráfico, secuestros, sexo bajo, tensiones políticas y sociales, fanatismo religioso, desintegración de los imperios, progresos aterrorizantes de la demografía. Si atendemos sobre estos acontecimientos cuya razón de ser es de naturaleza cósmica. Delante de ese espectáculo nace en nosotros el sentimiento del absurdo. El progreso acelerado de la técnica en vez de dar seguridad, inspira un terror y una incertidumbre que socava la fuerza, hasta ahora inquebrantable de la ilusión. Y comenzamos a sentir un interés creciente por el problema de la muerte. Todavía ayer disimulado en los recovecos de nuestra conciencia de vigilia. Ahora citado el texto del Apóstol San Pablo: os digo un misterio, no moriremos todos nosotros, sino que todos seremos transformados.' Volvamos a comentarlo bajo un ángulo distinto. ¿Qué quiere decir: todos nosotros seremos transformados? Tarde o temprano, cada cual abandonará su cuerpo físico y, en efecto, todos nosotros seremos transformados. ¿Qué quiere decir entonces: no moriremos todos? Para el hombre exterior, la destrucción del cuerpo físico que sirve de matriz a ese feto astral que es la Personalidad, conduce obligatoriamente a la descomposición de éste último. En el lenguaje de la Tradición, se llama a la descomposición de la Personalidad y con ella la del Yo personal, la Muerte segunda. Por la Iniciación Masónico o el segundo Nacimiento, cuando nace el cuerpo astral —del cual se realiza la soldadura— y se integra al Yo real para formar una Individualidad, accedemos a la vida planetaria y escapamos así a la Muerta segunda. Sin embargo, ella se producirá, no más a los cuarenta días de la muerte del cuerpo físico, sino sólo después de 80 años astrales, es decir .400.000 años terrestres. Para el hombre o mujer iniciados, cuando haya franqueado el umbral del círculo interior del esoterismo, la muerte del cuerpo físico equivaldrá al abandono de un vestido usado o pasado de moda. Tomará otro si 9


tiene necesidad. Entonces eso no será más una catástrofe. Tal es el sentido de la sentencia de San Pablo. Este texto esclarece los primeros datos del problema. Se trata de las condiciones a cumplir para alcanzar, según el Apóstol, el objetivo indicado que lleva en la ciencia esotérica el nombre de Camino. Son ellas: la prosecución de ciertos estudios, la observancia de preceptos, el respeto de ciertas reglas, la ejecución de trabajos prácticos; todo ello debe realizarse con el espíritu de rigor que prevalece en la ciencia positiva académica. Pero mucho más todavía que en esta, es necesario ejercer, desarrollar, agudizar nuestro espíritu crítico. Esto se hace necesario porque no existen límites precisos en nuestro mundo interno. Si sobre el plano intelectual, la lógica tiende a formular definiciones claras; no es menos cierto que el funcionamiento de la inteligencia está bajo el imperio de la Ilusión, la que llega a falsear nuestros juicios en numerosas circunstancias. En el plano emotivo, la situación es todavía más intrincada porque es muy difícil orientarse y definir en forma neta lo que nace de nosotros mismos y lo que resulta de impresiones exteriores, dicho de otra manera; lo que es o no es yo. La distinción tan fácil del objeto y del sujeto en el mundo físico, es ya menos fácil en el mundo intelectual y es especialmente difícil en el mundo emotivo. Aunque es la vida emotiva el objeto principal del trabajo esotérico. Es por eso que se concede tan grande importancia, en la enseñanza esotérica, al desarrollo del espíritu crítico dirigido hacia nosotros mismos, es decir hacia los fenómenos de nuestra vida interior. El hombre, en tanto que célula de la vida orgánica sobre la tierra, participa del desarrollo del Rayo de la Evolución hacia la Gran Luz por medio de la Iniciación Masónica. La vivificación de la Luna, el feto cósmico, es uno de los actuales aspectos de ese desarrollo. Exige cantidades considerables de energía, que son 10


producidas en especial por el sector humano de la vida orgánica. La Ilusión, que juega un rol tan importante en la conciencia de vigilia del hombre, ha sido introducida allí para que éste acepte participar sin rebelarse en ese aspecto de la obra cósmica. Si se es consciente de esta situación y si se desea escapar de ella se debe concebir y crear una pantalla que proteja contra esa influencia devorante de la Luna. Sin embargo, en tal caso es necesario tener cuidado de caer de una ilusión 'a otra, erigiendo una falsa pantalla; porque en lugar de una economía de fuerzas, se produce a continuación una pérdida agravada de estas. Aunque la cantidad de fuerzas necesarias para oponerse válidamente a la influencia de la Luna, es considerable. El primer imperativo es entonces, detener sus derroches y cerrar los grifos que dejan a la energía escapar inútilmente emociones estériles, especialmente las emociones negativas; fantasías surgidas de una imaginación descontrolada; descoordinada gimnasia mental, charlatanería, etc. Es necesario actuar entonces como un sabio ministro de finanzas, economizar severamente nuestras fuerzas, sin esterilizar, de todas formas, ni nuestra actividad ni nuestra inteligencia. Muy por el contrario, es necesario almacenar, acrecentar lo más posible estas fuerzas para constituir reservas. Tal es el doble aspecto del primer objetivo a alcanzar. El vacío del cual hemos hablado, lleva, en el lenguaje imaginado de la Tradición, sea el nombre de fosa, sea el de umbral, Así, emplearemos sobre todo este último término, pero aquí utilizaremos el primero a propósito de un fragmento simbólico. Desde siempre la enseñanza esotérica masónica ha propuesto a sus discípulos, a la vez que esquemas, fragmentos literarios presentados bajo forma simbólica.

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Estos deben ser aprendidos de memoria, después representados por un esquema. También se practica el ejercicio inverso: partiendo de un esquema, debe entonces escribirse un fragmento literario. He aquí uno de esos fragmentos: Perdido en una selva llena de bestias feroces, enmudecido por un confuso sentimiento, pero profundo; el hombre busca desvariadamente una salida. Extenuado, después de haber corrido mil riesgos, helo aquí ante la orilla. Delante suyo se presenta un espectáculo que lo hace caer en una admiración mezclada de espanto: un castillo de gran belleza salvaje se levanta más allá de una gran fosa llena de viva agua clara. Detrás del castillo se abre un venturoso valle iluminado por los últimos rayos del sol. A la izquierda, el horizonte se oscurece, enrojeciendo; anuncia una tormenta. Maravillado, preso de un deseo apasionado por alcanzar el castillo, el hombre olvida los riesgos y las fatigas a las que estuvo expuesto. ¿Cómo alcanzarlo? Se pregunta. De repente escucha una voz que le habla desde el fondo de su corazón La fosa, le dice, sólo puede ser franqueada nadando... Pero la corriente es fuerte, el agua glacial. Sin embargo, el hombre siente como en él surge un flujo de nuevas fuerzas. Decidido, se arroja en la fosa. El frío paraliza su aliento. Pero, por una extrema tensión de voluntad, de algunas brazadas alcanza la otra orilla, salta sobre el primer escalón de la escalera donde hace pie. Lo dominan otros tres inmensos escalones de granito. Conducen a una gran escalinata en hemiciclo defendida por dos torres. Dos puertas cerradas dan acceso a ellas. Un aullido llega a sus oídos. El hombre se da vuelta. En el lugar donde estaba hace algunos instantes, se encuentra una manada de lobos. Cae el día. En la

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penumbra puede distinguir todavía el fulgor de los ojos de las bestias hambrientas. De nuevo escucha la Voz que le dice: Después de todo, el riesgo no era tan grande porque, si te hubieras negado a correrlo, habrías sido destrozado por los lobos. Aterrorizado de pronto por el peligro del que había escapado, el hombre mide las dificultades que presenta la escalada. Apenas intenta trepar sobre un segundo escalón se desata una lluvia diluviana, haciendo resbaladizas las piedras y trabando sus movimientos. De todas formas consigue hacer pie. Pasa la tormenta, la lluvia disminuye. Sus pocas vestimentas chorrean sobre la losa. Poco importa, dice la Voz, ya te habías mojado atravesando la fosa. El hombre recobra el aliento y recomienza la ascensión. Cae la noche, aparece dorado y pálido el creciente de la luna nueva; sobre la derecha, del lado del ocaso. Buen signo, escucha desde el fondo de sí mismo. El hombre sonríe. Por el momento se aferra a las mínimas salientes para ganar el tercer escalón. Lo alcanza con las manos y piernas manchadas de sangre. Tan pronto como hace píe, una ráfaga de viento glacial casi lo hace caer. Aplastándose en el suelo, trepa hasta el pie del muro que forma el cuarto escalón y allí encuentra abrigo. Esto no es todo todavía, dice en ese momento la Voz. No te retrases en tu refugio. Porque el escalón puede quebrarse; entonces te tragará la tierra... La resistencia a la tormenta, en lugar de extenuarlo, decuplica las fuerzas del hombre. Trepa ahora sin demasiada dificultad sobre el cuarto escalón que no obstante tiene la misma altura que los anteriores. Erguido escucha entonces, como si fuera un trueno, la trompeta de alarma. Bruscamente, un 13


aliento ardiente alcanza su rostro. Levanta los ojos. En la oscuridad de la noche, delante suyo, se yergue una figura luminosa: es el Guardián. Vestido con armadura y casco deslumbrantes, el brazo extendido, tiene en la mano una espada llameante dirigida hacia el hombre. ¿Quién eres tú, peregrino?, le pregunta. ¿Con qué objetivo y en el nombre de quién has superado esos obstáculos y trepado la escalera del paraíso? Transportado por un impulso de alegría inefable, el hombre repite en voz alta las palabras que acaba de escuchar en el fondo de su corazón. En ese instante las siente como suyas y responde con coraje al Guardián: ¡Yo soy el Alma que busca la felicidad divina; una partícula que aspira a unirse al Principio Creador! Tu respuesta es válida, replica el Guardián. La puerta de la torre de la derecha se abre. La espada vuelve a su vaina. El Guardián toma al hombre de la mano y le hace atravesar el umbral de la puerta abierta... La aurora va dorando el Levante. Precursora del Sol, la Estrella de la mañana brilla, más allá del Valle venturoso. Veo un edificio, mole enorme. En el muro frontal una estrecha puerta, abiertas las hojas; detrás, vapores sombríos. Frente al elevado umbral, una jovencita... Una linda jovencita. Un aliento surge de esos vapores opacos y glaciales, trayendo de las profundidades del edificio, dentro de una corriente de aire glacial, el sonido de una voz sorda y pausada. Oh tú, que aspiras a franquear este umbral, sabes lo que te espera? 14


Lo sé, responde la jovencita. ¿Estás dispuesta a ser rechazada por todos? ¿Estás dispuesta a la completa soledad? Estoy preparada para ello. Lo sé. Soportaré todos los sufrimientos y todos los golpes. ¿Aunque no vengan de los enemigos sino de los parientes y amigos? Sí... aún de ellos. —Bien. ¿Aceptas el sacrificio? Sí ¿El sacrificio anónimo? Perecerás y nadie... nadie sabrá mismo que memoria honrar. No tengo por qué tener reconocimiento ni piedad. Ni porqué tener un nombre. ¿Estás preparada para el crimen? La jovencita baja la cabeza. También para el crimen. La voz que la interroga no continúa inmediatamente. Finalmente recomienza: ¿Sabes que un día podrías no creer más en lo que crees ahora y llegar a pensar que te has engañado y que fue por nada que perdiste tu joven vida?

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Eso también lo sé. Aun sabiéndolo, quiero entrar. La jovencita atraviesa el umbral, cae una pesada cortina. Rechinando los dientes, alguien profiere detrás de ella: ¡Una tonta! A lo que responde una voz, llegada de alguna parte: ¡Una inteligente guerrera! * Estos dos fragmentos, ambos de origen esotérico, dan una idea del acceso al Camino. A medida que nuestros estudios avancen en profundidad, descifraremos el sentido del uno y del otro, porque allí todo es significativo. Por el momento llamaremos la atención del lector sobre la primera indicación, la más importante para él: el Camino Masónico tiene un sentido único. Es decir que para aquel que se compromete en él, el camino de retorno está prohibido. No en virtud de cualquier imperativo externo, sino por el hecho de que cada paso en el Camino modifica irrevocablemente el contenido interior de quien se ha comprometido en él. A consecuencia de ello deviene, de más en más, extraño a su entorno; pierde de más en más su interés por la vida exterior, en la que ayer todavía participaba plenamente. El aspecto de las cosas y sobre todo de los seres, sufren a sus ojos un profundo cambio. Un día se sorprenderá de constatar que ciertos rostros en los cuales todavía ayer, encontraba una gran belleza, dejan ahora transparentar marcas de bestialidad. No todos, pero muchos. ¿Qué ves? Exclama para sí mismo Nicolás Gogol en un acceso de clarividencia. Niebla... y los gruñidos de los puercos...

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Más progresa el hombre sobre el Camino, más se acentúa en él un sentimiento de ser extranjero. Pronto se volverá fastidioso; un poco más tarde, insoportable; finalmente odioso. Es por eso de que el profeta es despreciado en su patria, entre sus parientes y en su casa." La indicación es precisa, no deja lugar a dudas. Aquel que quiere comprometerse en los estudios esotéricos es invitado a reflexionar dos veces y a sopesar todo antes de lanzarse a decidido a la fosa-umbral. Porque, repitámoslo, no le será más posible volver a la vida exterior y encontrar allí, como en el pasado, satisfacción y placeres. De todas formas, al lado de las dificultades que son los primeros resultados de su evolución, el hombre recibirá impresiones reconfortantes sobre todo en sus relaciones humanas. Se sorprenderá de percibir un día que ciertas caras que todavía ayer le parecían ordinarias, resplandecen hoy a sus ojos de una belleza deslumbrante. Es porque su mirada, agudizada por el trabajo esotérico masónico, adquiere la facultad de penetrar más allá de la corteza. Es entre esos seres más límpidos que encontrará sus nuevos amigos. Su sociedad lo recibirá como uno de los suyos. Allí será comprendido, y la comunidad de intereses y objetivos será para todos una ayuda y un estímulo. A continuación damos el esquema del Abad Doroteo, esquema que es presentado en la Tradición ortodoxa cuando se aborda el problema del Camino. Significa que aquellos que marchan hacia la Verdad se aproximan progresiva-mente unos a otros. Hemos hablado del Camino como si él ya nos estuviese abierto y se encontrase a nuestra puerta, de suerte que nos sería suficiente dar un paso para entrar en él. De hecho, no hay nada de eso. Es necesario, en consecuencia, hacerse la idea de que la vida exterior

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es una verdadera jungla donde reinan las influencias "A"; pero que existe, en efecto, un 8. Mateo XIII, 57; Marcos VI, 4. Camino trazado por las influencias "B". Es necesario comprender también que el Camino es único y que no hay camino fuera del Camino. Enseguida es necesario darse cuenta de que, tal como somos, no nos encontramos y no podemos encontrarnos sobre el Camino. Para alcanzarlo, es necesario entonces encontrar y seguir después un camino de Acceso. Una reflexión seria y objetiva nos conducirá a esa conclusión lógica de que no sólo nos encontramos fuera del Camino, sino igualmente fuera de los caminos de Acceso. Nosotros nos encontramos de hecho en plena jungla con un solo triunfo en las manos: el deseo de ganar el Camino. Si ese deseo es sincero y lo suficientemente fuerte, encontraremos sin gran dificultad un sendero conduciendo a un camino de Acceso, por el cual finalmente alcanzaremos el Camino.. Se ve que la dirección a tomar para alcanzar el camino de Acceso depende del lugar donde se encuentre aquel que quiere alcanzarlo. Ninguna indicación general puede ser dada. Simbólicamente puede decirse que si una persona debe ir, para alcanzar el camino de Acceso en dirección norte, otra, que se encuentra del otro lado del camino buscado, marchará necesariamente hacia el sur. Lo mismo es para el Camino. La prudencia y la circunspección son necesarias tanto frente a las decisiones a tomar como en la apreciación de los movimientos propios y los de los demás Fraternalmente Vicente Alcoseri

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Tocapu: unidad de sentido en el lenguaje grรกfico andino Margarita E. Gentile

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Margarita E. Gentile Obtuvo su Bachillerato en Ciencias Sociales, en la especialidad de Antropología Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y el título profesional de Licenciada en Antropología Social en la misma Universidad. En la actualidad es investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), de la República Argentina y también Investigadora en el Departamento de Arqueología del Museo de La Plata, provincia de Buenos Aires, Argentina. Es profesora titular ordinaria de la cátedra “Instituciones del período colonial e independiente” en el Instituto Universitario Nacional del Arte, Buenos Aires. Ha publicado varios libros de su especialidad, entre otros, Testamento de indios de la Gobernación de Tucumán: 1579-1704. Buenos Aires, 2008, y de numerosos artículos en revistas especializadas de las ciencias sociales de Argentina, Perú y otros países de América Latina.

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Tocapu: unidad de sentido en el lenguaje gráfico andino Margarita E. Gentile Investigador CONICET - Museo de La Plata

Resumen: A principios del siglo XXI, los estudios acerca de los grandes estados territoriales andinos (Chavín, Tiwanaku, Inca) y sus epígonos (Huari, La Aguada, entre otros), todavía se preguntan cómo fue posible su surgimiento y sustento sin un registro escrito en caracteres fonéticos sobre soportes duraderos; pero se acepta que la tradición oral pudo alcanzar profundidades cronológicas superiores a las admitidas para otros tiempos y lugares. En trabajos previos nos referimos a la importancia que tenían forma y color como parte de un sistema de registro, almacenamiento y comunicación durante el Tahuantinsuyu. En este ensayo incorporamos datos al tema, revisamos nuestras indagaciones previas y ampliamos las posibilidades que esta línea de investigación ofrece, siempre en complementariedad con otros estudios andinos. Abstract: At the beginning of the 21st century, the studies about the great Andean territorial states (Chavín, Tiwanaku, Inca) and their followers (Huari, La Aguada, &), still are wondered how it was possible his sprouting and sustenance without a registry written in phonetic characters on lasting supports; but it is accepted that the oral tradition could reach chronological depths superiors to admitted after other times and places. In previous works we talked about the importance that had form and color like part of a registry system, storage and communication during the Tahuantinsuyu. In this study we incorporated data to the subject, we reviewed our previous investigations and we extended the possibilities this line of investigation offers, always in complementariness with other Andean studies. 21


El tema y su interés. En las crónicas y diccionarios tempranos tocapu nombraba un tipo de trabajo textil de alta calidad “inventado” por el Inca Viracocha, de quien también se contaba que entre él y sus ministros se comunicaban mediante figuras; sus significados parece que se perdieron luego que el Inca murió (Murúa [1613] 1986: 72). Es decir, tocapu fue una calidad de tejido, no un dibujo; y no sabemos cómo eran aquellas figuras ni sus soportes. Pero, en la literatura científica moderna se llama asi a unos pequeños dibujos cuadrados, multicolores, que forman hileras y columnas en quero, llauto, chumpi y uncu de cumbi incaicos. Aunque también los hay en algunos llauto Moche y Paracas, gorros Tiwanaku y ropa Chancay, entre otras prendas andinas, la relación directa con lo incaico tuvo lugar en el siglo XX; en 1936 se publicó la crónica de Felipe Guamán Poma de Ayala con dibujos de cada uno de los gobernantes cusqueños, cuya ropa fue descrita en sus colores, incluidas las hileras o “betas de tocapo”. A comienzos del siglo XVII se sabía que tocapu era una calidad de tela, y así pasó a los diccionarios de época y alguna crónica (Anónimo [1586] 1951: 84; Gonçalez Holguin [1608] 1952: 344; Bertonio [1612] 1879: 357; Sarmiento [1572] 1943: 161); y que las “betas de tocapo” eran la parte del uncu tejida con primor, no los cuadritos mismos. El paso siguiente fue dado en dirección a la creencia de que los tocapu conformaban un sistema de escritura; y esto lo facilitó el cronista Martín de Murúa, quien había dicho que en tiempo de Guaina Capac “... entre sus muchos ídolos tenían un aspa y un signo como de escribir cuadrado y atravesado como cruz ...” (Murúa [1613] 1946: 78). La descripción de este ídolo y su comparación hacía referencia a los llamados signos de escribano que eran los dibujos con los que los escribanos de la época acompañaban sus rúbricas. Murúa no dijo que esos cuadrados en los textiles formaran parte de un sistema de escritura, sino que supuso que los dibujos en la ropa, de los que recordaba mejor al que tenía forma de aspa, eran ídolos. Su afirmación fue resultado de una confusión, otra 22


entre las muchas que padecían los españoles de la época dispuestos a percibir idolatrías doquier; notemos que lo mismo sucedió con la sapachitas, un montón de materiales de construcción que también fueron consideradas “ídolos” y cristianizadas transformándolas en peanas de cruces de camino (Gentile 2005). Victoria de la Jara leyó de otra manera los datos de Murúa: para ella, esos dibujos eran “signo como de escribir cuadrado”, es decir, una forma de escritura incaica y el arranque de sus trabajos (de la Jara 1967: 241; 1972; 1975: 12, 49), aunque no se pudiera deducir de aquel párrafo que el aspa fuese el atributo de Atahualpa, ni que dentro de las figuras cuadradas incaicas hubiese signos de una escritura logográfica, ni que tomando en cuenta la mayor frecuencia de ciertos signos se pudieran leer los nombres de dioses y monarcas, como se hizo cuando se descifraron las escrituras pre latinas. Trabajando sobre los datos de de la Jara, Thomas Barthel notó que los signos inscritos en cuadrados se encontraban tejidos en los uncu de cumbi, que solo usaban el Inca y algún curaca autorizado por él, de manera que este autor popularizó el nombre, llamando tocapu a los que se encontraban sobre este soporte (Barthel 1970: 91), continuando lo dicho por John Rowe respecto de que “This type of design was called toqapu in Classic Inca; it was used most commonly on tapestry garments, and it served as a badge of rank. Toqapu designs are both more varied and more common on cups of later date.” (Rowe 1961: 327). En este y otros trabajos previos, nosotros también llamamos tocapu a estos cuadritos multicolores puestos en hileras y columnas porque no sabemos si tuvieron un nombre prehispánico por sí, y porque el que tienen quedó establecido desde que fueron renombrados por uno de los investigadores de temas andinos más conocido (J.H.Rowe), dando lugar a un caso similar al del aríbalo incaico, así llamado desde León Lejeal (1902) y Max Uhle ([1903] 2003: 357), aunque esa vasija tenía nombre en quechua: urpu.

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Aquí consideramos a los tocapu como unidades de sentido porque hemos notado que algunos de ellos significan en sintonía con datos de etnohistoria, área interdisciplinaria que incluye los estudios de arqueología andina tardía + historia colonial + lingüística + folklore (Valcárcel 1958). * El interés por hallar la forma de escritura andina es tan antiguo como la Conquista, y tenía un fundamento jurídico, además de interés histórico. Por una parte, cronistas y funcionarios repetían “los indios carecen de letras” pero reconocían que el quipu estaba relacionado con el registro de datos y por ende con la escritura, aunque no supieran explicar exactamente cómo. Durante el siglo XVI los quipu fueron aceptados como pruebas en juicio ante la audiencia de Lima (Espinoza Soriano 1971: 20, entre otros) y para recordar los pecados que se debían confesar (Acosta [1590] 1954: 190; Arriaga [1621] 1968: 246, 251); a fines de ese siglo era indiscutible que los quipu andinos eran archivos, entre otros, de datos de contabilidad que se calculaban previamente cambiando de sitio montoncitos de semillas de quinua (Chenopodium), claras y oscuras, sobre los cuadros de una cierta tabla (Gentile 1992, inter alia). Con el tiempo, hablar de escritura incaica era hablar de quipu, y de ahí la novedad de la propuesta de de la Jara. Partiendo de su afirmación, que esos signos inscritos en cuadrados eran una forma de escritura incaica, de la Jara relevó colecciones públicas y privadas de uncu y quero, hizo una tabla con los 294 tocapu registrados y los numeró (1967: fig.2 y 3). A su estudio aplicó métodos de desciframiento usados para decodificar escrituras egipcias, hititas y boras; en conferencias y trabajos publicados en los años ´70 mostró algunos tocapu descifrados, pero nunca explicó cómo había llegado a esas conclusiones, siendo su mayor aporte la discriminación de dichos signos, ya que tampoco publicó las correspondencias entre cada signo y su soporte, es decir, su contexto mínimo.

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Durante unos años el interés en el tema “escritura de los incas” pasó del quipu a los tocapu; finalmente, para la comunidad científica, el asunto cayó en el descrédito; tampoco prosperaron intentos posteriores de desciframiento y lectura, siendo de notar que todos ellos tenían en común, entre sí y con el método seguido por de la Jara, el no haberle dado al contexto andino la debida importancia, y haber aplicado mecánicamente sistemas de desciframiento alóctonos (de Rojas 1981: 119, 123, 127; Burns Glynn 1981, inter alia). Aún a partir de la “base de datos” que es la Nueva Coronica, quienes trabajaron con ella (Zuidema 1991; Eeckhout & Denis 2002, entre otros) no tomaron en cuenta que los dibujos de Guaman Poma son relativamente exactos, como se aprecia en sus quipus sin nudos, y las colas de armiño que lucen algunos uncu prehispánicos. De todos modos, se habían reconocido 294 diseños caracterizados por: ser cuadrados, polícromos, que algunos de ellos estaban rodeados de un marco, que formaban hileras y columnas, y que sus soportes podían ser tela, madera o metal, aunque eran diseños recurrentes en uncu y quero. Faltaban asociaciones y correlaciones que hubieran permitido decir si dichos diseños significaban algo, cada uno por sí o al interior de determinados conjuntos, si era posible ubicarlos siguiendo una cronología relativa, etcétera. Por recurrencia, forma y colorido merecían atención, más allá de lo que pudiera resultar de su estudio, es decir, si fueron parte, o no, de una forma de escritura andina prehispánica. Pero, si bien tenemos para las antiguas telas y prendas de vestir europeas y asiáticas, información acerca del significado de sus colores y diseños, para las andinas, no; de ahí que uno de los recursos usados por los publicistas de piezas prehispánicas era, por ejemplo, color blanco = pureza, rojo = amor, la capa la usan solamente los jefes, etcétera. Este tipo de afirmaciones fueron convincentes en un primer momento porque se trataba de piezas huaqueadas, y no se admitía la posible originalidad de las culturas andinas; luego, las excavaciones científicas fueron mostrando que contexto, asociaciones, continuidades y cambios, eran parte en la interpretación de los datos obtenidos en el terreno, interpretación que, a partir de mediados del siglo XX, comenzó a perder en facilidad mientras ganaba, rápidamente, en complejidad y originalidad diferenciada. 25


* Además de la apreciación estética de la ropa prehispánica, sus diseños geométricos provocan curiosidad; y con relación a los tocapu, siempre fuimos de la opinión que para aproximarse a su comprensión había que dar con una asociación tal que permitiera considerarla como punto de partida para luego confrontarla con otros hallazgos; en esa línea de trabajo era posible que, en algún momento, se interrelacionaran entre ellos, de alguna manera. Además de su forma característica, algunos tocapu están inscriptos en un marco cuadrangular, simple y normatizado, el cual, tanto desde el arte como desde la semiótica, indica que lo que se encuentra dentro de dicho límite gráfico tiene estatuto semiótico (Groupe MU 1993, inter alia). Notemos, asimismo que, como forma de señalamiento, es un rasgo que se puede ver también en muchos objetos no-andinos con la intención de comunicar un relato mediante gráfica y texto, por ejemplo, en los “cuadros de santuario”, y en algunos exvotos pictóricos, todos ellos productos del siglo XVI en adelante, característicos de la cultura europea y presentes en iglesias andinas. Una de las diferencias entre los exvotos pictóricos y los tocapu era que los que conocíamos no contenían escenas; pero, tomando en cuenta su forma (cuadrada, rectangular) partimos del supuesto de que en los tocapu el marco limitaba gráficamente un dibujo que decía algo. * Los uncu son agrupaciones interesantes de tocapu, y entre ellos, el Uncu Bliss reúne la mayor cantidad posible de figuras tejidas con maestría; sin embargo, al igual que la mayoría de los uncu conocidos, es un objeto des contextuado; éste muestra cuarenta y ocho dibujos diferentes, asociados a una prenda masculina. Los queros, de origen generalmente ignoto, suelen tener una cenefa con tocapu aunque, según John Rowe (1961), este tipo de vasos fueron manufacturados durante el período colonial. 26


* El atisbo de que era posible aproximarse a la comprensión de los dibujos andinos geométricos y de los tocapu en particular, se presentó tras la publicación de los componentes de la capacocha del cerro Aconcagua (Schobinger et al.1984-1985; Bárcena 1988). Este entierro, en la cercanía de la máxima cumbre andina, había sido cuidadosamente excavado en 1985 por Juan Schobinger quien, además, nos permitió observar y fotografiar sus componentes en 1993; luego, los estudiamos en conjunto y por separado con el mayor detalle posible (Gentile 1994, 1996, 1999). Uno de los resultados de este trabajo fue que dos de los tocapu ya reconocidos como tales eran prendas de vestir entre la ropa miniatura de las figuritas de Aconcagua; con este registro, otra de nuestras hipótesis de trabajo, -forma y color eran importantes en la aproximación al significado-, halló un anclaje. Estos dos tocapu estaban también en la capacocha del cerro Llullaillaco, excavada cuidadosamente en 1999 por un equipo dirigido por Johan Reinhard y María Costanza Ceruti (Ceruti 2003; Museo de Arqueología de Alta Montaña 2006; MG obs.pers. 2006). Las correspondencias eran las mismas, en ambas capacocha: figurita de oro con tocapu 49, 50, 51 y 52, y figurita de mullo con tocapu 1; se reproducían también en miniatura prendas que se hallaron tejidas en escala humana. Como de la Jara había realizado una lista numerada de los que ella llamaba “signos”, en nuestros estudios y análisis seguimos dicha numeración para no multiplicar este tipo de referencias.

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Recapitulando, los datos más conspicuos se presentaban en el siguiente orden cronológico: —Pequeños cuadros, formando hileras y columnas eran parte de un diseño preincaico en ropa de la elite andina (Paracas, Moche, Tiwanaku, etcétera). —En tiempo de Viracocha Inca, este gobernante “inventó” una tela de alta calidad llamada tocapu. —Viracocha Inca se comunicaba con sus ministros mediante figuras cuyas interpretaciones se perdieron tras su muerte. —Su hijo Pachacutec ordenó que cada grupo andino se destacara por vestir ropa de colores y dibujos específicos; la orden alcanzó a la forma del peinado, los tocados y, parece, los tipos de calzado. —Guaman Poma llamó “betas de tocapu” a las hileras de cuadritos que, en los uncu de cada Inca, estaban figurados a la altura de la cintura, pero sin ceñirla como las fajas. Esta expresión relacionó directamente la voz tocapu con los pequeños cuadrados y con los incas gobernantes; Viracocha, Topa Inga y Guaina Capac vestían uncu cubiertos de tocapu, el máximo posible de hileras y columnas. —Martín de Murúa, que tenía un obraje textil en el altiplano, comparó estos cuadritos con los signos de escribano, punto de partida de la propuesta de Victoria de la Jara sobre que esos signos eran una escritura incaica; antes Rowe y luego Barthel llamaron tocapu a los cuadritos. —Veamos, en lo que sigue, cada uno de los tocapu que, hasta ahora, nos permitieron una aproximación a su sentido; también algunas continuidades a partir de diseños preincaicos cuyos contextos, a su vez, amplificaron el alcance de los posibles significados individuales. Finalmente, resumimos en un cuadro ilustrado la cronología relativa de cada uno de dichos tocapu. Tocapu 1 El niño de la capacocha del cerro Aconcagua estaba acompañado de tres figuritas humanas (de entre 5,9 y 4,7mm de alto), masculinas, cada una de ellas realizadas en un solo material: oro, plata o mullu, vestidas con varias prendas tejidas a escala. Tanto las técnicas empleadas (lámina recortada, moldeada y soldada, vaciado y talla directa, respectivamente), 28


como la ropa y las actitudes, eran distintas en las tres (Schobinger et al. 1984-1985; Gentile 1996; Bárcena 2001). La figurita de mullo estaba vestida con un uncu que era el Tocapu 1; esta prenda tiene una pechera roja cuyos bordes escalonados ensamblan con el resto del diseño, que son cuadros blancos y negros. Los bordes inferior, el del cuello y de las mangas están entorchados por tramos de un solo color: negro, amarillo y rojo, sin orden aparente; el ruedo tiene bordado en paralelo un zig-zag amarillo y rojo. Lo dicho vale tanto para los uncu a escala miniatura como humana. Además, esta prenda es un tocapu por sí en el Uncu Bliss. En nuestro trabajo de 1996 explicamos porque adjudicamos al personaje tallado en mullo el rol de guerrero al frente de la conquista de tierras para cultivo de maíz. La capacocha del cerro Llullaillaco la constituían tres personas: una niña, un niño y una jóven. El niño estaba acompañado, entre otras, de una figurita masculina de mullo vestida con este uncu (Ceruti 2003: 222; MG, obs.pers., 30-5-2006, expo.permanente). Este uncu devenido en tocapu tenía antecedentes preincaicos en prendas similares en Moche y Nazca; en éste último caso, propia de guerreros. Tocapu 7 En 1925, don Toribio Mexía Xesspe llevó al Museo de Arqueología (Lima) un lote de diez quero provenientes de una comunidad de pastores y agricultores del sur de Perú. Hasta poco antes de su adquisición, estos vasos eran usados en ceremonias agropecuarias, de ahí el interés que revestían sus dibujos (Gentile 2007c). El estudio de una escena (sensu Panofsky 1921-1953, 1932-1962, 1998) nos permitió decir que uno de los dibujos que formaba parte de la cenefa central era un tocapu y correspondía al “escudo” o “emblema” de Amaro Topa Inca; este hijo de Pachacutec fue quien delineó los ceque, estableció las ceremonias que se llevarían a cabo durante el año siguiendo su trazado y perfeccionó la tecnología agropecuaria en cuanto a andenes de cultivo, colcas, canales de riego, etcétera. 29


El dibujo de este escudo corresponde al Tocapu 7 del registro de de la Jara, pero no está en el Uncu Bliss; es notable que dibujos parecidos al Tocapu 7 se encuentren en otros queros y hasta en un uncu, en éste último dispersos con otros tocapu en el cuerpo de dicha prenda que, además tiene dos otorongos enfrentados en la pechera, y plantas también dispersas en el cuerpo y en la cenefa que bordea el ruedo (de Rojas 1981: 125); todos estos elementos formaban parte de la historia de Amaro Topa Inca, y se encontraban en la escena grabada y pintada en el quero al que nos referimos antes. Recordemos que se trataba de una micro secuencia de la narración del nacimiento de Amaro Topa Inca en Pomacocha, (en territorio huari, de donde Guaman Poma decía que eran los primeros agricultores andinos, los huari runa), durante una erupción en cadena de todos los volcanes de la sierra sur peruana y la aparición del monstruo dibujado en el quero. El relato fue graficado en dos versiones; una de ellas es la del quero de Mexía Xesspe, donde se ve a Asarpay, parienta de Pachacutec, a cargo del oráculo de Apurímac, haciendo un gesto como de ofrecer flores al monstruo que avanza bajo el arco iris y entremedio de la ceniza volcánica; como dijimos antes, la cenefa central de este quero tiene dos tocapu alternados: uno es el escudo que Amaro Topa Inca lleva en la segunda versión, en tanto que el otro tocapu está formado por cuadriláteros concéntricos con restos de pintura blanca. La otra versión del relato sobre Amaro Topa Inca lo muestra como inca triunfante, portando el escudo dibujado en la cenefa de la versión anterior, y al que una mujer también ofrece flores. Recapitulando, consideramos a este tocapu como metáfora gráfica de este Inca en particular, cuyo aporte al quehacer agropecuario fue decisivo en la expansión del Tahuantinsuyu durante el gobierno de su padre, Pachacutec, y el de su hermano Topa Inca Yupanqui; es decir, hubo razones más que suficientes para recordarlo bien. Tocapu 49, 50, 51 y 52

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La figurita de oro que acompañaba la capacocha de Aconcagua tenía un uncu dividido en cuatro cuadros alternando colores claros (amarillo y rojo) y oscuros (negro y verde). El dibujo interior de cada uno de ellos consistía en cuatro cuadrados cerca de las esquinas que tenían, a su vez, otro cuadrado inscrito; dos de ellos estaban unidos con una barra que cruzaba el cuadrado principal en diagonal; este dibujo, según se lo proyecte en espejo, vertical u horizontalmente, y se alternen los colores claros y oscuros, permite variantes siempre simétricas (Wolf & Kuhn 1960). También en este caso, tomando en cuenta el contexto en que se halló, además de otras consideraciones, le adjudicamos al personaje de oro que lo vestía el rol de mediador en la realización de una alianza (Gentile 1996, 1999). Este tocapu, en sus combinaciones, formó parte de prendas que se hallaron también a escala humana, una de ellas acompañando a la jóven de la capacocha del cerro Llullaillaco, que por ser ropa de uso masculino llamó la atención hallarla doblada y colocada sobre el hombro izquierdo de la muchacha (Ceruti 2003: 125). Antes de pasar al siguiente tocapu interesa notar que la popularización de ciertos términos inducen a confusión; el primero de ellos fue definir al “tocapu” como un “cartucho”, voz ésta última que en la literatura científica en español indica, por tradición, los nombres egipcios inscriptos en un rectángulo cuyos lados menores son curvos; en todo caso, tocapu ya tiene carácter referencial. Otro es la expresión “llave inca” empleada, por lo menos desde 1982, para referirse al tocapu 49 a 51, comparándolo con el perfil de una llave inglesa, simplificación des contextuada que también sería bueno dejar de usar en beneficio de la precisión a nivel científico. Tocapu 119 Su dibujo es el más simple de todos los conocidos, no obstante que la concatenación de datos que provoca es de una complejidad mayor que la 31


de los otros tocapu que estudiamos. Éste está formado por dos líneas rectas que atraviesan el cuadrado uniendo los vértices, cruzándose en el centro; es un aspa de color claro sobre fondo oscuro. Otros dibujos de aspas tienen rasgos que los diferencian de ésta: ganchos, color, marco romboidal, por ejemplo y no los incluimos aquí, por ahora y hasta saber si sus significados están relacionados; tampoco incluimos las aspas que Guamán Poma puso en algunos de sus uncu porque, como dijimos antes, sus dibujos son solamente indicativos. El registro preincaico más antiguo que conocemos de este dibujo consiste en una marca comunitaria, en uno de los lotes de adobes que sellaron recintos de la pirámide de la Luna, en el valle de Moche; allí, el aspa cruzó la superficie del ladrillo crudo, tocando sus extremos los vértices del rectángulo; esos adobes tienen diversas marcas. También esta aspa estuvo recurrentemente grabada en la base menor de la pichca, -la pequeña pirámide cuyos dibujos ayudaban a interpretar los oráculos de las huacas-, en el formato cusqueño, y en otras pichcas que no son piramidales, como las de Machu Picchu. En algunas, este diseño se reproducía sobre sí mismo, como en Pachacamac, cuyo dibujo correspondía con otra de las marcas en los adobes de la Huaca de la Luna, trazando un guión entre ambos sitios que comparten, además, la forma arquitectónica piramidal y los oráculos (Gentile 1998, 2008a). Por otra parte, la pichca de Averías (Santiago.del Estero) tenía una segunda aspa, subyacente, cuyos extremos -en vez de tocar los vértices del cuadrado de la base- tocaban el medio de los lados, luego la línea sobrepasaba ese borde y terminaba en una de las caras de esta gran pirámide trunca. En cambio, las pequeñas pichca de piedra de aldea Talikuna (norte de Chile) tienen una sola aspa, y ésta también apoyaba sus extremos en el medio de los lados del cuadrado que forma la base menor (Castro & Uribe 2004); hay pocos registros de estas variantes. Si bien la pichca como instrumento para interpretar la voluntad de la huaca se encontraba ya cumpliendo esa función en Moche, las que tenían un aspa en la base menor se hallaron en contextos incaicos. 32


También un aspa enmarcada se encontró en los petroglifos que Hans Niemeyer llamó “signo escudo”, que son rectángulos con ángulos redondeados (Mostny & Niemeyer 1983). En el actual territorio chileno, los hay en los valles de los ríos Aconcagua y Putaendo (Troncoso 2002); y en la puna de Jujuy (República Argentina), en las Peñas Coloradas de Yavi (Fernández Distel 1975). En el primer caso, se trata de sitios incaicos en una de las dos rutas entre la costa del océano y las capacochas de los cerros El Plomo y Aconcagua. Asimismo, en esa ruta hay petroglifos que representan cabezas con grandes tocados de plumas (similares a los acompañaban la capacocha de Llullaillaco). La procesión que llevaba la capacocha también se encontró representada varias veces en mates pirograbados, procedentes de ambos lados de la cordillera (Ambrosetti 1902: 70; Rydén 1944: 80, inter alia); se trataba de los “Capac hocha camayoc que eran yndios que estan señalados para lleuar los sacrificios a donde se lo mandauan.” (Falcón 1571 en Rostworowski 1975: 335). El sitio de Peñas Coloradas de Yavi está cerca de las Salinas Grandes de Guayatayoc, de donde procedía un niño envuelto en un poncho rojo que, en nuestra opinión, es una capacocha pos hispánica; este niño llevaba dos anillos de cobre cuyo relieve era una estilización de las fauces del gran felino del Tocapu 285 (Gentile 2007b, 2008b). Volviendo a los “signos escudo”, proponemos que el que tiene un diseño de aspa en su interior sirvió para contabilizar las consultas al oráculo de la capacocha, o tal vez fue una señal que indicaba que se estaba en la ruta correcta hacia el oráculo. Y en el caso de Peñas Coloradas, donde también se observaron estos petroglifos, nos preguntamos si acaso hubo una capacocha más cercana que la de Salinas Grandes de Guayatayoc, es decir, en las mismas peñas, y que aún no se halló, o se halló y fue destruida, etcétera. Por otra parte, los mates pirograbados con esta escena de procesión, tanto podrían haber formado parte de éste como de otro tipo de capacocha, es decir, la que combinaba la ofrenda contenida en el mate que iba a ser dejada en determinado lugar, con la actualización de límites entre grupos 33


andinos ya que el portador del mate con la ofrenda solo debía llegar hasta dicha frontera, y en caso de sobrepasarla ampliaba los límites de su grupo (Rostworowski 1988). Si bien para el área andina argentina, fuera de los fragmentos de mates, no hay documentación colonial acerca de esta ceremonia en particular ni del oráculo subsiguiente, sí tenemos noticia de una visita de extirpación de idolatrías a la provincia de Tucumán, con castigos incluidos, realizada alrededor de 1586 (Barzana [1594] 1970: 573), y un topónimo, Llullaillaco, en nuestra opinión surgido cuando los evangelizadores supieron que en ese inhóspito nevado había un oráculo indígena y se lo tildó, ¡que menos!, de mentiroso. Recordemos también que el uncu que acompañaba a la joven de la capacocha hallada en ese nevado tiene el tocapu correspondiente a la alianza, es decir, poblaciones de la región aliados con el Inca del Cusco y el oráculo de la capacocha diciendo si le continuaban siendo fieles, o no; históricamente mantuvieron aquella alianza, si tomamos en cuenta que la guerra en el cercano valle Calchaquí y la región diaguita duró hasta 1665, y que fue liderada por un falso inca tras quien se alinearon los indígenas en contra del gobernador español. Regresando un poco en el tiempo, el registro de un dibujo tan simple como un aspa monocroma continuó en contextos sacros. A principios del siglo XVII, Joan de Santa Cruz Pachacuti ([1613?] 1993: f.13v) dibujó, arriba y al pie de la plancha de oro que representaba al dios Viracocha en el altar de Coricancha, sendas constelaciones con forma de cruz; la superior, “orcoara quiere dezir tres estrellas todos yguales”; y la inferior, ubicada en diagonal, “chacana en general” (la cruz del sur), dos de cuyas estrellas fueron señaladas en particular: saramanca (olla de maíz, Crux) y cocamanca (olla con hoja de coca, Crux); ésta última, en términos modernos, una gigante roja. No sabemos si antiguamente era posible reconocer a simple vista este color, en un cielo más límpido que el actual. Pero notemos la coincidencia, dada la importancia que ese color tenía en las representaciones incaicas. Tal vez esa constelación signifique algo más en el dibujo de este cronista. Al siglo XX llegaron los tejedores de Isla Taquile (lago Titicaca) quienes tenían, entre los muchos diseños usados para registrar en sus telas 34


historias familiares, un aspa, que ellos llamaban tejeral o chacana, que indicaba que se había hecho una ofrenda a Pachamama; algunos agregados precisaban el motivo (para la casa, para las chacras), y la persistencia del diseño en la tela indicaba que la ofrenda no había sido aceptada y debía reiterarse (Solari 1983). Taquile se encuentra en territorio colla, de donde, según los quipucamayos informantes del virrey Francisco de Toledo (Levillier 1921-1926 IX: 268 y stes.), era originaria la costumbre de transformar a una persona en capacocha para sellar alianzas políticas, ya que mediante su oráculo podía decir si los aliados del Inca continuaban siéndolo, o no. Nuestra propuesta acerca de este tocapu, que llamamos “consulta oracular a la huaca”, es que el mismo formó parte de un contexto político y religioso. Si su origen estuvo en Moche, es, entonces, otro rasgo retomado por los cusqueños y potenciado bajo su gobierno, asociándolo (entre otras formas y figuras) a la pichca, que en el Tahuantinsuyu se tallaba en madera, piedra o se modelaba en alfarería como una pirámide cuadrilátera trunca. Respecto de otros contextos, el dibujo del tocapu 119 no se encuentra en el uncu Bliss, ni en otros uncu que pudimos ver; tampoco en los quero que pudimos observar. Pero, por otro camino, y como en el caso del tocapu 285, éste dibujo también atravesó una buena parte de la geografía y la cronología aportando al estudio de los estilos andinos una metáfora gráfica que, en cada uno de ellos, fue redibujada hasta el siglo XX. Tocapu 285 En un trabajo previo mostramos la amplitud geográfica y cronológica que alcanzó este tocapu en el ámbito andino; se trata de un dibujo estilizado, esquemático, de las fauces de un gran felino, puma u otorongo. Éste último habría sido uno de los animales emblemáticos de los incas, según el escudo de Guamán Poma y los escudos solicitados por algunos curacas que colaboraron con la Conquista (Espinoza Soriano [1969] 2003; Arze & Medinaceli 1991, entre otros autores); además, Inga Roca y sus hijos, nacidos de una mujer de la selva, tenían la facultad de transformarse en 35


otorongo a voluntad (Guamán Poma [1613]1987: folio 102: Gentile 2007b). Esta creencia, humanos que podían transformarse en grandes felinos, es preincaica; la gráfica más antigua que conocemos, hasta ahora, proviene de la costa norte peruana; es una vasija globular con asa estribo, Cupisnique, que representa en su totalidad un rostro verticalmente bipartito, con rasgos felinos y humanos (Burger 2008: fig.10); en otra pieza Moche está dibujado el nacimiento de un tigre de una mujer (Gentile 2007b) y algunas piezas de piedra tallada del área andina argentina muestran esa posibilidad (Gentile 1999, cap.1). Lo notable es la continuidad de esta creencia en los Andes hasta el siglo XX, por lo menos (Sempé & Gentile 2006; Gentile 2007b), y la dispersión del dibujo también en otro tipo de soporte: la roca, ya que se lo encuentra en petroglifos de la puna de Jujuy. Y en el siglo XX, en las mantas de tejido industrial usadas para cargar desde un bebé hasta un televisor, sin olvidar las compras realizadas en el mercado, aunque no sabemos si sus usuarios conocen el significado antiguo de este dibujo. La creencia graficada en este tocapu es diversa de la del Lobisón europeo, ser condenado a transformarse en lobo durante el plenilunio, es decir, sin voluntad, como sí la tiene el runa uturuncu andino. Resumiendo lo dicho acerca de este tocapu, el paralelo entre creencia y diseño alcanzó extremos geográficos y cronológicos que se respaldan, unos a otros, y sostienen su significado. Tocapu cuatripartito Hay tocapu divididos en cuatro partes iguales, y éstos son, a su vez, de dos tipos: los que tienen colores alternados, sin otra clase de separación entre ellos; y los tocapu que tienen divisiones señaladas con marcos similares a los que lo rodean, y del mismo color. Estos marcos unen los lados por sus mediatrices; el diseño que se encuentra en cada una de estas cuatro partes, es el mismo pero puede haber rotado, espejarse o alternar el color dos a dos, combinando simetrías (Wolf & Kuhn 1960). 36


Si la división en cuatro partes del futuro Tahuantinsuyu fue obra de Pachacutec (Castro & Ortega Morejón [1558] 1974; Santillán [1572] 1968, entre otros), es verosímil suponer que los tocapu cuatripartitos se originaran durante su gobierno, y que tanto Topa Inca como Guaina Capac podrían haber agregado diseños similares más tarde. En cuanto al significado particular, se podría considerar como uno de ellos al uncu de la figurita de oro que acompaña la capacocha del cerro Aconcagua, es decir, todo ese uncu sería un solo tocapu. Esta es una de las unidades de sentido mínimo que puede rotar y espejarse con referencia al sentido de la barra que une las diagonales, y esta flexibilidad en la reformulación del diseño va bien con la característica del personaje representado por la figurita de oro que, además, es un orejón: máxima autoridad para hacer las alianzas que convengan al Tahuantinsuyu. Tocapu heráldico Llamamos así a los que tienen figuras reconocibles de la heráldica europea; estos tocapu tienen un marco en color contrastante que no comparten con los tocapu vecinos, es decir, cada uno reafirma su característica de unidad de sentido per se pero todos los tocapu de un uncu o un quero, en nuestra opinión, forman un conjunto. Victoria de la Jara dedicó un capítulo, Signos para Títulos y Jerarcas, (1972: 69) en el que siguió de cerca las reglas de la heráldica europea, pero no tomó en cuenta a los tocapu que incluían este tipo de figuras. También David de Rojas y Silva decía que todos los tocapu eran pos hispánicos y representaban genealogías e insignias personales (de Rojas 1981), asunto que retomó en un libro reciente. Los tocapu que veremos a continuación se caracterizan por ser naturalistas, algo que no sucedía desde Huari (cabezas, calaveras) y las telas pintadas tardías de la costa peruana. En lo que sigue veremos una prenda pos hispánica cuyo estudio es del mayor interés porque puede compararse con otras prendas, de forma similar pero prehispánicas. 37


Se trata de un uncu adquirido por Adolph Bandelier, a fines del siglo XIX en Murokata, cerca del lago Titicaca (Morris & Thompson 1985: 85, fig. VI); los topónimos que encontramos, hasta ahora, más parecidos a Murokata son el nevado Mururata, y una población Murorata cerca de Coroico, también en Bolivia. El cuerpo del uncu comprende tres partes tejidas de corrido que, de arriba abajo son: una pechera en V de color rojo, bordeada con cuatro hileras de pequeños cuadritos vacíos en blanco, rojo, amarillo y azul. El cuerpo del uncu, a su vez, comprende las dos partes restantes; del borde superior hacia abajo, los tocapu están enmarcados y distribuidos en diez columnas por diez hileras en cuyo cálculo se tuvo en cuenta a los tocapu subsumidos “bajo” la pechera. Los dibujos que nos interesan están distribuidos en las dos hileras que siguen a éstas diez, y que anteceden al borde inferior del uncu. Excepto éstos, los tocapu del cuerpo del uncu están en la lista de Victoria de la Jara; en comparación con el Uncu Bliss, en éste se encuentran solamente el tocapu 49 (fondo claro, barra de izquierda a derecha) y el 50 (fondo claro, barra de derecha a izquierda). Si bien las dos hileras junto al borde inferior son las que llaman la atención, en el cuerpo de este uncu se encuentra otro tocapu, repetido 16 veces; está dividido en diagonal por una línea imaginaria quedando uno de los triángulos lleno por cinco hileras de pequeños cuadros, de colores graduados en sus tonos, que forman como una escalera sobre la que se encuentran, ya en la otra mitad pero sin apoyarse, dos pájaros que no pudimos identificar con claridad (Tocapu 2, 3, 4 y 5 de de la Jara); en nuestra opinión, este dibujo no es ajeno al diseño general del uncu, pero de momento excede nuestras posibilidades de estudio, de manera que lo reservamos. El Uncu Bandelier tiene dos características que podrían servir como indicadores cronológicos alternativos; una de ellas es que las dos hileras inferiores tienen once tocapu en el ancho contra diez que tiene el resto del cuerpo de esta prenda; además, casi no se ha cambiado el alto de dichas hileras, que es un poco más que el alto del resto de los tocapu. El resultado fue que el espacio en el que se distribuyeron los dibujos es rectangular pero no cuadrado; este no es un caso similar al de los quero 38


porque en esos vasos el artista artesano fue forzado, por el estrechamiento medio del objeto, a convertir en rectángulos los cuadrados de los tocapu; el uncu, en cambio, tiene el mismo ancho en toda la prenda. En este caso, los dibujos debieron tener un significado tan estricto que hubo que modificar el número de tocapu para contenerlos. La otra característica es que el borde inferior carece de entorchado, pero el deshilachado del borde de las mangas y del cuello indica que esta prenda fue muy usada, que no quedó inconclusa. Morris & Thompson (1985: 85) decían que este uncu tenía hilos de oro entretejidos en el ruedo; como éstos no se aprecian a simple vista tal vez se tejieron como los otros hilos, sin formar borde. A modo de comparación, un uncu de un entierro de Pachacamac tenía un borde de hilo metálico entorchado sobre un alma de seda (Jiménez 2002: 11). Para facilitar los comentarios de los tocapu de las dos hileras que nos interesan, los numeramos en un orden adecuado solo para nosotros:

Las figuras son: dos grandes felinos, otorongo y león; Incas y guerreros; y un objeto, que es una panela atravesada con una saeta. El otorongo, reconocible por el color de la piel y las manchas, parece su cuero extendido; la cabeza está de perfil, y sobre la frente caen dos plumas o la mascapaicha, insignia de los incas gobernantes. Comparte el espacio con: el león (1), un Inca (7) y la panela (15). El león está representado de perfil, derecho e izquierdo; parado sobre sus cuatro visibles patas, la roja lengua fuera y la cola doblada sobre el lomo. Es la figura más grande y, tal vez por falta de espacio a lo ancho está “de pie” aunque no es rampante. Comparte tocapu con el otorongo (1), con la panela (6), con un Inca con escudo (11), con un soldado con lanza (14) y con un flechero que lo apunta con su arco (20). 39


Tanto Incas como guerreros visten uncu, cascos y armas (arcos y flechas, hachas, lanzas); uno de ellos viste el uncu correspondiente al Tocapu 1 (sensu de la Jara); en 2 está asociado con la panela y en 17 está junto a un flechero que lo apunta con su arco, dando apariencia de una escena. El resto de los hombres se encuentran de a dos en cada tocapu, vestidos de igual manera cada vez, danto la impresión de formar parte de un grupo de soldados, uno de los cuales (13) parece llevar, sujeta por los cabellos, colgando una cabeza de la punta de la lanza. Pero estos grupos se distinguen, a su vez, por el color de la ropa y los cascos. La forma de representarlos es similar a la que se aprecia en algunas pinturas rupestres y petroglifos de la puna de Jujuy, entre otros lugares del noroeste argentino (Boman 1908). La panela atravesada con una saeta parece que es una figura poco común en escudos españoles; su presencia en estos tocapu podría explicarse por su similitud con un corazón flechado que, tal vez, indique victoria sobre un enemigo. En comparación, un uncu de Niño Jesús inca, de fines del siglo XVII, tiene guardas de tocapu y en medio de la prenda hay un corazón de formato muy similar a la panela (Numhauser 2006: fig.1); en este punto cabe preguntarse qué veían los indígenas y mestizos andinos en esta clase de figuras, y la aproximación a la respuesta la tenemos en casos como el del aspa con significado andino resignificada en la cruz de San Andrés para hacer coincidir la rogativa por agua para las chacras con la fiesta a este santo (Gentile 1994), o las alas del Diablo pintadas de colores porque no es el Diablo cristiano sino un monstruo andino diverso (Gentile 2007c). En conjunto, estos tocapu semejan micro secuencias de un relato protagonizado por dos grupos de indígenas (Inca y selváticos) y españoles; los primeros representados personalmente y por su emblema, el otorongo, en tanto que los segundos por el león; la panela la consideramos resignificada como un corazón atravesado y posible metáfora gráfica de victoria, de unos u otros.

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Comentarios A partir de 1998, en nuestras publicaciones sobre diseños andinos señalamos la importancia de forma y color como parte de un sistema de registro, almacenamiento y comunicación durante el Tahuantinsuyu. En este ensayo incorporamos datos al tema y revisamos nuestras indagaciones previas; otro propósito era ampliar las posibilidades que esta línea de trabajo ofrecía desde la Etnohistoria. * Las asociaciones en las capacochas fueron importantes, pero no permitieron ir más allá del significado de dos tocapu, que podrían ser muchos más si contáramos cada una de las variantes de “alianza” pero, por ahora, hacerlo no parece que mejoraría la comprensión de dicho dibujo. Ambas figuras tienen la particularidad de ser, también, prendas por sí mismas, tanto en miniatura como a escala humana, y las personas que las vistieron estuvieron relacionadas con la expansión del Tahuantinsuyu, de manera que, desde un punto de vista cronológico, estos uncu datarían de la época de Pachacutec y Topa Inca Yupanqui, aunque su diseño básico sea preincaico como es el del Tocapu 1, que es un uncu también en Moche y Nazca. Los Tocapu 119 y 285 tienen un registro preincaico muy amplio, que abarca casi todo el espacio y tiempo andinos, en tanto que el Tocapu 7 es una metáfora gráfica de Amaro Topa Inca muy precisa. El nacimiento de este Inca había sido predicho por el oráculo de Apurímac y tal vez por eso su escudo se intercala con cuadrados concéntricos que estuvieron pintados de blanco, el mismo dibujo que se encuentra en la alfarería de Nasca asociado con arañas, las cuales, a su vez, fueron parte de una manera de oráculo (Arriaga [1621] 1968: 226); entonces ¿el Apu Rimac se expresaba mediante arañas? Las correspondencias entre Nasca e Inca las tratamos en otro trabajo (Gentile 1996), pero notemos la continuidad hacia atrás en el tiempo, ya que entre los geoglifos de la pampa de San José hay una araña, y se hallaron collares representando arañas en sus telas, en la tumba del Señor de Sipán (Alva 1994). 41


En cuanto a los tocapu cuatripartitos, podrían datar de la época de la organización del Tahuantinsuyu, pero las precisiones solamente se alcanzarán con más estudios comparativos. * Como venimos de ver, solamente dos tocapu fueron tejidos como uncu, en escala miniatura y humana; los otros, no. En las piezas prehispánicas que tienen diseños geométricos éstos son más simples; vale preguntarse, entonces, acerca del origen de tal cantidad y variedad de tocapu tan complejos, especialmente en uncu y quero, dos objetos de prestigio que el Inca solía regalar a los curaca aliados para que se mostraran con ellos; y si son pre o pos hispánicos. Durante el Tahuantinsuyu, la alfarería y las telas (pintadas o tejidas con dibujos), correspondientes a las culturas coetáneas andinas tenían dos colores, a lo sumo, tres; la policromía era patrimonio cusqueño, controlado porque el color significaba. Además, Viracocha Inca usaba “figuras” para comunicarse con sus ministros, las cuales podrían haber sido reformuladas en sus significados por Pachacutec pero, en todo caso, la destrucción de las momias de los incas nos privó de conocer la ropa que los acompañaba y la cronología relativa de sus diseños. La intensa persecución de las idolatrías lleva a pensar que otra gran parte de estos uncu y quero se perdieron; así, el resguardo de los dibujos quedó confiado a la memoria de quienes los tejieron. Expresado de otra manera, forma y color eran patrimonio de la elite, no estaban a disposición de todos. No, hasta que la posibilidad de ascenso social de los segundones, (curacas asalariados, como los llamaba Guamán Poma), hizo emerger de la memoria de quienes tejían unos dibujos no demasiado conocidos. Los cronistas admitieron, en general, que las acllas tejían las prendas de cumbi para el Inca, pero ¿comprendían el significado de sus dibujos? * 42


Luego tenemos los tocapu heráldicos. En el Uncu Bandelier las figuras son muy pequeñas, como se puede ver por la escala, están representadas con detalle y en cada tocapu hay dos; si había gente capaz de tejer según normas prehispánicas, y disponían de tiempo para hacerlo, es muy probable que estuviesen exceptuados de otro tributo; notemos que este oficio alcanzó a registrarlo, para la costa y la sierra, el licenciado Francisco Falcón en 1571: “... Llano pachac compic que hazian ropa rica para el Ynga. Haua compic camayo, que hazian ropa basta.” (Rostworowski 1975: 335). Las figuras de este uncu son naturalistas al punto de sugerir la posibilidad de que se trate de micro secuencias de un relato cuya dirección no conocemos. A modo de comparación, notemos que Pablo Macera había detectado una lectura de derecha a izquierda en La victoria de Sangarara, una escena pintada en el siglo XIX; en ella, el maestro Tadeo Escalante dislocó el orden del relato histórico porque reservó la zona central, visualmente privilegiada, para ubicar el retrato de Túpac Amaru (Macera, 1975 a: 16-17). Si se aplicara esta forma de lectura a los tocapu junto al borde inferior del Uncu Bandelier, habría que decidir por dónde comenzar, si por el número 11 o por el 22; y como continuarla, si por el 1 o por el 12; el recorrido de cualquiera de estos circuitos da un relato verosímil sobre algún punto de la historia hispano-indígena. Pero los tocapu 6 y 17 son centrales; sus temas, el león y la panela-corazón atravesado, ¿indican una derrota española?; en tanto que el Inca que viste el uncu-Tocapu 1 y es amenazado por un flechero, si se trata de un selvático, ¿remite a alguna de las varias sublevaciones que hubo en esa región durante los gobiernos de Pachacutec y Topa Inca?; y el león del número 20 también parece atacado, de manera que la historia trasciende la Conquista donde también hubo guaçabaras con los chunchos. El otorongo, vivo o muerto, coronado con las plumas blanquinegras del coriquenque o con la mascapaicha ¿es el emblema de los Incas prehispánicos? ¿o el de los curacas asalariados en pleno ascenso social?. Otra: si el uncu fue comprado cerca de Coroico, la presencia de selváticos en estos tocapu encontraría un respaldo. No obstante lo sugestivo de estas 43


acotaciones, para perfilar una lectura se necesita analizar muchas más prendas. Pero, sin duda, los tocapu de este uncu están referidos a asuntos de la elite del momento, alguno de cuyos miembros lo vistió y otros los miraron, pero en un ámbito restringido; esto porque, alrededor de 1568, Cristóbal de Albornoz aún insistía en que había que destruir estos bestidos axedrezados que les recordaban a los incas sus victorias, etcétera (Duviols 1967: 22). Que ésta, las anteriores y las sucesivas prohibiciones fueron ineficaces lo prueba el hecho de que, en 1658, el farsante Pedro Bohorquez se pudo vestir de inca para cierta ceremonia ante el gobernador de Tucumán (Torreblanca 1696 f.19v). Si estas prendas eran prehispánicas, debieron ser bien resguardadas de las campañas de extirpación de idolatrías; y si hubo tejedores pos hispánico capaz de realizarlas, debieron ser protegidos por los curacas. * El estudio precedente permite, también, discriminar algunos indicadores cronológicos alternativos. Los dos uncu-tocapu que acompañaban a las capacochas, y otros iguales que se hallaron des contextuados, se caracterizan porque sus dibujos no están enmarcados; entonces, si los tocapu de un uncu están rodeados, cada uno, por un marco a falta de otro indicio dicho uncu podría ser considerado pos hispánico; así se presentan en el Uncu Bandelier, que es una prenda seguramente tejida después de la Conquista. Otro indicador es el hilo de metal; en el Uncu Bandelier no se aprecia a simple vista si se trata de un alambre tejido como un hilo más, (que podría ser prehispánico) o del hilo de seda entorchado con oro (que podría ser pos hispánico), como en el uncu de Pachacamac. Esto dicho sin perder de vista que la costura con hilo dorado podría ser pos hispánica sobre un uncu prehispánico.

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Si el tema de los dibujos son figuras heráldicas, éstas son, ampliamente, un indicador cronológico; pero decir cuánto se acercan esas representaciones a un punto histórico determinado necesita más estudio. Otro indicador cronológico que surge de este ensayo es el uso del espacio; en el Uncu Bandelier se tejieron las dos hileras de tocapu junto al borde inferior con más cuadros en el ancho que el resto del uncu, rompiendo la simetría del conjunto pero respetando, a nuestro entender, la gráfica del relato. * Amaro Topa Inca, especialista en temas astronómicos y agropecuarios, representado por el Tocapu 7, no se encuentra en el Uncu Bliss; como aproximación a la comprensión del significado de los cuarenta y ocho dibujos geométricos que lo componen, decimos que tal vez ese uncu narre guerras y sus acuerdos (Tocapu 1 y Tocapu 49 a 52). De esta manera, quedarían provisoriamente asociados a ese tema todos esos dibujos, pero con cargo a confrontarlos en otros contextos. * Aunque ya no parezca inverosímil plantear que las hileras y columnas de tocapu puedan haber sido parte de aquella manera de comunicación que compartían el Inca Viracocha y sus ministros, no se debe perder de vista el comentario de Pablo Macera respecto de lo bien que el estilo mudéjar, colorido y geométrico, se asentó en algunos puntos de la sierra peruana (Macera 1975b). Tendríamos, por una parte, en la región donde Viracocha Inca se retiró luego de la victoria de Pachacutec sobre los chancas, un reservorio del conocimiento de las claves para comprender aquellas figuras; y aunque no se pueda asegurar que sus significados no se hayan perdido tras la muerte de este Inca, teniendo en cuenta los métodos tan drásticos de Pachacutec, notemos que la costumbre de graficar la Historia sí perduró, como se puede apreciar en la cantidad de capillas y edificios particulares con murales y tallas que retrotraen a temas caros a los dueños de casa; la 45


mayoría de estas representaciones fueron documentadas en la región de mayor influencia incaica, en la que tanto se encuentran la imágenes naturalistas, renacentistas como las geométricas, mudéjares (Macera 2009: 48, inter alia), éstas últimas aunando geometría y número, dos rasgos que en su momento fueron imprescindibles para construir, sostener y expandir el Tahuantinsuyu, tocapu y quipu, respectivamente. * Los tocapu que hasta ahora permiten una aproximación a su significado son los que presentamos en el siguiente cuadro, ordenado según una cronología relativa: Bibliografía Manuscritos Biblioteca Nacional de Rio de Janeiro, I-29-2-7 TORREBLANCA, Hernando de, 1696 - Relación histórica de los sucesos que tuvieron lugar en la misión y valle de Calchaquí, el año de 1656, en tiempo de rebelión de los indios, promovida por don Pedro Bohorques, con el título de Inga. Escrita por el padre Hernando de Torreblanca, de la Companía de Jesús y remitida al Padre Rector Lauro Núñez, en 1696. Transcripción M.E.G. Publicaciones ACOSTA, José de, [1590] 1954 - Obras completas. Biblioteca de Autores Españoles LXXIII. Madrid: Ediciones Atlas. ALBORNOZ, Cristóbal de, [1568?] 1967 - Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirú y sus camayos y haciendas. Edición de P. Duviols. Journal de la Société des Américanistes, LVI-1:17-39; Paris. ALVA, Walter, 1994 - Sipán. Lima: Cervecería Backus & Johnston S.A. AMBROSETTI, Juan B, 1902 - Antigüedades calchaquíes. Datos arqueológicos sobre la provincia de Jujuy. Anales de la Sociedad Científica Argentina LIII-LIV: 1-97. Buenos Aires. 46


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Glosario Aquilla: vaso de oro, plata o plata dorada, de boca más ancha que la base, más pequeña que el quero. Capacocha: conjunto de objetos ofrecidos por el Inca o la Coya en circunstancias especiales; podía incluir una o varias personas jóvenes, cuyo oráculo se consultaba periódicamente. Ceque: caminos ceremoniales que irradiaban del Coricancha; unían puntos donde se realizaban ofrendas periódicas; su límite geográfico eran las alturas que rodean la ciudad del Cusco. Colca: depósito de paredes, techo y piso de piedra, con sistema de ventilación regulado; su forma exterior indicaba el producto almacenado. Cumbi: tejido de lana de vicuña o alpaca, de hilados y teñidos muy finos y multicolores. Chacra: terreno cultivado. Chumpi: faja, cinturón sin hebilla; prenda de uso femenino. Huaca: ancestro andino divinizado; origen del grupo familiar o aillu. Llauto: cinta tejida, con dibujos, que se llevaba dando varias vueltas alrededor de la cabeza. Mascapaicha: cinta y borla tejidas con determinados colores y dibujos, que solo podía usar el Inca. Mullo: Spondylus, valva de un molusco de aguas cálidas cercanas al Ecuador; su color exterior va del rojo al blanco, según la profundidad donde se cria. Otorongo o uturunco: tigre americano, Pantera onza. Pichca: pequeña pirámide cuadrilátera truncada, de madera, cerámica, piedra o hueso; sus caras tenían grabados o dibujos; servía para consultar a un oráculo andino ya que, tras haber realizado la ofrenda a la huaca y la pregunta correspondiente, el oficiante la arrojaba al aire y según caía dejando ver cierto dibujo, esa era la respuesta de la huaca. Puma: león americano, Felis concolor. Quero: vaso de madera cuya boca es más ancha que la base. Quipucamayo: especialista incaico en anudar y leer los quipu. Runa uturuncu: hombre andino que puede transformarse en otorongo a voluntad; capiango. 53


Uncu o cushma: tipo de poncho cosido a los lados dejando aberturas para pasar la cabeza y los brazos; prenda de uso masculino.

Figura 1. Vasija de alfarerĂ­a estilo Chancay. El personaje viste prendas con dibujos como tocapu. Museo de ArqueologĂ­a, Lima. Foto MG, 2002.

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Figura 2. Signos de escribanos en escrituras limeñas, siglos XVI-XVII. Cortesía Ada Arrieta, Archivo Riva-Agüero, Pontificia Universidad Católica del Perú.

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Figura 3. Algunos tocapu en la interpretaciรณn de Victoria de la Jara, 1972.

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Figura 4. Parte de los tocapu identificados y numerados, segĂşn de la Jara, 1967.

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Figura 5. Adobes con marcas comunitarias en la Huaca de la Luna, valle de Moche. Foto Hugo A. PĂŠrez Campos, 2002 (ARGRA).

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Figura 6. Un lado de uncu adquirido por Adolphe Bandelier en Murokata, cerca del lago Titicaca. Catalogue number B/1500. Foto cortesĂ­a de la Division of Anthropology, American Museum of Natural History, New York.

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Figura 7. Dos hileras de tocapu junto al borde inferior del Uncu Bandelier. Foto cortesía de la Division of Anthropology, American Museum of Natural History, New York. Catalogue number B/1500.

Interpreta ción

Territori alidad discontin ua, o territorio s ganados para chacras de maíz

Cronología relativa

diseños

época de Guaina Capac

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Alianza entre suyu

época de Topa Inca Yupanqui

Escudo de Amaro Topa Inca

época de Pachacutec

Cuatripa rticiones ,en general

Correspon den ampliamen te a la época de Pachacutec

Ejemplos de tocapu cuatripartitos

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Fauces del gran felino

Consulta de huaca oracular

En diseños andinos, desde Chavín hasta el siglo XX

Tocapu 267, 268, 284 y 285

En diseños andinos, desde Moche hasta el siglo XX Tocapu 119

Tocapu heráldic o

En uncu andino poshispáni cos

Figura 8. Cuadro resumen de la interpretación y cronología relativa de algunos tocapu. © Margarita E. Gentile 2010 Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid El URL de este documento es: http://www.ucm.es/info/especulo/numero45/tocapu.html http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero45/tocapu.html

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La magia en la vida de JesĂşs. Robert Ambelain. Francia. 63


Robert Ambelain (París, 1907 - París, 1997). Maestro masón especialista en temas esotéricos e historia de las religiones. Principales obras: "El Secreto Masónico", "Los Secretos de Israel", "El Auténtico I Ching"."Jesús o El Secreto Mortal de los Templarios", "El Hombre que Creó a Jesucristo o la Vida Secreta de San Pablo" y "Los Secretos del Gólgota". Su producción suma 42 obras publicadas entre 1936-1985. Participó en diversas organizaciones esotéricas occidentales como la Orden Cabalística de la Rosacruz, (O.K.R.C.), la Iglesia Gnóstica Apostólica, (L'Eglise Gnostique Apostolique, 1953). Soberano Gran Maestro de la Orden Martinista de la Elus-Cohen 1943, y la Masonería, donde desempeñó el cargo de Gran Maestre mundial del Rito de Memphis y Mizraím, entre 1960 y 1985. 64


La magia en la vida de Jesús. Robert Ambelain.

«Que no se encuentre en tu pueblo a nadie que pregunte a los muertos...» DEUTERONOMIO, 18, 11 No hay ni un solo exegeta que no haya observado o reconocido que, en la vida de Jesús, hay un vacío oscuro, un período del que no se sabe absolutamente nada. Para los docetas y todos los gnósticos en general, y para Marción el primero. Jesús aparece de forma repentina, sin que se sepa de dónde viene. Es asimismo en Cafarnaúm donde fijan su primera 65


aparición. Otros la sitúan en el vado del Jordán llamado Beta-Abara, en el pueblo de Betania. (Hemos visto, en el capítulo 11, que esos «años oscuros» cubren un período de actividad política, o incluso insurreccional.) En ese período desconocido de la vida de Jesús, el rumor público judío incluía su estancia en Egipto, con el fin de estudiar allí la magia. En efecto, en Israel existía una tradición sólidamente establecida según la cual Egipto era la patria de dicha ciencia, y que no se podía tener mejor maestro que un egipcio. Para todo talmudista sincero, experimentado, poseedor de la tradición esotérica de las sagradas Escrituras, uno de los tesoros robados a los egipcios cuando tuvo lugar su salida de Egipto (cf. Éxodo, 12, 35-36) fue precisamente ese conocimiento, y los famosos «vasos de oro y de plata» que los israelitas tomaron sutilmente de las gentes de Egipto la víspera de su partida en masa hacia la Tierra Prometida no eran otra cosa que las claves (los vasos, los secretos) del doble poder mágico (el oro y la plata), todavía representado en nuestros días esotéricamente mediante las dos llaves de oro y plata que figuran en el blasón de los papas. Esta creencia estaba tan sólidamente arraigada en el espíritu del Israel antiguo, que todo viajero procedente de Egipto que entrara en Palestina era sometido a un escrupuloso registro a su paso por la frontera común. Y, en virtud de la palabra de las Escrituras, a todo aquel que introdujera un tratado cualquiera de magia le esperaba como castigo la pena de muerte a partir del momento en que franqueara los límites del país nabateo o de la vetusta tierra de Menfis: «Que no se encuentre junto a ti a ninguno de aquellos que practique las adivinaciones, el sortilegio, el augurio, la magia; que practique hechizos, que consulte a los espectros y a los espíritus familiares, que interrogue a los muertos.» (Deuteronomio, 18,10-11.) Por eso: «No dejarás vivir a la que practica la magia...» (Éxodo, 22, 17.) 66


Y este ostracismo llegaba muy lejos. En el siglo i de nuestra era, Rabbi Ismael ben Elischa, nieto del sumo sacerdote ejecutado por los romanos, impide a su sobrino Ben Dama que se deje curar por un cristiano de una mordedura de serpiente. Basa su oposición en el tratado talmúdico Abhodah Zarah (27 B), el cual enseña que: «Vale más perecer que ser salvado por la magia...» Así pues, para los judíos Jesús operaba sus prodigios sustentándose en sus conocimientos de magia, que había aprendido y traído de Egipto, y cuyos elementos esenciales había conseguido disimular bajo sus ropas al pasar la frontera. (Qiddouschim, 49 B; Schab., 75 A y 104 B.) Todos sus discípulos eran como él, ya que él les había enseñado sus secretos. Eso es lo que explica sus milagros y el éxito que éstos traían aparejado para ellos, de cara a la multitud ignorante. En la misma época se verá cómo Rabbi Eliezer ben Hyrcanos, que había sido acusado de haberse hecho cristiano en secreto, obtuvo finalmente la gracia, al haberse llegado a la conclusión de que un hombre tan sabio, tan fiel observador de la ley, no había podido extraviarse de tal modo de no haber caído en una especie de hechizo espiritual, practicado por los discípulos de Jesús. Reconozcamos que esta opinión era todavía compartida por un porcentaje bastante elevado de cristianos en el siglo V. En efecto, está demostrado que los Evangelios llamados «de la Infancia», que se componen del Protoevangelio de Santiago, del Evangelio del pseudo Mateo, de la Historia de José el carpintero, y del Evangelio de Tomás, se reparten en fragmentos que pueden haber sido compuestos, unos a finales del siglo II, y los otros en el siglo v. Pues bien, en todos esos textos se nos muestra al niño Jesús dotado de facultades mediúmnicas extraordinarias, y ya apto para realizar prodigios, a merced de sus reacciones infantiles. Se le ve penetrar en una 67


caverna, donde una leona acaba de parir. Y ésta juega y retoza con Jesús, junto con los leoncillos. Y una palmera se inclina ante una orden suya, para ofrecer a María, su madre, los dátiles que desea. Una fuente brota por orden suya, para apagar la sed de sus padres. En el templo de Hennópolis, en Egipto, las trescientas sesenta y cinco estatuas de las divinidades cotidianas de las parénesis caen al suelo. Cuando juega con la tierra y el agua, de regreso a Judea, aquellos que estropean sus frágiles construcciones caen muertos a sus pies. Modela una docena de pájaros en arcilla, y les da vida con sólo una palmada. Ante la indignación de la población, consecutiva al abuso que hace de sus poderes, sus padres lo encierran en la casa y no le dejan salir. Entonces, tanto para hacerse perdonar, como para demostrar su poder. Jesús devuelve la vida a un niño al que acababa de lanzar un hechizo mortal. Lo confían a un maestro de edad muy avanzada para que le enseñe a leer. El maestro, al golpear a Jesús con una varilla de estoraque, cae inmediatamente muerto. Un hecho confirma en los Evangelios canónicos ese carácter rencoroso de Jesús: es el episodio de la higuera (Mateo, 21, 19 y Marcos, 11, 21), que debería haber dado higos a Jesús instantáneamente, y fuera de temporada, y a quien él maldice por no haberlo hecho. En todos esos apócrifos, el padre de Jesús se llama José, evidentemente. Pero han permanecido algunos fragmentos de una veracidad que a continuación fue sabiamente sofocada. Entre ellos están, por ejemplo, los siguientes del pseudo Mateo sobre sus hermanos: «Cuando José iba a un banquete con sus hijos Santiago, José, Judas y Simón, así como con sus dos hijas. Jesús y su madre iban también, junto con la hermana de ésta, llamada María, hija de Cleofás...» (Cf. Evangelio del pseudo Mateo, 42,1.) «José envió entonces a su hijo Santiago para recoger leña y llevarla a casa, y el niño Jesús le seguía. Pero mientras Santiago reunía las ramas, una víbora le mordió en la mano. Y como sufría y se moría. Jesús se le 68


acercó y sopló en la herida. Inmediatamente el dolor cesó y la víbora cayó muerta, y Santiago permaneció entonces sano y salvo.» (Op. cit., 16,1.) En los apócrifos etíopes encontramos lo mismo. Vemos a Jesús, en su edad madura, comunicando a sus discípulos fórmulas mágicas extrañas, algunas de las cuales las encontraremos en los formularios que todo buen doblara abisinio debe inevitablemente poseer.16 Esas son las creencias supersticiosas que compartían los judíos y los cristianos respecto a los «poderes» de Jesús. Lo que es seguro es que los cristianos más cerrados al análisis racional de un texto no podrán negar que Jesús utilizaba una técnica. Y ésta es la prueba: En su ingenuidad los creyentes ordinarios se imaginan que a Jesús le bastaba con dar una orden para que el milagro se produjera. Y nada de eso. Hay matices, y los procedimientos difieren según la naturaleza del resultado deseado. Los siguientes textos lo prueban: «Cuando hubo partido de allí, Jesús fue seguido por dos ciegos que daban voces y decían: "¡Hijo de David, ten piedad de nosotros!" En cuanto hubo llegado a la casa, los ciegos se le acercaron y Jesús les dijo: "¿Creéis que puedo yo hacer esto?" Respondiéronle: "Sí, Señor". Entonces tocó sus ojos, diciendo: "Hágase en vosotros según vuestra fe". Y se abrieron sus ojos...» (Mateo, 9, 27.) «Llegaron a Betsaida, y le llevaron a Jesús un ciego, rogándole que lo tocara. Tomando al ciego de la mano, lo sacó fuera del pueblo, y, poniendo saliva en sus ojos e imponiéndole las manos, le preguntó si veía algo. El ciego miró y le dijo: "Veo hombres, pero algo así como árboles que andan". Jesús le puso de nuevo las manos sobre los ojos, y cuando el ciego miró fijamente, fue curado, y vio con toda nitidez.» (Marcos, 8,2226.) «Pasando, vio Jesús a un hombre ciego de nacimiento [...]. Y después de haber dicho esto, escupió en el suelo e hizo un poco de lodo con la saliva. Luego aplicó este lodo sobre los ojos del ciego y le dijo: "Ve y lávate en 69


la piscina de Siloé". Fue, pues, allí y se lavó, y regresó viendo claro.» (Juan, 9,1 y 6-7.) La piscina de Siloé estaba situada cerca de una de las puertas de Jerusalén. Era allí donde los sacerdotes, revestidos con sus atavíos festivos, sacaban el agua que iban a utilizar para las purificaciones rituales del Templo. Desde que el profeta Isaías la había alabado (Isaías, 8, 6) se la tenía por santa, y todavía en la Edad Media tenía fama, entre los musulmanes, de dispensar un agua milagrosa. En efecto, en estos tres milagros se ve que Jesús emplea tres técnicas diferentes: a) en el primer caso, la fe de los ciegos garantizaba el resultado, por lo que le basta con tocar sus ojos; b) en el segundo caso, pone saliva suya sobre los párpados del ciego, y le impone las manos. Al ser incompleto el resultado, empieza de nuevo la operación, y por fin el ciego ve; c) en el tercer caso, utiliza una vieja receta de la farmacopea antigua. Un código médico del siglo III, atribuido a Serenus Sammonicus, recomienda la aplicación de una capa de lodo para curar los tumores de los ojos. Pero Jesús añade a ello, a modo de complemento, la inmersión en la piscina milagrosa de Siloé, o por lo menos el lavado de los ojos en esas célebres aguas. Sobre el hecho de que Jesús utilizara la saliva en la curación de las afecciones oculares, éste no hace sino emplear una receta antiquísima que se basa en el valor terapéutico de la saliva. En los Anales de cirugía plástica de abril de 1961, págs. 235-242, podemos leer en el artículo «Las derivaciones salivales parotídeas en la xeroftalmia» los siguientes pasajes: «El síndrome xeroftálmico que se desarrolla sobre un ojo con secreción lacrimal pobre o ausente, acarrea la queratinización o la descamación de la conjuntiva desecada, con formación de adherencias... La comea se 70


opacifica... Las pestañas, al rozar, se convierten en un factor de ulceración... El descenso de la agudeza visual desemboca a menudo en una ceguera completa.» «La saliva y las lágrimas tienen una composición muy parecida, y contienen ambas lisozima, sustancia bacteriostática de protección.» El cirujano comunicará entonces, por vía mucosa intrabucal, el canal secretor de las glándulas salivales con el fondo de saco conjuntivo. Y «...de ello resultará para el enfermo una mejora espontánea de la agudeza visual...» (Op. cit.) De este conocimiento inconsciente es de donde deriva el gesto de numerosos escolares que, afligidos por dolor de ojos, humectan con su saliva, con ayuda de sus índices, los lagrimales doloridos, mientras hacen sus deberes bajo la lámpara familiar. En el caso del exorcismo que nos cuenta Mateo (17, 21), también ahí se ha utilizado una técnica. Júzguese: «Entonces se acercaron los discípulos a Jesús y aparte le preguntaron: "¿Cómo es que nosotros no hemos podido arrojar a ese demonio?" Jesús les respondió: "A causa de vuestra incredulidad; porque en verdad os digo que, si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais a esa montaña: Vete de aquí allá, y se iría, y nada os sería imposible. Pero esta raza de demonios no se puede expulsar sino mediante la oración y el ayuno..."» (Mateo, 17,19-21.) En primer lugar, observaremos que existe contradicción. El texto nos dice que nada es imposible para la/e absoluta y sincera. Pero el mismo texto nos precisa los elementos de una técnica, ascética y mística, para la obtención del resultado: la oración y el ayuno. Hay ahí una indiscutible contradicción, ya que la frase final implica que, según la naturaleza de los demonios, según su especie, debe utilizarse un procedimiento u otro. Por lo tanto, la fe sola es insuficiente, y hay que añadirle un soporte psíquico: ayuno, oración, sacramental (aceite, saliva, lodo, agua, etc.).17 71


Hay otros casos en los que el análisis debe ser más sutil, más prudente. Así, por ejemplo, el caso del poseso de Gerasa. Un hombre está poseído por numerosos demonios. Vive en los lugares desérticos y en los sepulcros. Rompe las cadenas y los hierros con los que se le quiere reducir. Jesús viene, ordena a los demonios que dejen a ese hombre. Ellos le suplican: «...y le rogaban encarecidamente que no les mandase volver al abismo. Pues bien, había allí una piara de cerdos bastante numerosa paciendo en el monte, y suplicaron a Jesús que les permitiese entrar en ellos. Se lo permitió. Y saliendo los demonios del hombre, entraron en los puercos, y se lanzó la piara por un precipicio abajo hasta el lago, y se ahogó. Viendo los porquerizos lo sucedido, huyeron y lo anunciaron en la ciudad y en los campos...» (Lucas, 8,31-35.) Observaremos, en primer lugar, que no son jabalíes, sino cerdos domésticos, dado que se trata de una piara con porquerizos. La escena tiene lugar en «el país de los gerasenos, que está frente a Galilea». Es, por lo tanto, la Galaadítide. Pero ¿qué probabilidades hay de que allí se criaran cerdos, animales cuyo consumo estaba formalmente prohibido por la ley, y cuya utilización, preparación y venta eran, por consiguiente, más que aleatorias? Por otra parte, en Gerasa y en su región no hay lago alguno. Para evitar este escollo se nos quiso transferir la escena a Betsaida-Julias, en las orillas del lago Tiberíades, alias de Genezaret, alias mar de Galilea. Pero entonces el suceso no se desarrolla ya en el país de Gerasa, ni en Galaadítide, sino en la Gaulanítide, y a más de ochenta kilómetros a vuelo de pájaro de Gerasa... Una vez más, los escribas anónimos del siglo iv imaginaron cualquier cosa, sin pararse a reflexionar. Por último, en el Voyage en Orient de Gérard de Nerval leemos lo siguiente, y es Avicena el que habla: «Siempre he dicho que el cáñamo con el que se hace la pasta de haschich era esa misma hierba que, según decía Hipócrates, comunicaba a los animales una especie de rabia que les inducía a precipitarse al mar.» De hecho, si hacemos una selección entre los acontecimientos milagrosos cuyo origen es incontrolable, que los 72


judíos atribuyen a la magia y los cristianos a milagros, vemos que la vida de Jesús está dominada por tres hechos importantes: a) el encuentro con el Príncipe de las Tinieblas, en la cima de la montaña de la Cuarentena, en el desierto de Judá; b) la evocación de Moisés y de Elias, en la cima del Tabor; c) el diálogo final, poco antes de su detención, en el monte de los Olivos, con un «padre» misterioso.

Pues bien, todo eso constituye una secuencia de operaciones mágicas, prohibidas bajo pena de muerte por la religión judía. En la escena de la Tentación (Mateo, 4; Marcos, 1; Lucas, 4), Jesús es impulsado por el Espíritu a aislarse durante cuarenta días y cuarenta noches, en la cima de un monte al que en nuestros días se denomina el monte de la Cuarentena, y se nos precisa claramente que es para ser tentado allí por el Diablo. Se trata de una prueba iniciática: el operante debe triunfar sobre las fuerzas de Abajo, si quiere obtener el apoyo de las de lo Alto. Este mismo episodio se encuentra en la vida de Buda y de 73


todos los grandes taumaturgos. Después, el triunfador es «asistido por todo el Cielo y obedecido por todo el Infierno», según la conclusión perfectamente conocida por todos los cabalistas. Pero ¿se había tratado de una evocación, en la cual se llama a una entidad, conjurada por ritos y palabras, y se la obliga a manifestarse, o por el contrario ese retiro de cuarenta días, en la soledad y el ayuno, no preveía explícitamente la aparición, sino que vino de forma inesperada? Ningún texto lo precisa. Por otra parte, hay que considerar como una exageración evidente el hecho de que Jesús hubiera permanecido cuarenta días sin beber, en las terribles soledades del desierto de Judá. Sometido a todas las vicisitudes de la carne, sufrió la flagelación, la crucifixión, y murió, bien a causa de ésta o de la herida de lanza del legionario romano, pero es absolutamente impensable que hubiera resistido, en medio del calor tórrido y de las piedras recalentadas, a semejante deshidratación. Sea lo que fuere, el encuentro con una «manifestación» del Principio del Mal es el primer hecho mágico importante de la vida de Jesús. Existe todavía un segundo hecho, que generalmente pasa desapercibido: con ese Principio tuvo lugar un segundo encuentro, uno, por lo menos. Y éste se desarrolló inmediatamente antes de su detención, o, todo lo más, unos cuantos días antes. «Y el Señor dijo: Simón, Simón, Satanás os ha reclamado para ahecharos como el trigo. Pero yo he rogado por ti, para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez te hayas convertido, confirma a tus hermanos...» (Lucas, 22, 31-32.) La Vulgata de san Jerónimo dice exactamente conversus, que significa transformado, cambiado. ¿Qué puede deducirse de esos frecuentes «contactos» con el Adversario? La segunda gran operación teúrgica tiene lugar en la cima del monte Tabor; se trata de la célebre escena conocida como la de la Transfiguración; la encontraremos relatada con todo detalle en Mateo (17),Marcos (9, 2), Lucas (9, 29), Juan (1, 14), y en la segunda Epístola de Pedro (1,16). 74


«Seis días después, tomó Jesús a Pedro, a Santiago y a Juan, su hermano, y los llevó aparte, a un monte alto. Allí se transfiguró ante ellos, brilló su rostro como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elias hablando con él. Pedro, tomando la palabra, dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, levantaré tres tiendas, una para ti, una para Moisés, y otra para Elias..." Aún estaba él hablando, cuando una nube resplandeciente los cubrió. Y he aquí que una voz, procedente de la nube, dijo: "Éste es mi hijo bien amado, en quien tengo mi complacencia, ¡escuchadle!" Cuando oyeron esta voz, los discípulos cayeron sobre su rostro, sobrecogidos de gran temor. Pero Jesús, acercándose a ellos, los tocó y les dijo: "Levantaos, no tengáis miedo..." Alzando ellos los ojos, no vieron a nadie, sino sólo a Jesús. Mientras bajaban de la montaña. Jesús les dio esta orden: "No habléis a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos" (Mateo, 17,1-9.) En primer lugar, observaremos que esta evocación apela a dos muertos, ya que Moisés había muerto, en la cumbre del monte Nebo, hacía catorce siglos. Y en cuanto a Elias, éste hacía once siglos que «un carro de fuego y unos caballos de fuego» se lo habían llevado hacia el cielo, ante la estupefacción de su discípulo Elíseo. Si se hubiera tratado de la simple manifestación de su filiación divina, Jesús habría podido llevarla a cabo en Jerusalén, en la habitación más alta de la casa de un amigo. Pero como se trataba de una evocación de los muertos, debía tener lugar en un sitio apartado, en un lugar desértico, próximo al cielo, por dos razones. La primera estribaba en el hecho de que semejantes ritos exigen ser practicados de forma que no se corra el riesgo de ser molestado por la llegada inopinada de profanos. La segunda debido a que, en Israel, no se bromeaba con esas cosas que, de ser descubiertas, implicaban la pena de muerte en virtud de las Escrituras: Deuteronomio (18, 10-11), y Éxodo (12, 35-36). De donde la recomendación de Jesús: «No habléis a nadie de esta visión...» (Mateo, 17, 9.)

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En cuanto a la finalidad de tal evocación. Lucas es quien nos la revela, al decirnos esto: «Y he aquí que dos varones hablaban con él. Moisés y Elias, que aparecían gloriosos y le hablaban de su partida, que había de cumplirse en Jerusalén..,» (Lucas, 9, 30-31.) De manera que fue para conocer su destino cercano por lo que convocó a Moisés y Elias, los dos guías esenciales de la historia de Israel. Está establecido el hecho de que todo ello fue acompañado de los sahumerios mágicos habituales con potentes alucinógenos por el delirio y la embriaguez que demuestran sus discípulos, y la incoherencia de las palabras de Simón-Pedro, quien sueña despierto y quiere levantar tiendas para los recién llegados. Porque Lucas, antes, nos dice que «Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño...» (Lucas, 9, 32), y de Pedro que «no sabía lo que decía...» (Lucas, 9,34.) En cuanto a la nube luminosa, la explicación es muy sencilla. Si uno se sitúa en la cima de una montaña, en una región con el cielo impecablemente azul, si llega una nube y el observador se halla envuelto por dicha nube, al continuar el sol dando sobre esa montaña, hará de la nube un verdadero difusor de luz, y será tal el contraste, que el observador, sobre todo si va vestido de blanco, parecerá todavía más deslumbrante. Y llegamos ahora a la última evocación, la que tuvo lugar la noche de la detención de Jesús, en el monte de los Olivos, cerca de Betania, y en el lugar llamado Getsemaní, que designaba un lagar de aceite. Veamos el relato de Lucas: «Tras salir se fue, según costumbre, al monte de los Olivos, y le siguieron también sus discípulos. Una vez llegó allí, les dijo: "Orad, para que no caigáis en tentación..." Se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra, y, puesto de rodillas, oraba: "¡Padre! Si quieres, aparta de mí este cáliz... Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya". Entonces se le apareció un ángel del cielo, para confortarle.» (Lucas, 12,39-4A.)

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«Después de haber orado, se levantó, vino hacia los discípulos y, encontrándolos adormilados por la tristeza, les dijo: "¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para que no entréis en tentación".» (Lucas, 22,45.) Aquí vamos a plantearnos una primera pregunta: ¿cómo puede uno dormirse de tristeza? La angustia y la pena lo que hacen es quitar el sueño. Ese «sueño de tristeza», ese sueño saturniano, está producido ahí, una vez más, por sahumerios, probablemente de Datura stramonium o de beleño, mezclado con gálbano, el helbénáh de los sahumerios del Templo. Porque ahí se trata de una nueva evocación, ahora no interroga a Moisés y a Elias, sino a su padre. ¿Pero a cuál? Lo comprenderemos más tarde. La segunda pregunta es la siguiente: si los discípulos se habían dormido, y si estaba alejado, a la distancia de un tiro de piedra, ¿cómo se conocen los términos de su diálogo con su padre? No por ellos, puesto que duermen. Tampoco por él, dado que Jesús aún no había terminado de amonestar a sus discípulos, por fin despiertos, cuando los soldados romanos de la Cohorte, los servidores del Templo, armados con espadas y cachiporras, conducidos por Judas Iscariote, su sobrino, llegan a la luz de las antorchas y proceden de inmediato a su detención. Es a través de un personaje, del que sólo nos habla Marcos, por quien conocemos estas cosas, y los detalles son de lo más curiosos: «Y abandonándole, huyeron todos. Un cierto joven le seguía, envuelto en una sábana sobre el cuerpo desnudo. Trataron de apoderarse de él, mas él, dejando la sábana, huyó desnudo...» (Marcos, 14,50-52.) En primer lugar, nos extrañará el hecho de que en pleno mes de marzo, en Judea, en la cima del monte de los Olivos, se le ocurra a un joven desplazarse con una sábana por todo vestido, todavía de noche, en las horas más frías, tan frías que se encenderá fuego en el atrio de Caifas, algunos instantes más tarde, allí donde Pedro renegará de su Maestro. (Juan, 18,18.) No se trata de una sábana en el sentido literal de la palabra. El latín de la Vulgata de san Jerónimo, texto oficial de la Iglesia, tampoco emplea el término latino pannus, que significaría paño. Y no se trata de una sábana 77


de cama, dado que en aquella época no se conocían esas cosas. Los judíos se acostaban sobre esteras, al igual que todos los pueblos de esas regiones. Los romanos utilizaban catres, con coberturas de lana o de piel. Los galos utilizaban colchones, y, en el peor de los casos, jergones. Pero no había sábanas de tela, cosa bastante reciente, dado que todavía en nuestra época, en Alemania y en Austria, muchas camas de las zonas rurales acostumbran a llevar sólo una. En realidad, la Vulgata de san Jerónimo utiliza el término latino sindon, que significa exactamente un sudario. Y un sudario no tiene nada en común con las vestiduras rituales que debía llevar un judío de aquellos tiempos. Es este joven el que representa el papel del ángel «venido del cielo para reconfortarle» y que nos narra Lucas (22, 39-44). Y es a través de él como conocemos la plegaria que Jesús dirige a «su padre». Es el comparsa clásico en todo espectáculo de este tipo; en argot a esto se le llama un «barón». Y comprendemos que toda esta escenografía tiene como finalidad reconfortar, efectivamente, a Jesús en su misión, misión de la que él no ignora que va a conducirle a una muerte horrible, sin esperanza alguna de conseguir liberar a Israel y restablecer la realeza davídica. No ignora que esta misión, desde que se retiró a Fenicia, él la ha trasladado ya a otro «reino», que no es de este mundo. Pero los fanáticos que le rodean no lo escuchan en esta misma sintonía. Unos habían montado esta superchería para catapultarlo de nuevo a ese mesianismo puramente político y sin esperanzas de éxito. Otro había llegado ya más lejos, y ya lo había denunciado: su propio sobrino, Judas Iscariote, hijo de Simón Pedro. Una vez desaparecido Jesús, la filiación de Israel pasaba a Simón Pedro, y él, Judas, se convertía en el «delfín»... En cuanto a los demás, aprovechando la oscuridad de la noche, la poca luz producida por las antorchas, se fundirían en las tinieblas del monte de los Olivos y emprenderían la huida sin ningún escrúpulo.18 Pero para los judíos de entonces no había duda alguna de que había utilizado las ciencias prohibidas. El rumor de su encuentro con Samael en las soledades del desierto de Judá debió extenderse. Se sabía que había vencido al Príncipe de las Tinieblas. Por lo tanto éste, según la tradición 78


mágica común, era su esclavo, puesto que Jesús lo había domado: «Pero los fariseos replicaban: "Por medio del Príncipe demonios..."» (Mateo, 9, 34.)

de

los

Demonios

expulsa

a

los

«Y se extendió el rumor de que tenía un Espíritu impuro (se sobreentiende que a su "disposición")...» (Marcos, 3,30.) En el episodio de la mujer adúltera parece utilizar un procedimiento mágico, bien de adivinación o bien de purificación: «Jesús, inclinándose, escribía con su dedo en la tierra. Como ellos insistieran en preguntarle, él, incorporándose, les dijo: "El que de vosotros esté sin pecado, arrójele la piedra el primero..." (se sobreentendía que la piedra de la lapidación, castigo que se aplicaba a las mujeres adúlteras según la ley).» (Juan, 8, 6-7.) Aquí se trataba, probablemente, de una consulta geomántica. Todavía en nuestra época, en Marruecos, Túnez y todo el Próximo Oriente algunos adivinos practican consultas mediante el procedimiento adivinatorio denominado Darb-el-remel, o «arte de la arena». Con ayuda de puntos o de rayas trazados sobre la arena se obtienen figuras con valor de oráculo, cuyo número es invariablemente de dieciséis, y que dan la respuesta a la pregunta formulada. Podía haberse tratado también de un procedimiento de «desprendimiento» psíquico particular. Se trazan sobre la arena o la tierra determinados diagramas mágicos, se hace pasar al sujeto en cuestión por encima, y éste se encuentra liberado, ya que el espíritu malo, autor del mal, no puede soportar el paso por encima de los caracteres sagrados. Éste es, asimismo, el origen de los tatuajes protectores. La indulgencia de Jesús hacia las mujeres adúlteras o las prostitutas viene justificada por la presencia de varias de ellas en su genealogía ancestral. En primer lugar está Tamar, quien en el Génesis (38, 12 a 19) se prostituye a su suegro en 79


una encrucijada de caminos, sin que él la reconozca, para conseguir casarse después. Luego está Rahab, la prostituta oficial de Jericó, que oculta a los espías enviados por Josué, antes de la destrucción de la ciudad, y por eso salva su vida (Josué, 2, 1 y ss.; 6, 17 y ss.); después se casa con Salmón, hijo de Naasón, príncipe de Judá, y será madre de Booz (Mateo, 1, 5). Tenemos a continuación a Ruth, esposa de Majalón, y luego mujer de Booz; ésta era de origen moabita, raza originada por el incesto entre Lot, borracho, y sus dos hijas, origen que hubiera debido prohibir a Ruth el acceso a una familia judía tradicionalista. (Ruth, 1, 4 y ss.; 2, 2 y ss.; 3, 9 y ss.; 4, 5 y ss., y Mateo, 1, 5.) Está, por último, Betsabé, mujer de Urías, oficial de David, a quien este rey mandará asesinar para conservar a la esposa de aquél, de quien ha hecho su amante, sin que ésta proteste. De dicho adulterio nacerá Salomón (II Samuel, 11, y Mateo, 1,6). En fin, parece sobreentenderse que Jesús, al igual que sus discípulos, no pudo tampoco curar a todos cuantos tenían relación con él: «Hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso, se acercó a él una mujer con un frasco de alabastro...» (Mateo, 26, 6.) Pues bien, se trataba de la casa de su amigo Lázaro, hermano de Marta y María, quienes le ofrecían invariablemente hospitalidad cuando él se encontraba en Jerusalén.19 Y dicho Simón seguía estando leproso. El episodio de la evocación de Moisés y Elias en la cima del monte Tabor es la encrucijada del destino de Jesús. Hasta ese momento había sido, después de su padre, Judas de Gamala, el pretendiente legítimo a la realeza davídica. Sus discípulos, sus amigos, sus hermanos «carnales», le llaman señor (adonai) a veces, porque es su señor. En aquella época, y durante siglos, ese término reemplazaba en todos los estados del Próximo Oriente al «sire» medieval europeo. En público, la esposa del rey le llamaba a éste «mi querido señor» o «sire». Pero después de esa extraña ceremonia, efectuada con Pedro, Santiago y Juan (serán los mismos que le acompañarán en la de Getsemaní), ya no será el mismo. Habrá comprendido, él solo, que el mesianismo político, terrestre, no tiene esperanza. La Providencia tiene previstas otras cosas para el mundo, más importantes que el restablecimiento de los descendientes de David en el trono de un Estado minúsculo. Y es que de esa evocación algo subsiste 80


en él, una entidad muy elevada ha tomado posesión de él, y a partir de ahora se servirá de él para remodelar el mundo. Para él, esta entidad se llama Elias. ¿Qué hay de asombroso en ello? Tan sólo conoce su propia mitología nacional. Para las legiones, que marchaban en cabeza de sus ejércitos, esa entidad tenía ya, desde hacía siglos, otro nombre: Mithra. De ese fenómeno de «posesión» psíquica, Jesús es perfectamente consciente. De ahí la frase, teñida de desengaño, que dirige a Simón el Zelota, su hermano «según la carne», y su sucesor legítimo, por orden de primogenitura, cuando él. Jesús, haya desaparecido: «En verdad te digo: cuando eras joven te ceñías e ibas a donde tú quenas. Pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras...» (Juan, 21, 18.) Y en el Gólgota, clavado en la cruz de infamia, será otra vez a Elias a quien se dirigirá: «Hacia la hora nona, exclamó Jesús con voz fuerte:"¡Eli, Eli, lama sabachthani!..."» (Mateo, 27,46.) Los escribas anónimos que redactaron los pseudo evangelios no dejan jamás de traducirlo por «¡Dios mío! ¡Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» (Mateo, 27, 47.) Pero los judíos que asistieron a la crucifixión y que lo oyeron, no se equivocaron cuando dijeron: «Está llamando a Elias...» (Mateo, 27, 48.) Algunos exegetas y lingüistas, especialistas en lenguas muertas, consideraron que esta frase era fenicio, y que significaba: «¡Señor! ¡Señor! Las tinieblas... Las tinieblas…», lo cual tenía explicación, dado que se trataba de un agonizante, cuya vista iba apagándose poco a poco, o que, a causa de un fenómeno mediúmnico suscitado por el último estado, distinguía formas terroríficas, como las descritas por el Libro de los Muertos tibetano, o por el apócrifo Libro de José el Carpintero, y que no serían sino fantasmas interiores, que se liberarían del subconsciente del agonizante. Les dejamos a ellos la responsabilidad de semejante traducción, pues, a nuestro parecer, y tal como lo vemos, esas últimas palabras de Jesús tenían una significación muy distinta.

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Notas. 16 El doblara es, en Abisinia, un corista de la iglesia que. Además, practica la magia «blanca», porque la negra está severamente reprimida 17 Jesús no debía ayunar mucho, porque él mismo reconoce (Mateo, 11, 19) que tenía la reputación de «comedor y bebedor». Y san Jerónimo, en su Vulgata, utiliza el término latino potalor, que traducimos por «beodo». 18 Simón era, electivamente, hermano de Jesús: «... ¿y no se llaman sus hermanos José, Santiago. Himún y Judas?...» (Mateo, 13, 55). Por otra parte, Judas Iscariote, es el hijo de Simón: «Uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón...» {Juan. 12, 4). Y los otros textos nos precisan que se trata de «hermanos según la carne». (Pablo, Romanos, 9, 5; Eusebio de Cesárea, Hisioriu eclesiástica, III, XX, 1.) En cuanto a los famosos «treinta denarios», si aparecen ahí es porque fueron introducidos por los falsificadores anónimos que redactaron los pseudo evangelios, para justificar el pasaje de Zacarías (II, 12): «Entonces pesaron treinta sidos de plata para pagarle». Porque si se hubiera puesto precio sobre la cabeza de Jesús, es indudable que la suma habría sido mucho más considerable. 19 Observaremos que Jesús no pasa jamás la noche en la ciudad santa de Israel. Cuando oscurece, hace lo que tenía que hacer, y en seguida se va a dormir a Betania. al pie del monte de los Olivos, por muy cansado que esté. Porque a la puesta del sol se cierran las puertas de Jerusalén, mientras que el pueblo de Betania no tiene puertas. Y en las nocturnas tinieblas de las calles no iluminadas, cuando las puertas están cerradas y vigiladas, Jerusalén se conviene en una ratonera. Y cuando la situación se agrava, ya no va a dormir a Betania, sino a Getsemaní, el lugar antes citado, que se halla en el monte de los Olivos, y en el que hay una prensa de aceitunas. De donde la frase de Mateo (8, 20) y de Lucas (9, 58).

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LIBROS PUBLICADOS POR ROBERT AMBELAIN. Éléments d'astrologie judiciaire. Les étoiles fixes, les comètes, les éclipses, París, J. Betmalle, 1936. Traité d'astrologie ésotérique, vol. 1, París, Éditions Adyar, 1937. Traité d'astrologie ésotérique, vol. 2, L'onomancie, préface de J.-R. Bost, París, Éditions Adyar, 1937. avec J. Desmoulins, Éléments d'astrologie scientifique. Lilith, le second satellite de la terre (Éphémérides de 1870 à 1937), París, Courtrai, Niclaus, 1938. Dans l'ombre des cathédrales. Étude sur l'ésotérisme architectural et décoratif de Notre-Dame de Paris dans ses rapports avec le symbolisme hermétique, les doctrines secrètes, l'astrologie, la magie et l'alchimie, París, Éditions Adyar, 1939. Adam, dieu rouge. L'ésotérisme judéochrétien. La gnose et les Ophites. Lucifériens et Rose+Croix, París, Niclaus, 1941. Traité d'astrologie ésotérique, vol 3, L'Astrologie lunaire, París, Niclaus, 1942. Au pied des menhirs. Introduction à l'étude des doctrines celtiques, París, Niclaus, 1945. « Préface» et « avant-propos» à André Barbault, Astrologie météorologique, suivie de Contribution à l'astrologie agricole, París, Niclaus, 1945. La Franc-maçonnerie occultiste et mystique (1643-1943). Le Martinisme, histoire et doctrine, París, Niclaus, 1946. Les Survivances initiatiques. Le martinisme contemporain et ses véritables origines, t. I, París, Destins, 1948. La Talismanie pratique, París, Niclaus, « L'occultisme simplifié», 1949. Les Tarots: comment apprendre à les manier, París, Niclaus, « L'occultisme simplifié», 1950. La Kabbale pratique. Introduction à l'étude de la Kabbale, mystique et pratique, et à la mise en action de ses traditions et de ses symboles, en vue de la théurgie, París, Niclaus, 1951. Les Visions et les rêves: leur symbolisme prémonitoire, París, Niclaus, « L'occultisme simplifié», 1953. Les Survivances initiatiques. Templiers et Rose-Croix. Documents pour servir à l'histoire de l'illuminisme, París, Éditions Adyar, 1955. Le Dragon d'or. Rites et aspects occultes de la recherche des trésors, París, Niclaus, 1958. Abraham ben Siméon de Worms, La Magie sacrée d'Abramelin le mage, transcrite, présentée, annotée et commentée par R. Ambelain, París, Niclaus, 1959. Édité par le Suprême conseil de l'Ordre kabbalistique de la Rose-Croix 83


Martinez de Pascuallis et le Martinisme, Meaux, 1959. Extrait de la revue L'Initiation, « cahiers de documentation ésotérique traditionnelle», 33e année, n° 2, juillet-décembre 1959. La Notion gnostique du démiurge dans les Écritures et les traditions judéochrétiennes, París, Éditions Adyar, 1959. L'Alchimie spirituelle, la voie intérieure, París, la Diffusion scientifique, 1961. L'Abbé Julio (Mgr Julien-Ernest Houssay, 1844-1912), sa vie, son oeuvre, sa doctrine, París, la Diffusion scientifique, 1962. Le Cristal magique ou la Magie de Jehan Trithème, abbé de Spanheim et de Wurtzbourg (1462-1516), París, Niclaus, 1962. Scala philosophorum ou la Symbolique des outils dans l'art royal, París, 1965. Traité des interrogations célestes, t. 1, París, N. Bussière, 1964. Sacramentaire du Rose-croix, sacralisations, exorcismes, formules de défense et d'action, París, la Diffusion scientifique, 1964. (éd.), Rite ancien et primitif de Memphis-Misraïm. Cérémonies et rituels de la maçonnerie symbolique, présentés et commentés par Robert Ambelain, París, N. Bussière, 1967. trilogie sur la survie de Jésus et de sa descendance (thèse reprise dans le Da Vinci Code de Dan Brown) Jésus ou le Mortel secret des Templiers, París, Robert Laffont, 1970 La Vie secrète de Saint Paul, París, Robert Laffont, « Les Énigmes de l'univers», 1972 Les Lourds Secrets du Golgotha, Robert Laffont, « Les Énigmes de l'univers», 1974 Scala Philosophorum, ou la Symbolique des outils dans l'Art royal, París, Éditions du Prisme, 1975 Bérénice ou le Sortilège de Béryte (roman), París, Robert Laffont, 1976 Le Vampirisme, de la légende au réel, París, Robert Laffont, « Les Portes de l'Étrange», 1977

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Mario Lรณpez Rico


Dedicado a todos los que buscan explicaciones.

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Mario López – 2014


Tabla de contenido

Generalidades sobre la muerte .............................................. 88 La muerte en occidente .................................................................... 89 Desmintiendo algunos dogmas ........................................................ 90 Conclusión......................................................................................... 91

¿Por qué la tememos?............................................................ 92 Afrontar la muerte ................................................................. 94 Ayudar a morir ...................................................................... 97


Generalidades sobre la muerte “La muerte está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja”

No es sencillo encontrar trabajos sobre la muerte. Es un tema que a nadie gusta; sin embargo, la muerte es tan real que vivimos con ella a cada momento. Como buscadores de la luz es un asunto que no podemos dejar de estudiar y, mucho menos, podemos pasarlo por alto. Vamos a iniciar una miniserie sobre la muerte y sobre la vida porque comprender la muerte nos libra del temor a ella y nos permite disfrutar de la vida. Esta idea se encuentra presente en la obra de Sogyal Rimpomché1 “El libro tibetano de la vida y la muerte” donde, partiendo del Bardo Thodol2 o libro tibetano de la muerte, nos enseña a no temer a la muerte y abrazarla como a una amiga que llega siempre a su hora. Esta obra, prologada por el decimotercer Dalai Lama se encuentra en mi

1

Sogyal Rimpoché es un escritor y maestro del budismo. El Bardo Thodol, más conocido en occidente como El libro tibetano de los muertos, es una guía de instrucciones para los los moribundos y los muertos que, según la creencia del budismo tántrico del Tíbet, permite alcanzar la iluminación durante el periodo inmediato posterior a la muerte y por algunos días más, a fin de evitar renacer e ingresar nuevamente al Samsara, pues se considera que la muerte dura 49 días y después de ello sobreviene un renacimiento en el ciclo de la reencarnación. Así, el texto da algunas recomendaciones a tener en cuenta durante ese período intermedio conocido bajo el nombre tibetano de Bardo. 2

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lista de obras para recomendar ya que trata el tema desde un punto de vista filosófico moderno y solo recurre al Budismo tibetano cuando no queda más remedio, como es el caso del análisis del Bardo Thodol. Pero realizada la recomendación volvamos al tema y comencemos por el principio, es decir, que es la muerte, como la vemos en nuestro mundo moderno occidental.

La muerte en occidente El tema de la muerte en nuestro mundo occidental se encuentra grandemente influenciado por los dogmas de las denominadas iglesias Universales y, especialmente, por la Católica Apostólica Romana. Estas religiones afirman que a nuestra muerte podemos caer en desgracia eterna por nuestros pecados y acabar en el infierno. La reacción lógica antes ello es que tengamos temor a la muerte, no sea que hayamos hecho algo malo. Pero, por supuesto, estas mismas iglesias nos dan la solución para evitar este destino con algo tan simple como seguir sus indicaciones y dogmas. Se olvidan, sin embargo, de dar a conocer a sus fieles todo lo necesario, se cuidan mucho de dar solo “lo estrictamente necesario” para hacer creer a sus fieles que solo ellas pueden salvarlos. ¿No será que están más interesados en mantener los dogmas que durante miles de años les ha permitido ejercer su poder sobre sus fieles en base al miedo a la muerte? Yo solo dejo caer la pregunta y ustedes busquen la respuesta. La sociedad en general no conoce a la muerte, no la comprende y no sabe que ocurre en dicho momento. La consecuencia es que vive negando la muerte o aterrorizado por ella. Los que la niegan lo hacen en el sentido de que no hay porqué preocuparse ya que es algo que llega, inevitable y sin solución. La gente se toma la muerte con frivolidad y piensa que es algo que le pasa a todo el mundo, que es algo natural y, si es creyente, que todo irá bien. La teoría es preciosa hasta el instante que le vemos la cara y nos damos cuenta de no estar preparados para ella. Nadie nos ha preparado, ni la Iglesia con sus dogmas lo logra, y tenemos miedo. Todo esto, la negación, el miedo, el desconocimiento de que la muerte no es “real”, nos ha llevado a un materialismo desastroso. Al creer que solo tenemos una vida tratamos de aprovecharla al máximo, consumimos sin límite, 89


sin importarnos las consecuencias; no pensamos en un futuro más allá de nosotros mismos y así mucho no se preocupan de la contaminación, del cambio climático, del aumento de la pobreza… “eso no es mi problema, no me afecta, me habré muerto cuando eso suceda…” se dicen para tranquilizarse y ocultar su miedo. Los creyentes puede que se comporten mejor; son más espirituales. Pero si lo hacen es por miedo, por el temor grabado a fuego por los dogmas de sus iglesias a ser condenado a un tormento eterno si pecan. Son mejores que los materiales pero viven aterrorizados lo que no es vivir, más bien es un no vivir, sino un morir a cada momento. Es necesario dar a conocer que la muerte es una gran amiga. Ella no viene a terminar con nosotros sino a liberarnos de lo material para poder cruzar el portal hacia lo espiritual. Ese y solo ese es su trabajo. Un trabajo que repite en cada vida que tenemos. Si pensamos en un Creador justo y bondadoso, como afirman todos los credos, no hay lugar para castigos eternos, no hay motivos para el temor. Si lo hay para pensar a futuro, futuro más allá de nuestra vida actual. No se trata ya de dejar un planeta mejor a nuestros hijos sino a nosotros mismos para el momento de nuestro regreso, de nuestra reencarnación.

Desmintiendo algunos dogmas Hasta el cristianismo acepta la reencarnación solo que se cuida mucho de decirlo. Si lo hiciese perdería el poder sobre sus fieles, si nos reencarnamos, implícitamente aparece la opción de la auto-salvación y desaparece la de condena eterna. Ya no necesitamos a la Iglesia para ser salvados. En Mateo 16-33, Jesús dice a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? “Y ellos dijeron: unos, Juan el Bautista, y otros Elías; y otros, Jeremías…” 90


Sólo creyendo y aceptando la reencarnación es posible dar esas respuestas; además, Jesús no se enfada por la respuesta, no les regaña y si niega ser uno de ellos. En cuanto al tema del infierno, podemos citar los siguientes pasajes: “Tu empero, eres Dios de perdones, clemente y piadoso; tardo para la ira, y de mucha misericordia…” Nehemías 9 – 17 “Porque de Dios es decir: “Yo perdoné, no destruí” Job 34 – 31 Si Dios es clemente, piadoso, perdona y no destruye… ¿Dónde encajamos un infierno eterno?

Conclusión Volvemos así al principio, es necesario conocer la muerte, librarnos del yugo de su temor y ver más allá de los dogmas. No se trata de buscarla pero tampoco de negarle, de huir de ella, de temerla. Solo así aprenderemos a vivir, podremos dar sentido a nuestra vida y prepararnos para el momento de su fin. Ahora que sabemos lo que es no dejemos que los dogmas de fe nos impongan una vida de miedo, no nos dejemos llevar como ovejas al matadero. No se trata de ir contra la religión cristiana, musulmana, judía…sino contra los dogmas creados por sus cúpulas para mantenernos en una ignorancia conveniente. Tenemos que leer los libros sagrados con calma, analizando más allá de todo dogmatismo y descubriremos todo lo oculto a conveniencia; lo escrito arriba es prueba de ello en la Santa Biblia. Curiosamente, o no tanto, esto no ha hecho más que afianzar mis creencias porque, más allá de todo dogma, todas las religiones dicen lo mismo, afirman lo mismo, solo se diferencian por el modo de presentarlo y, lo peor, de ocultar aquello que les interesa mantener oculto.

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Pero es de la muerte de lo que estamos hablando ¿verdad? Quédese con esta frase: “Ella no viene a terminar con nosotros sino a liberarnos de lo material para poder cruzar el portal hacia lo espiritual. Ese y solo ese es su trabajo”

¿Por qué la tememos? “La muerte es, en efecto, un enorme misterio; pero de ella se pueden decir dos cosas: es absolutamente cierto que moriremos y es incierto cuando y como moriremos” Sogyal Rimponche En el capítulo anterior comentamos que la mayoría de la gente vive con temor a la muerte y afirmamos que uno de los motivos eran los dogmas inculcados por las Iglesias denominadas Universales por causa de una interpretación sesgada y conveniente a sus deseos de poder y control sobre los fieles. No es, sin embargo, la única razón y aquí vamos a comentar algunas más. No conocer cuando moriremos sirve de excusa para no afrontar la muerte, siempre se mueren otros, estamos sanos, fuertes y lo dejamos pasar. En cierto modo es lo normal porque todos poseemos el instinto de vivir y así nos han educado; pero de repente enfermamos o tenemos un accidente y nos damos de cara con la muerte sin estar preparados y surge la pregunta: ¿y ahora qué? Uno de los factores que más contribuyen a este miedo es que no sabemos quién somos en realidad. El mundo moderno nos ha creado un avatar de lo que somos. Nos ha dado un nombre, un trabajo, una familia, amigos…nos ha creado una identidad y creemos que eso es lo que somos. Sin esa identidad prefabricada no somos nada y a eso es a lo que tenemos 92


miedo: a no ser nada. Sin nuestros documentos de identidad, sin nuestras tarjetas de crédito, sin nuestros diplomas, no somos nadie; no existimos para la sociedad y, naturalmente, todo eso lo perdemos al morir. Dejamos todo atrás, sobre todo nuestro cuerpo material, aquello con lo cual nos hemos identificado siempre, y pensamos: “es el fin, se acabó”. Los que se quedan no lo llevan mucho mejor. Entierran el cuerpo con lo mejor que pueden, con las mejores galas, adornan el sepulcro, ponen una placa con el nombre del difunto, tratan por todos los medios de mantener “vivo” el recuerdo como en una especie de catarsis, como diciendo: “No ha muerto del todo, sabemos dónde está, está aquí” Nos engañamos a nosotros mismos porque también tenemos miedo a desaparecer y deseamos tener “una casa eterna” que haga que sigamos “existiendo” entre los vivos. Pretendemos “vivir” entre los vivos cuando ya estamos muertos. ¡Qué absurdo! Somos ya seres inmateriales ¿por qué agarrarse a la materia? La respuesta es muy simple. En primer lugar porque así nos lo han enseñado, el muerto no sirve de nada a la sociedad. Aun habiendo sido famoso, inventor, sabio… muerto ya no es útil; ocultamos su muerte recordando lo que hizo – y nada malo hay en recordar y aprovechar sus hechos – pero no lo hagamos para ocultar su muerte. En segundo lugar, nadie nos ha explicado lo que somos en realidad. Nadie nos ha dicho que somos un ente espiritual eterno encarnado en un cuerpo material mortal. No sirve para nada explicarlo en la sociedad moderna, no es útil, no ayuda a su evolución. Al menos no desde el punto materialista de la misma. Por otro lado, nosotros mismos estamos materializados y vemos el preocuparnos por saber lo que somos como una pérdida de tiempo, de nuestro valioso tiempo. El tiempo es oro y no podemos perderlo en tonterías. Hay que trabajar duro, labrarse un nombre, darse a conocer, buscar el éxito…en definitiva, crear esa biografía, ese personaje sin el cual no somos nada en el mundo y así nos engañamos hasta que la cruda realidad nos golpea al morir y privarnos de todo ello. Somos seres inmortales. El mundo material es efímero. Nuestro personaje terrestre puede ser visto como el personaje de una obra de teatro. Somos actores. El personaje muere al final de cada representación; pero 93


el actor sigue viviendo. Si aceptamos esto tan fácilmente porque no hacemos lo mismo cuando se trata de la obra de nuestra vida. No somos el personaje material de habita la Tierra sino el actor espiritual, inmortal, que da vida a ese personaje en la vida terrenal. Aceptar lo que somos en realidad nos ayuda a no temer la muerte. Ya no importa perder todo lo que hemos creado en la vida porque eso no somos nosotros en realidad. No se trata de no trabajar, de no tener un nombre, de ser alguien en la vida. Se trata de comprender que no pasa nada por perderlo porque lo que somos realmente seguirá a serlo. Y comprender esto no es perder el tiempo; desde el punto de vista social producirá mejores ciudadanos, ya no será necesario pisar a los demás para subir más y más alto y ser alguien mejor; ya no necesitaremos pensar solo en nosotros mismos porque todo eso es perecedero. Una sociedad que acepta la muerte, que comprende lo que somos en realidad es una sociedad perfecta para cultivar la fraternidad y la caridad hacia los demás porque para eso precisamos evitar la competitividad compulsiva en la cual vivimos y “perder” en el tiempo en cosas que aparentemente no sirven para nada.

Afrontar la muerte “Cuando estás absorto en cosas mundanas no piensas en la venida de la muerte; rápida llega como un relámpago…” (Milarepa) Desde que nos levantamos hasta el mismo momento en que nos acostamos a dormir no dejamos de hacer planes a futuro. Damos por supuesto que tendremos tiempo de sobra para llegar a realizarlos. Incluso si son planes a muy largo plazo. Estamos sanos y fuertes, somos jóvenes y la muerte no nos puede tocar. Sin embargo, puede. No precisamos ser viejos o estar enfermos para morir. Un día te levantas, sales a la calle y te atropella un coche o, simplemente, resbalas y te golpeas en la cabeza…¡Y se acabó la vida!

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Nada malo tiene hacer planes; pero de vez en cuando conviene ser realistas y hacerse la pregunta prohibida: “¿Y si mañana estoy muerto, qué? Es importante reflexionar y afrontar la posibilidad de la muerte porque nos hace más realistas y menos utópicos, Nos ayuda a crear planes más plausibles y, sobre todo, a unir a dichos planes las alternativas necesarias para su término si algo nos llegase a suceder. Afrontar la muerte es lo mismo que tomarse la vida en serio. Si usted compra una casa hipotecándose a 25 años cuando usted tiene 20 no es muy probable que se muera antes de acabar de pagar al banco; pero puede pasar y su familia quedarse sin donde residir si no puede seguir pagando. Por lo tanto, usted contrata un seguro de vida por si acaso. Afrontar la posibilidad de su muerte le ayuda a vivir más tranquilo a usted y a su familia. Si hacemos lo dicho arriba ¿por qué no hacerlo siempre? Si sólo estamos seguros del pasado pensemos en lo que hemos hecho con nuestra vida, en donde estamos, en lo que hemos logrado y hacia dónde queremos ir. Y dado que el futuro es incierto afrontemos la posibilidad de nuestra muerte y preparemos todo por si llega. Ganaremos en paz y tranquilidad. Recuerda que lo que hacemos en la vida es lo que somos a la muerte y todo cuenta en la suma. Estar preparado para morir nos hace vivir sin preocupaciones y felices. No seamos como la flecha que confía en ir siempre adelante hasta que la diana la detiene de repente. Tan desesperados estamos porque todo siga igual mañana que vivimos en la ficción de creernos prácticamente inmortales y cuando la realidad, tozuda ella, nos muestra la gran falacia en la cual vivimos nos damos cuenta de la gran cantidad de cosas por hacer, de los cabos sueltos y, si nos salvamos de la muerte, comenzamos a vivir con miedo a ella.

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En ese momento podemos aplicar dos soluciones: Afrontar y aceptar nuestra impermanencia o “Como ya me ha pasado una vez no es probable que me pase de nuevo” El pensamiento final lo sabemos falso pero es la posición cómoda hasta que afloran los recuerdos o un nuevo aviso aparece y el miedo vuelve a desatarse. ¿No será mejor aceptar la realidad, afrontarlo, tomar medidas adecuadas y vivir sin miedos? : Si la respuesta es tan lógica ¿por qué no lo hacemos? Reflexione: La percepción de lo efímero de la vida es, paradójicamente, la única realidad 100% segura y lo único que puede ayudarle a vivir mejor. Si nos atenaza la pereza, pensar en la muerte nos devuelve a la realidad y nos hace pensar en “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy” porque no sea que mañana no puedas. El que afronta la muerte sabe que lo único que tiene en realidad es el ahora, no puede ser perezoso, tiene que volverse activo, buscar a sus amigos, disfrutan de la vida…en definitiva, vive mejor. Usted me dirá ahora que todo lo que le he contado es evidente; que nada nuevo le he enseñado. Tiene razón. Le digo que no puedo enseñarle nada. Usted ya sabe todo esto; pero lo ha asimilado realmente. ¿Ha dejado que se integre y modifique su vida? Hagamos un pequeño test. ¿Sabe usted que desde que nacemos, cada día estamos más cerca de nuestra muerte? ¿Trata usted a todo el mundo lo mejor que puede, no sea que mañana ya sea tarde? ¿Ha perdonado o pedido perdón ahora que puede, no sea que mañana ya sea tarde? ¿Ha eliminado la pereza de su vida? ¿Es usted activo y busca en todo momento lo mejor para usted y para la Humanidad?

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Si responde “no” a una sola de las preguntas anteriores entonces no ha comprendido todavía la enseñanza de la impermanencia, de lo efímero de la vida y aún puede hacer mucho para vivir mejor y más feliz. ¡Pero qué difícil puede ser todo esto! Es muy fácil dejarse llevar porque, por ejemplo, cuesta mucho pedir perdón. Pensemos, reflexionemos, meditemos y llegará la Sabiduría. No es fácil pero si es posible y el fruto a conseguir es sabroso y jugoso porque habrá producido un hombre nuevo, inspirado, tranquilo, sin temor a la muerte porque nada ha dejado pendiente y puede partir sin preocupaciones. Así pues, trabajemos en estos cambios ahora, ahora mismo. La vida es dura; pero siempre nos da oportunidades. No nos cerremos al cambio y la evolución; no nos aterroricemos de vivir por miedo a morir no se sabe cuándo y dónde. Aceptemos esa realidad y vivamos sin miedo.

Ayudar a morir No vaya a pensar el lector ante el título de esta entrada que al hablar de ayudar a morir estoy pensando en la eutanasia. ¡No!, nada más lejos de mi idea. Estoy pensando en lograr que los moribundos pierdan el miedo a su destino. Es preciso conocer la muerte, lo que es y qué pasa, para qué sirve la muerte; para poder ayudar a la gente. Mal podemos ayudar si no sabemos lo que decir, si no lo decimos calmadamente y si al decirlo parece que no nos creemos nada de lo que decimos y que solo lo hacemos como una salida barata. Es preciso que se note que lo que decimos es lo que realmente creemos, que estamos convencidos de su autenticidad. Pero lo más importante no es hablar al moribundo sino escucharle. Algo que la sociedad no hace con nadie, somos sordos con los demás y los demás tienen mucho que contar, sobre todo los moribundos que no han preparado

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su momento. Hay que escuchar al moribundo para saber lo que le preocupa, lo que le atormenta en su momento final. Hay que escucharle, simplemente dejarle hablar. Si quiere ayudar comience por tomar la mano del moribundo con cariño, que note su presencia, que usted está ahí. El simple contacto le permite sentirle a usted cercano, accesible, que no tiene prisa por irse. No pregunte ¿cómo está?; usted ya sabe la respuesta: “Muriéndome”. Pregunte con claridad de este modo: “¿Qué te preocupa?, ¿En qué puedo ayudarte?” y entonces calle su boca, espere, y deje hablar al moribundo sin interrumpirle. Muchos moribundos abrirán su corazón y le contarán sus miedos y preocupaciones; muchas veces lo están deseando, necesitan ser escuchados; pero nadie les escucha, les tienen pena, tratan de consolarlos, pero nadie sabe realmente lo que les preocupa. Unos le dirán que temen a la muerte porque no saben que hay después; otros que lamentan el daño causado a otros; otros que tienen miedo a lo que será de sus familiares… Deje que hable. No interrumpa. Cuando termine dele su respuesta; pero dígale que es lo que usted piensa o lo que usted haría; no intente, bajo concepto alguno, convencerle de que eso es lo correcto. Actúa como un guía, pero no impongas. Es su elección. Analice el texto inferior, es un caso real, puede que no sea capaz de creerlo, pero le aseguro que es totalmente real y muestra claramente todo lo que hemos hablado. “Conozco el caso de un hombre moribundo que estaba demacrado. La visita de sus familiares parecía acabar más con él. Finalmente dejándole hablar, descubrimos que tenía miedo por el futuro de su mujer e hijos, que sería de ellos, si estarían bien tras su muerte. Se aconsejó a la familia sacar el tema. Decirle que le agradecían todo lo que había hecho por ellos; pero que ahora era el momento de que el descansase tranquilo y dejase esa carga. Que ellos saldrían adelante gracias a todo lo que él había hecho hasta ese momento. No fue fácil, pero si fue posible, las emociones están a flor de piel en ese momento.

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A partir de ese momento, a pesar de la desgracia, se produjo un cambio radical en el moribundo. Contada los segundos para la visita de sus familiares. Quería aprovechar cada momento que le quedaba para estar con ellos y recordar los buenos momentos de su vida, de los proyectos realizados, de los que no vería realizados pero que sabía que se realizarían…era una familia feliz a pesar de la desgracia. ¡Habían aceptado la muerte! El hombre murió en calma, feliz. Las enfermeras y los propios médicos no podían creer el cambio. Antes precisaba más medicación, pedía calmantes a todas horas; dejó de pedir tantos porque “me hacen dormir y necesito el tiempo que me queda para dárselo a mi familia” (extractado del libro tibetano de la vida y la muerte de Soyngal Rimponche) Definitivamente, aceptar la muerte ayuda a vivir y a morir mejor. Los hospitales deberían recordar que tratan con personas, con seres humanos que poseen sus personalidades propias, y no con un simple número de cama o paciente. No es el paciente de la 302, es José, Antonio, Maruja o la persona que allí se encuentre. Es hora de afrontar la muerte, de humanizarla y de quitarnos el temor que causa de encima de nosotros y, para ello, tenemos que comenzar por humanizar al personal que ha de tratar con los moribundos. No es tarea fácil. Los médicos y enfermeros suelen ser “cientistas”, no hay lugar para la espiritualidad y por supuesto, no hay tiempo para estas “tonterías”. Por suerte, cada vez hay más profesionales médicos que aceptan la parte espiritual del hombre, que creen en un mundo tras la muerte. Esa parte del trabajo ya empieza a dar sus frutos, pero queda mucho por hacer. Es necesario crear grupos de trabajo en cada hospital que se dediquen a ayudar a los moribundos, es necesario sacar tiempo para “estas tonterías”. No es sencillo, pero si es posible.

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