ISBN 978-84-92787-48-7
9 788492 787548
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Rovirosa ya consideró esencial en la vida cristiana la vocación a la santidad que había de realizarse cada día de la existencia y, de manera novedosa, ya percibió cómo los obreros estaban vocacionados a vivir de una manera peculiar la santidad de todo bautizado consciente. El mundo obrero era —y es, como toda realidad humana— campo abonado para sembrar semillas de santidad.
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La santidad en Guillermo Rovirosa
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La santidad en Guillermo Rovirosa
Causa de Canonización de Guillermo Rovirosa Para recibir más información, enviar testimonios o comunicar agradecimientos, dirigirse a: Fundación Guillermo Rovirosa y Tomás Malagón. Causa de Canonización de Guillermo Rovirosa C/ Alfonso XI, 4-4º. 28014 MADRID Tfno.: 91 701 40 80 Correo electrónico: rovirosa@hoac.es www.fundacionrovirosaymalagon.es
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Edita: HOAC. Comisión Permanente. www.hoac.es ©E diciones HOAC. Alfonso XI, 4, 4.º 28014 Madrid Tel.: 91 701 40 80 publicaciones@hoac.es Acceso a su compra en la tienda online de www.edicioneshoac.es Colabora en este cuaderno: Alfonso Gil Montalbo, Fernando C. Díaz Abajo
ISBN: 978-84-92787-54-8 Depósito legal: M. 17475-2020
Preimpresión e impresión: Arias Montano Comunicación www.ariasmontano.com
Índice
Página
Presentación ..........................................................................................................................................................................
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¿Qué es eso de la santidad? .....................................................................................................................
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Los santos ....................................................................................................................................................................................
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Nuestra vocación a la santidad, vocación a la comunión ............................
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Vivir en santidad .........................................................................................................................................................
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El orgullo santo de ser obrero ............................................................................................................
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La oración de un santo .....................................................................................................................................
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Presentación
La publicación de la Exhortación Apostólica del papa Francisco Gaudete et exultate, volvió a poner de manifiesto la vocación a la santidad a la que está convocado todo el Pueblo de Dios y, sobre todo, la importancia de la vida cotidiana para vivir esa vocación a la santidad. Así dice el Papa: Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosas o religiosos. Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentra. ¿Eres consagrada o consagrado? Sé santo viviendo con alegría tu entrega. ¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia. ¿Eres un trabajador? Sé santo cumpliendo con honradez y competencia tu trabajo al servicio de los hermanos1. Todos estamos llamados por Dios a vivir la santidad. Ese es el horizonte de la vida cristiana para todas y todos los bautizados sin excepción. Dice el papa Francisco que hacia ese horizonte va cada cual por su camino 2.
Gaudete et exultate (GE), 14. GE, 11.
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Ambas cuestiones las anticipó muchos años antes Guillermo Rovirosa. La santidad se concreta y se vive en las veinticuatro horas de vida honrada que son nuestra única manera de vivir la fe y, por eso, no hay un solo modo de ser santo, sino tantos como bautizados conscientes que en nuestras circunstancias concretas de vida hemos de hacer palpable el Evangelio mediante el seguimiento de Jesús con su Iglesia. Rovirosa, con esa fina intuición que tienen los santos —de la puerta de al lado— para descubrir cómo dotar de contenido vital las expresiones de fe, ya consideró esencial en la vida cristiana la vocación a la santidad que había de realizarse cada día de la existencia y, de manera novedosa, ya percibió cómo los obreros estaban vocacionados también a vivir de una manera peculiar la santidad de todo bautizado consciente. El mundo obrero era —y es, como toda realidad humana— campo abonado para sembrar semillas de santidad. En esta sociedad líquida en que tantos conceptos se desvanecen y en la que necesitamos volver a recuperar la hondura del enraizamiento en lo fundamental de nuestro seguimiento de Jesús, y la hondura de símbolos y expresiones para que no queden reducidos a hermosas piezas de museo, la exhortación del Papa nos ayuda a redescubrir esa vocación como sentido, camino, horizonte de nuestra vida humana y creyente. En este cuaderno recogemos textos de Guillermo Rovirosa referidos a la santidad y los santos, a la vocación a la santidad y a la manera concreta de vivirla en lo cotidiano, y de manera especial en el mundo obrero. Son textos, como todos los de Rovirosa, que nacen de la fe profunda, de la oración constante y del compromiso evangélico; reflexiones que surgen de la vida militante, de la vida cristiana. Son textos de una profunda actualidad para la vivencia de la fe, para sentir con la Iglesia, para encauzar el encuentro con Jesucristo en la realidad, y para sentirse convocado a la alegría de anunciar el Evangelio con la propia existencia. Son textos que pueden ayudarnos hoy a sintonizar con nuestra vocación y nuestro camino de santidad cotidiana. Y bien pueden servirnos para la reflexión sobre nuestro propio camino de santidad, y para la oración. Las referencias remiten siempre al tomo y página correspondiente de las Obras Completas. 6
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¿Qué es eso de la santidad? La santidad es la parte de Dios en el hombre, que (él solo) no puede hacer nada por aumentarla, y puede hacerlo todo para disminuirla, o destruirla por medio del pecado. Por el Credo afirmamos que la Iglesia Una es Santa, ¡como que es la depositaria de la santidad! La santidad es la vida de Cristo en el hombre, que se realiza primero por el Bautismo que nos da la Gracia y nos infunde las virtudes teologales, y se renueva, confirma o acrecienta con los demás sacramentos 3. Frente a este ambiente desmoralizador, y tan corriente que es lo normal de nuestros días, se levanta la gran lección de la humildad de Jesucristo y de todos aquellos que le han seguido por el sendero estrecho de la humildad y del sacrificio (santidad) 4. La «santidad» no es algo privativo de la materia, tal como piedras, tierra, árboles, ríos, montañas, y lomas, etc., de un lugar determinado. El mundo es santo todo él, como obra de Dios, que ni se ha rebelado ni ha pecado contra él. Sigue tan santo como en el primer momento 5. Solamente puede aspirar a la santidad (salud) quien está seguro de que es malo (de que está enfermo). Si uno se tiene por santo (sano), ¿cómo buscará
Obras Completas. Tomo V, p. 375 Ibidem, p. 487. 5 Ibidem, p. 500. 3 4
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benéficos contagios (contactos) que le hagan aumentar su salud… si ya está sano?6. Todo esto nos choca, porque pensamos demasiado que la santidad es un mérito personal de hombres muy extraordinarios y fuera de lo corriente 7.
Ibidem, p. 394. Ibidem, p. 375.
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Los santos Algunos hombres 8 —los santos— han sido capaces de despojarse de ilusiones y revestirse de Esperanza y han alimentado desde hace dos mil años la Esperanza de otros hombres 9. Ahí están los santos que la Iglesia sube a los altares, como ejemplos de «vidas heroicas»; casi nunca sus contemporáneos se dieron cuenta de que eran seres excepcionales . 1 0 La dirección que han seguido todos los Santos sin excepción consiste en esforzarse en todo momento para que el propio vivir se modifique y adapte al vivir de Cristo, sobre todo en la humildad de corazón y en el Amor•. 1 1 Un santo expande siempre una atmósfera de santidad a su alrededor que a veces dura siglos •. 1 2 San Pablo, en sus cartas, toma como sinónimas las palabras «cristiano» y «santo». Y se dirige a los «santos» de Acaya, a los «santos» de Roma, a los «santos» de Corinto, etc. Si hoy viviera entre nosotros, seguramente que sin ningún empacho seguiría dando el nombre de «santos» a sus corresponsales de Navalcarnero, o de San Felíu de Guixols •.1 3
Hoy, si queremos captar la profundidad del pensamiento de Rovirosa, hemos de hacer una lectura inclusiva, y donde él dice «hombre» entender tanto hombre como mujer. 9 Ibidem, p. 460. 10 Ibidem, p. 494. 11 Ibidem, p. 377. 12 Ibidem, p. 394. 13 Ibidem, p. 375. 8
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Siendo esto así como en realidad es, se comprende que el cristianismo vaya penetrando paulatinamente en la historia y en los individuos, y que en sus veinte siglos de existencia su avance se haya manifestado en esa floración de santos, que son la auténtica gloria de la humanidad•. 1 4 Y he aquí que Jesús permanece entre los hombres hasta el fin del mundo. ¿Dónde está, pues? Está en el corazón de los que lo aceptan tal como Jesús es, de tal manera que su corazón se funde y se confunde con el corazón de Cristo. Está en los santos, en una palabra. Y los santos siguen siendo los grandes triunfadores. ¿Cuáles fueron las armas que dieron el triunfo a Cristo, y cuáles son las armas que siguen dando el triunfo a los santos? Son siempre las mismas: pobreza, humildad y sacrificio. Que no son tres, sino las manifestaciones de una sola: el amor•. 1 5 La humildad de corazón de Cristo es un puro misterio. Misterio grandioso y sublime que ilumina con luz esplendorosa la marcha triunfal de los santos de su Iglesia •. 1 6 Cierto que muchos hombres, abusando de nuestra libertad, no nos hemos dejado querer por Cristo, y en esto estriba nuestra infinita miseria; pero no es menos cierto que otros muchos (los santos) han hallado su glorificación por haber entrado libremente en la zona del amor de Cristo, cuyo primer paso consiste en la renuncia total: negarse a sí mismo •. 1 7 Si uno sigue fielmente a Cristo ya ha triunfado, en este mundo y en el otro, cualesquiera que sean las incidencias y las derrotas aparentes. En el orden individual, los santos constituyen un ejemplo permanente de esta verdad durante los dos últimos milenios. Ellos y únicamente ellos, son los triunfadores. Todos los demás aparentes triunfos no son más que fracasos reales, a plazo más o menos largo •.1 8
Obras Completas. Tomo I, pp. 124-125. Ibidem, p. 143. 16 Ibidem, p. 148. 17 Ibidem, p. 151. 18 Ibidem, p. 156. 14 15
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Con apariencias de todo lo contrario, los santos han sido los hombres más realistas del mundo; y hasta me atrevo a decir que han sido los únicos hombres realistas •.1 9 La corriente victoriosa del amor de Dios que inundó la tierra al estallar el Corazón de Cristo en aquel primer Viernes Santo, sigue ahí, presente en el corazón de los santos, como una antorcha perenne que se van pasando unos a otros •. 2 0 La versión individualista del cristianismo tenía que dejar de lado el Mandamiento Nuevo para poder seguir siendo individualista. Los santos de esta etapa (cuyo fin se inicia ahora) han necesitado ser héroes por partida doble: 1º. Por el heroísmo fundamental que siempre significa el aceptar la muerte mística bautismal con todas las consecuencias. 2º. Por el choque (a veces violento) con los cristianos de misa y olla de su alrededor, que no los podían tolerar en vida, aunque después los veneremos en los altares, cuando ya hemos podido arreglar a nuestro gusto su «Vida y Milagros»•.21
En el catálogo de los santos que veneramos, hay uno que no dio la vida por Cristo (y por esto no se le considera como mártir) pero murió con Cristo. Este es un caso radicalmente único, que jamás podrá repetirse. Esta singularidad da al caso de Dimas unas características tales, que obligan a considerarlo aparte de toda norma •.2 2 Una gran parte de las narraciones escritas de la vida de los Santos parecen salidas de las plumas de los autores de los Evangelios apócrifos. Todo son milagros, milagrazos, milagritos, milagrones y milagrines. Por el derecho y por el revés; sin ton ni son. Esto, dicen, es lo que «edifica» a los «devotos». ¡Estamos apañados! •.2 3
Ibidem, p. 241. Ibidem, p. 265. 21 Ibidem, p. 153. 22 Ibidem, p. 320. 23 Ibidem, p. 322. 19 20
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Pero sí quiero decir que las verdaderas vidas de santos son la bebida más fuerte y más revulsiva que existe bajo el sol. Ningún santo ha sido imbécil, ni memo, ni cretino, ni tonto… Ellos, únicamente ellos, han encarnado al superhombre, que en vano buscaba Nietzsche, ya que su vivir encarnaba el vivir de Cristo •.2 4 De la misma manera, si las vidas de los santos tendrían que servir de estímulo para que los débiles llegaran a ser fuertes, movidos por el ejemplo de los que son campeones (TODOS) de la virtud de Fortaleza, también se han invertido los términos, y se presentan como santos por fuerza, que no tuvieron más remedio que serlo, ya que los milagros, los prodigios, las visiones y las revelaciones, los perseguían por todas partes; eran unos «predestinados»•.2 5 Cuando un Papa proclama urbi et orbi que un fiel difunto queda incluido en el catálogo de los santos que la Iglesia venera, es el mismo Cristo quien, por boca de su Vicario, afirma que aquel justo se halla en la presencia de Dios en el Paraíso celestial•. 2 6 Algunos santos han sido «fieles» desde su más tierna infancia; en los demás hay que desglosar su proceso en dos etapas: antes y después de la conversión, y la segunda es la que cuenta en los procesos de canonización •.2 7 El conocimiento y el aprecio de los santos, como personas que han luchado heroicamente en la negación de sí mismos, abrazándose a su cruz, y siguiendo las pisadas de Jesucristo, para servir de estímulo a los que estamos comprometidos en la misma lucha, me parece que no cuenta con muchos entusiastas. Si la gente nos acordamos de los santos, no es (me parece) para encontrar un refuerzo en la lucha que debe imponernos la fidelidad al propio Bautismo, sino por su vida y milagros •. 2 8
Ibidem, p. 356. Ibidem, pp. 356-357. 26 Ibidem, p. 389. 27 Ibidem, p. 390. 28 Ibidem, p. 397. 24 25
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Todos los santos que la Iglesia propone a nuestra veneración nos transmiten algún mensaje parcial de la santidad total que reside en Jesucristo. La Santísima Virgen ocupa un lugar especialísimo, que destaca desorbitadamente sobre todos los demás Santos de Dios •.2 9 Los santos son un ejemplo y un estímulo inapreciables para mantenernos en la buena senda y perseverar en el amor•. 3 0 Vemos el santo (y cualquiera de ellos es prototipo completo) viviendo en armonía con todo el universo y con todos los hombres, aun con aquellos que le persiguen y maltratan. El universo le viene exactamente a su medida y todos los seres de la creación le son motivo de gozo para alabar y dar gloria a Dios. Si la salud le es un don magnífico de Dios, también le es una caricia de Dios la enfermedad; así la prosperidad como la adversidad, el crédito como la difamación, todo son notas que se conjugan en su cántico fervoroso a la gloria de Dios, creador de tanta belleza y de tanta bondad. El dolor y el sacrificio le aparecen como los instrumentos maravillosos de la restauración del mundo en Cristo; restauración a la que Dios le llama, ¡oh, prodigio!, no como simple espectador de tanta grandeza, sino como colaborador. ¿Pudo soñarse jamás en tal exaltación?•.3 1 Los santos…, sí; ciertamente. Veo muy bien que mi dilema no puede ser: dentro o fuera de la Iglesia, ya que fuera nada existe que encarne en verdad el «espíritu de Cristo». El dilema (dentro siempre de la Iglesia) será: con Cristo y los santos o con los que venden, entregan, disfrazan, azotan y matan a Cristo. Los santos… ahora voy comprendiendo por qué hay tan poca afición a profundizarlos. Es más, mediante una influencia colectiva podemos algunas veces llegarlos a reducir a meras imágenes, entonces los modelos que seguimos ya no son los santos muertos gloriosamente y que la Iglesia canonizó, sino otros santos vivos que canonizamos nosotros y resultan modelos artificiales.
Ibidem, p. 400. Obras Completas. Tomo II, p. 408. 31 Obras Completas. Tomo III, p. 26. 29 30
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Los santos… ¡sí y mil veces sí! esos y únicamente esos son y deben ser mis modelos. Y mi mejor familia. Y mi orgullo. Y mi ejecutoria. Los santos… Quiero ir, quiero acercarme, quiero estar con ellos. Lo necesito. ¿Habría de ir con los injustos, con los hipócritas, los vividores, los mercaderes del templo…? No hay otra solución. Tanto Jesucristo como los santos tuvieron que convivir con ellos, y de ellos recibieron su mejor corona de espinas. Pues si quiero con toda mi alma cantar las alabanzas divinas junto con Cristo y sus santos, ¿qué argumento podré manejar para no querer seguir el camino que TODOS ellos anduvieron? Ciertamente, la cosa siempre ha sido así, y seguramente siempre será [así]. Los santos…, esos son los que han adorado a Dios en espíritu y verdad. Confundidos entre malhechores y con malhechores, Dios los levantó porque no fueron malhechores. Ya voy comprendiendo que, por desgracia, mi afán de santidad se orienta a que me «canonicen» los hombres, más que a obtener la simpatía de Dios. Por eso no quisiera mezclarme con los «malos» para que no se equivoquen los que tienen que canonizarme…•.3 2 Los santos…, aunque hubieran sido antes pecadores (y grandes pecadores algunos) llegaron a ser luego como espejos claros y diáfanos del cuerpo místico de Cristo, y así los miraré, los estudiaré y los imitaré. Ahora veo claramente lo que vengo buscando en este cursillo nocturno: acercarme a un ideal de santidad. Sé bien que el proceso de la propia santificación es problema fundamentalmente de mi correspondencia a la Gracia; pero estoy seguro de que la unión fraterna entre cristianos, con sentido intenso de cuerpo místico y bajo la eficacia de la Jerarquía y de la comunión de los santos, es un elemento de gran fuerza que Dios me entrega para que mi santificación sea «católica » auténticamente, frente al pretender «santificarme» egoísticamente, para mí solo, únicamente para darme la gran vida por toda la eternidad, sin acordarme de los demás •.3 3
Obras Completas. Tomo IV, p. 47. Ibidem. p. 48.
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Los santos deberían ser nuestros modelos, los ejemplos que nos arrastrarán hacia la santidad y perfección de que ellos fueron portadores… Pero el hecho de que las Vidas de Santos que corren por ahí, cortadas todas ellas por el mismo patrón y enmarcadas en una fantasía, no concebibles en nuestra mente, hasta el punto de que a todos nos los pintan nacidos de padres buenísimos, que hacían la señal de la cruz sobre la teta de la nodriza que los amamantaba, que durante toda su vida fueron ejemplo de niños buenos, que obraron gran cantidad de milagros, hace que en nosotros se forje la idea de que estos santos estaban determinados por Dios para ello, y ellos no tuvieron más que seguir la senda que Dios les iba marcando, y que nosotros no llegaremos jamás a la santidad, ya que no estamos predestinados para ella. Y no es así. Los santos que están en el cielo exigen lucha constante y permanente contra los tres enemigos del alma. Ellos lucharon hasta el fin, permanentemente, obteniendo esa recompensa divina en gracia a su perseverancia. Ellos no tenían unos angelitos que continuamente les estaban diciendo: por ahí no es, es por este otro lado, sino que toda su vida fue lucha, lucha, lucha•.3 4 Y los santos no son imitables. El único imitable es Cristo, que es en quien los santos han basado su santidad y no en otro santo anterior a él. Nosotros, pues, hemos de basar nuestra santidad en Cristo y no en tal o en cual santo •.3 5 La cara de los santos se suele representar rodeada de un halo luminoso. Ello se debe a que han pasado por el mundo con su cara «de verdad», y, entonces, la cara del hombre refleja limpiamente la cara de Dios. Y resplandece, como es natural•.3 6 Dios ha permitido que no falten santos, que van contra corriente •. 3 73 8 Todos los santos son así: tenían espíritu de pobreza•. Los dones del Espíritu Santo se juntan a los que son pobres de espíritu, que es lo que explica
Obras Completas. Tomo V, pág. 28 Ibidem, p. 29. 36 Ibidem, p. 579. 37 Ibidem, p. 38. 38 Ibidem, p. 41. 34 35
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las grandes maravillas que han hecho todos los santos •. El que aspira a la santidad va deshaciéndose de lo necesario para llegar a lo indispensable. Es el sentido de pobreza •. 3 94 0 Teniendo lo indispensable, la señal de los santos, tener espíritu de pobreza, es verlo todo para Dios, en vez del egoísta, que todo lo ve para él•. 4 1 Cuando aparece alguien fiel a su Bautismo (es decir, fiel a la vocación a la santidad) no suele provocar la persecución de la masa, sino la de la selección, como sucedió con Cristo mismo. Lo que sabemos de los santos canonizados, en casi todos, confirma lo que acabamos de afirmar. La selección los enaltece apoteósicamente después de muertos, pero mientras vivieron…•. 4 2 Hay, así parece, un confusionismo trágico: que cuando alguien se refiere a la Iglesia histórica con el deseo de afinarla y desear una mejor semejanza a la Iglesia eterna, se levantan en seguida voces de todas partes con gritos e imprecaciones acusando de enemigos de Cristo y de su Iglesia a los que anhelan la Iglesia eterna y quieren purificar la Iglesia histórica. Los Santos, particularmente los reformadores, son los que mayormente han sufrido esta suerte de epidemia•. 4 3 Hay la actitud de los cristianos —los santos—, que consiste en darse sin medida a los hombres y a los grupos humanos, sin preocuparse de lo que pueda recibirse como compensación o como correspondencia •. 4 4 El hombre sin la Gracia lucha contra todo y contra todos…, menos contra su propio pecado y lo que favorece su pecado. El santo, en cambio, colabora con todo y con todos…, menos con sus propias concupiscencias, contra las que lucha sin descanso veinticuatro horas cada día, mediante el arma divina de la Gracia y contra el pecado del mundo •. 4 5
Ibidem, p. 42. Ibidem, p. 43. 41 Ibidem, p. 44. 42 Obras Completas. Tomo III, p. 90. 43 Ibidem, p. 92. 44 Obras Completas. Tomo V, p. 231. 45 Obras Completas. Tomo III, p. 26. 39 40
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Nuestra vocación a la santidad, vocación a la comunión El cristiano con espíritu de humildad mira y recibe como don de Dios todo lo bueno, noble y santo que percibe en los demás, ya que todo ello Dios se lo pone en su camino para su propia perfección•. 4 6 Asistimos, pues, a un espectáculo nuevo en la historia. Por una parte vemos una corriente sobrenatural que nos viene de arriba abajo (desde hace veinte siglos) que impulsa a los hombres a santificarse comunitariamente, pero que no podía dar plenamente sus frutos porque la humanidad estaba sumergida en pleno individualismo; pero ahora empieza una nueva corriente de solidaridad humana que ofrecerá una nueva situación para que «encarne» en colectividades cada vez más amplias el espíritu de Cristo •. 4 7 Cada persona, al aparecer en este mundo, trae una triple vocación: 1. Vocación a la santidad, a la que todos, sin excepción, somos llamados. Esta es la vocación fundamental, aunque la inmensísima mayoría no lo entiende así; y de responder (o no) a esta llamada de Cristo depende la felici-
Obras Completas. Tomo I, p. 148. Ibidem, p. 156.
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dad en este mundo y en el otro. La fidelidad a las otras dos vocaciones que se indican a continuación puede favorecer (o entorpecer, en caso negativo) la vocación a la santidad, pero no puede forzarla ni impedirla. 2. Vocación de estado, por la que unos son llamados a la vida religiosa y otros (la gran mayoría) son llamados a la vida corriente, constituyendo una nueva familia. Si no hay más que una vocación a la santidad, hay dos vocaciones de estado, en cada una de las cuales está abierto perfectamente el camino de la santidad, si se es fiel a la vocación. 3. Vocación profesional. El número de estas vocaciones es tan grande como es grande el número de tareas en las que los hombres pueden desarrollar su actividad, tanto los llamados al estado religioso como los llamados al estado seglar. Esta vocación forma parte del «yo» de cada individuo y aparece entre los doce y los catorce años, manifestándose en una apetencia, un gusto, unas disposiciones naturales, una preferencia y una atracción particular por determinadas actividades profesionales de la vida seglar o religiosa•. 48
Nuestra vocación inequívoca es la santidad •. Vocación a la santidad, a la que está llamado todo ser humano, pero que no se descubre hasta que se ha descubierto a Cristo •. Vocación a la santidad, a la que Cristo llama a todos los suyos, y que informada por el mismo Espíritu, se manifestará en cada uno de manera diferente a la de todos los demás •. 4 95 05 1 El ser fiel a la vocación a la santidad depende, en último término, del buen uso que cada uno haga de su libertad. Vemos que, de hecho, los santos se dan en todas las situaciones de la vida. Quiero decir que lo más importante (no lo único) es la disposición personal de cada uno. Para acertar en la vocación de estado, la propia voluntad ya no es tan decisiva como en el caso anterior. El ambiente y las presiones sociológicas
Ibidem, p. 164. Obras Completas. Tomo VI, p. 105. 50 Obras Completas. Tomo I, p. 205. 51 Obras Completas. Tomo II, p. 445. 48 49
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de todas clases pueden provocar (y provocan) desviaciones frecuentes. El equivocar la vocación de estado presupone una vida atormentada para el que la padece, y es un elemento de desorden para la sociedad en que vive. Únicamente puede neutralizarlo y superarlo la fidelidad a la vocación suprema a la santidad •. 5 2 Si a la vocación profesional y a la vocación de estado, acertadas, se junta la fidelidad a la vocación a la santidad, aparecerá ante nuestros ojos el auténtico superhombre •.5 3 Tengamos en cuenta, en primer lugar, que el «ser» cristiano a la manera de Cristo y de los santos, no puede ser nunca la resultante exclusiva de un ambiente y de unas pasiones sociológicas que nos fuercen a serlo desde el nacimiento. No. El ser cristiano «de verdad» exige siempre una conversión, que tiene que hacer individualmente cada hombre que viene a este mundo. ¡Este sí que es un acto puramente personal e intransferible! ¡Como que es el acto supremo de la libertad! •.5 4 La fidelidad a la vocación de estado representará una situación de esplendor fuera de toda ponderación en la vida de los religiosos como en la de los seglares, presidida en todos por la fidelidad a la vocación a la santidad •. 5 5 Esto no es ninguna fantasía, porque, de hecho, bastantes hombres y mujeres han vivido así, y han sido los santos. Pues si lo que ha sucedido en algunos sucediera en muchos… Sobra «fuerza» sobrenatural para ello. Voy a expresarlo mediante una fórmula a la que tengo cierto cariño, conociendo todas las limitaciones que las fórmulas llevan consigo: los eclesiásticos realizan su vocación a la santidad haciendo santos a los hombres, y los seglares realizamos nuestra vocación a la santidad haciendo santas todas las «cosas» humanas •. 5 6
Obras Completas. Tomo I, p. 165. Ibidem, p. 166. 54 Ibidem, p. 168. 55 Ibidem, p. 169. 56 Ibidem, p. 185. 52 53
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Y así se llega a la oración más perfecta (para el común de los mortales) que es la oración activa; la que ha santificado a los santos, aun a aquellos que menos pudiera parecerlo, como Santa Teresa del Niño Jesús, por ejemplo. Es la oración (presencia de Dios) hecha vida, tratando de que las propias operaciones sean las de Cristo puesto en nuestra situación, y esto por fidelidad al propio Bautismo y viendo en los demás al mismo Cristo, como exigencia del Mandamiento Nuevo. Cuando la oración se convierte en acción desaparecen todos los peligros del «activismo» y los del «quietismo», y se entra en la línea que marcó Jesucristo y que han seguido los santos de todos los tiempos •. 5 7 La cooperación difusa • con todos los que la Providencia nos pone en contacto durará veinticuatro horas cada día. Esto es lo que han hecho los santos, por fidelidad a su bautismo, y a esto estamos llamados por el mismo bautismo, que no hay más que uno para todos •. 5 85 9 Los «focos» de cristianismo individual no han dejado nunca de existir desde hace veinte siglos y ahí están los santos como prueba evidente; pero la sociedad no estaba en las condiciones requeridas de humedad y de temperatura (valga el símil) para que pudieran desarrollarse los gérmenes (que están en la Iglesia, como depositaria del Nuevo testamento) de un cristianismo social•.6 0 Lo difícil no es obedecer a los santos, sino el mandar santamente •. La Gracia santificante construye la santidad •. 6 16 2
Ibidem, p. 175. Difusa se refiere al ambiente, a la dimensión ambiental - personal, ambiental, institucional (N. del E.) 59 Ibidem, p. 212. 60 Ibidem, p. 239. 61 Ibidem, p. 203. 62 Obras Completas. Tomo V, p. 549. 57 58
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Vivir en santidad Vivir así es posible, puesto que bastantes han vivido así contra viento y marea. No es un imposible, al que hay que renunciar «a priori», pues si además de disminuir las dificultades, se aumentan las facilidades, no es ningún absurdo lanzarse por este camino. Particularmente en estos tiempos en que se ha asistido y se asiste a tantos fracasos de sistemas basados en la lucha por la existencia, a veces descaradamente sin Dios, y a veces haciendo servir la idea de Dios como tapadera •.6 3 Claro está que los fracasos aparentes (calvarios) del amor de Cristo no son más que esto: aparentes. O si se quiere: externos. Interiormente, cada fracaso soportado por puro amor de Cristo, lleva consigo una mayor plenitud de la unión con él, que es la Paz. Aquella paz que le pertenece en exclusiva, y que el mundo no puede dar. Por esto muchos temen el sacrificio, porque no lo han paladeado nunca. Los que lo han gustado, en cambio (los santos), ¡cómo hablan de él! •.6 4 Entre los cristianos de hoy que vivimos en las mismas poblaciones, no hay más comunidad (¡y cuán precaria!) que la de la piedad externa en lo que está mandado. Lo demás (que es casi todo), como todo el mundo. Son muchos, afortunadamente, los que lamentan esto y se preguntan: ¿Qué se puede hacer, si hay que vivir, y vivir entre todos? Cristo clama atronadoramente la respuesta desde hace veinte siglos y no la oye nadie, más que los santos: Amaos los unos a los otros como Yo os he amado •.6 5
Obras Completas. Tomo I, pp. 169-170. Ibidem, p. 266. 65 Ibidem, p. 271. 63 64
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Pero después de Pentecostés, los bautizados conscientes (que si lo son verdaderamente son santos) son el testimonio permanente en la historia del triunfo de Jesús, y proclaman incesantemente que la muerte es la vida y que la vida es la muerte •. 6 6 El amor del Dios de amor constituye una verdadera novedad cada vez que se manifiesta en sus santos, y el mundo nunca podrá acostumbrarse a él•. 6 7 Un hecho que, ahora, es para mí evidente, evidentísimo: Jesús es Dios. Y si el hecho de que Jesús es Dios me obliga a creer todo esto, el hecho histórico constante de la existencia de unos santos me muestra claramente que todo este «tinglado» no es solamente una teoría maravillosa, sino una práctica más maravillosa todavía •. 6 8 En esto tan sencillo consiste el seguir a Jesús. Me doy cuenta de que solamente lo pueden entender (para vivirlo) los «pequeños» que no son otros que los santos, pero que los sabios (los de la recta razón) y los prudentes (los del Derecho Natural) no podemos aceptar•.6 9 Han existido (y existen) bautizados que han amado a las personas de su alrededor con una donación total de sí mismos, y tenemos testimonio de ellos en numerosas vidas de santos y por personas que conocemos •.7 0 Para que se haga la voluntad de Jesús y no la mía, me es indispensable que yo tenga alguna voluntad; si no tengo voluntad alguna, podré pronunciar esta oración pero no la podré vivir, y todo quedará en palabras vacías de sentido. Para hacernos participar de su gloria, Jesús exige que le ofrezcamos conscientemente nuestra nulidad, y así se va renovando constantemente la maravilla del bautismo. Este juntar estiércol y tierra con semillas de vida hace que la santidad de Dios florezca entre los hombres; el gran milagro •. 7 1
Ibidem, p. 487. Ibidem, pp. 504-505. 68 Ibidem, pp. 527-528. 69 Ibidem, p. 535. 70 Ibidem, p. 541. 71 Ibidem, p. 557. 66 67
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Yo, en nombre de mi miseria, me atrevo a pedir a los bautizados conscientes que me escandalicen cada vez más con su santidad, que imiten también en esto al Señor, que nos escandalizó hasta el paroxismo a los de la Sinagoga. Que viviendo el Único Mandamiento nos escandalicen a los débiles, que necesitamos los mandamientos no solo por decenas, sino por millares, y quisiéramos un mandamiento para cada lugar y para cada situación. Que me escandalicen viviendo la libertad santa de los hijos de Dios. Porque a fuerza de no querer escandalizar a los débiles con la santidad de los fuertes, parece que en la Iglesia no estamos ya más que los débiles, con la ley de Moisés a cuestas, y haciendo muchas cosas bonitas que tienen muy poco que ver con el mensaje redentor de Nuestro Señor Jesucristo •.7 2 ¿Qué ocurrirá con el entusiasmo cuando el que lo suscita es el Amor trinitario? Ocurrirá, ni más ni menos, lo que veinte siglos de experiencia nos muestran que ocurre con los santos, y de lo cual estoy tan lejos •.7 3 No cuesta ningún trabajo imaginar que si una empresa productora COPIN• estuviera integrada por santos, desde el cargo de gerente al de peón, los reglamentos, las bases, las normas… serían perfectamente inútiles. Y marcharía a las mil maravillas, sin conflictos sociales, ni lucha de clases, ni intereses contrapuestos, ni… nada más que paz, armonía y comprensión •.7 4 7 5 En el orden individual tenemos a los santos de todos los tiempos como testimonio permanente y vivo de la gran realidad de las paradojas evangélicas. Pero en el orden colectivo todavía estamos al principio de los balbuceos •.7 6 Tengo ante mí dos maneras de ser cristiano: una (la buena, la de los santos) consiste en aceptar el vivir de Cristo en mí, renunciando por la muerte bautismal a mi miseria tan cargada de lógica humana; y otra (la de los no santos) es la que pretende que Cristo acepte mi vivir… ¡cómo vive todo el
Obras Completas. Tomo II, p. 163. Ibidem, pp. 171-172. 74 COPIN: Cooperación Integral. 75 Obras Completas. Tomo II, p. 340. 76 Ibidem, p. 379. 72 73
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mundo! Todo lo más que le daré serán algunos gestos y algunas palabras distraídas de vez en cuando…•. 7 7 El reino de Dios no se puede implantar, y mucho menos imponer; hay que buscarlo. El reino de Dios no es de este mundo, pero está en este mundo desde hace veinte siglos, pero no lo vemos ni lo encontramos (y con mayor razón no lo vivimos, excepto los santos) porque no lo buscamos antes que nada •. 7 8 Para mantenerse en esta conversión no hay más que una regla eficaz, que es la que han acreditado todos los santos que han sido, que son y que serán, y que en su esencia consiste en esto: no traicionar el don de Dios que se recibió en el Bautismo. Porque la fidelidad de los fieles se mide exactamente en la medida que no traicionan… en último término, pues, todo consiste en no traicionar a Cristo para poderse mantener en la línea de la cooperación integral, que no quiere ser otra cosa que la versión humana de la cooperación integral de las divinas Personas •. 7 9 Se me acusará (con razón si fuera cierto) de que pretendo presentar como una novedad algo que es consubstancial con la vida y la obra de la Iglesia, que no ha dejado nunca de engendrar santos que anteponían el reino de Dios y su justicia a todo lo demás ••. 8 0 Los que anden en estas tareas pongan su principal atención en su propia vivencia del cristianismo, purificándolo cada vez más, sabiendo que la difusión de nuestra religión no depende del número de los que la pregonan, ni de si hacen esto o aquello, sino de que sean (o no sean) santos. El santo es aquel que vive en Cristo y Cristo vive en él; y su signo es la fecundidad (a base siempre de calvarios previos; no se olvide), mientras que si nuestro vivir no es la santidad de Cristo, todos los éxitos fugaces y aparentes no conducen más que a la esterilidad ••. 81
Ibidem, p. 379. Ibidem, p. 379. 79 Ibidem, p. 442. 80 Ibidem, p. 445. 81 Ibidem, p. 464. 77 78
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Cierto que las tareas COPIN son propias de los seglares conscientes de su vocación a la santidad, pero no es menos cierto que esta vocación a la santidad necesita en todo momento la conexión con la Iglesia (con el cuerpo místico) a través del hombre consagrado, del sacerdote ••. 82 La Comunión como meta de la unidad y como punto de partida para la unidad. El círculo se cierra y ahí está nuestra fuerza para realizar aquella unidad que emule la de las Divinas Personas y que el Señor, en la última cena, pedía al Padre para los suyos. Comunión sacramental, para ir a la Comunión vital y Comunión vital para ir a la Comunión sacramental. Esta Comunión de vida ha estado demasiado olvidada en estos siglos individualistas y solamente los santos la han tenido siempre en honor pero, para el común de los fieles, casi carecía de significado ••. 83 Hay que examinar el influjo del Espíritu en la constitución de un pueblo Santo, como sociedad perfecta, no como individuos perfectos. No dejar camino libre, por parte de los hombres, a la actuación del Espíritu Santo sería la causa que impediría y anularía la posibilidad de una santidad colectiva. La acción del Espíritu Santo sería la causa de una santidad de la sociedad como tal. Sería una acción eclesial, unitiva, constitutiva de santidad de la estructura social como tal••. 84 Hay que aspirar a una Iglesia totalmente santa, que en este mundo será siempre semejante al cuerpo pasible de Cristo, no al glorioso. Tendrá, pues, manchas ••. 85 Nunca ha faltado ni faltará el pequeño núcleo de fieles (los santos de Dios) que constantemente han mostrado el Camino, la Verdad y la Vida ••.86
Ibidem, p. 465. Obras Completas. Tomo III, p. 30. 84 Ibidem, p. 49. 85 Ibidem, p. 49. 86 Ibidem, p. 79 82 83
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Todos los redimidos por la Sangre de Cristo estamos llamados a la santidad, aunque cada uno de diferente manera: cada santidad individual ha de ser un reflejo y una partícula de la infinita santidad de Dios. Pero en la Iglesia hay dos grandes grupos perfectamente delimitados: los que han recibido el Sacramento del Orden y los que no lo hemos recibido. En términos generales, la santificación de los ordenados se fundamentará en la santificación de los seglares y la santificación de los no ordenados se centrará en la santificación de la sociedad. La fórmula podrá resumirse así: para la construcción del reino de Cristo se precisan sacerdotes santos que construyan seglares santos, y seglares santos que construyan la sociedad santa. Así desaparecerían todos los peligros de clericalismo y de secularismo. Cada uno a lo suyo ••. 87 La santidad seglar que, en libros, sermones, consejos, nos proponen los eclesiásticos consiste en un ochenta por ciento en la parte preparatoria de la primera Semana de San Ignacio •• : no cometer pecados graves ••. Con el criterio imperante de santidad seglar, puramente preparatoria y pasiva, nada tiene de extraño que muchos espíritus fuertes y recios se sientan defraudados en sus ansias de justicia y de fraternidad y que busquen fuera de la Iglesia lo que en ella no encuentran ••. 88899 0 Es absurda toda mentalidad que quiera establecer categorías de responsables y de irresponsables. Claro está que no todos tienen la misma responsabilidad, pero no es menos claro que cada uno tiene la suya, toda la suya, sobre la que ha de construir su santificación, hasta las últimas consecuencias ••.91 La dignidad interna (santidad) se regula por el grado de proximidad del cristiano con su modelo: Jesús ••. 92
Ibidem, pp. 154-155. Primera semana de los Ejercicios Espirituales. 89 Obras Completas. Tomo III, p. 155. 90 Ibidem, p. 155-156. 91 Ibidem, p. 156. 92 Ibidem, p. 157. 87 88
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Dejando de lado los Santos, que han sido la excepción, los cristianos (de Constantino para acá) hemos puesto el acento en salvar el alma con lo que al individualismo terrenal añadíamos el individualismo trascendente ••.93 Esto que hace el Señor en el bautizado (el gran milagro) pudo hacerlo de forma que después del Sacramento dominara de tal manera la naturaleza divina que en él se recibe, que el bautizado adquiriese una especie de nuevo instinto, que le obligara en todo momento a ajustar su vivir al vivir de Cristo. En una palabra; que los bautizados fuesen santos a la fuerza. Que produjeran flores de santidad con la misma naturalidad con que las abejas extraen miel de las flores. Que los santos fuesen santos de la misma manera que las piedras son piedras ••.94 Hacer la misma tarea que los demás, pero a la manera de Cristo: ahí está su apostolado y su santificación: no en lo que hacen, sino en cómo lo hacen••.95 El cristianismo no puede ser eficaz más que en la medida de la santidad de los que lo propugnan. Cualquier otra consideración, que puede ser muy válida para el «mundo», no lo es para el cristianismo. Hay que huir del «gigantismo» y de lo aparatoso, que nada tienen que ver con la humildad que Nuestro Señor Jesucristo nos enseñó y nos inculcó ••.96 Bien están los técnicos; bien están los organizadores; pero quienes nos son indispensables son los Santos; personas en cuyo corazón reina Dios como único soberano, que todo su esfuerzo se encamina en ser justos a los ojos de Dios. A éstos, a éstos que buscan el reino de Dios y su Justicia, y no a otros, son a los que todo se les dará por añadidura ••.97 De manera que el que tiene mucho y da a la religión y da a la Iglesia una buena parte de sus bienes, pero el corazón se lo reserva, éste no ha dado
Ibidem, p. 276. Ibidem, p. 310. 95 Ibidem, p. 321. 96 Ibidem, p. 326. 97 Ibidem, p. 410. 93 94
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nada; pero el que no tiene nada y da su corazón, ampliamente, abundantemente, el Señor, con ese corazón generoso hace la obra maravillosa que tiene absortos nuestros ojos, esa obra que son capaces de hacer los hombres santos que conviven con nosotros en los suburbios, en las aldeas y en todas partes. Hay que tener un corazón generoso y un espíritu de entrega ••. Buscando santificarse a sí mismos al laborar intensamente en la santificación de sus hermanos ••. 9899 Mi cristianismo viene medido exactamente en la medida que Cristo encarne en mi persona, y cuanto mayor sea esta encarnación, tanto más me acercaré a la meta de los santos, que son los que pueden afirmar con verdad: «vivo yo, mas no soy yo quien vive en mí, sino Nuestro Señor Jesucristo •••.1 00 Y si —dejando aparte y muy alto la especial y única forma con que Cristo encarnó en el cuerpo y en el alma de su bendita madre— pasamos a considerar los santos de la Iglesia, que todos, sin excepción posible, han encarnado a Cristo, y ésta es la nota que los unifica a todos, vemos que esta encarnación se ha efectuado sin destruir la naturaleza humana de los santos, excepto en una sola cosa: el pecado. La única cosa que estorba la encarnación de Cristo en mi corazón no es mi naturaleza: son mis pecados. Si yo renunciara «de hecho» a todo pecado, el Señor encarnaría en mí, aprovechando mi naturaleza para santificarme: mi fogosidad o mi mansedumbre, mi ciencia o mi sencillez, mi fortaleza o mis enfermedades. Todo lo que no es pecado. Dios lo aprovecha, lo eleva al encarnar en el cristiano que, renunciando a sí mismo, toma su cruz y le sigue •••.1 01 Realmente, ninguna de sus sectas puede ofrecer ni de lejos el espectáculo de una gran aproximación al «espíritu de Cristo», como la Iglesia católica a través de sus santos y de sus sinceros creyentes. Esto trae a mi mente la solución: los Santos. Ciertamente, en el mundo andamos y anduvieron revueltos siempre, dentro de la Iglesia, los santos y
Ibidem, p. 415. Ibidem, p. 421. ••• Ibidem, p. 424. ••• Ibidem, pp. 424-425. 98 99
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los que no lo somos, y de tejas abajo formamos una sola agrupación. Solo Dios sabe exactamente, de los que están en su Iglesia, quiénes son los que le sirven con corazón recto, frente a los que viven como si quisieran poner a Dios como tapadera y justificación de sus concupiscencias. Los santos…, puedo seguir el ejemplo de un Calvino o el de un Íñigo de Loyola. Esta es mi disyuntiva: separarme de la Iglesia bajo pretexto de que hay en ella muchos malos o lanzarme con todas mis fuerzas a reparar los defectos con las cualidades opuestas; vencer al mal con la abundancia del bien•••.1 02 Misión de toda la Iglesia es formar cristianos santos •••. A veces se dice que la misión de la Iglesia es la de formar santos y no caudillos, y es verdad. Pero no menos verdad que el santo tiene que dar testimonio del evangelio en todo momento y en todos los planos. Y hay ocasiones en que algunos hombres, para ser santos, han de prepararse para ser jefes •••.1 03 1 04 Si alguien dice de mí —delante de mí— que soy un santo, parece que la humildad ha de entrar en juego, y hay que hacer protestas de indignidad y bajeza, diciendo: ¡qué más quisiera yo! Todo lo más que puede aceptarse (parece) es que se tenga una santidad muy pequeña, sin ningún valor. Mi santidad (si estoy en Gracia), es enorme, inmensa, don magnífico y grandioso de Cristo, en la que tengo tan poca parte personal activa que, cuando se busca con una lupa, es dificilísimo encontrar algo. Lo único que puedo hacer es no resistir a la Gracia… pecando; y aun esto no puedo hacerlo con solo mis fuerzas: necesito la ayuda divina. Soy santo, por la Gracia de Dios. Toda mi santidad es participada; la humildad verdadera no niega esto, sino que pone las cosas en su lugar. Una comparación: se alaba un avión que ha realizado un vuelo extraordinario, y vemos un obrero que se pone todo colorado y confuso, y balbucea que
Obras Completas. Tomo IV, p. 46. Obras Completas. Tomo III, p. 490. ••• Ibidem, p. 517. ••• •••
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la cosa no es para tanto, que no tiene gran importancia, que lo que hacen otros sí que tiene mérito… Cree, ¡infeliz!, que tiene que tomar esta actitud por humildad, porque… ¡como él fue el que quitó las calas al avión en el momento de emprender su vuelo triunfal…! ••• 1 05
•••
Obras Completas. Tomo V, pp. 375-376.
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El orgullo santo de ser obrero Tú ves mi miseria, Jesús; pero te doy gracias [por] estar en medio de la lucha obrera. Solo ella me santifica •••.1 06 Pensando en la manera como el Verbo se hizo carne y en la manera como han encarnado a Cristo los santos, hemos de sentar que: para que Cristo [se] encarne en cada obrero, aprovecharemos todo lo de cada obrero, menos el pecado •••.1 07 Todo lo que hasta hoy se ha hecho en España con intención de ganar para Cristo a los trabajadores seguramente habrá servido en gran manera para la santificación de los que en ello se han ocupado •••.1 08 Cada día son más numerosos en la Iglesia los que están seguros de que la fuerza de ésta no puede descansar en el volumen de las cuentas corrientes de sus adherentes, sino en el grado de santidad de los fieles •••.1 09 Los que experimentan el orgullo santo de ser obreros católicos, se agrupan en la HOAC, donde su formación se centra en dos aspectos: adquirir espíritu de encuesta y espíritu de hermandad •••.1 10
Obras Completas. Tomo II, p. 231. Obras Completas. Tomo III, p. 425. ••• Obras Completas, Tomo III, p. 407. Ese «hasta hoy» hay que entenderlo en su contexto: 1947, en el mensaje que Rovirosa dirige a la I Semana Nacional de la HOAC. (N. del E.). ••• Obras Completas. Tomo III, p. 441. ••• Ibidem, p. 446. ••• •••
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La HOAC, como la Iglesia, no puede intervenir directamente en las luchas políticas, sindicales, económicas…, porque no es ésta su misión. Pero debe suscitar santos dentro de su seno para que luchen en grupos idóneos en todos los terrenos donde vean comprometida y en peligro la justicia y la paz de Cristo•••. 1 11 Hoy, como en tiempos de san Pablo, las criaturas todas suspiran por la manifestación de los hijos de Dios: los santos. Y la HOAC no quiere ser otra cosa que una escuela de santidad para hombres que después tendrán responsabilidad como conductores de la sociedad •••.1 12 La HOAC necesita santos, muchos santos. No puede contentarse con menos ni yo puedo contentarme con otro ideal inferior. Sé que mis fuerzas no alcanzan para subir el primer peldaño de la santidad, pero mi Padre me ha preparado recursos y me dará la mano y con el subiré a las alturas… si le soy fiel en el camino que me señaló •••.1 13 El compromiso debe ser: proporcionado a las fuerzas y posibilidades del que lo hace. Lo normal no debe ser introducir nuevos actos en nuestra vida, sino nuevos modos de hacer lo que hacemos de ordinario, haciéndolo ya con espíritu evangélico. La santidad no es cuestión de verbos, sino de adverbios •••. Nuestra cristianización supone el cultivo de la espiritualidad propia de cada uno. Y, por consiguiente, en el seglar, debe ser el cultivo de una espiritualidad seglar, que ha de estar y se ha de santificar actuando en el mundo •••.1 14 11 5 ¡Corazón Sagrado de Jesús! ¡Santifica a los obreros! •••.1 16 ¿Dónde encontrar, pues, un motivo «santo» para sentirnos orgullosos de ser obreros? ya lo dijimos antes cuando hablábamos del orgullo santo de ser cristianos: solamente podemos enorgullecernos en Cristo de aquello que más y más nos acerca a Cristo, y en tanto [en] cuanto este orgullo se pone
Ibidem, p. 463. Ibidem, p. 474. ••• Obras Completas. Tomo IV, p. 48. ••• Ibidem, p. 63. ••• Ibidem, p. 121. ••• Ibidem, p. 191. ••• •••
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de manifiesto en un mayor amor de gratitud a Dios y en un mayor amor fraterno al prójimo. Para los obreros católicos la fuente de nuestro orgullo santo solo puede buscar su causa y su origen en Jesús •••.1 17 Y a este orgullo lo llamamos «santo» porque no nos conduce a despreciar a los demás, y a avasallarlos, y a oprimirlos, y a vejarlos, sino a amarlos…, como Cristo; a compadecerlos…, como Cristo; a sacrificarnos…, como Cristo; a ser honrados nosotros y a honrar a los demás…, como Cristo. Cristo nos da base y alientos para un orgullo santo al hacernos obreros como Él•••.1 18 La primera «marca» del OAC es la alegría, la satisfacción, el santo orgullo de ser obrero…, como Cristo •••.1 19 Todas las profesiones honestas son instrumento de santificación, indicando que sería gran injusticia que el hombre solamente pudiera santificarse mediante el ejercicio de las profesiones llamadas elevadas. Precisamente la religión verdadera, que es la religión de la humildad, da notorias facilidades para la santificación en las profesiones «humildes»•••.1 20 Los obreros no somos entes abstractos que vivimos fuera del mundo, sino que nuestra santificación se ha de operar santificando nuestra vida concreta —que es precisamente la vida de trabajo—. Para santificarla es necesario estudiar qué es justo y qué es injusto; qué es bueno y qué es malo; es necesario que el sentido religioso impregne y presida el sentido social, pero necesitamos llevarlos conjuntamente •••.1 21 Hay una perfección natural en el hombre, que se denomina «honradez». Y hay otra perfección sobrenatural, que llamamos «santidad». La honradez es el pedestal humano sobre el cual la Gracia eleva la santidad •••. Un cristiano (un santo) se construye tomando como primera materia un hombre honrado. Esto es lo natural. Lo honrado. Y lo sobrenatural. Lo santo •••.1 22 12 3 Ibidem, p. 262. Ibidem, p. 263. ••• Ibidem, p. 307. ••• Ibidem, p. 318. ••• Obras Completas. Tomo VI, p. 34. ••• Ibidem, p. 551. ••• Obras Completas. Tomo V, p. 553. ••• •••
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Lo que falta excesivamente son personas que sean «expresión viva» de tales ideas. Faltan santos, en una palabra. La santidad definitiva, sin embargo, no es un hecho (en este mundo) hasta el momento en que se da el último suspiro. Y baste el ejemplo de Judas para ilustrar esto. Lo que hay es la «aspiración operante a la santidad», y sobre ello se construye toda la ascética cristiana. Ahora bien, ¿podemos afirmar que la aspiración a la santidad, con todas las exigencias y sacrificios que ello comporta, es la regla general de los que predicamos las ideas cristianas? Aquí está el fallo. La aspiración a la santidad la hemos sustituido por una aspiración egoísta a salvar la propia alma, cada vez con menos exigencias y mayores comodidades •••.1 24 No solo en esta vida hemos de santificar el alma espiritualmente, sino también el cuerpo corporalmente. En definitiva: El hombre •••.1 25 Ahora es el tiempo que me da Dios —con Su Gracia— para santificarme. Nadie puede ni podrá santificarme ni en pasados ni en futuros, sino en presentes •••.1 26 Cuántos quisieran que no hubiese que luchar para llegar a santos. La lucha es el signo del cristianismo •••.1 27 Sin tensión constante hacia la santidad (esa disponibilidad habitual a la voluntad de Dios), sin Fe profunda, sin humildad que conoce sus límites, sin caridad activa, nuestras palabras corren el peligro de ser con frecuencia más bien obstáculos que simiente •••.1 28 Lo más valioso, lo no material, lo que da auténtico valor al hombre (su santidad), no puede reducirse a número •••.1 29 Ibidem, p. 573. Obras Completas. Tomo VI, p. 96. ••• Obras Completas. Tomo V, p. 626. ••• Ibidem, p. 31. ••• Ibidem, p. 287. ••• Ibidem, p. 312. ••• •••
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No puede haber santidad más alta que imitar a Cristo y vivir plenamente para Él, después de haber muerto (en los muertos no hay relativismo) para el mundo; ni puede plantearse la exigencia de esta santidad más profunda, radical y absolutamente que como se plantea por el Bautismo, realizándose ya en nosotros (ex opere operato, dicen los teólogos) esa misma muerte al mundo y resurrección para Cristo •••.1 30 A través del testimonio y de la acción de estos militantes apóstoles, la Iglesia podrá realizar su labor santificadora en el mundo del trabajo •••.1 31 Hay dos zonas: la de la injusticia y la de la santidad evangélica, separadas por una estrecha frontera, que es la justicia natural que a todo hombre le manifiesta la conciencia. El cristiano, dejando atrás esta frontera, ha de situarse en la zona de la santidad, y cuanto más se adentre por esta zona, mejor es. Esta zona de la santidad empieza en el Decálogo, pero no termina ahí, sino que se extiende indefinidamente. Sus características se hallan contenidas en las Bienaventuranzas •••.1 32 El centro es Dios en la Comunión de los Santos; el otro sentido prolongado conduce al infierno máximo, que es el alejamiento de Dios, y a la soledad infinita, sin encontrar jamás el fin ni el descanso. El peregrinar sobre la tierra, en definitiva, consiste en dar sentido a la marcha: o hacia el centro, y en esto consiste la santificación, o en sentido contrario •••.1 33 Resucitar con Cristo es para todo cristiano vivir íntegramente y en su totalidad las veinticuatro horas de cada día, una vida honrada, santificada por la Gracia •••. Tampoco se ha de echar de menos tu alegría. Tu santa alegría. Un cristiano siempre encuentra hueco para la sonrisa, aun cuando todavía no haya conseguido lo justo •••.1 34 1 35
Ibidem, p. 358. Ibidem, p. 361. ••• Ibidem, p. 363. ••• Ibidem, p. 376. ••• Ibidem, p. 428. ••• Ibidem, p. 431.
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El misterio de la Iglesia es la continuación histórica del misterio personal de Cristo. Dios vivo y palpitante en el Cuerpo de Jesús de Nazaret; Dios vivo y palpitante en el Cuerpo de la Iglesia. ¿Que esto no puede comprenderse? ¡Claro que no! Esto no puede comprenderse, pero puede creerse. Algunos lo han creído y han sido los superhombres que Nietzsche añoraba: los Santos •••.1 36 «Sentir con la Iglesia» nos exige ponernos en estado de «conversión » permanente. Hay una conversión que es la única que suele considerarse, y significa el pasar de «fuera» a «dentro» de la Iglesia. Pero cuando se está dentro, todavía no se es santo, sino que, a lo más, se está en camino. En esta Iglesia Militante no hay «santos» en vida, pues sabemos que el que ha estado más cerca de Jesús, como Judas, puede desviarse en el último minuto. Mientras se vive en la Iglesia Militante hay en cada uno una parte sana, otra cancerosa y otra excrementicia. Para la «conversión» de simple católico en santo es preciso que la parte cancerosa (egoísmo, soberbia, individualismo…) se reduzca hasta desaparecer•••.1 37 En estos momentos de tribulación solo una cualidad ha de dominar todas las otras en quien tenga la máxima responsabilidad en la obra, y es la santidad. Todas las otras cualidades de «vista», «mano izquierda», «dinamismo», «capacidad», «influencia», etc., etc., etc., no sirven de nada sin la santidad •••.1 38 Comprenderá que chocamos frecuentemente, pero nos lo perdonamos todo porque nos queremos en Xto. Y me parece que él me ayuda a santificarme, y yo a él•••.1 39
Ibidem, p. 448. Ibidem, p. 455. ••• Obras Completas. Tomo VI, p. 93. ••• Ibidem, p. 119, refiriéndose a su relación con don Eugenio Merino. ••• •••
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La oración de un santo Entre los textos de Guillermo Rovirosa se pueden encontrar algunas, no muchas, oraciones propias que expresan en clave orante su relación con Dios, su seguimiento de Jesucristo y su propio compromiso. En definitiva expresan la completa entrega a Dios de su vida, el ponerse en sus manos plenamente para hacer su voluntad. Dice el papa Francisco en Gaudete et exultate que el criterio para evaluar nuestra vida es ante todo lo que hicimos con los demás. La oración es preciosa si alimenta una entrega cotidiana de amor. Nuestro culto agrada a Dios cuando allí llevamos los intentos de vivir con generosidad y cuando dejamos que el don de Dios que recibimos en él se manifieste en la entrega a los hermanos•••. Por la misma razón, el mejor modo de discernir si nuestro camino de oración es auténtico será mirar en qué medida nuestra vida se va transformando a la luz de la misericordia •••.1 40 14 1 Esto se expresa en Rovirosa, en su vida, a través de la oración. Quizá la más significativa sea la «Oración del Sí». Es la más apropiada para concluir este cuaderno; una oración que, como dijo Andrés Torres Queiruga al leerla por primera vez: «esta oración solo puede haberla escrito un santo»•••. Porque la santidad está hecha de una apertura habitual a la trascendencia, que se expresa en la oración y en la adoración. El santo es una persona con espíritu orante, que necesita comunicarse con Dios •••.1 42 14 3
GE, 104. GE, 105. ••• Testimonio de Alfonso Gil Montalbo ••• GE, 147. ••• •••
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¡SÍ! •••1 44 ¡Oh Dios! Que me diste libertad ante tus Solicitaciones, para contestar: ¡¡Sí!! como la humilde esclava del Señor, y como Abraham, tu siervo, y como todos tus santos; O para contestar: ¡¡No!! como Luzbel y sus ángeles, y todos los que moran en la gehena. Oye mi súplica; acude a mi socorro, y acepta mi holocausto. Esta libertad, que es mía, bien mía, porque Tú me la diste, como diste Isaac a Abraham, la pongo en el altar del sacrificio para que arda en un gran fuego de amor, y su olor suave sea grato ante tu acatamiento. Y reviste a tu siervo de tu Fortaleza, para que mi pecho no tenga más que un eco ante tu Solicitación, y responda siempre, siempre, siempre: ¡¡Sí!!
Obras Completas. Tomo V, pp. 384-385.
•••
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¡Oh Dios! Que has ilustrado mi mente para que comprendiera los principios y reglas generales de tu Religión. Concédeme que el pequeño detalle de cada día, de cada hora, de cada minuto, no esté nunca ofuscado por la pereza, con nombre de descanso; por la avaricia, con nombre de previsión; por la cobardía, con nombre de prudencia; por la soberbia, con nombre de dignidad; por la envidia, con nombre de emulación; y, así, con segura lucidez, vea pecado donde hay pecado; para huir lejos, lejos, a distancia inmensa. ¿A dónde iré? Me postraré ante tu tabernáculo, y allí seguiré clamando, para que tu fortaleza me proteja, y cuando llegue tu Solicitación responda siempre, siempre, siempre: ¡¡Sí!!
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«Cuadernos Rovirosa» n Cuaderno Rovirosa n.º 1: La vivencia de la triple comunión. n Cuaderno Rovirosa n.º 2: Dialogando con Rovirosa. n Cuaderno Rovirosa n.º 3: La vivencia de la mística. n Cuaderno Rovirosa n.º 4: La cercanía al mundo obrero y del trabajo. n Cuaderno Rovirosa n.º 5: La vivencia de la Iglesia. n Cuaderno Rovirosa n.º 6: Derechos y justicia. n Cuaderno Rovirosa n.º 7: La virtud de escuchar. n Cuaderno Rovirosa n.º 8: Testimonios. n Cuaderno Rovirosa n.º 9: Cartas. n Cuaderno Rovirosa n.º 10: El amor de comunión. n Cuaderno Rovirosa n.º 11: La extensión en la HOAC. n Cuaderno Rovirosa n.º 12: El bautismo. n Cuaderno Rovirosa n.º 13: La santidad en Guillermo Rovirosa. En www.edicioneshoac.es puedes acceder a los cuadernos de Guillermo Rovirosa.
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