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SALUD PARA TODOS El desafío de ser padres Por Psic. Fanny Berger

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El desafío de ser padres

Cada etapa de la edad adulta tiene sus propios desafíos. El desafío de ser padres, en todas las edades, significa estar atentos a la vida emocional de los hijos para poder guiarlos, contenerlos y ayudarlos a desarrollar confianza en ellos mismos.

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Por Psic. Fanny Berger

Un desafío implica que ante las adversidades de la vida tenemos un reto, una competencia personal para poder enfrentar la situación; mientras que un problema se presenta como una dificultad y, por lo tanto, tenemos que focalizarnos en las posibles soluciones. No podemos evitar ciertos acontecimientos externos a nosotros, pero sí elegir cómo nos relacionamos con las vicisitudes de la vida. Vale decir, si las vivimos como problemas o como desafíos. Si nos conectamos con nosotros mismos y vemos qué recursos personales tenemos para enfrentar la realidad, nos podremos fortalecer como personas. Realizaremos un viaje imaginario por diferentes momentos evolutivos que atravesamos como adultos, siempre en relación con otras personas porque somos seres gregarios. En la etapa adulta, el trabajo, la pareja, los hijos y la familia son temas importantes que, según cómo los percibamos y los enfrentamos, podremos evitar o disminuir el sufrimiento. Para eso debemos sustituir la negación de la realidad por la aceptación de lo que sucede. Tenemos presente las investigaciones de John Bowlby (1907-1990), Mary Ainsworth (1913-1999) y Robert Emde (1935) sobre el vínculo madre-bebé en nuestra clínica cuando realizamos terapia o asesoramiento. El reconocido pediatra, psiquiatra y psicoanalista británico Ronad Winnicott (18961971) decía que no existe un bebé sin su madre y que no hay madre capaz de cumplir con todos los requerimientos del bebé en sus primeras etapas, si no hay un padre o un tercero que haga la función de contener a esa madre. Agregamos que el pensamiento de Winnicott se aplica a todas las edades durante la educación de los hijos. Los padres necesitan apoyo emocional para la tarea de educar hijos, que es apasionante, pero por momentos desbordante. A esto agregamos que todo bebé nace con determinado temperamento, que se encuentra con la personalidad de la madre en un determinado momento de la vida de sus progenito-

# 46 • AGOSTO 2022 • Pág 36 res. Es por eso que entre la madre y el hijo se produce un vínculo único e irrepetible, donde existen muchas variables para lograr un apego seguro. Sostenemos que, en todas las edades y circunstancias, la madre debe tener presente que existen tres subgrupos de necesidades afectivas que tiene que satisfacer. Los hijos tienen necesidades biológicas y psicológicas. Las primeras son claras. Necesita comida, agua y defenderse de las inclemencias del tiempo. De lo contrario no podrá subsistir y el peligro es la muerte. En cambio, las necesidades psicológicas o emocionales no son tan claras para la madre, tal vez porque no hay peligro de muerte, pero sí pueden afectar su calidad de vida. En esta etapa, cuando estás educando hijos el desafío es saber qué necesita emocionalmente para que crezca adaptativamente. Todo niño necesita que un adulto sacie tres subgrupos de necesidades psicológicas:

1La necesidad de recibir amor con límites para sentirse amado

Todos sabemos la importancia de sentir y expresar amor en todo vínculo, más en el de madre-hijo, donde este último está formando su personalidad. De la experiencia clínica vemos que brindar amor sin límites produce en el niño un sentimiento de no sentirse amado, pues vive su vida diaria sin una guía que le marque sus conductas cotidianas. En el consultorio psicológico vemos adultos que no se sienten amados, sus padres los querían, pero ellos no vivenciaron el amor por falta de límites. El límite es un acto de amor, pues protege, sostiene y ordena, y cuando el hijo lo cumple, si bien en un primer momento se puede sentir incómodo o enojado, se fortalece. Por lo tanto, la falta de límites en la infancia produce fragilidad emocional y el sentimiento de no ser querido, de sentirse solo, abandonado. Otro punto a tener en cuenta es que muchos padres, si bien aman a sus hijos, presentan dificultades en expresarlo, son fríos, a veces distantes y los niños no sienten el amor. Existen padres que abrazan, besan, expresan sus sentimientos corporal y verbalmente, pero otros tienen dificultades en mostrar amor. A veces un plato de comida, un detalle, es una manifestación de cariño, pero el hijo no lo capta. El sentir amor influye positivamente en el desarrollo psicológico de todo niño e influye en sus vínculos con otras personas pues son capaces de brindar lo que reciben en sus hogares.

El desafío es expresar claramente amor y fijar y sostener los límites.

2La necesidad de sostén emocional para sentirse contenido

Todo hijo necesita que su madre pueda sostener sus emociones. Esto no implica que la madre le resuelva los problemas, sino que tenga presencia física y emocional, que esté a su lado captando lo que siente en ese momento. Así podrá contener sentimientos displacenteros. Por ejemplo, si el pequeño está triste o enojado, ella puede ayudar a que gestione lo que experimenta. La pregunta es cómo el adulto puede sostener intensas emociones. Primeramente, no debe reaccionar con enojo ni castigarlo. Tan solo alcanza con que la madre con su presencia amorosa incentive a que el niño exprese lo que siente. En ciertas situaciones podemos sostener amorosamente al otro con una mirada, un gesto y un abrazo, no necesariamente con palabras o acciones. Estar a su lado, presente y disponible, brinda calma. En la consulta observamos que muchos adultos que sucumben ante un no, un deseo no cumplido, se frustran fácilmente, entran en crisis, se desbordan con intensos sentimientos de tristeza, miedos. En ciertas situaciones pueden desarrollar ansiedad y depresión. Tienen baja tolerancia a la frustración pues están acostumbrados a hacer lo que quieren y además no han experimentado el soporte emocional durante su infancia y adolescencia. Cuando un progenitor es capaz de sostener las emociones de los hijos, estos, cuando llegan a la madurez se podrán autosostener y ser personas independientes. Por ejemplo, ser capaz de salir de la frustración diaria, gestionarla y seguir adelante. Observamos que cuando un adulto no sostiene a un niño, este no aprende a gerenciar sus afectos y sucumbe ante ellos en las relaciones humanas en distintos ámbitos de su vida. La falta de contención emocional causa fragilidad afectiva al igual que la falta de límites. Cuando el hijo sin contención se siente triste o enojado, se puede aislar socialmente o explotar de ira frente a personas, lo cual trae problemas de adaptación. También influye en la concentración durante los estudios y, por lo tanto, baja el rendimiento académico. Para poder rendir académicamente y luego en el trabajo, todo ser necesita poder autosostenerse y

esto se logra gestionando emociones displacenteras que impiden focalizarse en las tareas, obstaculizando todo rendimiento.

El desafío es ser capaz de sostener las emociones de los niños para que se sientan contenidos.

3La necesidad de saber la verdad dentro de su familia para sentirse confiado

En ciertas ocasiones los padres, para tratar de proteger a sus hijos, esconden información que podría causar dolor sobre integrantes cercanos de la familia. Ante las preguntas de los hijos, brindan información difusa e inexacta que produce inestabilidad en los pequeños. El fin del ocultamiento de la verdad familiar es evitar el dolor del niño, pero estos sienten inestabilidad emocional y no saben las causas de ese sentimiento. Cuando un padre relata toda la verdad, a pesar del sufrimiento que puede ocasionar, construye la confianza en el niño, ayuda a que sienta seguridad en él mismo y en las personas que lo ameritan. Nadie nace con confianza, se crea en los vínculos tempranos y cercanos. Cuando los adultos relatan la verdad familiar, aunque sea dolorosa, el niño comenzará a construir la seguridad en él mismo y, por lo tanto, se podrá alejar de personas y situaciones peligrosas. Además, podrá vincularse con personas nutritivas y crear situaciones deseadas. En cambio, cuando el adulto esconde información importante sobre la familia, el niño cree que su percepción es errónea y esto causa baja autoestima pues siente que él está equivocado. Por lo tanto, cuando el adulto relata la verdad familiar, el pequeño se siente seguro y comienza a creer en sus progenitores, en su propia percepción, y a desarrollar su propia confianza.

El desafío es relatar la verdad familiar para que el niño se sienta confiado en él mismo y en las personas que lo ameritan.

Nos hemos referido a la vida afectiva del niño-adolescente. No hemos tenido en cuenta ni la situación económica, ni la institución educativa en la que estudia. Hemos traído el tema de la importancia de poder saciar las necesidades psicológicas que va más allá de lo social, financiero o cultural.

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