Horizontes | N° 1 | Ensayos sobre textos |
1984: Eco y advertencia Sergio Cabrales1
George Orwell Editorial: | 1949
“—¿Cuántos dedos hay aquí, Winston? — Cuatro. —¿Y si el Partido dice que no son cuatro sino cinco? Entonces, ¿cuántos hay? —Cuatro.”
1 Sociólogo. Investigador del Centro de Análisis Sociocultura CASC-UCA
Pocos libros son capaces de despertar la conciencia política de un estudiante universitario en Nicaragua. 1984, de George Orwell, es uno de ellos. Es, sin lugar a dudas, un libro donde hay mucha tela que cortar, muchas perspectivas por donde mirar y mucho de qué hablar. Desde la Psicología Social resulta un elemento sumamente valioso para entender y describir las causas, patrones y efectos de las interacciones sociales en un régimen político autoritario. Se perciben ahí explícitamente las actitudes, creencias, normas, valores y modos de proceder del típico escenario social represivo. Por estas características, el libro es muy pertinente para la realidad que países como el nuestro vivieron en el siglo pasado, y que se exponen considerablemente a revivir cuando se mina la institucionalidad de nuestros poderes del Estado. Dictaduras, regímenes oscuros, tiempos de guerra, abuso del poder y la autoridad, restricción a los derechos humanos, entre otros, son muchas de las realidades de las que el libro hace eco, al mismo tiempo que hace una señal de advertencia sobre sus peligros. Son varios elementos que podemos rescatar de sus páginas, pero en este escrito nos interesan seis en particular. En primer lugar, debemos abordar la obediencia ciega que los ciudadanos de Oceanía hacen al Gran Hermano, 3
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del que ni siquiera se tiene certeza de su existencia. La frase con la que inicia este ensayo es un claro ejemplo de cómo el sistema político-ideológico y su autoridad impuesta logró impregnar las bases de la vida de todos. Se muestra como una autoridad hizo que los individuos interiorizaran ideas tan descabelladas como la carencia de argumentos de la aritmética, la inexistencia de la gravedad, la guerra como sinónimo de paz o la importancia de la ignorancia como fuerza. Cabe destacar aquí la constante presencia de las telepantallas, como elemento de autoridad que hace coerción en el quehacer diario de individuos como Winston. Se lleva al extremo la noción de obediencia que Moscovici (1981) definió como la condición en la que un individuo modifica su conducta a fin de someterse a las órdenes de las autoridades legítimas. Pero, ¿Será este el caso de 1984? ¿Hay legitimidad en esa autoridad? Y si la hay, ¿Cómo logra la autoridad conseguirla? Precisamente aquí entran en juego los otros elementos a destacar. Entre ellos, los dos minutos del odio, que son una estrategia que utiliza el sistema represor para legitimarse. Se trata del rostro de Emmanuel Goldstein, eterno enemigo del pueblo, apareciendo en las telepantallas y hace rugir al público entre miedo y asco. Se ve aquí cómo es de enorme utilidad que exista un enemigo del Sistema. Hace que los ciudadanos se creen de sus gobernantes una representación social que viene siendo la antítesis del odio, y por tanto desarrollan hacia ellos los sentimientos opuestos: amor, respeto, sumisión,
complacencia en la obediencia. Lo mismo sucede con los autobombardeos que generan temor entre la población y hacen de ellos sujetos dóciles para la clase política. “¡La Guerra es Paz!” Se les enseñaba a gritar. Conviene señalar en tercer lugar, el elemento del adoctrinamiento político. Valles (2000), en su artículo sobre Actitudes y Cultura política, definió al fascismo como la ideología en que el individuo se debe a la comunidad nacional y al líder indiscutible que la encarna, en la cual se genera hostilidad a los diferentes y se vive en un entorno constante de violencia. Oceanía, en 1984, vive una situación que encaja perfectamente en esta descripción. Existe una clase política que adoctrina de forma fascista y pretende influir e implantar en los proles una transformación social. Todos, absolutamente todos los ciudadanos piensan y se comportan uniformemente. Y si alguien se sale de la “norma”, está sujeto a la represión por parte del irónico “Ministerio del Amor”. Toda la doctrina política memorizada, interiorizada y practicada hasta por los niños, también da legitimidad a ese sistema. Por si fuera poco, debemos tomar en cuenta el idioma para entender cómo esa clase política logra sostenerse. Ellos crean una “neolengua” que pretende cambiar o extinguir aquellos términos incómodos e inconvenientes al status quo, y al mismo tiempo buscan manipular a los proles a través del léxico. Es una forma de hacer que muchas cosas que pueden deslegitimar al sistema actual queden por fuera. Lo
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que no se puede escribir contra la clase política, no se puede pensar. Y llama poderosamente la atención cómo el sexo es reprimido por las extrañas patrullas antisex. Según Audre Lorde (s.f.), cualquier forma de opresión, para perpetuarse, corrompe o deforma de alguna manera las diferentes fuentes de poder que existen dentro de la cultura de los oprimidos y que tienen el potencial de dar la energía para el cambio; entre ellas el sexo. El sistema suprime y prohíbe cualquier manifestación del acto sexual para eliminar el último rezago de poder íntimo entre los ciudadanos. Al mismo tiempo que busca crear un ambiente constante de tensión que solamente tiene su catarsis en los minutos del odio.
partido que pretenda imponer una o varias de estas “estrategias” aún en su minúscula expresión. Referencias bibliográficas Lorde, A. (s.f.). Usos del erotismo: el erostismo como poder. En Nelson, J. y Longfellow, S. (1996) La sexualidad y lo sagrado. (pp 130-136). España: Desclée De Brouwer. Valles, J.M. (2000). Las actitudes y las culturas políticas. Ciencia Política. Madrid: Ariel. Orwell, G. (1949). 1984. Recuperado el 08 de agosto de 2014, de http:// antroposmoderno.com/word/George_ Orwell-1984.pdf
Finalmente, debemos detenernos en otro elemento clave para ver la estrategia de legitimación que utiliza el sistema: reescribir la historia. A través del Ministerio de la verdad, donde trabaja Winston, la historia es cambiada a conveniencia. De un momento a otro se inscriben nuevos enemigos, se ensalzan nuevas batallas y muchas otras pasan al olvido. El pasado se ajusta a la versión que desea el Gobierno y esto hace de los proles sujetos aún más dóciles que ponen su confianza en ellos. Todos estos elementos hacen de 1984, un fuerte llamado de atención para jóvenes en sociedades como las nuestras: con un pasado muy parecido al relatado, y con un futuro que hoy, difusamente, se prevé en condiciones más o menos similares. Es un llamado a rechazar CUALQUIER SISTEMA, ideología o 5