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Neoextractivismo y Ecología política Harley Morales-Pon1 Introducción En las últimas décadas América Latina se ha visto convulsionada de múltiples pugnas entre ellas las de carácter socioambiental (Svampa, 2013, 2016). Estas disputas se dan en el contexto de ascenso y maduración del (neo) liberalismo en la región y la consolidación del modelo neoextractivista. En este escrito se abordara la relación entre el avance de tal mencionado régimen de acumulación y su respuesta en la ecología política. Por tanto, se ha dividido en tres apartados: (I) Régimen neoextractivista, (II) Conflicto socioambiental y (III) ecología política.
(I) Régimen Neoextractivista En las últimas décadas los diferentes gobiernos de América Latina han optado por conducir la política económica de sus países hacia modelos de desarrollo de matriz neoextractivista (Svampa, 2013). Tal modelo se basa en la sobreexplotación de recursos naturales destinados hacia el mercado exterior, y toma auge en un contexto de boom de los precios internacionales de materias primas demandadas por parte de países dominantes – de manera paradigmática China-. Dicha matriz de acumulación, al tiempo que ha producido enormes ventajas comparativas en el
crecimiento económico de los países de la región, los ha conducido hacia una reprimarización de sus economías, una profunda dinámica de desposesión de tierras, recursos y territorios y hacia nuevas formas de dependencia y dominación (Svampa, 2013). La baja de los precios de las materias primas, producto de la crisis financiera en el 2008, agudizó las consecuencias mencionadas. Dada las perdida de ventajas comparativas las soluciones han desembocado en torno a una expansión horizontal donde “(…) la producción agropecuaria y forestal crece al incorporar nuevas tierras” (Gudynas, 2010, pág. 55) generándose cambios en la presión sobre los ecosistemas. La consolidación y reproducción de este modelo <<neoextractivista>> se funda en lo que Maristella Svampa (2013) ha denominado <<consenso de los commodities>>, ampliamente constituido sobre la base de la ideología del progreso (Gudynas, 2010). Tal consenso consiste en hacer aparecer tal dinámica extractiva como una inevitabilidad histórica a la cual la región debe sumergirse, visión misma que tiene como correlato una concepción antropocéntrica del mundo, esto es, de superioridad de la sociedad sobre la naturaleza. Tal concepción conlleva a una valoración mercantil del entorno y con ello a su dominación
1 Ingeniero Industrial. Estudiante de Sociología de la UCA Nicaragua.
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para asegurar el progreso. El intento de imponer como hegemónico el actual modelo de desarrollo y sus consecuencias ambientales sobre las poblaciones de los territorios locales, ha abierto un profundo <<conflicto socioambiental>> en América Latina (Svampa, 2013). (i) Dicho lo anterior, se puede entonces afirmar que la instauración y reproducción de este modelo (neo) desarrollista es fruto de su conjunción con la valoración occidental de la naturaleza, ampliamente compartida por la sociedad. Tal valoración, que intenta imponer a la naturaleza su total mercantilización, aunque ha luchado por situarse como dominante, ha encontrado la resistencia de otras formas de apropiación del entorno.
(II) Conflicto Socioambiental La consolidación del modelo neoextractivista en los países de América Latina ha conducido a la introducción y avance de empresas nacionales y multinacionales sobre territorios locales, generándose profundos conflictos entre diferentes actores en torno a la valoración y control de los bienes naturales. Tales conflictos socioambientales son aquellos ligados al “(…) acceso y control de los bienes naturales y el territorio, que suponen, por parte de los actores enfrentados, intereses y valores divergentes en torno de ellos, en un contexto de gran asimetría de poder” (Svampa, 2010, pág. 39-40). Expresado de otra manera, y visto de lo local a lo global, las diversas
comunidades étnicas han construido históricamente formas diferenciadas de establecer vínculos con la naturaleza, constituyendo marcos a través de los cuales significan su entorno y con ello prácticas de apropiación de los recursos (Leff, 2001). Tales diversas maneras de valorar la naturaleza y de apropiarse de la misma, entra en conflicto con la visión moderna y occidental del progreso que busca su subordinación al ser humano. (ii) Dicho lo anterior, se podría afirmar que la forma en que se valora la naturaleza por parte del Estado, las unidades económicas nacionales y transnacionales y por parte de las diversas comunidades étnicas y, con ello, la manera en que se intenta apropiar de la misma, ha sido entonces la base de la escalada en los conflictos socioambientales. Es precisamente de tales conflictos de los que se ocupa la Ecología política.
(III) Ecología política Tal como afirma Martínez Alier (2015) la ecología política estudia cómo “(…) el poder político incide en los conflictos socio-ambientales” pág. 64. De esta manera la ecología política une el estudio del metabolismo social y los conflictos ecológico-distributivos considerando los lenguajes de valoración que se despliegan en tales pugnas (Martínez Alier, 2015). Tal corriente nacida de la articulación entre los esfuerzos de los movimientos sociales y la academia, busca “(…) analizar los procesos de significación, valorización y apropiación de la naturaleza” (Leff, 2006, pág. 22) por parte
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de los diferentes actores enfrentados en conflicto, y, de manera particular, las estrategias de acción desplegadas por los agentes subalternos en la lucha por la defensa de sus territorios. Tomando en cuenta lo ya mencionado, se podría incluso afirmar siguiendo a Leff (2006) que la ecología política encuentra su terreno en una lucha por la desnaturalización de la naturaleza. Es decir, de ruptura con la adhesión inmediata y subordinada al orden existente. Esta permitiría transitar de la sumisión simbólica de los seres humanos en su relación con el mundo, hacia una toma de conciencia de las arbitrariedades culturales que constituyen la división entre sociedad y naturaleza. (iii) Por tanto, se podría afirmar que la ecología política deviene eminentemente en una disputa simbólica. Por un lado, una lucha en torno a la destitución de los marcos de entendimiento y los conceptos teóricos e ideológicos “(…) que han soportado y legitimado las acciones y procesos generadores de los conflictos ambientales” (Leff, 2006, pág. 32). Por otro lado, y de manera simultánea, una disputa en torno a la inculcación de nuevos marcos de sentido con respecto a la relación del ser humano con la naturaleza y, con ello, de su forma de apropiarse de la misma.
(IV) Reflexiones finales (i) La suerte de ajuste dialectico entre las condiciones objetivas bajo las cuales se despliega el modo de producción capitalista en su matriz neoextractivista y los principios de visión y división
que sobreponen la sociedad a la naturaleza , producen una especie de connivencia entre estos dos estados de lo histórico y lo social. Esto es, una relación de comprensión inmediata, un reconocimiento y legitimidad por parte de los agentes socializados hacia las prácticas y discursos desplegados por los voceros de esta variante neoliberal de producción y reproducción del capital. Esto conlleva a que incluso consecuencias producidas por grandes empresas nacionales o transnacionales en detrimento de poblaciones de territorios locales, sean ampliamente aceptadas tácitamente o justificadas explícitamente como males necesarios en beneficio del progreso. (ii) Siguiendo la misma línea, la escalada de los conflictos socioambientales se despliegan y desarrollan en un contexto de expansión de prácticas de dominio de territorios locales valorados como mercancías a explotarse indefinidamente. Tal valoración ampliamente compartida por la burocracia estatal, las elites empresariales y la sociedad en general, entra en conflicto con otras maneras de valorar el entorno y apropiarse del mismo. Sin embargo, dado el amplio avance cultural del neoliberalismo, estos actores en defensa de sus territorios se miran situados en desventaja con respecto a sus adversarios. (iii) Dada la adhesión subordinada al orden económico neoliberal existente por parte de la gran mayoría de agentes sociales que constituyen la colectividad, la ecología política tiene la tarea histórica de disputar los marcos de sentido establecidos con el objetivo de instituir otras 19
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maneras socialmente compartidas de apropiación de la naturaleza. Se podría afirmar que este proceso recorrería dos momentos entrelazados: destituyente e instituyente. Es decir, un proceso de destitución o vaciamiento de las visiones cristalizadas en conceptos, discursos, narrativas, entre otros, que justifican la dominación de la sociedad a la naturaleza, y, al mismo tiempo, un proceso de institución de otros sentidos y significados con respecto al entorno y las formas de apropiación del mismo. Tal ruptura con el antropocentrismo debe llevarse a cabo tanto desde los ámbitos no institucionalizados por el Estado como, y con gran importancia, dentro del Estado mismo, en la medida que este no solo detenta el monopolio de la violencia física legítima sino también de la violencia simbólica (Bourdieu, 1997, García Linera, 2010). Dado que históricamente las burocracias estatales poco a poco fueron configurando y reproduciendo en el Estado marcos valorativos, normativos y procedimentales que han enaltecido la actividad mercantil en detrimento de la naturaleza, subordinando la diversidad de lenguajes de valoración con respecto a la misma e imponiendo una valoración unitaria, la lucha en el seno mismo de sus instancias debe ser menester para la ecología política y una tarea impostergable de los actores que intentan inculcar otras formas legítimas de valoración y apropiación del entorno.
Referencias bibliográficas Alier, J. M. (2015). Ecología política del extractivismo y justicia socioambiental. Interdisciplina 3, 57-73. Bourdieu, P. (1997). Razones Prácticas: Sobre la teoría de la acción. Barcelona: Anagrama. García Linera, Á. (2010). El Estado en transición. Bloque de poder y punto de bifurcación. En Á. G. Linera, R. Prada, L. Tapia, & O. V. Camacho, El Estado. Campo de lucha (págs. 9-40). La Paz: CLACSO. Gudynas, E. (2010). La ecología política de la crisis global y los límites del capitalismo benévolo. Revista de Ciencias Sociales, 53-67. Leff, E. (2001). Espacio, lugar y tiempo La reapropiación social de la naturaleza y la construcción local de la racionalidad ambiental. Nueva Sociedad, 28 -42. Leff, E. (2006). La ecología política en América Latina Un campo en construcción. En H. Alimonda, Los tormentos de la materia. Aportes para una ecología política latinoamericana (págs. 21-39). Buenos Aires: CLACSO, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales. Svampa, M. (2013). «Consenso de los Commodities» y lenguajes de valoración en América Latina. Nueva Sociedad, 30 - 46. Svampa, M. (2016). Debates latinoamericanos: Indianismo, desarrollo, dependencia, populismo. Buenos Aires: Edhasa.