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El cuidado diario de nuestro tabaco
Michel Texier
Cuando nos transformamos en fumadores habituales, cuidar de nuestro tabaco se torna una tarea importante –llena de rituales recurrentes y pasos a seguir–, con el único objetivo de que nuestros puros estén siempre en las condiciones ideales para ser fumados. Para ello, mantener su nivel de humedad es una de las condiciones más importantes, que requiere cuidado y dedicación.
Independientemente de las preferencias personales en cuanto a niveles de temperatura y humedad de nuestros tabacos, siendo generosos con los límites existe un rango aceptado como producto de la costumbre, que es conservarlos entre 15 y 18 grados Celsius de temperatura, y 65 y 75 por ciento de humedad.
Conocedores distinguidos de la industria, como Gabriel Estrada, consideran los estándares anteriores como óptimos para los tabacos que fumaremos en el corto plazo, pero gustan de bajar los parámetros de temperatura y humedad cuando se trata de guardar nuestras piezas favoritas por un tiempo prolongado. En este caso, proponen incluso 60 por ciento de humedad y de 12 a 14 grados de temperatura, con lo que ejemplares de hasta 20 años de guarda ofrecen una experiencia de fumada extraordinaria.
Pero vayamos al principio. Si usted recién comienza a fumar, no tiene un humidor ni piensa adquirir uno todavía y necesita cuidar unos pocos cigarros, ¿qué puede hacer? Una posibilidad es volverse un beneficiario de Tupperdore; término acuñado para nombrar el uso de recipientes herméticos de plástico –destinados originalmente a la cocina– en el rol de humidor. Potenciará su uso al colocar en su interior algún sistema de sachet humidificador, de los que existen varias marcas y opciones en el mercado.
No está de más recordar que cualquiera que sea la forma de cuidar los puros, el contenedor escogido debe estar lejos de fuentes de calor y luz directas; elementos que afectan gravemente la conservación y evolución de nuestra fuente de placer
Superada la etapa del tupperdore, con o sin sachet humidificador, llega el momento de decidirse por un humidor tradicional. Los hay con las más diversas características: herméticos o no; con tapa y/o paredes de vidrio; fijos o compactos portables; con higrómetro digital o análogo integrado; eléctricos o de conservación manual; de cedro, chapa de cedro u otras maderas; cavas refrigeradas adaptadas con bandejas interiores de madera, y para unos pocos cigarros sueltos o el almacenaje de gran número de cajas. Todo ello, de acuerdo con las preferencias y capacidad adquisitiva –tema no menor–, de cada quien.
Es recomendable comenzar, al menos, por un humidor con capacidad para 50 puros e higrómetro digital –pues los análogos son poco confiables–, y colocar en el interior un recipiente pequeño de vidrio con agua destilada o desmineralizada. Esto es mejor que los diversos formatos de esponjas incluidas en los dispositivos ofrecidos en el mercado.
De preferencia, adquirir uno de cedro macizo; madera aceptada universalmente para la conservación de tabaco, por sus características higroscópicas y el perfume delicado que aporta a los cigarros durante su guarda. Además, la madera maciza está menos expuesta a la acción perjudicial de ciertas condiciones ambientales y al derrame de líquidos en su interior, que provoca daños estructurales irreparables a los humidores enchapados en cedro, cuyo cuerpo suele ser de MDF u otro material similar.
Como al llenar el humidor, en vez de limitar la compra de cigarros se busca otro más grande que también se intentará llevar al límite, tanto para el primero como en los siguientes, se sugiere que sean herméticos y compactos, pues la no hermeticidad y las tapas o paredes de vidrio actúan contra su objetivo principal, que es mantener características uniformes. Cuando es susceptible al cambio de las condiciones ambientales externas, debemos dedicar más tiempo y cuidados para no afectar su funcionalidad.
En el interior del humidor, los mencionados sachet contribuyen a mantener condiciones más estables, pues tienen la doble función de agregar o restar humedad. También existen display de perlas hidratables, unas bolitas minúsculas que al remojarse en agua –siempre destilada o desmineralizada– crecen significativamente y se pueden colocar en un un vaso pequeño; los recipientes de gel de propilenglicol al 50 por ciento, que cumplen la misma función, y los dispositivos eléctricos de humidificación, recomendables para armarios o cavas de mayor tamaño, para combatir la perdida de humedad del tabaco.
Respecto de las cavas refrigeradas, los cigarros no deben quedar expuestos directamente al aire que circula en el interior, pues deteriora las capas con mucha facilidad. En estos casos es mejor colocar los ejemplares en bolsas herméticas, o como hacen algunas personas, separar los puros, clasificarlos, guardarlos en tupperdore con sachet humidificador y almacenarlos dentro de la cava refrigerada, cubriendo así todos los riesgos posibles en cuanto a humedad y temperatura.