La moneda en el mundo ibérico

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LA MONEDA EN EL MUNDO IBÉRICO Por J. Chorén Tosar, J. M. Gallego Cañamero


LA MONEDA EN E L MUNDO I BÉ R I C O Por J. Chorén Tosar, J. M. Gallego Cañamero1

Antes de que los pueblos ibéricos conocieran la moneda, es probable que sus intercambios comerciales se basaran en el “trueque”, es decir, la transferencia de mercancías a cambio de mercancías, entre las que se encontraría el metal a peso. Se trata de una técnica arcaica y pre-monetaria que también se produjo en la mayoría de los pueblos de la Antigüedad. Hacia el s. V - IV aC el uso de la moneda ya era conocido en gran parte del Mediterráneo, principalmente en aquellos lugares donde existía una presencia colonial y comercial griega y púnica. Y así conocieron los íberos conocieron por primera vez las monedas: a través de su participación como mercenarios en las guerras de Sicilia entre griegos y púnicos, como mínimo desde el 480 aC. Se trataba de monedas procedentes de cecas ubicadas en Grecia y Sicilia, que trajeron a sus hogares al regresar de aquellas campañas militares. No obstante, estas monedas quedaban circunscritas a un entorno social muy limitado como bienes de lujo o exóticos. No es hasta mediados del s. V aC, a través del contacto con los comerciantes griegos de Emporion (la actual Ampurias, en la costa de Girona), que comienza a extenderse el conocimiento de las monedas griegas por el litoral del noreste y levante peninsular, aunque en ese momento no la adoptaron, debido a que quizá no era necesaria para el funcionamiento de su sistema económico. Aún así, y a pesar de que se ha podido documentar la participación de comerciantes ibéricos en transacciones comerciales con mercaderes griegos (como el ejemplo del texto en el plomo de Pech Maho), parece ser que

la moneda aún no fue adoptada por los íberos, posiblemente porque su sistema socio- económico aún no las precisaba. Precisamente, la colonia griega de Emporion es la primera que emite moneda (aunque únicamente fraccionaria) en la Península Ibérica (fig. 1). De la misma manera que ocurrió con otros territorios de Europa occidental, estas emisiones emporitanas serán las únicas en curso hasta inicios del s. III aC, momento en el que aparecen las primeras dracmas acuñadas también en Emporion. Algo más tarde, hacia mediados del mismo siglo, comienza a acuñar moneda otra ciudad colonial griega: Rhode (la actual Roses, también en la costa de Girona). No obstante, la difusión de éstas monedas fue mucho más intensa en el sur de la Galia, donde se han encontrado muchos más ejemplares que en el noreste de Península Ibérica.

Fig. 1. Un Óbolo, moneda fraccionaria de escaso valor procedente de Emporion, hacia el 450 aC Posiblemente, una de las acuñaciones más antiguas de la Península Ibérica. (Foto: www.denarios.org)

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j.choren@ibercalafell.org.es, j.gallego@ibercalafell.org.es 2 Según algunos autores, Emporion aumenta notablemente sus emisiones para hacer frente a los gastos de manutención de las tropas romanas, ayuda que la ciudad prestaría a Roma en calidad de principal ciudad

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LA MONEDA EN EL MUNDO IBÉRICO

A finales de ese siglo se produce una situación sin precedentes en la Península Ibérica: el inicio de la segunda guerra entre Cartago y Roma (conocida como la Segunda Guerra Púnica, 218206 aC) que hará que también comiencen a emitir moneda colonias púnicas como Ibiza (Eibushim) y Cádiz (Gadesh). Las primeras ciudades indígenas que acuñan moneda con epigrafía ibérica son Arse (la actual Sagunto) (Fig. 2) y Saiti (la actual Játiva). Su función principal es la de satisfacer los impuestos (stipendium) que los oponentes (Cartago y Roma) necesitan para sufragar los enormes gastos de la guerra. Las cecas ya existentes (Emporion y Rhode) aumentan las emisiones para financiar la presencia romana2 al tiempo que se crean nuevas que intentan hacer lo propio con el bando púnico (Gadesh y Eibushim). En este contexto de

con los cuños) y un martillo. El cospel se colocaba entre ambos cuños y con un golpe de martillo, se marcaba la moneda con las figuras de los cuños (Fig. 3). No obstante, hasta la fecha, no se ha podido localizar ninguna evidencia

Fig. 3.Esquema de acuñación antigua de monedas según M. Gonzalves y P. P. Ripollès.

Fig. 2.- Una de las primeras acuñaciones ibéricas. Hemi-dracma de Arse (Sagunto) con inscripción ibérica. Anverso: ARSAKISKUEKIAR; reverso: ARSEETAR. Finales del s. III a. C. (Foto: Denarios.org) intensificación en la producción monetaria, otros pueblos ibéricos comienzan a producir su propia moneda de bronce, como Kastilo (actual Cástulo) y Obulco (actual Linares). La acuñación de moneda en la Antigüedad era una operación muy simple. Para ello se necesitaban dos cuños tallados en negativo (o anverso y reverso de la futura moneda), un cospel (o metal donde se grababa

arqueológica fehaciente de ningún taller monetario (ceca) ibérico, lo que ha inducido a algunos autores a proponer hipótesis acerca de la existencia de artesanos itinerantes que acuñarían moneda según los parámetros indicados por la diferentes ciudades, teoría que tampoco ha podido ser demostrada hasta el momento. En algún momento de la guerra, hacia fines del s. III, se generaliza una acuñación monetaria relacionada con el pago de impuestos a Roma en aquellos territorios donde las monedas de plata emporitanas ya eran bien conocidas, principalmente en el noreste y levante peninsular. Efectivamente, se produce una acuñación masiva de monedas de plata que imitan las dracmas emporitanas3 y en menor medida las monedas de Massalia (la actual Marsella). A juz-

aliada de la Península Ibérica. 3 Las dracmas ibéricas que imitan a las emporitanas se caracterizan p o r m o s t r a r, e n e l a n v e r s o , u n a c a b e z a f e m e n i n a r o d e a d a p o r t r e s d e l f i nes, y en el reverso, un Pegaso con la cabeza modificada con la forma de

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gar por el elevado valor de las piezas de plata y por el hecho de que parecen haber sido solicitadas con unas características similares a las emitidas por la colonia griega, parece plausible pensar en una finalidad estipendiaria. La ciudad ibérica de Iltirta (la actual Lleida) fue la principal productora de este tipo de dracmas, aunque también de fraccionarias de imitación. El periodo de máxima producción monetaria se produjo entre el 206 (derrota y expulsión de Cartago de la Península Ibérica) y el 180 aC (este año se inicia un periodo de paz que dura 25 años). Una vez acabada la guerra contra Cartago, los pueblos iberos protagonizaron diferentes revueltas contra la nueva administración romana, lo que posiblemente requiriera una mayor cantidad de monedas para formar y mantener un ejército de oposición a las tropas romanas. Según algunos autores, Roma no pudo imponer un nuevo sistema fiscal, ni durante los años de la guerra contra Cartago, ni los inmediatamente posteriores. Las indemnizaciones que cobraban a los pueblos íberos responden así, a factores punitivos (pago de multa por una revuelta) más que fiscales. Así, a partir de mediados del s. II aC se produce un importante aumento de la acuñación de unidades monetarias ibéricas en bronce, aunque también de fraccionarias, lo que indica la existencia de una sólida economía en la que los pequeños intercambios comerciales desempeñaban un importante papel. De esta forma, la extensión del uso de la moneda entre los íberos se hizo cada vez mayor. Aunque también hubo algunas ciudades ibéricas que acuñaron monedas de plata, la mayoría en la primera mitad del s. II aC., Únicamente Bolskan (Huesca) e Ikalesken/Ikalkunsken4 (Motilla del Palancar, Cuenca) (Fig. 4) lo hicieron durante el s. I aC, probablemente, como caso excepcional, en relación con el conflicto que enfrentó

a Sertorio con el Senado de Roma en suelo hispánico. A partir de mediados del s. II aC, aparece el denario romano de plata, representante de un sistema monetario dependiente de Roma que progresivamente se impondrá al autóctono, hasta su total desparición.

Fig. 4.- Denario de plata con la leyenda Ikalesken/Ikalkunsken, inicios del s. I aC. (Foto: Denarios.org)

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una figura humanoide y la leyenda griega “EMPORITON” (EMΠΟΡΙΤΩΝ). 4 Esta dualidad nominal se debe al valor que algunos autores dan al cuarto símbolo. Para Untermann se trata de una -e, mientras que para Villaronga y otros se trata del valor -ku.

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