lider juvenil 21

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editorial

Howard Andruejol editor ejecutivo

@hac4j

Una historia de amor a primera vez que dirigí un grupo de jóvenes fue hace más de dos décadas. Era apenas un joven de 15 y honestamente jamás había pasado por mi mente liderar o tan siquiera estar de pie frente a un grupo. No obstante, a unos 10 metros de mi casa se reunía una pequeña iglesia. Uno de mis buenos amigos, era hijo del pastor, y de vez en cuando me invitaba a las actividades del grupo. Un día, organizaron un retiro a un centro recreativo dentro de la ciudad y con gustó los acompañé. No recuerdo mucho de lo que hicimos ese día, pero sí tengo muy fresco en mi cabeza lo que sucedió después del evento, camino a casa. Fue algo que cambió mi vida. Recuerdo que el líder de jóvenes no fue con nosotros al retiro, y tampoco iba a llegar a la reunión juvenil por la tarde. El pastor entonces nos comunicó que había decidido suspender la actividad. En ese momento, sucedió lo inesperado. No puedo entender por qué un muchacho introvertido como yo, sin ningún tipo de experiencia ni noción remota de lo que estaba haciendo, tuvo la genial idea de decirle a su amigo, «¿Y por qué no dirigimos nosotros la reunión de jóvenes?». En serio, veo atrás y no sé de dónde salieron esas palabras. Mi amigó habló con su papá, quien accedió gustosamente –supongo que por su mente pasó la idea de «peor es nada»–. Así que, aprovechamos todo el tiempo que teníamos disponible para prepararnos -es decir, unos 20 minutos- y por primera vez en nuestra vida, nos convertimos en lo que nosotros entendíamos era un líder de jóvenes. ¡Y fue todo un éxito! Nuestra reunión giró alrededor de básicamente tres elementos. ¡A los jóvenes les encantó nuestra propuesta! Como primer punto, arrancamos con unos juegos. Se trataban de buscar textos en la Biblia, de adivinar personajes bíblicos y cosas así -por supuesto, todo muy espiritual. Luego, como segundo punto, incluimos más juegos: la revancha con nuevos equipos y otras modalidades afines. Por último, para cerrar con broche de oro, ¡hicimos más juegos! En serio, ¡fue alegrísimo! ¡Había sido la mejor reunión de jóvenes que ese grupo había tenido! ¡Éramos unos líderes increíbles! ¡Todos los jóvenes nos amaban! Repetimos exitosamente este mismo programa durante varias semanas, hasta que un día le pregunté a mi amigo, «¿No crees que sería bueno también que enseñemos algo de la Biblia?». Ese día, dramáticamente nuestra popularidad se vino abajo.

No es que fuéramos malos maestros. Éramos pésimos. No teníamos la menor idea de lo que estábamos haciendo, ni entendíamos lo que estábamos diciendo. Pero lo hicimos. Fuimos aburridos, irrelevantes, y hasta regañones. Sin embargo, ese fue el inicio de una historia de amor. No es precisamente muy romántica, pero honestamente representa mis primeros pasos en el ministerio juvenil. Cuando veo en retrospectiva, me asombro cada vez más del amor de Dios para mí y para todos aquellos que lideramos jóvenes. Por su gracia somos lo que somos y hacemos lo que hacemos. Honestamente, ¿quién de nosotros es totalmente adecuado(a) para ser líder de jóvenes? ¿Quién merece ser instrumento del Dios perfecto para trabajar con sus ovejas? Dios quiere y puede usarnos a pesar de nosotros mismos. También, esta es una historia de amor porque he aprendido a amar a los jóvenes. Entendí que debemos estar con ellos y ayudarlos a llegar a la madurez. Comprendo ahora que ellos, por sus problemas y por su gran potencial, necesitan líderes-amigos que los acompañen en el camino de la vida. Amo a los jóvenes, ¡y tengo grandes expectativas de las nuevas generaciones! Finalmente, he llegado a amar profundamente a los líderes juveniles. Aprecio enormemente a hombres y mujeres que dedican su tiempo, energía y recursos para pastorear a la juventud. Me emociona cada vez que escucho que alguien desea involucrarse en el ministerio con jóvenes; ¡haría cualquier cosa a mi alcance para apoyarlo! Porque, a menos que tengamos líderes que sepan algo mejor que solamente dirigir juegos y repartir pláticas semanales, nuestros jóvenes no brillarán como Cristo espera que brillen. Después de todos estos años, sigo aprendiendo a responder en amor a Dios por su gracia y fidelidad. También sigo aprendiendo a amar a los jóvenes y a los líderes que los dirigen.

LiderJuvenil.com

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