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Visión para crecer / Cuando nos volvamos a
Visión para crecer
CUANDO NOS VOLVAMOS A ENCONTRAR, NOS TOMAMOS UN CAFÉ
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o tengo idea de cómo estará el mundo cuando estas líneas lleguen a ti, querido lector. No sé si habremos salido de nuestro refugio sanitario o seguiremos un tiempo más en el claustro de la salud.
Como ha ocurrido en estos tiempos del coronavirus, seguramente hubo gente que logró seguir las instrucciones de las autoridades y pudieron quedarse en casa; lo más probable es que muchas personas tuvieron que seguir trabajando y realizando sus labores más o menos como lo hacían cotidianamente porque la economía y los compromisos no les permitieron ver el refugio como una opción. Posiblemente hay personas que leen estas líneas y llevan en su corazón la herida de una pérdida.
Lo cierto es que después de todos estos días, semanas y meses en que vivimos el suspenso de la pandemia, Por: Emilio Pineda Sotelo
las instrucciones a veces contradictorias, las noticias verdaderas, las falsas, el miedo o la indiferencia, lo que se ve para adelante no será igual a lo que conocíamos. Las autoridades y los medios de comunicación hablan muy acertadamente de lo que nos espera: una nueva realidad, o como algunos le llaman, una nueva normalidad. Pero dicha realidad no comienza a la hora de abrir la puerta y salir. La nueva realidad se ha estado gestando en todos estos días y no nos habíamos dado cuenta. Tal vez aprendimos que en lo laboral es mejor crear prioridades, ya que nada está asegurado y menos en estos tiempos. Muchos perdieron su empleo, otros lo conservaron con algún doloroso cambio en su dinámica o disminución en su salario; otros más tuvieron que aprender a sumergirse en la tecnología para realizar tele-trabajo, o como muchos lo nombran “home office”. Dentro de cada quien se despertaron descubrimientos interesantes: quizás hubo quien se dio cuenta de que su trabajo es sumamente valioso y se siente agradecido por tenerlo aún, aunque por otro lado hubo quienes finalmente reconocieron que su actividad laboral es algo que odian y que en estos tiempos podrían plantearse terminar con eso y generar un cambio.
En el ámbito familiar las cosas no han sido diferentes. Mientras unos afirman que estar en casa ha sido lo mejor que les ha pasado y que gracias a ello han tenido la oportunidad de reencontrarse con su familia, otros han descubierto que el nivel de deterioro es grande y que estar en familia no es otra cosa sino una difícil forma de pasar el tiempo.
Hace unos días un periódico español publicaba un artículo interesante sobre aquellas personas que empezaron a
sufrir angustia y estrés con la sola idea de regresar a la vida cotidiana, a los hábitos de siempre. Lo más interesante es que muchas de estas personas que no quieren regresar a la nueva realidad han expresado que se sienten culpables, justamente por sentirse bien en el encierro y por no querer regresar a la vida “normal”. Un especialista afirma: “no debemos sentir culpa por nuestras emociones”.
En fin, que al enumerar varios escenarios emocionales lo que deseo en este artículo es reflexionar acerca de los cambios que esta pandemia ha generado en nosotros. En realidad nadie nos hemos salvado. Y la pregunta es ¿quiénes seremos cuando regresemos al “mundo”, a la “normalidad”? ¿Cómo nos veremos los unos a los otros cuando nos volvamos a encontrar? ¿Tendremos los mismos pensamientos, las mismas ideas, los mismos sentimientos?
Parece que una de las grandes lecciones del confinamiento durante la pandemia es que a partir de ahora no hay un pensamiento correcto, no hay quien “esté bien o mal”. Salvo los valores universales que dan estructura a nuestro entramado social, lo demás se ha vuelto relativo, y en esa relatividad obtenemos una liberación. Porque no hay necesidad de cargar con culpas, con preocupaciones parásitas que nos impiden disfrutar de esto que se llama vida. Tal vez esto último suene a discurso de conferencista motivador. Sin embargo, el gozo por la vida no tiene etiqueta ni derechos de autor, y somos nosotros mismos quienes decidimos disfrutar un momento o quemarlo con pensamientos nocivos.
Estos tiempos de confinamiento permitieron que muchos paradigmas se cayeran, que los clichés entraran en desuso. Quien disfrutó, disfrutó; quien odió muchas cosas, se permitió odiarlas. Quien estudió, aprendió nuevas habilidades, adquirió un conocimiento nuevo, ¡fantástico! Quien se aventó maratones de series en la televisión o en Internet y decidió “rascarse la panza” durante estos días, ¡fantástico también! Porque ahora se trata de no perder el tiempo juzgando a los otros, sino trabajando con uno mismo, reconociendo nuestras emociones y escuchando lo que nosotros mismos queremos en este momento.
Otro gran aprendizaje es que nadie está obligado a sentir o pensar lo que otros sienten o piensan. Es verdad que los medios de comunicación nos han saturado con una gran cantidad de mensajes contradictorios. Por un lado nos decían que había que tener miedo a la enfermedad y nos reportaban el gran número de contagiados y fallecidos con música y ediciones de terror. Por otro lado nos inundaban con canciones híper-glucosadas que invocaban la esperanza, alababan al personal de salud y afirmaban que todos “saldríamos victoriosos”. Pero estos mensajes de los medios nos decían una cosa siempre: “mira, esto es lo que debes sentir o pensar en este momento”.
Así que muchos, tal vez por agotamiento, decidimos abandonar esas imposiciones y empezar a reconocernos desde nuestro interior, desde lo que sentíamos, pensábamos o queríamos. Y aquí viene una idea clave para esta “nueva realidad”: Reinventarnos.
Ya en anteriores ediciones de Imagen Óptica habíamos abordado esta idea pero hoy es urgente. Esta nueva realidad nos va a permitir dar vuelta a la página e iniciar una nueva, completamente en blanco. En mis cursos y conferencias suelo decir: “Hoy es el primer día de tu nueva vida” y es verdad. Si así lo decidimos hoy podemos ser personas renovadas que nos lanzamos al mundo con las nuevas herramientas adquiridas. Ya sea que hayamos aprendido a manejar nuestra computadora excelentemente o simplemente aprendimos a rechazar las relaciones tóxicas que nos hacen daño. Cualquier nuevo aprendizaje es bienvenido y útil. Una cosa es cierta: Las personas que estamos regresando a la nueva realidad ya no somos las mismas que al inicio de este año 2020 y de hecho no nos conviene serlo.
Este es el momento de decidir qué queremos hacer con la nueva persona que somos. Tal vez seremos más generosos, más colaboradores; tal vez seremos más introspectivos y protegeremos mejor nuestros intereses; tal vez seremos empresarios o profesionistas más intrépidos, más poderosos. Lo importante es ser conscientes de quiénes seremos al abrir la puerta y salir.
Durante esta pandemia pudimos observar gente muy activa en las redes sociales, pero quizá lo más sorprendente es ver personas que nunca se habían atrevido a mostrar algunos talentos en público y de pronto ahí estaban, cantando una canción, bailando, tocando un instrumento, contando algún chiste. También pudimos ver profesionales que generosamente decidieron impartir en línea pequeñas charlas o cursos completos sobre el tema que dominan. No sólo lograron sacar al maestro que llevaban dentro sino que lo hicieron de manera gratuita, con el sólo interés de aportar algo a su comunidad local o al entorno global. Todas estas personas decidieron hacer algo que no habían hecho antes y ser las personas que no se habían atrevido a ser.
De aquí parte la idea de que cuando nos volvamos a encontrar seguramente seremos personas diferentes y estaremos ante amigos, familiares, compañeros de trabajo que también están probando su nueva esencia. El reto y la intención es que si vamos a ser personas diferentes seamos mejores, más poderosas, más sabias, con mejores recursos para salir adelante y contagiar de todas esas virtudes a quienes nos rodean. Si salimos al mundo siendo mejores personas habremos cumplido la misión y nos llenará de alegría vernos, los unos a los otros, cuando nos volvamos a encontrar.
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