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LOS NATIVOS DIGITALES
from No. 3
by Ibis Maulas
L O S N A T I V O S D I G I T A L E S
F É L I X O R T I Z
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Félix Ortiz @fortizf
Félix lleva años trabajando en el evangelismo y el discipulado de jóvenes y adolescentes en España, Europa y numerosos países de América. Estudió Historia y Educación en la Universidad de Zaragoza y posteriormente obtuvo dos maestrías en Educación en Estados Unidos y España. Es autor de numerosos libros relacionados con la formación de líderes y el trabajo juvenil y es el Rector de Escuela de Liderazgo Generacional y Coaching en Buenos Aires, Argentina. Mark Prensky es uno de los gurús de la educación contemporánea. Fue él quien acuñó el término «nativos digitales» para referirse a las nuevas generaciones de jóvenes, aquellos que han nacido plenamente en la era digital (aunque hay discrepancia en cuanto a las edades –ya que no deja de ser una diferenciación arbitraria–, se consideran nativos digitalesa aquellos que han nacido después de 1990; otros autores, sin embargo, sitúan esta fecha en 1985). En contraste, las personas con más de treinta años podrían ser considerados «emigrantes digitales». Ambos términos no tienen que ver única y exclusivamente con la mayor o menor capacidad para utilizar las nuevas tecnologías, sino con maneras total y radicalmente diferentes de procesar la realidad y la información.
Prensky, como resultado de sus investigaciones, arma que:
Los universitarios de hoy constituyen la primera generación formada en los nuevos avances tecnológicos, a los que se han acostumbrado por inmersión al encontrarse, desde siempre, rodeados de computadores personales, consolas de vídeos y videojuegos, música digital, telefonía móvil y otros entretenimientos y herramientas similares. En detrimento de la lectura (en la que han invertido menos de 5000 horas), han dedicado, en cambio, 10 000 horas a los videojuegos y 20 000 horas a la televisión, por lo cual no es exagerado considerar que la mensajería instantánea, el teléfono móvil, internet, el correo electrónico, los juegos de PC, etc., son inseparables de sus vidas.
Resulta evidente que nuestros estudiantes piensan y procesan la información de modo signicativamente distinto a sus predecesores. Además, no es un hábito coyuntural sino que está llamado a prolongarse en el tiempo, que no se interrumpe sino que se acrecienta, de modo que su destreza en el manejo y utilización de la tecnología es superior a la de sus profesores y educadores.
El Dr. Bruce D. Berry, de la Universidad de Baylor –citado textualmente por Prensky en sus investigaciones–, arma:
Diversas clases de experiencias conducen a diversas estructuras cerebrales, cuya ar mación nos hace pensar que, debido a dicha instrucción tecnológica, los cerebros de nuestros jóvenes experimenten cambios que los convierten en diferentes a los nuestros.
Un artículo de CNN en Español del año 2013, al referirse a los nativos digitales, indica lo siguiente:
La guerra entre los nativos y los inmigrantes terminó. Los nativos ganaron. Fue un conicto sin derramamiento de sangre, peleado no con balas y lanzas, sino con iPhones y disquetes.
El «nativo digital», un término acuñado por el autor estadounidense Marc Prensky en 2001, emerge como el grupo demográco dominante en el mundo, mientras que el «inmigrante digital» se vuelve una reliquia de un momento previo. El concepto describe el cambio generacional en el que las personas son denidas por la cultura tecnológica con la que están familiarizadas.
Prensky dene a los nativos digitales como aquellos que nacieron en una «cultura nueva», mientras que los inmigrantes digitales son pobladores del viejo mundo, quienes vivieron
en una era analógica e inmigraron al mundo digital y luchan más que los nativos para adaptarse al progreso de alta tecnología.
El autor del libro «Enseñando a los nativos digitales» dice que la explosión de la tecnología en los últimos 10 años es solo el comienzo de un mundo nuevo simbiótico: las computadoras y los teléfonos se vuelven una extensión del cuerpo y la mente, creando una población parecida a los cyborgs.
Diríamos, pues, que los inmigrantes digitales se comunican de modo diferente con sus propios hijos –o con los jóvenes de sus iglesias– ya que se ven en la obligación de «aprender una nueva lengua» que sus vástagos no solo no temen, sino que conocen y dominan como nativos; lengua que, además, ha pasado a instalarse en su cerebro. Para Prensky esto plantea igualmente un problema, establece una brecha digital y un abismo generacional que no puede ser ignorado, ya que los inmigrantes digitales están empleando un lenguaje distinto en la enseñanza, propio de una edad predigital, para instruir a una generación que controla perfectamente la lengua digital.
Personalmente, como educador, esto me plantea serias cuestiones
que precisan de una reexión muy seria en relación a la forma en que estamos transmitiendo la fe a las nuevas generaciones. La ciencia está demostrándonos que los jóvenes con los que trabajamos en nuestras iglesias –todos ellos nativos digitales– tienen desarrolladas capacidades diferentes en sus cerebros producto de la constante exposición a formas distintas de procesar la realidad. Sin embargo, en su inmensa mayoría, nuestros programas formativos están desarrollados por inmigrantes digitales que desconocen, no entienden o no saben cómo manejar esas realidades.
La consecuencia es dramática: estamos diseñando procesos educativos pensados para una realidad –la predigital– que para los jóvenes ya no existe, y sin embargo persistimos en los mismos debido a que nos generan la seguridad que procede de hacer las cosas que dominamos y que siempre hemos hecho, sin prestar atención a si son efectivas y si están en consonancia con los objetivos que deseamos alcanzar y la forma de procesar de nuestros receptores. Pudiera ser que mucho del fracaso –no solo en alcanzar a los jóvenes no cristianos de nuestro entorno, sino en mantener a los que han nacido y crecido en el contexto de la iglesia–se deba en buena parte a la ignorancia y desatención a esta realidad. Dos recursos, uno cristiano (Me perdieron, por David Kinnaman, publicado por Editorial Vida) y otro secular (del ya citado Prensky, Enseñar a nativos digitales, publicado por Editorial SM), pueden ser de ayuda para entender y establecer conexiones entre ambas realidades.
Bueno, esta es –nos guste o no–la realidad de los jóvenes a los que tenemos que acompañar espiritualmente. Pero hay una armación de Prensky que me ha resultado muy signicativa: en un artículo publicado en el diario español La Vanguardia en el mes de septiembre de 2016, Prensky armaba que estos jóvenes no necesitan más información, la tienen toda online; lo que precisan son referentes, guras que refuercen sus vidas. No importa si esta persona es analógica o digital: continúan necesitando un mentor, un acompañante en todos sus procesos vitales y, naturalmente, en los espirituales. Creo que esa es una buenísima noticia, porque aunque es algo constatable que buena parte de nuestros procesos educativos y de transmisión de la fe se derrumban ante la realidad de estas nuevas generaciones, no es menos cierto que valoran, precisan y necesitan más que nunca el contacto humano y el acompañamiento personalizado en sus procesos vitales. Aquí es donde entra en juego con toda su fuerza y valor el mentor y el acompañamiento espiritual que está llamado a ser una de las herramientas (¡probablemente, la gran herramienta!) de formación espiritual de los nativos digitales. El tiempo, si la iglesia es persistente en acompañar a estas generaciones, nos lo demostrará.