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Nuevos ciclos de movilización social en Centroamérica
El politólogo Salvador Martí i Puig analiza las recientes movilizaciones ciudadanas que involucran a diferentes actores sociales, económicos y políticos a nivel nacional y local en Centroamérica, así como la percepción de las élites de poder regionales asociándola al contexto político y social.
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También se refiere a las perspectivas de estos ciclos de movilización que abarcan diversos ámbitos en distintos países: derechos de pueblos indígenas, medio ambiente, derechos laborales, etc.
sy s. En el 2015 se conmemoraron los 20 años del Tratado
Confidencial, Factum, La Prensa
Marco de Seguridad Democrática que es todavía la gran referencia conceptual de la región en términos de seguridad, democracia y desarrollo. De igual forma, en el 2016 se conmemorarán 25 años de los acuerdos de paz en El Salvador y, en el 2017, 20 de los acuerdos de paz en Guatemala y 30 de los acuerdos de Esquipulas. En este arco de dos años —2016 y 2017— tenemos conmemoraciones muy significativas para la región, justo en el momento que hay un repunte de movilización social en Guatemala y en Honduras, y también en Nicaragua, con el tema del canal.
Entonces, la gran pregunta es: ¿qué está pasando luego de 25 años de finalizados los conflictos militares y de supuesta construcción de la democracia? ¿Qué está dando lugar a estas nuevas
movilizaciones sociales? ¿Son movimientos sociales o son solamente ciclos de movilización?
smp. Mi opinión es que en toda América Latina y el mundo —pero sobre todo en América Latina— las movilizaciones han cambiado, en el sentido de que las movilizaciones obedecían a una confrontación de bloques. Evidentemente, antes de la revolución y durante el proceso revolucionario, hubo movimiento social en Nicaragua, pero también en El Salvador y Guatemala, y, en menor medida, en Honduras. Esas movilizaciones tenían muchas dimensiones, pero se puede decir que respondían a un gran objetivo que era la transformación social y tenían programas, —no diría unitarios— pero bastante consistentes hasta los años 80.
Para la década de 1990, con los procesos de pacificación, esa lógica que parecía tan clara y tan unívoca empezó a quebrarse. En esos años, Nicaragua experimentó un fenómeno que —visto desde fuera— era muy loco, como fue el tema de los rejuntos, recompas, recontra y los revueltos. Allí los desmovilizados de la contra y los del ejército sandinista coincidían en sus demandas, no de carácter ideológico, sino de gente movilizada que básicamente pedían lotes de tierra.
No digo que en parte de los años 90 la ideología no tuviera un peso importante, pero empezó a verse que —para bien o para mal— las demandas de movilización fueron perdiendo su lógica consistente de proyecto político, y también se fue diluyendo y desapareciendo la lógica de liderazgo partidario vanguardista. Esto fue justo después de los procesos de paz, momentos en que hubo una recomposición política y social, y a la vez se aplicó un proyecto socioeconómico neoliberal que descompuso la sociedad y que rompió muchas lógicas que habían existido. Fue a partir de entonces, en los años 90, que la lógica de la movilización entró en otra dinámica y fue tomando otras dimensiones, convirtiéndose en una movilización más fragmentada, sin que nadie pudiera patrimonializarla ni hacerse dueño de ella.
En Nicaragua, empezaron a movilizarse ecologistas, también hubo gente que luchó contra la corrupción de Arnoldo Alemán, y luego también contra el pacto, grupos posiblemente de condición social de clase media; y a la vez vimos gente que protestaba por las condiciones laborales en las empresas maquiladoras, sindicatos mayoritarios que trabajaron por eso, también movilizaciones para denunciar la inseguridad o denunciar políticas neoliberales. Fue una especie de efervescencia movilizadora más fraccionada en las demandas pero también donde todos los actores o sectores políticos se vieron reflejados.
sy s. En algunos sectores de la región, sobre todo los
académicos, se habla hoy de las últimas movilizaciones en Guatemala y en Honduras como un intento de primavera centroamericana, un intento un poco rezagado. ¿Crees que existe alguna relación entre estos movimientos o estos ciclos de movilización de los últimos dos años en la región con la llamada primavera árabe o son cosas distintas?
smp. Creo que en todo el mundo y en Centroamérica hay una parte cada vez mayor de la ciudadanía que es consciente de la opacidad de los gobiernos, la impunidad y la corrupción, y que pretende y quiere movilizarse. Esto es más obvio hoy y se siente más que hace 15 ó 20 años y es algo que ocurre en todos los países. Quien tenga la capacidad de movilizarse de forma mayoritaria mediante un apoyo transversal y multiclasista y llegue a tener la capacidad de derrocar un gobierno, dependerá de ciertas oportunidades políticas que se dieron en Guatemala, pero que no se han dado en Nicaragua. Creo que el impacto de lo que ocurrió
14 en los países árabes o en España, o en México con el “YoSoy132”, eso ha existido un poco en todos lados. Pero, que ese sentir se materialice con una gran coalición que salga a la calle dependerá de factores muy domésticos y específicos a cada país, que se dieron en Guatemala pero no en Nicaragua. La percepción de que se podía echar al gobierno si toda la gente salía a la calle, las denuncias abiertas y masivas de los medios de comunicación contra el presidente, el hecho de que la embajada estadounidense y de que grandes empresarios se pusieran en contra del presidente, que éste además no tenía apoyo en el legislativo, todo eso fue muy doméstico y ocurrió en Guatemala, pero no en Nicaragua. En resumen, creo que la ciudadanía, a nivel mundial, ha expresado su rechazo a los gobiernos opacos y corruptos.
sy s. En el caso de Centroamérica, hemos visto que muchas de estas
movilizaciones sociales, sobre todo la que transcurre en los grandes centros urbanos, es percibida como una amenaza, tanto de parte de los gobiernos como de las élites políticas. Entonces, considerando lo que nos comentabas anteriormente, ¿consideras que es una amenaza real o es sólo una percepción de las élites de poder de la región?
smp. ¿Me preguntas que si las movilizaciones son percibidas como un elemento de inseguridad?
sy s. Esta afirmación parece estar en el discurso de las élites de poder: las
movilizaciones amenazan la estabilidad, el orden y la seguridad y ponen en riesgo las inversiones. Entonces, según tu anterior comentario, ¿crees que las movilizaciones realmente amenazan la estabilidad de la región o son sólo una expresión distinta de acción social?
smp. Siempre las élites y las personas que tienen el poder y el status quo dirán que la política debe canalizarse exclusivamente en las instituciones y no en la calle. Pero la verdad es que a lo largo de la historia, la gente ha utilizado tanto el voto como la calle para expresarse. Por lo tanto, los discursos que criminalizan la movilización son una excusa reaccionaria que todos los gobiernos del mundo han usado en su momento. Cuando la movilización va a su favor, los gobiernos dirán que es buena; cuando va en contra dirán que es una amenaza; por lo tanto, el discurso que criminaliza la protesta es un discurso autoritario.
Desde el 11 de septiembre del 2001, en todo el mundo —Estados Unidos, América Latina, Europa— ha habido la voluntad de criminalizar y acotar cada vez más la protesta. Una ley que se está aprobando en España —se le conoce como “Ley mordaza” — es para que la gente no pueda hablar, y criminaliza la calle, la protesta. Pero yo creo que la calle y la protesta es una dimensión de la vida política íntimamente relacionada a lo que ocurre en las instituciones. Hago referencia a la Dinámica de la contienda política, obra clásica de Charles Tilly, publicada en 2001, que termina diciendo que la contienda política está —de forma muy imbricada— interrelacionada a lo que ocurre en la calle y en las instituciones, y que es incomprensible una cosa sin la otra.
La tendencia ha sido más a criminalizar, a que la gente esté más quieta y asustada en su casa. Aclaro que cuando digo protesta es protesta, y no salir a la calle a tirar tiros o a quemar cosas. Pero que salgan a protestar y a expresar sus opiniones, es parte de la vida política en la democracia.
sy s. Centroamérica tiene ahora un contexto bastante
complejo: primero, tiene democracias que son fuertemente deficitarias en todos los sentidos: político, económico y social; hay mucha desigualdad, mucha inequidad, hay altos índices de violencia e inseguridad; Seguridad y Sociedad | año 5 | nº 12 | diciembre 2015 | Coloquio
y segundo, vemos el intento por restablecer algunos viejos autoritarismos, la tendencia de la militarización de la seguridad con el discurso de la lucha contra el narcotráfico. En ese contexto, ¿cómo miras estas movilizaciones? ¿Crees que cambian ese escenario regional? ¿De qué manera interpelan a la democracia y a la seguridad?
smp. Creo que el gran problema de Centroamérica hoy, son efectivamente los déficit democráticos. Algunos se han incrementado, otros no; hay algunos estructurales como el tema de la desigualdad —que no es nuevo— pero el tema de la desigualdad y de la polarización económica es quizás lo más traumático. Estas sociedades, que ya llevan un cuarto de siglo en democracia, han tenido poco éxito en cerrar la brecha socioeconómica y este es un déficit importante. También es cierto que estas mismas democracias en algunos casos se han des-democratizado: hay menos transparencia, menos rendición de cuentas, las elecciones son menos libres, más comprometidas, y eso es triste, y ha ocurrido por diversas razones. En Honduras se dio por un trágico golpe de Estado; en Nicaragua, por una formación cada vez más hegemónica que controla los resortes institucionales del poder; en Guatemala, por la descomposición total del sistema de partidos —independientemente de quién gane o quién pierda, no se sabe realmente qué
representan los partidos —; y en El Salvador, por el gran problema de la inseguridad y la violencia.
Por lo tanto, tengo la percepción que Centroamérica está hoy en una coyuntura muy crítica y que está experimentando un proceso que no necesariamente es de involución democrática sino de lo que algunos llaman des-democratización: se están configurando regímenes híbridos que no son ni democracias, ni dictaduras; eso es lo que veo en Nicaragua y en Centroamérica.
En el muy complejo contexto de la globalización, en la cual estos pequeños países encuentran cada vez más difícil competir o estar presentes en un mundo globalizado, con gran circulación de capitales, donde muchas grandes empresas tienen tanto poder que estos pequeños Estados difícilmente pueden negociar con ellas. Y también nuestra mala fortuna de ser un camino de tránsito entre América Latina y Estados Unidos, donde circula de todo, grandes tráficos con grandes intereses: drogas, inmigrantes, personas; y en ese tráfico — muchas veces ilegal— las grandes redes y los grandes intereses pues tienen mayor capacidad que los Estados y terminan cooptando y manejando los recursos y eso es un elemento esencial para comprender la inseguridad. Creo que las desigualdades se están incrementando, que los regímenes se están des-democratizando y se convierten en regímenes híbridos, y que muchas cosas ya no dependen del Estado. Es mentira que la República de Nicaragua, o de El Salvador, o de Honduras tengan la capacidad de combatir mucho de lo que ocurre, porque están inmersas en un mundo más globalizado y de redes, donde la economía del crimen coopta a buena parte de las instituciones.
Esta es la parte fea, pero existe y no podemos obviarla y debemos denunciarla. Es algo que no lo puede hacer cada país por sí solo, pues dependerá de las condiciones
16 de las empresas u organismos transnacionales que quieran apoyar en esta batalla que debemos librar porque en Centroamérica hay muchas cosas que es necesario proteger: desde las personas y los Derechos Humanos, hasta los derechos de biodiversidad y de patrimonio universal.
sy s. Volviendo al inicio de este coloquio, ¿qué
perspectivas le ves a estos ciclos de movilización social? En el caso de Nicaragua, un catalizador ha sido la concesión que se otorgó para la construcción del canal interoceánico; en la zona sur del país se han realizado poco más de 50 marchas, promovidas por un movimiento campesino. Y los ciclos de movilización en Guatemala y Honduras. Entonces, ¿ves en perspectiva la revitalización de un movimiento o los consideras como episodios dentro de la contienda política?
smp. Entre las cosas que nos pueden inducir a cierto optimismo, es la capacidad que tiene la sociedad civil para responder a determinadas situaciones. Hoy las movilizaciones están probablemente muy fracturadas, pero observamos movilizaciones de diversos ámbitos en todos los países: por los derechos de los pueblos indígenas, medio ambiente, derechos laborales, etc. Uno de los temas cruciales en América Latina y en el mundo es la movilización para defender el medio ambiente y los recursos naturales, amenazados por tres grandes factores: primero, la minería y toda la industria extractiva —algo que ha ocurrido muchísmo en Guatemala —; segundo, el agrobussines; y tercero, el de los megaproyectos, entre los cuales se ubica el propuesto canal interoceánico en Nicaragua. Creo que el tema del canal combina muchas cosas: las manifestaciones en su contra —motivadas en parte por los desalojos de pobladores en su ruta — sintetizan una de las manifestaciones más actuales de protesta en América Latina, por ser un conflicto por recursos naturales.