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Ser hombre, una justificación de la violencia
El estudio Representaciones sociales que tienen los hombres sobre la violencia y los derechos de las mujeres, realizado por el ieepp en 2015, recopiló historias e información de 103 hombres residentes de zonas urbanas o rurales en 7 municipios de Nicaragua, con diversidad etaria y étnica. Los entrevistados no se reconocieron como hombres violentos, desligaron su responsabilidad y justificaron ciertos casos de violencia contra mujeres
maría mercedes alemán
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La violencia contra las mujeres sigue siendo un problema social de dimensiones alarmantes en Nicaragua. Las mujeres se ven afectadas por diversas formas de violencia y diferentes expresiones de machismos que buscan el control, el dominio y la opresión sobre otras personas; especialmente sobre las mujeres. Una de estas expresiones es el femicidio, la forma más extrema de violencia ejercida por los hombres como parte de esa apropiación y control del cuerpo que les lleva hasta acabar con sus vidas. Según el reporte de Católicas por el Derecho a Decidir, en 2015 se registraron 53 femicidios, sus principales agresores fueron hombres desconocidos y sus parejas. Es importante destacar que, en ese mismo año, 54 de estos casos fueron frustrados, otros hicieron uso de arma blanca y de fuego, algunas fueron golpeadas e incluso hubo un intento de quemar viva a una mujer.
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Una de las principales razones de estas expresiones de odio y rechazo a lo femenino tiene que ver con la forma en que hombres y mujeres han sido creados y las concepciones presentes de la feminidad y la masculinidad. Luis Bonino, en su artículo Masculinidad Hegemónica e Identidad Masculina (2003) señala que esta masculinidad está relacionada con la voluntad de dominio y control, clave en el mantenimiento de la cultura que naturaliza y legitima la desigualdad. Y es que, a pesar de los avances y esfuerzos realizados por organizaciones de mujeres y feministas, aún se realza la supremacía masculina del ser hombre, que implica tener una serie de privilegios por encima de otras u otros; niños, niñas, mujeres, adolescentes, lgbti (Lesbianas, Gay, Bixesuales, Travestis, Transgéneras y Transexuales e Intersexuales) y una serie de restricciones y exigencias a las que tienen que responder y cumplir.
¿Cómo podemos cambiar estas conductas y actitudes? ¿Qué más podemos hacer para reducir la violencia contra las mujeres? Una de las propuestas —quizás no tan nueva — son las acciones de prevención de violencia que incluyen a los hombres. En Nicaragua, una de las primeras campañas dirigidas a hombres fue Violencia contra las mujeres, un desastre que los hombres sí podemos evitar, promovida en 1998 por la Fundación Puntos de Encuentro y el Grupo de Hombres contra la Violencia, cuyo objetivo fue promover la idea de que los hombres tienen la capacidad y responsabilidad de evitar la violencia contra sus parejas y buscar salidas no violentas a los conflictos.
Sin embargo, aún hay resistencia y cuestionamiento sobre el trabajo con hombres. Es oportuno detenernos a examinar ciertas preguntas: ¿Cómo se ven a sí mismos y cómo se interpretan los hombres en la actualidad? ¿Qué piensan del machismo y de la masculinidad hegemónica? ¿Cómo explican y argumentan la violencia
36 machista que se ejerce contra las mujeres? ¿Cómo justifican sus propios comportamientos violentos? Esto con el fin de continuar ese diálogo iniciado hace más de 20 años, e ir comprendiendo las dinámicas, consolidación y transformación de las mencionadas representaciones sociales, que efectan tanto la vida de los hombres como la de las mujeres.
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En esta línea y como parte del proyecto Transformando nuestra masculinidad promovemos relaciones justas, el ieepp realizó en 2015 el estudio Representaciones sociales que tienen los hombres sobre la violencia y los derechos de las mujeres, basado en las historias e información de 103 hombres residentes de zonas urbanas o rurales de 7 municipios de Nicaragua, con diversidad etaria y étnica. Los hombres que participaron en este estudio no tenían experiencias previas de participación en talleres de género y masculinidades, ni son miembros de organizaciones feministas o de colectivos y organizaciones que trabajan promoviendo nuevas relaciones entre hombres y mujeres.
Los objetivos del estudio fueron, por un lado, identificar las representaciones sociales que tienen los hombres para justificar sus actos de violencia contra sí mismos,
las mujeres y contra otros hombres, y por otro, conocer la percepción que los hombres tienen actualmente sobre los avances de los derechos de las mujeres, con énfasis en el derecho a decidir, el derecho a la participación y el derecho a vivir una vida libre de violencia. La información obtenida en este estudio permite analizar distintos aspectos relacionados no sólo con la violencia hacia las mujeres, sino también sobre la identidad masculina y las diferentes tensiones que surgen del mandato de la masculinidad hegemónica.
Presentamos aquí las representaciones bajo las cuales los hombres argumentan la violencia contra las mujeres.
La vi olencia está mal per o la justifican
Los hombres que he conocido —vecinos, parientes y amigos — no difieren mucho de lo que estos 103 encuestados respondieron al preguntárseles “¿qué es ser hombre?”, incluso dando respuestas tan contundentes como: “Ser hombre es mandar en la casa y que se haga lo que uno diga”. Según los encuestados, el hombre es “el cabeza de familia” y tiene que demostrar que “es hombre” a través del uso de la fuerza, el dominio a la mujer y la violencia como método para resolver conflictos, y para mostrar superioridad y control ante los demás. Cualquier señal de debilidad o comportamiento femenino es señal de sospecha, burla y discriminación por una posible orientación sexual distinta, llegando a señalar que los hombres homosexuales “no son hombres.”
En el caso de las mujeres se identifican cinco representaciones sociales: a. mujer-objeto, b. mujercomplemento, c. mujer-mala, d. mujer-madre, y e. mujer-sujeta de derechos.
Los entrevistados señalaron que “la violencia hacia las mujeres está mal”, que no debe darse bajo cualquier motivo; la consideran una violación a los Derechos Humanos, una práctica negativa que afecta la integridad de la familia y la sociedad en su conjunto. Rechazan totalmente la violencia machista, pero no es un rechazo lineal, contundente y unívoco. Destacan, por un lado, que la mujer es un “regalo de Dios”, una madre, un ser que hay que cuidar. Pero por otro, que la mujer provoca la violencia por su control y sus celos, y algunos porque desobedecen las órdenes del marido.
Es realmente contradictorio cómo estos mismos hombres —que rechazan abiertamente la violencia hacia las mujeres — dicen que no pueden involucrarse en la defensa de una mujer agredida porque no quieren tener problemas con los hombres agresores, ya que éste puede pensar que si la defienden es porque tienen un vínculo amoroso o sexual con ella. Esto limita la posible intervención de los hombres como defensores en situaciones de violencia contra mujeres, y de alguna manera acepta que la mujer agredida es propiedad del hombre agresor.
Sin embargo, ninguno de los encuestados reconoció ser un hombre violento. Los encuestados tomaron distancia del hombre violento, expresaron que la violencia contra las mujeres no es bien vista en la sociedad y que ahora existen leyes que protegen a las mujeres. Sin embargo, esta distancia está marcada por las consecuencias que a ellos individualmente les genera, destacando el
38 desprestigio social o de ser reconocidos como hombres violentos, ir a la cárcel, el abandono de la familia, o verse obligados a escapar o huir permanentemente de la justicia. La preocupación de que sean vistos o considerados como excesivamente agresivos o violentos hace que entre ellos no se reconozcan como hombres violentos, desligando su responsabilidad y justificando la violencia hacia las mujeres.
El estudio evidenció que entre el mismo sexo masculino existe un no reconocimiento de que ciertos actos que realizan pueden o podrían generar violencia hacia la mujer, independientemente de la zona geográfica, el nivel de educación o la clase social. Los hombres urbanos consideran que los campesinos son los más violentos; los campesinos dicen que son los urbanos y los indígenas; otros consideran que la violencia no tiene nada que ver con razones étnicas o clase social porque en cualquier momento de la vida los hombres pueden tornarse violentos; otros destacaron que los más violentos son los que no estudiaron; y los adultos piensan que los jóvenes son los más violentos.
Los hombres detallaron las características y diferencias de los más violentos entre ellos, pero coincidieron en que el hombre más violento “es el otro o los otros”. A criterio de Camilo Antillón, investigador y docente universitario, esta creación de “los otros”, es sumamente importante como estrategia de legitimación de la masculinidad hegemónica, puesto que se convierte en el tipo o forma de masculinidad inapropiada, fallada, extrema y representada por campesinos, indígenas o jóvenes a quienes se les considera como los más violentos.
Machism o por encima de la pr opia le y
Con la aprobación de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer en 1979 ( cedaw, siglas en inglés), la Convención de Belem do Pará en 1994, y la iv Conferencia Mundial sobre la Mujer de 1995, se ha propiciado que los países adopten leyes y políticas para la erradicación de la discriminación y la violencia hacia las mujeres. Estos instrumentos normativos internacionales son claves en el ejercicio de los derechos y empoderamiento de las mujeres. En Nicaragua, entró en vigencia en junio 2013 la Ley nº779, Ley integral contra la violencia hacia las mujeres y de reformas a la Ley nº641 “Código Penal”, en la que se protege a la mujer de la violencia representada a través de la misoginia y violencia física, psicológica, laboral, patrimonial y económica, sexual y en el ejercicio de la función pública, esta ley penaliza sus diversas formas en el ámbito público y privado.
Entre las principales reacciones en contra de esta ley fue una campaña mediática liderada por un grupo de hombres, entre ellos famosos deportistas, profesionales y líderes políticos, provocando la publicación del Reglamento de Ley que circunscribe el femicidio al ámbito privado de las relaciones interpersonales, en contradicción a lo establece la propia ley. Esto evidencia cómo el sistema reacciona ante los cambios en materia jurídica que favorecen la eliminación de la violencia. 1, 2, 3, 4
En el estudio, los encuestados señalaron estár a favor de los derechos de las mujeres, destacando la Ley nº779 y el reciente Código de la Familia. Sin embargo, consideran que éstas (las mujeres) “se están aprovechando… para perjudicar a los hombres.” Cabe mencionar que si bien reconocieron que el machismo y la violencia ejercida contra las mujeres tienen efectos negativos en sus vidas, el mayor efecto lo tiene la aplicación de la Ley nº779, que puede obligar al acusado a abandonar el hogar y la comunidad para evitar una condena: “nos acarrea muchos problemas, que podemos ir hasta la cárcel y no sabemos cuándo podemos salir. Afecta a nuestra familia, nuestros hijos y todo, incluso hasta te pueden matar los mismos presos.”
1 Nicaragua: La Ley 779 tiene una larga historia de lucha y su reforma envía a la sociedad un mensaje muy negativo. http://www.envio.org.ni/articulo/4770 2 Inconsistencias de la Ley 779: Estado, sociedad civil y expertos ofrecen sus puntos de vista en cuanto a uno de los principales ejes de la Ley 779: el femicidio. 15 abril 2015. http://www.laprensa.com.ni/2015/04/15/ boletin/1815374-einconsistencias-de-la-ley-779 3 Un reglamento sin fundamento: análisis de la reglamentación a la ley 779. http://lacorrientenicaragua.org/reglamento-sinfundamento/ 4 Reglamento Ley 779: ¿Y los derechos de las mujeres? http://ondalocal.com.ni/ediciones/118-reglamento-ley-779- y-los-derechos-de-las-mujeres/
No obstante, algunos hombres —que dicen no agredir a mujeres — no se sienten amenazados por esta ley: “La Ley 779 se puso para el hombre que agrede a una mujer porque el que no le hace nada a una mujer, no le hace nada esta Ley.” Sin embargo, los hombres sólo identifican y reconocen el castigo de la Ley nº779 ante la violencia física y no reconocen la violencia psicológica, el acoso callejero y las expresiones de micro-machismos en el ámbito doméstico.
El trabajo con los hombres para detener la violencia es de gran urgencia, pues prevalece la concepción de superioridad de los hombres hacia las mujeres y de subordinación de ellas ante las decisiones de aquellos. Aunque estos hombres no están de acuerdo con la violencia hacia las mujeres, se distancian de la denuncia, justifican su actuar en el alcohol y las drogas y continúan culpando a las mujeres.
Cabe señalar que el espacio de reflexión fue importante para algunos encuestados, porque les permitió “desahogarse” de cosas que muy pocas veces comentan y pudieron aprender de los otros y hablar de la violencia hacia las mujeres, temas que nunca habían tenido la oportunidad de hablar con otros hombres. Esto evidencia la apertura que algunos hombres tienen para abordar esta problemática.
40 Existen iniciativas de procesos de desconstrucción de esa masculinidad dominante, pero hace falta una estrategia integral y de país para tener mejores resultados. En Nicaragua no existe actualmente un espacio de diálogo y de articulación entre las organizaciones de sociedad civil e instituciones públicas que permita la elaboración de una estrategia coordinada para atender la problemática de la violencia contra las mujeres. Las acciones de prevención con hombres para prevenir la violencia requieren de un trabajo conjunto y desde nuevas perspectivas, para discutir los modelos de masculinidad que queremos promover, lo cual implica un desafío en los propios hombres, en sus rutinas, comportamientos y actitudes en sus diferentes espacios de socialización.
Este estudio, realizado por el ieepp, es un primer acercamiento a los argumentos de un grupo de hombres en relación a la violencia hacia la mujer de manera general, pero se hace necesario hilar —desde los hallazgos de éste— algunas líneas de investigación sobre la percepción o los discursos de los hombres específicamente relacionados con los femicidios, y sobre las manifestaciones de violencia causada por la homofobia, entre otras, lo que seguramente ayudará a diseñar estrategias de atención, intervención y prevención con la participación de mujeres y hombres.
La masculinidad hegemónica milenaria no favorece un ambiente de tranquilidad y armonía ni con las parejas, ni con las hijas e hijos; debemos esforzarnos por transformar esa masculinidad, porque las personas requerimos una sociedad más equitativa y más justa. Los cambios no son fáciles, pero hay que hacerlos.
Seguridad y Sociedad Año 5, nº12 Diciembre 2015
Esta publicación del Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas se realizó gracias al apoyo de