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2.5 La comunicación horizontal

2.5 La comunicación horizontal Entiende la comunicación como elemento inherente al ser humano; el lenguaje como medio de desarrollo humano y como generador de empatía; la importancia del lenguaje en todas sus formas y dimensiones: escrito, verbal, gestual, corporal; la importancia del diálogo como medio para la convivencia humana y la solución de conflictos.

Es fundamental para educar en derechos humanos y en democracia, el desarrollo de una comunicación horizontal entre los sujetos involucrados en el proceso. Para esto es necesario que las personas se reconozcan diferentes pero iguales en dignidad y derechos. El instrumento principal es el “diálogo”, donde dos o más personas comparten sus pensamientos, sentimientos y emociones en un ambiente de mutua valoración y respeto. Sólo pueden dialogar quienes están seguros que todas las personas valen igual y que es posible aprender unos de otros. Para dialogar es necesario saber escuchar, con la certeza de que escuchando al otro lo ayudamos en su afirmación personal y en el crecimiento de su autoestima. Dialogar

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es más que “conversar’, más que “informar’ y más que “yo pregunto y ustedes responden” o “ustedes pregunten y yo contesto”.

Sólo dialogando será posible que los educadores conozcan y comprendan a los educandos y estén en posibilidad de ayudarlos. Para dialogar se debe estar dispuesto a cambiar o modificar las propias opiniones. Enseñar a dialogar, es enseñar a pensar en lo que se quiere decir, a expresarlo de manera clara y sencilla, y a saber escuchar antes de juzgar.

El diálogo constituye un espacio que permite expresar las diferentes posturas, opiniones o sentimientos frente a un hecho o a una situación. El diálogo hace posible el aprendizaje activo. Por eso debe ser el método y el procedimiento educativo por excelencia. Si se aprende a dialogar se estará mejor preparado para una convivencia democrática. Para que sea posible la comunicación horizontal entre el educador y los educandos se necesita: - Crear un auténtico clima de confianza.

- Ser tolerantes reconociendo y aceptando las diferencias.

- Aceptar emocionalmente al niño y al adolescente.

- Mirar con “los ojos de los niños, niñas y adolescentes”.

- Escuchar, antes de reaccionar.

- Reconocer los intereses y sentimientos propios del educador.

- Flexibilizar las exigencias. - Buscar soluciones en lo posible satisfactorias para todos.

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