CULTURALES C UL LT TURALES
Tilsa Tsuchiya Castillo
Identidad y convivencia en los
Lienzos
Perdido en el tiempo quedó el nombre chino de su abuelo materno, quien recibió el de Luis Castillo al instalarse en el Perú. No sucedió lo mismo con toda la herencia cultural y emocional que de él heredó y que se expresa, inmortal y reconocida, en la obra de la artista que será rostro y motivo de los nuevos billetes de 200 soles. Escribe Mariella Checa
C
omo haciendo una alegoría del gran valor que en el mercado del arte tienen las obras de Tilsa Tsuchiya Castillo, el Banco Central de Reserva del Perú decidió incluir a esta gran figura de la pintura peruana como protagonista del nuevo billete de la más alta denominación que circula en nuestro país, y que forma parte de una nueva familia de papeles moneda que serán puestos en circulación a fines de diciembre con motivo del Bicentenario: el de 200 soles. Ciertamente, su pintura “Tristán e Isolda” llegó a recibir alguna vez una oferta de un millón de dólares, la más alta en la historia de la plástica peruana, según informó en su momento al diario “Gestión” Armando André, entonces director del Comité de Subastas del Museo de Arte de Lima. De acuerdo con la misma fuente, las piezas que integran su serie “Los mitos” también multiplicaron su valor, a raíz de la temprana muerte de la artista –a los 55 años, en 1984–, y llegaron a tener una cotización de entre 400 mil y 500 mil dólares. Sin embargo, son otro tipo de valores los que
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SOCIACIÓN
PERUANO CHINA
sustentan el prestigio de esta hija y nieta de migrantes de Japón, por el lado paterno, y de China, por el lado materno, quien no en vano es considerada “la mejor pintora del Perú”. A decir del historiador del arte Diego Paitán, Tilsa Tsuchiya desarrolló su obra con extraordinaria maestría, mostrando gran destreza en la pintura y la composición, en su búsqueda de asuntos que transcendieran modas y preferencias temporales. “Creo que ella articuló sus seres y espacios en un amplio campo de equivalencias ancestrales, capaces de mantener la vida y la muerte en un constante cíclico, como fue uno de los propósitos declarados de su pintura; es decir, sus figuras simbólicas e íconos visuales corresponden a los diversos grupos y orígenes que existían en su mente, que le pertenecían y le eran propios. Sin embargo, ella trató de no situarse en un punto determinado, sino de dejar la lectura abierta a un amplio campo de interpretaciones, justamente por lo que connotan esas figuras. Ella no se situó en un discurso, sino en la reflexión”, detalla.