Ficciones23

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Los autores de esta revista son alumnos del módulo C5 Taller de escritura creativa (Primavera 2018) del Graduado en Educación Secundaria del Institut Obert de Catalunya Aquí detallamos los alumnos seleccionados y sus centros tutores. ¡Felicidades a todos por vuestro trabajo!

Laura Aguilar Coto (CFA Can Marfà, Mataró) Joaquín Belver Via (IOC-Barcelona_Olga Torija). Margarita Elvira Bohorquez Barcelona_Abel Caldera)

Palomares

(IOC-

Ecaterina Butnaru (CFA Tortosa). Rubén Cepeda L'Hospitalet).

Giménez

(CFA

Sant

Josep,

Estela Díaz Murillo (AFA Parets, Parets del Vallès. Montserrat Domenech Corominas (CFA Montseny, Vic) Santiago González Garrido (CFA La Selva, Santa Coloma de Farners) Laia Hernández Terribas . Marcos Leiva Galera (CFA La Creu de Barberà, Sabadell). Elisabeth Madrid Mitjavila (CFA La Creu de Barberà, Sabadell) Adriana Millan Cruz (CFA La Creu de Barberà, Sabadell) María Alejandrina Moncerrate Cedeño (CFA Montseny, Vic) Nadia Orta Freixes (CFA Anoia, Igualada) Laritza Lizeth Ortega Ávila (CFA La Creu de Barberà, Sabadell). Maximina Peco García (BCN_Laura Garcia) Silvia Peinado Martínez (CFA Castellar del Vallès). Carlos Sanz Arilla (Institut Màrius Torres, Lleida) Montserrat Sesen Icardo (CFA Can Marfà, Mataró).

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¿Qué refleja el espejo? Mi fugaz hoja de calendario Nací hace 43 años, en la ciudad de los cabezones, capital del Maresme. Niña de papá, que jugaba alegremente sin percibir maldad. Crecí escribiendo mis sentimientos, leerlos era aprender más de mí. Una envolvente inocencia revoltosa y algo salvaje me causó recorrer las hojas del calendario a pasos agigantados, como una estrella fugaz atravesando el inmenso cielo en breves segundos. Mi aspecto de mujer es serio, fuerte, robusto, como un toro salvaje nacido un 27 de abril. Alta, como las montañas de Montserrat con sus alocadas curvas. Mi piel acumula algunas cicatrices, tatuajes llenos de magníficos recuerdos y algunas arrugas en este transcurrido tiempo. Cada día se hacen más visibles, mis ojos color avellana siempre lo delatan. Mientras peino mi frondosa y larga melena pelirroja, también castigada por el paso del almanaque, me miro ante el sincero e insensible espejo y pienso. Mi cuerpo ya no es tan complaciente, está resentido. Mi personalidad arrolladora e inquieta no me han ayudado mucho a conservarlo. Me sorprende haber llegado tan lejos, nunca lo imaginé. Mi pasión por las motocicletas es uno de mis mayores

placeres.

Experimentar

libertad

absoluta,

olvidarlo

todo,

respirar

profundamente y liberarme de la cotidianidad de la vida. Puedo sentir el agradable y dulce olor de la supervivencia. Soy como esa salvaje amapola roja que en primavera florece, para alegrarnos desde el arcén. Soy el verde esperanza. Soy ese águila que intenta volar en un cielo despejado. Honestamente, pienso que pocas personas han llegado a conocerme, mi personalidad es muy singular. Está totalmente comprobado que mi temperamento causa un tremendo respeto. Si fuera escritora, basaría mis letras en justicias, en ayudas, en historias para hacer crecer al ser humano como algo más que obedientes ovejas de un rebaño. Termino mi fugaz hoja de calendario con Antonio Machado: " En cuestiones de cultura y de saber, sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da". Montserrat Sesén (CFA Can Marfà, Mataró)

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La guerra del espejo Un 12 de febrero del año 2003 nací yo, una chica bastante normalucha. Como antes dije, soy una chica normal, creo que todo lo que pueda escribir sobre mí, siempre será irreal muy poco veraz, inverosímil. Esto se debe a que cada vez que me veo en el espejo no puedo evitar ver algo que no es real, algo inexistente. Así que creo que la mejor manera de hacer un retrato literario sobre mí, es explicando las diferentes facetas de mi espejo de mi imagen y de mí. Hay veces que mi espejo tan solo me brinda una imagen amorfa y grotesca de la cual no puedo escapar por mucho que me repita una y otra vez mis supuestas cualidades, cuando mi espejo me otorga esta imagen mi personalidad deja entrever una pequeña niña insegura y frágil. Otras veces puedo observar una imagen mediocre, normal, para nada especial, una chica rellenita y feucha, los días que me veo así podría decir que mi personalidad evoluciona a una personalidad costumbrista, ordinaria, incluso mediocre se podría decir que dejo ver una rendija de aburrimiento en mí. Después llegan los días en los que me puedo apreciar tal y como soy, objetivamente. Puedo ver mi cara redondita, esa característica no me acaba de gustar ya que hace que mi apariencia se torne infantil, mis ojos son almendrados y cuando sonrío se ponen rasgados y pequeñitos, como si fuese asiática, además al ser miope y llevar gafas estas hacen que mis ojos se vean más pequeños, mi iris, es color marrón como el café, pero con el sol se pueden apreciar círculos color ámbar. Mi nariz es de tamaño estándar la punta es redondita considero que es una de mis rasgos faciales más bonitos, mi boca esta adornada por unos labios finos, el de abajo más grueso que el de arriba. Mi personalidad como habéis podido leer varia mucho depende de si tengo un buen día o un mal día. Aunque, considero que tengo una personalidad muy fuerte se podría decir que arrolladora, soy dura aunque mi dureza emocional a veces tan solo es una coraza para no dejar que la gente acceda a mí tan fácilmente, ya que realmente soy una persona muy sensible y vivo las emociones muy fuertemente, soy muy emocional. Simplemente soy una chica de 15 años que intenta dejar de lado a diario al monstruo mentiroso que ve en el espejo y le miente contándole tristes historias. Margarita Elvira Bohorquez Palomares (IOC- Barcelona)

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Flor en la nieve

Hace 15 años que llegué a este mundo, decidida a aprender lo que fuese necesario para moldearme a todo. Nací cerca del mar y el campo, pudiendo oler la tierra húmeda y dejar que me acariciase la brisa marina. Pero también estuve rodeada de fábricas grises, solidificadas en suelos grises y llena de personas grises. Y así, escrito metafóricamente, es un breve resumen de mi infancia, llena de altibajos, como la vida misma, pero con la certeza de que debía pasar más tiempo para descubrirme. Mi posición temblorosa al alzarme reivindica mi naturaleza temerosa, desconfiada y tímida, resultado final de los acontecimientos pasados. Mi pelo se forma en ondas como las del mar, revoltoso, del color del café puro. Mis rasgos, aniñados, por querer aferrarme tanto a aquello que ya pasó, parece ser lo que transmito. Mis ojos son almendrados y como la avellana, colores del otoño. Mi temperatura es fría, como el invierno. Sin embargo, nací en primavera, dando a entender que mi ser, al igual que la mayoría de las personas, es cambiante e inestable como las estaciones. Suelo mostrar lo que no soy, decir lo que no pienso, algo grave de mí. Escondiendo mi verdadera personalidad por un falso intento de no ser dañada. Intenté recolectar las palabras que dejé abandonadas en el fuego, pero no pude, se las llevó el viento. Y se siente. Es sensible al tacto. Pero se siente fuerte. Y lo más importante, se siente viva. Como una flor en la nieve. Laia Hernández Terribas (IOC-Barcelona)

Mi persona en un papel Tengo una cara alargada y no demasiado ancha enmarcada por un liso cabello castaño. Le gusta mostrarse áspero o rebelde cuando mi humor es el de un día de viento, suave y brillante cuando algo me alegra, más, es travieso y cuando menos conviene se planta y me deja en segundo plano. No tengo la frente muy ancha y mis cejas de un tono marrón oscuro se hacen notar. A mis labios no se como describirlos ¿ son pálidos, rojos o incoloros ? ¿Finos como el mármol o rasposos como las rocas

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de los acantilados?Depende del momento. Pero afirmo clara y rotundamente que no son una fina línea invisible, sino que tienen su lugar en esta cara mía. Mi mandíbula empieza en la oreja de la que acostumbran a pender uno o dos artilugios de metal y hace camino hacia abajo. Después de un giro de 135 grados, sigue un buen trecho hasta llegar a la barbilla, pequeña y un poco salida hacia la punta. Las orejas a las que antes he echo mención están un poco doblada hacía delante. Y ahora viene la parte difícil. Como soy yo. Pero no físicamente. Como es mi carácter. Que adjetivos usaría para describirme. Que difícil llega a ser encontrarlos. Hay días en que te podría hacer una lista larguísima con adjetivos positivos. Y los hay que no quiero ni pensar como soy. Pero lo voy a intentar. Como podréis ver en esta ultima frase, soy una chica luchadora i tozuda por aquellas cosas que me interesan. No me rindo fácilmente. Y eso espero no perderlo nunca. Sin ningún tipo de duda, os diré que soy sensible. Muy sensible. Demasiado sensible. Espera, ¿se puede tener demasiada sensibilidad? No... Creo que no. Cada uno es como es. Lo retiro. Soy una persona sensible y, como podréis ver, un poco indecisa.

Nàdia Orta Freixes (CFA Anoia, Igualada)

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Un momento de observación Feliz con poco Al despertarme esta mañana, subir las persianas y mirar por la ventana, me di cuenta de que una señora, sonreía, cantaba y desprendía una alegría, que yo en ese momento no lograba comprender, y de la que yo no gozaba. Al ser una vecina de siempre, la conozco y me resulta fácil conversar con ella. Se me ocurre preguntarle que por qué está tan feliz, tan pronto. Ella sin pensárselo dos veces me contesta: - Hola Carlos, ¿no te das cuenta, lo bonitas que tengo las plantas? La noche anterior al riego, voy a dormir contenta y feliz, solo por tener que regarlas al día siguiente, por sentir la vida, sentir la alegría que transmiten mis petunias. Tus plantas me dan la vida. Sí, son mías, de mi floristería, yo se las vendí hace unos meses, y ella las cuida, las mima y las trata como nadie, y a mí me encanta hacer feliz a las personas, solamente con el color y el olor de las flores. Se puede ser feliz con muy poco, y muchos de nosotros nos empeñamos en buscar la felicidad y no nos damos cuenta de que la felicidad está en cada segundo de vida, en cada bocanada de aire que se respira. Así que el próximo día que te despiertes, intenta sonreír, porque vale la pena. Carlos Sanz Arilla (Institut Màrius Torres, Lleida)

Un día como cualquier otro Mientras estoy sentada en una silla de plástico de aspecto barato, puedo visualizar a la gente de mi clase, todos están haciendo sus respectivos trabajos mientras yo detenidamente, pasando desapercibida, les observo deleitándome con cada detalle de sus movimientos, palabras y gestos. El individuo que se sienta a mi lado normalmente, hoy está en la otra punta de clase, como siempre habla dicharachero sobre todo lo que se le pasa por la cabeza, sin filtro alguno. El sonido de el tecleo del ordenador reina por encima de cualquier conversa o grito. En la otra punta de clase, cerca de una esquina, hay un chico visualizando vídeos en la pantalla de su

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ordenador, parece entretenido, ensimismado, metido en su mundo. Mientras, los demás con cara de resignación realizan los trabajos, no parece que haya nada interesante hoy. Pero, al fin y al cabo, los días así tienen un aura reconfortante que me gusta, la tranquilidad y sosiego de la rutina si te paras a pensar, es mas interesante de lo que parece, todo está repleto de pequeños matices los cuales siempre pasan en vano a los ojos mundanos de los humanos Margarita Elvira Bohórquez (IOC-Barcelona)

Qué poco valoramos la vida Caminaba yo por las calles de Gràcia. No tenia prisa, cosa rara. Vi que la gente pasaba por mi lado a un compás de brazos un tanto divertido, Sé que todos lo hacemos, pero no es lo mismo verlo en los demás. Llegué a una calle principal y observé la cara de los ocupantes de los vehículos: Taxis, autobuses, coches particulares. Todos los rostros expresaban confianza,de llegar a su destino. Me abstraje un poco más con el ruido y el movimiento de la calzada. Pensé que el tiempo pasa a las voladas, me entró nostalgia, siempre estamos enclaustrados en nuestro trabajo, la rutina, y nunca nos detenemos a observar las pequeñas grandes cosas o revivir los recuerdos: mis juegos infantiles, los buenos momentos con amigos a los que ahora extraño, recordar el primer beso o la primera vez de algo... Luego caminé hacia la estación, me mezclé con otra gente, casi todos iban con el móvil en sus manos, con la mirada perdida en él. Ahí si que vi, qué poco valoramos la vida. Adriana Millan Cruz (CFA La Creu de Barberà, Sabadell)

El rosal de la ilusión Esta mañana, estando en una floristería en Vic, cuando estaba yo oliendo los distintos matices florales y disfrutando de todo el repertorio de color, ya que el día ha amanecido gris, ha entrado en la tienda un señor con sus dos hijos. Iban a comprar

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unas flores para su mamá. Él, iba con semblante más bien serio en contraste con los niños alegres como si fuesen a hacer algo por primera vez. Por su estatura yo diría que tenían entre tres y cinco años, de ojos grandes como queriendo atrapar todo lo que ocurría. Cuando la dependienta les ha preguntado que es lo que querían, el papá ha dejado que hablase el mayor mientras el otro iba observando. El niño ha pedido un rosal para poder plantar junto con su mamá en su jardín. En su expresión había toda la ilusión y alegría de que es posible en un niño mientras que el padre seguía con su seriedad. El pequeño parecía como nervioso para poder intervenir sin que le hicieran mucho caso. Finalmente una vez comprado el rosal y disfrutando yo aún de la ilusión que desprendía el niño me he quedado con la reflexión de si con los años perdemos esa alegría espontánea que no expresaba ese padre mientras compraba ese rosal, el rosal de la ilusión. Montserrat Domenech Corominas (CFA Montseny, Vic)

Desde el umbral de mi ventana Aquí, desde el umbral de mi ventana, puedo admirar la tranquilidad de mi pueblo, una tranquilidad que solo se rompe por el susurro de las hojas mimadas por el viento y los cantos lejanos de los Xurravins. Ahora biene y ahora marcha, és el Sol, en un típico día de primavera que acalora mi cara. Aquí desde el umbral de mi ventana observando las casas rodeadas de árboles, y algo más allá, un mar sereno y azul que casi no me deja distinguir el cielo que un poco tapado por las formas de algodón me deja divisar unas cuántas gaviotas. También percibo el aroma de las ramas chamuscadas de alguna inminente comida. Aquí desde el umbral de mi ventana, me siento tranquila y feliz de poder disfrutar este momento. Aquí, desde el umbral de mi ventana. Laura Aguilar Coto (CFA Can Marfà, Mataró)

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Historias de vida El cruel miedo a la realidad Montserrat nació hace 44 años, en la ciudad de los cabezones, capital del Maresme. Niña de papá, que jugaba alegremente sin percibir maldad. Creció escribiendo sus sentimientos, leerlos era aprender más de ella. Montserrat tenía el don de involucrarse en todas las injusticias. Era por eso que no percibía el valor del silencio. Su personalidad arrolladora e inquieta le habían causado siempre problemas. Así que, con sus virtudes y defectos, maduró. Su aspecto de mujer es serio, fuerte, robusto, como un toro salvaje nacido un 27 de abril. Alta, como las montañas de Montserrat con sus alocadas curvas. Su piel acumula algunas cicatrices, tatuajes llenos de magníficos recuerdos y algunas acomodadas arrugas. Sus ojos color avellana delatan cansancio y siempre se resguardan bajo ese pelo largo, anaranjado, como el sol del atardecer. La joven iba a un colegio religioso, donde la enseñanza era exclusiva para niñas. Por las tardes, jugaba en un club de balonmano, era una espléndida jugadora y la federación puso sus ojos en ella. Tenía una familia acomodada socialmente y explicarles que estaba embarazada, era algo imposible. Vivía en Mataró con sus padres, Ramón e Isabel, y su hermana mayor Esther. A pesar de la buena relación con Ramón y Esther, Montserrat les ocultó su secreto. Tan solo tenía catorce años y no estaba preparada. Sinceramente, ni ella creía lo que le estaba ocurriendo. Lamentablemente, la educación sexual era un tabú en aquella familia y la sociedad era tremendamente estricta. Fueron ocho meses de larga angustia para ella, no hablaba con nadie del asunto y constantemente intentaba pasar desapercibida. Asumiendo que era la primera vez que mantenía relaciones sexuales, no podía creer en las consecuencias. Dejó de usar ropa ajustada para disimular la barriga, empezó hacer uso de vestimenta amplia y holgada . Así que, en los últimos meses de embarazo, decidió informar a sus padres que no quería ir al colegio. Al principio se lo impidieron, pero acabaron claudicando. Su cuerpo se hinchó de tal manera que tenía que pasar todas las horas posibles fuera del hogar, para no levantar sospechas. Hasta que llegó el día donde cambiaría el rumbo de su vida. Era de noche y ella acaba de cenar. Como pudo, aguantó los dolores de parto delante de todos, dio las buenas noches y se fue a la habitación. Los dolores eran

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insoportables, se miró el calzón y estaba lleno de sangre. En ese momento entró Esther, y Montserrat se cubrió con las sábanas para no ser descubierta. Las dos hermanas compartían aposento, pero Montserrat era tan reacia a confesar que ocultó todo hasta el último momento. Aún así, la irresponsable niña se propuso dormir y terminar el día cuanto antes. Al cabo de unas horas, sollozando, sintió un líquido muy frío que le recorrió hasta los muslos. No sabía que era, pero ya era insoportable, se levantó de la cama sigilosamente hacía el cuarto de baño. Sentía unas tremendas ganas de empujar, de terminar con esa mentira. Finalmente, tenía que pedir ayuda y por suerte Isabel la escuchó. Su madre le preguntó qué le ocurría y ella llorando le pidió por favor que la llevara al hospital. Así pues, manteniendo el secreto, sus padres se la llevaron a Urgencias. Durante el trayecto no hubieron preguntas, ni sospechas. Montserrat se sentía aliviada en cierto modo, no tenía fuerzas para dar ningún tipo de explicación. El coche paró en la puerta y una enfermera preguntó a sus padres qué le ocurría. Ellos no supieron decir nada y, entonces, la pusieron en una camilla y decidieron que Montserrat tenía que estar sola. Ahí, en ese preciso momento, por primera vez, entre lágrimas dijo que estaba embarazada y que nadie lo sabía.La pequeña inconsciente, fue trasladada en ambulancia a otro hospital más cualificado. Montserrat suplicó a los médicos que no quería ver a su familia, no estaba preparada para verlos y por su bien los médicos accedieron.Se despertó en una cama rodeada de muchos médicos. Enseguida le dijeron que su bebé estaba bien, pero lo habían dejado en la incubadora por precaución, ya que nació con poco más de ocho meses.La estancia en el hospital fue de casi dos semanas, un equipo de psiquiatras y psicólogos no la dejaban nunca sola. También, la ayudaron a dar explicaciones a sus padres y gracias a todo el equipo del hospital Can Ruti, está inexperta mamá, salió orgullosa con su bebé en brazos. Montserrat Sesén (CFA Can Marfà, Mataró)

El día que lo cambió todo Ese día, uno de los mas importantes en la vida de Carlos, una persona activa, amigable, tierna y pensativa. Corría el año 2016, en un pueblo muy chiquitín, de unos 900 habitantes, Carlos tenía 24 años, trabajo fijo a dos minutos de su casa y una idea clara en su cabeza, romper con la monotonía que le hacia estar amargado

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y salir de su zona de confort, dejó su trabajo y se fue a estudiar, bastante lejos de su pueblo, una vez allí, se escucho a si mismo, y lo mejor de todo, se encontró. Muchas dudas en su cabeza le rodaban como cual mariposa. Logró entenderse y sobre todo respetarse a sí mismo, un día, hablando por redes sociales con una persona, decidió tener un encuentro con una de las mejores personas que se ha cruzado en su camino y en ese mismo momento, esa persona hizo cambiar su forma de ver y disfrutar la vida, Carlos se enamoró de una persona, de su mismo sexo, más feliz que nadie, por fin se quitó la máscara, fue contando uno a uno, familiares y amigos lo orgulloso que estaba de ser como es, pudo hablar de su sexualidad con total normalidad y con una tranquilidad absoluta de la que no tenia desde hace bastantes años, por suerte, todos le aceptaron bien , tanto sus familiares como sus amigos. La vida de Carlos cambio radicalmente el día que decidió ser feliz, ese momento, en el que abrió conversación con esa persona, que, gracias a él, cambio su vida. Le estará eternamente agradecido por haberle hecho esa pregunta, una pregunta que lo cura todo: "¿Y qué?, ¿y qué pasa si te gustan los chicos?" Ese momento, nunca lo olvidará.

Carlos Sanz Arilla (Institut Màrius Torres, Lleida)

Una vida trascendental se vislumbra en las sombras En un rincón de la habitación se encuentra una jovencita en posición flor de loto sobre un almohadón. Abstraída, con una mano pasa las hojas leídas del voluminoso libro que descansa en su regazo. Con la otra, acaricia el pelaje gris atigrado de Misi. Hasta aquí una estampa habitual. Las dos y un libro en su castillo. Probablemente así se habría mantenido en el tiempo…hasta que todo cambió abruptamente. Maxi pasaba las gemas de sus dedos suavemente sobre el lomo sedoso de la gatita. Ajena a que había dejado de ronronear y la tensión que se palpaba bajo su piel. La gata se fue deslizando fuera de su mano girando su cuerpo lentamente. Un gruñido gutural arrancó profundamente de su garganta rompiendo la quietud de la estancia. El sobresalto de la chica fue inequívoco. Miró sorprendida a su irreconocible amiga. Esta tenía las orejas hacia atrás y planas con el cuerpo

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agazapado, gruñendo. -Misi- susurró la jovencita. Pero era obvio que la gata no la escuchaba. Alargó la mano para tranquilizarla. Sin embargo, quedó suspendida en el aire tras un nuevo bufido. Jamás la había visto así y menos con ella. Siguió su mirada y la inquina parecía provenir de su hombro derecho. Por instinto se alejó poco a poco a la izquierda. De cualquier modo, la felina seguía mirando el mismo punto mientras siseaba, bufaba y gruñía, ignorando por completo a su dueña. Tras un suspiro de alivio al no saberse objeto de su aversión, un escalofrío recorrió su cuerpo tensando sus músculos y cortando su respiración. La gata amenazaba a … nada, sólo estaba el armario de madera con las puertas barnizadas brillantes como espejos. Lentamente la jovencita se levantó, abrió la puerta con sigilo sin perder de vista la escena y salió. La gatita con la mirada aún fija en el mismo lugar reculó de espaldas hacia la puerta y cuando faltaba apenas un metro se giró y salió corriendo como alma que persigue el diablo. Al cabo de un rato, una mano sobre su espalda la hizo volver en sí. Se trataba de su madre a la que narró todo lo acontecido en su habitación. –

¿Qué te parece mami? – inquirió con un sabor metálico en la boca y

los músculos engarrotados. –

Los animales tienen una percepción diferente de la nuestra, ven

cosas que nosotros no podemos- Contestó con seriedad. Era la segunda vez que los cimientos de la jovencita se tambaleaban, primero el contacto con la nada y después su madre, la mujer más incrédula del mundo le soltaba esa parrafada. Confirmado: ella o el mundo había enloquecido y no sabía que era más turbador. Para el colmo, lo peor no se hizo esperar, en su conjunto fue el día que cambió todo. Más tarde, entró un momento al cuarto de baño para lavarse las manos sin encender la luz. Con la claridad del pasillo se veía perfectamente. Iba a salir cuando sintió un zumbido en los oídos y se hizo el silencio. Se apoyó en la pila del lavamanos para observar como su reflejo cambiaba. Su figura se fundía para ser reemplazadas por otras diferentes. Eran personas: adultos, niños, ancianos, mujeres, hombres. Todos con algo en común, no los había visto en su vida. Estas “visitas” fueron recurrentes y se alargaron en el tiempo. Si bien, sólo en los espejos de esa casa. Posteriormente aprendió a ignorar las sombras, hizo como que no las veía. Buscó una contestación científica que no encontró. Parecía ser que el mundo era más de lo que se percibía a simple vista. Así que empezó a estudiar las religiones, su historia y lo que representaban. Interesante, pero no hicieron que desaparecieran.

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Años después, soterraron las vías del tren y derrumbaron todas las casas colindantes, la suya incluida. Encontraron unos pozos enormes en el subsuelo lleno de esqueletos. Pertenecía a personas de todas edades y condición. En definitiva, La chica formuló un “Requiescat in pace” de todas las maneras que aprendió. Pensó, que una plegaria al cielo nunca puede ser perjudicial. Aunque por si acaso, enseguida añadió -Dioses, ángeles, santos y demás, si estoy equivocada por favor no hace falta que vengáis a decírmelo. Una zarza en llamas parlante no me parece de lo más tranquilizador, gracias. - Así dio por concluida esa parte de su vida. Maximina Peco García (IOC- Barcelona)

Un ángel caído el cielo Un fin de semana de agosto una pareja joven deciden hacer el test de embarazo, aunque ella en su inconsciente ya sabía el resultado. Llevaba más de dos semanas de retraso y eso en mi era muy raro. No tardó ni 5 min en decir una respuesta, ella lloró como nunca había llorado y él empezó a gritar como un loco de emoción. Estaba dividida, en un sí o un no, la edad, su relación… Ella solo se decía que tenían 20 años… Las ganas y la alegría de él le cautivaron, finalmente decidieron tenerlo, después de una gran meditación por parte de ella. Le costó mucho, pero tenía a lo que más tendría en su vida dentro de ella. En definitiva llevaban 4 años viviendo juntos, con un trabajo estable, coche propio y una economía que les permitía tenerlo. Después de saber que estaba todo bien, de ver a su garbanzo, y escuchar su corazón decidieron contarlo a la familia en una comida a todos juntos. Todo hay que decirlo, tenían un poco de miedo, sabían que a la madre de ella no le iba a sentar bien, también fue madre joven y su situación no fue fácil, pero no lo podía comprar. Aquella mujer tuvo a su hija con un hombre al que no quería y ni siquiera eran pareja ni estabilidad. Y así fue, no le sentó nada bien, le costó más de dos meses en bajarse del burro y aceptar que iba a ser abuela. Por los demás sabían que no tendrían problema, sus abuelos rebosaban de alegría y los tíos igual. Y ahora sin darse cuenta está de 40 semanas, en una espera que se le está haciendo eterna, para acudir a la cita más auténtica, a conocer al amor de su vida. Estela Díaz Murillo (AFA Parets, Parets del Vallès.

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Aquel día que todo cambió

En un momento de esos donde la vida no tiene sentido o parece no tenerlo, donde parece que todo acaba y no hay salida. Se encuentra Alma, una chica con la piel morena, sus ojos achinados de color marrón en los que puedes perderte, el pelo corto con un peinado al estilo de los 90. En esos momentos donde todo parece ser un no, se encuentra ella con sus peculiaridades a la hora de hablar, sus tejanos rotos, su camisa que lleva escrito “it is love”. Ahí está de pie triste y sola es como Alma se siente, cree que la vida para ella ya ha terminado, a veces dice ser un cuerpo sin vida que camina sin esperanzas, sin ilusiones, sin nada para seguir viviendo. Alma se levanta a las 6 de la mañana y mira por su balcón a ver si algo o alguien le devuelven la vida que le ha sido arrebatada. Lo que era ya no fue suele decir Alma como si creyese que nunca volvería a ser como antes. Cuentan que una noche Alma, como toda chica de 21 años, invitó a unos amigos a su casa, un amigo que estuvo allí espero a que todos se fueran y se aprovechó de ella. No solo era su amigo, era su mejor amigo. Fue en su casa donde paso todo, en su cama donde ocurrieron los hechos. La mañana siguiente Alma no dejaba de llorar, su tierna sonrisa se había convertido en ojos llenos de lágrimas, ojeras de un gran insomnio. Aquella noche cambió su vida, nadie la volvió a ver en la calle o de fiesta, no volvió a salir con amigos, se alejó de todos los que conocían y cerró la puerta a los que deseaban conocerla. Un día en los que todo parece estar mal Alma decidió quitarse la vida. Tomó pastillas de las que tomaba para la ansiedad, tomó un vino de los de navidad que le traían sus padres cuando venían a visitarla, dejó un mensaje breve a su madre y a un chico que le seguía insistiendo de conocerla. El la quería, sabía lo mal que estaba y el solo quería cuidarla, quererla y que ella fuese feliz. Un día de esos donde parece que la única solución es desaparecer Alma bebió todo el vino, ebria tomo una a una las pastillas que la hacían irse a dormir. Le tomó cinco minutos para ponerse nerviosa y tomárselas de cinco en cinco. Esa tarde Alma se desvaneció en el suelo de su salón… Su madre no prestó mucha atención al mensaje de “Te quiero mamá, no me olvides nunca” pues estaba de viaje y tenía el teléfono apagado. Marcus el chico del que alma se había despedido por un msm que decía “siento no ser lo que mereces... Así que desapareceré, porque es lo mejor para todos, para los dos sobre todo”

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decidió ir a casa de Alma a pedir una explicación de a dónde iba, por qué se iba, porque no lo intentan, porque se cerraba. Tocó el timbre y nadie abrió, todo una y otra vez nadie respondió, llamo a Alma a su teléfono y él escuchó que estaba dentro de casa. Desesperado pidió a un vecino poder pasar por su balcón, este sin pensarlo se prestó. Marcus entró nervioso a casa de Alma y se la encontró desvanecida en el suelo del salón, la cogió en brazos y la llevó al hospital. Llego a tiempo dijeron los médicos y le hicieron un lavado de estómago, horas más tarde Alma iba abriendo los ojos y miraba que Marcus estaba junto a ella todo el tiempo. Él tenía que estudiar pero no se alejaba de ella, termino su tesis en el hospital, paso sus madrugadas junto con ella por si necesitaba algo. El terminó sus estudios al día siguiente y fue directo al hospital, no se quedó a celebrarlo. Alma estaba somnolienta con medio abrir de ojos miraba a Marcus, no sabía si sentía vergüenza de que la hubiese visto tan destrozada y tan al límite de la vida. Alma lo miraba sentado a su lado cogiéndole de la mano y fue en ese preciso momento que ella se dio cuenta de que no habría muestra de amor tan grande y sincera como esa. Él se quedó con ella en lo bueno y en lo malo, jamás la dejó caer en el abismo de la depresión y el suicidio. Él la cuida, le quiere y ella lo corresponde con cada parte de su ser. Laritza Lizeth Ortega Avila (CFA La Creu de Barberà, Sabadell).

Cara a cara Elisabeth tenía 28 años, cuando después de un día largo de trabajo decidió hablar. Vivía en una casa que en realidad eran dos, su madre vivía en la parte de arriba con su pareja(Juan) y ella abajo con su marido y sus dos hijos. Cuando salió del trabajo, se encaminó a su casa, dispuesta a todo, no quería permanecer más tiempo callada, necesitaba despojarse de todo lo que llevaba en su interior, así que se armó de suficiente valor y cogió el autobús. Media hora más tarde, plantada en frente de su puerta, suspiró, - venga, que tú puedes - se dijo a si misma y con todas sus fuerzas, entró. La casa era alargada, estilo Inglesa, pasó por ella sin decir nada, estaba sumergida en sus pensamientos. Pero su marido - hola, ¿donde vas? - ¿Por qué no dices nada? - Ella lo miró y le respondió - Ahora vengo, tengo que hacer algo -. Subió las escaleras y se dirigió a casa de su madre.

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Ella no estaba, se encontraba trabajando igual que todos los días, solo estaba Juan, sentado en la mesa mirando la televisión y tomándose una cerveza. Se puso delante de él y se sentó, cara a cara, le dijo que tenía que hablar con el de algo muy importante. La miró y le contestó:" ¡adelante!" -. Y allí mismo, en ese preciso momento le cambió la vida. Se armó de valor y le dijo que lo perdonaba, él le había arruinado su infancia, le había hecho cosas que jamas debería sucederle a nadie, así que le expresó todo lo que sentía. Que el le había hecho mucho daño y que por culpa de eso no había tenido una infancia feliz, pero que a pesar de todo, quería que él supiera que lo perdonaba. Juan ni siquiera fue capaz de mirarla, pero se disculpó por

todo

lo

que

le

había

ocasionado,

aun

sin

levantar

la

cabeza,

mientras, Elisabeth seguía observándolo, pudo notar que se estaba disculpando con sinceridad y pena en su interior! Ella había encontrado el valor y el nunca lo halló hasta ese mismo momento. Al percibir su pesar por lo que había originado Juan, sintió lástima por el, porque entendía que no solo ella viviría con aquello, sino que el también, pero aún peor. Y se sentía feliz por haber dado tan gran paso en su vida y poder perdonarlo. Gracias a eso Elisabeth ha seguido con su vida y en la actualidad es una mujer que ha podido encontrar su felicidad. Al poco tiempo de esa conversación, Juan falleció de un tumor y sabe que se fue en paz y ella también lo está.

Elisabeth Madrid Mitjavila (CFA La Creu de Barberà, Sabadell).

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Transformaciones

Mi entonación está en tus manos Siempre me ha gustado dar la nota, algunas veces mis cuerdas no están lo suficientemente ajustadas y desentono en mis melodías. Soy bastante espontánea con mis sonidos y eso me convierte, en una guitarra especial. Mi consistencia es muy dura, provengo de un ébano verde. A causa de la exquisitez de mi madera, permanezco al acecho por los indeseables que quieren manosearme. Normalmente siempre intento permanecer en mi funda, pero en ocasiones me llevan de fiestas y es entonces, cuando mis cuerdas se desajustan completamente. A fin de atesorar prosperidad en mi sonido, he decidido postrarme en una vitrina y con un epígrafe legible que diga: "Lea el reglamento, antes de tantear mis cuerdas". Así, mi entonación será fluida y servicial. Montserrat Sesén (CFA Can Marfà, Mataró)

¿Qué? Mi respuesta a la pregunta Era un día cualquiera como cada mañana; mi madre se acerca a mi cuna para vestirme, luego el ritual del peinado siempre me hace dos trenzas con mi cabello, no quiero beber lo que me prepara en un biberón quiero sentarme como el resto de personas a desayunar, siempre inquieta siempre distraída, me bajan de la trona camino y me llaman por mi nombre se que así me llamo. Logro divisar a lo lejos en el umbral de la puerta a una persona desconocida para mí que me pregunta cómo me llamo y con mucha timidez miro a mi madre como si tuviese que pedir permiso para contestar le respondo: “Mery”, miro con mucha extrañeza y desconcierto aquella señora que pareciese que quisiera indagar que más puedo contestar vuelve a preguntar: -¿Cuantos años tienes?. Con el dedo indice y el dedo mayor de la mano derecha indico mi edad, ella esboza una sonrisa. Escucho como le dice a mi madre que estoy muy bonita con las

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cintas que llevo en la cabeza del peinado. La desconocida trata de escudriñar mi vida y me formula muchas preguntas más, a las que yo le contesto siempre :"¿Qué?" , por respuesta, como si no entendiese lo que me pregunta. Bajo los cuatro escalones que hay en la pequeña casa de ladrillo de mis padres para ir al patio, siempre están vigilando los movimientos que hago. Voy a sentarme en el césped del patio. Cojo una muñeca en tamaño más grande que yo y juego a peinarla, juego a darle de comer la siento a mi lado…Quiero un juguete del niño del vecino que me agrada mucho, pero lo quiero ya, como no lo tengo me pongo hacer un berrinche, al cabo de un rato me complacen con el juguete que quería pero ya no lo quiero. Paso el día entre mis juguetes y los mayores, a la hora de la comida juego con la comida la mitad de la comida es para alimentarme la otra parte termina dispersada entre la mesa y el suelo. Luego de una mañana de tanto ajetreo, me invitan ir a hacer una siesta, mi madre se recuesta a mi lado para hacerme dormir, pero resulta que es ella la que se duerme, como cada mediodía. María Alejandrina Moncerrate Cedeño (CFA Montseny, Vic)

Vibrante intuición Estoy aquí, postrada sobre el armario del dormitorio. Una testigo muda en su funda de pana. Oigo los gritos que provienen del resto del piso. Pero más aún, me asustan los silencios que preceden al estruendo. Ella me dejó en lo alto para protegerme, hasta ahora he conseguido pasar desapercibida. Pero, oigo pasos que se aproximan, una silla es arrastrada, unos pies se suben encima. Noto que me agarran por la cincha y de un tirón me sacan de mi escondite. Tengo miedo... mi existencia me pasa por delante. Intento aferrarme al primer recuerdo juntas, eso me calma y me dejo llevar poco a poco por los recuerdos. Nuestra relación empezó el día de su cumpleaños. Mi forma delata mi naturaleza, así que obviaron la necesidad de envolverme en papel de regalo y optaron por un gran lazo rojo. Cuando me sostuvo en sus manos, sentí la misma veneración que mi creador al concluir su trabajo. Por fin tenía alma. Porque de nada sirve el mejor instrumento, sin nadie que lo haga vivir. Y allí estaba ella, una niña de casi mi tamaño, que me abrazaba con embeleso mientras sus ojos claros me acariciaban con anhelo. El tiempo pasó, la suerte de formar parte de la vida de una

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scout me dejó mi ropaje gastado, el cuerpo con la pátina del uso y el espíritu satisfecho. Unos años después, un adonis de alma funesta se cruzó en nuestro camino. Le regaló los oídos con palabras necesitadas; colmando sus carencias con espejismos a precios imposibles. Cuando se dio cuenta, su vida era un globo, vacía y aislada del mundo. Yo le calé al momento. Si quieres saber el talante de una persona observa el trato que da a sus cosas y las ajenas. Eso da más información que un detective. Cuando me puso las manos encima solté tal quejido que casi termino alimentando la chimenea. Ella con un gesto raudo me escondió detrás del sofá y de allí a mi última morada, sobre el armario…hasta ahora. Unos pasos rápidos y ligeros vienen a salvarme: –

¿Qué haces? - pregunta ella incrédula- mientras se aproxima y me

sostiene por el asa de mano. –

Algo que debí hacer hace tiempo- contesta él con acritud, intentando

arrebatarme de un fuerte tirón, que rasga mis vestiduras dejándome expuesta. Ahora la veo después de una eternidad. Está marchita, con el pelo deslucido y el semblante demacrado. Observo como pasa del miedo al dolor. Espero que de un momento a otro grite, pero es justo un helado susurro el que rompe el silencio. –

Márchate y no vuelvas jamás- dice con una inusitada determinación.

Venga nena, es una broma- dice alargando la mano para tocarla. Ella

de un manotazo la aleja. Se terminó y no necesitó palabras para entenderlo. La rabia que creció en su interior, le desbordó y blandiéndome como un hacha sobre su cabeza se dispuso a descargarme con todas sus fuerzas sobre ella. Saqué todo el repertorio de notas que había callado con tanto ímpetu, que ambos me miraron atónitos. Seguí con mi diatriba en grado superlativo que sólo aminoré cuando un vecino amenazó con llamar a la policía. En fin, todo el mundo sabe que a los cobardes hay que dales un empujoncito para hacer lo correcto. Así que le espoleé un poquito, tensé una cuerda reproduciendo un sonoro reproche y aflojé la clavija de ajuste, liberando la cuerda que como un látigo aterrizó sobre su mejilla. Supongo que fue más de lo que podía soportar, porque me entregó a las manos de ella y desapareció de nuestras vidas.

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Ambas nos fundimos en un abrazo, sentí una cascada salada deslizarse por mis curvas de roble. Tensó la cuerda, me afinó y cantó. Canciones tristes, desgarradoras, lamentos callados y dolores gritados… amaneció con un nuevo día y una nueva vida. Un tiempo después. Pues, es de todos sabido, que un corazón maltrecho necesita del bálsamo de las estaciones. Empezó a traer varones a casa y casi lo primero que hacía era ponerme en sus manos, bajo cualquier pretexto. Y yo, que soy buena compañera, le hago saber mi opinión al respecto. Hemos dado con varios inaceptables, otros más o menos pasables pero el de la semana pasada… ¡Hay Dios mío! ¡Es como estrenar cuerdas, que te den un pulido con aceite de nuez y que pasen una gamuza con tino! Sólo de pensarlo se me derrite el diapasón. Es tan grácil ejecutando la partitura que… esto, oigo la puerta, ya sigo otro día, es él que me viene a visitar, bueno a ella ¡Qué narices, a las dos por algo ambas tenemos cuerpo de guitarra y alma de melodía! Maximina Peco García (IOC- Barcelona)

Todo es mío Otra vez me desperté en la claridad de la noche, como siempre mis súbditos estában durmiendo en ese momento. A mí no me importa mucho que sean tan extravagantes y duerman por la noche, los tolero bastante, ellos me respetan a mí (casi siempre) y yo les respeto a ellos. Me estiré por unos diez minutos y me decidí a mirar por la ventana, las luces que hay en el cielo me fascinan, brillan con una luz cegadora que hace que el tiempo pase mucho más despacio. Durante mi viaje hacia lo más profundo de mi gatuno ser, empecé a sentir un hambre voraz haciéndome ir a mi comedero a saciar mi apetito. Normalmente está lleno pero esa noche fue distinto pues estaba vacío. ! ¿cómo osaban esos seres malignos no dejar alimento a un ser tan magnífico como yo?! Esto no podía tolerarlo. Muy enfadado me dirigí hacia la puerta cerrada de la habitación de uno de ellos y me dispuse a arañarla hasta que se levantaran. Al poco rato uno de ellos abrió la puerta: - ¡Tú humano, estás tardando en llenar mi comedero de los mejores manjares que tengas para mi!. Con mucha tranquiliad y detrás de mí, fue poco a poco hacia mi comedero lo llenó,

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dijo un par de palabras en su idioma y volvió a la habitación. Después de tener el estómago completamente lleno volví a mi sofá, admiré mi gran imperio y me fui a dormir. Mi siesta de después de comer es sagrada para mí.

Marcos Leiva Galera (CFA La Creu de Barberà, Sabadell).

¡Una despedida inesperada Perdonad si toso con gran abundancia, soy alérgica al polvo, una pena porque este trastero está lleno. Hace ya dos años que estoy aquí apoyada en una pared de tacto rugoso que poco a poco daña mi madera. El color de la pared no os lo podría decir ya que esto siempre está oscuro. Echo en falta el sol, la luz. Echo en falta tener un fin en mi vida, servir de algo. Le echo de menos a él, esas tardes... Me cogía y juntos hacíamos música. Me acariciaba a veces más flojo, a veces más fuerte, otras me punteaba... ¡Que cosquillas! El último día me cogió, al principio me pareció me pareció que ese sería un día como todos los otros. Él cantaría James Brown, Bruce Springsteen, Beatles... Y yo lo acompañaría. Pero ese día me cogió y se puso a llorar. Estuvo un buen rato. Yo callada lo contemplaba. Acarició mi cuerpo de madera en silencio, esa vez sus caricias eran más cariñosas que nunca. Al fin sus gruesos dedos rascaron mis cuerdas, y "Tears in heaven" fue nuestra última canción. Nàdia Orta Freixes (CFA Anoia, Igualada)

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Fantasías La rebelión de Gea Llevo un buen rato caminando, dejando atrás la urbanización. Ahora, rodeada de campo silvestre, donde cada día me siento más libre y cautiva de un gran pesar. Mis padres han vendido la casa en la que vivimos. No puedo evitar que las lágrimas corran por mis mejillas. Hago un esfuerzo para aclarar la vista, quiero absorber hasta el más pequeño detalle: La alfombra verde que amortigua mis pisadas, el susurro de los árboles, el trino de diversas aves, los zumbidos de insectos. Sonidos de siempre que prometen soledad y sosiego. El olor a tarde de primavera inunda mi espíritu. Inspiro profundamente, percibo promesa de lluvia. Miro el sol, aún dispongo de un par de horas y mi llanto no cesa. No lloro por mí, sino por este paraje. Hace semanas, por casualidad, oí a mis padres comentar que este lugar iba a desaparecer. Amplían la urbanización. Ni tan siquiera los campos de secano ni la huerta se libran. Todo será ladrillo y asfalto. A más a más, modificarán el curso del río. Según parece, molesta para el centro comercial. Quiero retener todo y no olvidarme de nada. Recordar la calidez del sol, los sonidos, los olores que… - ¿Qu qué está pasando? – tartamudeo-. No me he dado cuenta de que llevo rato hablando en voz alta. Sigo con los ojos anegados y apenas veo nada, pero percibo una gran sombra que me tapa la luz. Hay silencio, no oigo los pájaros, ni insectos; incluso el viento está paralizado. Huele a tierra removida y a hierba cortada. Tengo el vello erizado. Aclaro la vista y veo un montículo de hojas que se cierno sobre mí. Tengo la boca seca, carraspeo para decir algo, pero se me adelanta: –

¡VENDRÉIS MÁS! ¡ARRASARÉIS CON TODO! ¡SOIS LA PEOR DE

LAS PLAGAS Y LA MÁS DESTRUCTIVA! - se dobla por la mitad para estar a mi altura y susurra con voz tosca y crujiente- Vuelve a casa, mira bien su forma, recuerda la carretera, el ruido de los coches, el humo… porque todo va a desaparecer. Nosotras estábamos primero y estaremos después. Ya es hora de que alguien cuide todo antes que sea tarde. A pesar de que corrí como nunca, el viento y el agua fueron más rápidos. Cuando llegué a la primera calle, las raíces estaban levantando las aceras y derrumbando paredes. A fin de poder sobrevivir, la humanidad ahora subsiste en reservas. Nos permiten estar en algunas ciudades, pero cada vez son más

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reducidas. Ya no tenemos comodidades ni nada semejante. Nos invaden las plantas y animales por doquier, sin respetar nuestras necesidades básicas. Somos prescindibles, la próxima especie en extinción: Sapiens.

Maximina Peco García (IOC- Barcelona)

Investigando mi vida Esta no es la típica historia de ficción, soy Hugo López, un hombre hecho a sí mismo que vive en un pequeño despacho en la calle Arlequín numero veinticinco de Barcelona al cual llamo hogar. Tengo treinta años, soy alto, esbelto, aparento más edad de la que tengo y tengo un estilo de vida monótono. Mi infancia fue muy difícil, mis padres me abandonaron cuando aún era un bebé y una buena señora me acogió como a su hijo. Siempre me he preguntado el porqué del abandono pero María, la señora a la que llamé mama, me colmó de muchísimos mimos y me enseñó a vivir por mi mismo. María era una señora de unos sesenta años, de cara muy redonda con una cabellera morena sin un sola cana. Tenía un aspecto fornido, de carácter fuerte pero tierna con la gente que quería. A los 15 años otra tragedia vino mi vida, pues mientras María estaba en el trabajo, un supermercado muy humilde, le atracaron con la mala suerte de que una de las balas le hirió de muerte. El atracador huyó, la policía no dio con su paradero y de desde ese momento supe que mi profesión sería investigar a este tipo de personas. Detective era mi segundo apellido. Era un día como siempre, no había recibido muchos casos y estaba en la soledad de mi despacho. Un cuarto no más grande que una habitación de hotel con una gran ventana que daba al balcón. De repente vi una silueta que se acercaba a la puerta y lanzó por debajo de ella un sobre marrón. En el sobre había muchas fotografiás de una señora de cincuenta años, de buena vida en una piscina. Investigue durante semanas y al final encontré la casa y, nervioso, llame al timbre. Abrió la señor de las fotos y con una cara de película me invitó a pasar. Me enseño unas fotografiás de un bebe en la playa que decía que era yo. La rabia vino a mi al saber que la señora que estaba investigando era mi madre, la madre que me abandonó cuando tan solo tenia días de vida. Quise abrazarla, insultarla.. pero me empezó a contar todo lo que había pasado: - Yo era muy joven, estaba muy enamorada de tu padre. En estas fotos esta

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el recuerdo del último día de mi vida que fui feliz. Tu padre me abandonó y no tenia como cuidarte. Ni siquiera le contesté, me levanté y me marché sin decir palabra. Llegué a mi despacho, me senté en un silla y encendiéndome un cigarrillo me di cuenta de que cada día me sentiría más libre, ya sé quién soy, mi destino seguirá siendo investigar a personas que necesiten ayuda. Marcos Leiva Galera (CFA La Creu de Barberà, Sabadell)

Alicia en el país de la naturaleza Alicia es una maestra retirada, divorciada, vive entre el pirineo francés y el pirineo catalán allá donde las montañas no conocen fronteras solo forman un solo macizo. Es lugar muy distante de la algarabía, lejos de la contaminación lumínica y auditiva, pasa sus días en una casa de campo, no es una casa moderna al contrario es una casa a la cual ha tenido que ponerle algunos que otros puntales para que no caigan sus vigas. Pareciera como si ya no tuviesen fuerza para sostener el techo, pero a ella no le importa remendar las pequeñas y grandes grietas que se hacen con el paso de los años en las paredes aprovecha para darles un toque de estilo “vintage”. Es primavera, adorna el salón con cortinas entrelazadas con puntillas, cintas, encajes, las paredes de color blanco y colores pastel. Forma los matices de colores con plantas florales como: mini rosas, paniculatas, peonias, hortensias y alcatraces. Un deleite visual que la invita a contemplar el gusto por la naturaleza. En la entrada tiene un pequeño jardín con césped y rosales muy bien cuidado. Todo siempre a punto como si esperare que alguien viniese a visitarla. Cada mañana se levanta el momento del alba, camina descalza sobre el suelo de madera muy despacio, recoge las cortinas blancas para observar la aurora a través de la ventaba como el primer rayo de sol anuncia que el día se aproxima y como se refleja sobre la hierba mojada por el rocío, se dirige hacia el fogón para calentar la leche. Le agrada percibir aquel olor a leche caliente, decide contemplar el amanecer mientras a sorbos pausados bebe la leche con café caliente. Una de sus rutinas es salir a caminar, sintiendo lo melifluo y el petricor que hay en el ambiente así intenta disipar la incertidumbre de saber, ¿Hasta cuando estará viviendo en aquella vieja casa de campo, a la que ella le llama hogar y en la que está como ocupa? No quisiera sentirse ocupa, desearía ser libre como un

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pequeño ruiseñor, como una oropéndola construir su propio nido. Y es así como día a día evade el miedo a que en algún momento la puedan echar. Al llegar el crepúsculo sabe que en aquel día nadie ha turbado su sosiego y ha logrado vivir un día más en su mundo natural. María Alejandrina Moncerrate Cedeño (CFA Montseny, Vic)

Los ojos de mi cautiverio Era una mañana de diciembre en Barcelona cuando Daniel hizo otra vez su maleta. Llevaba ya algún tiempo sin viajar, su gran pasión y esta vez estaría fuera de su casa por más tiempo. Como siempre no llevaría demasiada ropa, le gustaba esa sensación de ligereza y a la vez de libertad. Cada día se sentía más libre, más cautivo a la vez, de esa misma libertad. Eso le dejaba un sentimiento agridulce ya que la mayoría de ocasiones, huía de las mujeres por querer atrapar el privilegio de esa independencia. Mantenía su soltería poniendo como excusa, su ajetreada profesión de fotógrafo. Cogió su maleta, su gabardina y su sombrero y cerró la puerta tras de sí. Su avión salía en tres horas, tiempo suficiente para pensar como presentarse delante de quien le esperaba a su llegada a Estambul. El vuelo fue tranquilo, era su primer viaje a Turquía, iba para hacer un reportaje fotográfico que le había solicitado una agencia de viajes. A su llegada, no le esperaba nadie cosa que le extrañó ya que habían pactado que lo irían a recoger. Estuvo esperando un rato sin ningún resultado. Anduvo buscando por toda la terminal y ya en su desconcierto puso rumbo hacia la salida. De pronto para su asombro sintió un fuerte tirón de su maleta, no tuvo tiempo ni de pensar que ya se lanzó corriendo y gritando detrás de su ladrón con abrigo largo y llamativas deportivas. Corría y corría detrás de él casi sin poder respirar hasta que por fin su mangante tropezó y él sin darle tiempo a reaccionar cayó encima pudiéndole atrapar. No podía creer lo que estaba viendo, eran los ojos más hermosos que había visto en su vida. Su profundidad le ensanchaba el corazón haciendo que se perdiera en la existencia. Su pulso palpitaba a tal fuerza que supo que por primera vez en su vida su libertad se había esfumado de un plumazo. Después de que todo el mundo se agolpara alrededor para ver que estaba pasando y de que la policía se acercara, él se levantó, cogió su maleta y sin poder quitar sus ojos de los suyos, vio

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como se llevaban a su usurera, supo que aunque quizás nunca la volvería a ver, él siempre más estaría preso de su amor. Montserrat Domenech Corominas (CFA Montseny, Vic)

El vecino del cuarto Un señor que solo se sabía su apellido ya que solo quería que lo conocieran por Giménez. Era un hombre sombrío alto corpulento y muy misterioso, ya que siempre iba con un sombrero y una americana larga. Él se sentía investigador, pero su oficio era granjero. Viene de un pueblo de Andalucía llamado Lora del Rio. Por cosas de la vida cuando el tenía 30 años se tuvo que venir a Barcelona a comenzar un nueva vida, ya que en un viaje de vacaciones a Barcelona conoció a su todavía mujer y se fue a vivir allí. Era una mañana de julio del 2017 le pica la vecina del tercero y le dice: “a mi perro lo han envenenado.” Después de una larga conversación la mujer llegó a la conclusión que solo podía ser alguien, ese alguien estaba cerca de nosotros. Se trataba de la familia del cuarto. Por la mañana del día siguiente el señor Giménez decidió ponerse hacer lo que realmente le gustaba y el cada día se sentía más libre, mas cautivo , con más ganas de poder investigar un caso que realmente le afectaba ya que conocía desde cachorrito al perrito de la señora del tercero. El hombre padre de familia del cuarto. Era el que la señora sospechaba y entonces empezó a seguirlo durante semanas. Finalmente vio algo y lo grabó. No se lo podría creer lo que estaba viendo, el hombre se dedicaba a poner comida envenenada en los lugares presenciados por animales, concretamente perros. Finalmente con los vídeos que el mismo grabo pudo ayudar a la vecina del tercero que tanto apreció tenia a ella y a su perrito. El vecino del 4 finalmente estuvo detenido 2 días ya que se le acusa de varios intentos de homicidios a mascotas del barrio. Rubén Cepeda Giménez (CFA Sant Josep, L'Hospitalet).

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La caja de Pandora La caja de Laura Hace ya 17 años empecé a construir una caja. Poquito a poco empezaba a coger forma. Un día, cogí madera y fui montando los trozos. Al mes siguiente, la pinté de rojo, rojo para que destaque, rojo como el fuego, rojo como el peligro. Durante otros meses, la forré con telas doraras y moradas para que su interior fuese cómodo, ya que lo que en ella guardaría, estaría mucho tiempo encerrado. En los meses siguientes, le dibujé adornos con mis pinceles especiales. El último mes, fue especial, era el último. Fue el día que nació mi hija. Nueve meses duro la construcción de mi caja. Ese día, le coloque el cerrojo y empezó a guardar toda la tristeza y todo el dolor.Un cerrojo fuerte, del cual, cuando cierras no se escapa nada, un cerrojo que cuando yo llegue al final del camino, nadie pueda abrir y todo lo que exista en esa caja se olvide con el tiempo y se quede en algún lugar, donde nadie la pueda encontrar y dejar salir todo lo que en ella guarde. En esa caja guardo la tristeza provocada por la traición. Decidí construir mi caja para guardar todo lo malo de mi pasado para dar paso a la felicidad y el egoísmo de pensar en mí y mi nueva familia. En mi caja guardo a las personas que no me quisieron lo suficiente y que no se merecían mi perdón ni mi amor ni la dicha de compartir mi felicidad por lo que había llegado a mi vida. Ese día empecé a vivir y a sentir por mí. Algunas veces he pensado abrirla y perdonar, pero cuando empiezo abrirla empiezan a salir sentimientos que duelen y mi impulso me hace cerrarla de golpe como si fuese la caja de Pandora que volverá a desatar las lágrimas que mis tres amores me han ayudado a limpiar. Laura Aguilar Soto (CFA Can Marfà, Mataró)

La caja de Santiago Al nacer, me dieron una caja. Una caja muy bonita, pero en ese momento no sabía su utilidad. Una vez alcanzada la conciencia de para que podía servir, yo la empecé a utilizar, para guardar mis tristezas. Con el tiempo, esa caja, cada vez estaba más llena, cada vez que la habría, como era todo tristeza, me hacía sentir, muy decaído y desolado. Entonces me di cuenta, de que en esa caja, podía guardar mis momentos felices. Ahora cuando que abro la caja me hace soltar una larga y agradable sonrisa.

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De los momentos tristes, mejor aprender de ellos y olvidarlos. Santiago González Garrido (CFA La Selva, Santa Coloma de Farners)

La caja de Laritza Una tarde verano yo cumplía seis años, seis maravillosos años de risas y alegrías, chocolates y chucherías. Mi abuela, mi bella y amada abuela. Aquel día me regalo una caja. Vaya caja más bonita decía en mi cabecita. Llena de alegría recibí mi caja, estaba vacía y curiosa como siempre pregunte a mi abuela con que debía llenarla. Sonriente y alegre me tomo de las manos, me miró fijamente y abrió la caja y dijo “Guarda todo lo malo, deja que todo lo que te haga daño descanse”. En mi inocencia no sabía a lo que se refería, ahora que soy grande comprendo perfectamente. Me han roto el corazón y he escrito mis tristezas, las guarde dentro de la caja y mientras miro al cielo pienso en mi abuela. Laritza Lizeth Ortega (CFA La Creu de Barberà, Sabadell).

La caja de Montserrat: nostalgia Aterricé en este mundo sin saber por qué. De pequeña a cada paso que daba el dolor, sentía un peso en mi corazón. Descubrí que conmigo viajaba una caja. La nostalgia de las estrellas yacía encerrada en ella, en una bonita caja de color verde esmeralda. A veces me encogía el corazón y otras me exaltaba con tal fuerza que me sentía desvanecer en medio de los secretos del universo. Con los años entendí que era mi tesoro más preciado y como un amuleto siempre me ha acompañado. En medio del tumulto del mundo, celosa aguardo en mi rincón de soledad y silencio, abrir mi caja para poder sentir esa nostalgia llena de purpurina de estrellas que inunda cada rincón de mi ser llenándome de esperanza. La esperanza de un mundo por venir lleno de paz, amor y compartir. Montserrat Domenech Corominas (CFA Montseny, Vic)

La caja de Nàdia: melancolía La dejó en mis brazos. Fue tan inesperado. Lo primero que hice fue buscar la palabra que la caja tenia grabada en la tapa. Melancolía: tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada. Y esa fue la descripción exacta, de

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como yo me siento después de que esa caja apareciera en mi vida. A veces me cuesta llevarla conmigo todo el tiempo, otras la miro y una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro porque algún recuerdo bonito sobre ti aparece en mi cabeza. Pero sé que poco a poco el amor y el recuerdo se pondrán de acuerdo quitándome lo único que me queda de ti. Perdóname si poco a poco ese pequeño rastro de pecas que llenaban tus pómulos se deshace, como el chocolate y desaparece de tu rostro, perdoname si dudo del marrón intenso de tus ojos, del agridulce sabor de tus labios, si al cerrar los ojos ya no puedo oír tú voz, oler tu olor, perdóname si olvido esas noches en que dormíamos abrazados, aquellas mañanas en que desayunábamos juntos. Sé que nunca podrás leer esta carta, pero aun así la seguiré escribiendo, y a lo mejor algún día, cuando me esté rascando el cabello blanco que me quede, abriré la caja y encontraré esta carta, y al leerla recordaré eso que algún día existió, tan maravilloso. Y entonces sabré que no fue solo un sueño. Ahora, voy a guardar esa carta dentro de la caja, y la caja la esconderé debajo de mi cojín, como cada noche. A lo mejor mis sueños la abren y te puedo ver de nuevo. Nàdia Orta Freixes (CFA Anoia, Igualada)

La caja de Silvia Sí , al nacer mis hijos me dieron la caja, una caja pequeña, dorada y con una cerradura en forma de corazón. Con la caja me dio un sobre también , un sobre de un color rosa , dentro del sobre estaba la llave, y un papel con las instrucciones: "abrir en domingo y a solas", ponía en el papel. La maternidad te da felicidad, mucha plenitud y una sensación de felicidad, pero también mucho trabajo y mucho sufrimiento Un domingo por la tarde después de una semana dura, llena de estrés de toda la semana, me decidí a ver lo que había dentro , cogí la llave ,una llave pequeña y dorada, como la caja , abrí la caja y escuche una voz dentro de mi cabeza que me decía, mete la tristeza dentro de la caja, mete tus lagrimas reprimidas, mete tus momentos de soledad, mete tus ganas de llorar, mete tus gritos reprimidos y vacíate de todo lo que no te haga feliz, tómate tu tiempo, y cuando empieces a respirar mejor y te sientas nueva, cierra la caja y guarda la llave.Esta caja sirve para meter tus penas y tristezas y vaciarte para poder llenarte de momentos felices con tus hijos.

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Desde ese día tengo mi caja para mis momentos de tristeza , los vuelco en la caja en la caja y me olvido de lo malo, cierro con llave y así puedo empezar con mas fuerza y mas energía mis semanas. Silvia Peinado Martínez (CFA Castellar del Vallès).

La caja de Joaquín: en búsqueda de la felicidad Hace tiempo en mi vida un hombre muy feliz me dio una caja hermosa y brillante donde guardar los sentimientos no felices. Yo felizmente acepté la caja y descubrí que en su interior solo había sufrimiento y tristeza, con lo cual deposité todos mis sentimientos negativos en ella y decidí continuar con mi agradable vida. Desde ese momento me dediqué a recolectar los sentimientos más dolorosos de la gente que conocía de toda mi vida, y al ver sus caras de felicidad me di cuenta de que debía eliminar el dolor y sufrimiento de todo el mundo. Sabía que no era fácil pero contaba con el poder de la amistad de mi lado y junto a mis mejores amigos nos dirigimos a un aeropuerto para repartir felicidad por el mundo entero. Hubo un sentimiento que se nos resistió por completo y que no conseguimos encerrar en la caja. Ese era el odio. Cada vez que lo encerrábamos en la caja, todos los demás salían junto a éste, y en ese preciso momento los peores sentimientos se volvían a apoderar de las personas más débiles. Después de mucho tiempo tratando de eliminar el mal del mundo nos dimos cuenta de que era del todo imposible, pero aprendimos una valiosa lección: el mero hecho de intentarlo llenó nuestros corazones de júbilo y satisfacción y nos hizo ver que uno tenía que aprender a convivir con todo tipo de sentimientos. Finalmente decidimos deshacernos de la cajita color esmeralda y empezamos a vivir nuestras vidas mezclando momentos de radiante felicidad, otros de apatía y otros de tremendo dolor. Al final, el dolor nos enseña a valorar los momentos de felicidad. Joaquín Belver Via (IOC- Barcelona)

La caja de Adriana Una tarde, caminando, me encontré con él, se acercó a mí, un hombre sin mirada, con aspecto cadavérico, voz de arena y me sorprendió así: "Hola, Adriana". No hizo

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caso de mi cara de extrañeza y me puso una caja entre las manos. Continuó así: "Esta será la caja de tus recuerdos, nada habrá más valioso para ti, aunque vas a demorar en percibirlo". Dio media vuelta y se fue siguiendo el camino del sol por la selva de asfalto de mi Distrito Federal. Desde entonces guardo ahí mis recuerdos, donde nadie los pueda manipular, pues sé que en la caja están muy bien guardados. Ahí los voy echando: algunos, buenos y otros, malos. Estuve a punto de perder mi caja y con ella mi singular identidad. Ni hay que decir que la tenía tan bien escondida que los ladrones intentaron robármela: "Algo tan bien guardado algún valor tendrá" -pensaron- Al verlos salir de mi casa con ella entre las manos, no podía cruzarme de brazos ante tamaña canallada. Peleé a muerte como los ocelotes cuando defienden a su cría. Desde entonces la dejé bien a vista de todos, para que así pase desapercibida entre otros cachibaches de la casa. Cada vez que puedo la abro para rememorar viejos momentos: el perfume que usaba mi padrino me hace volver a mi infancia, el aroma del humo que me hace recordar cuando mi abuela hacía tortillas en un comal con leña de espino, el primer día que fui a la playa y la pasé tan bien con mi madre, la tarde en que conocí el amor de mi vida, el día que supe que estaba embarazada y me llenó de felicidad. Un recuerdo no tan agradable, de hecho nada agradable, fue cuando me dieron la fatal noticia de que mi tía había muerto... con ella pasé muchas aventuras y vivencias, o cuando salí de mi país ya sabiendo que podría pasar mucho tiempo sin poder volver... aunque sé que volveré. La caja, aunque todos la pueden ver, nadie sabrá su importancia. Porque los recuerdos son momentos vividos como sombras que caminan para atrás ,como hojas que arrastra el viento, parecen tener vida propia, son híbridos de vida y olvido. Son sobre todo vida y al menos yo quiero vivir más. ¿Quién era él? ¿Quién me dio la caja? Ahora, por fin, lo comprendí: Él era el tiempo Adriana Millán Cruz (CFA La Creu de Barberà, Sabadell)

La caja de Ecaterina El me ha entregado la felicidad en una caja bien cerrada y me la ha dado diciéndome: - Guarda esta caja en el mejor sitio, que nadie la encontré, guárdala en tu corazón.

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No vayas a perderla, que me costó mucho esfuerzo encontrarla. No tiene muy buen aspecto pero si, tiene mucho valor. Lo busqué mucho hasta que la encontré, llévala siempre contigo que no se nota mucho y nadie te lo verá. Después de todas estas recomendaciones que me dijo él, levaba la caja siempre en mis manos. Donde me iba allí venía la caja y noté que la caja no pesaba mucho pero sí que era incomodo de ir con ella en las manos, no podía hacer nada con las manos ya que tenía la caja entre mis manos. Tampoco me atrevía dejarla ya que él me dijo que nadie lo veía. Una tarde que estaba paseando con la caja, me senté en un banco y mientras la estaba mirando encontré en la etiqueta una frase: “Conservar sin usar”. Y desde entonces guardo en esta caja mi felicidad. La llevo a pasear todos los días y por la noche la guardo de bajo de mí cojín para nadie la encuentre. Ecaterina Burnau (CFA Tortosa)

La caja de Laia Como un reflejo de espejo me entregué a mi misma una caja roja con cierre dorado. "Deberías guardar todo lo que odias y te llena de frustración aquí mismo. Pero tápala, que nadie lo vea. Escóndela muy dentro de corazón, donde ni tú misma sepas dónde se encuentra", me ordenó mi voz interna. Y así fue. Llevaba la caja a todos lados, pero apenas se notaba. La incrusté de alguna forma u otra en mi pecho, pues mi idea era no desprenderme de ella jamás. La caja hacía su función y absorbía esos sentimientos, acumulándolos en su interior. Al principio se sentía todo ligero, no tenía nada que cargar. Pero mientras más se llenaba la caja de sentimientos y el tiempo pasaba, más consumida me sentía y aquella presión insaciable me surgió en el pecho. Me hacía más daño a mí misma escondiendo esos sentimientos que sintiéndolos. Como una daga letal con la que me hería a mi misma. Harta de dolor contenido, decidí abrir la caja roja. Recuerdos, situaciones, memorias que conllevaban tanta agonía surgieron de ahí y me rodearon. Empecé a llorar lágrimas de dolor. Me sentía aliviada y al mirar de nuevo la caja, ahora vacía de esas emociones, me encontré un papel con escritura curvada. Decía: " La cura para el dolor contenido es nada más ni nada menos que las lágrimas saladas, las cuales limpiarán y cicatrizarán tu corazón". Laia Hernández Terribas (IOC- Barcelona)

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“Escribir no es una cuestión de libre albedrío, es un acto de supervivencia” (Paul Auster)

Profesora del Módulo: Isabel Verdú Arnal Institut Obert de Catalunya

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