Los autores de esta revista son alumnos del módulo Taller de escritura creativa Primavera 19 – GES - Institut Obert de Catalunya Aquí detallamos los autores seleccionados y sus centros tutores. ¡Enhorabuena!
Bautista Romero, Marta
CFA Badia del Vallès
Calvo Cañadas, Juan José
CFA Maria Verdaguer – Figueres
Cegarra Ramírez, Jordina
IOC Barcelona (Abel Caldera)
Cordero Riba, Raquel
IOC Barcelona (Isabel Verdú)
Espinosa González, David
CFA La Llagosta
Febrer Mesquies, Sergi
CFA Miquel Martí i Pol – Manlleu
García Pallás, Ester
CFA Mollerussa
Giménez Yniesta, Juan
CFA Baix Montseny
Gómez Cáceres, Jennifer
CFA Lloret de Mar
Maya Santiago, Juan Carlos
CFA Ramon Llull - Terrassa
Mora Blanco, Manel Junior
CFA Jacint Carrió – Manresa
Molina San Martin, Tamara Sujeiv
Institut Illa de Rodes - Roses
Moreno Martínez, Juan José
CFA Parets del Vallès
Muñoz Arranz, Andrea
CFAM Natura – Pineda de Mar
Muñoz Rodríguez, Maria Montserrat
CFA Sant Boi
Pedrajas Marcos, Sabina
CFA Jacint Carrió – Manresa
Ramos Barco, Sergi
CFA Badia del Vallès
Rosales Gil, Joana
iOC Barcelona (Laura Garcia)
Segura Pretel, Manel
CFA Palafrugell
Ventura Pastor, Valeri Josep
EA Timó. Tiana - Montgat
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¿Qué refleja el espejo? Una vida aprendiendo a valorar el tiempo Crecí en el extrarradio de Barcelona: mis recuerdos de niño: pelotas de fútbol y descampados de tierra; en mi adolescencia, pocos estudios y mucha distracción. Durante esos años se forjó mi carácter; tímido por dentro, extrovertido por fuera o -lo que es lo mismo- un 'timivertido'. Quien me conoce dice que soy soportable; prudente y tolerante, según dicen, un amigo con el que compartir un buen rato y con quien hacer algo divertido. Aunque ya he cumplido los treintaimuchos, en conjunto, estoy bien conservado; de expresión afable; en forma; alto como el asta de una bandera; con abundante pelo y poquísimas canas; mi tez es morena y mis rasgos despiertos. Quizás una vida entregada al deporte tuvo algo que ver con ello. Apasionado de mi familia; especialmente de mi pequeña, mi princesa de dos años. Desde que llegó valoro más el tiempo, ese valioso tiempo que malvendo a diario por una porción de euros. Sin duda si pudiera transformarme en objeto seria reloj, para así tratar de detenerlo, tic tac,… maldito tiempo. Valeri Josep Ventura Pastor (EA Timó. Tiana -Montgat)
Yo misma, mismamente Pues aquí estoy, sentada delante del ordenador sin saber muy bien quién y cómo soy. ¿Describirme? ¡Pero si cada minuto que pasa soy diferente al anterior! Aparte de eso, soy muy común, una oveja más en cualquier rebaño; eso sí, en el rebaño de mi familia soy la oveja negra. Empezando con que todos son de Sevilla menos yo, que nací en Cataluña. ¡Ahí!, dando la nota desde el segundo uno. La pequeña, y según dicen las malas lenguas la más rebelde, de cinco hermanas. Y como eso parecía poco para destacar entre ellas, mido 1’75 cm, ahí es “ná”. Más larga que un día sin pan, esta frase me aburría de escucharla en mi adolescencia… Y yo pensaba, ¿se hace largo un día sin pan? En lo que concierne al físico, sin contar con la estatura, no somos tan diferentes entre nosotras. Supongo que el ADN no quiso pasarse de la raya para que
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mis padres no denunciasen al hospital creyendo que les habían dado el cambiazo. Mi pelo es castaño, color avellana, por no decir castaño color castaña; que para el caso viene a ser lo mismo. Mis grandes ojos, cubiertos de largas pestañas, (bastantes molestas, por cierto, ya que cuando me pongo las gafas de sol, si lo digo, lo digo todo, chocan con el cristal y me cuesta pestañear) son color miel, con la peculiaridad de que, si lloro o les da el sol, cambian de color y como si fuesen los de una gata, se tornan verde aceituna. Vamos que en verano soy una y en invierno otra. Esto junto a mis, modestia aparte, perfectos y bien definidos labios, son las facciones que me gustan de mí; ya que mi nariz, raro es el día que no amanece con un amigo de cabeza blanca. Mi carácter depende de la situación y/o estado de ánimo en el que me encuentre, o sea, como mucha gente. En ocasiones puedo hablar por los codos como si mis pilas fuesen extra alcalinas y en otras, es como que las pilas no se hubiesen cargado bien o estén mal opuestas y prefiero escuchar a ser escuchada. Eso también lo soy, buena oyente y confidente. Cualquiera puede confesarme su más intimo secreto sin dudar un instante que a los dos minutos ya no me acordaré de ello; así es fácil no ir contando chismes por doquier. Esta parte de mi faceta hace que tampoco sea rencorosa. Lo que me falta de memoria me sobra de imaginación. ¡Madre mía la de cosas que invento! Sin ir más lejos, estaba fregando los cacharros del desayuno hace un momento y un vaso se me ha resbalado de las manos, no una, sino dos veces…pues cuando me he dado cuenta ya estaba inventado no una, sino dos historias; una por cada resbalón. En la primera he castigado al vaso por no querer “ducharse” y en la segunda lo llevaba al psicólogo por su intento de suicidio… ¡cosas mías! Y es que mi mente no para ni de día ni de noche. Cómo será la cosa, que una vez fui a probar una clase de mindfulness, nada más entrar cogí una colchoneta al igual que el resto de gente que allí había; cuando ya estábamos todas estiradas en ellas, nos dice la profesora:
“Ahora cerrar los ojos, respirando relajadamente y
dejando la mente en blanco.” ¿Perdona, que has dicho? ¿La mente en blanco? Me levanté y me fui de allí, está claro que el mindfulness no está hecho para mí. No puedo dejar de decir que soy bastante amigable, aunque parece ser que de primeras no lo parezco. ¿Cuántas veces me habrán dicho…? ¡Huy, como me equivoqué contigo!, la primera vez que te vi pensé que sería una borde de cuidado. La gente no sabe diferenciar la ironía de la estupidez, ¡así nos va!
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Bueno, pues parece que a lo tonto a lo tonto…he descrito a esta humilde, soñadora y sencilla ama de casa, madre, esposa, familiar y trabajadora mujer que soy yo misma, mismamente. María Montserrat Muñoz Rodríguez (CFA Sant Boi)
Lo que no conocía sobre mí… y ahora voy a contarlo
Yo nací en Barcelona, no puede haber ciudad más bella pero me siento andaluza porque de ahí vienen mis raíces. No recuerdo un verano que no haya ido a veranear a Jaén al pueblo de la familia de mis padres, hasta mi nombre es andaluz, Juana, cosas de pueblo así se llamaba mi abuela materna, ¡pero mi hermana mayor se negó! Así que me lo cambiaron al catalán, Joana, ¡y cómo lo agradezco! Soy de personalidad natural, como el yogur, también puede cambiarme el humor según como tenga las hormonas, revueltas o tranquilas, suelo ser amable como o como un día de verano soleado y no me cuesta mucho alterarme como un volcán en erupción. Soy muy cariñosa como un mimosín y puntual como un reloj, soy nerviosa como un despertador sonando y dormilona como un perezoso. Si fuera una flor sé que sería una rosa, mi apellido rosales siempre lo he visto como un rosal grande rojo, abundante…Si fuera un animal sería una pantera, elegante, erguida, rápida, ágil y fuerte, si fuera un color sería el azul, me gusta su fuerza, si fuera música sería la banda sonora de rock Survivol, con tanto gancho y garra, si fuera un sabor sería vainilla, un abundante sabor que no quieres que acabe. Mi estatura es mediana, ni muy bajita ni muy alta, mi cabeza es alargada, dicen que cualquier peinado me queda bien, mi cabello es pelazo, tengo mucha cabellera y gruesa, siempre llevo el pelo alborotado, mi frente es prominente, mis cejas son arqueadas, mis ojos marrones son redondos, mi mirada serena es risueña, mi nariz pequeñita es chata, mi boca de líneas regulares con amplia sonrisa, mis labios carnosos, mi tronco es fuerte, mi complexión es atlética, mis brazos delgados, mis manos grandes y diestras, mis piernas de muslos gruesos, mi rostros anguloso, la expresión de mi cara es alegre, feliz, a veces nostálgica, maravillada e ingeniosa. La sensación que vería sobre mí si me viera desde fuera sería una persona nerviosa, con mucha energía, alegre y desconfiada y como posible escritor me vería de novela romántica. No creo que me conozca a mí misma del todo, igual que no se
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conocen a las personas al 100% a una misma tampoco, siempre te sorprendes en algunas ocasiones cuando pasan cosas nuevas de como reaccionamos o qué sentimos o lo fuertes que llegamos a ser. Joana Rosales Gil (Barcelona)
Yo también soy yo Nací en Badalona, en uno de esos reductos de ciudad donde se alternaban los parques urbanos llenos de basura con los descampados extrañamente acogedores para un niño de corta edad. En los setenta no estaba de moda “la sostenibilidad” ni se tenía en cuenta el entorno. Solo se vivía, se trabajaba y se estudiaba si se podía. Yo tuve esa oportunidad y la aproveché a medias, quizá lo suficiente para no sumarme a esos grupos juveniles que acechaban en mi entorno. Con el tiempo me separé de ese entorno y alcancé grupos más “benévolos”. Al menos con ello no tenía que justificarme hablando el catalán frente a otros que lo veían como algo extraño. Aun llevando tres generaciones en Cataluña y con unos bisabuelos que decían ser tan catalanes como el mismo Macià, el hecho de llevar el apellido “Giménez” te coloca en el otro lado. Mi físico ha ido mutando año tras año, como la mayoría de gente supongo. Pasé muchos años de un conformismo laboral y didáctico que solo me permitía cargar y descargar camiones, pero como tiene su lado positivo, aquel trabajo poco edificante me permitía lucir un físico envidiable (lo añoro…). Tras un golpe de efecto y un puñetazo figurado en la mesa, llegué a ocupar un puesto en la administración de una gran empresa. El cambio de actividad me trajo quilos y estrés, pero a cambio me transformó la vida y la de los míos, dejábamos el mundanal ruido para ir a vivir al Montseny. Ahora ahogo ese sedentarismo en mañanas impagables caminando entre los senderos del bosque cercano. Fumo lo necesario y bebo cuando es preciso, lo primero porque no he intentado nunca dejarlo y lo segundo porque solo bebo para celebrar, y ahora eso se produce en pocas ocasiones. Reconozco que no suelo mirarme demasiado en el espejo, aunque aún luzco la totalidad de mi pelo, y aunque con abundantes pinceladas blancas, me hace sentir orgulloso y suma puntos frente a esa obesidad que acecha junto a las arrugas en mi rostro. Con todo eso y mis eternas gafas, el resultado es como mínimo de aprobado. No comparo nunca, pero como decía aquel: “¿Cómo estás?, ¡Pues anda que tú!”
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Intento pasar mis horas libres entre mi gente, pero siempre dejando mi espacio vital con actividad propia. Sigo escribiendo, estudiando, pintando y creando cosas. Es mi forma de vida o quizá solo mi “Vida” sin más. No concibo otra forma de escribir mi destino. Conservo pocos amigos, pero aún me son fieles y he descartado los que no lo han sido, es lo único que te permite el paso del tiempo, y a mis casi cincuenta puedo permitirme decir que “no”. En otro tiempo lo hice con la actividad política y también con las obligaciones impuestas. Ahora solo escribo, siento e intento dar si puedo. Vivo sin más...ni menos. Juan Giménez Yniesta (CFA Baix Montseny)
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Un momento de observación
Reencuentros inesperados en la estación Otro día en la estación como cada viernes, allí estaba ella, una mujer delgada, alta, morena, con pelo corto, con un vestido por encima de las rodillas de color azul como el mar, muy despampanante y con un hombre que supuestamente era su marido de piel morena, pelo negro y alto como una jirafa. De repente entra en la estación una chica sofocada con la cara de un color rojizo como una rosa, delgada, bajita y morena, y se va directamente a la mujer que estaba con su marido esperando el tren y le dice: -¿Buenas tardes es usted Gloria?- preguntó la chica. -Si, soy yo, ¡de parte de quién?- contestó la mujer. -Soy tu hija...- le dijo directamente la chica. Entonces la mujer, sorprendida, con un color blanco pálido en su rostro, rápidamente la abrazó y empezó a llorar desconsoladamente sin parar, la chica también la abrazó muy fuerte y empezó a llorar. Luego llegó el tren y las tres personas se fueron con la cara llena de felicidad. Estas cosas pasan muy raramente pero ese día fue algo muy triste y a la vez emotivo. Jénnifer Gómez Cáceres (CFA Lloret)
Lo tenía tan cerca Ahí estaba yo,delante de la pantalla de mi portátil estrujándome el cerebro para intentar recordar la última vez que me paré a observar algo con detenimiento,no tenía ni la más remota idea, y el ejercicio no se iba a hacer solo, ¿o sí?. De repente, una estruendosa carcajada me sacó de mi letargo, había sido una risa tan sonora como agradable, levanté la vista y ahí estaba ella, sentada en el sofá mirando la tele,u un halo de luz entraba por el ventanal y apuntaba directamente sobre ella dándole un toque celestial, su alborotada melena castaña me impedía la visión total de su rostro, no obstante, mis ojos se centraron en los suyos, marrones, intensos y con una expresión de jovialidad la cual complementaba
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con una sonrisa cautivadora. Después de varios minutos observándola, levantó la vista y al darse cuenta de que la estaba observando me preguntó: -¿Qué estás mirando? -A ti-, contesté yo. -Anda, ¡¡¡sigue estudiando!!!-, dijo, mientras se ruborizaba. Resulta que, sin pretenderlo acababa de hacer mi ejercicio, ahora solo tenía que redactarlo. Juan José Moreno Martínez (CFA Parets)
Observaciones en un tren Hace unas semanas, no puedo recordar ya con exactitud cuántas, me dirigía yo camino a un encuentro con un viejo amigo, con el cual había quedado para "hacernos" un café y ponernos al día con nuestras respectivas vidas. Mientras estaba sentada en el tren rumbo a mi destino, pues habíamos acordado ir a un punto intermedio entre su residencia y la mía, no podía evitar observar todo lo que rodeaba y reparé entonces en una anciana que miraba con tristeza a su alrededor y que a veces parecía perderse mirando por la ventana. Me percaté de que era la única en ese prácticamente desierto vagón que no llevaba un móvil en la mano, cosa que me sorprendió. No pude evitar pensar en cuál era el motivo de su tristeza, ¿habría enviudado recientemente?, ¿estaría extrañando a alguien?, ¿había tenido un mal día, solamente? Todavía recuerdo la soledad y la resignación reflejadas en sus ojos blanquecinos, y todavía me persigue la pregunta de qué le sucedería. Andrea Muñoz Arranz (CFAM Natura- Pineda)
Ayer por la tarde, en mi pueblo Ayer por la tarde, caminaba por la calle principal de mi pueblo, Mollerusa. Casi rozando la noche, los últimos rayos de sol deslumbraban la calle principal haciendo
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que se viera iluminada y viva. Me senté en un banco que hay en la plaza mayor, y me puse a observar la gente que pasaba. Unas con prisas, de aquí para allá, y otras con toda la calma del mundo. Escuché una voz rasgada, como si viniera de alguien mucho más mayor que yo, y otra voz que ligeramente la acompañaba, más aguda pero también se notaba que provenía de alguien mayor. Me giré y observé la escena: eran dos personas mayores, iban agarrados, ella del brazo de él y él de su bastón de madera que le ayudaba a andar. -No me gustan los pantalones que llevas hoy, María -exclamó el hombre mayor, mientras se sentaban en el banco que había a mi lado. -A mi tampoco me gustas tú y no digo nada -dijo la mujer ligeramente, frunciendo el ceño y mirándolo con mala cara. Me giré sorprendida, la mujer me miró y se le dibujó una sonrisa en la cara. La situación me pareció graciosa y única, pero luego me puse a pensar...¿El amor es esto? Que al final de los años se acaben tratando así. O a lo mejor será porque tienen un buen sentido del humor, cosa que es muy positiva. Aunque, dicho esto, de mayor también quiero que haya ese sentido del humor, pero siendo respetuosos. Ester García Pallás (CFA Mollerussa)
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Historias de vida Su último cartucho Mientras todo el barrio dormía su viejo reloj de pulsera tocaba la media noche. Era enero de 2010 y allí se encontraba él, muerto de frío, sentado en un banco frente al Casino de Barcelona. Mientras se decidía a entrar jugueteaba con la que era su ultima tarjeta de crédito disponible, es decir; su último cartucho para revertir la situación. «¿Como puede dar tantas vueltas la vida?», pensó Valeri. Lejos quedaban esos días en las playas de Jimbaran, donde desde su portátil exportaba muebles balineses hacia el viejo continente. Todavía se le cerraba el estómago recordando sus últimos meses allí, esos meses de finales de 2008 devorando terribles noticias que narraban el colapso económico que dejaría sus cuentas vacías y una deuda millonaria con hacienda. Siempre había sido una persona positiva y pese a contraer un gran deuda y tener todas sus cuentas bloqueadas, decidió volver a Barcelona para empezar -por enésima vez- una nueva vida afrontando las adversidades. Una semana después de su regreso a Barcelona, un amigo le invitó a tomar una copa en el Casino de la calle Marina. Atónito y sin dar crédito observó como decenas de personas apostaban al póquer sin tener ningún conocimiento. Esa misma noche decidió que sus próximos tres meses los pasaría estudiando y aprendiendo a jugar. —Allá vamos—susurró Valeri. Se levantó ágilmente del banco, anduvo decidido hacia la puerta y entró. El ambiente era exactamente el que recordaba, multitud de personas apostando grandes cantidades de dinero, así que sus siguientes cuatro horas las dedico a una mesa de juego. —¡Bien!—exclamó mientas recogía sus ganancias. Cientos de horas de estudio habían dado resultado: ¡En solo una noche había quintuplicado su dinero! Pronto pasaron los días, los meses y en poco más de un año había conseguido saldar su millonaria deuda con hacienda y ahorrar lo suficiente como para abrir un nuevo negocio en Barcelona.
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La noche que decidió entrar al Casino para apostar sus últimos ahorros aprendió la lección más importante de su vida, la lección que lo cambiaría todo para siempre: no importa cuantas veces caes sino cuantas veces te levantas.
Valeri Josep Ventura (EA Timó. Tiana- Montgat)
Aquel día que cambió todo Allí estaba Juan. Nervioso y desubicado. Era verano y aun así la calefacción funcionaba a todo trapo e inundaba el aire de humedad y bochorno. Las enfermeras no dejaban de circular en todas direcciones y Juan se subía las gafas nerviosamente. Ahora, en bermudas y camiseta, añoraba el invierno, al menos el abrigo cómplice le hubiera permitido meterse las manos en el bolsillo y ocultar su nerviosismo. El olor a medicamentos tampoco le era de gran ayuda…Paredes blancas, camillas, pasillos eternos de puertas metálicas, sillas de plástico reposando en salas de espera que ahora se le antojaban como aparcamientos de minutos que tenían más de sesenta segundos, de horas que daban más de una vuelta en el reloj.. Al fondo se oían llantos, llantos nuevos, como de alguien que asoma al mundo. Llantos entrecortados que se mezclaban con exclamaciones de gozo, con gritos de dolor quizás… Juan pensó que aquellos llantos podían ser los primeros que oyera. Un sudor frío le recorrió la espalda pensando que lo habían ignorado, que lo habían aparcado en aquella sala de espera y le iban a negar ser testimonio de lo más esperado. El sudor frío cesó y se agarró a la frase que le soltó horas antes aquella enfermera que no sonreía nunca: “No se preocupe, lo llamaremos cuando esté todo a punto”. Alguien le hacía indicaciones desde el otro lado del pasillo, era aquella enfermera antipática. La misma que ahora le parecía el Ángel mismo de la Anunciación. Juan la siguió como un perro de caza, no quería perderle el rastro y al hacerlo casi le pareció que su cuerpo no tocaba el suelo. A Juan les colocaron una bata poco estética y menos elegante, pero igual se hubiese puesto una armadura y no hubiera caído en la cuenta, los nervios le seguían apretando el pecho. Y el futuro padre siguió flotando por el pasillo, como lo haría una bailarina danzando de puntillas, o como un hada rozando las flores con sus alas y trasladándose hasta el
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Sangrilá que había de ser aquel el quirófano. Y Juan siguió a aquella enfermera antipática que ahora le parecía la más amable, hasta que las puertas se abrieron. Lo hizo justo en el momento en que su hija decidía que era el momento de asomar su cabecita y sumarse a las alegrías y tristezas de este mundo. Juan sonrió, su mujer también a pesar del dolor y casi quiso imaginar que su hija también lo hacía. Al menos aquel llanto de bienvenida le parecía una risa, debía ser así ya que aquel día había cambiado todo. Juan Giménez Yniesta (CFA Baix Montseny)
Ansiadas vacaciones Por fin había llegado ese deseado momento. Hacía más de cinco años que no escapaban del agobiante ruido de la ciudad, la cual, parecía pactar verano tras verano con sus vecinos y conocidos; canjeando su habitual escenario para quedar infectada de turistas. Ese verano los incluyó en el pacto, aunque lo planeó algo tarde y el billete de avión de Montse tuvo que ser en un vuelo diferente al de su familia. No le importó, nada iba a aguarle la fiesta; excepto la torrencial tormenta que caía esa madrugada. Su familia embarcó y allí se quedó ella, sola en el abarrotado aeropuerto, esperando que transcurriesen las tres horas restantes para la salida de su vuelo. Tras los grandes ventanales observaba como el cielo se iluminaba de vez en cuando, el insaciable aguacero traía consigo algún que otro relámpago. - Ojalá en la isla el sol no nos abandone durante nuestra semana de relax.- los pensamientos
de
Montse
eran
casi
una
plegaria.
Mientras su familia recogía el equipaje en el destino, una impaciente Montse se abrochaba el cinturón dentro del gran pájaro que la trasladaría junto a ellos. Sintió el rugir de sus fuertes motores y vio a través de la pequeña ventana su lento desplazamiento para ir cogiendo velocidad progresivamente mientras el piloto advertía por megafonía que atravesarían una tormenta para seguidamente disfrutar de cielo abierto durante todo el trayecto. Poco a poco las pequeñas ruedas se desprendieron del pavimento e instantáneamente bloques de pisos y automóviles aparecieron como un pequeño tablero de Monopoli y como si de un documental en
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3D se tratase, esas vistas recorrieron la costa hasta llegar a un mar sin fin. Ella disfrutaba de ese paisaje, le parecía increíble. Sin previo aviso lo vio, una fugaz y brillante luz blanca inundó el estómago del ave, el mayor estruendo que sus oídos habían vivido jamás la dejó paralizada y sin otra explicación que esa, se hizo el silencio el cual se llenó de gritos e incertidumbre por parte de todos los pasajeros. Los motores quedaron mudos, las luces se apagaron, saltaron mascarillas delante de sus caras. ¿Qué sucedía?, ¿eso había sido un rayo?, se preguntaba a sí misma confusa. Descubrió a muchos pasajeros portando gruesos chalecos amarillos. “¡Mierda!”, pensó. Había hecho caso omiso a las indicaciones de las azafatas, no sabía dónde encontrar el suyo. Siguió observando asustada y descubrió a un señor nervioso buscando algo debajo de su asiento, era su chaleco. Con manos temblorosas, Montse registró la parte de abajo del suyo, allí estaba. “¿Y ahora qué?” No creía que ponerse ese chaleco le salvase de mucho a no ser que cayese al agua. De manera inocente miró por la ventanilla y descubrió que ya no se veía el azul del mar. El avión se dirigía nuevamente hacia el aeropuerto, dos líneas paralelas indicaban la situación de la pista de aterrizaje. Pudo distinguir diversas ambulancias y decenas de diminutas personas con chalecos naranjas. Algo hizo clic dentro de su cabeza al escuchar el desconsolado sollozo de una adolescente, debía tener la edad de su hija, estaba sentada en el asiento justo delante del suyo. Sin pensárselo dos veces desabrochó su cinturón y se dirigió hacia ella,
la
abrazó,
le
preguntó
su
nombre:
- Andrea- le susurró la aterrada niña. Montse intentó consolarla diciéndole a Andrea que no estaba sola y que todos tenían miedo. Localizó su chaleco y se lo puso, se aseguró de que el cinturón de la niña estuviese bien abrochado. Montse giró su vista hacia la ventanilla y pudo ver como el avión estaba ya a escasos centímetros del asfalto. Besó a la asustada Andrea y le prometió que todo iba a salir bien. Antes de volver a su asiento, quizás por instinto o quizás porque de manera inconsciente se lo hubo escuchado a la azafata, le indicó a Andrea que pusiese sus manos alrededor de su cabeza e intentara tocar con ella sus rodillas. Cuantiosas chispas les rodearon mientras percibían el estruendo provocado por todas las veces que el avión golpeaba con violencia en el duro hormigón; a la vez que en su interior, de manera simultánea, se hizo un silencio sepulcral. Parecía que todos habían dejado de respirar. Con todas sus fuerzas, el enorme aparato intentaba frenar; la pista se terminaba. Maletas y bolsos llovían encima de los pasajeros. Nadie decía nada, tan
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solo esperaban el final del indudable desastre. Después de varios golpes y sacudidas más, el avión quedó inmóvil.. Los llantos se oían trágicos y huecos, ya no eran gritos de miedo eran de dolor. El cuerpo de Montse no respondía, sus ojos veían a gente ensangrentada por todas partes. Se acordó de Andrea y salió de su letargo, desabrochó su cinturón y fue en su búsqueda. Allí estaba, algo magullada, pero bien. El fuerte abrazo que le regaló consiguió sacar a la adolescente del estado de shock en el que se encontraba y atender a las indicaciones de Montse. Esta le pedía que le rodease el cuello con sus brazos para poder así levantarse e ir en busca de la salida de aquel amasijo. De esa manera, juntas dieron con la puerta donde ya estaba colocado un tobogán de plástico blanco por el que ambas se deslizaron hasta poner sus pies en tierra firme. Les recibió una fría lluvia que las empapaba y Montse la aceptó con gratitud. Estaban vivas. Después de aquel día su familia aumentó, Andrea forma parte de sus vidas. Una vida que Montse disfruta sin molestarse por tonterías y la llena de risas e ironía.
María Montserrat Muñoz Rodrígez (CFA Sant Boi)
Perdido y encontrado
No cesaba de negar con la cabeza mientras descartaba una tras otra las ofertas de trabajo que ofrecía aquel periódico, sentado en aquella mesa, utilizando el diario gratuito que ofrecía el local a sus clientes y con aquella taza de café que ya hacía tiempo que estaba fría, hasta el bolígrafo era prestado. Poco a poco su paciencia se iba agotando y no parecía que la cosa fuera a tomar otro cariz, incluso el clima se volvía en su contra, la lluvia no paraba de arreciar y su último paraguas había pasado a mejor vida el pasado otoño. Levantó por un instante la mirada y observó a una pareja en la entrada del establecimiento luchando contra un paraguas que no tenía la más mínima intención de cerrase, lo cual provocaba que ambos se estuvieran calando hasta los huesos;rápidamente se levantó de la mesa y corrió hacía la puerta, con un movimiento seco pero delicado introdujo a la mujer en el local y arrebatando de las
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manos aquel tozudo paraguas, lo cerró de golpe y se lo devolvió a su dueño, quien asintió con la cabeza como signo de agradecimiento y avanzó ligero hasta la mesa donde se hallaba su esposa,al pasar junto a la mesa de nuestro protagonista,no pudo por menos que fijar la mirada en aquel periódico abierto repleto de tachones. Mientras tanto nuestro héroe anónimo se acercó a su mesa, recogió el diario y la taza de café y se dirigió hacía la barra. -Te tengo dicho que no hace falta que recojas la mesa,me estas quitando mi trabajo -dijo la camarera,esbozando una sonrisa repleta de ternura. -Es lo menos que puedo hacer -replicó él. Y adelantado su mano derecha hacía el rostro de la chica procedió a introducirle dentro de la cofia un mechón de pelo negro,que por lo visto no tenía intención de seguir allí encerrado. -Apúntame el café,por favor, dijo él, te prometo que saldar esta cuenta será lo primero que haga en cuanto encuentre trabajo. -No me cabe la menor duda -contestó ella, asiéndole la mano con fuerza. El hombre bajó la mirada con gesto avergonzado y se dirigió hacía la puerta, no sin antes desear un buen día a aquella pareja que aún trataba de recuperarse del temporal que se había cebado con ellos. Justo antes de agarrar la barra de acero de la puerta, una mano robusta pero a su vez delicada se posó sobre su hombro haciéndole girar súbitamente. Era el caballero de la mesa de al lado. -Perdone, pero me gustaría ayudarle. -¿Qué le hace pensar que necesito ayuda? -Tiene usted razón, quizás el planteamiento no haya sido el correcto, quería decir ¿si podría usted ayudarme? -Por supuesto. ¿Qué se le ofrece? -Me explico, mi esposa y yo somos los dueños de una cadena de restaurantes repartidos por toda la comarca, entre ellos este mismo, por lo cual tenemos que viajar muchas horas en coche, y la verdad es que a ninguno de los dos nos gusta conducir. Alguien nos ha dado muy buenas referencias suyas, por lo que nos gustaría que a partir de ahora fuera nuestro chófer particular. -Ambos hombres
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dirigieron su mirada hacía la camarera, dando su aprobación cada cual por un motivo diferente. -Pues si le parece bien aquí están las llaves de mi coche -dijo,ofreciéndole su mano, la cual el hombre estrechó sin dudar. -Por cierto, la deuda contraída con este establecimiento ya está saldada. Juan José Moreno Martínez (CFA Parets)
Un sueño que se volvió de color arco iris
Joana es una chica muy alegre, sincera y luchadora de 34 años, a día de hoy tiene una niña de 17 años y lleva cinco con David, él tiene otra niña de 8, son felices juntos, todos se llevan muy bien, se ayudan mucho, pero David no quiere ampliar la familia ni casarse por la mala experiencia que le ha dado la vida. En cambio para Joana sin dudarlo el sueño de su vida es casase y volver a ser madre, ya que ella no ha vivido la maternidad como normalmente la viven los demás, ella solo tenía 15 años cuando fue madre y estaba en casa de sus padres y eran ellos los que se ocupaban de todo. El sueño de ella es ser madre en su propia casa, con el papá del bebé y hacerlo todo ella, no quiere perderse ni un minuto de la vida de su bebé como le ha pasado con su otra hija, ya sea por la edad o por el trabajo, no ha podido estar en muchos momentos de su vida, y eso quiere cambiarlo al tener otro hijo. Parece complicado pero un día ante la persistencia de Joana, David accedió y se quedó embarazada muy pronto. Ante todo, él lo único que quiere es la felicidad de ella. Todo marchaba fenomenal, las familias estaban ilusionadísimas, el embarazo iba perfecto, iba a ser otra niña y le iban a poner Claudia, no tenía ni una molestia, iba a ser el juguete de la familia ya que la más pequeña tenia 8 años, hasta que un día Joana fue a una revisión rutinaria, estaba de 17 semanas en el ambulatorio de su pueblo y al hacerle la prueba del sonido del corazón no había manera de escucharlo, la matrona le dijo que no se preocupara porque estaba muy metida para dentro y era muy pequeñita pero que por protocolo tenia que mandarla al hospital. Joana no estaba preocupada, se fue a casa, comió, porque eran las
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13.30 horas cuando salió del ambulatorio y al acabar, con muchísima calma, fue al hospital acompañada de su madre. Al llegar allí y hacerle una eco le dieron la peor noticia de su vida: no había latido... No podía ser, si el sábado anterior fue toda la familia a hacerse una ecografía 5D y vieron cómo se movía, ¡era un terremoto como Joana! Vino toda la familia para apoyar a David y Joana y les dieron instrucciones de lo que había que hacer, ingresarla para provocarle el parto. Joana no paraba de llorar pero no era por dolor físico, todo era por dolor emocional... Su niña, la que siempre estuvo esperando, la que ya quería como si la tuviera entre sus brazos había fallecido y ella no hacia otra cosa que sentirse culpable. Fue muy duro, los cuatro días de ingreso y lo que tuvieron que pasar, pero, como le decían todos los médicos, la naturaleza es sabia, por algo habría sido. Han pasado dos meses y Joana ya empieza a salir algo más a la calle y ha llegado el aniversario de ellos, fueron a cenar algo modesto porque no tenían muchas ganas de fiesta, y para alegrar a Joana, ¡David le pidió matrimonio! Joana está que no se lo cree, pero no puede estar todo lo feliz que le gustaría por esa noticia, pero ¡por supuesto que acepta! Se casaron para marzo y fue una boda muy emotiva, por supuesto Claudia estuvo presente, Joana llevó su chupete en el ramo y las amigas y familiares que leyeron a los novios la tenían muy presente. Se fueron de viaje de novios y al regresar, ¡Joana estaba embarazada de nuevo! Este bebé, como ella lo llama, es su bebé arcoíris, porque, después de una pérdida donde lo ves todo negro y vuelves a quedarte embarazada, lo llaman arcoíris porque le da color a tu pena. Seguro que esta vez saldrá todo bien y serán todo lo felices que se merecen Joana Rosales Gil (Barcelona)
Ese frío invierno
Jordina siempre había tenido una vida complicada. Siempre había estado rodeada del deporte, era su pasión, pero todo cambió el 16 de noviembre de 2015. Ella siempre había sido una niña muy alegre, y muy pasional con la familia, pero el día que le dijeron que sus padres se iban a divorciar, su corazón se partió en dos partes. No sabía que hacer. Ella sabía que venía una época difícil. Sus padres hacía años que no se llevaban bien, pero nunca imaginó un divorcio, aunque estaba
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harta de oír discusiones absurdas. Por un lado, tenía a su madre, que era la persona más dulce que había pisado la tierra, la que la entendía en cada situación, la que la hacía reír y estaba allí cuando lloraba. Por la otra parte estaba su padre, que le enseñó todo lo que sabía de tenis, era la persona más fuerte del mundo, con la que reía constantemente y con la que hacía bromas a todo el mundo. Era imposible decidir, así que vivía una semana con cada uno. Jordina intentó sacar algo positivo de la situación: pasar más tiempo a solas con cada uno, pero todo se torció de repente. La chica con la que salía su padre se quedó embarazada, se mudó a casa y fue muy cruel con Jordina. Por otro lado, la madre de Jordina, aparte de estar sola después del divorcio, tuvo a su padre ingresado en el hospital y estaba muy triste por no poder ayudar a su hija todo lo que quería. Pasaron los meses y todo seguía igual que cuando estaban juntos los padres de la niña: discusiones constantes por teléfono, luchas por las actitudes extrañas que la niña había desarrollado en casa del padre, amenazas de denuncias… Jordina no sabía qué hacer, solo jugaba a tenis e iba al colegio como una niña normal. El tenis le ayudaba a estar más tranquila y a alejarse de lo que estaba pasando. Gracias a esos años Jordina desarrolló una madurez que pocas niñas tenían, le enseñó a enfrontar situaciones y a luchar por lo que quería. Ese 16 de noviembre de 2015 todo cambió para Jordina. Jordina Cegarra Ramírez (Barcelona)
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Transformaciones Arcoíris
Me gusta mucho cuando mi mamá viene a darme esos besicos por la mañana, me gusta que me despierte con esos carantoñas y me haga reír cuando me hace cosquillas. A veces la hago enfadar, dicen mis papás que soy un trasto, soy la cuarta de tres hermanos y soy la más bicho. Me encanta jugar a las muñecas con papá, se nota que el solo jugaba a la pelota. Mis hermanos me miman mucho, soy la única niña de la casa y eso hace que a veces me perdonen trastadas. Mi hermanito, el tercero me tiene un poco de celos porque ve que mamá y papá están a veces más por mí, pero es que no se da cuenta que soy la única niña que hay ahora en la familia. Aunque yo lo quiero igual y mucho. Jugamos mucho, pero también nos peleamos y mucho. Casi siempre voy vestida de colores rosas, blancos y rojos. No son las más favoritos míos, pero mi mamá se le iluminan los ojos cuando me viste tan coqueta. A veces me imagino todo esto y lo vivo en el presente y no me doy cuenta de que nunca llegué a nacer. Aquí estoy bien y me cuidan bien pero hubiera deseado estar con mi mamá. No llores, mamá, un día nos veremos y nunca más nos separaremos. Sabina Pedrajas Marcos (CFA Jacint Carrió)
Sustituido por un cachorro humano
-¿Es eso...? Debe serlo.- Me convenzo para mis adentros de que aquello azul que se zarandea es mi nueva ofrenda y me posiciono para ir a por ello. Al fin y al cabo es mío. Debo decir que estos humanos me tratan como al rey de la casa que soy, o bueno, que era. Visto así, tampoco me tratan ya de ese modo. Desde que llegó el cachorro que no deja de llorar, mi posición se ha visto amenazada y finalmente he sido destronado. Supongo que esta cosa azul es su ofrenda de paz, una forma de
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mostrar que se arrepienten por haber pensado que esa cosa rechoncha y rosada que se pasa el día berreando era mejor que yo. Me acerco sigilosamente y me poso a una distancia prudente para poder así abalanzarme de la forma más grácil posible sobre el objeto y demostrar mi elegancia con ese espectacular ataque. Pero algo sale mal. En cuanto lo tengo entre mis dientes, escucho al humano hembra gritar: -¡Jaime, el gato ha cogido el chupete del niño y yo estoy en la cocina, quítaselo! De pronto, el humano macho está frente a mí y me arranca mi ofrenda de los dientes mientras me dice: -Esto no es para ti, gato malo. Esto es para Samuel- y tras eso, se gira hacia la puerta de la habitación con comida y escucho cómo le dice a la hembra que tal vez debería irme a vivir con su madre ya que parece que no me estoy adaptando muy bien a la llegada del bebé. No comprendo muy bien esas palabras pero el tono con el que las dice no me gusta y salgo huyendo, sintiéndome triste y abandonado, sin lograr comprender muy bien por qué ya no les importo.
Andrea Muñoz Arranz (CFAM Natura- Pineda)
Un día en mi vida: Homer Simpson
Un día cualquiera entre semana me despierto y lo primero que hago es afeitarme esa barba que siempre está igual, nuevamente me crece, es algo que nunca he sabido por qué. A continuación me dirijo a la cocina para desayunar con la familia, me espera en la mesa esas tortitas que me prepara mi mujer, como muy rápidamente para dirigirme a mi trabajo. Salgo de casa muy distraído llegando al coche de forma intuitiva, pongo en marcha el motor y salgo escopeteado para la central nuclear donde trabajo sentado todo el día. Para mí es un esfuerzo muy duro estar sentado sin hacer nada, pero me pongo mis rosquillas delante de mí, me las como y después echo un sueñecito, qué bien sienta el poder dormir sin pensar en que estoy vigilado por nadie. De repente alguien entra por la puerta de mi sección, es mi jefe, “menos mal que me he acordado de ponerme las gafas que tienen unos ojos pintados”, así continuo con mis
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ojos cerrados y puedo escuchar el murmullo del jefe, algo me dice que no van bien las cosas, porque ese murmullo más bien eran gritos. Cuando salgo del trabajo me dirijo al bar de Mou a tomar mi cerveza con los compañeros, un poco más tarde salgo del bar para irme a casa a cenar. Una vez ya he cenado me voy a la cama para poder roncar a mis anchas. David Espinosa González (CFA La Llagosta)
Mi trágica historia musical Aún mantengo vivos esos hermosos recuerdos de lo que alguna vez pasó, aquellos hermosos días del ayer, nada más probablemente, no, seguramente fui un capricho, algo que se pudo permitir, una decisión en caliente. Pero él realmente quería saber tocar bien se sentía inferior, o tal vez sentía envidia de su cuñado, ya que él sabia tocar bastante bien la guitarra. Incluso se apuntó a un curso para aprender a hacerlo bien... Aunque nunca llegó a tocar realmente bien, con el tiempo cortó lazos con su cuñado. Y sin motivación para tocar nada, me fue dejando en una esquina y de ahí debajo de la cama. Pasaron los años y a su hijo le dieron ganas de tocarme, así que comenzó a practicar frente a su ordenador mientras veía tutoriales de cómo tocar canciones que le gustaban a él. Me sentía útil de nuevo, joven, cada día me tocaba, he de reconocer que el chaval era perseverante, no se rendía nunca, al final se acabó memorizando todos los acordes necesarios para tocarme en una canción. Cuando acabó de tocar la canción también acabó el último mes de verano en el cual estaba practicando conmigo. Me aparcó en una esquina de su habitación y me dejó acumulando polvo hasta hoy. Sigue sin acercarse nadie, estoy desafinado, lleno de polvo y destrozado anímicamente hablando.
Juan José Calvo Cañadas (CFA Maria Verdaguer - Figueres)
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Springfield y el esplendor en la hierba La mañana se presenta radiante y esplendida (solía decir que hacía un sol del carajo, pero Ned Flander se ríe de mi forma de hablar, así que voy a intentar ser más correcto, por cierto, odio ese patán engreído). Dudo unos minutos, no sé si lanzarme a los restos de “donuts” que me esperan en la cocina, ir a la taberna de Mou o jugar a los bolos...(¿Abre la bolera por la mañana? Ummmm) o... ¿Sería mejor sacar el polvo a mi cortadora de césped y ponerme a recortar la hierba? No. Nunca corto la hierba si no hay un vecino que me vea hacerlo... Si no te ve nadie es como pintar un cuadro y tirarlo a la basura. Como dudo me tumbo en el sofá (un par de horas…), me despierta el ruido de las latas de cerveza vacías cayendo al suelo y los gritos de Marge resonando por todas partes ¿No se puede dormir en esta casa?, ¡Por Dios, son las once de la mañana de un sábado! ¡¿Como alguien decente puede estar despierto?! Marge no piensa igual, dice que mis ronquidos no dejan subir la masa de su pastel de malvavisco. No soy un tibio ni un un débil como Flander, ¡Soy el hombre de la casa! ¡Y el mejor con el corta-césped! (¿Hay concursos de eso? Debería presentarme…) ¡Vamos Homer, cumple con tu obligación! ¡Demuestra a todos que eres lo mejor en lo tuyo! Al pasar por la cocina algo me llama, aún quedan unas migas de “donuts”...y un sorbo de cerveza... mejor limpio eso en mi estomago, aunque me dé sueño y deba dormir un par de horas más. ¿No se hizo el sábado para eso?
Juan Giménez Yniesta (CFA Baix Montseny)
¿Qué será ‘el gato’? ¡Ese diminuto punto rojo no para quieto!, me divierte perseguirlo y dar vueltas intentando atraparlo. Mientras yo me vuelvo loco con este nuevo juego, mi pequeño amigo humano se ríe a carcajadas a la vez que me dice: –
Venga Tom, ¡atrápalo!
–
Eso intento, Luis - le maúllo. De repente el punto rojo desaparece, de
modo que el juego ha terminado. Descubro que el alegre Luis tuerce su boca en un
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gesto de disgusto a consecuencia de lo que su mamá le dice: “Es la hora de hacer deberes”. Los deberes es algo aburrido que hace Luis en su habitación y siempre con la puerta cerrada, porque según dice su mamá “si entra el gato se distrae”. ¿Qué será “el gato”? Mientras tanto salgo al jardín a revolcarme por el suave césped cuando de repente veo algo que va caminando muy despacito por el césped y es negro, muy negro. También es redondo, casi parece un caramelo con pequeñas patitas. Voy hacia allí agazapado para curiosear, lo olisqueo cuando estoy a su altura. ¡Puaggg! No es un caramelo y desde luego, con este olor no pienso comérmelo. Entonces decido tumbarme al sol. Grrr….grrrr...Ronroneo de lo a gustito que estoy. Al cabo de un rato me despierto a causa de un zumbido cerca de mi agudo oído. Zzzz… Zzzz… Enseguida descubro de que se trata. Es un abejorro, el cual huye sin que me dé tiempo a jugar con él. De repente otra “cosa” llama mi atención. Esta vez es algo muy atractivo, con muchos colores, está posado en una bonita flor azul. Me acerco con cautela para poder verlo más de cerca, cuando “esa cosa” se posa en mi cabeza. Me caigo de culo del susto a la vez que maúllo “¡Quita! ¡Quita!”. En ese momento me parece oír una conocida carcajada que proviene de la ventana de la habitación de Luis. “Qué gracioso eres, Tom.” Lo miro extrañado y le sonrío a la vez que lo saludo. ¡Miauu…! - Si, Tom, ya he acabado. Enseguida voy a jugar contigo. Finalmente llega Luis y trae consigo mi pelota roja, es mi preferida ya que es la que más alto vota y puedo hacer diferentes acrobacias en el aire intentando atraparla. Me enrosco entre sus piernas como si fuese una ágil serpiente, para agradecerle que ese gesto. Qué bien lo pasamos juntos los dos. Por suerte cuando Luis está conmigo, no está “el gato ese” que lo distrae, que por cierto sigo preguntándome: ¿Qué será “el gato”?
Maria Montserrat Muñoz Rodríguez (CFA Sant Boi)
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Fantasías
Otra perspectiva Cada mañana se despierta con el mismo sueño. Un sueño donde siempre aparece el mismo sujeto. Una preciosa y hermosa doncella, con unos ojos grandes y brillantes, de melena larga ondulada, morena y con matices dorados en su cabellera junto con una sonrisa dulce acaramelada. Se viste, se pone un largo vestido rojo y se va dirección a una colina llena de flores donde corre una rica brisa y olor a primavera. Esperando y esperando por si aparece esa famosa doncella de sus largas noches de sueños. Esa chica con la que sueña cada día. En ese lugar y en ese momento. Parece un castigo por el mal comportamiento que tuvo con su pareja pasada. Dios da pan a quien no tiene dientes. Esa persona la quería con locura y ella lo agradeció enamorándose de la chica que cada noche se le aparecía. Se siente culpable. Se odia por ese cometido, pero el amor hacia esa doncella que de momento es ficticia, le superaba. No puede quitarse de la cabeza a esa chica que le tiene el corazón robado. En el pueblo la llaman la loca de la colina. Apenas come, duerme y vive. Su economía tampoco es un problema, su familia le dejó una gran herencia. Solo piensa en ella. No habla con nadie. No quiere saber nada de la gente del pueblo. Ella y solo ella y sus ensueños. Una chica que un tiempo atrás era muy distinta a la de ahora, abierta y dedicada a lo que más le apasionaba, la fotografía. Los días pasan y ella sigue igual, esperando. Sentada sobre la hierba y deseosa de poder ver aparecer a la bella dama. De repente, un buen hombre se le acerca y le hace algunas preguntas. Ella no responde, simplemente con los ojos llorosos, levanta la cabeza muy despacio y le mira. El caballero solo con la mirada, entiende que no quiere dialogar, asiente, se da media vuelta y se va. Pasan los meses y la situación continua, cada vez se le ve peor. Está pálida, con grandes ojeras y una delgadez extrema. Pero su trabajo es la persistencia de seguir donde cada día. En su bello sueño se ve ella con la chica, están en la colina, ella se le acerca, le acaricia la mejilla suavemente y con la otra mano le coge su mano muy lentamente. Se le acerca a sus labios carnosos y la besa. Un beso donde aparece pasión y saltan fuegos artificiales, cuando de golpe, abre los ojos, como si de algo malo apareciera. Se despierta. La están cogiendo unos hombres vestidos con un
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chaleco naranja reflectante. Le atan las manos. No puede moverse, está muy débil su estado de salud es primordial. Con las pocas fuerzas que le quedan se zarandea como puede, intenta quitarse esas personas que no conoce de encima y a base de golpes intenta escapar. En consecuencia siente un gran punzón al lado del cuello con el que cae desmayada al suelo y ahí su sueño continúa. Se despierta en un lugar frío y de paredes blancas. Apenas recuerda nada, está en estado de somnolencia. Se le acerca un individuo vestido con una gran bata blanca, él dice llamarse doctor. Le habla, pero su mente está ausente. El individuo le intenta explicar que su situación no es nada buena. Ella, le mira fijamente a los ojos, pero no le cree. Ella solo quiere ir a su colina a esperar a su bella dama con la que sueña todas las noches. Los días pasan y aunque su estado de salud mejora, mentalmente está despedazada y muy sedada. Su predilección no aparece ya en sus sueños, ha desaparecido. Se da cuenta que estaba encerrada en un manicomio donde recibía 15 pastillas al día. Donde le habían quitado su único sueño y donde ya no tenía ganas de seguir viviendo. Estaba cansada de tanto luchar y esperar. Su esperanza se había perdido. En un intento de huida, se escapa a lo más alto del edificio. Vestida con una gran bata blanca donde se le pueden ver marcados los huesos. Su melena le baila al viento y de pie y descalza, sube al borde de la fachada. Las lágrimas le caen por la mejilla, está triste, no está loca, solo enamorada. De repente, nota un roce en la mano, con lo cual se gira de un sobresalto y la ve. Ahí estaba ella, con su melena larga, sus labios carnosos y donde se le podía leer en los labios diciendo no lo hagas. Por un momento, se miran las dos a los ojos. Sus ojos están cristalinos de sus lagrimas saladas, no podía creerse que por fin ella estuviera ahí. La chica con la que tanto había soñado y amado. Pero de repente, ella cree que es un delirio así que se gira velozmente y al intento de caer al vacío, la bella dama le aferra fuertemente del brazo donde con un golpe seco la arroja hacia ella. En consecuencia, caen las dos al suelo, su bella dama la abraza fuertemente y le susurra al oído: “tranquila ya estoy aquí”. * Esto va dedicado a una persona muy especial de mi familia que por desgracia tiene una enfermedad mental. Son personas estupendas y no porque tengan alguna enfermedad mental las tenemos que hacer de menos. Podemos aprender mucho de ellos, Van Gogh era uno de ellos.
Sabina Pedrajas Marcos (CFA Jacint Carrió, Manresa)
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La verdad está en el interior
Mi familia y yo nos mudamos hace poco a un pueblo de Girona realmente precioso, era lo que nos hacía falta para cambiar de aires y alejarnos de esa ruidosa ciudad, en donde el trabajo abundaba pero perdía calidad de vida, apenas podía ver a mis pequeñajos y a mi preciosa mujer mucho menos. Mi trabajo es de alto secreto, creo que ni puedo contároslo a vosotros, pero sé que me guardareis el secreto... Soy un detective privado, pero no uno de pacotilla, sino, el mejor detective privado, mejor dicho "era el mejor detective privado". Y me preguntaréis, ¿por qué digo que lo fui? muy fácil, el tiempo pasa para todos, hasta para los mejores, en uno de mis casos me debatí entre hacer lo que yo creía correcto u obedecer ordenes del demandante. Como os contaba, mi trabajo me ocupaba gran parte de mi tiempo, pero sinceramente me encantaba, sentía que tenia el mejor trabajo del mundo, cuando me infiltraba en lugares para espiar y pasar desapercibido, la adrenalina me subía por las venas y el corazón me latía a mil por hora. Así en muchos casos pero al paso del tiempo yo me hacía más mayor y pocos casos me tocaban a mí, y claro..., los gastos no se pagaban solos, la hipoteca, el coche, el colegio de los niños, el día a día... Esa época fue muy dura para mi y mi familia, solo nos pasaban desgracias una tras otra, parecía que el mundo se estaba revelando contra nosotros, yo para lidiar con todo esto trabajaba de lo que se me pusiera por delante, cualquier caso cutre que nadie cogía yo estaba dispuesto a llevarlo a cabo por cuatro duros, en esos momentos recordaba lo que mi madre nos decía de pequeños a buen hambre no hay pan duro, que razón tenia. Cada noche rezaba para que el viento cambiara nuestro destino, y así fue. La recuerdo a ella, una dama despampanante, radiante, parecía que se quería comer el mundo con aires de superioridad, notaba en su hablar que era una persona fea por dentro, pero que sabía manejar la situación para que pocos notaran de que pie cojeaba. Ella quería hundir a su ex marido y a su vez poder quitarle la custodia de sus hijos, acudió a mis servicios para llevar a cabo este plan, ella necesitaba pruebas, pruebas contundentes para poder llevar a los juzgados y así quitarle la patria y potestad al padre... ¡qué tonto fui en aceptar este caso! ¡en qué jaleo me estaba metiendo!. Por necesidad tuve que aceptar, ella no tenía ni un problema en pagarme la cantidad que yo le propuse, para mí genial porque me estaba sacando de un pozo sin salida.
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El plan estaba en marcha, yo seguía a ese hombre día y noche tal como ella me pidió, no descansaba, utilizaba mis herramientas de última generación para fotografiarlo, escucharlo y seguirlo allá donde fuera, en cuestión de días sabía todo de él: donde vivía, que coche tenía, con quién frecuentaba, dónde salía, qué hacía con sus hijos el fin de semana que le tocaba... En fin, ¡TODO!. Después de hacer el informe llegue a la conclusión de que no era tan mal padre como ella me contaba, él vivía por y para sus hijos, salían de excursión, iban a la playa, se iban de vacaciones, paseaban, iban al cine... No lograba entender por qué ella tenía tan mala intención contra él si en realidad el no tenía maldad. Le entregué el informe a la dama y ella, muerta de rabia, me lo devolvió, me decía que necesitaba más, no era suficiente, me ninguneó poniendo en duda mi trabajo, - ¿Para esto te pago? ¿No llegas a nada más?- Suspiré profundamente y agaché la cabeza. - Tranquila, continuaré con mi trabajo-, dije mientras la rabia me comía por dentro ante tal mal educada. Volví a seguir a este hombre sin descanso, pero era un hombre bueno y trabajador, apenas tenía vida, solo se dedicaba a reparar su coche y sacar a sus perros, ¿qué más quiere de él?. Tras dos semanas decidí entregar el nuevo informe a la dama, con varias fotografías de el reparado un par de coches, sin maldad alguna, ella las observó detenidamente y decidió que llevaría todas esas pruebas ante un abogado para denunciarlo por trabajar en negro y así conseguir que lo llevaran ante un juez, yo indignado le pregunte por qué quería eso, ¿por qué quería separar a sus hijos de él? Ella sin remordimiento alguno me contestó: “Mis hijos son solo míos y de nadie más.” Ante tal frialdad, me encerré en mis adentros y cuestioné si estaba haciendo el bien o el mal, claramente estaba haciendo el mal por ayudar a una persona mala a arruinar a otra persona sin tener culpa de nada, decidí no entregarle ningún informe aquella señora, se enfadó tanto que me destrozó la oficina y me amenazó con denunciarme a mí también, pero yo con todo lo que se a lo largo de mi vida no le tengo miedo a ella ni a nadie, así se lo hice saber, ella se marchó y no volví a saber de ella. A los días volví a donde aquel hombre vivía, lo vi bien y feliz con sus pequeños, quería acercarme y contarle lo que querían hacerle, pero por mi trabajo me era imposible contactar con un sujeto, así que le escribí una carta
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anónima explicándole todo lo sucedido. Ahora me siento mejor sabiendo que en aquel momento elegí hacer lo correcto.
Tamara Sujeiv Molina San Martín (Institut Illa de Rodes, Roses)
Bendita soledad
Soy Paula, una estudiante de 16 años que vive con sus padres en una pequeña aldea en el norte de España. Mi familia y yo somos, junto con una pareja de ancianos, los únicos habitantes de esta pequeña aldea. Como no tengo hermanos, me gusta pasar el tiempo en los prados leyendo y escuchando a los pájaros cantar. Os puede parecer una situación muy idílica, pero mi realidad es muy distinta. La soledad suele apoderarse de mí muchas veces, me cuesta no tener a nadie de mi edad a quien contarle mis problemas, o simplemente tener a alguien con quien compartir mis inquietudes. Aunque tengo amigos en el colegio, los fines de semana los paso sola y a menudo me gustaría tener una vida distinta, en definitiva, querría ser una chica de ciudad y poder y al cine o a comprar ropa cuando me apeteciera A pesar de que siempre me estoy quejando de mi situación, mi padre me dice que “Dios da pan a quien no tiene dientes”, y con el tiempo me he dado cuenta de que tiene toda la razón. En mi caso, estar tan sola me ha ayudado a conocerme a mí misma y a disfrutar de las pequeñas cosas que me rodean. Estoy segura de que la gente de la ciudad desearía estar en mi situación, y vivir con la paz y la tranquilidad de la que yo disfruto a diario. Lo que antes me parecía un problema, con el tiempo me he dado cuenta que no lo es, sino todo lo contrario. Tengo la certeza de que cuando tenga que abandonar mi aldea para ir a la universidad echaré de menos el aire puro que respiraba, la soledad que me acompañaba y me arrepentiré de no haber saboreado cada minuto de mi vida pasada. Sergio Ramos Barco (CFA Badia del Vallès)
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Mentiras en la sombra
Era un día aparentemente tranquilo. No tenía ningún caso sin resolver y eso era una cosa que normalmente no ocurría, ya que normalmente siempre investigaba varios casos a la vez. Pero no, ese día era un día tranquilo. A pesar de todo fui a mi despacho a ordenar papeleo. Sobre las 4 de la tarde sonó el teléfono. Era una joven que quería resolver un caso sencillo. Al parecer ella sospechaba que su pareja tenía una amante. Normalmente si tengo mucho trabajo no cojo ese tipo de casos, pero como he dicho era un día tranquilo. Le pedí que se pasara por mi despacho y ella se negó rotundamente alegando que su pareja sospechaba que ella sabía algo y podía seguirla y arruinar toda la investigación. Normalmente me gusta ver cara a cara a mis clientes, pero la gran suma de dinero que me ofrecía por el trabajo me hizo hacer una excepción. Me envió una fotografía de su pareja y también me dijo dónde y a qué hora encontrarlo. ¡¡ Sobre todo máxima discreción!!, me repitió una y otra vez. Me dirigí a Pub de una calle poco transitada en la zona menos conocida de Londres y esperé en el coche con la fotografía de ese tipo en la mano. Aparqué bastante cerca de la entrada ya que era de noche y la calle era poco iluminada. Aún así, vi a ese tipo entrar sin problema, ya que el tipo era bastante corpulento. Entré al pub. Era un antro poco iluminado con un fuerte olor a meados en el que sin duda alguna nadie se había molestado en limpiar desde hace meses. Miré a mi alrededor y me percaté de que solamente estábamos ese tipo, un camarero que parecía más bien un macarra y yo. Le pedí un Whisky y apoyado en la barra giré mi cabeza hacia el tipo que era mi sospechoso, me di cuenta de que me miraba fijamente con cara de pocos amigos, así que le saludé, levanté ligeramente mi copa en forma de brindis y pegué un trago. En ese momento detrás de mí se oyó el ruido de una puerta cerrándose. Me di la vuelta lentamente y para mi sorpresa, era Laura, mi ex pareja, con la que tuve una relación de 6 años y había roto tan solo hacía 4 meses a causa de una infidelidad. - Ya sabes lo que viene ahora, ¿verdad? - me dijo. Sin mediar una palabra intenté salir lo antes posible de ese lugar. Pero el camarero con cara de asesino me esperaba en la puerta. Le golpeé dándole un
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puñetazo en la cara, pero ese tío parecía estar esculpido en piedra y me destrocé la mano. En ese momento el otro tipo me sujeto por detrás y el camarero hizo su trabajo. Me dio tal paliza que tardé meses en recuperarme. No he vuelto a ver a Laura nunca más, ni quiero volver a verla. A partir de entonces voy con más cuidado, soy más cauteloso en elegir mis casos, no sea que vuelva ser yo el investigado en vez del investigador.
Juan Carlos Maya Santiago (CFA Ramon Llull, Terrassa)
Confesiones encubiertas
Iba caminando por las solitarias calles de la ciudad, escaneando con mis ojos de color acero cada lugar por el que pasaba, cada detalle. Había una ligera brisa otoñal y agradecí llevar un sombrero pues evitaba que el aire despeinase mi cabello castaño. No iba solo, iba con otros agentes de policía, o más bien dicho, con agentes de policía ya que yo soy detective privado y solo estoy colaborando con esta investigación criminal. Hay una cosa que deberían saber sobre mí y es que soy el culpable de este crimen. ¿Por qué se lo digo? Pues la respuesta es simple: no saben mi nombre, mi edad, la ciudad en la que estoy ni ningún dato relevante sobre mí, así que no estoy en peligro. Ya conocen el dicho, “a buen hambre no hay pan duro” y es que trabajar para la policía tiene sus ventajas cuando eres un asesino en serie. Nadie sospecha de ti, puedes seguir los avances de la investigación de cerca y aún mejor, siendo detective, siempre puedes aportar datos falsos que alejen las pruebas de ti. Llevo varios meses ya trabajando en este caso y no puedo evitar sonreír para mí mismo cuando veo cuan perdidos que están. Ilusos. Siguen pistas falsas y ya tienen sospechosos así que creo que voy a tener que parar con los asesinatos una temporada, así me aseguro de que las cosas se relajan. Estoy lejos de ser un novato en esto así que he aprendido a mantener un perfil bajo. Dicho esto, debo irme pues me reclaman. Ha sido un placer confesarles esto. Andrea Muñoz Arranz (CFAM Natura, Pineda de Mar)
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La caja de Pandora
La caja tímida Mi caja me acompaña desde que nací, no recuerdo que nadie me la diera, pero sí que recuerdo tenerla desde que tengo uso de razón, siempre la llevo a mi lado, no me abandona nunca. La emoción que se esconde dentro de ella es la timidez, por eso le llamo la caja tímida. La gente que me conoce ha intentado que me deshaga de ella en muchas ocasiones, pero aunque lo intento al final siempre termina acompañándome a todos los lados, como suelo decir, forma parte de mí, de mi personalidad, de mi manera de ser, en definitiva es parte de mi esencia. Escondo mi caja porque en algunas ocasiones desearía que desapareciera, pero es imposible, por mucho que lo intente al final acaba apareciendo a mi lado otra vez, recordándome que está allí, como ya he dicho forma parte de mi y no sé si algún día conseguiré mantenerla al margen
Sergio Ramos Barco (CFA Badia del Vallès)
¿Qué guardas en la caja? El milagro de la vida se estaba produciendo en mi cuerpo. El milagro de mi cuerpo gestando no dejaba de sorprenderme . Cada instante de aquellos nueve meses fueron un milagro. El momento en el que te conocí, fue un milagro, fue sin duda , el mejor momento de mi vida. Mi cuerpo fue el hogar de mi bebé ese cuerpo se preparó desde tu propia gestación
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para ese momento . Cada una de tus células sabía lo que tenía que hacer solo tenías que cuidarlas y escucharlas. No tuviste miedo. No temiste decir no podías hacerlo, porque desde mis entrañas te escuchaba hija diciéndome: ¡LAS DOS VAMOS PODER! Marta Bautista Romero (CFA Badia del Vallès)
MI CAJITA DEL AMOR
Mi cajita del Amor, repleta está de felicidad, un amor sin condición, que demuestra mi gran verdad. Cuando yo era pequeño mis padres me la regalaron, poniendo todo el empeño hasta que por fin me adoptaron. La vida me cambió, con la llegada de mi familia el tiempo me fortaleció, y mi camino yo seguiría. Cuanto Amor puede caber
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en este objeto tan pequeño, solo nosotros lo podremos saber y lo guardaré con mucho empeño. En mi caja yo tendré, todo lo que me han amado, con el tiempo en ella encontraré, a su corazón encerrado. Los amaré para siempre, como ellos me enseñaron mientras mi vida perdure, gran ejemplo me mostraron. Sergi Febrer Mesquies (CFA Miquel Martí i Pol, Manlleu)
Mi caja de palabras No son tan solo palabras lo que en mi caja guardo, es algo más que eso. Son sensaciones, sentimientos callados… Tantos como a personas la han llenado. Hay palabras buenas y malas, peores y mejores. Palabras de amor y de odio. Palabras con y sin rencores. Hay palabras que dejan helada y otras que arden en pasión. Las que calman y las que alteran; las que arreglan o rompen mi corazón.
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Algunas con doble sentido, otras mal interpretadas. Las que intento no recordar y las que no quiero olvidar. Llanas, agudas, esdrújulas o sobreesdrújulas; adjetivos, sinónimos, verbos… Gratis son todas ellas, algunas dichas sin pensar. Es mi secreto, es mi peso nadie la debe encontrar. Tan solo la abro cuando estoy sola para que nadie pueda verme reaccionar. Abro mi caja, parece vacía… Muchos secretos que interpretar. Incluso todos los silencios escondidos están llenos de palabras por revelar. Maria Montserrat Muñoz Rodríguez (CFA Sant Boi)
Cosas que guardar
Realmente, si tuviera que guardar... esa caja iba a encerrar, para tirarla al mar. No se la daría a nadie, no la compartiría con nadie. Pues esos sentimientos serían miedos, sueños que no se hicieron realidad... Alas rotas que un día me hicieron volar... Serían cosas que no se pueden contar. Los sueños no hechos realidad...
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Las alas que un día te hicieron volar... Pocas cosas olvidadas ya... Y qué mejor que depositarlas bajo el mar. Guardaría pocas cosas, en una caja bajo el mar.
Raquel Cordero Riba (Barcelona)
Dentro de la caja
¡No murmures¡ !No llores! ¡Haz caso de todo lo que te diga! ¡Eres inteligente, pero no haces nada bien! ¿Acaso mi padrastro no me quería?¿Acaso solo era para él un estorbo? ¿Por qué me dio la caja de los miedos? Hoy soy un adulto próspero, no por suerte, más bien por pelear duro contra mí mismo. Auto denominarme incapaz es lo que me dicta el subconsciente, que soy capaz es lo que me digo a mí mismo, pero, al final a quien creo es a él. No sé en qué momento adquirí la caja de los miedos, cuando hablo con alguien la caja se pone en mi boca para que lo que digo no sea elocuente y si me doy cuenta de ello, el miedo a parecer poco elocuente me hace ser indeciso, en ese momento la caja me golpea y me siento inseguro, al final lo que transmito es absurdo. Cuando conozco a alguien la caja se esconde, mi seguridad y simpatía agrada a primera vista, eso me hace sentir bien, pero cuando la otra persona muestra un mínimo hilo de amabilidad, la caja me pega un golpe en la frente y me tumba, desde ese momento digo absurdos, me siento un soldado derrotado por un niño y por ello digo cosas que mientras las digo sé que parezco un idiota, un estúpido o un insensato. En ese momento me siento inseguro, la caja me pisa los pies y lo que podía ser una amable conversación, se convierte en mi tristeza, la caja de nuevo me gano la partida. Cuando inicio un proyecto la caja es constantemente me habla, me susurra que no soy capaz de hacerlo, que soy torpe, que soy un memo, se pone en mis pies y me deja inmóvil, con cara de tonto sin poder hacer nada, en algunas ocasiones me logre escapar, pero aunque todo salga bien, la escucho al acecho. No sé dónde está, a veces esta detrás haciéndome sombra e intimidándome,
en
ocasiones
delante
acosándome,
en
ocasiones
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haciéndome caer, y en ocasiones no la siento cerca. Creo que vivo dentro de ella, y que todo lo que veo es través de ella. Manel Junior Mora Blanco (CFA Jacint Carrió, Manresa)
La libre caja
He aquí mi secreta caja, oculta sentimientos y emociones, la libertad brota por encima de todo, nada te ata y nada te preocupa, simplemente eres libre.
Hacer lo que te plazca, sin que el dinero te prive de nada, sin que la salud te impida volar, sin que el amor sea doloroso. Simplemente eres libre.
Sin mirar atrás, los errores no son nada, el pasado, pasado está. Dar importancia al presente, porque simplemente, eres libre.
Esta es mi caja, también es mi realidad, regalada por mí mismo,
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satisface mi necesidad. LIBERTAD. Manel Segura Pretel (CFA Palafrugell)
La emoción en el interior del texto
Una cajita de madera, custodiando mi emoción más sincera, emoción que desde tu nacimiento, se acentúa con el paso del tiempo.
La emoción la escondo, pues me hace vulnerable, porque hasta que llegaste, no había sentido algo tan grande.
La cajita, tallada en madera noble, me la entregaste tú al nacer, la cajita; de ébano, caoba y roble, me acompañará mientras te veo crecer.
A veces pienso que eres un milagro, me gustaría detener el tiempo, o tal vez si pudiera, recordar cada sentimiento.
Eres lo mejor,
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lo mejor que me ha pasado, eres una flor.
Valeri Josep Ventura Pastor (EA Timó, Tiana-Montgat)
La caja de un amor de adolescencia
La guardo cerca de mí, la abrazo contra mi pecho, donde puedan mis latidos alimentar lo que esta caja contiene. Y no la abro los días grises, pues lo que en ella encerré un día, requiere de luz y días claros. Y me tiemblan las manos al saber que puedo forzarla y desvelar sus secretos, casi no recuerdo que dejé en su alma de madera maltratada por los sueños rotos. Quizá el primer poema que torpemente deslicé bajo tu pupitre, o la cinta que recogía tu pelo aquella tarde, o la entrada a aquel cine de verano, quizá una carta de despedida, con la tinta emborronada por mis lágrimas, o aquel anillo que jamás te pusiste… No la abriré, prefiero imaginar que está vacía, que no hay recuerdos de lo que nunca perdimos, que todo es pasado y no mueve mi alma el recuerdo, ¡que aun llevas esa cinta en el pelo! que todavía estamos en aquel cine... con la brisa tibia acariciando nuestra tarde, prefiero pensar que aquel poema de amor llegó a tus manos...y que lo leíste. Juan Giménez Yniesta (CFA Baix Montseny)
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“La literatura no permite andar, pero permite respirar.” (Roland Barthes)
Profesora del Módulo: Isabel Verdú Institut Obert de Catalunya
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