Aquí presentamos los nombres de los autores de esta revista, alumnos del módulo Taller de escritura creativa del GES, y procedentes de lugares diversos.
Alises Guillén, Jéssica
CFA Edelia Hernández- Viladecans
Borràs Rojas, Oscar
CFA Segrià - Lleida
Cice, Marika
CFA Tortosa
Costa López, Judit
CFA Mollerussa
Dacosta López, Daniel
IOC Barcelona (Laura Garcia)
Del Camino Suazo, Àlex
IOC Barcelona (Olga Torija)
Esparza Lavado, Joaquín
CFA Can Marfà - Mataró
Fernández Zapata, Ana
CFA Can Marfà - Mataró
Ferrufino Núñez, Karla Patricia
CFA La Creu de Barberà - Sabadell
García Jiménez, Iñaki
IOC Barcelona (Dani Cendra)
Gutiérrez Raurell, Ferran
CFAM Centelles
Elisabet López Romera
CFA Can Marfà - Mataró
Mainar Valencia, Teresa
CFA Lloret de Mar
Martínez Márquez, Óscar
IOC Barcelona (Olga Torija)
Martínez Pérez, Laura
CFA Freire - Barcelona
Pascual Molina, Faustino
Escola d’adults Castellar del Vallès
Peralta Rueda, Claudia
IOC Barcelona (Dani Cendra)
Pérez Escribano, Belén
CFAM Natura - Pineda de Mar
Rodríguez Berrocal, David
CFA Parets del Vallès
Rodríguez Etcheverry, Martín Nicolás
CFA Lloret de Mar
Rodríguez Pérez, Laura
CFA La Llagosta
Roldán Moreno, Manuel
CFA La Creu de Barberà - Sabadell
Santiago Duque, Victoria
CFA La Creu de Barberà – Sabadell
Valcarce Carrera, Anna Maria
EA Timó – Tiana - Montgat
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¿QUÉ REFLEJA EL ESPEJO? Más allá de mí Soy de una pequeña ciudad cerca de Barcelona, aquí he nacido y crecido, y desde aquí escribo este autorretrato, para que sepáis un poco más de mí, aquí, en mi pequeño santuario de la soledad, donde más rápido pasan las horas y de donde no querría salir. En este lugar todo el mundo va a lo suyo, se ocupa de sus asuntos y piensa en sus cosas, y así soy yo, una persona reservada para aquellos que no conozco, e incluso, en ocasiones, para los más cercanos. Eso si, no todo es tan oscuro. Tras un ensayado semblante serio, escondo a un autentico amante del humor, me gusta reír, hacer reír, pasarlo bien y divertirme. En una primera impresión podría parecer que tengo una complexión fuerte, como esa gente que de vez en cuando se deja caer por un lugar llamado gimnasio, pues no, nada más lejos de la realidad…Mi abdomen sufre, como el de muchos, los estigmas de la curva de la felicidad. Tampoco diría que soy muy alto, metro setenta aproximadamente. Como curiosidad, si consigues ver el bíceps de mi brazo derecho, podrás observar un pequeño tatuaje de una calavera con dos tibias, fruto de mi pasión por la piratería, por favor no os confundáis, no me refiero a atracar barcos espada en mano, sino a mi curiosidad por los mitos y leyendas sobre piratas del siglo XVII, Un pelo corto de color castaño, con un pequeño simulacro de tupé, que acompaña a una larga barba acabada en pico. Unas cejas pobladas con pose de pocos amigos y unos pequeños ojos marrones con trazos verdes dan paso a una mirada penetrante. Mi nariz es grande y firme para una profunda respiración, en mis orejas de un tamaño normal llevo dos pendientes de plata en forma de aro no muy grandes que lucen resplandecientes al sol. Suelo vestir de manera muy sencilla, tejanos, deportivas, etc. En ocasiones con camisetas que cuenten algo sobre mis gustos, pero no demasiado llamativas.
David Rodríguez Berrocal (CFA Parets del Vallès)
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En peligro de extinción Me llamo Laura, igual que miles de mujeres en el mundo, mi nombre no es tan original como yo. Nací un caluroso 31 de julio del año 1983, no me gusta levantarme tarde ni aunque sea fin de semana, así que era domingo a las 8:30 cuando decidí saludar y advertir de la guerra que iba a dar, y no estaba dispuesta a que fuera poca, llegaba un torbellino. Y llegué yo, natural como los desastres. Soy delgada y de estatura media, con las piernas largas lo que hace parecer que soy más alta. Mi pelo y mis ojos son como el café, pero solo no con leche, y mi piel a la inversa solo leche. Tengo infinidad de lunares y pecas, una justo encima del labio que ni pintándola estaría tan bien puesta. Hoy en día los tatuajes son algo muy común, y yo no iba a ser menos. Tengo dos muy especiales, no son simples dibujos por moda o gusto, son una parte de mi realmente significativa, son amor, tanto propio como a la persona mas importante de mi vida, que no puede ser otra que la que me la dio. Me encanta hablar con la gente, y también escuchar, de hecho debería ser psicóloga porque cuando alguien tiene un problema recurre a mi. Tengo mucho carácter, quizá demasiado pero no hay que asustarse me gusta la paz, huyo de los problemas que no tienen solución, ¿Para qué perder el valioso tiempo? Y afronto y lucho por todo lo que valga la pena o pueda solucionarse. En otra vida debí ser un animal pero no tengo claro cual, la mezcla es enorme. Soy muy independiente. Fiel y generosa como un perro, ordenada y con fe en mi misma como un gato, libre como un delfín, digna como un elefante, sensible y leal como un caballo, valiente y sin miedos como un lobo y como buen signo zodiacal que soy, fuerte como un león. Sé que a primera vista parezco borde, antipática y cerrada pero soy todo lo contrario. Parece que voy a morder pero soy inofensiva, no ataco, puedes acercarte a mi sin miedo y solo así, te darás cuenta de que soy una persona mágica, especial y en peligro de extinción. Laura Martínez Pérez (CFA Freire, Barcelona)
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Soy gitana De padres gitanos nacidos en Letonia y llevando unos 15 años viviendo en Cataluña, la imagen que os podríais hacer inicialmente no corresponde con mi persona. Hablo y escribo 5 idiomas, pienso en 3 y más de una vez me hago un lío con ellos... Así, que ya me perdonaréis si no me expreso todo lo bien que se pueda esperar de una persona que lleva tanto tiempo viviendo aquí, pero son tan diferentes el ruso y el castellano como lo son el catalán y el letón. Es como comparar vinos y cavas... unos suaves y afrutados, otros explosivos y espumosos. Quizás de mi extensa familia sea el miembro menos tradicional y más atípico. Posiblemente dirían que soy como una oveja negra entre un rebaño de ovejas blancas. Pero no por ello me siento menos gitana. Ese genio y esa pasión en las cosas ahí están... Morena de piel, sobre todo en verano, cuando tomo el sol en playa. El resto del año, blanca como vaso de leche. Suelo llevar cortes de pelo cortos y modernos, cuando lo tradicional sería llevarlo hasta la cintura, pero como dije, soy atípica y algo rebelde. De estatura media tirando a alta (cuando me pongo tacones). Me siento bien tanto con tejanos como con faldas o vestidos, y siempre que puedo visto de forma informal y cómoda. De ojos oscuros, pues rara vez me veréis sin las gafas de sol puestas, y pómulos marcados -rasgo este último, que encandila a mi pareja- y de carácter fuerte y flexible a la vez, como la caña de bambú. Voy a lo mío sin meterme con nadie y espero lo mismo de los demás. Me encanta leer, ir de compras y estar en familia. Me gusta el campo pero le tengo pánico a los bichejos, por eso soy más urbanita que campera. Trabajadora incansable que cuando no puede más, dormiría todo el día. Así soy yo, gitana, madre y diferente. Marika Cice (CFA Tortosa)
Mi alma desnuda Nacido en Cataluña, de sangre gallega y criado en Extremadura, mis amigos me llaman irónicamente "Machus Aspañolus". He recorrido España de arriba abajo, quizá por eso no tengo una personalidad "sólida o fija", ya que tengo lo mejor y lo peor de cada Comunidad autónoma o provincia... El corazón de Galicia, la dureza de
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Extremadura, la sabiduría de Cataluña... En pleno proceso de conocerme, pues cada día me sorprendo de lo que puedo llegar a hacer o decir. No suelo meterme en batallas que no me conciernen, pero soy como un perro herido. Si me arrinconas, te muerdo la yugular. Analítico como un estratega, pierdo más tiempo en pensar como hacer mi siguiente jugada, que directamente realizarla. Eso me ha llevado a perder cosas muy valiosas para mí. Pero mi vida es como un campo de batalla y yo, soy su rey. Tengo que sacrificar cosas, para ganar otras... Muy sociable, risueña y afable, aunque prefiero la soledad. Al igual que los lobos, que viven en manada pero exploran solos, yo prefiero bucear en mi propio océano, o sobrevolar mi más alta nube. Aunque, si un animal me describiera de verdad, yo creo que seria un Fénix. Siempre renazco de mis cenizas. Pasión por igual entre la escritura y el deporte. No hay día que no haga una de esas dos. Son mi Yin y mi Yang. Con una me sumerjo en lo más profundo de mi ser y saco a la luz todos mis sentimientos, como un jardín florecido. Mientras que con la otra, expulso todo lo malo de mi interior, al igual que una infestación de ratas. De estatura media-baja, pelo largo y lacio, negro como la oscuridad. Tez color café desteñido por el sol. Cuerpo atlético, con algunos músculos y manos heridas por el trabajo. Piernas tan duras por el deporte y el trabajo, que podría partir ladrillos con ellas. Y unos glúteos más bonitos que ver un atardecer con la persona que amas, mientras hueles el perfume que estornudan las flores en la primavera. Daniel Dacosta (IOC BARCELONA, Laura Garcia)
Quim - era En mi DNI pone “Joaquín Simón”, aunque poca gente lo sabe. El primer nombre por mi padre y el segundo por mi abuelo paterno. Pero me gusta que me llamen Quim por dos razones: me recuerda al ser mitológico de Quimera y me hace recordar mi pasado (lo que “era”). Tengo veintiocho años y soy de Barcelona. Vivo con mi padre y con mi madre y tengo una hermana cuatro años mayor. Estoy soltero y no tengo hijos. Escribo desde la tranquilidad de mi escritorio. Siempre lo he hecho así. Escribir me ayuda, me empuja, me abre puertas, me alivia. Soy bastante alto, 1’90, y de constitución fuerte. Llevo el pelo largo, como un cantante de rock. Me gusta porque me hace sentir libre. Tengo la nariz pequeña y los ojos verdes como el mar en calma. Me siento afortunado, ¿sabías que solo el 2%
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de la población tiene los ojos de este color? Llevo gafas pero quien quiere descubrirlos se esfuerza por verlos detrás de la montura. Y yo lo valoro. Tengo pecas y soy de piel pálida como la nieve. Si te dijera que soy nórdico, probablemente me creerías. Soy de pocas palabras, introvertido, pero también sociable. Me gusta conocer gente nueva. Soy de gustos y aficiones sencillas y soy valiente. Generoso, hogareño y trabajador. Es importante luchar por tus sueños. Creo que si fuera un animal sería un lobo: los lobos son valientes, se preocupan por su manada y luchan por sobrevivir. Creo que soy difícil de conocer pero probablemente es porque yo aún sigo conociéndome a mí mismo. Pero no me parece un problema sino más bien un reto que me apetece afrontar. Como el de convertirme en escritor por un rato. Joaquín Esparza Lavado (CFA Can Marfà, Mataró)
Es lo que hay Nacido en ese país o "paisito", así nos gusta llamarlo a los oriundos, ubicado al oriente del río Uruguay. De nombre compuesto, parece que, una estaba de moda por esos años y dos un mutuo acuerdo entre mis padres. Cumplo casi todas las características, que definen a un "yorugua". Humilde, trabajador y fiel a su entorno, aunque me cuesta ponerme manos a la obra, eso sí, una vez que arranco no paro y si hay que mojarse me mojo. Por momentos demasiado calculador, tanto como el invierno, cuando me involucro o comprometo en algún proyecto me la juego y voy a muerte, con ilusión, esa que desprenden esos locos veranos vividos. A la hora de tirar de imaginación me cuesta un poco, hasta que cojo carrera y me lanzo, esa carrera que cogí una vez hace 16 años y me hizo inmigrar a la madre patria. De ojos grandes, verdes y expresivos, que están ubicados a los costados de una nariz pequeña y puntiaguda. Sobre estos ojos grandes como platos, viene mi frente amplia herencia de la familia paterna y por encima mi característico pelo de rulos a lo afro, que tanta gracia provoca y tanta envidia despierta a más de un calvo. Loco de los deportes, sobretodo fútbol y los de motor. Me lo paso pipa viendo fútbol y soy de apoyar al fútbol base del equipo de mi pueblo. Me entretiene estar con mi familia, compartir sus momentos y darles apoyo en todo lo que pueda. Si fuera posible viajaría, tanto como una golondrina, y de acompañantes me llevaría a ellas,
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mis hijas y esposa, las chicas de mi vida, esta vida que es como una balada roquera, llena de sentimientos hermosos y una energía que desborda. Soy una persona tímida, reservada y a veces un poco antisocial. Me cuesta hacer amigos, conocidos tengo por todos lados. No es fácil conocerme y debido algunas reacciones, por momentos ni yo me reconozco. De adulto me gusta la lectura, antes la verdad no leí nada. Tengo desde hace un tiempo la idea de escribir un libro, pero la verdad, no se ni por donde empezar. Será cuestión de esperar el momento, soy un convencido que en esta vida todo tiene un momento y si las cosas no se dan por algo es. No por eso me siento debajo de un árbol a ver pasar la vida, no. Simplemente voy observando y aprendiendo, de aquí de allá, hasta que un día se enciende la máquina y echa andar. Martín Nicolás Rodrígeuz Etcheverry (CFA Lloret de Mar)
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UN MOMENTO DE OBSERVACIÓN Suena el despertador y me preparo para un nuevo día. Salgo de casa y todavía es de noche. Empieza hacer frío, pero la temperatura sigue siendo alta para ser mediados de Octubre. Las hojas del suelo están mojadas por la humedad de la noche. Cada día que pasa los arboles están más desnudos. Cojo el tren y me dirijo al trabajo. Casi siempre acompañada de personas que observan sin apartar un solo segundo la mirada del móvil. Completamente ajenos de lo que ocurre a su alrededor. Pero mientras tanto, yo contemplo como la noche se va convirtiendo en día. El horizonte se ve por la venta y la luna se va escondiendo para darle lugar al sol. Los primero rayos de sol tiñen el cielo de un color purpura, haciéndome recordar que somo parte de este mundo y eso implica cuidar, respetar y apreciar lo que tenemos. Jéssica Alises Guillén (CFA Edelia Hernández- Viladecans)
Hoy quería comentar algo que he visto al despertarme, esta mañana, de fiesta en la que no tenía que ir a trabajar, me he levantado a desayunar y la televisión estaba encendida, con sonidos un tanto estridentes todo y que estaba a volumen bajo... la imagen que he visto me ha dejado impactada pues parecía un escenario de una guerra cruel y destructora, había llamas, piedras y cristales, pelotas de goma y mucho caos, un día más. He sentido tristeza, vacío emocional y sobre todo mucho sentimiento por el daño que está sufriendo mi preciosa ciudad Barcelona. Esto carece de la habilidad de la escucha, del habla y del respeto. Si todas las partes implicadas en este proceso adoptaran las posturas correspondientes a cada "cuerpo" no se causaría tal desorden como el que estamos viendo y experimentando. Después de contemplar tan duras imágenes, he apagado la televisión y he comenzado el día como bien se ha podido, sin poder dejar de cavilar sobre el tema y contemplando todas las diferentes maneras de poder eludir a esas formas. Claudia Peralta Rueda (IOC Barcelona, Dani Cendra)
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Romance de años Os quiero comentar una observación que hice esta tarde. Abajo de mi casa hay una plaza donde normalmente suelen ir una pareja de mayor edad (no muy mayores, pero tampoco tan jóvenes) cada día sobre las 18h. Ella siempre lleva el pelo arreglado como si cada día saliera de la peluquería, tengo la intuición de que ella es muy coqueta. Cada vez que la veo va muy arreglada y maquillada. Él es un señor flaco, alto y con el cabello de color negro. Ellos dos siempre se sientan en el mismo banco, no tengo idea de que es lo que platican durante el tiempo que están juntos, pero lo que yo veo es que la mayoría de veces el señor trae trocitos de pan para darle de comer a las palomas, ella no se acerca mucho la verdad normalmente se queda sentada en el banco mirando a su marido. Yo noto que los señores se tienen mucho amor y mucho respeto, son personas mayores que viéndolos me hacen pensar que llevan muchísimos años juntos y me dan a entender que así será ya para siempre. Karla Patricia Ferrufino Núñez (CFA La Creu de Barberà - Sabadell)
Un amor verdadero Había una chica, en medio de la calle, una calle desconocida y estrecha. Tenía la tez muy blanca que contrastaba con su pelo corto y negro. Estaba escuchando música, o al menos es creo, puesto que llevaba unos auriculares blancos en las orejas y balanceaba su cuerpo de un lado a otro. En un principio no tenía muy claro que hacia allí parada, mirando a todas partes y a ningún sitio a la vez, moviendo sus manos al compás de una música imaginaria para mi. Entonces, observé sus manos de dedos largos, “dedos de pianista” pensé, e imagine toda una vida para ella, una vida de pianista, dando conciertos en los mejores auditorios del mundo para la audiencia más selecta y pudiente. Y mientras yo imaginaba una vida para esa desconocida, sentada en el banco del otro lado de la calle, vi acercarse a un chico, un chico corriente, sencillo por su forma de vestir con unos vaqueros y una camiseta negra. Sus miradas se encontraron, conectaron y sus labios se sonrieron, se acercaron el uno al otro, parecían felices y contentos de verse, se fundieron en un abrazo de hierro, fuerte y sentido, para finalmente besarse. Judit Costa López (CFA Mollerussa)
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HISTORIAS DE VIDA Siempre juntos Hacía frío en Badalona aquel cinco de marzo de 2017. Llovía y el tanatorio estaba un poco lejos del hospital. Ana y Mavi caminaban deprisa, era más bien por no pensar en todo lo que habían pasado y todo lo que les esperaba al día siguiente. El cáncer, maldita enfermedad. La conversación entre las dos era extraña: - ¡Hace frío! - Sí. - ¿Estás bien? - No. - El día que nació Dani también llovía. -Sí, lo recuerdo. Menudo resfriado cogimos. El día más duro en la vida de Ana. Aquel día tuvo que arrancar a su hermano de la cama del hospital donde estaba su sobrino, su querido Daniel de ocho añitos, que había fallecido hacia unas horas. El médico le pidió a ella que por favor intentara convencer a su hermano para que dejara que se llevaran el cuerpo de su sobrino al depósito. Ana no sabía cómo hacer aquello que le pedía el doctor, pero a veces tienes que ser fuerte por los tuyos. Ella no sabía lo fuerte que era hasta aquel día. - Cómo voy a dejar a mi niño solo allí abajo, no ves que hace mucho frío. Las palabras de su hermano se le clavaban en el alma. Dios mío, cuanto dolor. Fueron tiempos muy duros. Ana jamás ha dejado de pensar en su niño pequeño. Lo lleva en el corazón todos los días. ¿Se puede vivir con algo así? Ana se hacía esa pregunta mientras pensaba en su hermano y su cuñada. Al final llegaba a la conclusión de que nunca se supera una tragedia semejante. Lo cierto es que se aprende a vivir con ello. Hay días mejores y días peores. Pero eso sí, siempre juntos, unidos como una piña. A partir de entonces cambió, se lo decimos todos. Por eso Ana aprovecha cada momento de la vida al máximo. Siempre la ves rodeada de las personas que le importan todo el tiempo que puede y nos dice siempre lo mucho que nos quiere, nos abraza. Si tiene que decir algo lo dice, con educación, pero no se guarda nada.
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Intenta hacernos felices a los que estamos cerca de ella. Y las cosas sencillas del día a día que antes no tenían mucha importancia para ella ahora la tienen y mucho. Nunca dejará de echar de menos a Daniel, pero sabe que algún día se volverán a encontrar. Ana Fernández Zapata (CFA Can Marfà, Mataró)
Naturaleza caprichosa El pasado 1 de agosto, Iñaki emprendió un viaje a una isla llamada Svalbard a tan solo
1.000
kilómetros del
polo
norte.
Su pasión por
la fotografía y
la
naturaleza ártica siempre le llevan hacia lugares remotos del norte. Hacia 3 años que preparaba esa aventura, una aventura de carácter fotográfico y sensaciones de todo tipo con un objetivo, fotografiar a osos polares en su hábitat y plena libertad. Una vez ahí, llego el momento de embarcar en un barco grande, muy grande, pero con poca gente, en su mayoría científicos donde les acompañada un grupo reducido de 7 fotógrafos, entre ellos Iñaki. A medida que avanzaban hacia el norte a Iñaki le invadían todo tipo de sensaciones; nervios, emoción, ya que no sabia si podría ver a los osos, tristeza por ver como el cambio climático cada vez avanza más y más rápido. Salia a cubierta cuando el tiempo lo permitía tapado hasta las cejas, ya que la temperatura oscilaba entre 2 y -7 grados y se sentaba durante horas solo a observar y fotografiar ese magnifico paisaje. Ahí estaba el, la naturaleza y nada más. A los 5 días de navegación, en el noreste de la isla, uno de los científicos avisó al grupo de que habían observado a una familia de osos y que en
breve saldrían todos
con zodiacs,
acercamiento, hubo algún fotógrafo que
no
invitando
a
aceptó debido al
todos frio
y
al viento
intenso, pero Iñaki aceptó la invitación junto con otros 4 fotógrafos. En ese momento se dirigió a toda prisa a su camarote para prepararse, cogió su bolsa estanca e introdujo todo el material fotográfico, empezó a ponerse capas y más capas de ropa y una vez terminó, se dirigió al punto de encuentro. Ya en la zodiac, Iñaki tomo conciencia de lo que estaba ocurriendo, tres años de preparativos con la incertidumbre de no saber si conseguiría su objetivo, la naturaleza es muy caprichosa y nunca se sabe si aceptará tus objetivos. Cada vez estaba más cerca
de
tierra
y
el
no podía ver
nada,
uno
de
los científicos le comentó que tenían localizados a los osos detrás de una pequeña
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colina. Una vez en tierra, caminaron unos 300 metros hasta que alguien en voz muy baja exclamó: “¡¡OSOS!!. Todos ellos se detuvieron al instante. Allí estaban, una madre con sus dos crías a tan solo cien metros. Iñaki quedó paralizado, no sabia que hacer, le envolvió un escalofrío por todo el cuerpo, era incapaz de sacar su cámara y empezar a fotografiar ese momento, así estuvo durante más de 20 minutos, solo admirando y absorbiendo ese momento que jamás olvidará. Una vez se recuperó de ese momento, logró sacar la cámara y fotografiar a ese magnífico animal en su estado más salvaje. Iñaki García Jiménez (IOC Barcelona, Dani Cendra)
Un sueño, un final Era un 20 de setiembre de 1989, Martín hacia esas fechas tenía 13 años. Siendo un apasionado del fútbol, Martín se apunto a la prueba de acceso de un importante club, en Uruguay. Él, que desde los seis años de edad ya corría detrás de una pelota, tenía la oportunidad de probar en un equipo de la capital. Tal vez podría ser el inicio de poder realizar su sueño, que era nada más y nada menos que ser futbolista profesional. Por suerte, el club respondió que era uno de los seleccionados para las pruebas de acceso. Llegó el día de la prueba y después del instituto al que iba por las mañanas, le tocaba coger el autobús para llegar al campo de fútbol. Con todas las ilusiones y deseos cargados también en la mochila, llegó al campo, se cambió y sin conocer a nadie de sus compañeros, realizó el mejor entreno de su vida. Todo le salió redondo, tan redondo como la pelota a la cual amaba con locura. Su buen desempeño en el entrenamiento y su buena condición física, lo ayudaron a poder pasar la prueba. Por fin, se convirtió en uno de los veinticuatro jugadores elegidos para formar el plantel. Después de haber sido seleccionado Martín comenzaba otra etapa, en su carrera futbolística. Esta ya era, en un equipo que le podría brindar la oportunidad de ser profesional. Digamos que su sueño de poder vivir de lo que tanto amaba, estaba un poco más cerca. Quedaban por finiquitar los detalles administrativos, firma de contrato y horarios de entrenamiento. Todo iba bien hasta que le comunican a Martín los horarios de entrenamiento. Dichos horarios le coincidían con los de el instituto. Martín se lo comunica a su entrenador y la respuesta de este fue, que era imposible
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cambiar los horarios de entrenamiento. Él sabía que en su casa era primero los estudios y lo luego el deporte, por lo cual y muy a su pesar le tuvo que comunicar a su entrenador que era imposible para él continuar en el club.
Martín Nicolás Rodríguez Etcheverry (CFA Lloret de Mar)
Un pequeñísimo tornillo que lo cambió todo Aquel día Faustino y tres compañeros se encontraban en la sala donde se custodiaba celosamente el único ordenador de su escuela. Intentaban acabar el trabajo final de octavo curso y para esa ocasión especial se les había permitido usar el ordenador, que en esa época, mediados de los años ochenta, era algo excepcional en una escuela. Faustino era un muchacho muy reservado que prefería estar callado disfrutando del silencio y escuchando las conversaciones de los demás, por eso le consideraban un chico tímido y sin interés. Sus compañeros en cambio eran muchachos habladores, resueltos y atrevidos. La sala del ordenador era un pequeño cuartito al final del pasillo, sin ventilación ninguna, y como era un mes de junio especialmente caluroso, los cuatro chicos sudaban como pollos. De repente la máquina empezó a hacer un ruido raro, expulsando un humillo blanco por las rejillas del panel trasero y súbitamente el ordenador se apagó. Los muchachos entraron en pánico, romper el ordenador de la escuela no era algo baladí. Oprimieron teclas, miraron el aparato por todos los lados, y opinaron, gritaron y se desesperaron. Entonces se dieron cuenta que Faustino permanecía tranquilo, mirando fijamente el aparato des de cierta distancia. Faustino se acercó al ordenador, se sentó enfrente, sacó un pequeño destornillador de su bolsillo, abrió el panel trasero, miró fijamente el interior del aparato, asintió con la cabeza, murmuró algo y dio una vuelta a un pequeñísimo tornillo. Ante el estupor de sus compañeros cesó el ruido, se extinguió el humo y el ordenador se puso en marcha. Aquel día Faustino se dio cuenta de que lo que le gustaba más del mundo era arreglar cosas, que tenía una habilidad especial para ello y que eso le hacía alguien muy especial. Y eso lo cambió todo.
Faustino Pascual Molina (Escola d’adults Castellar del Vallès)
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TRANSFORMACIONES
En las nubes Estoy en las nubes, tranquilo, calentito y feliz de estar en la cuna medio dormido. De repente, mi madre me despierta y me saca de la cuna para vestirme y prepararme para llevarme a la guardería. ¡Ya no estoy en las nubes! Salgo a la calle, el día es gris, lluvioso y fresco, hace frío, y siento aire en mi cara, no me gusta esta sensación. El trayecto es largo, no llegamos nunca, necesito llegar para estar calentito y tranquilo, no me gusta nada salir tan temprano de casa. Menos mal, por fin llegamos a la guardería. Mi guardería es grande, con unos cuantos pasillos y clases, con mucha luz y decorada con dibujos en las paredes y muy coloreada. Entro por la puerta, veo a unos cuantos niños en la clase, algunos llorando y otros jugando y la profesora saludando sonriente. Ya deseo volver a casa de nuevo, aquí no hay tranquilidad ni paz, hay mucho alboroto y eso me agobia un poco. Mi madre me deja en la guardería con la profesora y no me gusta, me gustaría estar con mi madre durante el día. Decido ponerme a jugar con algunos juguetes que encuentro por algún rincón de la clase. Me distraigo jugando con ellos hasta la hora del patio. De repente, estoy jugando tan tranquilo y se acerca un niño y me quita el juguete, eso no me gusta y me pongo a llorar. Seguidamente aparece la profesora poniendo orden. Llega la hora del patio, pero yo no quiero salir porque está medio lloviendo y quiero volver a casa. Pasado un rato, por fin llega mi madre para recogerme y llevarme a casa. Yo muy contento y feliz me dirijo hacia ella y le cojo de la mano. Salimos de la guardería y, camino a casa, antes de llegar, mi madre se para en la panadería a comprar el pan y la señora muy simpática me regala un bastoncillo. ¡Ahora sí que estoy feliz! Llegamos a casa y todos me saludan con una gran sonrisa, me dan besos y abrazos. Es la hora de comer y hoy toca mi papilla preferida, después volveré a dormir y a estar en las nubes. Oscar Martínez Márquez (IOC Barcelona , Olga Torija)
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Solera
Sola, muy sola me
encuentro
ahora, en
estado
de
sumisión
y
necesito
desahogarme. Me acuerdo de cuando estaba contenta y feliz por todo lo que yo ofrecía, tenia un aspecto impecable y sonaba como el mejor ruiseñor. Esas manos que me tocaban, me hacían sentir viva, era lo más bonito que he sentido y la respuesta del público al oírme eran emocionantes. Ahora todo ha cambiado, soy clásica, demasiado quizá y las manos que antes estaban conmigo se han ido a probar un sonido más moderno. Está de moda el ruido metálico y tiene bastante aceptación con los oyentes y eso sumado al amplificador es impactante. Pienso y espero que será pasajera esta onda y que esas manos volverán a tocarme como antes, sintiéndome diosa del sonido y disfrutando de las caricias musicales que me brindan esos dedos que son mis dueños. Además creo que no tiene tanta complicidad el tocar unas cuerdas con una llamada "púa", que el sentir mis cuerdas y poder dominarlas con algo natural y bendito como los dedos. Pienso que no tardaré en sonar otra vez, confío que me estarán echando de menos esas virtuosas manos y pronto estaremos de nuevo unidas, sintiendo otra vez las melodías de siempre. Mientras mi cuerpo seguirá creando solera y sonaré mejor. Teresa Mainar Valencia (CFA Lloret de Mar)
Estaba así cuando llegué
A esas horas y con ese calor, me encontraba de la mejor manera posible; tumbado cómodamente en el sofá, delante de la televisión, a media luz y con una apacible siesta acercándose … ¡Ouh!, ¡Woo-hoo!, ¡Mmmmm! Estaba comprobando de reojo que a la distancia justa tenía lo imprescindible; una caja de donuts, dos paquetes de cacahuetes tostados con miel y las sobras de la pizza que cenamos ayer, cuando me di cuenta de lo más importante: la cerveza continuaba en la nevera, a unos dos metros del sofá.
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Margie y los niños no estaban en casa. El Pequeño ayudante de Santa Claus enterraba un hueso en el jardín, demasiado lejos para oír mi llamada. ¿Quién podría acercarme la bebida? Entonces tuve la idea. Sin cambiar mi posición en el sofá cogí la lámpara de pie. Alargué el brazo lo suficiente como para llegar con el objeto hasta la nevera, introducir la punta de la pantalla en la manilla y estirar hacia mí para abrir la puerta. El electrodoméstico en toda su envergadura cayó hacia delante y todo su contenido se desparramó por el suelo. Justo a los pies del sofá llegó rodando una fresquita y apetecible lata de cerveza Duff. Mientras saboreaba mi bebida, y el éxito de mi idea, recordé una de las frases que me han hecho triunfar en la vida: “Estaba así cuando llegué”.
Faustino Pascual Molina (Escola d'adults Castellar del Vallès)
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FANTASÍAS La fiesta mágica Erika era una joven estudiante de largos cabellos castaños, ojos de color miel y una bonita sonrisa. Vivía con sus padres y abuela, en una bonita casa con jardín, de una pequeña aldea sueca. Cada 30 de abril se sentía emocionada con los preparativos de la fiesta de"La primavera". Por fin, se dejaba atrás el largo invierno, ya era primavera en Suecia. Hacía un espléndido día de sol. Ya habían empezado a salir las primeras flores de tussilago. Erika empezó a recoger unas cuantas para hacer un ramillete. Pensó que podría ponerlo en el centro de la mesa para la hora del pícnic, como cada año. Había mucho trabajo, primero se tenían que preparar todas las viandas de la tarde. Después, llegarían la familia y amigos; y más tarde, prepararían la hoguera, porque a las nueve de la noche tenía que arder. Pero antes de todo, tendría que ayudar a su madre con la masa de los pastelillos de hojaldre. Los había dejado reposando en la mesa de la cocina, tapados con un paño. Había dejado la ventana abierta para que entrara el sol. Se acercó para coger los pasteles y cuando cogió el paño notó que en la palma de su mano se clavó una especie de aguja. Soltó el paño inmediatamente dando un fuerte alarido, enseguida acudieron su madre y su abuela, para ver que pasaba. Erika dejo de cogerse la mano para enseñarla y vieron con preocupación que estaba roja y muy inflamada. La abuela se percató de que en la mesa junto al paño había una abeja y enseguida quiso actuar aplicando vinagre en la mano, pero no había y en su lugar buscó hielo, porque según dijo “a buen hambre no hay pan duro”. Menos mal que estaba el vecino, que es doctor, y le pudo inyectar epinefrina, porque si no, podía haber sido mucho peor. Y por fin acabó todo bien. Con tanto alboroto se dieron cuenta de que ya había llegado la hora. Rápidamente, se pusieron a preparar la hoguera, porque este año también había que ahuyentar los malos espíritus, como lo habían estado haciendo sus antepasados desde siglos atrás.
Victoria Santiago Duque (CFA La Creu de Barberà, Sabadell)
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Dolor y decepción
Era un día laborable en diciembre del año 2001, en un pequeño pueblo de Suiza donde Blanca desempeñaba sus tareas laborales. A las diez y media de la mañana cuando tocaba la hora del descanso, le llegó un mensaje al teléfono que decía: -Blanca por favor llámame tengo algo importante que contarte- Ella quedó sorprendida y asustada, era José el sobrino de su padre, algo en su interior se encogió, porque sabía que nada bueno traía. El padre de Blanca había llevado siempre mala vida y nunca había luchado por sus hijas, cuando se separó de la madre de Blanca, él decidió también separarse de sus hijas. A ella le costó muchos años aceptar que su padre no quería saber de ella. Después de reflexionar largo y tendido sobre el mensaje, se temía lo peor, así que decidió contestar al mensaje con una llamada. –
Hola José, soy Blanca, ¿qué pasa?- José respondió:
–
Blanca, es por tu padre, está enfermo, tiene cáncer.
En ese preciso instante el mundo de Blanca se derrumbó, aunque hacía tiempo que esperaba ese momento no podía creer que ya hubiera llegado ya que aun sentía mucho dolor y rencor hacia su padre. Con el alma rota en pedazos y dejándose llevar por los sentimientos y las emociones decidió dar el primer paso para reencontrarse con el después de once años sin saber nada el uno del otro. El encuentro fue muy emotivo se abrazaron por mucho rato, se sentaron a la mesa y pasaron la tarde charlando. Blanca decidió acompañar a su padre en el proceso tan duro que suponía esta enfermedad; lo acompañaba a las visitas del médico; a las sesiones de quimioterapia; creyendo que después del golpe tan duro que la vida le había dado a su padre, el cambiaría en todos los aspectos. Tras cada visita con el al médico, ella salía más hundida y decepcionada, seguía viendo al mismo hombre de siempre; derrotado, egoísta, pasota y sin ganas de luchar ni por el, ni por su hija... En definitiva "dios da pan a quien no quiere comer" así que ella no fue capaz de continuar a su lado y el nunca insistió en formar parte de su vida. Elisabet López (CFA Can Marfà, Mataró)
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A la espera Nos conocimos en el restaurante donde trabajaba como camarera, ahora parece que fue hace una eternidad y en realidad solo han pasado dos años. En esos entonces yo vivía con mis padres y no tenía carga familiar alguna. Puedo recordar claramente aquel día, 01 de septiembre de 1939. Tras aquel día fuimos inseparables, nos dimos cuenta de que compartíamos muchas aficiones, dar largos paseos, montar en barca, descubrir la naturaleza .... Pero no duró demasiado, seis meses después de conocernos lo llamaron a filas y no nos quedó otra que separarnos. A partir de ahí nos escribimos largas cartas donde nos contábamos los detalles de la guerra, me gustaba pensar que aquellas palabras lo protegían y que volvería a mi en cualquier momento. Me sentaba cada día a esperar en el prado donde más nos gustaba estar, lo llamaban el prado verde y estaba situado en una pequeña ciudad de Galicia, con la esperanza de que volvería. Día tras día veía como volvían los novios y maridos de mis amigas, sabiendo que mientras ellos habían estado ausentes ellas no habían sido precisamente ... cómo lo diría ... recatadas. Y yo pensaba “Dios le da pan a quien no tiene dientes, con lo que adoro y echo de menos yo a Allan y no regresa.” Un día se presentó un oficial en mi puerta, portaba una carta para mí en cuanto la vi supe lo que decía. Nunca más volvería a ver al amor de mi vida. Si bien, ha pasado el tiempo en dolor no mitiga y todavía me siento en aquel prado a esperar pensando que ha sido un error y que lo veré llegar en la lejanía. Manuel Roldán Moreno (CFA La Creu de Barberà, Sabadell)
Gabardina y sombrero En este mismo instante estoy en comisaría, en la sala de espera de esta, es tarde, lo suficiente como para que la luz del sol no esté haciendo presencia en este momento. Actualmente estoy aquí porque trabajo como detective, pero a decir verdad hoy es mi primer caso, y no sé muy bien como llevar esto. Empezando con la apariencia, visto una gabardina, y porto un sombrero en la cabeza, indispensable en un
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detective, o eso quiero pensar, la realidad es que lo vi en una película el otro día y se veía muy guay. A parte de eso me he sentado en la parte mas oscura de la sala, para que se me vea poco y parezca misterioso, definitivamente eso me hará ver como un buen detective, lo leí en el kit esencial para detectives. A todo eso, me hallo aquí por que debo hablar con un implicado en el caso que tengo entre manos. Tras un rato esperando, escuchando el sonido del reloj de pared, sale un policía de una sala y me hace un gesto para que vaya. Al levantarme muestro uno de mis ases en la manga, tengo el sombrero inclinado haciendo que los ojos se me oculten por la sombra de este y parezca mucho mas detective. Definitivamente soy como el de la película. Cruzando la puerta de la sala que veía, descubro que en verdad era un pasillo, con muchas mas salas, mientras nos dirigimos a una, el policía me dice que quiere ver la conversación, pues le gustaría ver a un verdadero detective en acción, menciona también que el retenido no quiere hablar con nadie. Levantando un poco la mirada le digo que esto no es como en las películas, soy un profesional y conseguiré la verdad. El policía se quedó mirando sorprendido, incluso en su mirada se veía determinación y emoción. Cabe decir que esa frase la saqué de una película. Entro a la sala de interrogaciones y apago todas las luces menos una, pues si hay poca iluminación se me verá más oscuro y mas imponente. Me acerco a la mesa que hay en el centro de la sala y antes de sentarme miro de reojo al retenido y suelto la siguiente frase: “Dios da pan a quien no tiene dientes.” Tras eso me siento en la silla y le miro fijamente. Con la frase anterior y esta mirada es suficiente para hacer que hable, pero úun puedo añadir un detalle mas. Espero a que esté a punto de decir algo, y cuando esa por decir una palabra le interrumpo de forma un poco agresiva: “¡Quién te dijo que pudieses hablar!” Eso es un duro golpe, no solo le he intimidado con mis apariencias y mi actitud misteriosa, sino que ahora se ve como un cachorro indefenso, de tal forma que incluso el cree que lo es. Dejo pasar un poco mas de tiempo sin decir nada, lo cual incomoda aun más al retenido. Tras esto, le pregunto directamente si lo hizo, y tras eso, el retenido mira hacia otra dirección con mirada apenada, pero sin decir nada. Me levanto y me dirijo hacia la puerta, pero antes de salir le digo: -Debes asumir la responsabilidad personal... No puedes cambiar las circunstancias, las estaciones o el viento pero puedes cambiarte a ti mismo. Después de eso me salgo de la habitación, miro al policía y le digo que el trabajo está hecho. Mi siguiente paso es desvanecerme en la oscuridad de la noche
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mientras apunto algo en mi libreta. Bueno en verdad no apunté nada, pero desde lejos parecía que sí. Al día siguiente, enciendo la tele y veo que en las noticias aparece el retenido al que interrogué ayer. Confesó sus crímenes, el muy desgraciado trabajaba como repartidor de pizzas y se comía una porción antes de entregarlas. Así concluye mi primer caso, el Repartidor Degenerado. Alex del Camino (IOC Barcelona, Olga Torija)
Una declaración diferente Era una soleada tarde de domingo de primavera. Estábamos a punto de entrar en el mes de mayo y las flores resplandecían como nunca. Aquel fin de semana había sido completamente para poder descansar después de una larga semana en el trabajo con los pequeños. Cuando uno se ponía enfermo, solo faltaban dos días para que toda la guardería contrajera cualquier epidemia de mocos y tos infantil. Aquella mañana, Mario, mi pareja y actual prometido me propuso de quedar después de comer en un pequeño bosque que hay en las afueras de mi pueblo, y que es donde nos conocimos tres veranos atrás cuando se celebraban las fiestas de verano del pueblo. Llegaba tarde, el autobús no había salido puntual de mi zona y un poco de tráfico lento me había retrasado más de lo que pensaba. Por dentro me moría de ganas de ver a Mario, ya que por el trabajo hacía más de una semana que no podíamos vernos, y estaba impaciente para llegar a nuestro punto de encuentro, pensando que el estaría allí también impaciente y nervioso esperándome. Mi sorpresa fue cuando llegué al campo donde nos sentábamos siempre y allí no estaba él. No era propio de Mario llegar tarde, al contrario, era un chico muy meticuloso y puntual, siempre se procuraba de llegar diez minutos antes si hacía falta a cualquier cita que tuviese. Pensé que quizá también se había retrasado por el tráfico y me senté en la fresca hierba a esperarle. Llevaba mi mejor vestido que también era su preferido; un vestido veraniego de manga larga de color blanco, y un sombrerito con una flor amarilla. Pasé los primeros minutos pensando en cómo lo recibirá cuando lo viera venir, pero a medida que iba pasando el tiempo y Mario no se presentaba me iba poniendo más y más nerviosa. Al cabo de media hora de estar allí esperando lo llamé al móvil al cual él no contestó. Pasaron casi dos horas en las que yo me estaba poniendo histérica; cuando estaba a punto de marcharme muy enfadada y lo vi venir corriendo y sudando mientras gritaba mi nombre. Me fijé en
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que iba muy sucio y sus zapatos eran dos bolsas de basura. Vio mi cara a enfado y me pidió que por favor lo escuchara antes de enfadarme con él. “Adelante”, le dije “A ver qué mentira me cuentas”. “No te miento. Lo que me ha pasado es muy absurdo pero es la verdad. Cuando venía aquí para verte, he pinchado la rueda de mi coche con un cristal que estaba en medio de la carretera. Cuando he salido del coche para poder arreglar el pinchazo, me he tropezado con una piedra que ha provocado que me cayera por un pequeño barranco hasta aterrizar en un charco de barro. Lo divertido es que no era un charco de barro, sino una cuadra de cerdos, y me han empezado a morder los pies hasta que me han destrozado los zapatos. Los dueños de la casa y de los cerdos no estaban, y suerte que ha pasado un anciano que me ha ayudado a salir de allí como ha podido. Estoy muy agradecido con él. He tenido que dejar los zapatos con los cerdos porque no me dejaban salir, y el pobre anciano me ha dado dos bolsitas de plástico para recoger lo que pudiera dejar su perrito por el camino. Entre todo esto, he perdido una cosa que te traía, y también, el pobre buen anciano me ha ayudado a buscarlo, aunque sin éxito, Al final también me ha ayudado a sustituir tu regalo, aunque no es la mejor solución…” Esto último lo dijo mientras se ponía de rodillas delante de mí y sacaba de su bolsillo lleno de barro una pequeña caja improvisada hecha con barro, hojas y pequeños troncos. “¿Quieres hacer el favor de casarte con un desastre que no puede ni traerte un anillo en condiciones?” dijo avergonzado. Dentro de la cajita había un pequeño anillo hecho con pequeñas ramas y una flor muy bonita imitando a un diamante. Me eché a reír tan alto que creo que me escucharon en el pueblo de al lado. Pobre Mario. Yo creyendo que me estaba engañando y enfadándome con él, y el pobre haciendo lo posible para traerme un anillo de compromiso. “Así que, ¿Qué contestas?” me insistió. “¡Claro que sí!” contesté. Al cabo de seis meses llegaba el gran día. Por fin nos casábamos. Aún recuerdo sus votos, su pequeño escrito para definir el día en que hizo el mejor gesto del mundo arrodillándose ante mí. Recordó todos los acontecimientos que le sucedieron antes de llegar a nuestra cita como si hubieran pasado el día antes, y como aquél día se había acordado tan claramente lo que siempre le decía su abuelo cuando el era pequeño “A buen hambre no hay pan duro hijo, coge lo que te den.” Esas palabras le habían ido a la perfección ese día, cuando un agradable anciano lo había ayudado y con remedios un poco caseros había conseguido que el joven llegara a su cita calzado y con su anillo de compromiso. Ferran Gutiérrez Raurell (CFAM Centelles)
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LA CAJA DE PANDORA
Felicidad
Hace muchos años, encontré lo que para mí es la felicidad, una vez sentí esa emoción decidí guardarla en una caja, a la que llamé naturaleza. Siempre que puedo me gusta abrir esa caja en soledad y aislarme durante días en ella, huyendo de todo lo urbano, el estrés, el egoísmo, la prepotencia, el nerviosismo y de toda la hipocresía de la que estamos rodeados. Intento abrir esa caja siempre que puedo y cuando logro abrirla, encuentro todo lo contrario. Belleza, pureza, tranquilidad, sinceridad; ni mentiras ni egos tienen cabida en esa caja. Cuando he de cerrar esa caja y volver a la realidad del día a día, intento guardarla en un lugar seguro que solo yo sé encontrar, mi corazón. No quiero que nadie me la quite. Iñaki García Jiménez (IOC Barcelona, Dani Cendra)
La caja de Pandora Hace mucho, mucho tiempo, en una época de magia, donde todo se hacía realidad, habitaba una leyenda que se ha ido traspasando de generación en generación. Desde su génesis, los más antiguos contaban esa leyenda con devoción y admiración. Aunque también con cierto temor, pues esa leyenda hablaba sobre un artilugio con un poder tan grande, que podía destruir a los mismos dioses. Ese objeto no era nada más, ni nada menos que una caja, La caja de Pandora. Creada por el mismo Hefesto, Dios herrero, le otorgó poderes divinos, para así vencer al mal y la oscuridad que pudiera cernirse en la Tierra. Aunque cuentan las leyendas que desapareció de la posesión de los dioses. Siglos han pasado y puedo afirmar que la leyenda de la caja de Pandora es real. Lo sé, porque yace en mis manos ahora mismo. Y los poderes que trae consigo, desde el primer día que la abrí, me convirtieron en otra persona. Uno de los poderes que traía era el valor, que me da la fuerza necesaria para hacer frente a mis miedos. Esperanza, pues sin ella, hace mucho tiempo que hubiera dejado este
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mundo y me dan esa sensación para seguir creyendo en lo que quiero. Amor, pues en este mundo donde prevalece el odio, es bueno saber que aún hay gente en la que te puedes apoyar. Pero el más importante para mí es la mayor magia divina que esta podía contener. Luz. Gracias a ella, puedo caminar sin miedo, ella me guía en este oscuro camino de sombría oscuridad. Me ayuda a diferenciar entre amigos y enemigos, me hace tener una visión del mundo que siempre he soñado, me susurra al oído cuando me pierdo y así retomar mi camino. Incluso me da la mano cuando estoy tendido en el suelo, dándome mi espada y mi escudo para enfrentar a mis demonios... Aunque no solo trajo consigo esos poderes. Esta caja es un arma de doble filo y si abusas mucho de ella, es muy probable que lo que encuentres dentro, sea la mayor de tus pesadillas. Miedo u odio podría contener en su interior. No por nada es una herramienta que crearon los dioses y evitaron a toda costa que cayeran en manos de mortales. Aunque si sabes usarla bien, puedes usar todas las bendiciones a tu favor y encerrar las maldiciones. ¿No es poder suficiente para derrotar a un Dios? Daniel Dacosta López (IOC Barcelona, Laura Garcia)
La nostalgia
Cuando yo tenía trece años, mi abuelo fue ingresado en un hospital, debido a una diabetes tan grave, que incluso lo dejó ciego, pero a pesar de ello siempre conservó su humor. Para mí era una persona especial, a la que amé, amo y amaré con todo mi corazón, aunque ya no esté a mi lado físicamente, así que para mí fue un golpe muy duro que falleciera, aunque sabía perfectamente que llegaba el momento, la pena me llenaba de dolor. Dos días antes de fallecer le dijo a mi madre: -Gloria, dile a Laura que venga, necesito hablar con ella, quiero entregarle algo especial.
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Era un caluroso mes de julio cuando yo, cumpliendo su petición me dirigí a aquel hospital. Cuando llegué no pude evitar sentir un dolor horrible en mi corazón, mi abuelo estaba allí, tumbado en aquella cama, débil y apagándosele la vida. -¡Hola yayi! -exclamé disimulando mi pena-. -Hola Laura, me alegra mucho que hayas venido, abre el cajón de la mesita, hay una cosa para ti-respondió él-. Abrí el cajón y observé una caja de cartón. -Cógela y ábrela -dijo mi abuelo-. Yo sin mediar palabra y haciéndole caso, la abrí, dentro había una caja de latón, de unos quince por quince centímetros, con el típico dibujo del aftershave Floid que él usaba de toda la vida. -¿Y esto? -pregunté yo entre risas-. -Siéntate a mi lado y te explico -respondió-. Me senté al borde de la cama, muy pegada a él, cogió mi mano y me dijo: -Quiero que guardes esta caja con cariño, como si fuese yo, sé que para ti es duro que me vaya, así que el día que definitivamente me haya marchado, quiero que la abras, ahora no, dentro hay un saquito de tela rojo, lo abres y dejas un beso dentro, le haces un lazo, lo cierras y vuelves a guardarlo en la caja. Mis ojos se inundaron, y entre sollozos las lágrimas se derramaron como un triste y lluvioso día gris. -No llores -me dijo- con esta caja siempre estaré contigo, solo quiero que la abras cuando la emoción de la nostalgia te supere, nunca vuelvas a sacar el saco rojo, solo abre la caja, mírala mientras desahogas tus pensamientos y vuelve a cerrarla, pero piensa bien cuando decides hacerlo, porque eso será una única vez, con esto quiero que la nostalgia nunca más vuelva a dolerte. Después de hacer eso, si en algún momento vuelve a ti, solo coge la caja, abrázala y dale un beso, te prometo que su magia hará que desaparezca. Besándole la frente salí de allí, con ese tesoro que desde ese momento, sería lo más importante de mi vida. A los dos días mi abuelo se marchó para siempre, seguí sus instrucciones, hice todo lo que él me pidió. Desde entonces la guardo en el cajón de mi mesita de
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noche, al fondo, escondida, pero siempre teniéndola presente, nunca la olvido y nadie sabe de su existencia. Elegí ese único momento de abrirla, cuando mi abuela se marchó con él. Su magia es increíble, en ocasiones, especialmente en fechas señaladas, la nostalgia vuelve a mí, entonces la cojo, la abrazo, la beso y de repente, desaparece al sentir como si mi abuelo me estuviese abrazando fuertemente. Solo muere lo que se olvida, a ti Yayi, que me cuidas siempre.
Laura Martínez Pérez (CFA Freire, Barcelona)
La caja vacía
Del lugar de donde vengo, no guardamos en cajas los sentimientos, en voz alta decimos nuestros pensamientos y por nada me detengo.
Pero mira tú por donde, que al viajar a tierra extraña, mis emociones se volvieron una maraña y el corazón ya no me responde.
Las palabras no me son coherentes, no al menos las que yo conocía, las que aprendí. La gente aquí es diferente, así lo entendí, la vez primera que la tierra pisé de estas gentes.
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Ahora me siento como una de vosotros, 13 años y un día, el tiempo que he estado fuera, Ya no soy una extraña, una turista cualquiera, pero sigo acordándome de ellos, de los otros...
He conocido a alguien aquí que me nubla el juicio, me siento bien entre sus brazos, en sus redes, no quiero ostras, champán ni percebes, sólo estar con él, como por puro vicio.
Del lugar de donde vengo, no ocultamos en cajas los sentimientos, en ellas guardamos la sal, los ajos y los pimientos. Y eso es todo lo que contar os tengo.
A qué lugares me llevará el destino, no sé, a quién me encontraré por el camino ya veré...
Marika Cice (CFA Tortosa)
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Caja de la nostalgia Cada cosa que vivo por insignificante que sea, la guardo en la caja de la nostalgia, una caja mágica que con el tiempo puede convertir momentos difíciles en etapas felices, viendo desde lejos que no todo era tan malo. Aun así, también puede ser una caja de Pandora, pues al abrirla puede convertir el presente en un tormento, invadiendo tu corazón de sentimientos de inquietud, hacerte deseoso de que todo sea como una vez fue, un mundo que aunque no lo sabias era perfecto. La caja de la nostalgia, podría ser llamada también la caja del tiempo, y para cada vez que la abras para ver el pasado, tienes que pensar en el futuro, para soportar el presente.
Álex del Camino Suazo (IOC Barcelona, Olga Torija)
La caja de la vida Solo tenemos una vida, muchos recuerdos, muchas vivencias o muchos detalles donde guardar esos momentos que solo ocurren una vez y que en algún lugar hay que tenerlos para recordar. Todos tenemos una, cada uno a nuestra manera. Yo siempre la tengo a mano, bien protegida, porque no es una simple caja, es ese sitio donde echar un ojo en ese momento malo, de amargura, el momento que justo necesitas recordar para evadirte del resto de penumbras y anhelar con esa sonrisa, aquel momento, en aquel lugar, que para mí mismo ya es un recuerdo que jamás me lo quitará nadie porque a bien resguardo lo tengo en mi caja. Oscar Borràs Rojas (CFA Segrià, Lleida)
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Mi bonita caja
Mi bonita caja vive en un lugar muy dentro de mí por la cual nunca presumí, nadie puede tocarla nadie puede mirarla.
Mi bonita caja la tengo desde hace 9 años 9 años desde que ella llegó solo la abrimos en cada cumpleaños o cuando mi subconsciente alegó.
Mi bonita caja, desde hace 5 esa caja creció a esto nadie me enseñó con la llegada de mi pequeño bombón solo sé llenarla de más amor y protección.
Mi bonita caja, cada domingo la comparto con ellas jugar juntas a ser doncellas jugar a crear recuerdos recuerdos disfrutados y bailados.
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Mi bonita caja, es mi gran pilar se llama “ser madre” y solo pienso en cuidar.
Laura Rodríguez Pérez (CFA La Llasgosta)
Sabiduría
En la caja guardaba sus recuerdos, llenos de alegrías, tristezas, fracasos y logros de su vida. Se la regalo su padre, guárdala como si fuera un tesoro, le dijo él, y cuando llegues a tener mi edad, que ya habrás tenido, hijos y nietos, dedícate un día para ti, puede ser un domingo, date un paseo por la playa o montaña, como quieras, pero tú sola y la caja y cuando la abras veras, que la persona que eres en ese día, es gracias a tus vivencias, buenas y malas y que tu estoy seguro, habrás asumido con sabiduría y humildad.
Mª Belén Pérez Escribano (CFAM Natura, Pineda de Mar)
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“La literatura no permite andar, pero permite respirar.” (Roland Barthes)
Profesora del Módulo: Isabel Verdú Institut Obert de Catalunya
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