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Liderazgos que inspiran
y adultos mayores se hayan acostumbrado a tomar agua de jagüeyes, la misma en la que los animales se sumergen.
Las posibles soluciones que hay para estas problemáticas son la extracción de muestra que seguirán insistiendo, a pesar de las dificultades que enfrentan por los fenómenos climáticos.
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En la vereda de Santa Clara se está bombeando con energía solar el agua co-
HOY CINCO ESCUELAS DE SAN ANTONIO DE PALMITO CUENTAN CON SISTEMAS DE AGUA PARA CONSUMO.
agua subterránea por medio de perforaciones de pozos profundos, y la construcción de jagüeyes más grandes para tener una mayor capacidad de recoger agua lluvia. De esta manera, se pueden soportar las sequías durante el verano. Hasta ahora, en este lugar también se han construido estructuras de captación de lluvia, que recolectan el líquido a través de los techos de las viviendas y ranchos de los campesinos.
“Ahora con los tanques de 50 mil litros podemos soportar un año”, calcula Eligio Ramos, otro campesino residente en Villa Amalia. “A nosotros lo que nos interesa es la tierra, a pesar de la falta de agua”, con lo que sechada en la escuela a unos tanques para que puedan consumirla y usarla para cocinar. En esta vereda ya se cuenta con un sistema de bombeo solar que almacena, potabiliza y lleva agua a la escuela. En la Emperatriz, otra vereda de El Salado, se hizo un proyecto que consiste en sacar agua del jagüey mediante paneles solares para llevarla a la escuela, pero debido a la cantidad de materia orgánica fue imposible garantizar que el líquido fuera apto para el consumo humano. Sin embargo, se instalará un sistema de cosecha de agua para esta escuela. Ya se realizaron los diseños para instalar otro sistema de cosecha de agua en la vereda, con el cual se espera beneficiar a ocho familias.
Para lograr la financiación y ejecución de todos estos proyectos la Fundación Semana convocó a varias empresas y organizaciones con las que conformó un Círculo del Agua (ver recuadro) integrado por profesionales que están estructurando pilotos sostenibles de consumo y riego, que se espera replicar por toda la región.
SOSTENIBILIDAD DEL ACUEDUCTO DE EL SALADO
Después de muchos ires y venires, el acueducto de El Salado viene cogiendo forma. A mediados de año empezaron las obras para la construcción de una estación de bombeo que será impulsada con energía solar en el centro poblado. Lo primero que se hizo fue mejorar las redes, y se dividió en dos sectores, Barrio Alto y Barrio medio y bajo, para reducir los costos de bombeo y almacenamiento. Además, se tendrá un sistema de tratamiento que mejorará la calidad del agua que consumen los saladeros. Para eso también se construirán dos tanques, uno elevado y otro en el suelo, en los que se almacenará el líquido antes de distribuirlo a las casas.
Con esto se busca que el centro po-
CÍRCULO DEL AGUA
La Fundación Semana conformó el 27 de abril de 2016 un equipo de trabajo para apoyar a las mesas técnicas del Agua en los Montes de María. Para poner en marcha este equipo, se convocó a un grupo de empresas, a las que se les llamo el Círculo de Donantes del Agua, para que respaldara la ejecución y proyectos que se realizan en la región. Estas son las empresas que conforman esta iniciativa. blado pueda tener el suministro todos los días. Adicionalmente, se modificó la estructura de la Junta del Agua, que será la encargada de administrar el acueducto, con lo que esta será la que haga el mantenimiento, administre el sistema y cobre la cuota que pagarán todos los saladeros para garantizar el funcionamiento y la sostenibilidad del sistema.
Todo esto se ha hecho de la mano de la Red de Acueductos Comunitarios del Caribe (RACC), que capacitó a los miembros de la Junta para que puedan administrar el acueducto y calcular la tarifa, teniendo en cuenta que de allí saldrá el dinero para hacer el mantenimiento.
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EL RIEGO, SEGUNDO GRAN RETO
Desde la Fundación Semana, mediante diferentes alianzas público-privadas, y la Mesa Técnica de Agua para Riego, se dividió la solución a la escasez de agua entre consumo y riego. Menos del 5% de los campesinos tienen soluciones de riego adecuadas para sus cultivos. Por esto, se le está apostando a dos frentes: nuevos sistemas de pequeña y mediana escala y la rehabilitación de ‘mini-distritos’ en lugares específicos de toda la región.
La estrategia de ‘mini- distritos’ se trata de sacar agua de un lago e inyectarla en un distrito de riego para transportarla a cada planta de los cultivos. El “mini” viene de la cantidad de usuarios y hectáreas a los cuales se les va a proveer el servicio. El extinto Incoder inició la rehabilitación de tres de ellos.
En ese sentido, la Fundación Semana realizó un estudio técnico para rehabilitar el minidistrito de San Rafael, en Ovejas-Sucre, y se lo pasó al Incoder, que alcanzó a implementarlo antes de que este instituto fuera liquidado. Sin embargo, quedó pendiente una segunda etapa que busca ampliarlo para que pueda beneficiar a más parcelas campesinas. Se hará con el apoyo de la Usaid.
La Fundación también presentó al ministerio de Agricultura dos diseños para la realización de sendos distritos de riego en el corregimiento de Almagra, ubicado en Ovejas, Sucre, y en el corregimiento El Hobo, en El Carmen de Bolívar, con lo que se busca irrigar 75 y 160 hectáreas, respectivamente.
Adicionalmente, para tener más conocimiento sobre los demás corregimientos
El 95% de la escuelas no tiene acceso a agua de consumo.
de Montes de María, la Fundación Semana invitó a entidades como los ministerios de Agricultura y Desarrollo Rural, Vivienda y Ambiente (así como a Coltabaco, Incoder, CCI, Patrimonio Natural, IGAC, IDEAM, UPRA, Corpoica y USAID) a participar en la primera Mesa Técnica de Agua para Riego.
Hasta el momento, la Mesa se está constituyendo a partir de un mapeo general de la zona para encontrar cuáles son los puntos clave con respecto al agua: las posibles soluciones a gran escala con la rehabilitación de ‘mini-distritos’ de riego en la región, en vez de continuar trabajando en localidades específicas.
En el futuro se involucrará a líderes comunitarios. También se realizó un análisis de precipitación en la zona, enfocado en apaciguar los efectos que generan allí los fenómenos de El Niño y La Niña, además lo importante es que a partir de estas iniciativas se empiece a buscar otras soluciones para la escasez del agua en la región.
Hecho en los Montes de María
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Varias asociaciones de campesinos y artesanos de los Montes de María están logrando que sus productos lleguen a las vitrinas de las grandes tiendas de cadena y de los mejores restaurantes del país. Y lo mejor es que les están pagando bien por ellos. Así se está logrando conectar el mundo urbano y el campesino.
martínez julio fotos : carlos
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Edilberto Angulo, Luz Marina Quiñonez y Danny Luz Acosta viven a un costado de la transversal de los Montes de María, en lo que se conoce como la Alta Montaña. Es media mañana de un viernes caliente de agosto. En la plaza central de El Carmen de Bolívar un puñado de campesinos, venidos de todos los rincones de la región, atienden a una multitud de carmelos, como se les conoce a los oriundos de esta población, que literalmente les arrebatan manojos de plátano, ñame, aguacate y ají.
“Nadie regatea”, dice con una sonrisa Danny mientras cuenta el dinero de una venta. A su lado, Edilberto lamenta no haber traído otro bulto de ñame espino, uno de los alimentos más preciados en la región. En solo cuatro horas, más de cien campesinos, auspiciados por autoridades estatales y varias oneges, vaciaron sus puestos.
“Los plátanos se vendieron en media hora”, cuenta Rosario de Macayepo. Esto se dio porque los labriegos vendieron al mismo precio que lo hacen habitualmente a los acaparadores de productos campesinos que pululan en el 21, el sector donde se dan la mayoría de negocios agrícolas de la región. Solo por revender a grandes compradores de Medellín, Barranquilla o Montería, estos acaparadores del 21 se quedan con una parte jugosa del negocio de los alimentos de la zona.
Para compradores como Matilde, una ama de casa de El Carmen, todo esto es una ganga. Sugiere realizar este tipo de mercados todos los meses, no solo para darle la oportunidad a los campesinos de vender directamente sus alimentos y ganar más, sino también para que las familias de la región se beneficien con unos mejores precios.
Ingrid, otra campesina que hizo parte de este experimento y que estaba en El Carmen vendiendo sus mochilas sanjacinteras, comenta que el intermediario muchas veces se queda con las ganancias que deberían ir a los bolsillos de los artesanos. “Uno se demora una semana haciendo una mochila, gasto 17 mil pesos en materiales y la pagan a 30 mil pesos”, explica. Es decir, se gana 13 mil pesos por una semana de trabajo.
En momentos en los que los campesinos de los Montes de María empiezan a regresar a sus parcelas y la región comienza a recuperar su ritmo productivo perdido por tres décadas de conflicto armado, también es notoria la necesidad de que los pequeños productores del campo tengan mejores ingresos.
Jairo Mercado Ospino, un líder campesino, representante de la Asociación de Campesinos de Caña Panelera de El Hobo, un corregimiento de la Alta Montaña, recuerda que en su comunidad, antes de que salieran desplazados por las amenazas de los paramilitares, producían panela que vendían en Macayepo, Ovejas y Colosó. “Había 27 estancias, y cuando teníamos el producto para sacarla nos demorábamos hasta tres días en burro”, recuerda. Aun así el cultivo de caña de azúcar les daba empleo a 177 familias.
Hoy, de esas familias solo 30 han regresado a su terruño y han puesto a andar un viejo ingenio, el único que les quedó en pie después de que salieran por la violencia. “Tenemos que recuperar los trapiches y las tierras, los que nos tenemos que poner las pilas somos los campesinos”, sentencia Jairo, quien dice con orgullo que muchos productos de su asociación son exportados a Estados Unidos e Israel. “Eso nunca lo habíamos visto”.
Mientras los intermediarios obtienen ventaja, a los campesinos les faltan contactos que les permitan vender sus productos directamente, y que esta sea una fórmula para recuperar sus maltrechas economías y la de una región que empieza a salir del ostracismo.
LOS COMPRADORES SON LA CLAVE
En una mesa del restaurante Harry Sassón del hotel Santa Teresa, José Caballero, agente comercial de Asopraduse, saca una muestra de dulces de su maleta. “Estos son de coco con maracuyá, pruébelos”, le insiste a Santiago Romero, jefe de la cocina del restaurante Harry Sassón, quien desenrolla el celofán del que sale una bolita café. El chef también degusta un dulce de ajonjolí.
“¿Podrían hacerlos más pequeños?”, le pregunta, en un tono de franca aprobación, y prácticamente da por cerrado el negocio. Caballero le cuenta que estos dulces son hechos por cooperativas de dulceras de Palenque, que son apoyadas por los ministerios de Cultura y el de Industria y Comercio.
El chef afirma que estaría encantado de comprar los dulces no solo por su sabor, sino porque cuentan una historia de responsabilidad social que ellos están dispuestos a respaldar.
“No queremos caridad, sino que vean a los campesinos, apicultores y artesanos como proveedores de productos de calidad”, interviene Andreu Munné, un catalán que es el responsable del área de desarrollo económico de la Fundación Semana, y que ofrece asesorías para este tipo de emprendimientos. Y este no es el único producto salido de los Montes de María que se ha logrado colocar en restaurantes y almacenes de cadena.
“La idea, explica Munné, es conectar al productor montemariano con este tipo de negocios, y
El fríjol cuarentano de los Montes de María está en las barras de ensaladas de la cadena de restaurantes Crepes & Waffles.
que vean que pueden producir con calidad y responder a las exigencias del mercado”. Andreu revela que la estrategia comercial no solo consiste en vender el producto, sino en contar una historia de responsabilidad social, y que los productores tengan una relación directa con el cliente.
“Calidad, cumplimiento y el trato, son las claves”, resume. El principal problema que se ha identificado en los Montes de María es que el campesino o el artesano malvenden sus productos. “El campo de batalla es acercar a las cadenas o a las tiendas a estos productores”, añade Munné. Y a partir de allí, que estos campesinos y artesanos ganen lo que se merecen por sus productos.
En la actualidad, la Asociación de Soldadores del Salado tiene dos grandes clientes: Artesanías de Colombia y Tugó, tiendas de cadena que compran a un buen precio, cubriendo tanto el trabajo de los asociados como los insumos, y a su vez revenden las hamadoras.
Además de vender a estos almacenes, las hamadoras han sido comercializadas en hoteles, fincas y casas de campo. Algo que ha sido clave para la comercialización es que estos pequeños empresarios están mostrando sus hamadoras a través de Facebook o de otras aplicaciones en sus celulares. “Nairo tiene un celular con el que se relaciona con los clientes, y les envía fotos, también le hacen pedidos a través de su correo electrónico”, explica Muneé.
En la misma vía está la Asociación de Jóvenes Apicultores de El Salado (ASJAS). Además de reactivar la producción de miel,
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sus integrantes empezaron a vender el producto a restaurantes como Harry Sassón y Crepes & Waffles, y lo hacen a través de la Asociación de Jóvenes Productores de El Salado (Asoprojos).
“Nuestra miel —dice Nayro Catalán Gracia— tiene varias ventajas: proviene de una variedad de flora, es orgánica, y se produce en un ambiente con poca contaminación”. Aparte de estas características, los chefs de los restaurantes han encontrado que este producto tiene un bajo porcentaje de agua que lo hace más apetecible.
Nayro explica que para posicionar la miel se diseñaron unas etiquetas que dicen que es 100% de El Salado, como una especie de certificado de origen, con lo que le recuerda a los compradores que además de adquirir un producto de excelente calidad, se está apoyando a jóvenes productores que apostaron por regresar al campo y reconstruir el tejido social.
Es una forma de romper con un círculo de pobreza, afirma Munné, ya que los jóvenes se han capacitado para cosechar este producto, y cada 15 días le dedican una tarde al mantenimiento de los apiarios, con lo que pueden aprovechar el tiempo para realizar otras actividades del campo.
Además de producir, se requería que estos pequeños empresarios entendieran a qué se estaban enfrentando: las exigencias de calidad y presentación de sus productos, y que los pedidos llegaran a tiempo.
Gilberto Cohen, otro socio de Asojopros, recuerda que en 2015 fueron a la planta de procesamiento de Crepes & Waffles, y allí les mostraron cómo manejaban sus productos. Esa experiencia también les permitió conectarse con el mundo urbano.
“Fue empezar a tejer una relación de confianza, juntar dos mundos, la ciudad y el campo, que muy pocas veces se pueden encontrar, conocer la realidad del otro”, cuenta Felipe Macía, coordinador de Agricultura de la empresa de restaurantes. “El objetivo es que entiendan la cadena de valor y la realidad de las empresas, que se familiaricen con el proceso de transformación, que sepan cuál es el concepto de calidad que exigimos a nuestros proveedores, que conozcan Crepes & Waffles”, añade.
Para Macía, la parte más emocionante del encuentro entre los trabajadores de
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El reto de los campesinos y productores de los Montes de María es conectarse directamente con los compradores en las grandes ciudades, como lo han hecho los productores de miel de El Salado. El trabajo de los artesanos ya se puede encontrar en hoteles y casas de campo, como se puede ver con las Hamadoras.
Crepes & Waffles y los campesinos de El Salado fue cuando estos les contaron su historia, cómo vivieron la violencia y el desplazamiento de sus tierras. “En cierta manera sensibilizamos a los trabajadores que han visto la guerra a través de los noticieros. Logramos reconocer que somos y vivimos realidades distintas, pero que podemos aportar y trabajar juntos”, agrega.
Desde ese momento se selló una alianza comercial que logró, en palabras de Macía, conectar estos dos mundos, el urbano y el rural, reconociendo las diferencias culturales a partir de una alta dosis de tolerancia.
“Tuvimos que entender que la realidad y cultura comercial de estas comunidades es muy distinta, ellos hacen negocios de una manera informal, y al mundo empresarial le toca ser flexible y entender que los campesinos tiene que entrar poco a poco al mundo formal. Pero el campesino debe entender los estándares de calidad por las repercusiones, por ejemplo, frente a la posibilidad de que un producto mal manejado pueda intoxicar a alguien”, explica.
Allí les pidieron muestras de miel y les pusieron condiciones, como que debía ser envasada en frascos nuevos y con una fecha de vencimiento. Para las muestras de fríjol les pidieron que estuviera limpios y en costales nuevos.
Entonces aprendieron que si a sus productos les dan una mejor manipulación, serán mejor remunerados. Desde entonces les han hecho varios pedidos y los han felicitado por los resultados. “Les han hecho pruebas de laboratorio para verificar la ca-
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martínez julio : carlos fotos lidad”, dice orgulloso Gilberto, ya que con lo vendido han podido cercar las parcelas en donde tienen los cultivos y los apiarios, comprar azúcar para las colmenas y sostener la asociación.
En El Salado existe otro ejemplo de la reactivación agrícola de la región: los cultivadores de tabaco también entraron en la dinámica de vender directamente a tabacaleras productos específicos, como el tabaco negro.
Este es un producto que tradicionalmente daba empleo a hombres y mujeres. Pero, al igual que otras actividades en la región, decayó por la guerra. Sin embargo, a partir de un viaje que hicieron varios cultivadores a San Gil, en donde se encuentran las mayores maquiladoras del país, se dieron cuenta de que el tabaco negro que ellos vendían a los intermediarios a 1.500 pesos el kilo, era revendido a esas empresas a 17 mil pesos el kilo.
“Lo único que hacían eran alisar el tabaco”,
Pero además de reactivar y mejorar los estándares de la producción agrícola de la región, también se ha trabajado en la formalización de las actividades de los campesinos, productores y sus asociaciones. Uno de los mayores tropiezos para hacer negocios y acceder a las ayudas y subsidios de entidades estatales, oenegés y agencias de cooperación, era que no tenían organizaciones formales, cuentas bancarias o números de identificación tributaria, conocido como RUT.
“Para tener una relación comercial nos pedían además del RUT y una cuenta de ahorros, registro de cámara de comercio, para un campesino eso es nuevo, nos tocó empezar a tenerlos”, dice Gilberto.
Estos proyectos, que cuentan con el apoyo económico y técnico de entidades el Banco Interamericano de Desarrollo-Fomin, y en el que han participado Naciones Unidas y el Departamento para la Prosperidad Social, se han realizado sobre cuatro ejes.
El primero es que se debe construir
LA ESTRATEGIA NO SOLO CONSISTE EN VENDER EL PRODUCTO, SINO EN CONTAR UNA HISTORIA DE RESPONSABILIDAD, Y QUE LOS PRODUCTORES SE RELACIONEN CON EL CLIENTE.
mila restaurante fotos : cortesía cuenta Gladis Pérez, quien toda su vida ha tenido siembras de este producto, junto a su esposo. “Nos sentimos estafados, porque el trabajo de cultivar es muy duro”.
Entonces, sin dejar de sembrar y vender a los intermediarios, varias familias se propusieron tecnificar sus procesos y vender directamente a las empresas ubicadas en Santander. Incluso, trajeron semillas de una variedad que da un tipo de hoja más grande que sirve para enrollar la picadura. Ahora 78 familias siembran tabaco, lo secan y lo alisan, mientras que una asociación se encarga de comercializarlo.
“Ahora tenemos los cultivos divididos en dos, uno que vendemos acá en El Carmen y otro que reservamos para Santander”, explica Gladis.
También, con el apoyo de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) y el DPS, comenzaron un proyecto para crear sus propios tabacos, que ya venden en algunas cavas de Cartagena y Bogotá.
En el restaurante Mila en Cartagena, ya se venden los tabacos hechos en El Salado. confianza entre el sector empresarial y vincular a la población de los Montes de María con el objetivo de superar la pobreza, en particular la que trajo el conflicto armado, a través de iniciativas que les garanticen la generación de ingresos.
Como segundo eje, la Fundación Semana ha ayudado a identificar empresas con un sentido social, es decir, que ayuden a los campesinos que han sufrido el rigor de la guerra a recuperarse, con actividades que tengan un impacto económico en la comunidad.
Lo tercero es que el campesino adquiera autonomía y se empodere de sus negocios de manera sostenida, no solo en la producción: que aprenda a conectarse con los compradores y mantenga con ellos una comunicación fluida.
Por último, es trascendental que campesinos y productores se enamoren de nuevo de su campo y de actividades como la producción de miel, dulces y artesanías, y que empiecen a constatar que lo que hacen tiene resultados positivos, capaces de beneficiar a comunidades afectadas por la violencia, y que les ayuden, de alguna manera, a superar esa página, a ser cada vez más productivos.
Las palenqueras cogen vuelo
Mujeres de San Basilio dejaron de recorrer las calles del Caribe y ahora se dedican a preparar sus dulces tradicionales, como cocadas y alegrías, que son vendidos en restaurantes y aeropuertos.
fotos y texto por david lara ramos.
Mientras redondea pequeñas bolas de ajonjolí entre sus manos, Faustina Herrera cuenta cómo era hacer cocadas para luego venderlas en el mercado y las playas de Cartagena. “Por allá en los años 60. Eso era camina’o y grita’o”, dice con el acento melodioso propio de los palenqueros de San Basilio.
Su voz es tenue y sus recuerdos diáfanos: “Tenía 17 años, eso hace un buen rato que pasoó”... Alarga la última sílaba.
Faustina Herrera tiene 65 años. Mucho tiempo atrás —recuerda— se levantaba a las tres de la mañana. Organizaba la ponchera con sus productos para embarcarse en el bus de Palenque a Cartagena. Y cuando llegaba al mercado público, en el sitio donde hoy queda el Centro de Convenciones, comenzaba una caminata bajo el sol en busca de compradores.
“Arrancaba de ese mercado a tirá pata — cuenta—, me metía por los barrios del Centro, volteaba pa’ la playa, subía pa’ Bocagrande, El
Las palenqueras pasaron de caminar kilómetros vendiendo sus dulces y alegrías, a formar una pequeña empresa que vende a hoteles y restaurantes. Laguito. En la tarde, otra vez pa’ el mercado, a pie, a conseguir los cocos, la yuca, la piña para hacer las cocadas, los enyucados, coger el bus otra vez pa’ Palenque, y otra vez ponerse a rallá el coco, picá la panela, tostá el millo, hacé las alegrías, llená otra vez la ponchera y otra vez al día siguiente pa’ Cartagena, con la ponchera en la cabeza”. Así describe Faustina Herrera, con impulso y gracia, su rutina por más de cuarenta años: el que ha sido su único trabajo. “Gracias a Dios que me retiré de eso, porque ya no estoy pa’ andar tirando pata (caminar) bajo el sol”.
Así es, hace dos años Faustina Herrera dejó el trajín diario de viajar a Cartagena, al vincularse a la Asociación de Productoras de Dulce (Asopraduse) en su natal Palenque, lugar donde la asociación tiene el centro de producción. Allí Faustina trabaja en la elaboración de una variedad de dulces, pero ya no tiene que salir a venderlos a Cartagena.
“Es un descanso. Me puedo encargar de cuidar a mi mamá, Manuela, que ya tiene más de 80 años y fue la que me enseñó este arte”, agrega Faustina con una sonrisa de satisfacción.
Asopraduse es una microempresa de palenqueras, que se encarga de la producción de cocadas, alegrías, bolas de tamarindo, enyucados y toda clase de dulces tradicionales. Fue apoyada por el Departamento para la Prosperidad Social (DPS), entidad del gobierno que trabaja por la inclusión y el desarrollo económico de comunidades como la que integran las mujeres de Palenque.
El pasado 2 de septiembre, el trabajo de Asopraduse recibió el premio Banca Comunal y Asociativa, entregado por el Citibank. Se valoraron 214 proyectos de todo el país y fueron reconocidos ocho de ellos. El premio incluyó un aporte de 20 millones de pesos, que servirá para posicionar la marca en la región y en el exterior.
En la sede de Asopraduse cuentan con lo necesario. Hay una cocina grande con una estufa industrial y dos mesones. Tienen además un cuarto destinado al empaque de los postres, uno con nevera para almacenar las frutas, y otro en el que guardan el azúcar y la panela. Como las casas en el Caribe, cuenta con un patio amplio, donde tienen semilleros de berenjena, ají y frutales, que luego trasplantan en sus casas o en las rozas cercanas.
Por consenso, las asociadas desarrollaron una marca propia a la que no fue difícil llegar: La Palenquera, imagen con la que se sienten identificadas y orgullosas. Es una mujer afro con un vestido de colores vivos y una ponchera en su cabeza. “Eso es lo que somos —dice Benita Herrera, otra de las asociadas— lo llevamos en la sangre, esta ha sido la tradición de nuestras abuelas, bisabuelas, de nuestros ancestros esclavos”.
Benita ha vendido cocadas desde los 11 años. En la plazoleta de Telecom, en Cartagena, tuvo un puesto de frutas y alegrías por más de 25 años. Hoy, a sus 67, recuerda los días duros en el barrio Kennedy de Lorica, a donde viajaba por temporadas. Es, junto a Faustina, la más experimentada de la asociación. Ambas se empeñan en conservar esos sabores ancestrales: estas mulatas usan las mismas prácticas que sus abuelas y madres les enseñaron.
Benita no ha vuelto a salir a vender y eso le produce enorme alivio: “Así me estaba acabando era rápido, esas caminatas me dejaban cansá (cansada), y en la noche: llegar a la casa a cocinar, a cuidar a los pelaos (hijos); ahora no, ahora solo preparamos los dulces, los empacamos y luego se van rápido para donde vuelan”. Se refiere al aeropuerto, uno de los lugares donde La Palenquera ofrece sus productos, gracias a una estrategia de venta y comercialización impulsada por José Caballero, experto en iniciativas productivas, que logró en pocos meses que las ventas se triplicaran.
Caballero trabaja en el posicionamiento de la marca y la búsqueda de nuevos mercados, pero aclara que los resultados positivos se deben a la calidad del producto. “Eso es lo que le interesa a los clientes: ofrecer
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La calidad y presentación de los productos son clave en el nuevo escenario comercial de las palenqueras de San Basilio.
Nadine Vera nació en Majagual, es la propietaria de un local donde venden La Palenquera, y también reconoce la calidad del producto: “Se vende solo, me siento a gusto de venderlos. Son mujeres de la región que se empeñan, trabajan con calidad, aman su tradición, esa
LAS ASOCIADAS CREARON SU PROPIA MARCA: LA PALENQUERA, CON LA QUE SE IDENTIFICAN Y SIENTEN ORGULLO.
algo bueno. Ellas saben que tienen un buen producto y hay mucha historia y tradición detrás de La Palenquera”, apunta.
En el aeropuerto es el lugar donde las cocadas vuelan, como asegura Benita.
Cesar Mejía es un comerciante nacido en Pereira, pero lleva 36 años viviendo en Cartagena. Dos de sus locales en el aeropuerto Rafael Núñez venden los dulces que fabrica Asopraduse. Reconoce la exquisitez del producto y destaca la organización de sus asociadas. “El dulce es una tradición de Cartagena y eso le encanta a los turistas, quieren llevar algo típico. Es un producto artesanal, con sabor casero, eso es un gran atractivo, es autóctono y un regalo ideal para llevar a los amigos”, asegura Mejía. originalidad le encanta al turista”.
En 2017, La Palenquera tiene como objetivo llevar su tradición a mercados de China, México y Estados Unidos, con el respaldo de Procolombia, entidad adscrita al Ministerio de Comercio, que promueve iniciativas como Asopraduse.
Dorina Hernández, quien tuvo la idea de crear la asociación hace siete años, sabe que la sostenibilidad económica de estas mujeres es vital, por eso diversifica las acciones con otras iniciativas, como el etnoturismo y la promoción de la cocina palenquera, todo en beneficio de mujeres como Benita y Faustina, quienes llevan con orgullo los saberes ancestrales de su pueblo.