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y al espíritu
Monte Saint Michel, Normandía
Un regalo a la vista y al espíritu
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Hace casi 40 años visitamos el Monte Saint-Michel, un islote de granito en el centro de una inmensa bahía bañada por las mayores marcas de Europa, en la Baja Normandía; promontorio de tierra sobre el que se construyó una abadía dedicada al arcángel San Miguel, que fue uno de los centros de peregrinaje más visitados en la Europa Medieval.
Por su arquitectura y su emplazamiento se ha
convertido en la atracción más visitada de Francia, después de la torre Eiffel
y el Palacio de Versalles, con 35 millones de visitantes al año y ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
La roca, sobre la que se asentó un pequeño poblado a los lados del camino que en espiral sube a la cima en donde se ubica la abadía, está sembrada de restaurantes, museos, pequeños hoteles edificios clasificados como monumentos históricos y tiendas de suvenires que alegran el paso de los visitantes.
La sola vista de la roca con el pequeño poblado en sus laderas y la abadía en la cima es impresionante; el mar se retira a gran velocidad una decena de kilómetros, pero regresa con la misma velocidad, a grado tal que la diferencia entre la marea baja y alta llega a alcanzar unos 16 metros. La expresión francesa que lo define es qu’elle revient à la
vitesse d’un cheval au galop
(vuelve a la velocidad de un caballo al galope).
Originalmente fue un santuario de las tribus celtas en sus cultos
druídicos, y según el abad Guilles Denc, el santuario se dedicó a Beleno, el dios galo del Sol (Mons vel tumba Beleni, que quiere decir Monte o Tumba de Beleno).
Con la llegada del cristianismo se estableció una capilla en honor a San Esteban, el primer mártir, y cuenta la leyenda que el arcángel Miguel se apareció en el 709 a San Oberto, obispo de Avranches, pidiendo que se construyera una iglesia sobre la roca, pedido que en dos ocasiones no fue atendido, por lo que el arcángel le hizo una quemadura en el cráneo con su dedo. En la catedral de Avranches se conserva el cráneo de San Oberto con esta quemadura.
Fue hasta el siglo X, en el año 900, que se comenzó a construir la actual abadía benedictina dedicada al arcángel San Miguel, que pronto se convirtió en uno