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Toledo: La ciudad de las tres culturas
La ciudad de las tres culturas
Toledo (en lo alto), la hermosa ciudad que se levanta en una colina a más de 100 metros sobre un torno del Tajo que la ciñe, tiene una historia milenaria. Habitada por los carpates (originarios de los montes Carpatos), tras una tenaz resistencia fue conquistada por los Romanos, quienes dejaron importantes obras de ingeniería civil en la que fue su capital provincial.
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Tras la caída del imperio Romano, fue conquistada por los alanos, y posteriormente los visigodos quienes, vencidos en Tolosa, trasladaron aquí la capital de su reino, hasta el 711 en que fue ocupada por los musulmanes venidos de Marruecos.
La ciudad, dependiente ahora del califato de Córdoba, registró sucesivas rebeliones, hasta convertirse en la Taifa de Toledo, y su rey, ya tributario de Castilla, finalmente abrió sus murallas en el 1085 a Alfonso VI, bajo el pacto de que se respetaría la libertad religiosa y las costumbres de sus habitantes.
En realidad, bajo el dominio musulmán habían convivido en perfecta armonía musulmanes, cristianos y judíos, lo que le valió a esta ciudad el sobrenombre de Las tres culturas.
Toledo había adquirido y acrecentó su fama por el manejo de los metales, como centro de acuñación de monedas, fabricación de armas y manufactura de tejidos. Carlos I la convirtió en su capital imperial, y sede de La Corte, hasta 1561, en que ésta se trasladó a la nueva metrópoli, Madrid.
Con la llegada del cristianismo se fue estableciendo la intolerancia. En lo que fue la Gran Mezquita se levantó la Catedral de Toledo, y en 1492 se decretó la expulsión de los judíos, que hasta entonces habían manejado las finanzas del reino, con la acusación de herética pravedad, pero con las maños vacías. Sus bienes pasaron principalmente a favor de la Iglesia. ¿Y a dónde se fueron? A Marruecos, a Estambul y a otros dominios musulmanes, donde hasta la fecha existen comunidades sefarditas que hablan el castellano antiguo y viven practicando su religión y costumbres sin ningún problema. Y nos venden la idea de que los musulmanes son los intolerantes.
117 años después, la Santa Inquisición completaría la atrofia social, la intolerancia total, al expulsar en 1609 a cientos de miles de españoles, descendientes de moriscos, que al igual que los judíos, perdieron patria y patrimonio, a pesar de que sus familias habían
Toledo asentó la convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos.