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Día del amor y la amistad: A Martha, mi diosa del Amor
Día del amor y la amistad
A Martha, mi diosa del Amor
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“Amar es encontrar en la felicidad de otro, la propia felicidad”.
Leibniz
Es el rostro más bello que han visto mis ojos y su sola contemplación me proporciona una inmensa felicidad. Llena de gozo mi corazón y alegra mi espíritu. Y en ese cuerpo encantador de la belleza anida un alma sensible, noble y luminosa que guía mis pasos y acompasa mi existencia. Es el gran lujo de mi corazón, la complacencia de mis ojos, la blanca y tierna lamparita que alumbra las tinieblas de mi alma, la dulce
compañera de mi vida.
En la antigüedad se celebraban las Lupercalias, una festividad alrededor del 15 de febrero, cuando las mujeres esperaban ser azotadas con cueros de cabra en la creencia que estimulaba la fertilidad. El Papa Gelasius I prohibió en el 496 esta fiesta pagana, instaurando el 14 de febrero como Día de San Valentín, que posteriormente se fue convirtiendo en el día de los enamorados, o de la amistad.
Así, en febrero celebramos el día del amor y la amistad, cuando las empresas aprovechan la publicidad para promover sus ventas, y hacemos un alto en el camino para tornar la mirada a nuestros seres queridos, estrechar nuestros afectos y cultivar esa flor de divina arquitectura, que es la amistad. La rara y delicada flor de la amistad, planta que crece en comunión de afectos, que cualquier trato innoble la deshoja, y muere al soplo del viento de la ingratitud.
Aristóteles definía la amistad como un alma para
dos cuerpos, y Demóstenes la describía como un perfecto acuerdo sobre todas las cosas divinas y humanas, junto con un sentimiento recíproco de afecto y benevolencia.
Es el momento de desearnos felicidades. Pero, ¿qué es la felicidad? ¿En qué consiste este bien y cómo alcanzarlo? Y si reflexionamos sobre este tema, son muchas las conclusiones a las que podemos llegar.
La felicidad es un estado emocional interno. Nadie nos la da. Nosotros tenemos
que construirla. Y ser feliz es tener buena salud y mala memoria. Mala memoria para olvidar las ofensas y los malos momentos, mas no las enseñanzas que nos trajeron. Es no buscar en el pasado cómo dañar a nuestros supuestos enemigos. En realidad nadie tiene enemigos, nosotros los construimos en nuestra mente y el odio solo daña al que lo profesa. El Dr. Martin
Luther King decía que “nada degrada tanto al hombre, como descender tan bajo, como para odiar a alguien”.
La felicidad va de la mano de la paz y para ser feliz primero tenemos que estar en paz con nosotros mismos, irradiar esta paz hacia nuestros semejantes. Ser feliz es ser joven y la juventud no es una época de la vida, sino un estado del alma. Hay jóvenes centenarios y existimos viejos quinceañeros. Es mirar hacia adelante, pues somos jóvenes en la medida en que miramos al horizonte y conservamos nuestra capacidad de soñar y tener un proyecto de vida; por el contrario, envejecemos y empezamos a morir cuando vemos hacia atrás.
Deseo a todos mis lectores felicidad y fortuna en el amor.