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Amor por los autos (C. Ureta)………………………………………..Pág

Amor por los autos

Solo tenemos un futuro, y estará hecho de nuestros sueños, si tenemos la valentía de enfrentarnos a las convicciones. -Soichiro Honda-

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Quienes conocen a Alfredo García lo hacen por su profesión de cardiólogo. Pero hay otros cuya vinculación se da a través de los autos. “Iba al colegio primario Nro1, a la mañana, y venía, y comía, y hacía los deberes. Mi mamá me los controlaba y ahí me daba permiso para ir a Mitre 75, en la manzana de mi casa, al taller del negro, hasta la nochecita que me iba a buscar. Entonces me crié en el taller, lo hacía todos los fines de semana. A los 15 años el negro me decía, ‘Alfredito, ¿por qué no vas y buscas un repuesto?’ Y yo chocho, imaginate, agarraba un Fiat 1500 65’ gris que tenía el negro y salía. Nunca lo choqué. Iba a hacer el mandado y volvía. Estaba todo el día en el taller”. Una casa antigua, en la cuidad de Tres Arroyos, remodelada por dentro. Al entrar hay una sala de estar y en cada extremo dos garajes. En uno, hay un entrepiso con muebles y un poco de polvo donde se pueden observar varios objetos, como autos de colección pequeños, radios antiguas, revistas sobre automóviles, libros, entre otras cosas. Sábado al mediodía, su esposa, María, tenía el almuerzo listo. Se escuchó el ding, dong, de la puerta. Él entró silbando como cuando uno tiene un muy buen día. Recién había vuelto, después de estar en el taller de un amigo. Se sentaron a la mesa, ella en la punta y él al lado. “En las carreras de regularidad que corro con María, ella siempre es mi acompañante. Una vez al mes, más o menos, vamos a Olavarría, Arrecifes, Dolores, 9 de Julio y a veces, al Autódromo de Buenos Aires. En un tráiler cargamos siempre los autos, vamos el sábado y el domingo ya estamos acá”. Ella agregó: “con Alfred ya llevamos 10 premios de autos históricos corridos juntos, me parece”. En un gran garaje, detrás de su casa está el otro “taller”, pero este es de verdad porque al entrar no es el de los modelos pequeños, es el real. Allí hay varios coches armados, otros para restaurar, pedazos de autos y hasta el casco del último Citroën Xsara con que corriera Marcelo González y se

accidentara. “Me lo regaló”. Además de cientos de elementos, repuestos y herramientas de todas las marcas. Mostró todo orgulloso. Con una sonrisa en la cara. De repente se estampó una mirada triste en su rostro. “A veces pienso, ´pucha, que lástima que no fui al Colegio Industrial para aprender mecánica…´ Si en vez de haber ido al Nacional hubiese ido al Industrial, igualmente no me hubiese cambiado la carrera. Yo siempre tuve claro que quería ser médico, yo siempre vi el automovilismo en general como un hobby. Hoy, a pesar de que llevo tantos años, la prioridad sigue siendo la Medicina. Aunque algunas cositas sé hacer, sacar, poner, desarmar un auto, no tengo problema con eso. Pero siempre como cuestión de hobby, no como medio de vida”. Es bueno saber que hay personas muy comprometidas con su trabajo, pero pienso, que también hay que darle gran importancia a lo que nos hace felices. “Casi todos mis pacientes saben de mi amor por los autos, a lo largo del tiempo varios se han convertido en buenos amigos. Muchos de los autos que tengo en el entrepiso me los han regalado ellos”. Dedicándole mucho tiempo de su vida al trabajo, viviendo en la misma ciudad donde nació, Alfredo debe conocer a la mayoría de los tresarroyenses. Al pasar de los años, las personas hacemos amigos y algunos se vuelven muy importantes. “Este lugar es como un santuario y museo de montones de cosas que muestran de diferentes maneras al automovilismo. Para mí es un lugar de esparcimiento. Acá en el entrepiso hay autos que tengo desde los 9 o 10 años, desde chico que no rompo nada. Por ahí hay algunas cosas que les faltan, pero están enteros. Este Volkswagen me lo regaló mi viejo cuando tenía 8 años”. Muestra con mucho orgullo el modelo. “En una carrera, la Vuelta de Necochea, me parece, papá no me podía llevar, viste. Yo escuchaba el ruido de los coches y lloraba… Imaginate a seis cuadras de la ruta, por Belgrano”. María y Alfredo fueron hacia la puerta. Saludaron. ¿Eso era todo? “eso es todo”.

Catalina Ureta

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