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Hacia la celebración de la fundación de la Provincia colombiana
9 de septiembre de 1924 al 9 de septiembre de 2024
Jorge Enrique Salcedo Martínez, SJ
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El 9 de septiembre del año 1924, el superior general Wlodomiro Ledochowski, emitió a través de un decreto la fundación de la Provincia Colombiana. El decreto de erección se promulgó el 8 de diciembre del mismo año y con esto oficialmente comenzó desde el punto de vista administrativo la Provincia Colombiana. Para irnos preparando a la celebración de esta efeméride que se conmemorará desde el 9 de septiembre hasta el 8 de diciembre del 2024 publicaremos una serie de artículos de los principales hitos de esta historia.
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Algo del contexto histórico colombiano a finales del siglo XIX.
P. Jesús María Fernández, SJ P. Vladimiro Ledochowski, SJ
Recordemos que los jesuitas regresaron oficialmente en el año de 1884, fecha en la cual se había instaurado el gobierno de la Regeneración, cuyos ideólogos fueron Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro. El lema de esta propuesta política fue: “Catástrofe o Regeneración”. Este proyecto político inició en 1880, cuando fue elegido Rafael Núñez como presidente y mediante su lema intentaría acercar a los diferentes actores políticos para lograr la paz política y religiosa del país. Entre 1880 y 1900 hubo sucesivas guerras. La anarquía política y la desorganización administrativa dejaron al país dividido y empobrecido. La agudización de las pugnas entre los partidos políticos y las guerras civiles de 1876, 1885, 1895, y finalmente la guerra civil de 1899, conocida como la Guerra de los Mil Días, junto a la separación del Estado de Panamá marcaron el comienzo y el final de esta época de la historia colombiana1 . Los regeneradores le apostaron a la construcción de un orden católico y desde su primer mandato, Núñez había comunicado la importancia de la religión católica como un elemento de cohesión social. Subrayaba el estadista cartagenero:
Constitucionalmente hablando, el Gobierno general debe ser, ante todo, un poder esencialmente moderador y justiciero, toda vez que necesita, a cada instante, del concurso de varios elementos que no sólo no son homogéneos, sino que, de ordinario, divergen en opiniones, intereses y tendencias. Al necesario concierto no puede llegarse sino inspirando completa confianza a las entidades repre-
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Decreto de erección de la Provincia.
sentativas de tales elementos. Figuran entre ellos, en nuestro país, en lugar prominente, las creencias religiosas; y persuadido profundamente de su gran valor efectivo en el mecanismo social, he hecho considerables y permanentes esfuerzos para establecer con esa poderosa fuerza moral y sus autorizados ministros sincera armonía2 . Dada la anterior perspectiva, los gobiernos regeneradores invitaron a distintas órdenes y congregaciones religiosas como los jesuitas, eudistas, redentoristas, maristas, salesianos, los hermanos de las Escuelas Cristianas, las hermanas del Buen Pastor, las hijas de María Auxiliadora y las hermanitas de los pobres para que ayudaran a la educación de los jóvenes, en las misiones entre los indígenas y el acompañamiento espiritual a través de las congregaciones para hombres y mujeres de las principales ciudades. Los jesuitas obispos José Telésforo Paul e Ignacio León Velasco jugarán un papel muy importante en la redacción del concordato entre la Santa Sede y la República de Colombia en 1887 y a partir de allí será la Iglesia católica la encargada de pensar los planes de estudio que se impondrán en las escuelas y colegios de la república. De los jesuitas que arribaron en 1884, unos eran oriundos de Guatemala, otros colombia- Carta del P. General V. Ledochowsky a los jesuitas de nos que se habían refugiado en dicho país, la nueva Provincia Colombiana. Continúa en la siguiente página cuando Tomás Cipriano de Mosquera, los expulsó en 1861. De Guatemala fueron arrojados por el general liberal Justo Rufino Barrios en 1871 y habían deambulado por Nicaragua, Costa Rica y Panamá. En el periodo comprendido entre 1884 y 1924 desde el punto de vista administrativo, se denominó la Misión de Colombia, que dependía de la Provincia de Castilla. Los jesuitas se dedicaron a la enseñanza a través de sus colegios en Bogotá, Medellín, Bucaramanga, Pasto y Barranquilla. Los religiosos abrieron casas para dar Ejercicios Espirituales a sus feligreses e incursionaron nuevamente en territorios de misión como el Caquetá y el Putumayo. Desde los colegios fundados en las principales ciudades salieron a las denominadas misiones populares transitorias por las diócesis de Medellín, Antioquia y Manizales y con el propósito de evangelizar a la población de la riberas del río Madgalena, en enero de 1912, un grupo de jesuitas creó una misión ambulante que utilizaba una embarcación que recorría el río y sus afluentes3 .
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En Bogotá, los jesuitas fundaron las Congregaciones de la Buena Muerte, para hombres y mujeres bajo la protección de San José. Erigieron asociaciones como: la Academia de San Pedro Claver fundada en 1888, la Juventud Católica de Bogotá en 1892, cuyo presidente fue Marco Fidel Suárez y la Congregación Mariana en 1906. En Medellín crearon asociaciones como: la Sociedad de San León XIII en 1898, luego se llamó en 1902 Congregación Mayor, más tarde se denominará Juventud Católica4 . Entre sus publicaciones en este periodo se destacaron: La Familia Cristiana impresa en Medellín, El Mensajero del Corazón de Jesús impreso en Bogotá y en Bucaramanga se publicó una revista llamada Horizontes. Los jesuitas se insertaron en la vida política, social y cultural de su momento y prestaron sus servicios como guías espirituales durante la guerra de los Mil Días 1899-1902. En esta contienda trece jesuitas sirvieron como capellanes y tres de ellos murieron prestando sus servicios a los soldados. Según el padre Alberto Moreno en su Necrologio, los padres Guillermo Gómez, Cecilio Morán y Luis Javier España murieron “santamente” prestando sus servicios a los militares conservadores que combatían a los ejércitos liberales5. El historiador Carlos Eduardo Jaramillo en su obra tiene un capítulo dedicado a la participación del clero en dicha guerra y posee una versión distinta, a la dada por Moreno, sobre la forma como murió el padre España, quien era oriundo de Guatemala. De acuerdo con Jaramillo:
La fama de científico y de investigador del padre España primó en los sentimientos liberales sobre la de militar sectario, mereciendo por ello un trato especial para sus despojos. Así sucedió cuando, pocas horas después de su muerte, los conservadores se declararon en derrota y de manera apresurada sepultaron el cadáver del religioso en el piso de tierra de una habitación de la servidumbre en la Hacienda Liberia. Al ser descubierto el cuerpo por los vencedores liberales, estos hicieron ampliar la fosa y, después de revisar sus pertenencias y constatar la causa de su muerte, ordenaron cerrar el cuarto y dieron instrucciones de que la puerta no se violara nunca, y enviaron las llaves de su candado a los jesuitas del convento de San Bartolomé, en Bogotá. Con todo, el respeto que se tuvo con su cadáver no impidió que la ironía de algunos liberales plasmara el hecho con frases como: “Murió santamente el R.P. España,
de la Compañía de Jesús, cumpliendo santamente su evangélica tarea de exterminar liberales”6
Además de esta participación como capellanes en los ejércitos conservadores, los jesuitas se dedicaron a la enseñanza en un colegio que se abrió en el antiguo convento de la Enseñanza. En 1887 con la ayuda de Miguel Antonio Caro y Domingo Ospina Camacho abrieron un curso, ahora en el local del colegio San Bartolomé, que en ese entonces era de carácter nacional. Otros jesuitas llegaron a la ciudad de Pasto para encargarse de la dirección y formación del seminario, pues el obispo jesuita Ignacio León Velasco estaba encargado de dicha jurisdicción. El 9 de julio de 1884 arribó un grupo de jesuitas a la ciudad de Medellín provenientes del Ecuador y el 11 de diciembre de 1885 firmaron un contrato con las autoridades civiles y con la aquiescencia de las autoridades religiosas fundaron el Colegio de San Ignacio. El 3 de abril de 1896 arribaron seis jesuitas provenientes de Panamá a Cartagena, en esta ciudad el obispo Eugenio Biffi les ofreció el templo y la residencia que perteneció a los antiguos jesuitas y que fue habitada por San Pedro Claver apóstol de los afrodescendientes. En enero de 1897 se comenzaron las clases en el recién fundado colegio de Bucaramanga que lo denominaron San Pedro Claver en honor del santo.
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Por otro lado, surgieron críticas en las publicaciones de un sector del partido liberal colombiano, cuestionando la enseñanza impartida por los jesuitas en los colegios de Medellín y Bogotá. Ante estos artículos, sus exalumnos los defendieron y los mismos jesuitas lo hicieron a través de un folleto que escribió el padre Luis Javier Muñoz denominado: En Legítima Defensa.
El superior de la Misión Vicente Leza, quien asumió su cargo el 2 de febrero de 1908 impulsó el estudio de las ciencias naturales y fomentó la apertura de un museo de historia natural, con 800 ejemplares de animales y 500 minerales, adquirió nuevos aparatos para el laboratorio de física y compró una imprenta de gran utilidad para el colegio de Bogotá. Es importante mencionar las obras de Acción Social emprendidas en Bogotá por el sacerdote José María Campoamor en 1909 y en Medellín por otros padres. Estas obras tenían como finalidad el trabajo con los obreros y los niños pobres. Campoamor organizó una caja de ahorros y obras sociales como escuelas, restaurantes escolares para niños pobres y la fundación del barrio obrero de Villa Javier en el sur de la ciudad de Bogotá en 1913. En Medellín desde 1910 se fundaron círculos de obreros y para las mujeres obreras se estableció el Patronato de la Inmaculada y San Francisco Javier. A manera de conclusión podemos subrayar que los jesuitas retornaron al país en 1884 para establecerse definitivamente, amparados, en parte, por el proyecto conservador denominado Regeneración. Desde ese momento, hasta nuestros días han sido un aporte significativo en el campo de la educación y en el trabajo social. En la educación han contribuido con sus colegios y la Universidad Javeriana a la formación de la juventud del país y a la investigación en todas las áreas del saber. En el campo social son significativas sus acciones en la gestación del Círculo de Obreros, del sindicalismo católico como la Unión de Trabajadores Colombianos, de las misiones, especialmente la del Magdalena Medio, el Instituto Mayor Campesino en Buga, las investigaciones sociales del Cinep, la creación del Programa por la Paz y la obra de Fe y Alegría que se ha expandido por toda la América Latina. Hoy uno de sus miembros mas reconocidos en el país, el padre Francisco de Roux, quien ha trabajado incansablemente por la paz y la reconciliación, es el presidente de la Comisión de Verdad.
Notas
1. Salcedo Martínez, Jorge Enrique. Las vicisitudes de los Jesuitas en Colombia. Hacia una historia de la
Compañía de Jesús, 1844-1861 (Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2014) 263. 2. Rafael Núñez, Mensajes anuales del presidente de la República al Congreso, 1880. En Fredéric Martínez.
El nacionalismo cosmopolita en la construcción nacional en Colombia, 1845-1900 (Bogotá: Banco de la
República y el Instituto Francés de Estudios Andinos, 2001) 474. 3. Daniel Restrepo, La Compañía de Jesús en Colombia (Bogotá: Imprenta del Corazón de Jesús, 1940) 117. 4. Luis Javier Muñoz, Notas Históricas sobre la Compañía de Jesús restablecida en Colombia y Centro
América, 1842-1914. (Oña, España: Imprenta del Colegio, 1920) 106. 5. Alberto Moreno, Necrologio de la Compañía de Jesús en Colombia (Medellín: Editorial Bedout, 1957) 54-58 6. Carlos Eduardo Jaramillo, Los guerrilleros del novecientos (Bogotá: Editorial Cerec, 1991) 322. El subrayado es nuestro.