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Semana Santa en Providencia
Enrique A. Gutiérrez T., S.J.
El 16 de noviembre de 2020 el huracán Iota pasó por S. Andrés, Providencia y santa Catalina causando graves destrozos, particularmente en Providencia y santa Catalina. Fue un huracán de categoría 5, con una velocidad de 250 kilómetros por hora. Los daños afectaron cerca del 98% de la isla. Solo hubo dos muertos. Hubiera podido ser una tragedia de enormes proporciones. Ocurrió de noche, cuando la gente se encontraba en sus casas. Eso permitió que se pudieran proteger y salvar sus vidas. Providencia tiene cerca de 6000 habitantes. 5 de las 6 iglesias de las dos parroquias que tiene la isla sufrieron daños que no han hecho posible poderlas usar para las celebraciones. El Vicariato ha asumido la reconstrucción de las iglesias y de las casas curales. Este proceso va en marcha. Llevo 23 años yendo a Providencia para la celebración de la Semana Santa. Solo el año pasado no pude ir por la pandemia del Covid 19. Conversando con el párroco P. Benito Huffington, nacido en Providencia, vimos la necesidad de tener las celebraciones de la Semana Santa, así fuera en el atrio de la iglesia, bajo unas carpas, teniendo como finalidad el fortalecimiento de la esperanza para hacer frente a la situación difícil que viven, tanto por la pandemia como por las consecuencias del paso del huracán.
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Llegar al aeropuerto El Embrujo es encontrarse con la realidad de la destrucción. Las instalaciones del aeropuerto quedaron semidestruidas e inservibles. No está permitido el ingreso de turistas. Empezar a recorrer la isla es ir viendo un cuadro desconsolador: algunas casas destechadas, otras semidestruidas, la gente que perdió sus casas, durmiendo en carpas; otras familias fueron acogidas por parientes, vecinos o amigos. La solidaridad ha sido significativa. El trabajo de los militares ha sido grande. Los
escombros han sido recogidos en su gran mayoría, la circunvalar que rodea la isla está completamente limpia y transitable. El colegio llamado “el convento” dirigido por religiosas Guadalupanas de la Salle, quedó totalmente destruido. Las 3 religiosas están albergadas en la Casa Cural, en una habitación. El P. Jaime Escudero, párroco de Nuestra Señora del Carmen, la otra parroquia desde el paso del huracán ha tenido que dormir en una cama improvisada con dos bancas de la iglesia. El segundo piso de la casa cural se lo llevó el huracán. Están en proceso de reconstrucción de la casa cural. La mayoría de los hoteles, que son pequeños, sufrieron daños serios. Algunos están funcionando parcialmente, alojando a funcionarios del gobierno que están trabajando en la reconstrucción de la isla. No hay turistas. Se ve personal de Findeter, de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD), del Ejército, la Marina, la Policía, la Cruz Roja, el Ministerio de Vivienda y muchos obreros. Pudimos celebrar las ceremonias propias de la Semana Santa: procesión del Domingo de Ramos, Jueves Santo con el lavatorio de los pies, viacrucis, el Viernes Santo, escenificado por un grupo de soldados de los que están trabajando en la isla, cerca de 400. Ceremonia de la Pasión del Señor. Rosario de aurora el Sábado Santo, Vigilia Pascual y misa del Domingo de Resurrección. A esto se debe añadir las charlas con niños, jóvenes y adultos, de lunes a miércoles santo, con las respectivas confesiones. Buena asistencia en las de los niños y adultos, no así en la charla con los jóvenes. Muchos de ellos no se encuentran en la isla. Sin embargo hubo participación activa de la gente, especialmente con el canto. Es una fortaleza que tienen como comunidad. Asistían unas 120 personas a cada celebración. Las homilías estuvieron centradas en ofrecerles elementos de reflexión sobre cómo la celebración de la semana santa ofrecía elementos para fortalecer la esperanza en medio de la dificultad, tanto por la pandemia como por el paso del huracán.
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Desde el Domingo de Ramos iniciaron la campaña de vacunación a todos los residentes de la isla como medida de protección y prevención. Algunas personas no habían querido vacunarse, por diferentes razones, entre ellas a falta de información o a malas informaciones. El hospital sufrió daños serios. Está funcionando en carpas, lo cual dificulta la atención adecuada. Conversando con la gente le da a uno la oportunidad de conocer de primera mano lo que fue la experiencia vivida durante el paso del huracán. Algunas personas dicen “lo perdimos todo, pero tenemos la vida; tenemos las manos para trabajar y salir adelante”. Le queda a uno un sentimiento de resiliencia para superar la crisis. Ha sido una experiencia de solidaridad, de compartir con la gente de la isla su drama, sus esperanzas, sus ilusiones y vislumbrar un mañana mejor, aunque la reconstrucción pueda demorarse mucho más tiempo del que se había previsto, especialmente porque todos los materiales deben ser llevados desde el interior, principalmente por barco, porque no es fácil por vía aérea dado que la pista del aeropuerto es pequeña. Espiritualmente, puedo decir, que fue una continua contemplación de tercera semana de los Ejercicios, manteniendo la esperanza de una contemplación de cuarta semana, en un futuro no muy lejano, cuando se haya podido reconstruir la isla.
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Me impactó el trabajo solidario de los dos párrocos con sus feligreses. Han hecho hasta lo imposible para ayudarlos y apoyarlos en la medida de las posibilidades de cada parroquia. Han sido muy creativos para encontrar soluciones a los problemas que se les han presentado. Las iglesias han sido centros de acogida para los que quedaron desprotegidos.
Llevo en mi oración las intenciones de las personas de Providencia para que el Señor las fortalezca en su fe, mantengan, como les decía en diferentes momentos, viva la llama de la esperanza y así pronto podamos ver reconstruidas las islas de Providencia y santa Catalina para que sigan siendo ese oasis de paz y belleza que nos invitan a contemplar su paisaje y a agradecer al Señor por sus obras.