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Navidad en la Parroquia de Santa Rita
P. Joaquín Emilio Pachón F., SJ
Vivir la Navidad trabajando en una parroquia que acompaña a los pobres, descartados y migrantes, nos permite acercarnos mejor al misterio de la Encarnación y del Nacimiento. Lo que contemplamos con la imaginación (“como si presente me hallase”), lo podemos hacer realidad en las vidas de estas humildes familias limitadas a ver por televisión las celebraciones de otros, los abundantes regalos que compran y se reparten, las elegantes y costosas cenas que se ofrecen.
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Vivir la Navidad en estas parroquias nos da la posibilidad de compartir un poco la vida de estos niños que están soñando con un mundo amable y acogedor, donde haya igualdad y todos puedan tener lo necesario para crecer y hacer realidad sus sueños.
Es el tiempo para fomentar con alegría la fraternidad y juntarse para celebrar lo que hace diferente cada año. Tiempo que ofrece alguna ilusión porque algo puede cambiar, con la llegada de un pariente, con las actividades que se organizan en el templo, en la cuadra o en los salones comunitarios. Se guarda la esperanza de algo nuevo y sobre todo, de sentir más cercanos a los miembros de la familia.
En Santa Rita, como en nuestras otras parroquias, contamos con el apoyo generoso de jesuitas en formación, de jóvenes y profesores de nuestras obras educativas, quienes en estas fechas como en la Semana Santa u otros espacios adecuados, están dispuestos a ofrecer su tiempo y sus personas para acercarse a las comunidades de los diferentes barrios que tiene la parroquia. Allí están dispuestos a organizar tiempos de formación en valores, de manera lúdica y participativa, para niños, jóvenes, grupos y comunidades de base. Este apoyo es más efectivo cuando se articula y viene a reforzar el trabajo que los jóvenes y animadores desarrollan habitualmente en nuestras parroquias. Así lo que hacemos es vincularlos a los procesos que ya vienen caminando dentro de nuestra acción pastoral.
El rezo de la Novena, siguiendo el formato que se ha apropiado y contextualizado en la diócesis o en cada parroquia, permite vincular a algunas personas para quienes la tradición de rezarla, les significa mucho todavía. Es además, una oportunidad de evangelización en el significado de un Dios que viene a vivir como ser humano entre los seres humanos, con el fin de mostrarnos el camino que nos hace verdaderamente humanos y hermanos entre nosotros.
El apoyo de nuestros donantes es importante en estos tiempos. Hay familias que desean vincularse aportando algo que pueda ser significativo para fortalecer los procesos que se llevan en la parroquia, como son los retiros espirituales para adultos, para niños y para jóvenes. En varias ocasiones también hemos recibido regalos para los niños; sin embargo, nos parece que no es la mejor opción porque se generan reclamos, envidias e insatisfacciones y en lugar de ser una acción provechosa, termina convirtiéndose en un problema. De todas maneras, este año una familia nos va a donar zapatos para todos los niños que van a hacer su Primera Comunión y para los jóvenes que se van a Confirmar. Dos sacramentos para los cuales la catequesis de preparación se realiza durante casi todo el año. Su celebración se convierte en una fiesta familiar y comunitaria que se une a la alegría y a la ilusión de la Navidad.
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Tenemos que pensar en apoyos más permanentes y que permitan mejorar el nivel de vida, comenzando por la alimentación. En Cartagena, el 14 por ciento de los niños está sufriendo problemas en su capacidad intelectual por el hambre que viven. El 70 por ciento de la población que habita en esta ciudad, no come tres veces al día, son 860.000 personas. Y para aterrarnos: 650.000 de ellas come una sola vez al día.
Es posible que la navidad pueda ayudar a disminuir en algo, esta situación vergonzosa, mucho más cuestionante en una ciudad donde el dinero de los turistas corre como ríos por todos los lugares frecuentados por ellos. Quizá podamos buscar donaciones que puedan destinarse a programas alimenticios que funcionen de manera más permanente y que lleguen a esos niños que más la necesitan para su normal desarrollo.
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Nuestro aporte como jesuitas, es anunciar a Jesucristo y su Evangelio y hacerlo a partir de la realidad sociopolítica y cultural de nuestros pobladores, tratar de hacernos amigos, de compartir sus angustias y alegrías, y especialmente animarnos mutuamente en la esperanza de creer que Dios está actuando en el mundo y busca hombres y mujeres que estén dispuestos a darse cada día para cambiar esta situación. Se trata de generar en cada persona respuestas al llamado que Dios les está haciendo y encontrar entre todos, caminos que transitando juntos, sirvan para hacer visible la fraternidad y la solidaridad que el propio Jesús, con su vida, nos invita a realizar.
Como jesuitas buscamos que la conformación de comunidades de base y de grupos de vecinos tengan siempre a Cristo en el centro de sus vidas y de sus comunidades. Esto lo podemos hacer visible si en nuestra manera de acompañarles no queremos aparecer como dirigentes y dueños de la parroquia ni de la Evangelización. Los procesos de discernimiento comunitario se pueden practicar con más frecuencia en todos los momentos que sea necesario tomar decisiones importantes. El aporte específico de nuestra espiritualidad a la hora de contribuir a la formación integral de los miembros de nuestras parroquias, está precisamente en compartir nuestro modo de proceder que se centra en el seguimiento de Jesús y su bandera, en ser hombres de tercer binario y estar buscando llegar a la tercera manera de humildad (amor).
Ser párroco en parroquias como Santa Rita, se convierte en un gran reto para saber caminar con nuestros pobladores procurando integrar la madurez en la fe en cada feligrés, con la misión de reconciliación y justicia. Es una ardua tarea recibida como misión del Espíritu de Cristo a través de las Preferencias Apostólicas Universales que nos identifican como compañeros y compañeras de Jesús en todo el mundo.
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