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Primera edición de la Feria de Juventudes en Colombia.
Tener espacios para la interioridad y mirarse desde dentro en los ejercicios permitió a los jóvenes de la región Antioquia hacerse a la propia hondura y profundidad. Al principio los jóvenes se mostraron con temor al silencio quizás porque les conectó con la contención de tanto tiempo en la soledad de la casa y las soledades acompañadas virtualmente.
El silencio en los EE no es el fin sino el medio. Cuando los jóvenes reconocieron y descubrieron contenido de valor con que trabajar en la experiencia, el silencio brotó como consecuencia del trabajo interior de cada uno. La pedagogía del silencio desde una experiencia de ejercicios, es un medio para despertar y educar la sensibilidad espiritual. El encontrarla no es simplemente dejar los celulares a un lado y la interacción con los otros en un segundo plano sino permitirse una relación real consigo mismo, con los demás y con Dios. La didáctica de Ignacio tomó sentido y validez al ofrecer la orientación de cada ejercicio desde métodos, técnicas y estrategias, desde la espiritualidad ignaciana, que reflejaron en cada espacio el saber comenzar, disponerse para un encuentro de oración. El saber pedir, poner ante el señor lo que traigo y necesito en este ejercicio. El saber a qué voy, conocer los puntos y lo que espero trabajar en este otro ejercicio. El saber dialogar, conversar con un amigo, el coloquio. El saber terminar, revisar lo vivido examinar la oración y por último preparar lo que quiero compartir con mi acompañante.
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Entregar con generosidad este regalo a los jóvenes es creer en la apertura y disponibilidad de ellos y en la confianza que nos han depositado al venir con nosotros.
Los jóvenes tienen la capacidad de vivir intensamente experiencias fragmentadas en las que se mueven por distintas emociones. A los ejercicios fueron jóvenes en búsqueda de un encuentro real en el que clamaban ser ellos mismos desde la necesidad de expresión, la escucha atenta, y el encuentro. Cada uno carga sus propios ruidos en un mundo que con el falso pretexto de darles lo mejor les aturde. Los ejercicios son una oportunidad para sentarse con un grupo de vida y allí descubrir respuestas a preguntas provocadoras de diálogo a partir de lo que están trabajando en la experiencia.
Los jóvenes continuamente están interactuando con experiencias sensitivas. Los Ejercicios Espirituales son una oportunidad para entrar desde el corazón y despertar la sensibilidad espiritual. El diálogo en pequeños grupos con su acompañante es el espacio para sentir la presencia respetuosa de otro, ser transparentes, escuchar, compartir gestos, identificarse con las experiencias, intercambiar gestos y miradas. Los muchachos y muchachas, desde la lógica de los ejercicios, valoran profundamente la compañía, la conversación y la escucha del otro y para el que acompaña, es un momento rico de conversación espiritual y promoción de espacios para el acompañamiento personalizado.
La experiencia propició, para los jóvenes, un encuentro con personas reales y desde allí admitieron reconocerse sin máscaras o imágenes construidas para lanzar en busca de muchos likes de redes
sociales. Mirarse desde la identidad personal y confrontar la vida con el principio y fundamento. Interpelarse desde las propias heridas para trabajarlas reconociendo la fragilidad y capacidad de cicatrizarlas con un poco del bálsamo de Dios. Creo profundamente que ofrecer ejercicios espirituales a las juventudes es proponer el Principio y Fundamento a muchachos y muchachas con capacidad de introspección y de cuestionamiento, abiertos a la oración y a saborear el silencio. Es competir con muchas ofertas actuales, con tanta audacia y convencimiento, que permita a muchos relativizar los entretenimientos cotidianos para retirarse a un lugar tranquilo con el señor donde descubrir el deseo de seguir al Dios de la Vida sin temor a exponerse a experiencias límites; en los que puedan asumir el discernimiento y la elección como hábitos existenciales.
De mi experiencia en acompañar estos Ejercicios Espirituales en la región Antioquia se desprenden cuatro horizontes fundamentales para la acción pastoral entre los jóvenes: a.- La espiritualidad ignaciana es Cristo - céntrica en tal sentido es clave la centralidad de la persona de Jesucristo, quien nos lleva al encuentro con Dios Padre. b.- La espiritualidad Ignaciana forja el carácter del sujeto, es decir aporta a la construcción de la propia persona. c.- Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio son una experiencia de Iglesia, nos anima a vivir la fe con otros y la vocación en una Iglesia que es Pueblo de Dios, una Iglesia que es comunidad, una Iglesia que integra y acompaña a los jóvenes. d.- Vivir en la lógica de la espiritualidad Ignaciana desemboca en un compromiso que se hace explícito en amar y servir.
Finalmente acompañar es estar al lado, sentirse invitado a compartir caminos y dejarnos acariciar por la alegría, la ternura, la sencillez y la fragilidad.
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Catalina Betancourt García
La noche del 25 de noviembre la capilla de la Casa de la Juventud en Bogotá empezó a ser transformada por nosotros, un grupo de jóvenes integrantes del Semillero de Investigación de la Red Juvenil Ignaciana, que desde marzo del 2021 venían soñando con un espacio de encuentro materializado en una feria hecha por y para jóvenes colombianos. En medio del cansancio, el estrés y los nervios de que este sueño ya fuera una realidad, empezamos a ver cómo los símbolos del altar se actualizaban con piezas artísticas de la violencia policial, el desconcierto de la pandemia y muchas otras disputas. A medida que las horas de la noche avanzaban, cada espacio de esta capilla se iba nutriendo de creaciones artísticas; la voz iba transmutando en imágenes, en colores, en matices, en escritos, en exclamaciones concretas sobre cómo la sensibilidad tiene su propio lenguaje. En medio de nuestro silencio y asombro, el padre Stivel Toloza exclamaba “¡Qué hermoso ver una Capilla transformada en arte!”. Con este asombro pausamos la labor para cerrar con ilusión las puertas de la Casa, así poder descansar y concentrarnos en la inauguración de la Feria que comenzaría en pocas horas.
En el cronograma de programación del auditorio Pablo VI de la Pontificia Universidad Javeriana se anunciaba que el viernes 26 de noviembre era la inauguración de la Feria de Juventudes, evento
organizado por el Semillero de Investigación de la Red Juvenil Ignaciana. Con el cielo nublado e indescifrable de Bogotá comenzamos públicamente este espacio con una acción simbólica en las escaleras del auditorio, ese espacio que es tan impersonal y que, a la vez termina siendo un punto de encuentro por la cantidad de personas que las transitan. En las escaleras se construyeron tres altares con estas preguntas: ¿Con qué estás cargando como joven en este país?, el altar correspondía a una cruz llena construida con rocas; ¿cómo tu carga puede ser transformada por otros?, en este caso, el altar era circular y estaba rodeado de velas; ¿Qué compromiso quieres cultivar?, el compromiso quedaba sembrado en la escritura que era colgada en un arbusto. Esta búsqueda de sintonía y de conexión profunda se respondió desde lo simbólico, pero durante el transcurso de la Feria quedó resonando en las voces de los ponentes, talleristas y participantes de este evento.
En dos días de Feria se realizaron cinco talleres, tres diálogos de saberes, dos círculos de paz y una galería. Estas intervenciones se realizaron entre la Casa Ignaciana de la Juventud, la Universidad Javeriana y algunos encuentros virtuales. Aunque en esta primera edición la mayoría de espacios fueron liderados por jóvenes de Bogotá, también hubo participación de talleristas de Barrancabermeja. Y se busca que para futuras ediciones los jóvenes colombianos sean quienes tomen la voz de este espacio. En dos días logramos sentir que la juventud es mucho más que una categoría, es una forma de identidad donde la apertura y el reconocimiento del querer aprender es un modo de ser. Desde la recepción de los espacios, se logró sentir de forma elevada ese clamor de la diversidad, de la exigencia de escucha, de la necesidad del encuentro para seguir soñando a pesar del dolor y todas las incertidumbres que implica ser joven en este país.
Frente a esta elevación, esta entrega, este compromiso profundo con lo social y con las ganas de querer transformar más allá de las propias fronteras, el espacio de Feria emuló ser un altar compuesto de peregrinajes que espera seguir llegando a más espacios y a más personas −altar en el sentido etimológico de elevación y de ofrenda−. Este espacio que se seguirá construyendo anualmente concluyó con la fuerza de la danza y con el canto. El break dance de Crew Guache vino a contarnos en cuerpos de niños y niñas cómo las dinámicas de familias disfuncionales, la drogadicción, la delincuencia y la falta de oportunidades pueden ser confrontadas con el baile. Por último, el canto de Mariana −más conocida como Una espeletia− vino a sanar y a alegrar profundamente la conmemoración de esta Feria. La emoción de las notas entonadas en el patio de la Casa de la Juventud logró conmover a los vecinos que por las ventanas fueron partícipes de toda esta celebración.
Para esta edición participaron aproximadamente 90 personas, distribuidas entre ponentes, asistentes y el equipo organizador. Muchos espacios quedaron registrados en las publicaciones de Instagram de la Red Juvenil Ignaciana y desde la emoción de los participantes se puede afirmar que el balance y el éxito de este encuentro permite seguir creyendo en la fuerza que tiene la juventud para transformar y convocar a más jóvenes. Es necesario seguir soñando en grande para que este espacio logre romper fronteras, por ahora solo queda agradecer al equipo organizador y a todos quienes hicieron posible este evento.