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INBOX Año VI – Nro. 12 / Enero del 2022
DIRECTOR Jhony Carhuallanqui Carhuamaca EDITOR Jorge Jaime Valdez EDITOR DE FOTOGRAFÍA Adrián Johao Zorrilla Zárate CONSEJO EDITORIAL Rosalynd Cristina Salomé Ramirez Rafael Fernando Carranza Villa Allison Yadhira Espinoza Ramírez Wendy Fiorela Pérez Yangali EQUIPO INBOX Diana Roque / Pilar Basurto Nayarith Cárdenas / Corayma Sotacuro Diana Betalleluz / Sandy Quispe Renato Ángeles / Gonzalo Rojas Laura Huamaní / Andrea Romero José Yalo / Jhossep Barreto Adrián Zorrila / Daniela Ortega Liz Rosales / Janeth Cuicapusa Esthepany Armaulía / Andrea Rojas Ángela Quispe / Allison Espinoza Darien Zúñiga / Rosalynd Salomé Wendy Pérez / Milagros Taipe Fiorela Cajacuri / Luis Quincho Piero Ambrosio / Rosario Dionisio Diego Quispe / Sharmely Salvador Renzo Casas / Katherine Canchanya Rafael Carranza / Fiorella Surichaqui Rafael Asparrín / Mery Quinte Gabriela Borja / Jheyson Castellanos
EDITORIAL Durante seis años Inbox nos ha acompañado en este maravilloso viaje que convierte la audacia en letras. Desde sus inicios, estas páginas han llevado a cada uno de nuestros lectores el esfuerzo conjunto de jóvenes estudiantes anhelantes de plasmar contenido de relevancia ostensible, los han hecho adentrarse en la vida y obra tanto de desconocidos como de connotados personajes nacionales y universales, pero también han ayudado a sembrar en cada uno de sus lectores el amor por la música, la cultura y todas las ramas de la expresividad humana. Hoy, luego de un corto, pero frutífero recorrido, esta aventura llega a su fin con una insignia dorada, la presentación de esta duodécima edición orientada a revalorar nuestra apabullante cultura y tradición a través de la visión que cada autor pretende reflejar en sus palabras. Aunque continuemos nuestro viaje por caminos separados, esperamos un pronto reencuentro en esta nueva etapa de nuestras vidas que conduciremos con la firme consigna de que nuestro rol a favor de la sociedad es un compromiso inalterable. Esperamos disfruten esta edición tanto como nosotros disfrutamos las infinitas amanecidas de redacción, corrección y diagramación. Feliz viaje, se cierra el inbox. Consejo Editorial HECHO EL DEPÓSITO LEGAL EN LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ Nro. 2017-00653 ISSN Nro. 2520-3568
© Todos los derechos reservados. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización del Director o un miembro del Consejo Editorial. Impreso en Kairos RUC Nro. 10408675648 Dirección Jr. Cusco 442 Huancayo - Perú INBOX Nro. 12 es una publicación de los estudiantes del X semestre de la asignatura de Taller de Prensa II de la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional del Centro del Perú (UNCP).
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Cani Cruz, el candil de los deseos Por: Diana Roque y Pilar Basurto
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ani Cruz, milagroso lugar, ícono de la religiosidad popular del valle del Mantaro, donde acuden un gran número de devotos católicos para derretir las coloridas velas al pie de la pétrea escultura, dejando finalmente crípticos mensajes que solo los esotéricos comerciantes saben leer. Sin embargo, la iglesia no siempre ve con complacencia estas costumbres pues se vinculan peligrosamente con el “chamanismo” y la magia arcana. Además, dentro de la iglesia solo se puede implorar perdón y sanación espiritual mientras que afuera puedes invocar tus deseos materiales e inclusive la muerte de tus enemigos. En los años de la colonia, a finales del siglo XVI, se esculpió en piedra volcánica, la representación católica conocida como el Señor de Cani Cruz. Ubicada hasta el día de hoy en el distrito de Chongos Bajo, de la provincia de Chupaca, donde anteriormente se sometía a juicio a aquellos que estaban en contra del cristianismo. En la actualidad, los fieles católicos asisten diariamente para pedir, agradecer y visitar este ícono de la fe popular. La costumbre de prender velas ante la cruz de piedra, data desde las épocas en las que la fe
cristiana y las creencias autóctonas, mediante un sincretismo simbiótico, daban a luz la religiosidad católica andina. Inicialmente solo se colocaban velas blancas sin formas, luego ornamentadas o con variedad de colores. Cada persona venía a este lugar, prendía sus velas, oraba y suplicaba su deseo. Para que el ritual surtiese efecto, se visitaba siete veces la cruz, repitiendo las mismas acciones cada vez. Posteriormente, se iba a pie a la colina de Viscos, ubicada a una hora de Cani Cruz, donde se rezaba para que la voluntad divina obrase el milagro de conceder el deseo del suplicante. Anteriormente algunas personas colocaban las velas blancas de cabeza, esto se hacía por recomendación de los vendedores, quienes leían el mensaje divino del señor en los restos derretidos. Si en esta lectura esotérica se descubría algún “daño” que estuviera afectando al creyente de turno, al poner las velas en esta posición, se podía revertir la maldad a su origen, es decir, ese “daño” se devolvía a la persona que invocó fuerzas malignas contra persona afectada. En la actualidad, existen velas de distintas formas, por ejemplo, de casa, de corazón, de manos, de diferentes tamaños y colores. Por ello, si asistes
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a este lugar a pedir éxito para la familia, es recomendable adquirir una en forma de herradura o si tu deseo es paz y armonía en tu relación de pareja, escoger las manos abiertas hacia el cielo. En cuanto a los colores, el rosado significa trabajo; el amarillo, buena suerte; el dorado se dice que cambia el carácter; el blanco, salud y el verde, dinero. El color de tu vela debe ser elegido de acuerdo a tu petición. Estas prácticas referidas a símbolos religiosos, han ido en aumento y las creencias asociadas a la imagen se han popularizado, principalmente el testimonio de muchos fieles quienes afirman haber sido escuchados por la cruz, ya que fueron cumplidas sus peticiones. Muchos extranjeros y personas de diversos lugares vienen a este lugar a pedir su deseo. Algunas cosas se han modificado, como el ir caminando hasta la colina de Viscos, en su lugar, puedes asistir a una misa en la antigua iglesia de Santiago León de Chongos. La señora Rosa, comerciante oriunda de la zona, nos comenta que el negocio de las velas es rentable, pues muchos foráneos, extranjeros y algunos pobladores locales siempre prenden sus velas. Es así como este rito cultural promueve la economía de los lugareños. También nos relata que, algunos visitantes vienen directamente a pedir su asesoría por recomendación de anteriores clientes satisfechos, ellos piden que Rosa les recomiende que velas pueden colocar, luego, una
Fotos: Diana Roque
vez consumidas sus velas, la señora lee el mensaje divino en los restos de cera derretida. Doña Rosa también nos manifiesta que algunos asisten con el fin de pedir desgracias y hasta la muerte de sus enemigos, es decir no todos los devotos que asisten a este lugar vienen con buenas intenciones. Desde la iglesia, sacerdotes y miembros de la comunidad de fe, observan a personas sentadas horas y horas, aparentemente perdiendo su tiempo. El sacerdote católico Moisés Sacarías explica que las personas tienen mucha fe a la cruz, aunque “algunos están relacionados con la magia negra”, razón por la cual hay muchas personas fuera de la iglesia y a lado de la cruz. Zacarías nos comenta que la vela blanca siempre tiene un significado de luz, esperanza y representación a Cristo, mientras que los diversos colores de velas con formas extravagantes solo motivos comerciales, en otras palabras, estas variantes surgieron por la aspiración mercantil de las personas que laboran en este rubro, además de las flores y cuadros que venden junto a las formas de cera. Es necesario comprender que no importa si algunos velan para el bien o el mal de otras, o si desean la muerte, el todopoderoso solo atiende las súplicas de quienes creen con todas las fuerzas de su fe, y obren bajo los preceptos del amor y la piedad de Dios.
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Foto: Corayma Sotacuro
La sagrada
hoja de coca Por: Nayarith Cárdenas y Corayma Sotacuro
“Coca Quintucha, hoja redonda, Qamsi yachanki, ñuja vidaita, Chiripi, wairapi wajasllasqayta. Qamsi yachanki, ñuja suertiyta, Chiripi, wairapi llakillasqayta”
“Planta de coca, de hoja redonda, dicen que tú sabes mi vida, de cómo en frío y viento he llorado, Dicen que tú sabes mi suerte, de cómo en frío y viento me he entristecido”
l ritmo de esta canción dedicada a la hoja de coca, doña Julia nos muestra el camino que dirige a su cuartito, un cuartito oscuro con aroma a agua florida y vela derretida. Una imagen del Sagrado Corazón de Jesús en la pared nos da la bienvenida, sobre la mesa, una manta
colorida tejida con lana de oveja y una campanita de bronce esperan para dar inicio con el ritual. Doña Julia nos ofrece un poco de coca, nos indica que para iniciar es importante chacchar, término en quechua que se usa al momento de masticar esta hoja, esta primera acción es importante, todo
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dependerá del sabor que tiene la coca para saber si debemos continuar o parar; si el sabor es dulce, significa que tenemos el permiso de la mamá Coca para continuar con el ritual, pero si el sabor es amargo es mejor parar, esto indica que algo trágico está por suceder. Mientras masticábamos ella escogía delicadamente las mejores hojas, estas deben estar frescas y en perfecto estado, solo así se podrá descifrar el mensaje. Muchos no tienen este don, en la época incaica, las únicas personas que tenían derecho a poseer la hoja de coca eran los de la nobleza. Los sacerdotes usaban la coca como oráculo para guiar las decisiones que se tomaban en el imperio, también se usaba para los rituales a los muertos, pero sobre todo y en muchos de los casos, como ofrenda a las deidades. Aquellas personas que eran capaces de pronosticar el futuro a través de la coca eran considerados seres especiales debido a la conexión espiritual que tenían con la planta y con el pasar del tiempo esta costumbre fue heredada generación tras generación. El momento había llegado, el sabor dulce de la coca nos indicaba que ya teníamos el permiso para dar inicio con el ritual. Doña Julia coge un puñado de las hojas que había escogido, hace una reverencia, cierra los ojos y en voz baja se oye decir una oración en quechua.
“Mamallay coca willaykullaway allinchu manachu qispirukullanqa, mamallay qampa sutiykipim qallaykusaq” “Madre Coca avísame, por favor, si va a salir bien o mal este rito, madre en tu nombre voy a empezar” Lentamente va acercando sus manos hacia nuestro rostro, nos pide que exhalemos tres veces, siempre pensando en la pregunta que se quiere realizar; lanza las hojas sobre la manta y con unas monedas a modo de ofrenda en los costados hace sonar la campanita de bronce en señal de cruz señalando los cuatro puntos cardinales, se queda mirando detenidamente y comienza a describir lo que la sagrada hoja de coca le empieza a decir. La posición en la que caen las hojas determina la prosperidad o el mal augurio, si las hojas caen de cara, es decir, por el lado más verde, significa
que los proyectos que tenemos en mente irán por un buen camino, mientras que si cae por el revés, significa que no tendremos buenos resultados, las formas son la clave exacta para seguir describiendo lo que se mira a través de la coca. Las hojas tambien permiten ver el sexo de las personas, si tienen algún problema emocional o si padecen de alguna enfermedad, en este caso, la forma de la coca será similar a la parte del cuerpo que causa dicha dolencia, si vemos una hoja circular nos quiere decir que tenemos el mal de puquio, mientras que si la enfermedad es desconocida el color de la hoja será de un tono amarillento; para saber de los problemas emocionales, doña Julia mira la hoja de coca por ambos lados, si las hojas caen en cantidades proporcionadas tanto por el lado derecho y por el revés, significa que la persona se encuentra emocionalmente equilibrada. Una hoja de un color verde oscuro llama nuestra atención, sus relieves son más ásperos de un lado que por el otro, “esta hoja es la figura de un anciano” menciona señalándola, “esta representa a un niño”, señala a otra hoja más pequeña, alargada y de un color más claro, mientras que para un adulto ya sea varón o mujer la forma de la hoja es alargada y de un color verde claro. Mientras nos narra, nunca deja de aferrarse a la fe que le tiene a la mamá coca, siempre está invocándola y mediante suspiros se la oye decir: “Hojita tú siempre dices la verdad, hojita guíame a la respuesta correcta”. A partir de las respuestas que le da la sagrada hoja de coca, nos da recomendaciones con mucha sutileza y paciencia para mejorar lo que se viene haciendo o incluso tomar nuevas decisiones. Para ella se le hace muy difícil dar una respuesta negativa, y aún más cuando se trata de la muerte rondando, en este caso usa las palabras más adecuadas para dar el mensaje, evitando el sufrimiento que este pueda causar. Con las preguntas resueltas el ritual ha llegado a su fin, esta vez doña Julia da una oración de agradecimiento a la madre coca y con toda su fe en la oración va recogiendo con cuidado las hojas que sirvieron para absolver nuestras dudas, las va guardando dentro de su bolsa y se ve como de sus manos van cayendo una tras otra hasta un próximo encuentro con la verdad.
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La tradición llevada
hasta los huesos Por: Sandy Quispe y Diana Betalleluz
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n Chongos Bajo cada tres de noviembre los pobladores del lugar inician con su tradicional Tullupampay o también llamado veneración de cráneos. Aún hay algunas familias que conservan los huesos de sus antepasados o desconocidos, y los aprecian como un tesoro. En esta fecha tan especial son llevados al cementerio del mismo distrito, donde les realizan una misa comunal. Moises Revilla, poblador de la zona, comenta que el Tullupampay es una tradición única en el distrito de Chongos Bajo y de la región Junín. Las calaveras se aprecian fundamentalmente por su característica de protectora de hogares: “las calaveritas podían asustar a los ladrones, movían objetos, hacían ruido, todo para molestar a los ladrones
para que dejen la casa”. En castellano, Tullupampay se traduce como enterrar a los muertos, de esta forma se honra su memoria. Esta tradición no tiene un origen registrado, simplemente se produjo luego de una faena de limpieza en el distrito; los pobladores encontraban huesos y se los llevaban a sus casas. Los habitantes tienen un trato especial con sus huesos. Incluso se puede decir que hay una evolución de esta tradición, antes se cuidaban a las calaveritas con telas, ahora les hacen altares, les agregan gorros, gafas de sol, chullos, les llevan flores, maíz, monedas y muchas otras cosas, hay un cariño especial. Otros hacen barnizar a los huesos para que tengan brillo y se vean mejor.
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Aún hay familias que conservan los restos óseos de sus muertos, para ellos los cráneos son la herencia que pasará de generación en generación y por ello son cuidados como un tesoro. Los pobladores jóvenes y niños no se sienten asustados por esta tradición, a pesar de estar muy relacionada con la muerte, a los niños les parece una práctica divertida, les encanta toda la experiencia que se vive. Algunos sacerdotes creen que esta tradición se tiene que realizar el 2 de noviembre por ser el Día de Todos los Santos, al ser feriado en Iglesias Cristianas y de manera internacional. Sin embargo, se conmemora el 3 de noviembre con normalidad porque el Tullupampay se estableció primero y es algo que el pueblo ha aceptado. Algunas familias tienen entre dos y tres cráneos, por ejemplo, los Vílchez, Amanada y Balvin. Asimismo está don Julio Munive y Dora Muñico. Los pobladores no están dispuestos a vender sus calaveras por ser un tesoro especial y único, ellos lo conservan y son felices con su posesión. Los cráneos pueden pertenecer a sus abuelos, tatarabuelos así sucesivamente. No es algo intercambiable, hay un aprecio enorme, son los guardianes de su hogar. Tanto es el temor, que los profanadores de tumbas evitan robar los cráneos en el cementerio de Chongos Bajo.
Existe una tradición parecida en México, curiosamente también se celebra el 3 de noviembre, con la diferencia que en México sacan a los muertos, en Chongos Bajo, los pobladores encontraron los huesos por medio de faenas y limpieza de tumbas. En el estado mexicano de Morelos, las familias abren la puerta de sus casas para quienes quieran ver los altares y otorgar ofrendas, llevando pan de muerto y bebida de maíz. Un día antes, el 2 de noviembre, se acuden a los panteones a llevar flores y velas a los fallecidos. Moisés Revilla, poblador de Chongos Bajo, arguye que no cuenta con calaveras: “yo no cuento con alguna, pero reconozco toda la importancia de esta tradición por medio de mis lecturas y experiencias personales, me gusta relacionarme y compartir todo esto en mis redes sociales”. Además comenta que el Tullupampay evoca mucho cariño en los pobladores y que es probable que esta tradición se pueda olvidar en el futuro, a pesar de ser muy apreciada. Durante los últimos años, los pobladores siguen recibiendo de herencia los huesos de sus ancestros y desconocidos durante el tradicional Tullupampay, los muestran en los cementerios con gafas de sol, monedas y otras decoraciones, pero no siguen con su tradición dejada por sus abuelos, la de llevarse huesos a sus casas. Solo hay personas que cuidan esos huesos, pero no los recolectan.
Fotos: Diana Betalleluz
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El poder mágico de la
Wachuma Ilustración: Renato Ángeles
Por: Gonzalo Rojas y Renato Ángeles
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l valle del Mantaro se caracteriza por la gran biodiversidad de plantas que se encuentran en la región, encontramos abundantes viveros en todos los distritos. Cada uno cuenta con plantas más exóticas que el otro, gracias al incomprendido clima huancaino. Observamos maceteros con cactus de todos los tamaños y formas, pero uno sobresale de entre todos, ese que tiene seis espinas, conocido como el San Pedro, oriundo de la región. Mayormente usado por los chamanes del valle para ceremonias y rituales ancestrales, considerado como el Ayahuasca de la sierra. Probar esta planta medicinal se resume en: encontrar lo que quieres, saber de dónde vienes y hacia dónde quieres ir.
Los españoles a su llegada a Perú, cuando probaron por primera vez esta planta, se sintieron tan iluminados que creyeron que San Pedro les había abierto las puertas del cielo, por eso surge esta denominación a la planta. Pero en realidad el nombre precolombino y el que es usado por maestros en los andes peruanos es el de Wachuma. La primera aparición histórica, se remonta a la cultura Chavín. Utilizaban esta planta para forjar a sus líderes, estos jóvenes después de haber tomado la Wachuma eran ingresados a una cueva completamente oscura y de baja altura, lo que los obligaba a caminar con la cabeza agachada cuidando de no golpearse con nada. Tenían que caminar hasta el final de la cueva, completamente oscura, enfrentando a sus demo-
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nios internos y encontrando el camino para sus vidas, esto forjaba su temple y carácter. Para llevar a cabo esta ceremonia no basta con decidir hacerlo, se debe realizar una preparación física y mental semanas antes. El cuerpo tiene que estar libre de cualquier sustancia “dañina” y nuestra mente tiene que encontrar el propósito por el cual realizamos este ritual. Esta experiencia la llevó a cabo el maestro Taki, un hombre ya de avanzada edad, pero de gran vitalidad, es una persona que ama lo que hace. Comenzamos preparando la planta, la elegimos por el número de espinas que tiene, ya que no todos los cactus que vemos, son Wachuma. Cortamos solo la punta de la planta, que es la parte más fresca. Preparamos una pequeña fogata para dar inicio a la cocción, previamente, tenemos que equilibrar nuestra energía, masticando la hoja de coca, fumando un poco de tabaco, conectándonos con el silencio. Ya que en el silencio podemos ordenar nuestra mente, nuestra palabra y la acción que realizaremos. Generamos espacios de silencio para encontrar paz y calma en el ambiente, lo hacemos a través de respiraciones y meditación. Esto nos ayuda a conectar con el “abuelo fuego” con el que logramos anclarnos en el presente. Terminado este proceso damos inicio al preparado, la cocción dura aproximadamente de siete a nueve horas. Empezamos efectuando un pago al apu, por el cual caminaremos para realizar este ritual, la caminata hace que nos conectemos más con la naturaleza y encontremos paz y relajación previa a la toma. Llegamos a la cima y el maestro prepara el fuego que nos acompañará. A cada uno nos toca una cantidad distinta, ya previamente analizaron si teníamos alguna enfermedad que nos pudiese afectar. Tomamos la Wachuma, el sabor no es agradable, pero tampoco es desagradable. El maestro realiza cánticos en quechua, mientras esperamos pacientes que nos haga efecto. La mirada se concentra en las llamas del fuego, como se elevan, como las ramas y hojas que dan vida al fuego se consumen. Los sentidos se agudizan, captas lo que antes parecía irrelevante. El sonido de las hojas golpeándose entre sí, tu mente siente que eres el árbol y esas son tus hojas. Escuchas a un pájaro cantar, y sientes que estás ahí, al lado de él.
La mente empieza a recordar el propósito por el que te encuentras ahí sentado, llegan a ti esas sensaciones de “sentirse perdido, no tener camino, de tener un vacío dentro, de no saber qué es lo que quiero y cómo lo quiero”. Todo pasa mientras cierras los ojos, al abrirlos, ves el fuego, ves al maestro, ves a las personas a tu alrededor, sabes dónde estás, sabes que estás haciendo, ves todo con claridad. No vives “un viaje psicodélico”. Cierras los ojos y te vuelves a conectar contigo. El tiempo no se detiene alrededor, las horas pasan y la noche llega, el fuego no termina de calmar el frío. El maestro acerca una manta, la envuelvo alrededor de mi cuerpo para sentir más abrigo. “Siento la frazada como una capa que es parte de mí, me siento como una oruga en su capullo”. La oscuridad de la noche hace que sea imposible de visibilizar las cosas, siento que algo resplandece cerca, me acerco y observo a las plantas del lugar, con hojas muy grandes. Tienen un resplandor que las hacen sobresalir de la oscuridad, un brillo, trato de concentrarme en lo que veo, las observo detenidamente y veo unos ojos en las hojas. Unos ojos que no dejan de verme, me muevo y se mueven, es muy extraño. El maestro se da cuenta que estoy de pie y me regresa al grupo. La ceremonia va terminando, siempre estuve consciente de todo lo que sucedía, sentía todo nuevo, muy agradecido. Me sentí una oruga que, estoy en este tiempo envuelto en mí mismo, pero después saldré. Me sentí con más confianza y más presencia. La ansiedad que sentía antes por sentirme vacío, empezaba a desaparecer y sentir que tengo un propósito. La consciencia nos despierta a través de esta planta medicinal. Este cactus te da la capacidad de volver a creer, de que la vida no es solo terrenal, sino con magia. Nos conecta con la naturaleza, nos da sentido al canto del pájaro que nos reafirma algo o si el viento o un trueno nos responde. Tomar esta medicina nos vuelve esa mirada de asombro e interpretación de la realidad, para generar nuestra propia realidad. Cada persona que vive esta experiencia realizando esta ceremonia, es distinta de cada una, cada quien que lo toma tiene un propósito distinto, vive un contexto diferente al resto y, sobre todo, genera voluntariamente su propia motivación.
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Fotos: Laura Huamaní
Un viaje ancestral al vientre
de la madre Por: Laura Huamaní y Andrea Romero
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primeras horas de la mañana, en el alejado Centro Poblado de Vicso (Orcotuna, Concepcion), el sonido del pututu, yungor, waqra y tinya nos dan la bienvenida al lugar ceremonial. El guía espiritual, maestro o chamán andino, quien modestamente insiste en no tener ninguno de estos títulos, nos da la bienvenida a la huaca (lugar sagrado), donde nos comenta que se encontraron mallquis (restos sagrados) de lo que se presume eran antiguos sacerdotes huancas de la luna, por llevar consigo un llauto (turbante sagrado andino) de lana de vicuña y una mascaypacha (símbolo de poder) con tejidos de plata, adornado con un par de plumas de colores.
Cuando ingresamos no éramos los primeros, muchos otros “hermanos”, término que se usa para referirnos a todos los hijos de la pachamama, habían llegado y ya estaban vestidos con trajes tradicionales, hechos de bayeta gruesa, de colores sobrios, muy alejado de los multicolores y tonos chillones que nos venden hoy en día como nuestra cultura. Además, no solo habían guías espirituales de la corriente ancestral huanca, sino que también habían guías amazónicos y q´eros. Todos ellos coexistían en un mismo ritual sagrado. El ambiente, la música tenue y el coro de algunas aves dotaban al lugar con una sensación espiritual. Un aire a misticismo envolvía todo el lugar ceremonial y la sensación de hermandad y familia
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nos daban la paz y comodidad de continuar en este ritual. Ya estando todos listos para dar inicio, el guía que celebrará la ceremonia nos recibe con una medicina especial, rapé, un polvo de plantas amazónicas que nos ayudará a limpiar la glándula pineal, estar en el aquí y ahora, entrar a un estado de relajación y quitarnos el cubrebocas durante la ofrenda. También, nos invita a pintarnos el rostro con arcilla para ser parte de la ceremonia, cada uno eligiendo la forma que desee. Es entonces que, aún acompañado de la música, el guía espiritual da inicio a la ceremonia pidiendo a hombres y mujeres separarnos en círculos frente al altar donde está la sacerdotisa lunar (mallqui de cráneo alargado) quien vigilará y guiará esta celebración. Se hace una limpia energética a los presentes, pasando por ellos el humo del sahumerio de palo santo, romero y retama. Según nos explica el guía, todo se basa en la energía orgónica, que nuestros ancestros conocían 300 años a.C., por ello “la limpia quita las energías que traemos de la ciudad, problemas, inquietudes, miedos e incluso la contaminación”. Una vez limpios energéticamente, todos formamos un círculo, ponemos nuestras mantas hechas de lana de alpaca u oveja en el piso y acomodamos nuestras ofrendas como frutas, chicha, pan, flores y caramelos. Otros ponen también intenciones como casas en miniatura o cartas con pedidos personales para nuestra madre. Dice el guía “yo no pido vino, lo que pedimos es chicha; en vez de caramelos puede ser chancaca o en vez de chocolates, cacao”, recalcando que nuestras ofrendas deben ser orgánicas y naturales. Luego el guía reparte la coca indicándonos que tenemos que buscar tres quintos, unas hojas de coca redondas y perfectas, que se unirán a la ofrenda. Otros guías, sacerdotes, maestros y hermanos entregan sus elementos principales (elementos de poder) para que el ritual se fortalezca. Mientras los guías empiezan a cavar un hoyo en la tierra para colocar las ofrendas, nosotros nos concentramos en masticar la coca lentamente, formando un hachu (bola de coca chacchada), contando nuestros problemas y nuestros sueños, así, la coca se llenará de nuestras energías mediante la salivación. Si la coca sabe dulce es que se va a cumplir aquello que pedimos, ya que según nos explican, presenta menor cantidad de bilis y más serotonina, es decir que estamos más motivados
y proyectados hacia lo que queremos. Luego se recoge la coca chacchada, en una bolsa, preferentemente no de plástico, y se ofrece también, con amor y cariño a nuestra madre. Dentro del hoyo se empieza a poner como base algunas plantas y flores. A continuación, cada “hermano” lleva su ofrenda en su manta y los guías colocan las frutas, panes, cartas, flores y coca en el vientre de la tierra, finalmente se agrega la chicha y se tapa. El guía espiritual pide a todos agradecer a la pachamama en una forma de rezo conjunto, ¡jallalla pachamama!, se escucha en todo el lugar. Para finalizar y cerrar el espacio, nos abrazamos cruzando las manos, simbolizando el dar y recibir. El cerrar es muy importante, advierte nuestro guía, porque hemos abierto los puntos energéticos, nuestro corazón, no podemos quedarnos vulnerables, ya que pueden entrar energías negativas. El cerrar es complementario a una dinámica circular, de dar y recibir, de abrir y de cerrar. ¡Jallalla! , resuena nuevamente, todos observamos nuestros rostros llenos de paz, alegría, respeto y unión; siendo ajenos y hermanos a la vez. El sonido del pututu, yungor, waqra y tinya nos despiden invitándonos a volver pronto al lugar ceremonial, lugar de nuestra nueva familia. Este ritual es un ejemplo de la ancestralidad de nuestra cultura, las creencias de nuestros antepasados y la misticidad de nuestras acciones. El agradecimiento, conexión, respeto y amor a nuestra madre tierra aún está presente en algunos de nosotros. A partir de ahora nuestra misión es conservarla y protegerla.
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Tradicional pagapu huanca
en el Huaytapallana Por: José Yalo y JhossepBarreto
Ilustración: Jose Yalo
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l pagapu en el Huaytapallana es una costumbre ancestral que consiste en un peregrinaje en dicho nevado, el cual se lleva a cabo el 23 de julio con la finalidad de dar inicio a la fiesta del tradicional del Santiago. Esta fiesta del Tayta Shanti se celebra en honor al apóstol Santiago, patrón tutelar de los animales. El pagapu se realiza en honor al apu Huaytapallana, en el cual se encuentra el espíritu del dios tutelar de las huancas, el dios Huallallo, esto se hace con la finalidad de que las celebraciones del Santiago tengan su bendición. El recorrido comienza el 23 de Julio por la mañana, salen las unidades de transporte de la ciudad de Huancayo, quienes llevan a los devotos hacia el peregrinaje al nevado Huaytapallana para realizar el gran pagapu costumbrista huanca, institucionalizado hace más de 10 años por el maestro chamán andino de la sierra, Mauro Ibarra Remusgo, quien fomenta la milenaria cultura de nuestros antepasados quienes tenían un respeto por los apus y dioses tutelares reverenciando a la pachamama por las bendiciones concedidas.
El paraje de Vilcacoto es el punto de partida, lugar donde las personas realizan la compra de las ofrendas, las cuales son diversos productos como: dulces de distintas formas, plantas medicinales, incienso, resinas aromáticas, vegetales, hojas de coca, cereales, chicha, entre otros. El segundo paraje es la Virgen de la Nieves ubicada en las faldas del cerro sagrado, donde empieza la caminata. Es el único punto de partida y de encuentro en el trayecto hacia el nevado con los demás peregrinos, este lugar fue instituido en representación de la fe católica traída por los españoles en tiempos coloniales, la Virgen de las Nieves es la representación católica del nevado Huaytapallana, aunque en sus orígenes no era parte del ritual, con el transcurso del tiempo empezó a formar parte de lo que es el pagapu. En el transcurso del recorrido hacia el pagapu se observa la flora y fauna silvestre del Huaytapallana donde existe una entrada, y es ahí donde se pide el permiso a los apus y la pachamama para poder ingresar a los dominios de los dioses. Se entregan las hojas de coca y encienden los cigarrillos para que tengan la protección divina, pidiendo que
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se les conceda, entre ellos están: casas, carros, billetes, cartas y sobres pidiendo por un negocio, felicidad en el amor, salud; en agradecimiento por las ofrendas realizadas, los apus pueden conceder estos deseos. Las hojas de coca, la chicha de jora y el cigarro son los elementos principales con los que se realiza el pago a la pachamama para pedir permiso y poder ingresar a sus dominios, por otro lado, los devotos también queman velas de distintos colores ya que cada uno tiene un significado según lo que estén pidiendo como por ejemplo: dorado, la prosperidad y sabiduría; plateado, el éxito y bienestar; blanco, la salud y paz; rojo, el amor y felicidad; verde, el dinero y esperanza; rosado, el florecimiento de los negocios; amarillo, la felicidad y suerte; anaranjado, invocando la protección contra los males, y finalmente celeste y azul, para el éxito en los estudios. El pagapu se ha convertido en una ceremonia que atrae a cientos de devotos desde diversas partes del Perú y el mundo, y como es de costumbre, trae consigo la presentación de artistas como “Marujita de los Andes” y orquestas típicas como “Los consagrados guapos del centro”, el conjunto santiaguero “Los Mayordomos del Huaytapallana”, “Los mensajeros de Trancapampa” y la participación de los devotos peregrinos, quienes alegran el corazón del apu Huaytapallana.
Foto: Adrian Zorrilla
todos los devotos lleguen sin dificultad a la cima y así puedan otorgar sus ofrendas, ya que el camino es arduo y accidentado. En el cerro de Yana Ucsha, donde se hace el pago, se encuentran las famosas apachetas que son pequeñas torres formadas sobre piedras, según la tradición con cada piedra apilada se aligera la carga de los peregrinos para que puedan tener un viaje más tranquilo. En este pagapu participan diversas orquestas típicas de la región haciendo uso del violín, tinya, cornetas, etc. Todos cargados de fe hacia la pachamama, mamacocha y el tayta apu, el gran Huaytapallana. Para participar del gran pagapu huanca son seis las principales mesas donde se distinguen los diferentes elementos que conforman la ofrenda, y están compuestas por: el vino para consagrar al apu, la caña y chicha de jora que bebían los antepasados para comunicarse con los dioses quienes nos heredaron su cultura milenaria, menestras que representan la abundancia para que prospere y aumente los frutos del trabajo agrícola, los panecillos de trigo hechos con los productos que nos brinda la madre tierra, los dulces, caramelos y galletas para compartirlos con los espíritus de las montañas y el conjuntos de frutos que brindan el aroma para que la ofrenda sea apreciado por los apus. Los peregrinos llevan consigo las miniaturas de objetos que representan lo que se quiera que
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La mamacha de los deseos
Por: Adrián Zorrilla y Daniela Ortega
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a fe es lo que mueve a las personas en sus ideas, en sus sentimientos y creencias, así miles de fieles se congregan frente a la imagen empotrada de la Virgen de Cocharcas en Orcotuna, año tras año le piden deseos que, solo ellos y la misma mamacha Cocharcas tienen certeza de que los cumple. En la provincia de Concepción, ubicada a 16 kilómetros del centro de Huancayo se encuentra un lugar cargado de emociones e historias que a pesar de los años no se han olvidado. Este lugar alberga el santuario de la virgen, una iglesia mítica que fue construida a pedido de la misma mamacha, según comentan los pobladores. Se trata del distrito de Orcotuna. La historia que relatan los orcotuneños cuenta que, alrededor del año 1600 junto al cerro San Cristóbal, vivía una pareja: Juan Bautista y Rosa Achicahuala, dos ancianos que se dedicaban al hilado. Chumirosa, como llamaban a la mujer, cierta noche vio a una hermosa niña vestida con túnica roja que se encontraba lavando pañales en el puquial denominado Aquilán. Con mucho temor, se dirigió allí e intentó tocarla, sin embargo, ésta desapareció. Le contó a su esposo que la veía
constantemente en el mismo lugar. Una noche, según dicen, se armó de voluntad y decidió averiguar quién era la pequeña que siempre aparecía con el mismo atuendo rojo. Al verla, escuchó su dulce voz pidiendo que se acercara y que no tenga miedo, pues dijo ser la Madre de Dios, que viajó desde Bolivia, específicamente desde Copacabana buscando un lugar apacible para vivir tranquila, deteniéndose en Orcotuna al ver que sus aguas eran puras y cristalinas. En aquel encuentro pidió a la anciana que junto a su pueblo construyan un santuario para ella. De rodillas Chumirosa agradeció por confiarle la noble tarea a pesar de su pobreza. Al día siguiente, los pobladores se acercaron al lugar y observaron la forma de la virgen que se hallaba empotrada en la roca de donde brotaba agua. Fue allí donde construyeron con mucho esfuerzo el santuario que perdura a través de los años. Actualmente, desde una enrejada gruta, brotan las cristalinas aguas a las que atribuyen poderes milagrosos y que anualmente atrae a miles de devotos y enfermos que esperan sanar. Asimismo, muchas familias acuden con velas y hojas de coca entre sus manos para pedir milagros a la Madre
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de Dios, una de ellas es Luisa Poma, una señora de edad avanzada que año tras año acude a la virgen con la misma devoción que tuvo la primera vez que rezó frente a su gruta, pidiendo por su salud. “Escuchen, es el viento que me susurra recuerdos de todas mis visitas al Rincón de las Tunas”, cuenta emocionada Luisa, mientras acomoda sus velas para encenderlas entre la cera derretida que colocaron otros devotos. Tiende sobre su colorida manta la coca haciendo montoncitos de 5 hojas cada una, pues representan a un integrante de su familia: sus tres hijos, su esposo fallecido hace varios años y ella misma. Reza con un sentimiento profundo y escribe misteriosa en pequeñas hojas de papel, las dobla con mucho cuidado y las inserta en la gruta de la virgen. Todas las hojas de papel descansan en el fondo de la gruta. Son deseos de personas que llegan de muchas provincias, incluso de otras regiones, todos con el mismo objetivo, pedir por el bienestar de sus familias, tener buena salud o satisfacer su alma, pero son pocos los que se toman el tiempo y la dedicación para realizar el ritual con la misma fe de los habitantes de este lugar.
Fotos: Adrian Zorrilla
Más personas llegan, otras se van, beben agua de la pacarina y la gruta se va llenando con deseos; en una esquina del santuario, Jorge Quispe, un taciturno campesino coloca su “mesa” para agradecer a la virgen por el milagro que le cumplió al guiar al médico que operó a su nieto que sufrió un accidente hace alrededor de dos años. Sobre su manta coloca caña en un vaso de cristal, prende un par de velas y tras chacchar un poco de coca lanza unas cuantas monedas a la gruta. El sincretismo mantiene el ancestral culto a la vida, a sus orígenes y su continuidad, simbolizados en el agua que brota de las entrañas de la madre tierra, de la virgen católica, encontrada entre las formas de la roca por la pareidolia de los fieles que cada día acuden hasta este punto no solo para beber el agua, sino también para pedir deseos a la niña que vino buscando hogar hace varias décadas. La Virgen de Cocharcas es uno de los símbolos más importantes de la religiosidad del valle del Mantaro, a pesar de que existen otras tres locaciones en la región donde también se rinden tributo a la mamacha, Orcotuna es el lugar donde abundan los milagros y deseos.
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Foto: Harrison Forman
Camino real
de los incas Por: Janeth Cuicapusa y Liz Rosales
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ntes, pieza clave de un importante camino incaico; hoy, escenario de las principales manifestaciones y del tráfico interminable, a pesar de todo, la histórica calle que divide la zona monumental de Huancayo se consolida hasta el día de hoy como el eje comercial, vial y protocolar de nuestra provincia. La decisión de las autoridades de reactivar una feria pausada por más de 11 años ha puesto en evidencia la importancia que tiene la calle Real en nuestra rutina citadina, los comerciantes defienden su potencial económico y los conductores se amparan en su amplitud para considerarla la vía predilecta, pero la trascendencia de esta arteria urbana no se limita solo a estos atributos, la
calle Real encierra más, mucho más. La calle Real era reconocida por ser parte del Qhapac Ñam, que iba desde el Cuzco hasta Quito, pasando por Jauja, San Jerónimo y todo Huancayo. Era el Sistema Vial Andino en el tiempo de los incas, camino por donde transitaron ejércitos y personajes históricos como Huayna Cápac, Bolívar y Cáceres. Quienes tuvieron la suerte de vivir en esas épocas recuerdan que en esta calle empedrada existía un riachuelo que discurría en medio de esta vía. A mediados de la década del sesenta e inicios del setenta, transitaba el famoso ómnibus Soria conocido por muchos como Tambo – Azapampa, que iba por el norte hasta el estadio Mariscal Casti-
lla y por el sur llegaba hasta la avenida 9 de Diciembre, todo el recorrido era por la calle Real, la más ancha de toda la zona. En la bajada de El Tambo, a lado de la Capilla de La Merced, lugar que fue sede del Congreso Constituyente del Perú en 1839, se encuentra una casa de dos pisos que tiene un balcón con diseño encajado distintivo de muchos postales y frente a la capilla se ubicaba el local central de la Universidad Nacional del Centro del Perú (hoy conocido como Museo Antropológico de la UNCP). En esta misma zona se encontraba el primer Cabildo de Huancayo (hoy conocida como Casa de la Juventud y Cultura de Huancayo) que limitaba con el Camal Municipal, construido
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en 1914, lugar que significaba el deleite de muchos pobladores, quiénes se recostaban en las barandas para ver como sacrificaban a los toros y aprovechando el sangriento escenario se acercaban con sus baldes para obtener el rojo fluido que manaba de las reses. Durante el trabajo de canalización se sacaron muchas piedras que servían para cubrir el mismo. Estas piedras que se habían desgastado por el uso eran desdeñadas, sin embargo, algunos propietarios de casonas del centro aprovecharon estas piedras para hacerlas parte de construcciones como el café bar Imaginarte ubicado en la calle Ancash y la catedral de la ciudad. En esta vía también se asentaba la famosa feria dominical antes de ser trasladada a la avenida Huancavelica, en donde se exhibía y se vendía de todo, según las necesidades y demandas de la población consumidora mestiza y criolla. Aunque no existe una fecha determinada, la feria de Huancayo tiene origen durante el siglo XVI y XVII, sin estructura determinada. A esta feria llegaban pobladores de todos lugares que venían desde selva central, Tarma, Jauja, Concepción, San Jerónimo, El Tambo, Huancayo, Chilca, Pucará, Huancavelica y zonas aledañas para poder comercializar la mayor cantidad de productos de primera necesidad como la papa, el choclo y habas; también prendas como las mantas, faldas y sombreros. Esta feria se iniciaba a las seis de la mañana y terminaba por la noche mientras era salvaguardada por los guardias con las tradicionales polainas.
La aparición de la feria dominical y su incremento gradual e incesante fijó aún más rígidamente en esta vía el desarrollo del centro comercial, que fue avanzando, década tras década y finalmente año tras año, hacia el sur, dirección por donde llegaba una cantidad de productos regionales para la venta. En esta vía se encuentra la casa Manuel Alonso, ubicado en Real y Loreto, por un tiempo en este inmueble funcionó la Municipalidad Provincial de Huancayo, y a unas cuadras arriba se encontraba el banco Industrial que estaba ubicado en la esquina del jirón Callao, que ahora tiene el nombre de paseo la Breña y actualmente es conocida como la Casa del Artesano. Es en esta calle aparecieron los primeros establecimientos comerciales: la primera tienda de autoservicio De Todo, ubicada en la esquina de Real y jirón Ica, al costado de la casa Peñaloza, centros comerciales como la reconocida cadena de tiendas Justus, seguido de este se encontraba el hoy desaparecido supermercado Casa Sueldo.
Asimismo, los principales cines de Huancayo como: Cine Real (Megaplaza), Cine Pacifico actual Mubarak; Astoria que ahora es un centro comercial y el Cine Chilca que estaba ubicado al frente del mercado Chilca. No es por nada que la calle Real recibe el atributo de vía principal, este camino es el acceso más directo para llegar a los parques y plazas más importantes de la ciudad de Huancayo: Constitución y Huamanmarca, en esta última se fundó la Iglesia de la Santísima Trinidad que hoy es el Hotel de Turistas, mientras que el centro religioso que se encontraba ahí fue trasladado a la Plaza de la Constitución de Cádiz de 1812, actualmente solo conocida como Plaza Constitución. Hasta el día de hoy la histórica calle Real se consolida como el corazón de Huancayo, ha pasado por muchas generaciones, fue parte de la historia huanca con distintos nombres, es y ha sido escenario de muchas actividades culturales, económicas y de protesta en nuestro Pueblo de Indios.
Foto: Harrison Forman
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La faena ritual del
rayachikuy Foto: Jorge Jaime
Por: Esthephany Armaulía y Andrea Rojas
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urco, raya, avanza, jala, ordena don Víctor a la yunta de bueyes: Toribio y Dulcineo. En el terreno de competencia el equipo toma la delantera entre cuatro competidores que a pasos firmes van generando líneas rectas, la Rayada. Una de las fiestas agrícolas más importantes del distrito de Chongos Bajo, celebrado en las tierras cultivables del patrón Santiago. Para el poblador Víctor Palomino de setenta años, en las épocas de siembra, las yuntas preparan los campos de labranza abriendo los surcos en forma de rayas rectas, de ahí proviene el nombre.
Su origen se da tras la invasión de los españoles, hace más de cuatrocientos años, “en la época incaica, las llamas eran utilizadas para el sembrío, sin embargo, fueron reemplazadas por ganado vacuno con la llegada de los usurpadores”, según lo comenta Pompeyo Cerrón, docente natural de Chupaca. Con las habilidades del hombre andino se logró domesticar a los bueyes, para luego utilizarlos como herramienta para la siembra. La Rayada, fiesta ancestral desarrollada cada 18 de octubre en honor a tayta San Lucas, patrón de los gañanes (el que dirige a los bueyes), santo muy apreciado por todos los agricultores, en su nombre
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se aran los campos de sembrío de muchos lugares del valle del Mantaro para sembrar maíz, papa, cereales, habas, entre otros alimentos. Se le simboliza con la imagen de un buey porque significa el sacrificio de Zacarías a Dios, también por la fuerza de este animal que sirve para las faenas agrícolas y porque este santo se convirtió en el sembrador del mensaje de Cristo que llevaba el Evangelio a personas del pueblo. En los campos de cultivo del distrito de Chongos Bajo, las 5 yuntas en competencia, lucen figuras coloridas de papel de cometa, banderines peruanos, otros visten lliqllas con fajas y en el cuello cuelgan unas coronas elaboradas a base de flor de retama que, son preparadas con días de anticipación, sus gañanes visten un chucu, camisa de bayeta de color blanco, buzo negro y los pies descalzos, de fondo acompañan los cánticos y guapidos de las semilladoras vestidas con Kutunchas, junto a los músicos integrados por un cornetista y un tinyero que acompañan tocando un huayno alegre. En la última recta de la competencia la yunta de bueyes (Toribio y Dulcineo), dan el último pique y obtienen la victoria. En otro lado del terreno, las semilladoras extienden su manta sobre la tierra y encima dejan caer las semillas acompañadas de ofrendas como manzanas, naranjas, uvas, coca, trago, cigarro, entre otros, las mujeres alzan sus rezos a San Lucas y piden un año productivo y de buena providencia. A continuación, se prepara el otro grupo de yuntas para la competencia, entre los gañanes se encuentra don Félix Fonseca, otro agricultor de Chongos Bajo. Antes de dar inicio a la jornada, el
campesino bebe un gran sorbo de caña pura, toma un puñado de hojas de coca verde y se lo lleva a la boca, empieza a chacchar, lo acompaña con un cigarrillo, para resistir el trabajo duro que espera. Posteriormente, junta a una pareja de bueyes y les coloca el yugo sobre la cabeza, acomoda el objeto de madera, y enlaza los tirantes sobre los cuernos, finalmente introduce el arado colorido en la soga que cuelga del yugo, unidos los bueyes, poco a poco empiezan la marcha dejando a su paso rayas rectas, así la tierra queda lista para la siembra. Esta celebración también se desarrolla en otros distritos del valle del Mantaro como: Ahuac, Sapallanga, San Jerónimo de Tunán, Yanacancha, Chongos Bajo, Chupuro, Manzanares, entre otros, cada jurisdicción festeja esta costumbre de una manera diferente y peculiar. En San Jerónimo de Tunán esta festividad se da inicio con una misa para la bendición de San Lucas, posteriormente los pobladores empiezan a alistar a sus yuntas para el concurso y adornan a los bueyes coloridamente, para recibir la buena cosecha. El alcalde premia con abono y fertilizantes a la yunta con el mejor adorno creativo, trabajado con materiales reciclables. “Los gañanes concursan para el mejor surco recto, por otro lado, la yunta gana si logra trabajar independientemente (sin la guía del gañán)”. Los pobladores gozosos le acompañan en un recorrido por las principales calles del distrito. Para finalizar, las familias se reúnen y celebran en sus hogares, por un año de buena prosperidad y mucha cosecha, de rodillas ante la imagen del santo San Lucas. En el distrito de Ahuac, en la celebración en honor a San Lucas se desarrolla un concurso de yuntas y gañanes. Las autoridades premian a los concursantes con productos de primera necesidad por la participación y el esfuerzo de seguir cultivando nuestras tradiciones. El avance de la ciencia proporciona a los campesinos diversas herramientas que facilitan el trabajo de la agricultura, a pesar de ello la tradicional técnica de la Rayada se ha mantenido viva con el paso de los años. La Rayada perdurará en el tiempo, porque esta tradición permite una conexión entre el hombre y la madre tierra, ahí donde nace la vida.
Ilustración: Andrea Rojas
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Tullupampay, cuando la muerte trasciende.
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Foto: Arius Victorio
Cementerio de Chongos Bajo 23
Fotos: Ángela Quispe
Una tarde fría, tres alfareros y un pueblo de
arcilla Por: Allison Espinoza y Ángela Quispe
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na habitación que se derrite bajo el calor de la arcilla naranja, paredes color blanco que no hacen más que resaltar los tonos tierra que inundan la vista, y el contraste del opaco recién horneado con el brillo de lo recién barnizado, son los placeres que encierra el taller de señor Cipriano. Buenas tardes, ¿siguiendo este camino llegamos a Aco? – preguntamos. Sí, pero es lejos – dijo la “tía Mari” – y ya es tarde, son casi como cuatro cerros y ustedes son señoritas. Partimos de Huancayo a las 3:30 p.m. y al llegar, ya eran las cinco. A nosotras, jóvenes y entusiastas, no nos parece mala idea iniciar el recorrido a esta hora, pero a nuestra anfitriona,
sí. “La tía Mari”, una afable residente de Mito, que conmovida con la similitud de nuestra edad a la de sus hijos, nos propuso una treta: hacerle creer a su vecino taxista que era nuestra tía para que accediera a cobrarnos solo quince soles por el recorrido hasta la plaza principal de Aco, “carrerita” normalmente valorizada en veinte o veinticinco soles. En una época que trascurre a través del complejo de la manufactura industrial, en su tedioso laberinto de productos en serie, y con todos presumiendo su Oster y relegando al rincón la ollita de barro, herencia de la abuela, lo hecho a mano aún se niega a desaparecer en el distrito de Aco. El distrito de Aco está ubicado a 28 km de Huancayo, en el provincia de Concepción. Su
plaza, no muy distinta de otras plazas, si no fuera por el enorme jarrón de barro que se yergue en medio de los únicos tres árboles, tiene frente a ella a la municipalidad, el museo y la iglesia, lo típico. Lo que no es típico son las casitas aledañas que ostentan letreros inclinados u oxidados de: “Alfarería” o “Artesanías”, evidenciando el principal rubro de este centro poblado. Curiosamente el día que fuimos, muy pocas personas estaban en la calle, tal vez se deba a que es un pueblo que duerme temprano, o a lo mejor es el acontecer de todos los viernes de feria, o tal vez responde al intenso frío de esa tarde, lo cierto es que no hay gente y el primer destino, el museo, está cerrado. Nos acercamos a una tienda cercana a consultar si es que
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conocen a alguien que pueda abrirnos el museo. No conocen a nadie. A cambio, el señor Elmer López Paredes (56), rápidamente se ofreció a ayudarnos. “Espérenme en la puerta azul”, dijo. “Este es mi taller, pueden ver todo lo que quieran(...) Mi nombre es Elmer López Paredes y no soy narco”, sorprendidos, le preguntamos la razón del comentario. Menciona que hace ya mucho tiempo los López Paredes, eran una conocida familia de narcotraficantes del norte, y que coincidentemente, llevar el mismo apellido de esta familia habría significado la encarcelación para él. Don Elmer se especializa en ollas y teteras de barro. Comenta que a él la pandemia le ha ayudado a conseguir más ventas, lo atribuye a que las personas optaron por cocinar en vicharras a fin de reducir de sus presupuestos el elevado costo del gas. Sometidos por la escasez de presupuesto, en el taller del señor Paredes, que no es narco, solo pudimos adquirir un “mini maceterito” de Grooth, el arbolito Vengador. Al otro lado de la calle y aproximadamente a mil pies de distancia, se encuentra el señor Cipriano Villarvin Tantavilca (64), perteneciente a una larga estirpe de artesanos de barro y arcilla, que compartió con nosotras su vida, legado y la cuna de sus más grandes obras: “Ulpuy Wasi”, su alfarería. “En Aco lo más típico, hasta ahora todavía se mantiene, son
los porongos, hay de tres tipos de bocas: hay una boca angosta que se le llama porongo, hay otra de boca mediana ese es el ulpu, y el otro de boca ancha es tinaja. Entonces el término ulpu, que está en quechua, es boca mediana. Por ahí averiguando sobre el idioma, el quechua huanca, casi no implica agregarle una letra, se puede agregar, eso yo entendí, por eso para que suene bien yo le he agregado la ‘y’, por el sonido. Por eso ‘Ulpuy Wasi’ quiere decir la casa del porongo”. La especialidad de don Cipriano, son los botijones, los cuales se usan en diversos lugares del valle del Mantaro para guardar la chicha de maíz, bebida típica de la zona. Un hermoso botijón de pato que, el señor Cipriano, nos remató por tener una rajadura, ahora yace en la vitrina de mi sala. Ante el hambre apremiante caímos rendidas ante el olor de un carrito de salchipapas estacionado delante de una tienda. Dentro, agotadas y temblando como pájaro nervioso, descubrimos un lugar escondido, el
puesto de ventas de alfarería de la señora Rosa Martínez (65). Doña Rosa se especializa en personajes de arcilla. El chuto, el huacón y un torito de pucará nos llamaban coquetamente desde el estante. Con la promesa de volver a visitar a la señora Rosa iniciamos el retorno. Nos acompañan dos pedacitos de Aco, el macetero que adquirimos en la alfarería del señor paredes, y un perrito blanquiñoso y percudido que con la frase: “si te sigue llévate”, nos “regaló” una señora.Luego de casi treinta minutos de viaje llegamos a la carretera central. Mala idea terminar la excursión a las ocho de la noche. Nos dimos cuenta más adelante, luego de intentar infructuosamente encontrar un carro a Huancayo por hora y media. Finalmente tener que pedirle a un familiar que viniera a recogernos, la frase de la “tía Mari” tenía dos sentidos, el informativo y el de advertencia: “es lejos y ya es tarde, son casi como cuatro cerros”. En fin, el precio de disfrutar las maravillas artesanales de Aco, un resfriado y una reprimenda.
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Fotos: Darien Zúñiga
Entre hilos de
colores O Por: Darien Zúñiga y Rosalynd Salomé
swaldo es originario de Huacrapuquio, cuna de los artistas textiles que elaboran las Fajas de Viques, usadas en diversas danzas autóctonas del valle del Mantaro como el huaylarsh o el santiago. Él es un padre de familia que considera esta actividad como su pasión y a la vez su medio de subsistencia. Los colores del cielo cambian para dar paso a una nueva mañana, el canto de las aves resuena por un lapso corto de tiempo en la cabeza de
Oswaldo. Ya levantado, se coloca el apalaco, que es una especie de faja rústica que sujeta el machalhuay, y de este se sujetan uno a uno los cientos de hilos que formarán una nueva faja, una más de las famosas fajas de Viques y La Breña, las cuales desde el año 2017 son reconocidas por el Ministerio de Cultura como Patrimonio Cultural de la Nación. Luego de un buen desayuno, coge los instrumentos que necesita para poner en práctica las
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técnicas textiles milenarias heredadas de su abuela. Oswaldo se sienta sobre un retazo de piel de oveja en cualquier lugar que tenga un palo al cual atar uno de los extremos de su tejido; ya sea en el parque frente a un árbol, en su habitación donde implementó un pequeño espacio o a en algún otro sitio con alguno de sus vecinos. Escoge los colores de los cientos de hilos que formarán parte de su composición artística y los intercala con el mamam, una pieza de dos palos unidos por un lado. Si su intención es hacer un Matiz warchacú los colores que escoge formarán un degradado en cada línea; si lo que quiere es el Charpi warchacú no presenta degradado, pero tiene hilos brillantes que se consiguen con el proceso de torcido. También puede hacer un Tita warchacú que se teje con lana de carnero, para el cuál trasquilan a las ovejas; o por último puede ser el Wawi warchacú que es empleado por las madres huancas para mancornar a los bebés o disfrazar a sus niños en época de Santiago y Huaylarsh. Una vez escogidos los colores, la creatividad y su alma de artista hacen que poco a poco con ayuda de la peineta, la callhua, el illao y el shucsho vaya entrelazando todos los hilos y fibra a fibra como si se tratara de un rompecabezas que ya armó con anterioridad, va dando forma a los dibujos que proyectó en su imaginación. Es un proceso complejo, tiene los hilos contados, eligió hacer un Warpi warchacu, tiene como color principal un rosa brillante y para el fondo busca un balance cromático usando colores como amarillo, celeste y verde. Son solo hilos estirados, pero para nuestro amigo artesano, es un lienzo en el que tiene pensado hacer maravillas. Su soporte es firme, la iconografía la tiene en mente mientras sus manos eligen y cuentan los hilos, acomodándolos para luego agregar una nueva fila de estos jalando el shucsho y juntando todo para seguir formando el escudo nacional que empezó. Con una sonrisa en el rostro, Oswaldo cuenta que cuando ve algo nuevo se emociona y como todo artista busca plasmarlo en sus tejidos. Luego de mucho tiempo de pruebas e intentos fallidos ha logrado imágenes de trenes, búhos, helicópteros, el
escudo nacional, aves y más. Es capaz de dibujar lo que se le venga a la cabeza, se reta a sí mismo y piensa qué más podría hacer, que tan lejos podría llegar. La técnica milenaria corre por sus venas y una vez que empieza, se queda un día entero elaborando las fajas. Incluso cuando no puede dormir, encuentra en este proceso alivio y felicidad, se puede decir, que desde sus trece años es parte de él. Cuando se le pregunta por los patrones que tienen tan complejas ilustraciones, menciona que simplemente las tiene ya marcadas en la cabeza, cada vez que quiere hacer una nueva imagen, su mente ya tiene una idea de cuál de los más de 150 hilos debe mover. Para él, realizar estas fajas es entretenido, además de hacerlo porque con este trabajo sustenta a su familia, goza de cada momento que pasa con las manos entre esos hilos, que no lo lastiman, son suaves. Sin embargo, sus riñones han quedado maltratados por las horas sentado que implica elaborar estas fajas. Tiene ojos muy atentos a cada entrelazado, tiene los dedos hábiles y rápidos, pero sobretodo, tiene ganas de mostrar su talento al mundo, quiere que su trabajo llegue a diversos países. Oswaldo posee una Faja de Viques muy antigua, en la que se observa que las formas que representaban en los tejidos de esos tiempos eran de ríos, caminos y animales como la llama o los patos, pero con el paso del tiempo las nuevas generaciones han optado por innovar la iconografía y seguramente los hijos de nuestro amigo artesano también decidirán plasmar nuevas imágenes y la técnica permanecerá y trascenderá, porque los pobladores han decidido que es parte de su cultura y de su identidad. Así como el señor Oswaldo son doce los miembros que conforman la Asociación Away Wanka y que difunden este arte ancestral por parte del anexo La Breña. La elaboración de las fajas y todo conocimiento acerca de ello es heredado desde incontables generaciones, aunque si alguien se ve interesado en aprenderlos, los miembros de la asociación no le cierran las puertas a nadie.
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Bordando historias,
entre hilos
y recuerdos Por: Wendy Pérez y Milagros taipe
Foto: Revista Variedades
H
eredero, difusor y celoso guardián de la cultura andina, Moisés Balbín fue el hombre que con sus manos, hilo y aguja cautivó al mundo con sus detallados bordados tradicionales huancas. Afuera de su casa en el distrito de Independencia, Lima, una banda de música y danzantes de tunantada que vestían prendas que el mismo maestro bordó, le dieron el adiós definitivo, la atmósfera era desgarradora; mientras ellos le dedicaban el último baile alrededor de su ataúd, sus familiares y amigos lo acompañaban, unos con flores en mano y otros con una cámara que grababa el suceso de aquel doloroso octubre de 2013. Hace ocho años que Moisés Balbín nos dejó, su cautivadora personalidad solo queda en los recuerdos de quienes fueron partícipes de su vida, sin embargo, sus enseñanzas, muestras de talento y todo su legado artístico perdurarán en el tiempo y en los museos.
Gracias a su abuela materna Juana Pérez, aprendió el arte de la textilería, elaborando diseños al bordado en prendas típicas de la región Junín. La juventud de Moisés Balbín fue difícil, tratando de buscar un futuro mejor migró a Lima a los 15 años y trabajó como cuidador en una granja de pollo, fue mozo en un restaurante y técnico de laboratorio, sin embargo, su lado artístico predominó y al final decidió dedicarse al bordado tradicional, ya que desde
muy pequeño bailaba Huaylarsh y nunca encontró a alguien que diseñe los trajes con tanta delicadeza y pasión, así que él se convirtió en ese alguien. Junto a su máquina costurera a pedal Singer, de más de 60 años de antigüedad, un bastidor básico, aguja para bordar e hilos, dio vida a una diversidad de diseños, todos inspirados en el valle del Mantaro. Era vivo seguidor de las costumbres de sus raíces andinas, tanto que, enorgullecido
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extranjero lo hacía feliz. Su más grande anhelo era que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) reconozca al Huaylarsh como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, sueño que aún no se logra. Quedará en las manos de las nuevas generaciones salvaguardar tal deseo y hacer se materialice en memoria del gran maestro Moisés, quien dedicó gran parte de su vida a ser difusor del arte del bordado. En su casa, orgullosamente el maestro Moisés exponía trajes completos de Huaylarsh en maniquíes, también guardaba con aprecio sus trofeos, medallas, diplomas y artículos periodísticos que detallan la gran labor que tuvo como maestro en bordados, entre estos reconocimientos se incluyen el título como Difusor Ilustre del Patrimonio Cultural de la Región Junín por el Ministerio de Cultura y Patrimonio Cultural Viviente del Tinyacuy Isqueño por la Municipalidad de San Juan de Iscos en Chupaca. Huancahuasi o casa de
huanca, es el nombre con el que llamaba a su taller en donde trabajaba y elaboraba esos bordados que deslumbraron a periodistas, alumnos y clientes que constantemente lo visitaban, aquí no solo embellecía trajes de danzas típicas, también bordaba estandartes de procesiones, bandas para mayordomos y toda clase de trabajos que se requiriera. Cada vez que cualquier persona se acercaba a él y le preguntaba sobre su oficio, cómo lo hace, por qué y cómo inició todo, el maestro Moisés respondía de inmediato con una gran sonrisa y totalmente entusiasmado como si fuera la primera vez; entonces iniciaba su relato, era tanta la dicha de él sobre su arte que contagiaba su felicidad con quien conversaba y llenaba de gozo los oídos de tal persona. El maestro Moisés Balbín, no solamente es recordado como un gran artista que ornamentó trajes típicos del valle del Mantaro, sino también por su obstinación y convicción para mantener viva la cultura andina y sus raíces.
Foto: Milagros Taipe
de estas, plasmó en todos sus bordados de vestimentas una variedad de flores andinas que vio al crecer en su natal Chupaca. En sus bordados se encuentran la flor de cantuta, la retama, la verbena, el picaflor, los crucifijos, las mariposas, los animales de granja, los felinos y los toros. Lo suyo fue contar escenas cotidianas del campo con coloridos bordados. Moisés Balbín fue reconocido gratamente durante su vida por todos sus méritos en la lucha por salvaguardar la cultura andina en general, desde la vestimenta y sus atavíos hasta los bailes andinos y sus guapeos. Fiel seguidor de su arte, dictó clases de bordados en la ciudad de Lima, además fundó un conjunto de baile y música folclórica llamada Embajada Folclórica del Centro Chupaca, con el objetivo de revalorar y difundir la cultura del valle del Mantaro. Entre los bailes “estrella” estaban las danzas típicas de la región Junín, tales como Huaylarsh, chonguinada, tunantada, llamichada, huaconada, y otros, con los querealizaron presentaciones en varios puntos de Lima, desde Chosica hasta San Juan de Lurigancho. En una de sus tantas experiencias de trabajo, apoyó a una de sus alumnas, quien con su tutela decidió participar en el diseño de un vestido de novia para una clienta de Suiza, creando una tendencia floral y artesanal. Tiempo después fue enviando distintos bordados a Europa, los cuales se utilizaban como parches en ropas y accesorios, el monto de la ganancia no era exorbitante, sin embargo, el solo hecho de que su arte fuese apreciado y difundido en el
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Las máscaras
Fotos: Luis Quincho
de la Tía Cuerva Por:Fiorela Cajacuri y Luis Quincho
“
L
a Tía Cuerva, así me conocen mis vecinos porque mi esposo Abel Rojas, un reconocido zapatero de cueros del distrito de Huayucachi, era conocido como el Tío Cuervo, quien reparaba también máscaras, pero solamente de los Chinchilpos”. El pasado 20 de octubre, vimos a la señora Luciana Fortunata Díaz Simón en un pequeño puesto de la feria de artesanos en pleno centro de Huancayo. Al acercarnos, con mucha
alegría nos mostró máscaras artesanales de personajes de las festividades costumbristas como los Chinchilpos y Gamonales, la Tunantada, la Chonguinada, Los Negritos, la Morenada, entre otros. Ella, con su contagiante sonrisa y ante la curiosidad de los visitantes, no dudó en explicar el proceso de elaboración de cada una de las máscaras. Denotando gran agilidad en sus palabras, la Tía Cuerva nos cuenta que nació en el anexo de Lause Chico, del distrito
de Acostambo, en la provincia huancavelicana de Tayacaja. Años atrás y buscando un futuro mejor, sus padres tuvieron que emigrar a Huancayo, asentándose en el distrito de Huayucachi, Luciana creció y a sus veintitrés años formó una familia. Antes de dedicarse a la confección de máscaras, vendía caldos en el mercado La caserita en Huancayo. Su pasión y ganas de superación la empujaron a dedicarse al rubro de la artesanía, por lo que se mudó a la Aso-
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ciación de vivienda los claveles del Cerrito de la Libertad, lugar donde vive actualmente y donde empezó con su propio taller. “Salir de mi pobreza me impulsó hacia adelante”. “Yo creo que los sueños sí se hacen realidad, porque soñaba con tener una casita en Huancayo pese a que mi esposo se fue a trabajar a los EE.UU. dejando a mis dos hijos a mi cargo y gracias al trabajo que realizo, ahora lo tengo y no quiero dejar de hacerlo”. “La paciencia es un don con el que yo nací, porque cada una de las máscaras que decoró, pocos lo realizan, hasta muchos de ellos llegan a aburrirse, es por eso que el cliente que viene a mi tienda, vuelve cada año a buscar un vestuario mejor, quedando satisfechos con los trabajos anteriores que elaboro y esa es mi mayor motivación”. Debido a la gran cantidad de pedidos por entregar, solía ayudar a su esposo en el proceso de elaboración de calzados y otros trabajos artesanales. “Él hacía un poco feíto las máscaras”. Es así que descubre parte de su amor y dedicación a este arte. Su iniciativa de mejorar la técnica en la elaboración de bordados en sus máscaras de cuero, la llevó a practicar de a poco y con mucha paciencia. Tiene ya más de 15 años perfeccionando su trabajo y en sus inicios, demoraba en promedio una semana en perfeccionar una sola máscara, puesto que tenía mucho cuidado en los detalles. Actualmente solo demora dos días en realizar una máscara a la perfección. Para ella el cansancio no es un límite, sino una motivación para seguir adelante.
Nos cuenta que primero corta el cuero en base a sus plantillas, luego las cose, para después lavar el pellejo de alpaca o carnero (dependiendo de la máscara y la danza a la que pertenece) que demora entre cuatro a cinco horas y corta los detalles finales al gusto del cliente como las barbas, las cejas y otras características. Los materiales que usa son 100% peruanos, desde el cuero nacional en la variedad napa y guante, el pellejo de alpaca y de carnero que son comprados en la Av. Ferrocarril, la cola de caballo que se encuentra en la feria de Coto Coto y algunas colas de chivo que los recoge de sus vecinos que se dedican a la crianza de este animal. “El buen arte es mi garantía y el cariño con el cual lo realizo me diferencia de los demás artesanos”. Se considera la única mujer del valle del Mantaro que realiza máscaras de todas las danzas debido a que otros talleres solo se especializan en una en particular. Con el tiempo Luciana ha perfeccionado sus técnicas trabajando hasta la una o dos de la madrugada. A través de sus botas y sobre todo las máscaras que suele vender en las fiestas de los
Chinchilpos y Gamonales, que se celebra todos los fines del mes de enero en honor al Tayta Niño en el distrito de Huayucachi. La Tía Cuerva es muy conocida por realizar trabajos en la plaza principal, mostrando una vez más su gran habilidad en la confección de máscaras. Esta no es la única fecha en la que suele vender. La mamita Lucía, como quiere que la llamen, se sienta y en un tono nostálgico nos comenta que antes de la pandemia también ofrecía sus productos en distintas festividades como en el distrito de Chupuro, Chongos Bajo, Huamancaca Chico, Tres de Diciembre, Jauja, Cajas Chico, Ingenio y Chupaca. Hoy se encuentra limitada por las restricciones y espera que la situación actual mejore pronto para que vuelva a recorrer el valle del Mantaro como años pasados. Gracias a su gran talento, mamita Lucía, lleva arte y cultura entre sus manos a todos los rincones del valle, lo que demuestra que el esmero y ganas de salir adelante hacen que no exista impedimento para revalorar lo nuestro. La Tía Cuerva es y será parte de nuestra cultura huanca.
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Fotomontaje: Piero Ambrosio
Esposos, Roberto Tiza y Elida Carhuancho
Kasarakuy
en New York U Por: Piero Ambrosio y RosarioDionisio
na boda al estilo huancaíno impresionó a más de un estadounidense, contando con la presencia de chefs peruanos residentes en New York, quienes fueron los encargados de mantener la sazón de la exquisita y única comida huanca; la pareja contrató a una de las orquestas más representativas del valle del Mantaro, Los Internacionales Ases de Huayucachi, quienes viajaron junto al animador, contactado también desde Huancayo, esto para no perder ningún detalle de una verdadera boda huanca. En el centro recreacional de la localidad de Long Island, un
rincón de la ciudad de los rascacielos, New York, inició la magia. Los primeros en llegar fueron los integrantes de la orquesta que, con esas melodías sentidas de los saxos, llamó la atención a más de un norteamericano; vecinos de la pareja se asomaban por sus ventanas, los autos que circulaban se detenían para ver el espectáculo musical. El patio de la casa estaba lleno de flores, con una inmensa alfombra roja que fijaba el camino de la novia al altar, las carpas puestas para cada familia de invitados, las luces led que iluminaban la pista de baile, los bocaditos al estilo huancaíno,
unas bolitas de causa por allí, alfajores por allá, choclitos con cuadritos de queso, todo el deleite de la gastronomía huanca. Los invitados van llegando, se ubican en la mesa que les corresponde; el novio camina saludando a cada uno de los visitantes que llegaron a compartir su felicidad y se detiene en la mesa central, acomoda su corbata y espera a su futura esposa; enseguida las damas de honor y sus parejas se ubican para recibir a la novia; la orquesta da aviso del ingreso de ella con la tradicional marcha nupcial. Elida se aproxima al novio con una sonrisa inmensa cogida del brazo de
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su padre quien lo acompaña al altar; luego de las extendidas palabras de la jueza se dan el ansiado, ¡sí, acepto!, los aplausos estruendosos envolvieron el local ante el beso que se dan los recién casados. Inmediatamente todos dirigen su mirada hacia la puerta del local al escuchar un ruidoso bocinazo, llega una limusina Hammer de dos niveles que, trasladará a los esposos, damas de honor y sus parejas al tradicional paseo y sesión de fotos; sin embargo, el caminito de Huancayo no será testigo de este pacto de amor en esta ocasión, sino serán los paisajes de la ciudad de Manhattan. Se da inicio al vals del Danubio Azul donde la pareja apertura la pista de baile, se ven las manos temblorosas del novio quien toma de la cintura a su compañera de vida, ella con lágrimas en los ojos observa a su amado y ambos al son de la música sellan su pacto de amor, llega el momento de cambios de parejas, ingresan sus hijos, quienes viajaron desde Lima (Perú) únicamente para esta celebración, continúan los demás familiares de la pareja residentes en el país americano; ingresan sus amistades quienes llegaron desde El Salvador, Ecuador y México a compartir este momento tan especial. Inicia el baile general, donde más de una persona se emociona al escuchar las melodías de un santiago, un huaylarsh, una tunantada, música que les recuerda a todo lo vivido en su tierra natal. El animador da
el anuncio a todos los asistentes para que puedan dar inicio a la parte más resaltante de toda boda huancaína, la palpa. Inicia el ruedo, uno a uno los invitados se van colocando detrás de los padrinos y se logra divisar los regalos típicos de la tierra huanca, ramas de árboles, similares a las yunzas que se realizan en el valle del Mantaro, mantas, sombreros artesanales y sobres cerrados llenos de dinero que no son los populares billetes de Santa Rosita los que deslumbran a los novios, sino es la moneda americana la que cobra protagonismo; por supuesto no podían faltar refrigeradoras, microondas, licuadoras, frazadas y juegos de ollas de las mejores marcas. La sorpresa de la noche llegaría por parte de sus hijos quienes les obsequiaron los pasajes a Europa con todo incluido y en primera clase; la entrega de regalos continúa, también se pueden observar las tradicionales tanta wawas, las canastas llenas de frutas, los cuyes, gallinas, carneros, lechones y la infaltable
cerveza, pero como en Long Island no se comercializan marcas como Cristal, Pilsen o Cusqueña son reemplazadas por enormes torres de cerveza Corona. La orquesta típica continúa la jarana deleitando a los invitados con canciones de Picaflor de los Andes, Martina Portocarrero, Flor Pucarina que hacen gozar de manera emotiva a los asistentes; ya con algunos tragos de más se logran ver personas entonando estas canciones con un sentimiento tan profundo que transmiten el amor y el cariño que sienten por su tierra. La noche se impone por completo, se ven mejor los detalles de la iluminación de las carpas y poco a poco se van retirando los invitados, familiares, vecinos y amigos que fueron testigos de este extraordinario evento. El traer desde muy lejos un pedacito de la cultura huanca da mucho que hablar sobre la identidad de la pareja que a pesar de su larga vivencia en EE. UU. no pierde las costumbres de su ciudad de origen.
Foto: Renzo Casas
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Fotos: Diego Quispe
El arte mural,
en blanco Por: Diego Boza y Sharmely Salvador
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ara los amantes del muralismo, la inspiración de un artista puede estar ligada a muchas situaciones y en este caso a la tradición y rescate de la identidad huanca. La cofradía Artística En Blanco impulsa su pasión en cada pincel y devela más que belleza; refleja un pueblo y su historia, el más puro sentimiento cultural plasmado en las paredes de la ciudad de Huancayo. En Blanco es una cofradía artística conformada por siete jóvenes que se han involucrado en un trabajo generoso y colectivo por el arte y la cultura. Está liderada por Rodrigo Salvador y Andrea Bedregal, quienes realizan teatro, música, poesía y el pintado de murales con el objetivo de recordarnos la belleza del valle del Mantaro. Son ocho años de vida de esta Cofradía artística y al día de hoy son 69 murales que han pintado en Huancayo, Jauja, Satipo y Huánuco. En Blanco no es otro grupo de artistas callejeros. “Wanka Malka” fue el primer mural que se pintó en el Parque de la Identidad Huanca, que comprende una muestra de cinco paredes pintadas entre diciembre y enero de los años 2014 – 2015, definiendo desde entonces su estilo propio. Con la colaboración de Eduardo Valentín Muñoz, quien era director del Instituto de la Juventud y la Cul-
tura de Huancayo en ese entonces, comenzaron a darle color a las paredes de la ciudad de Huancayo. Este grupo conformado por jóvenes que no han estudiado arte o dibujo, sino que lo hacen por afición, se reúnen para hacer algo que empuja a sus almas a reconquistar la cultura en Huancayo, sin haber pintado antes unos murales, sin tener experiencia, se lanzaron a aceptar la invitación que se hizo para poder pintar en el parque de la Identidad Huanca. Tardaron un mes y medio, en realizar cinco murales de 3 x 2 metros aproximadamente cada uno, un intento y otro por lograr que el mural transmita la esencia cultural, sin tergiversar nada, sin cambiar las costumbres e investigando la esencia de cada danza, de cada objeto, de cada palabra plasmada en los murales, mostrar tal cual es en belleza. La longitud de ese mural que se terminó en 45 días, hoy se logra en menos de una semana. El trabajo fue creciendo. Las invitaciones por seguir coloreando cada pared comenzaban a llegar, algunas que otras sin obtener nada a cambio, con el único fin de mostrar en cada mural la cultura, la artesanía, el folclor, las tradiciones huancas y el idioma originario, con esos colores festivos que caracteriza a la ciudad de Huancayo. Cada mural
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es un arte de contemplación y permite un retorno a nuestras raíces a los huancaínos que se han olvidado de sus antepasados. Pronto consiguieron el reconocimiento de la Municipalidad de Huancayo, como un colectivo que impulsa la cultura en la ciudad, y fue a partir de ello que tuvieron la confianza de las autoridades para terminar de embellecer zonas muy concurridas. Caminando desde el parque Constitución hacia el Cerrito de la Libertad, en el puente de la Av. Giráldez, una zona llena de ambulantes, hippies, personas que caminan despreocupados, grupos que se reúnen con un vaso de Starbucks en la mano o alguna bolsa de compras de Plaza Vea, Ripley u otras tiendas de Real Plaza, donde vemos a veces uno que otro músico a las que, algunas personas les dejan monedas, ahí justo ahí, se encuentra Picaflor de los Andes y Flor Pucarina viéndose uno al otro, acompañados de flores huancas, la faja huanca, el mate burilado y el Huaytapallana. Los afiches de los conciertos de música chicha, de rock u otro género han sido reemplazados y nadie más se atreve a volver a pegar uno. Siguiendo el camino llegamos al Cerrito de la Libertad. Ahí se encuentran coloreando las paredes del zoológico. Al inicio no es fácil, empiezan con miedo, mezclan pinturas en las jabas de huevo, solo tiene los colores primarios para conseguir más colores, acompañado del blanco y negro que marcan los límites y la libertad, el miedo a fallar y no poder arreglarlo está descartado, la confianza da la estabilidad y precisión al realizar cada pincelada. Se descubre que si se falla se puede arreglar sin necesidad de volver a empezar otra vez. Cada integrante tiene una labor, todos pintan de un lado a otro, nadie es menos. La filosofía de En Blanco es el Uyay de nuestros antepasados, el de poner un poco de sí mismo a un trabajo común el cual tendrá grandes resultados, el mural tiene el estilo y la forma de pintar de distintas personas guiadas a un mismo camino. Pintan a los animales del zoológico acompañados de las flores, el mate, la faja y todos esos elementos que caracterizan cada uno de sus murales. El boceto fotocopiado en
hojas recicladas circula en cada integrante. Detrás de la pasión por pintar un mural con iconografías del valle del Mantaro, vive siempre el espectador huanca y son sus ojos los que hablan mejor que nadie, ellos se acercan, unos que otros los halagan, otros mencionan que quizá falta pintar algo por allá o por aquí, mientras los niños se detienen y endiosan a estos artistas. Aunque el mural está a medias, las líneas están tomando sentido, los colores y las formas van asomándose. Llevan más de una semana trabajando, es el tercer mural que pintaron en el zoológico, escuchan música, cantan mientras pintan, uno sube las escaleras, el otro le pasa la pintura, uno pinta las flores huancas, el otro las hojas de esas flores, otro va pintando el fondo y el otro difuminando. La noche llega y tienen que guardar los baldes de pintura, poner los pinceles al agua y alistarse para volver a casa. Arte colectivo y con identidad, así son los murales de En Blanco, un colectivo de corazones jóvenes que siguen impulsando la revaloración por la cultura, que siguen pintando hasta que las manos se les gasten. Arte, sudor, cultura e identidad convergen armoniosamente, para ellos el muralismo es una razón más para continuar y un motivo para volver a nuestras raíces, volver a la tierra y a nuestra identidad. La mejor parte de una obra de arte no es el final, sino la misma obra en curso. Las manos que plasmaron su huella en ella, hoy la cofradía artística En Blanco muestra al mundo su travesía e invita al espectador a ser parte de ella, no solo apreciando, sino identificándose en cada forma. Pintando paredes comparten identidad, comparten cultura, comparten arte, comparten sueños.
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Foto: Diario Correo
Percy Gómez Lizárraga,
artista de estampa jaujina
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Por: Katherine Canchanya y Renzo Casas
entado al pie del retrato en óleo, La orquesta de los chutos, obra principal de la exposición “Jauja el sentir de los pueblos” realizada en España, Percy Gómez asegura que sus pininos en el arte, se debe a la intensidad que el carbón dejaba al desgastarlo en la pared de la pollería de su padre y posteriormente a las líneas coloridas de la Ushcata Jaujina, la cual representa el esplendor de las estampas culturales propias de la primera capital del Perú. Percy, orgulloso muestra su atelier de arte, al que considera un lugar especial donde inspirado por la esencia cultural jaujina y bajo el objetivo de revalorar las costumbres de su tierra, crea im-
portantes obras de arte, muchas de las cuales han sido protagonistas en exhibiciones artísticas en Estados Unidos y Europa, en las que mostró la belleza y el color de las estampas culturales de la tunantada, la jija, la majtada y el carnaval jaujino, motivo por el cual fue reconocido como Hijo predilecto de Jauja. A los quince años, se dejó embelesar por la picardía y pasión que las cuadrillas de tunantes trasmitían todos los 20 de enero, en honor a San Fabían y San Sebastián, pues pudo percibir los colores nítidos y formas versátiles en los bailantes; de ahí a la fecha gracias a todos los apasionantes momentos como tunantero, se identifica con el
chuto, el argentino y la huanquita; de ahí que con cierta sátira crea sus singulares obras. Nos cuenta que, en aquellas épocas en el que los padres soñaban con las profesiones de sus hijos y el arte no era una opción, se inició pintando retratos monocromáticos con café y carbón, las mismas que tenía que diluir para degradar el tono al colorear sus lienzos. Más tarde cuando fue aceptado en la Escuela Nacional Superior Autónoma de Bellas Artes del Perú, se daría con la sorpresa de que se trataba de la técnica de la acuarela, la cual perfeccionó junto con otras técnicas como Pastel, Óleo y Óleo Pastel.
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caminando por las calles, fue cautivado por unas llicllas muy particulares, estás se encontraban colgadas en el balcón de una casona. Luego de verlas de cerca pudo observar que los adornos (pensamientos y picaflores) estaban pintados, al preguntarle a la dueña de la casa por las prendas, se dio con la sorpresa de que antiguamente las llicllas eran pintadas y no bordadas con finos hilillos de colores llamativos; este fue un gran descubrimiento, pues encontró un nuevo lienzo que le serviría para plasmar su arte. Esta idea, se convirtió en un proyecto especial que aguardaba un largo camino, pues Percy deseaba recrear está lliclla con una pintura más duradera, y preservar por un largo tiempo la pintura en ella, que esa prenda no sea de un solo uso, sino que pasará de generación en generación, de danzante en danzante.
El proceso fue largo, y después de muchas pruebas, por fin pudo lograr que la pintura se conserve en la prenda. Fiel a su estilo Percy retrata en las llicllas, tanto en forma y color, esa característica colorida y vibrante del valle del Mantaro (flores y aves andinas). Y al ver el resultado final en este amplio lienzo nuestro artista se muestra satisfecho, pues embelesado observa a las mujeres jaujinas lucir estas prendas con elegancia y orgullo. Con alegría, afirma que esta pieza es única y representativa de su arte, pues al ser considerado único y novedoso, fueron exhibidos durante el mes de octubre del 2019 en Milán, Sevilla y Barcelona; y el éxito de estos eventos se reflejaron en el impacto que la Tunantada tuvo a nivel internacional, ya que, gracias a su pincel, Jauja ahora es considerado, un lugar con riqueza cultural que espera ser descubierto por futuras promesas del arte. Foto: Revista Retratos
Al manifestar sobre sus influencias artísticas, seguro y con arraigo afirma seguir el estilo neofigurativo, fiel a la expresión subjetiva de sus retratos, sin embargo, a nivel universal tiene como gran referente a Salvador Dalí, Frida Khalo y Diego Rivera. Le brillan los ojos de nostalgia y admiración cuándo rememora a Hugo Orellana y David Huaytalla, artistas jaujinos, responsables de su amor y pasión por el arte. Tras su gran recorrido, lleno de logros artísticos y reconocimientos para Jauja, Percy se ha vuelto un experimentado artista plástico. Actualmente en su labor de promover la revaloración cultural de Jauja, ha fijado su pincel en un nuevo lienzo, se trata de las llicllas; prenda de gran valor estético para las mujeres de diversas estampas. Percy cuenta que cierta tarde, mientras se encontraba
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Foto: Rafael Carranza
La verdad detrás del emblema
de la UNCP Por: Rafael Carranza y Fiorella Surichaqui
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an pasado 5 años desde que ingresamos a la universidad, años en los que —como los demás— repetimos que “el dios huanca Huallallo Carhuincho está representado en el emblema de la Universidad Nacional del Centro del Perú”. Hoy a poco de graduarnos por fin sabemos que esta afirmación no es cierta, ¡el emblema no simboliza a esta deidad! Y es que a pesar de haber cumplido 62 años de creación institucional de la Universidad Nacional del Centro del Perú (UNCP), muchos estudiantes
y docentes siguen con la idea errónea, es por eso que indagamos sobre sobre el Huallallo Carhuincho, deidad que se desarrolló en los 1200 a. C. en el valle del Mantaro, que como lo describe el Manuscrito de Huarochirí o Runa Yndio Ñiscap, escrito totalmente en quechua, es una huaca (un héroe y chamán poliforme) que fue derrotado y ahuyentado por otras huacas hasta el nevado del Huaytapallana y se quedó como actual deidad tutelar del lugar. En este documento y en ningún otro se encuentra una representación
gráfica del ser, menos características similares al del emblema de la UNCP, porque esta deidad no tuvo representación gráfica en sus mitos. Lo que sí podemos afirmar con toda certeza es que el emblema de la UNCP se basó en un ticpe, prendedor tipo punzón que servía para sostener prendas como llicllas (mantas), cuyas medidas son: 6 cm de alto, 7 cm de ancho y 10 cm de largo del alfiler, el cual fue encontrado por el Dr. Sergio Quijada Jara, posiblemente en el recinto arqueológico de Auquimarca, muy cerca
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del Santuario Wari Willka, esta cultura desarrollada por los 800 d. C. y 1200 d. C, la joya arqueología serviría de inspiración para el escudo y sello de la universidad, que luego fue donado con sumo honor por el profesor Sergio al reconocido Dr. Javier Pulgar Vidal, quien fue el primer Rector de la Universidad Comunal del Centro del Perú actual UNCP. Fue entonces donde los fundadores empezaron a confundir la iconografía asumiendo por intuición que se trataba del Huallallo Carhuincho, deidad tutelar de la cultura huanca y nadie se atrevió a contradecirlos. Pensando detenidamente en los años que ocupa cada elemento, por un lado el Huallallo Carhuincho y por otro un ticpe, la antigüedad de este último disipa aún más las dudas, este prendedor tiene mayor antigüedad que las historias del Huallallo Carhuincho, porque el recinto de Wari Willka (con influencias de la cultura Wari y Tiahuanaco) se desarrolló en el periodo 600 - 1200 d.C. mientras que el dios Huallallo se remonta a los 1200 d.C. invalidando así la posibilidad de que dicho dios esté representado. La revelación que a muchos sorprenderá se abrió camino, el ticpe tiene mayor antigüedad que el Huallallo Carhuincho. Sin embargo, en ese entonces el afán de establecer un emblema original para la fundación de la universidad era muy grande, el corto tiempo para encontrar un elemento que represente la identidad de la primera Universidad Comunal del Centro del Perú. Es por eso que el 3 de abril de 1960 en la primera ceremonia de Inauguración del Año Académi-
co, se exhibió por primera vez el emblema, vinculando la deidad Huallallo Carhuincho al ticpe, para esta ocasión los distintivos (sellos y medallas) fueron elaborados por artistas y orfebres del distrito de San Jerónimo de Tunán, ellos estilizaron el gráfico del ticpe haciéndolo parecer más a los pictogramas de la Puerta del Sol de la cultura Tiahuanaco. Estos objetos invaluables para la historia de la universidad se perdieron en el tiempo haciendo más difícil el estudio de las modificaciones del emblema. Solo podemos encontrar dentro de los archivos, documentos sellados, el más antiguo del 6 de febrero de 1961 en una carta para convalidación de traslado y una imagen del 6 de enero de 1967 de un mantel bordado con el emblema para la Ceremonia de distinción Doctor Honoris Causa entregada a Víctor Raúl Haya de la Torre. Es lamentable no contar con una exhibición histórica del desarrollo de la identidad de nuestra casa superior de estudios, la cual podría facilitar la verdadera comprensión del emblema para los nuevos estudiantes. Por muchos años este tema muy controversial no fue abordado sino hasta el trabajo publicado: “Origen e interpretación iconográfica del símbolo de la Universidad Nacional del Centro del Perú” por Arturo Mallma Cortéz y Raúl Arias Sánchez en 2009, docentes destacados de la UNCP, en el que dejaron como conclusión que esta imagen no es la deidad Huallallo Carhuincho. En ese entonces el rectorado del Mg. Jesús Sánchez Marín estaba por culminar su periodo y fue precisamente la celebración
por los 50 años de fundación de la universidad, hecho que desencadenó que se dejara de lado esta postura algo contradictoria para las autoridades que aseveraban que la imagen si era el Huallallo Carhuincho. El ícono de la primera universidad comunal del Perú, la UNCP, está basada en un ticpe donado y no tiene nada que ver con el Huallallo Carhuincho el cual no tiene representación gráfica de su época, además esta deidad no refleja la unión de las comunidades campesinas del Valle del Mantaro, quienes trabajaron para la mejora de la educación y desarrollo de la región centro del Perú, verdadera esencia de la UNCP. La representación del ticpe como una ave falcónida del orden falconiformes de la cultura Tiahuanaco; de pico corto y ganchudo, alas largas y puntiagudas y de vuelo rápido que simboliza la libertad, el poder y conocimiento sobre las cosas se acerca más a este concepto. Estamos ante lo que nosotros llamamos una verdadera valoración e identificación del emblema de la UNCP. Su significancia recae en lo que representa el joven del Valle del Mantaro, el ave libre que decide su futuro y que va por él. Como futuros egresados exhortamos a la reflexión, ya que es de suma urgencia valorar e investigar científicamente la historia de nuestro símbolo, la investigación permitirá al universitario saber el significado y origen de su emblema universitario; asimismo será su carta de presentación en el lugar donde se encuentre y así no caerá en la confusión, manteniendo nuestra cultura viva y fiel a la realidad.
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Pintura: Rafael Asparrin
Las inspiraciones de
Zenobio, el huancaíno Por: Rafael Asparrín y Mery Quinte
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on una mirada penetrante apreciaba su propio monumento, Zenobio se observaba fijamente a través de sus réplicas talladas en mármol, algunos chupurinos cuentan que lo miraban sin saber que pasaba por su mente. A sus 86 años, bien vividos, en 2008 sus ojos nunca más se volvieron abrir, pero Zenobio Dagha Sapaico fue afortunado al ser condecorado en vida por su gran aporte a la cultura andina. Su infancia fue diferente a la de otros niños. A los ocho años ya sentía atracción hacia la música, aprendió a tocar el violín de la mano de su padre, don Saturnino; al fallecer sería su hermano mayor, Apolinario, quien le enseñe las técnicas musicales, despertando más su gusto por los afinados instrumentos, integrando desde muy joven algunas orquestas, como Los Aborrecidos del Centro; pese a que no sabía de teoría musical, era un buen violinista porque llevaba la pasión por la melodía en la sangre.
Su apego a la música lo llevó a tomar la decisión de viajar a Argentina para seguir perfeccionándose. Zenobio contó que nunca se acostumbró al lugar donde según él, solo existían personas blanquiñosas de ojos azules, se sentía diferente a ellos, incluso lo llamaban inca, nunca se avergonzó de sus raíces, pero él no era inca, sino huanca, descendiente de los Allauca por parte de su madre. Su anhelo era terminar de estudiar para poder regresar a la tierra que lo vio nacer, Chupuro. Una noche entre sueños buscaba la manera de componer melodías con características especiales, los huaynos antiguos tenían los pasos lentos y la gente bailaba como podía, pues para él no eran los pasos adecuados, Zenobio quería encontrar un estilo que les trajera alegría. Por la mañana con el violín en la mano frente al pedestal, con hojas llenas de notas musicales, se apresta a tocar la melodía del huayno, pero un poco más acelerado, lo que generaba mucho entusiasmo y alegría, Zenobio lo inventó, por eso, hoy en día es llamado el
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la majestuosidad de la luna también se puede ver por las tardes, pues no le gustaba que cambiaran las letras a sus canciones. Como todo joven enamoradizo, suspiraba por un amor platónico, ese idilio lo llevó a componer inconscientemente una de sus tantas canciones, “En vano tú me estás celando con aquella muchacha del frente, capricho pues me está llevando, yo quiero casarme contigo...”. Elena una “blanquiñosa de ojos azules” es la musa que lo inspiró a componer la canción “Quiero casarme contigo” y que luego sería interpretado por Alicia Maguiña, cantautora, compositora y estudiosa del folclore andino. Es símbolo de los huancas y de los amantes del zapateo. Cantan con el pecho erguido de orgullo, Yo soy huancaíno por algo, una de sus grandes composiciones, que surgió en medio de una charla amical con músicos jaujinos dentro de una cantina, por querer dejar en alto el ser huancaino, que más tarde sería interpretado por la voz imponente de Víctor Alberto Gil Mallma, más conocido como el Picaflor de los Andes, canción que se convertiría en símbolo de identidad hasta hoy en día. Artistas de trayectoria nacional e internacional como Picaflor de los Andes, Flor Pucarina, Alicia Maguiña, las Hermanas Zevallos entre otros, dan vida con su canto a las inspiraciones de Zenobio, el Huanca. Son más de 607 composiciones que han sido reconocidas por la Asociación Peruana de Autores y Compositores (APDAYC). Foto: Pool Pua
padre del huaylarsh moderno, desde ese momento no paró de componer melodías que gustaban mucho a la gente, de ahí se vendrían los nuevos zapatos con estilo. En medio de la algarabía de la población, en 1949 en el distrito de Chupuro, se estrena por primera vez la canción “Mi tierra huanca” la cual sería un hito para asentar las bases del huaylarsh moderno. Tiempo después Zenobio y su orquesta Juventud Huancaina son elegidos para representar a Huancayo en la Feria Regional del Centro, donde salió triunfador frente a músicos de otras regiones. Luego de posicionarse en todo el Perú, en 2005 el huaylarsh moderno fue declarado patrimonio cultural de la nación por el Ministerio de Cultura. Dos clarinetes y un saxofón fueron los nuevos instrumentos que incorporaría al nuevo ritmo del huaylarsh moderno, bien sabía que la melodía del arpa y del violín entonaban con dulzura las voces de la muliza, pero hacía falta un nuevo instrumento que acompañase su nueva creación. Recorrió todos los pueblos del valle del Mantaro, esparciendo la alegría de su nuevo ritmo, acompañado de la orquesta típica Juventud Huancaína que fundó con militares retirados. “Las flores son muy lindas hay que cuidarlas, así soy delicado como un vaso de cristal”, eran frases que le salían del corazón, letras dedicadas al campo, a su pueblo, a su gente, a su cultura huanca. Aunque alguien mencionó que en la canción Vaso de cristal había una contradicción: “Noche de luna era, aquella tarde…”, a lo que Zenobio contestó que
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Ilistración: Gabriela Borja
Moticha,
un modesto compositor Por: Gabriela Borja y Jheyson Castellanos
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“
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ana mamayuq, mana taytayuq, Pichiusita no llores por un amor / Yo también soy un paria que anda rodando sin conocer lo que es cariño ni amor”, es una de las tantas composiciones que realizó Emilio Vicente Alanya Carhuamaca, el cual llevaba por título pichiusita que hace referencia a un ave pequeña solitaria que llora y no tiene a donde ir, fue escrita en 1965, siendo interpretada por Leonor Chávez Rojas en su primer álbum discográfico éxitos de Flor Pucarina, difundida ese mismo año. El álbum contenía canciones como Tarmeña y El provinciano composiciones realizadas por Emilio Alanya, que sin duda alguna son canciones que representan el folclor del valle del Mantaro. Emilio Alanya, es más conocido en el mundo artístico como Moticha. apelativo que le pusieron por el color de sus ojos y el mechón blanco de su cabello, muchos otros también lo llamaban huaccha un término en quechua, que en español significaba pobre, porque era un hombre sencillo y provenía de una familia humilde. Nació en 1926 en Pucará, en el barrio San Pedro de Huancapata. Estudió su primaria en la escuela N° 522 de Pucará, donde recibió sus primeros elogios con sus actuaciones por el “Día del indio”, más adelante partiría a la ciudad de Lima donde culminaría su secundaria. Durante su estancia en Lima, estudió periodismo en la Universidad Católica para luego desempeñarse como locutor de radio en Lima, Arequipa y Cerro de Pasco. También comenzó a organizar eventos folclóricos, financiando artistas de provincia, para hacerlos conocidos. Una de las composiciones más conocidas fue falsía, con la cual debutaría Flor Pucarina en el Coliseo Nacional de Lima, el 8 de diciembre de 1958. Esta muliza fue escrita con resentimiento, pues había sido apresado por dar vivas al APRA en el gobierno dictatorial de Manuel Odría. Esta trata de un reproche a la sociedad, que no es justa y que solo podría haber justicia en el cielo. Entre otras composiciones está la que más trascendió, Ayrampito: término en diminutivo del Ayrampo, una planta nativa de Huancavelica cuyo fruto macerado era utilizado como licor. Este huayno grabado en 1966; fue el disco más vendido de Flor Pucarina, el cual la llevó a la fama. Este tema alcanzo casi el millón de copias vendidas, convirtiéndose
así en una de las composiciones más destacadas de Emilio Alanya, así como este también compuso Lágrimas de amor, Mi gran dolor, De brazos con la tristeza, Mala, malita, mala, Mi Junín, Cholo pucarino, Casapalca, Huaccha lorito, esta última escrita en 1963 dedicada para todos aquellos abatidos en busca de sus ideales, cuya arma principal es pregonar hasta el cansancio sus ideas cual manada de loros que van recorriendo a las montañas, haciendo ruido en busca de alimento en busca de la vida misma. Las composiciones de Emilio hicieron que tuviera facilidad para acceder a puestos de trabajo y hacer grandes amigos, como fue el caso de Luis Pérez Arauco, administrador de radio Pasco, quien deleitaba los temas compuestos por Moticha y lo admiraba, pero no lo conocía de rostro, solo reconocía el nombre del compositor de su canción favorita Mala, malita, mala. Cuando Emilio tocó la puerta de la emisora para pedir trabajo como locutor, este se le negó hasta que le mostró sus documentos para verificar si en verdad era Emilio Alanya Carhuamaca, quedando así, impactado hasta las lágrimas e inmediatamente otorgándole el puesto de trabajo. Emilio tenía una gran capacidad creadora al momento de escribir las letras de sus composiciones, escribió más de 200 canciones, cuyo contenido se apoyaba más hacia la crítica del amor puro e injusticia social, fue uno de los compositores que más trascendió en la música huanca. Fue poco reconocido a pesar de toda la carrera que construyó; como mencionó su hijo con tristeza ”mi padre murió pobre, así mueren los grandes hombres, mueren olvidados; pido a los artistas que cuando canten los temas de Emilio Alanya, que le reconozcan con su voz”, todo esto quizá se deba a que era un hombre modesto, que no quería hacer público su vida artística ni privada, aunque los lugareños de su pueblo natal dicen que era un hombre pícaro con las mujeres, se conoce poco de su vida sentimental. Falleció el 19 de agosto de 1989, sin antes dejar sus composiciones inmortalizadas en las voces de grandes intérpretes de la canción andina, entre ellos Flor Pucarina y Picaflor de los Andes, que hasta el día de hoy están impregnadas en los corazones y voces de los peruanos.
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