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Pasión carmesí
Pasión carmesí
José Pablo Torres Ibarra
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Otro día en el que llegaré tarde a la oficina, como de costumbre la luz azul del semáforo me acompaña, por lo que demoraré aún más; al momento de pasar por el control, el reloj marca las 7:03; con estos tres minutos extra sumo 15 en la semana, tendré que asistir de nuevo a la terapia psicológica de control; qué más da, si siempre es infructuosa. Camino hacia la oficina y descubro a Aurelio observando mi cuadro más reciente. —Me encantan las esporádicas pinceladas azules en conjunto con el blanco, brindan sensaciones de pureza y de calma; añado una obra tuya más a mi lista de favoritas. —Sonrío y agradezco para disimular, pero lejos de alegrarme, me frustra, debido a mi incapacidad para transmitir lo que realmente quiero; todos suelen interpretar lo mismo de mi arte y la única interpretación que constantemente dista es la mía, pareciera que todos sienten de forma distinta a mí. Entro a la oficina dispuesto a crear una obra que finalmente transmita lo que siento, pero me estanco, todos mis intentos y pinceladas son inocuas, mezcla de azul con blanco con toques amarillos como siempre, pero no queda más remedio que utilizar el banal verde, el único equilibrio entre las dos realidades; me mantengo reacio a cargar la obra de verde, pues si abuso de este recurso, pasará de ser el punto medio en la dicotomía cromática a ser otro recurso monótono; a pesar de mis esfuerzos me sigo sintiendo impotente, aprovecharé la terapia para ayudarme a salir del bloqueo, por lo menos así le daré un uso a mi favor. —Bienvenido nuevamente, me gusta que por fin te hayas abierto a compartirme lo que te inquieta. —Saluda cordialmente Alba. Tras una charla no muy profunda con la psicóloga me llevo solo una conclusión: “intentar cosas nuevas”, qué más podía esperar de esto, un consejo vacuo, pero me dispondré a seguirlo. Solamente me recalcó algo: “déjate llevar lo suficiente, pero no en demasía, para evitar terminar como Adam”. En eso le daré la razón, pues ciertamente no quiero tener el mismo destino que mi padre, de cualquier forma, no creo tenerlo, él siempre fue raro y tristemente parte de ese grupo de seres pasionales, yo soy diferente, pese a llevar algo suyo en mis genes. Amanecí tarde nuevamente, pero ahora no me molesta, pues mi agenda es distinta; yendo hacia al parque me encuentro con Bermejo, hace años que no lo veía
y con justa razón, no lo quiero acusar de ser pasional, pero es evidente que hay algo peculiar en él, en ese momento me doy cuenta de que tal vez es la oportunidad perfecta, que puede ser una experiencia más nueva que pasar tiempo con él; luego de un rato platicando, me propone un plan. —Si estas ávido de experiencias, vamos fuera del domo un momento, te prometo que será sorprendente, no dejaremos ningún registro, créeme. —Propone efusivamente Bermejo, rechacé inmediatamente la propuesta, sabía que no era alguien fiable, una acción de ese calibre ameritaría nuestra expulsión definitiva del domo y yo no terminaré como mi padre; espero que no se haya enfadado por rechazarlo de esa forma tan brusca, lo mejor es que me vaya, me vuelvo hacia él para disculparme y despedirme, pero noto molestia en su cara y la roca en su mano denota sus intenciones, aguanto como puedo el primer golpe pero no creo aguantar el que viene. Despierto de noche en un lugar que no había visto antes; me lo imaginaba, a dónde más me pudo haber llevado. Bermejo se percata de que recobré el sentido, pero no está molesto, por el contrario, se encuentra emocionado de verme consciente. —Me disculpo, pero era la única forma en la que vendrías; le avisé a Escarlata, ella está de acuerdo, así que no te preocupes, después te alegrarás de haber venido. —Dijo Bermejo, pero cómo pudo mi madre haber accedido a esto, después de todo ella era igual a mi papá y la única razón por la que no se fue con él, fue para cuidar de mí.
—Tristemente es de noche y no podrás gozar ahora de lo que verdaderamente es un atardecer; pero Rufus, para ti artista, admira esto. —Dice Bermejo mientras que me muestra un lienzo, estoy atónito, el lienzo es vivo, al instante capturo la esencia del cuadro, me identifico, la siento; toda gira en base a ese pigmento, nunca había visto y sentido algo como esto, irradia un aura de emociones vivas. Desconozco la razón, pero el cuadro despertó en mí un ímpetu inquietante, seguía claramente molesto por el secuestro, tomé la roca con la que me había atacado, extrañamente también tenía ese pigmento en ella, descargué de un movimiento sobre Bermejo mi incesante rabia producto del ímpetu, fui impreciso e impacté en su cuello, como resultado del golpe, un arco fulgurante, como si de una fuente bombeante de vitalidad se tratará salió de él. Quería disculparme por excederme, pero sigo iracundo y perdido en el líquido que se despide de su cuello, inmediatamente tomo un pañuelo grande para intentar contener el derrame de fluido, pero le retiro la mano porque quiero seguir viendo ese arco, me empuja bruscamente, pero desde el suelo observo el pañuelo grande teñido con ese misterioso tono, rápidamente me levanto e intento embestirlo, poseído por un deseo obsesivo, cuando estoy por llegar al pañuelo, me esquiva y golpeo la pared.
Se desparrama sobre el suelo, el fluido cesa, por lo que pierdo el interés en él; viví siempre cegado por estos arcaicos conceptos, pasión; será mi momento de significarlos, y ahora sé que la respuesta está dentro de mí, tomo la roca y decido buscar en mi pecho, el mismo arco que despedía Bermejo, pero esta vez mientras la vitalidad brotaba, sentí que la mía disminuía, pero antes de que se agote, tomo el lienzo y utilizo este nuevo pigmento, finalmente, estoy conforme con mi obra.
Esta obra se terminó de editar en noviembre de 2021 en el Tecnológico de Monterrey Campus San Luis Potosí. En su composición tipográfica se usaron los tipos Palatino Linotype y Britannic Bold. La edición y su cuidado estuvieron a cargo de Jonatan Gamboa.