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PÍFANO “…dios tuyo, ¿por qué te ha abandonado?” (F.M. Miranda)
FANZINE
Nº 6
¾Ángeles Carmona¼Óscar Torres Gestoso¼Miranda¼ Garven¼ ¾Julián Hernández¾Dani Torres¼ EL ÍNDICE (clic en cualquier título)
Buj. Un vampiro ruso # Visiones de Margarita de Navarra # La cuadratura del círculo # Danza anular # Roja melancolía # Para el asombro # Grumo nº 8 # Como luna rota # Arrebato 2 # Cómo pesa la vida… # Colorea # Otros lugares.
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contacto: grupobabia@gmail.com BUJ. UN VAMPIRO RUSO (Garven)
Llegaba, ya oscurecida la tarde. Alumbrándose con la simulada luz de los comercios y bares aún abiertos, y depositaba en la acera un pequeño ataúd sin tapa con algunas monedas en su interior. Luego cimbreaba su capa negra en una danza chusca y macabra; a veces se detenía erguido, con sus largos brazos flacos en cruz, mostrándonos el forro interior de la túnica, rojo como la sangre viva. De nuevo se batía como un murciélago alucinado mostrando sus colmillos de aguja a los transeúntes. Y vertía en el suelo sucio de la plaza esta retahíla: «soy un fam-pi-rro… soy un fam-pi-rro…». El público, indolente, le ignoraba en su gran mayoría. Otros sonreían enternecidos retratándole con sus smartphones. El llanto de un niño; precioso tributo para Buj, así que se explayaba en hacerle llorar aún más, lamiéndole las lágrimas. De vez en cuando sonaba el tintineo de algunos céntimos arrojados al pequeño féretro del vampiro; entonces bailaba como un Nosferatu; retorcido y jocoso. Agradecido. Después volaba hasta Callao «soy un fam-pi-rro… soy un fam-pi-rro…» y arrancaba el grito de un grupúsculo de muchachos capturados por sorpresa, y le pagaban con la señal de la cruz formada por los dedos jóvenes, que por supuesto no ofendían a Buj, pero éste interpretaba un arrugado gesto de huída… y los chicos reían sofocándose. Las carcajadas eran ajo fresco para Buj el vampiro… pero comprendía. « ¡Eh, tú, Drácula… cómeme el coño! » y entonces Buj soltaba el aire de sus pulmones muertos por la nariz, compadeciéndose… ignorándoles. Vaya; un tumulto de turistas en la siempre habitada Gran Vía «soy un fam-pi-rro… soy un fam-pi-rro…» parecía una plumita negra repulsada por el escape de un autobús en marcha. Cerró su ataúd después de contar la calderilla y guardarla en su negro gabán. En los cines un estreno: otra de la saga Crepúsculo. Alzó sus ojos escocidos para ver la grandiosa cartelera alumbrada: guapitos vampiros adolescentes; en las taquillas bultos de personas. Buj se decía: «Hijos de puta, diablillos de chantillí…
¡Oh, glorioso y oscuro siglo diecinueve!, tú no volverás todavía», y lloraba nostalgia de vampiro. Tenía que apresurarse, la madrugada quería asomar sus rutilantes cabellos dorados; claridad que provocaba náuseas a Buj, como a todo buen vampiro. Así que caminaba deprisa, como los muertos inquietos, dejando una estela de ridículo que el público noctámbulo pisaba, pegándose en las suelas. Se perdía ya su bruma de vampiro por Huertas. Tocaba el descanso en las fosas de los comedores sociales. volver al índice
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VISIONES DE MARGARITA DE NAVARRA (Ángeles Carmona) (La obra está basada en un hecho histórico: Los 10 días (del 3 al 13 de octubre de 1525) que Margarita, hermana de Francisco I rey de Francia, pasó en Toledo negociando con Carlos V la liberación de su hermano, hecho prisionero por las tropas imperiales el 24 de febrero de 1525 en la batalla de Pavía y preso desde entonces en Madrid.)
Visión Primera Margarita, sentada, escribe: TOLEDO (Anochecer) Toledo, torres menudas, muros ciclópeos color chocolate; pardas tierras, sayal de franciscanos, que dibujan un mapa arrosariado de olivos, de amapolas sobre arena cruda y ocres amarillos. El cielo, estepa de los pensamientos, azul imagen sin reflejo, resbala en la caliente brisa almibarada empujada por Céfiro, de inefable olor a miosotis y narcisos, y con ella un ejército brioso de nubes áureas se pone sobre la ciudad, sobre las torres, sobre las cúpulas y el ciprés de san Justo. El choco de la piedra reverbera, el campo se electriza, rueda tras un montículo un rayo opalescente; una chicharra canta a las blondas nubes, las que engarzan ahora en denso cerco la roca de rubí.
La luz cambia. Austro y Bóreas se apresuran, el horizonte se cubre de nubes, se acercan como olas en Saint Michael: un blanco frente gigantesco de flanco a flanco corriendo el panorama; sube la marea; gota a gota las nubes se enrosan por el calor de la carrera; suben y bajan; en precario equilibrio mantienen una forma que las individualiza, pero es efímero; se colorean; tinto retinto avanzan las lanzas de cortante bermellón, jinetes, jinetas; rosas caballeras enfilan hacia el amarillo cerco embalsamando la bahía.
El rubio nimbo desplaza sus morteros, apunta, cruza una salva de vencejos, y en ese equilibrio premonitorio de la dispersión, las banderas ondean, las olas se encorvan, las gotas estallan al contacto contra el blao húmedo: nubes de cinabrio, sulfurosas, de azur y de granito. Por encima de los olivos un alud ígneo orla la vega verdeante; el ojo de Alcántara, hipnotizado, surge de entre las aguas. Sacude su melena el pardo acabellado; el almagre hace morder el hierro de su espada; salta el bermejo en volutas; caen cirros.
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Calamistro rizo buclando calambur burbuja, entra en naranja. Con doble paso al compás del verde gira y esparce esencias de azahar; relincha, pica el verdín al rosa, se desgrana sobre el azul, se funden en un delicioso aroma de heliotropos y lilas, como el de Pau. Brillan las cerezas y las castañas rociadas de espuma entre los pastizales de fresa y musgo; fragantes violetas se enganchan en las endrinas moradas de la vereda y en los tejados perfumados de gálbano; de claro en claro, a través de la fronda, brinda el turco con el aloque; el vapor nacarado se expande a lo largo de la playa.
Montado en Belísono, está el catire en todas partes; sus garras de azafrán se clavan en el perlino; brota el carmín, se ofusca, se pone como la grana. El flavo bravucón y el blavo osado hasta las puertas de nogal se han acercado; se apresta el cinzolín, ataca por la espalda; la infantería escarlata rompe el puente, vuela el punzó al agua zarca. Belísono, pincel de la muerte, hace una pirueta; su pata, durante segundos interminables, se estira en el aire, la arena húmeda deviene orilla pedregosa. El jinete caído, tres escopetas negras rinden al gualdo.
Sopla Euro. Sudorosos jaldes nimbados de púrpura se retiran en desbandada. En las ramas coralinas de los olivos cuelga el añil, se arrastra entre los surcos el cobrizo, expira el limonado. El cenizoso y el negro cortejan la vánova. Las nubes, túnicas del alma, se pavonan de enormes mariposas nochizas. La ciudad se torsiona. La luna, más mora que cristiana aún, se desparrama desde lo alto de un cerro hasta las orillas del río Tajo.
¿Desde cuándo estaba ahí? Testigo oculto, lo ha visto todo. FIN DE LA VISIÓN ©Texto y dibujos: Ángeles Carmona, (Visiones de Margarita de
Navarra) Todos los derechos reservados. Fragmento autorizado por la autora para Pífano-fanzine.
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LA CUADRATURA DEL CÍRCULO (Óscar Torres Gestoso) Esto no es un relato. No esperes leer una historia al uso, con principio, desarrollo y final. Aquí no la encontrarás. Solo es un pasaje dentro de nuestras vidas. Y de cómo nos mece a su antojo, sin más sentido, ni lógica que la cuadratura del círculo. Nada más… ¿Recuerdas cuando te conocí? Caminaba entre vasos semivacíos de licor, cuerpos sudados y humo de hachís. Era noche de fin de año, y nuestras pupilas dilatadas se cruzaron tras la duodécima campanada. La atracción fue instantánea. Una explosión atómica que nos tuvo hablando hasta encenderse la primera luz del local y apagar la última de tu cuarto. En meses, pasamos de robarnos besos a escondidas a compartir piso. Fuimos dioses creando una nueva era sexual. Máquinas divinas capaces de generar orgasmos y eyacular esplendor… Nuestros cuerpos ganaron en sudor, plástico y autoestima, inaugurando el tercer reich del amor. Volaron tardes entre sábanas. Dos trenes dirigiéndose de frente por la misma vía, y que, tarde o temprano, acabarían por chocar. La pasión que fue al mismo tiempo edén y tumba. Saltamos del paraíso del estudiante a la precariedad del becario, y la burbuja de cristal se empezó agrietar. Con cada discusión, el milagro del pan y los peces degeneraba en migajas y espinas. El camino hacia la incomunicación, se nos antojó suave, monótono y sin desniveles. Un lento bajar de dos seres primigenios a las catacumbas de la desidia rechinando entre los dientes palabras sabor a cobre. Contábamos hasta diez y retrasábamos lo inevitable: la imposibilidad de juntar la leche con el aceite y descubrir las mentiras del cuento de la lechera... Sea como fuere, pudimos aguantar el tirón. Liberamos Francia, y tras caer Berlín, escondimos bajo el felpudo el fascismo en el que nos acorralamos. Conseguimos una tregua. Un año D. Pero el amor se comporta como una serpiente flamígera sin cola ni cabeza. Renace sobre nuestras cenizas, y una vez que nos ha quemado y resucitado, nos expulsa sin ningún remordimiento de vuelta al infierno. Nuestros ojos se tiñeron de luto y la ceguera se tornó inevitable. Pasaron las horas, minutos y segundos... Engañamos a la noche con amantes de color blanco, rosa y azul: el arco iris contra la ansiedad. Mutamos a funcionarios sexuales, apolillándonos hasta morir en nuestro lado de la cama. Nos sobró inactividad cerebral y nos faltó vitalidad fetal: la vida que no fuimos capaces de engendrar. Con la separación y los años acumulamos amigos, conquistas y nuevas experiencias. Hijos, familias y cuñados. Pasamos de tener 54 amigos en Facebook a tener 127. Y ahora, la cadena invisible que nos entrelazada, nos une de nuevo. Mi solicitud pendiente de amistad pasó a ser un café nada casual en aquel bar.
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Tras nuestro silencio inicial, volvieron a sonar las doce campanadas y vuelves a estar en mi cama. Porque un día nos tocó ser Caronte y otro ceder el remo, nos dimos una nueva oportunidad dejando todo atrás. Ahora amanece, y los primeros rayos de sol nos descubren de pie, desnudos, mirándonos al espejo. Pienso, cuando veo tu reflejo, que nuestras almas siguen cabalgando a lomos de esa serpiente. Compañera en el girar de la rueda. Eslabones ovalados y sin juntas formando un todo. La eternidad. ¿Cuándo volverá a consumirnos de nuevo? No lo sé. Ya te dije, cariño, que no le busques el sentido a la cuadratura del círculo.
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DANZA ANULAR (Miranda) El periódico venía aquella mañana tan vacío como siempre, de oportunidades para alguien tan dispuesto como él ha incorporarse de inmediato al mundo laboral. Los seis meses que llevaba en el paro le tenían sumido en el desconsuelo, a sus cincuenta y tres años no veía forma de adaptarse ya al mundo que evolucionaba cada día, diez años por delante de él. Después de treinta y cinco años cumpliendo con su labor en una cadena de embotellamiento de refrescos. Si se cae una botella y entorpece la cadena (recordaba), en
ese caso la retira o la pone recta, si son dos las botellas lo mismo, si son más tiene que pulsar el botón amarillo, eso ralentizará unos segundos el ritmo de producción, en el caso de verse desbordado por la cantidad de botellas pulse el botón naranja, en un momento estaré con usted para solucionar el problema, pero el botón rojo no lo pulse jamás, si veo que es demasiado grave yo mismo o el encargado de turno lo hará si es estrictamente necesario, ¿comprendido?. Esa fue toda la teoría y todo su aprendizaje, una función y tres
botones, buenos dos, porque el rojo nunca sentiría el tacto de sus dedos bajo ninguna circunstancia.
Se arrepentía como tantos de no haber estudiado para ser un hombre de provecho, ahora es cuando el dinero fácil que ganó en su juventud se convertía en su losa. Al menos no tenía cargas familiares, toda la vida ansió una mujer y unos hijos que como el botón rojo, nunca llegaron a ser acariciados por sus dedos. Tras unos segundos de auto alimentación lamentativa prosiguió con el repaso diario de puestos de trabajo escasos y fuera de sus posibilidades, ¿Cuántos trabajos pueden existir en los que aprendas en treinta y cinco segundos y aguantes treinta y cinco años? En ese momento detuvo su dedo en un anuncio donde se necesitaban mozos de almacén sin experiencia… entre 18 y 30 años urge. Otro de guardés en una finca… casado imprescindible. Ni suficientemente joven ni suficientemente casado, ni estudios apropiados ni sin apropiar, incumplía todos y cada uno de los requisitos necesarios para volver a meter la cabeza en ese mundo laboral que lo había despedazado y luego puesto a la venta como carne de cañón, ni siquiera lo querían como mano de obra barata, indudablemente era más factible tener un extranjero sin contrato y por un sueldo digno de su país de procedencia. Las
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puertas que nunca se abrieron a su vida permanecían más cerradas que nunca, no necesitaba el dinero tanto como sentirse útil, pero tarde o temprano el dinero sería otro obstáculo a su decadencia; a la que no veía fondo pero seguro que llegaría en breve. El camarero le puso su café hirviendo como siempre y cogió la taza entre las manos dándola vueltas para calentarse los dedos y poder seguir pasando paginas, intentando no perder lo único que aparte de la taza podía sostener, la esperanza. Un suspiro, y siguió con su danza anular repasando cada línea de ofertas de empleo hasta que llego al final, compra y venta de artículos de segunda mano. Sería la casualidad o el destino, o ambas, que cuando se alían te mandan a donde no quieres ir pero, en el primer anuncio se podía leer: vendo escopeta de caza muy económica, apenas seis meses de uso. Contactar con… Curiosamente, el anuncio incluía una foto del arma a todo color, y quiso la casualidad, que el botón del seguro fuera rojo. Al menos, podría tocar por fin el botón rojo.
ROJA MELANCOLÍA (Garven) Apoltronado en el sofá, en un ratito de silencio vespertino, con un revoltijo de lágrimas brotaron los recuerdos de mi fallecida esposa: Cuando moceábamos en la universidad yo lamía como un corderito su voz salada. Sus ojos azul Matisse. Se descarnaba en exaltadas letanías del movimiento obrero; dulce aderezo para el colacao que tomábamos en la cafetería. Y aquella primera vez:…Cuando me tenía desnudo en aquel tresillo de felpa rosa. Con la plétora del divino tesoro de la juventud, se quitaba las bragas hablando de las reformas en las leyes sociales. Luego citaba a Trotsky metiéndome mano…Y una vez que estaba todo rojo, cabalgábamos juntos por las estepas de la Rusia comunista.
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PARA EL ASOMBRO (Julián Hernández) El viento, inabordable, sopla, e incansable se asoma el mar salpicando al vasto cielo con espuma nueva descubierta entre las angostas ruinas de un belicoso naufragio. Vuela como murciélago emperador en la oscuridad de su ceguera, con la ligereza del que no conoce obstáculos y con el frío salado de la escarcha cuando es amarga y lastimera. Indaga en los pretextos pero, en realidad, sólo necesita palabras esenciales, esenciales y sencillas para amortiguar la rebelión del aire en la vela del pensamiento. Sobre la espalda vetusta, perlada en horas tenaces y arrebatos el cansancio inagotable de los días y de las noches abiertas, amargas y largas traduce con empeño y paciencia las cartas de navegación dibujadas con la tinta desesperada de las estrellas. La indudable capacidad para el asombro se ha difuminado al verificar con qué vértigo en los límites crepusculares del campo húmedo del amor crecen los secos parásitos del odio. En el torrente, el agua, sinuosa, canta y duerme en el lago entre sauces y moreras mientras, en un andén despoblado decrépita y taciturna despierta la niebla.
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GRUMO Nº 8 “Queredme así” (Garven)
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COMO LUNA ROTA (Julián Hernández) Abatida en la desnudez del parque la nieve sucia se gotea sobre el negro asfalto y sobre la noche de luminosidad velada, como luna rota. Pedazos rabiosos reverberan ávidos las notas finales de una sinfonía plagada de silencios blancos y de pronósticos que nunca serán resultado final. Mañana, cuando el viento gélido recorra con su transparencia glacial la estera raída y sombría de la ciudad dormida de tanto invierno sólo algunas hebras tristes aureolas grises bregarán en los rincones que nadie osa pisar, como resquicios apestados, pero sólo ellos se conservan vírgenes e indomables, como el frío que se afana a la aurora, como refulgencia crepuscular.
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ARREBATO 2 (Julián Hernández)
El sol se filtraba y difuminaba en la habitación a través de la cortina. El mar plácido esperaba plácidamente, normal, la consumación de los hechos. Lo que tiene que ocurrir, irremediablemente, ocurre. Ante cuestiones tan evidentes no hay duda posible, ser o si ser, es la única cuestión. Él siempre me lo decía: -no me mires así, me matas con esos ojos azul marino. Y esa continua y maniática comparación con el marino me sacaba de mí, yo que he sido siempre de secano, de meseta central y de coche, nada de mar, barco y marinería que me mareo. No paraba de decírmelo, y ante tanta insistencia, y yo que soy inconstante, dubitativa, tímida, celosa y con tendencia a la depresión y a la marginalidad, en un arrebato irrefrenable y por lo mismo arrebatador, me decidí, además de que no había otra solución, ni posible ni imposible, y lo hice, lo hice después de meditar el hecho y sus posibles consecuencias, tanto positivas como negativas. Estudié hasta el mínimo detalle y en una mañana soleada después de que, otra vez, me dijera: -no me mires así, me matas con esos ojos azul marino-, le maté, pero le maté, como no podía ser de otra manera, con la mirada, ¡maldita insistencia!, y para no dejar pista alguna que pudiera inculparme en el asunto, en otro arrebato irrefrenable, me saqué los ojos con una cuchara sopera, con el cuchillo me pareció excesivamente violento y doloroso, los arrojé al water y tiré y tiré de la cadena. La tranquilidad se apoderó de mí como la oscuridad de la dehesa en una noche de invierno profundo y recio. Ahora, transcurrido ya un tiempo desde los hechos, no lo veo nada claro, puta vida, está llena de decisiones de consecuencias, ciertamente, inciertas.
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CÓMO PESA LA VIDA… (Miranda) Cómo pesa la vida cuando ya no queda un objetivo; cómo lloran las arrugas que rodean mis ojos al ver alejarse la juventud de su lado; cómo duelen los trenes que han pasado sin parar; cómo cuesta sonreír, cada vez más, apretando hacia adentro la sensación vertiginosa de vacío al mirar atrás. Empecé rechazando los espejos de mi casa, los cubrí con las sábanas que quité de las camas, pensé que así quedaría atrapada la imagen de lo que fui, al no tocar de nuevo mi figura con lo que me convertí. Al pasar junto a ellos rozaba la sábana con los dedos, intentando impregnar mi alma con lo que había allí guardado. Llené los cajones con todas mis fotografías para que no envejecieran al verme pasar, para engañar a mi mente haciéndola creer que no había cambiado al no tener con qué comparar. Borré de mi móvil todos los cumpleaños, oculté la hora y destruí el calendario. Cerré la puerta y las ventanas echando abajo las persianas, desconecté el vídeo y apagué el televisor, me acurruqué detrás de mi sofá y recé, recé pidiendo poder volver a empezar. Pero… pero nadie me contestó, no había nadie al otro lado escuchando mi plegaria, no había barco hacia nunca jamás, no había Garfio ni Peter Pan. Aquí sigo, escondiéndome del tiempo, intentando burlar los días y las noches que me empujan hacia el final, si no veo esos días y noches pasar, estoy seguro de que no existirán, pienso… si las horas no me ven no me podrán tocar. La locura llama a mi cabeza con sus brazos de hierro, me como lentamente la poca cordura que tengo, grito en la oscuridad exigiendo a la vida que me debe tiempo, el tiempo que desde que estoy aquí encerrado esquivándola, estoy perdiendo. Mis dilatados ojos buscan en este encerrado infierno, un resquicio de luz, una salida, un respiro para el guerrero. Mis arrugadas manos intentan levantarme del suelo; los huesos antes duros están deshechos dentro de la piel de este muerto; las rodillas arrastran al loco empujado por el cuerdo. Intento buscar un interruptor y el loco pelea por volver a su hueco, termino mi lucha tirado en el suelo, lloro como un niño lo que no supe defender al perderlo, me tumbo boca arriba y enlazo mis blanquecinas manos sobre mi hundido pecho, ya estoy preparado, me voy; adiós por si no volvemos a vernos.
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COLOREA
(Garven)
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OTROS LUGARES PÍFANO FANZINE
Galería de José Luis García Ventura (Garven)
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