número 8
"Adon
(Garven)
(Julián Hernández)
"Losers
En soledad (Juampe)
"
Yiyi (Garven)
"
Sombra
" La Rosa y el Mar (Ángeles Carmona) " s/t (Miranda) " Far West Night
" Battildo & Robbildez (Garven) " La travesía del tuerto I (Mikel Santiago) " Tu
mirada mi condena (Miranda) (Julián Hernández) (Adolfo Muñoz)
"
" Por las tardes (Miranda) " The Children President (Julián Hernández) " Back
to black (Carmen de Pedro) Club (Garven)
(Óscar Torres)
"
Arrebato compacto (Julián Hernández)
"
Balada de la llanura
" Devorador (Miranda) " Así están las cosas (Garven) "Frank (Alverto) "Sola
" ¿En qué pienso? (Miranda) " Underdog (Garven) " OTROS LUGARES
ADON (Garven) Artesano del mimbre, hijo de sus padres, contable en el negocio de su tío, labrador en las épocas fértiles de la finca, diestro con la pesca al arpón, filántropo y feliz... muy feliz. Así sobrevivía en comunidad nuestro no tan joven Adon, habitante de una pequeña aldea cercana a la ciudad fenicia de Arvad. Tras unos treinta y dos años con un fatuo convencimiento de que el mundo no iba más allá de donde sus sandalias podrían alejarse, un hecho relevante giró el sentido de sus pensamientos y le hizo sospechar de la inmensidad de la tierra y la vasta ambición del hombre. Y es que no hacía más de dos días que las hordas de Alejandro, conocido con el renombre de “el magno”, habían sometido gran parte de la región al brillo elegante de sus espadas, al afrutado vino de la retórica. No fue menos Arvad y sus latifundios, que como un perrillo dócil ofreció su frente a la caricia del joven general macedonio. Condescendientes y sorprendidos, no hubo más que jurar lealtad y obediencia ciega al proyecto de expansión helénico, pues con una espada por dos mil cestos de mimbre en la aldea, la argucia de una rebelión era difícil y confusa; en definitiva inviable. El caso es que oficiales y suboficiales de las tropas invasoras reclutaban a los hombres de entre quince y cincuenta inviernos para la guerra. Sin oportunidad de réplica o recurso, eran arrancados de la afinidad de sus hogares, preciosas casitas de adobe, caña y barro. Conducidos a una campiña del gran ejército, cercana y ubicada en la llanura conocida como “del vientre amargo”. Nuestro Adon, descubierto y reclutado también en esta treta, caminaba junto con los neófitos soldados alejandrinos. Recordaba el llanto de su madre, el emocionado adiós de su padre, que no hacía más que mirarle sin decir nada, hurgándose el cogote, hasta que decidido y emocionado le agarró fuerte de las orejas con cierto signo afectivo. Algo sabía el chico de lo que podría ser la guerra, algo le contaron los comerciantes asirios, espléndidos narradores de sus mediorelieves bélicos. Farfullando confusas maldiciones con el estómago, Adon entrelazaba los dedos como si tejiera tallos de mimbre. El arrastrar de sus pasos resignados por la arena del camino destapaba su preocupación. No quitaba ojo a las ajadas piernas de los jinetes que escoltaban la nueva tropa reclutada; eran hombres de guerra; hercúleos, con el miedo disimulado entre los músculos. Quizás griegos, quizás pastores disfrazados de héroes como él. En el campamento se les equipó de ligeros uniformes militares, armas y un pequeño fardo con escaso avituallamiento. Formados en un patio improvisado, un oficial de gala les vociferó con un preparado dialecto fenicio: “no hay mayor gloria…, más valor…, nada más grande…, valiente hazaña…, más honor…,”. Era evidente que la arenga no hacía el efecto deseado. Pero los chicos disimulaban y atendían guiñando los ojos con forma de interrogante. La plática del oficial orador terminó con un: “esta madrugada continuaremos hacia la expansión por el Oriente próximo…” Una columna de oficiales flaqueaba una figura ecuestre. Era sin duda el mismísimo Alejandro, aquel quien administraría en persona la nueva gesta en Oriente. Aquel personaje divino imponía al pronto por su juventud, por su inaudita belleza de pelo azabache rizado y brillante. Todo él era una orla de oro a su leyenda invencible. Parecía flotar al paso sobre su caballo de plata. Mira por donde nuestro Adon burló sin saberlo la guardia alejandrina y se presentó llamando a voces al general ‐ ¡Alejandro! ¡Alejandro!, ¡mira Alejandro…!, mira… que digo yo, que esto no es lo mío, no, a ver si me entiendes,‐ el ídolo macedonio le atendía sin perder el gesto intimidatorio de su mirada de asalto, pero Adon evitaba cruzárselo con los ojos y seguía con su propuesta, humillándose, mirando al suelo
– digo yo, que si te llevo las cuentas, tengo alguna experiencia de contable ¿sabes? o… si no, de mozo de caballerías… pero esto de guerrero, no es lo mío… a ver si me entiendes ¡mira!‐ y le enseñaba su escuálido bíceps de artesano. Al pronto sintió un inmediato escozor en la cara; un dolor agudísimo. Tenía a la guardia encima. Unas bofetadas le sacaron del precioso chamizo provisional. Adon cayó abatido; labrado el rostro y enrojecido. Convenciéndose de que la espada o más bien el escudo serían su único soporte a partir de ahora, se apoltronó en posición fetal, abrazándose al broquel, sobre una roca de granito. El sueño no vendría a su magreado cerebro. El amanecer, formar escuadrillas y partir fue todo uno. La ruta fue larga, mas pensar en la inminente batalla la hacía insoportable e inaudita. Adon, lamentándose, hacía innumerables conjeturas y fórmulas a su manera: «morir o matar = morir; ¿será horrible?, morir sin dolor. ¡hazte el muerto!. Quizás te toque de los últimos, los de delante pelearán y trabajo concluido, hazte el remolón y tú a la última línea… ¿qué es el valor?». Apreciaba la deserción más que cualquier tesoro de alhajas persas, pero conocía el castigo cruel y abstracto para los que huían. El codiciado Oriente llegó pronto y Adon miró exhausto la tierra que tragaría su sangre. Al otro extremo de una dilatada llanura vieron y escucharon a aquel muro humano defensivo de un pueblo oriental, que gritaba quizás de miedo tanto como ellos. Eran muchísimos, una interminable culebra de hombres armados avalentonándose con sus forzados rugidos. Adon temblaba, se aferraba a su suerte de que efectivamente estaría más bien atrás en la carrera. Tras la recomposición del batallón según una ensayada estrategia y al grito de ¡εμπρός! todos levantaron el polvo corriendo entre espadas, lanzas y caballos hacia el frente rival, sujetando la duda con sus escudos de madera y cobre. Por fin la confrontación.., el estallido metálico del acero, el estruendo de los broqueles golpeándose, el grito desgarrador del acuchillado, el aullido del que aún no da crédito a que su corazón siga entero, el llanto del recién mutilado… y nuestro joven labrador del campo, que jamás sospecharía que la muerte es un ser vivo, una criatura enorme de polvo y sangre; simbiosis de los vivos y de los muertos llamada guerra, y que hoy estaba allí formando parte de su sistema neurológico. Aún no veía el desgaste del frente, estaba muy atrás todavía, hacinado entre un montón de compañeros mudos y asustadísimos. Advirtió que comenzaba a pisar cadáveres durante el lento avance, la algarabía cada vez estaba más cerca y la sangre roja ya salpicaba su frente. El hecho de que su turno estuviera próximo comenzó a obsesionarle. Sintió un bramido en el cogote que le hizo reaccionar blandiendo la espada a lo loco, mirando su filo. Hirió a un hombre que se echaba mano a los riñones ensangrentados. Adón le miraba inmóvil, temeroso… « ¡pero coño!... si este es de los nuestros…» -¡yo no he sido!- decía socarrón. Cómo distinguir al enemigo entre un tumulto enmarañado de hombres heridos y desorientados que utilizaban un único idioma: el grito. Oteaba el combate entre empujones y tropezándose con miembros amputados que aún vertían sangre fresca. Hasta que un río de lava incandescente le cruzó los intestinos, abrasándoselos… Le habían ensartado. Pudo ver, aterrado, que la punta de una espada le asomaba por el ombligo para inmediatamente desaparecer en un doloroso movimiento de retroceso. La brecha no sangró, pues Adón comenzó a vomitarla entre horrendos estertores y convulsiones; dobló las rodillas para caer de cualquier manera en la tierra batida. Ahora él era pisado, sus huesos se partían entre patadas y golpes de quienes se le caían encima. Pero una extraña neblina parecía sedarle… « no… si ya decía yo… ¡a tomar por culo!... ¡la puta Alejandra y el mal parto que tuvo su madre!... uhggg » Y otra arcada de sangre y bilis.
Aquel monstruo cobrizo se iba alejando con sus cien mil pies humanos, dejando a Adon con la extrema paciencia de los cadáveres, con el suave quejido del que agoniza. Se sentía morir; las bocanadas eran ya de una espuma espesa y rosa. Al menos no había dolor, sólo una rara angustia dulce. Ahora Alejandro le dejaría tranquilo quizás para siempre… « ¡Mala fiebre tengas mi general! »... Y otro esputo de sangre y babas. Cerró los ojos. Una joven doncella de una límpida melena pelirroja se despojaba de sus bragas tejidas con lino, sentándose sobre la cabeza de Adon. Divino pescado fresco para el río de los muertos.
(Garven)
LOSERS (Óscar Torres)
EN SOLEDAD (Juampe)
En la soledad de la noche las estrellas me acompañan siempre haciéndome sombra, pero nunca me hablan. Sin más remedio mi mente divido; y con mi cuerpo exclamo pues tan sólo me siento que conmigo solo hablo. De mis secretos me sincero mas profunda atención presto pues seguro estoy de mi oyente; en mejor confidente no creo Sin mucho esfuerzo, en opinión coincidimos pues mis pensamientos comparte, de lo contrario en gran dilema estaría y yo a eso lo llamaría arte. Sobre temas varios conversamos y con interés discutimos pero por mucho que discurrimos siempre de acuerdo estamos. Mas pensando estoy ahora que es mucho tiempo empleado en debatir sobre temas conociendo el resultado. Ya es hora de discrepar ya siento que no estoy de acuerdo ¡ pardiez ! qué sensación la piel de gallina siento. Juro por las estrellas que me avalan que desde este instante y momento de mi otro yo discrepo y con gozo me llevaré la contraria.
Y I Y I De la serie “Pródigos prodigios” (Garven) Yo no creo en la eternidad, ni en la ultratumba, ni en los aparecidos. Tampoco me fío de segundas vidas ni cuartos milenios, ni en abducidos, ni en avistamientos. El caso es que cuando desperté de la poltrona del medio día “eso” estaba allí hurgándome en la bragueta, encima de mí; desparramándose del tresillo al suelo como un enorme grumo de gelatina azul. Confieso que, en mi sorpresa, me replanteé mis creencias sobre la eternidad, los aparecidos, avistamientos y abducciones marcianas. Aquella incongruente cosa translúcida estaba sobre mí cubriéndome casi entero, sin aplastarme (todo lo contrario). Era una masa sin forma y de mil maneras imposibles; azulada y brillante, compacta y blandísima. No pringaba; era un compost de vinilo y luces de neón. Para mi espanto y vuestro asombro “aquello” hablaba en un perfecto castellano con timbre de computadora: «YIYI TE QUIERE… VEN CON YIYI… VEN CON YIYI…» e insistía en frotarme la entrepierna que ya estaba dura y gorda: «TE AMO… VEN CON YIYI… VÁMONOS…» y tomando una envolvente forma de globo comenzó a encerrarme. Me acurruqué en una cómoda posición fetal, ¿por qué no irme con “Yiyi”?, era sin duda una alternativa mejor que mi premeditado suicidio. Así que me dejé hacer. La bola se cerró iluminándome con colores fluorescentes: «YIYI TE CUIDARÁ…». El balcón abrió sus brazos de aluminio para dejarnos salir, y comenzamos a volar. A través del cuerpo transparente y luminoso de “Yiyi” podía ver, como los pájaros, la panorámica del barrio; de la ciudad; del país; del continente; de la semiesfera del mundo cubierto de nubes y claros azules… de la enorme pelota añil de la Tierra: «VIVIREMOS EN CASA DE YIYI…» decía mientras esquivaba la luna con una suave maniobra de traslación. Mi colorido planeta de arena, agua y aire, era ahora una bola de billar cerúlea que rodaba en la lejanía ante mis ojos untados de lágrimas:
«YIYI COMPRENDE… PERO YIYI NO QUIERE VERTE TRISTE…, VENDREMOS A CENAR CON TUS PADRES EN NOCHEBUENA… »
SOMBRA (Julián Hernández)
No sé si de mí forma parte o soy yo el que ciego la persigue pero a veces me sobra hasta la sombra. ¡Déjala! déjala que por el sumidero donde furtiva el agua se aleje y descanse de mi andar pausado de mi memoria incierta de mis advertencias estúpidas y de mis posesiones secretas; ¡déjala que se aleje! déjala, que mejor sea sombra de mar residuo en primavera madera de subversión o paciencia altanera; ¡déjala que se aleje! déjala. Ausente aquí me quedo, anhelo tácito en un viento descampado, norte sin sur errante y sin sueño dueño sólo de este instante, porque la sombra me ata a la tierra y la tierra a la vida, cemento en las alas de la mariposa, ¡déjala que se aleje! déjala descubrir que el aire boreal es azul e irremediable.
Por las tardes… (Miranda)
Por las tardes, cuando baila el sol su última danza entre el horizonte y las montañas, el frío no se apiada de mi alma, no respeta mi edad que poco a poco, año a año, me mata. Cada atardecer inunda mi ser con un ¿habrá un mañana? Y aun así no me canso de ver como el sol se esconde para dar paso a la noche que todo arrasa, que cubre de negro todo como un adelanto de que como el día… todo pasa. ¿Qué es importante y qué no lo es? Las tardes mansas, las gatas pardas. No es más ciego el que no ve, si no el que no quiere ver. Paseo con mi niña Lis que me acompaña, juntos vemos como pasa del día a la noche y esta a su vez al mañana, y el mañana siempre llega con su maldita hambre atrasada, mientras tira de mí y de mi alma cansada, mi niña Lis que todo calma. Respiro el aire del tiempo que cambia, del caluroso verano al otoño que lo difama, del otoño al invierno infierno de las vidas cansadas, a la primavera que si no te mata, te saca el jugo del cuerpo que si no lo atrapas se te escapa. Por las tardes de otoño; otoñando paseo con mi niña Lis bajo el brazo, ella me dice que tenga fe y yo sigo dudando, ella me sonríe con su cara torcida por los años y la diviso bajo mi barriga siempre de mí a dos pasos. Me mira, y con eso me basta para saber que ya hemos terminado, anochece en otoño tan rápido… no nos arrepentimos de amarnos tanto y no nos cansamos, ella con sus treinta centímetros viendo el suelo al lado y yo, mirando con sus ojos como pasa todo tan rápido, sin sentir el peso del pasado, sin verter una lágrima por lo que atrás nos hemos dejado, pues, la vida en su triste encanto, nos puso juntos y así estamos, disfrutando de las caídas de sol a diario, de nuestra compañía y del amor que nos procesamos.
The Children President (Julián Hernández)
Back to black (Carmen de Pedro)
Hooola, ¿hay alguien ahí?
LA ROSA Y EL MAR (Ángeles Carmona)
ESCENA 1 La rosa roja del sombrero de Ana María ha caído al mar con el bamboleo del trasatlántico. Se desgarran gritos y sirenas. El mar se alarma. Ana María llora desconsolada, de pie, en la proa. Ana María‐ La rosa en el agua, ¿adónde irá? Mortaja de algas, canción de cristal. ¡Qué frágil dormita! Coro‐ ¡Síguela! Ana María‐ De allí no se vuelve, ¿adónde vas? Mancha de sangre la espuma del mar. Besa la sal los labios. Coro‐ ¡Chúpala! Ana María‐ Por allí..., la rosa... ¡No te la lleves, ola, que me envuelve el desamor! Coro‐ Cae la rosa. Ella habitaba, amada, un jardín acunado en el viento. Ahora despierta, y tiene frío y llora, porque ha conocido el amor y el mar la espera. ESCENA 2 Mar‐ El mar. Rosa‐ Sí. Mar‐ Yo soy el mar. Rosa‐ Bueno.
Mar‐ Rosa‐ Mar‐ Rosa‐ Mar‐ Rosa‐ Mar‐ Rosa‐ Mar‐ Rosa‐ Mar‐ Rosa‐ Mar‐ Rosa‐ Mar‐ Rosa‐ Mar‐ Rosa‐
Oponte a mí y te aniquilaré. Qué horrible frío. Oponte a mí y temblarás bajo mi cuerpo como una anémona. Soy una rosa... ¡Duélete de mi fuerza! ..una rosa roja! Ten miedo. Huéleme. Oye. ¿Qué suenas? Mi corazón, corazón que se llena. ¿Y cuando lo esté? No sé. ¡Qué oscuro! ¡Barco, barco! ¡Sirenas! Clavadme un ancla de luz, un árbol, que tengo miedo del titán que sueña, del mirar furibundo de las algas!
Está muy lejos el barco. Ámame, quiero que me ames. Duda la rosa porque es flor y se deshoja. Yo también soy cobarde. Y sus pétalos al aire / corola son del azul.
Mar‐ Ven, te rodeo en mis brazos. Rosa‐ Contra tu corazón. Mar‐ Ábreme el tuyo. Rosa‐ Me ahogo. Mar‐ ¡Bésame, bésame, bésame! (Una ola enorme se alza y se desploma. Aparecen tres sirenas) ESCENA 3 Sirena 1‐ La rosa ha dormido con el mar. Sirena 2‐ Y ha apoyado la cabeza en su hombro. Sirena 3‐ Él le dice cosas al oído. Sirena 1‐ Ella ríe. (Ríe la rosa). Sirena 3‐ Toda la noche escuché su gemido. Sirena 1‐ Yo pensaba en la rosa. Sirena 2‐ Se agotaron las lámparas. Yo salí y los vi. Sirena 3‐ ¿Saliste? Sirena 2‐ Sí. Sirena 1‐ ¿Y no tuviste miedo? Sirena 2‐ Sí. Sirena 3‐ La rosa también. Sirena 1‐ Y yo.
Sirena 2‐ Y yo. (Aparece la rosa) Rosa‐ Mi amado es un sol, un rey, un carro reluciente. Un alacrán de oro, una fuente de leche. Transparente, suave, lleno de miel. Coro‐ Más roja que la lava. Rosa‐ La lluvia divina que crece mi vientre. Mi amado es la noche y yo su rosal. Coro‐ Más roja que la furia. Rosa‐ Mi amado es un círculo perfecto. La sombra del último planeta. El ritmo sinfónico de los astros. Coro‐ Mi amada es la rosa más bella del mundo. A ella sola amo.
Continuará en próximo número: CUADRO II
ZIDO (Garven)
ZIDO en el Parlamento europeo.
La travesía del tuerto I (Mikel Santiago) La puerta de la ambulancia se tragó el último grito del turista americano. Después, el vehículo partió sin prisa, en dirección a Madrid, sin siquiera encender la sirena. En la barra del café Babia de Toledo, la base de operaciones de la policía nacional durante esa tarde, el inspector Sobrado se secó la frente y miró su reloj. Decidió que no era muy tarde para tomarse una última cerveza antes de recoger aquel jaleo de papeles y volverse a la comisaría. Se pasaría la noche tratando de escribir aquel atestado y, ante esa perspectiva, terminó pidiendo un cubalibre. El camarero se lo tomó con calma y Sobrado se encendió un Fortuna, cerca de la ventana, sin trasgredir la novísima ley anti‐tabaco... “Un día nos van a prohibir hasta rascarnos los huevos en público“ pensó. Que coño, si soy poli – se dijo después ‐ y se giró hacia la barra. Además el bar estaba vacío. Solo un tipo sentado al final de la barra. Uno de esos curiosos que habían pasado la tarde merodeando por el lugar. Dio una larga calada a su Fortuna, y roció el humo sobre el puzzle de papeles, notas y fotografías que responsaban en la barra de madera. Aquella larga tarde, de sol toledano cayéndole sobre la cabeza y los hombros, se la había pasado obteniendo declaraciones, sacando fotografías, tratando de entender de qué iba todo aquello. Tomó la fotografía de la mujer, la que su marido había dejado para la impresión de carteles. Observó de nuevo la cara preciosa, de rasgos escandinavos, de una mujer de 30 años, nombre Bianca Reed, procedente de Portland, Oregón, desaparecida ese día en Toledo, entre las 18:00 y 18:05, en un lugar llamado la Travesía del Tuerto (todo ello según la declaración de su marido, el señor Reed , ahora rumbo a una clínica privada en Madrid donde pasaría la noche flotando en Valium, y que mañana prestaría declaración mas tranquilo) También tendría el señor Reed que responder por lo daños causados a cinco propiedades de la citada callejuela, donde según su propio testimonio, Bianca habría desaparecido en cuestión de un segundo. “No pudo haberse marchado, yo iba detrás, a tres o cuatro metros. Tuvo que desaparecer en alguna de aquellas puertas” Parece que el señor Reed no mentía en eso. Una cámara de seguridad de Caja de Ahorros de Castilla La Mancha había grabado a la pareja internándose en aquel sinuoso callejón a las 18:00 horas exactamente. Lo que ocurrió después ya no podía probarse de ninguna manera. El callejón medía 15 metros de longitud, curvado como una hoz, y desembocaba en una ancha carrera de adoquines. Allí, dos matrimonios de Málaga, también turistas, que se habían parado a realizar unas fotografías habían jurado que nadie salió del callejón excepto el
señor Reed. Primero con un gesto sorprendido, después nervioso, comenzó a gritar el nombre de una mujer. Fue a ellos a quién preguntó primero. Después volvió al callejón. Lo recorrió entero, hasta el otro lado (la cámara de seguridad recoge este momento, con el hombre saliendo apresurado, mirando a un lado y a otro y volviéndose atrás) Debió ser aquí cuando el señor Reed golpeó en las puertas e incluso rompió una ventana desde la que aseguraba “que alguien le estaba observando” También hizo estragos en la chaqueta de un vecino que había salido a mandarlo callar. “Un veterinario de prestigio”, le habían dicho a Sobrado desde el ministerio de exteriores, “un tipo de Harvard que nunca se había despeinado un cabello”. El empleado de la embajada norteamericana desplazado a Toledo de urgencia, en compañía de un abogado de alto copete, dejó claro que este caso iba a ir “rápido, con prioridad absoluta” y que al señor Reed había que creerle cada palabra que decía. “Es un hombre notable de nuestra sociedad” “Bueno” pensó sobrado “No es el primer notable al que le pongo las esposas por haber reventado a golpes a su señora, o mirar fotografías de niñas en Internet…” pero en ese caso, parecía que Reed estaba libre de culpa. Levantó la mirada al bar y volvió a encontrarse con aquel hombre sentado al fondo, junto a las escaleras. Ahora notó que el tipo tenía su mirada puesta en él. Se saludaron con un mudo asentimiento. Sobrado era bueno para las caras ‐ por algo era poli ‐ y enseguida puso a ese rostro en su lugar. A nada que desoxidara un poco la memoria lo recordaba esa tarde entre el primer grupo de curiosos que vio nada más llegar al lugar de los hechos. Y también en los que siguieron a la policía y al señor Reed hasta el Babia. No se extrañó, pues, cuando le vio levantarse y acercarse a él. Era un hombre de cierta edad, pero en buena forma. Bajito , pero de los bajitos fuertes y vivaces que te sueltan una ostia y te desmontan. Lucía un mostacho pasado de fecha y , bajo el remangue de su viejo jersey verduzco, asomaba un feo tatuaje terminado en cola de escorpión. Cosas todas estas suficientes para poner en alerta a un poli veterano como Sobrado. ‐ Buenas tardes – saludó clavando sus despiertos ojos negros en los del inspector. ‐ Buenas tardes – respondió Sobrado que jamás olvidaba las buenas formas que se esperan de un servidor público. Aún así, apuró su fortuna y se preparó para despachar al civil con el mejor tacto del que era capaz a esas horas. ‐ Antes de que me mande a paseo – dijo el hombre – debería escuchar usted una cosa. Sobrado iba a decir algo, pero el hombre le cortó. ‐ ¿Puedo fumar yo también?
‐ Oiga mire, si quiere saber algo de todo el asunto, cómprese el periódico mañana… yo tengo mucho trabajo por delante. Mala cosa, en ese mismo instante apareció el camarero con su cubata. ‐ Sé exactamente el trabajo que tiene usted por delante – respondió el hombre, ya asentadas sus posaderas en un taburete ‐ Mi llamó Órculo Sanchez y soy policía retirado. Hace 25 años investigué una desaparición en esta ciudad. En la misma Travesía del Tuerto donde hoy ha desaparecido esa mujer. Y créame, ella no volverá jamás. Ahora solo se trata de saber qué vendrá a cambio. Y va a ocurrir hoy, esta misma noche… tenemos que estar preparados. Continuará…
¿En qué pienso? (Miranda)
«¿En qué pienso?» piensas mirándome cuando callo, con miedo, «¿en viejos amores y desencuentros?» «¿en la larga vida que nos queda por tenernos? ¿en que pienso?»… me miras, te miro, nos vemos, como púgiles esperando en su esquina el comienzo, como mira el árbol al de al lado ardiendo en un incendio, esperando no ser víctima del mismo fuego. ¿En qué pienso?... no pienso en nada, y si lo hago, no sé qué es en lo que pienso.
FRANK (Alverto)
Mucho tiempo en negro, después un calambre, abro los ojos y me encuentro con los suyos, me mira fijamente, como si esperase la gran respuesta, sonríe y una lágrima recorre su rostro, ¡¡ESTÁ VIVO!! Grita, ¡¡ESTÁ VIVO!!, vuelve a gritar, tengo miedo, no entiendo nada, miro mis manos, pero no son mías… …¡¡ESTÁ VIVO!! … dice una vez más, me asustan sus gritos, quiero esconderme, tengo mucho miedo, me incorporo, él se aparta, corre, le sigo, extiendo mis brazos para alcanzarlo, pero él corre, no quiero quedarme solo, las tormentas me asustan, espera, intento decirle, pero de mi boca solo salen gemidos, ven, abrázame, tengo miedo, no entiendo nada… …VETE, VIENEN A POR TI, me grita mientras llora, VIENEN A POR TI, HUYE, CORRE, CORRE, … Corro, corro, pero ¿hacia dónde?, tengo miedo, no entiendo nada, quieren matarme pero… …pero yo no he hecho nada…creo…tengo miedo… …sólo acabo de NACER.
SOLA (Adolfo Muñoz)
Hoy estoy sola y me siento sola. Quiero salir de esta cárcel, de este sufrimiento, de este tormento que me aprieta hasta hacerme sudar. ¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Cuándo me ocurrió esto? ¿Cuándo empezó? Ya no puedo contestar, ya no puedo llorar. Todo el día me acogota esta terrible soledad, mis lágrimas ya no pueden humedecer el corazón seco que guardo en mi pecho. ¿Hasta cuándo podré aguantar? Creo que ya no mucho más. Hoy voy a terminar con esto. Esa ventana, mi ventana, ella va a ser la puerta que me libere. Miro al vacío. Miro al vacío! ja!, qué paradoja, yo miro al vacío cuando es lo más cercano que tengo. Llevo viviendo en el vacío mucho tiempo. Las horas pasan y esto es insufrible. Me encuentro sola, siempre sola. La ventana, sí la ventana. Ha llegado la hora. Ya no puedo más. Ya no me quiero sentir más sola. Adiós. Por fin sola.
Far West Night Club (Garven)
Por un puñado de dólares sobreviven las conciencias solitarias en el burdel. Asoma por el cobertizo "Alistone", la chica nueva; esbelta y poderosa como las potras de Colorado. Le propongo una cabalgada hacia Río Grande. Acepta previo arrojo de plata y me pide que la montada sea por culo. Desconcertado pero convencido apruebo su reto. Se me sube encima dándome la espalda y acertándome con su ojete generoso. Mientras trotamos por caminos y orgías anales le agarro de las posaderas para evitar trotes violentos. Un pensamiento oscuro me ronda; echo mano de sus riendas delanteras (las crines de la yegua). Mi sospecha solidifica como el hormigón en el soleado Texas: Efectivamente, aquella Cowgirl tenía pistola.
Arrebato compacto (Julián Hernández)
No puedo remediarlo, aún intentándolo con todas mis fuerzas no puedo remediarlo, lo intento de día, lo intento de noche, con algarabía, sin reproches, lo intento sin solución, lo intento comprendiendo, lo intento sin comprensión, lo intento y lo intento pero: creo que ya no soy yo, soy pero no soy y si no soy, soy. …… Ahora no se quien soy, no me conozco, sé que no soy y soy lo que no sé que soy, por lo tanto soy sin ser y no soy siendo, por lo que sé sin saber o no sé sabiendo, pero no puedo remediarlo, algo en mi interior me arrastra a realizar lo que, hasta ahora, era irrealizable para mi. Ya no soy yo y lo que es aún peor, no tiene remedio posible, y sin remedio me encuentro, irremediable mi actitud y sin remedio mi voluntad, remedio sin remedio, remedio sin remediar, pregunta sin respuesta, respondo sin preguntar, futbolista sin balón, político sin verdad, o sea, que me encuentro sin encontrarme y no me encuentro buscándome. Ahora comprendo perfectamente lo de la úlcera gastrointestinal, lo del cubata de más, la inquietud sin movimiento, lo del stress aunque relajado esté, la botella de vino vacía, y lo que es peor, vacío hasta el tetrabrik, ¡con lo que yo he sido en materia de vinos y canapés!, tintos, blancos o rosados, lo mismo me daba, y ahora lo mismo me da, pero aún siendo lo mismo no es lo mismo ¡Dios santo, qué lío, que mal me encuentro!, creo que me voy a marear. A lo que he llegado. No sé lo que me pasa, si es que me pasa algo que esto no lo tengo nada claro, tampoco oscuro. Y no entiendo porque digo esto ya que ni creo ni me encuentro. Mi amigo Domingo Silvestre (¡qué apellido tan liberal!) me dice que para encontrarme tengo que creer y yo le digo que no me encuentro porque no no creo, incluso, negando el no, que es como afirman los negativos, no encuentro el si, que es como niegan los positivos. Todo es un lío, si, no, no, si, no, si, si, no, ns, sn, ….., ¿alguien puede ayudarme? Aunque comprendo perfectamente que os preguntéis en que podéis ayudarme, ya que yo también me lo pregunto y cuando me lo pregunto no se que contestar porque no entiendo lo que me pasa y comprendo sin comprender la pregunta, y aún comprendiéndola no la entiendo, y si no entiendo lo que me pasa ¿quién puede ayudarme?, ni yo mismo, of course, y es que las preguntas siempre me han puesto nervioso por lo que prefiero vivir en un mundo sin preguntas, o con preguntas sin preguntar, que es como un mundo sin respuestas, y un mundo sin respuestas es un no mundo, y un no mundo es un no vivir o un si morir, y así me encuentro, ya lo decía la santa: vivo sin vivir en mí, ……………. , que muero porque no muero……… Ya lo tengo, una de dos, o es hambre o un arrebato, o dos de una.
BATTILDO & ROBBILDEZ (Garven)
Es tu mirada mi condena… (Miranda)
Es tu mirada mi condena, posas tus ojos en mí y mi pulso frena, detienes tu vista sobre mí y siento que la vida me vacía y me llena, que los latidos de mi corazón no me llegan hasta la cabeza, que pierdo la vista mientras caigo al suelo entre sollozos y penas. Entre lastimeros pucheros hechos de preguntas sin respuestas, me retuerzo buscando la salida sin saber ni cómo se entra, sin entender que esta vida es pasajera, sin comprender por qué todo se va igual que llega, sin aceptar lo que no me interesa. Son tus manos, es tu boca, tu cabello y tus orejas, el aire que respiras y el que volar dejas, el sol en tu cabeza y las noches en vela. Cada uno es un clavo que a la vida me fija con contundencia, me deja hecho un cristo sin creencias, sin padre salvador que me saque de estas tinieblas, sin perdón por los pecados que cometa, sin paz interior porque siempre estoy en guerra. Son tus labios, son las huellas que dejas mientras te alejas, todos los centímetros que me dejan a las puertas, a un paso de saber a qué sabes a ciencia cierta. Cerca y lejos de ti y a mil mundos de quien te merezca, a un millón de vidas huecas a un trillón de sueños en los que me quieras. Son mis sueños que no me permiten vivir la vida que me queda, es esta vida tan puerca, mi ilusión que no se queja, la pasión que no me centra. Y mientras… me trago la vida empujada por cervezas, me siento y me resigno a que nunca te tenga. Me rindo y… espero a que la muerte venga.
Así están las cosas, Garven (Garven)
Balada de la llanura (Julián Hernández)
Donde el horizonte se adivina tras el horizonte insondable, áspero conmovedor, inefable, donde el arco iris descansa su otoño, donde el adjetivo cualifica y califica el verbo, la calma reposa en una estrella y regresa en un rayo augusto, donde las hojas esculpen el viento y rayan estelas milagrosas sobre cerros que se cubren con sombreros de nubes paciencia y esperanza, donde tañe la campana el camposanto ensimisma y los cipreses creen en Dios, donde el sueño no despierta ni duerme, ni alumbra, donde el invierno arrecia el verano reverbera y soberbia la luna, donde los pájaros bailan la quietud de una muda sinfonía y el amanecer se petrifica impenetrable de tan absoluto: la llanura se hace balada.
D E V O R A D O R (Miranda)
Mi malvado corazón negro, como la noche busca donde hacer germinar la sin razón, mis negras intenciones rellenas de odios ciertos buscan venganza como busca el creciente a la luna llena, mi negro corazón necesita otras vidas para vivir de ellas, lo alimento con mentiras huecas que vierto sobre la mierda, sacio su locura con víctimas desprevenidas que se me acercan, miento y al mentir noto como las venas se me llenan, henchidas de odio contra la felicidad que a los demás quema, destrozando cada sonrisa que quiera brotar de sus cabezas. Mi corazón es así como se alimenta, algo le debe la vida y no me lo cuenta, algo que le hizo tanto mal que hasta le da vergüenza, no quiere admitir que la felicidad no la encuentra, me hace creer que todo esta a la venta y me tienta, me provoca para buscar nuevas guerras despreciando las viejas. Como quiero a mi corazón que en mí reina, él sabe lo que es bueno y convierte todo lo bueno en mierda, el es capaz de desatar las tormentas, capaz de sonreír cuando estalla la guerra, él me mantiene y me domina para no caer en la tristeza, él solito resuelve los puzzles de mi cabeza. Mi corazón, hecho de millones de piezas, destruye todo para incorporarse una nueva, mi corazón que se estancó en una laguna seca, bebe de sus víctimas para que yo no muera, me da razones para que se me ponga tiesa y me cuenta mentiras, para que nunca salte de mis ojos la lágrima que no me interesa, para reírme de todos mientras me crean.
UNDERDOG (Garven)
Pista 3. EXTRACTO DEL COMPENDIO “Sobre la puta mierda del deporte”. «‐¡vamos chico!, hay que hacer algo… mírate… estás gordo y torpe, ¿o no?... y ya van entrando unos añitos…, escucha: el cuerpo está diseñado para huir de los depredadores, vestigios de antaño, cuando éramos primates, tu corazón no soportará el sedentarismo toda tu vida. ¡Coño! gestionas el sufrimiento físico. Son todo ventajas… ¡Juan! ¿Qué te debo? Cóbrame lo suyo también…, ciao ‐» El sinvergüenza tuvo, al menos, el gesto de convidarme. No le mandé a tomar por culo porque le quiero. Tirso es mi amigo. Ahora solo, entendí que habría que continuar devorando el pincho de tortilla. A lo mío, Disfrutándolo. Apuré después la coca‐cola… despacio. Parecía agradecerme el haberla elegido a ella… con todo el azúcar del mundo. Despojada de toda esa mierda light de edulcorantes virtuales (malditas caricaturas con mal gusto). Abstraído, intenté digerir la práctica plática de Tirso. Él estaría ahora sudando su chándal de poliamida, gestionándose, huido del depredador, salvando su vida… Pero la polla del gobierno es larga y alcanzó el fibroso culo de Tirso, incluso antes que el mío, a pesar de sus entrenadas carreras. También sus deportivas pisaron el charco de los recortes sociales. Ya en casa… comí algo más; encendí la tele; me hice una paja y me dormí.
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