Cosas de casas (Tomo 2)

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Qué es Cosas de Casas Por Jennifer Rubio Leal Asesor: Pedro Antonio Rojas

Trabajo de grado para optar por el título de Maestro en Artes Plásticas Facultad de Artes y Humanidades Universidad de Caldas Febrero de 2019



Cosas de casas no hubiese sido posible sin la presencia de muchas personas, desde afuera y desde adentro; a ellas quiero agradecerles aquí. A mis padres Patricia y Eusebio por acompañarme en este proceso. A mi madre por sentarse conmigo y escucharme, por los consejos. A mi padre por las correcciones, por las palabras de aliento; a ambos porque sin ellos, definitivamente, nada de esto existiría. A Sofa por las aventuras y la camaradería. A Diego por esperarme, por ayudarme a darle forma a estos libros, porque juntos aprendemos las formas para anular la distancia. A Pedro por las soluciones que encontramos juntos, por creer en este trabajo. A Adri, por los libros y las conversaciones largas. A Anita, por los juegos de rummy, por alentarme, por estar pendiente de este proceso. Al grupo de apoyo para tesistas, a Juli, a Manu, a Isa, a Andre, por la compañía, por compartir este proceso, por alentarnos mutuamente. Al Salón de Aquí, por una semana de conversaciones, de risas, de amigos, de arte y educación. A Camila y Daniela por el registro. A todos los que de alguna u otra manera han compartido conmigo esta experiencia, a mi familia en Bogotá, a mis amigos en Manizales, a mis amigos en México, a los que dejo por fuera, gracias siempre.



INDICE

ANTES DE EMPEZAR...

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ETAPAS

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REFLEXIONES DURANTE EL CAMINO

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CASA DE CITAS

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NOTAS FINALES

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REFERENCIAS

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¿Qué es Cosas de casas? Tres sillas, un butaco y una mesa de plástico. Casas empacadas en cajas, muchos letreros de “Se arrienda”, un camión de mudanza. Casas vacías, casas amobladas, destierros, historias sobre lo doméstico, muchas casas juntas. Ventanas con montañas de fondo, muebles y monumentos, casas desarmables, lugares de origen. Un libro de bricolaje, casas abandonadas, llaveros sin llaves, ladrillos apilados, espacios rectangulares, silencios. Un cofre para guardar recuerdos, libros en los estantes, un pedazo de tierra al que se puede llamar jardín, vecinos. Cosas olvidadas en el armario, cosas refundidas en los cajones, maletas en la puerta, una puerta abierta, puertas cerradas. Dibujos de casas, gris lápiz, gris cemento. Casas, treinta y dos casas, treinta y dos cosas sobre casas.


Antes de empezar... ¿Qué es una investigación? Me parece importante intentar responder esta pregunta, para entender los procesos que acompañaron a este trabajo y que leerán más adelante. Si vamos a su definición pragmática, diremos que investigar es “la serie de procesos que se siguen para descubrir algo” (Oxford, 2018), en la academia ese algo es un nuevo conocimiento y sus procesos generalmente están ligados al método científico. Esta es una investigación que nace desde las artes y como tal no busca una verdad, absoluta y comprobable, sino transitar otras rutas del conocimiento. Es este entonces, un ejercicio de prueba y error, De buscar otras perspectivas, De dejar que el conocimiento sea flexible, De hallar nuevas fuentes, De preguntarnos por lo cotidiano, De preguntarnos por nosotros mismos.

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Etapas “El objeto de este libro no es exactamente el vacío, sino más bien lo que hay alrededor, o dentro” (Perec, 2001, p. 23) La palabra que da inicio a este trabajo no es difícil de adivinar. Me ha perseguido desde que tengo memoria, pero siento que se trata de un descubrimiento reciente. Cuando era niña lo hizo en forma de juguete, en distintos materiales y colores: una granja, una con muebles diminutos, retráctiles, de papel, legos y fichas para armarlas… Casas, casas, casas, casas. Ahora, las persigo, las capturo, las dibujo; intento guardarlas, conservarlas. El interrogante por la casa y sobre todo por la mía, ha ido creciendo hasta que… aquí, después de mucho, puede hacerse tangible. ¿Qué es una casa? ¿Es siempre un espacio constituido por paredes, puertas y ventanas? ¿Cómo se investigan? ¿Cómo me relaciono con ellas? ¿Cuánto tiempo hay que habitarlas para que nos pertenezcan? Quise ser tan acuciosa como Georges Perec que, durante doce años, diseñó un método para describir doce de las casas en las que vivió, sin repeticiones y en diferentes épocas del año. Entonces me propuse estudiar los lugares detenidamente, el lector encontrará cuatro etapas en las que se desarrolló esta investigación, teniendo en cuenta que no hubo un camino trazado si no que se fue dibujando mientras avanzaba. 10


Primera etapa/ Antes de la lista Este fragmento está situado en una biblioteca de la Ciudad de México, en la sección de enciclopedias y diccionarios; en una mesa con libros gordos: un diccionario de sinónimos e ideas afines, un diccionario temático de las cosas y sus partes, enciclopedias y diccionarios etimológicos. Con uno de ellos abierto en la “c”, entre “carvi” y “casabe”. Cuando empiezo un proceso de investigación, el primer recurso al que acudo es la palabra. Encontrar todas las posibilidades que puede tener a través de sus significados, sinónimos, definiciones, origen; para así ampliar el espectro de la idea inicial que tengo. En este caso ese proceso no fue distinto, de ahí la razón por la que este fragmento inicie en una mesa llena de libros gordos. Mi objetivo en ese momento parecía claro: obtener la mayor información posible sobre casas, desde la palabra y desde la experiencia de otros. Adriana Ventura fue de gran ayuda en el proceso, me prestó los libros que usó como referencia para escribir Bocetos de una vida sin casa (2015),1 que incluían desde cuentos de Cortázar hasta poetas de varias nacionalidades que hablaban sobre el desarraigo y su relación con los lugares que habitan. Yo, por otro lado, acudí a la biblioteca buscando todo tipo de libros que tuvieran entre sus páginas la palabra casa, sobre todo en la sección de literatura. 1 Libro con el que ganó el premio de Cuento y Poesía María Luisa Ocampo en el año 2016.

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Si lo pienso mejor, antes de esa biblioteca, estuvo mi cuarto en Manizales a mediados del 2017, el año en el que leí a Georges Perec. No quiere decir que mi inquietud por los lugares y, en específico, por la casa haya nacido en ese momento, pero sí fue un encuentro necesario para darle forma a lo que hoy es “Cosas de Casas”. Lo curioso del asunto es que lo había leído antes, en Guadalajara. Fue mucho después, revisando mis libretas viejas que vi su nombre escrito al final de la página en donde copié el texto curatorial de una de las exposiciones en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara (MUSA). Recuerdo que regresé a esa sala solo a transcribir el fragmento. En el 2017 el encuentro no fue muy distinto, ambos tienen la similitud de la casualidad, en este caso fue por una dibujante que sigo, Tatee, compartió en twitter un fragmento de “Especies de espacios” libro en el que Georges Perec desglosa, desde lo particular a lo general, los espacios que recorremos todos los días. Desde el espacio de la página hasta el espacio que conocemos como mundo. Al final saqué el libro de la biblioteca y es posible que sea una de las razones por las que esté aquí, escribiendo sobre casas. Presté atención a cada una de las palabras en él, un indicio para darme cuenta que, así como Georges Perec, el espacio se había vuelto pregunta en mí. Los lugares comunes que recorremos a diario, de la habitación al baño, de la casa a la oficina, todos esos estaban ahí para ser interrogados, finalmente, llegué a darme cuenta que era válido preguntar por ellos. Ahora bien, después de la inquietud sembrada tras leer Especies de espacios quise reunir una serie de conocimientos que en otro momento y en otra disciplina podrían ser considerados innecesarios pero que aquí adquieren relevancia. Primero como una revolución del conocimiento, segundo porque alguien debe encargarse de las cosas comunes. Con esas intenciones en la cabeza decidí que este proyecto sería una enciclopedia de lo ordinario, que tendría como eje central la casa. La enciclopedia no surgió de un capricho, fueron ideas que convergieron, revisando su definición es una “obra en que se expone el conjunto de los conocimientos humanos o de los conocimientos referentes a una ciencia o un arte” (Oxford, 2018). La intención en este primer momento era recopilar información con respecto a la casa, proceso que ya había empezado y juntarlo en un libro ilustrado que cumpliera con la definición de enciclopedia, usando fuentes que hablaran 12


desde lo sensible y desde la experiencia, por eso los libros que Adriana me prestó fueron tan útiles, al igual que el libro que ella escribió. Sería entonces una enciclopedia que nacería de leer a poetas hablando de sus casas, de las mudanzas, del arraigo, la recopilación de conocimientos “absurdos”2 y claro, sin dejar de lado al dibujo. Suena congruente ahora que lo escribo, pero en ese momento todo era confuso. Aunque había recopilado información aún parecía insuficiente. ¿Tendría que abarcar también cuestiones formales, desde la arquitectura? A pesar de que tengo una colección de fotografías de casas, que visualmente me agradan, no era de mi interés adjuntar información relacionada con la forma y estructuras de viviendas sino más bien desde la forma en la que nos relacionamos con esos espacios en los que vivimos. Con todas estas aristas en la cabeza, el proyecto seguía siendo muy general y, en su mayoría, confuso haciéndolo difícil de abarcar. Convirtiendo a la pregunta por el contenido difícil de responder. Sin más, en ese vaivén, repetía a Georges Perec en mi cabeza diciendo: “Cómo hablar de estas “cosas comunes”, cómo asediarlas, cómo hacerlas salir, arrancarlas del caparazón al que están pegadas, cómo darles un sentido, una lengua: que finalmente hable de lo que existe, de lo que somos” (2013, p. 15). Aún no encontraba el lenguaje apropiado para darle forma a una pregunta que no tenía clara. Me encontraba en un camino con muchas posibilidades y no sabía cuál tomar. Asumo que es normal esa sensación, la de sentirse perdida mientras se buscan respuestas.

2 Digo absurdos entre comillas porque para quien escribe no lo son, y uno de los objetivos de este texto es dejar claro, que el conocimiento generado a partir de una experiencia sensible es igual de válido a uno que nace del método científico.

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Segunda etapa/ La lista Este fragmento tuvo lugar en nuestro comedor, en nuestra mesa de plástico; durante las conversaciones de media mañana con mi madre, acompañadas de bebidas calientes. Mi madre como fuente de primera mano de los acontecimientos familiares, de recuerdos que no guardo, la voz cercana a la memoria. Dice ella que vivimos en Bogotá dos años antes de mudarnos a Ecuador, que no fue fácil al comienzo, pero nos acostumbramos y, con el tiempo, nos gustó Quito. Después de diez años y con mis padres pensando en nuevos futuros, volvimos a Colombia, a Armenia, que tal vez sea el lugar en el que recopilamos más mudanzas. Fue antes de ir de intercambio a Guadalajara que caí en cuenta de que nuestra vida familiar está mediada por el movimiento. Si soy exacta fue durante las vacaciones de mitad de año del 2015. Nos mudamos, pero no a un lugar, simplemente las cosas grandes fueron guardadas en una bodega y cada uno se quedó con una mochila de ropa que serviría mientras tanto. Estuvimos una semana en Ecuador y cuando volvimos del paseo, nos quedamos en las casas de amigos. Fue un tiempo récord de un mes y cuatro lugares distintos. A pesar de no ser nuestra primera mudanza, esa serie de sucesos sirvieron para desencadenar la inquietud por la casa nómada y cambiante, por las posibles formas de habitar. Es por eso que me parece extraño que no hubiese escrito la lista antes, fue un paso que obvié: escribir la lista de todas las casas en las que hemos vivido con mi familia y en las que he vivido yo después de entrar a la universidad. Entendiendo por casa todo tipo de construcciones en las que tejimos la vida adentro, que nos sirvieron de refugio o como el lugar al cual llegar. Digo que obvié porque sabía que eran muchas, pero no sabía exactamente cuántas. No me había tomado el tiempo de: Contarlas, 14


Enumerarlas, Nombrarlas, Recordarlas, Ordenarlas, Clasificarlas.

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Hicimos la lista esa mañana mientras tomábamos té de manzanilla, como una tarea que surgió en medio de la confusión, la escribimos sin darnos cuenta que encontrábamos uno de los hallazgos más importantes de esta investigación; como el detective que encuentra la pista que une todos sus cabos sueltos o más bien la brújula que indica el norte. Sin notarlo, la pregunta inicial había estado desligada de mí y pensada desde afuera. En otras palabras, a pesar de que el objeto de estudio de este trabajo surge de una pregunta personal, lo había estado abordando desde una visión general lejana a mi experiencia. Escribir la lista fue importante porque me llevó a darme cuenta que no podía investigar la casa sin también abarcar la historia detrás entre esa palabra y yo.

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Tercera Etapa / Después de la lista Tengo treinta y dos casas, este momento sucede en la número treinta y dos: la actual. Escribir la lista fue el punto necesario para darle sentido a la pregunta que ahora tengo clara; no se trataba de las casas como objetos distanciados que tenía que desglosar para entender, sino de mi relación con ellas, con esos espacios y de nuestros diálogos. No puedo hablar de casas, estudiarlas, sin hablar de lo íntimo, de lo privado, de adentro, de mí. Guillermo Sañudo, en su texto La casa como territorio, dice que la geografía humana “es el estudio de las relaciones entre sociedades y su medio físico para entender los paisajes culturales que estas constituyen” (2013, p. 216). En otras palabras, la relación del hombre con su espacio trae consigo un resultado de carácter cultural que da cuenta de lo que somos. Para las ciencias que estudian el territorio la casa no suele ser objeto de su interés, porque no encuentran en ella algo para ser valorado. Opino todo lo contrario, la casa es el primer territorio con el que nos relacionamos, mucho antes de entender o aprender el nombre del país en el que vivimos. Aprendemos en ella el concepto de fronteras con una puerta cerrada, de reglas mucho antes que de leyes. Si vuelvo a la definición de geografía humana y la traslado aquí, al campo de las artes, el campo dónde es 17


válido partir desde lo íntimo, este trabajo sería entonces una geografía de mi relación con treinta y dos casas afectadas por factores como el desplazamiento, la mudanza, del espacio plural; para así entender cómo se habita en movimiento, en lapsos de tiempo indefinidos. Qué puedo decir entonces sobre la forma en la que nos hemos relacionado con nuestras casas: que esa relación incluye las palabras deriva e incertidumbre. Nunca hemos sabido con exactitud el tiempo que nos quedaremos en un lugar y si llegado el momento, encontraremos la manera y el espacio para quedarnos. Entonces, esta también es la historia de treinta y dos mudanzas, de casas en cajas, de traslados, y a veces, de destierros. Transitorios, así nos defino. Migrantes también. Lo fuimos en Ecuador, aunque no lo entendiera en ese momento, no me preocupara. Lo fuimos al volver a Colombia, con nuestro acento distinto y palabras extrañas. Ahora lo sé. Estoy regada y el proceso de enraizamiento no ha sido el común, tal vez no quiero decir que inexistente porque sería negar a los lugares y lo que vivimos en ellos.

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Mariana Oliver, en su libro Las aves migratorias (2017), escribe que “la casa es una ruta anclada a la memoria”. Esta es la definición de casa que me parece pertinente para este momento. Un cúmulo de trayectos a los que se puede volver desde el recuerdo. Tres países, ocho ciudades,3 treinta y dos casas a las que físicamente no puedo volver, al menos no a todas, porque ya no serán las mismas, de alguna u otra forma, ya no me pertenecen. Ya lo dijo Georges Perec y me sumo a cada una de sus palabras: “Me gustaría que hubiera lugares estables, inmóviles, intangibles, intocados y casi intocables, inmutables, arraigados: lugares que fueran referencias, puntos de partida, principios: Mi país natal, la cuna de mi familia, la casa donde habría nacido, el árbol que habría visto crecer (que mi padre habría plantado el día de mi nacimiento)4, el desván de mi infancia lleno de recuerdos intactos… Tales lugares no existen, y como no existen el espacio se vuelve pregunta, deja de ser evidencia, deja de estar incorporado, deja de estar apropiado. El espacio es una duda: continuamente necesito marcarlo, designarlo; nunca es mío, nunca me es dado, tengo que conquistarlo.” (2001, p. 139-140) Con la vaga idea de la forma que debía tener este trabajo, siempre conservando la forma de libro, fue natural empezar a escribir sobre mis casas. Me senté con mi madre de nuevo, esta vez para preguntar por detalles que no tenía claros. A veces, en medio de las conversaciones, terminamos llorando por los recuerdos o por la nostalgia que de algún u otro modo llegó para hacernos compañía. Fue el proceso de re-vivirlas; como si las hubiese sacado del baúl en el que habían estado guardadas por mucho tiempo, para limpiarles el polvo y sacudirlas. Fue la manera que encontré para que el espacio permanezca. El dibujo y la escritura han sido el lenguaje que siempre me ha acompañado; si me pongo a revisar mis libretas viejas, apuntes y notas, ahí están uno de la mano del otro. Pienso en algo que dijo el escritor 3E cuador, Colombia y México. Quito, Sangolquí; Bogotá, Armenia, Manizales; Guadalajara, Taxco, Ciudad de México. 4 El árbol de mandarinas que sembramos en la casa amarilla poco tiempo antes de volver de Ecuador a Colombia, lo imaginé grande, siempre quise verlo crecer. No lo hice. 19


Salman Rushdie en una entrevista: “Uno escribe en la lengua que domina” Y así lo hice. El espacio se va pero me queda la palabra. La huella del lápiz sobre la hoja. No tengo las casas, me quedan los recuerdos. No guardo el ladrillo, me queda el papel. Ahora entiendo a Bertolt Brecht cuando dice: “Me parezco al que llevaba el ladrillo consigo para mostrar al mundo cómo era su casa” Yo también me parezco a ese sujeto, la diferencia es que yo llevo treinta y dos.

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Cuarta Etapa / La exposición Este fragmento tuvo lugar en Armenia, del 10 al 14 de diciembre de 2018, en una de las salas de exposición de la gobernación del Quindío, la sala Roberto Henao Buriticá. En la quinta versión del Salón de Aquí: ABC - Pedagogía Artística. Siendo Cosas de Casas una de las propuestas seleccionadas. Fue una semana de montaje y laboratorios que giraron en torno al diálogo del arte y la educación, una conversación de varias voces; fue compartir con personas que resolvimos una pregunta similar de maneras distintas; fue un espacio cálido y abierto en el que la camaradería y la indisciplina fueron bienvenidas.

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Comparto entonces, un pedazo del texto curatorial escrito por Pedro Rojas (2018) que define con palabras más precisas lo que fue esta versión del Salón de Aquí: En este salón se encuentran todo tipo de críticas, producto de la frustración y el tedio que atormentan a los estudiantes de arte: máquinas de repetición que desdibujan los círculos cromáticos; cuerpos que borran tableros con lecciones, planas y dictados; tachaduras de notas escolares; colecciones de dibujos que hacen que la tierra arda; rituales para remover los espíritus que dominan las aulas de clase; quemas en las que los estudiantes sacrifican sus sueños y frases de duelo por la educación pública en las paredes. También se encuentran las estrategias que hemos utilizado para aprender a ser artistas de manera autónoma: bibliotecas con listas, anotaciones, citas y fotos familiares, tareas imposibles de finalizar, problemas de química y de caligrafía amorosa; cartillas acompañadas con gomitas de animales, galletas de la fortuna y crayolas; diccionarios que cuentan las historias de la calle, de los barrios y que se burlan de la realeza de la academia; manuales en contra de la urbanidad; obsesiones que se hacen preguntas sencillas, cosas, casas y tránsitos; instrucciones para tropezarnos con objetos insignificantes y convertirlos en tesoros invaluables. Finalmente, se encuentran los residuos de los laboratorios que hemos realizado a realizado a lo largo de la semana en los que hemos intentado ser indisciplinados, crear dispositivos para desobedecer y convertirnos en personajes de teatros fantásticos, mapas y bordados que nos permiten desaprender y bombas de semillas que nos enseñan a resistir como pequeñas malezas en las grietas del asfalto.

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Ahora bien, los artistas participantes, tanto invitados como seleccionados por convocatoria fuimos: Colectivo “Soy Estudiante”, Leandro Ocampo, Gustavo González, Carlos Flórez, Natalia Lombo, Stefanía Diaz, Nathalia Montenegro, Jorge López, Colectivo “Obras de la Mano”, Lwdin Franco, Esteban Sanchéz, Jennifer Rubio y Andrea Zuñiga. En los laboratorios, Manuela Álvarez, Georgina Montoya, Andrea Ospina y Juliana Ceballos, Pedro Rojas, Francisco Parra. Y por último, los integrantes del Salón de Aquí: Camila Arias, Vanesa Palomino, Leandro Ocampo, Daniela López, Stefanía Diaz, Esteban Sánchez, Luisa Granada, Francisco Parra, Erika Orozco, Lwdin Franco, Jorge López y Pedro Rojas. Así pues, entre buena compañía, presenté Cosas de Casas como una instalación que dividí en dos partes, la primera que da cuenta del proceso de investigación, las palabras, ideas, dibujos que fui recogiendo a lo largo del proceso y que ya he compartido aquí; la forma en la que se hizo tangible la metodología de este proyecto. La segunda parte fue Cosas de Casas, el libro ilustrado, el resultado de todo lo anterior.

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Reflexiones durante el camino A lo largo de esta investigación reuní palabras que me ayudaron a entender mi relación con los lugares en los que he vivido. Palabras que han sido constantes y cotidianas. Parece que, de alguna manera, se han vuelto parte de una rutina. Por eso, en la mitad del camino de lo que ha sido este trabajo, me detuve y escribí sobre ellas, me atrevo a decir que, con el fin de encontrar los vínculos que nos unen.

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Geografía Si volteo a ver, crecí rodeada de nevados y volcanes. La primera vez que supe que era una erupción volcánica fue a causa del Pichincha, la ciudad se revistió de gris; las calles, los carros estaban cubiertos de ceniza y las ventanas de las casas marcadas con una “x” de cinta. Mi padre también marcó las nuestras. Recuerdo la ceniza, las mascarillas que debíamos llevar en nuestras mochilas a la escuela en caso de emergencia. También recuerdo a mi madre recogiendo la ropa con prisa para evitar que se perdiera o ensuciara. Guardo más nombres de volcanes, el Cayambe y el Chimborazo por ejemplo, ambos parte del paisaje cuando mi padre nos llevaba a Cayambe, la provincia, por bizcochos o cuando viajábamos hacia Ambato. Al Cotopaxi siempre lo sentí cercano. Lo saludaba en las mañanas de camino a la escuela. Solo tenía que mirar hacia atrás y ahí estaba, siempre blanco en medio de la calle empedrada. Cuando nos mudamos a Armenia, apareció el Machín durante una clase de geografía. El profesor explicó esa vez lo peligrosa que podría ser su erupción. A él, no sé distinguirlo entre los cerros. También está el nevado que sólo he visto dos veces. Me atrevo a pensar que es el Quindío, pero es más bien tímido. Cada vez que tengo la oportunidad de buscarlo en el cielo despejado, no está visible. En Manizales conocí al Ruiz, al Tolima y al Santa Isabel. Ahí estaban los días que amanecía despejado mientras caminaba a clase de siete. Y a las cinco de la tarde, desde la terraza de Bellas Artes, cuando me quedaba a ver las nubes pasar sobre las montañas, como el último desfile que daba fin al día.

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Vengo de montañas, de estar rodeada de ellas, de sus azules, sus verdes, sus blancos y sus grises. Lo noté en Guadalajara cuando el único volcán que tuve cerca era el nombre de la calle en la que llegué a vivir y que al comienzo no sabía pronunciar, el Popocatépetl. –Volcán Popocatépetl 6192-. Como quien suma coincidencias o programa encuentros, lo tuve cerca de camino a casa en Chalco. Lo vi desde el avión antes de llegar. Ahora sé que es la Montaña Humeante y que se encuentra junto a la Mujer Dormida, el Iztaccíhuatl. Así, no es difícil concluir, quiéralo o no, que casa también es tener una montaña cerca.

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Espacios Prestados Habito libros como si fueran casas. Habito casas como si fueran libros. Cuando saco un libro de la biblioteca no puedo evitar pensar en el lector anterior a mí; son espacios que habitamos por un momento (el estipulado, entre diez a quince días). En ellos hay pequeños rastros de alguien que también estuvo ahí, una nota olvidada, una oración subrayada o la lista de pendientes escrita sobre la portada. La sensación no es distinta al llegar a una casa nueva, ambos se abren, se recorren, se cuidan, se habitan y llegado el tiempo… se devuelven. Se entregan a alguien más. Los libros y las casas, mis casas, han sido espacios prestados, espacios que me pertenecen un rato, de tiempos cortos. Por eso hace poco empecé a comprar libros, Porque no tengo una casa, Pero puedo tener libros. Porque el espacio permanece también en una hoja de papel.

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Llaves No es la primera vez que cargo un llavero vacío. Muchas veces he tenido que dejar las llaves que lo acompañaban. Recuerdo, por ejemplo, cuando llegaron mis primeras vacaciones universitarias: entregué las llaves a mi casera pensando que no las usaría más y al final, me acompañaron un año. De ahí en adelante ha sido un sinfín de llaves que entran y salen de mi llavero; algunas entregadas en la mano, otras dejadas sobre la mesa o en algún lugar visible… De alguna u otra forma tener llaves da la sensación de tener una casa. En ellas reside el dominio del afuera y del adentro. Tengo un llavero, no tengo llaves. ¿Tengo una casa? Mi llavero vacío como símbolo de la casa que no tengo. Hace una semana volví a dejar las llaves, las cargué durante dos meses en el bolsillo delantero de mi mochila, cerciorándome de vez en cuando de que estuvieran ahí. Y es que en mí no habita miedo más grande que aquel de perder las llaves. Quedarme afuera de casa.

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Muebles monumentos Acumulamos recuerdos, guardados en cajas y cajones. Algunos otros dejados atrás, porque no había espacio para ellos en la nueva casa o simplemente, el tiempo y el polvo los fueron desgastando. ¿Qué hay en ellos dignos de memoria? Se han levantado como monumentos para hablar de nuestras pequeñas batallas sin importar el resultado. Están ahí, debajo del sofá o en los gabinetes de la cocina. Refundidos en la oscuridad o erguidos en medio de la sala. Se limpian, se guardan, se llevan en la mudanza. Nuestros muebles monumentos.

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Métodos de mudanza Después de un número considerablemente grande de mudanzas, la lógica diría que ya tendríamos que ser expertos. Pero no es así. Tal vez cada casa sea diferente y es por eso que olvidamos la experiencia de su antecesora y por lo tanto cada una parece necesitar su propio método. El ciclo no varía: Buscar una casa, empacar la casa anterior, instalarse en el nuevo lugar. Y aunque suene simple en este pedazo de papel, no lo es. Hay kilómetros recorridos detrás de la palabra “buscar”. Papeles que se botan, ropa que se queda y la necesidad de ser ligeros antes de “empacar”. “Instalarse” tal vez sea la parte en la que está permitido respirar. Hay tiempo para reconstruir la casa, para acoplarse a sus espacios. Entonces, en medio de cajas sin desempacar, el método no existe.

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Casa de Citas Este es el lugar donde se congregan las palabras que no escribí yo, las que me acompañaron durante la investigación; las que guardé en mi libreta, las que me acogieron, que se hicieron cercanas, que se sintieron cálidas. Este es el espacio para compartirlas y para agradecerles por ser las palabras justas, tal vez las indicadas. En ellas encontré pequeños indicios y, sobre todo, la prueba de que esta búsqueda no es solo mía, sino que hay muchas personas junto a mí que en algún momento se hicieron una pregunta similar. Sin más preámbulo, así comienza esta reunión de voces a destiempo.

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Casas “Edificio, mansión, hogar, establecimiento, morada, residencia, vivienda, apartamento, domicilio… Familia. Comercio. Descendencia, linaje, raza.” Prof. Julio de la Canal Diccionario de sinónimos e ideas afines Ciudad de México: Compañía Editorial Continental, S.A. (1981). pág. 65 “Casas de familias que ya no se dan y baños amplios de tuberías antiguas. Casas con actitudes playeras y codiciadas por renovadores urbanos y su costumbre de imponerse sobre lo anterior. Casas de varios niveles que se borran con drywall y ladrillos, como si la ausencia de una familia numerosa fuera suficiente para acabar con el rasgo de la monotonía y todas sus historias.” Jeffry Esquivel Memoria corta, largos desplazamientos Revista Matera. (2017), no 17. pág. 222 Yo tengo una casa que viene y que va que sube y que baja que se encoge y que se agranda que está aquí y está allá. Pues allí donde yo estoy, siempre está mi casa. Claudia Legnazzi Yo tengo una casa Ciudad de México: Colec. Los Especiales de a la Orilla del Viento. (2013). pág. 13 33


He aquí una casa loca, cuyas escaleras no conducen a nada. Uno abre la puerta y cree entrar y en realidad ha salido. Pero cuando uno cree salir sucede lo contrario: uno ha entrado. Y la mayoría de las veces uno no se explica a dónde ha llegado, o qué ha sido del cuerpo de uno en esta casa. Las ventanas tienen la peculiaridad de no mirar hacia afuera sino hacia adentro. Todos los muebles cuelgan a medio metro del techo principal. De manera que para llegar a ellos es necesaria la imposibilidad de volar, o un salto largo y elástico que le permita a uno aferrarse de una silla, por ejemplo, y luego escalarla y sentarse en ella, como en un peligroso columpio. Y lo peor ocurre cuando cada uno de los movimientos oscilantes de los muebles tiende a vencer el equilibrio de los ocupantes, de manera que muchos se han despedazado intentando resistir más de una hora sentados en el mismo sitio. Todos los muebles confabulan sus movimientos para desbaratar a sus ocupantes, y ya se sabe que los muebles flotantes procuran sobre todo que los cuerpos sean derrotados de cabeza; nadie ha podido saltar incólume. Siempre, en la caída, hay otro mueble oscilante que se las arregla para que el cuerpo en condena se estrelle de cabeza contra el suelo.

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A pesar de estas aparentes incomodidades, se escuchan, en la casa, cuando cae la noche, muchas voces y risas, y chocar de copas (y muebles). Nadie ve llegar a los invitados, y tampoco salir, y eso se debe seguramente a la otra originalidad de la puerta, que da la sensación de permitir entrar y salir al mismo tiempo, sin que verdaderamente se haya salido o entrado. Nadie sabe, además, quién es el dueño o quiénes habitan la casa permanentemente. Alguien nos cuenta que vive una pareja de niños. Otros aseguran que no son niños, sino enanos: de lo contrario no se justificarían las fiestas de siempre, escandalizadas por las exclamaciones más obscenas que sea posible imaginar. Hay quienes afirman que nadie vive en la casa, y que en caso contrario no serían niños y tampoco enanos sus habitantes, sino dos jorobadas dementes. Ni unos ni otros dicen la verdad. No han acabado de entender que todos son en realidad mis habitantes, que están dentro de mí como también yo estoy dentro de ellos, que yo soy algo vivo, y que a pesar de todas las vueltas que puedan dar por el mundo quizá nunca les sea posible abandonar mi tiranía para siempre, porque también yo estoy dentro de mí. Evelio Rosero Diago Cuento para matar un perro (y otros cuentos) Bogotá, Carlos Valencia Editores. (1989). pág. 16-17 La casa es la misma; espacio rectangular invadido por la quietud de las horas. Ingrid Solana Barrio verbo Ciudad de México: Fondo Editorial Tierra Adentro. (2014). pág. 13 La vivienda se ha tomado como definición del hecho edificado y construido en un lenguaje puramente arquitectónico, y la casa como lugar de la existencia, de la construcción del sujeto, del sentir propio de la experiencia humana. Guillermo Sañudo La casa como territorio. Una nueva epistemología sobre el hábitat humano y su lugar doméstico, Iconofacto. (2013) no 9(12). pág. 214-231 35


En mi casa -que no es casa sino apartamento- tengo cosas que me alegran, como cuadros, plantas, libros que he leído y tengo por leer, la televisión y la cama. Sin esas cosas, mi apartamento no sería mi casa, sería solo un espacio. Manuel Kalmanovitz Escapar a casa Revista Matera. (2017) no 17. pág. 226 A veces se construye hogar en una casa, otras veces en un apartamento, a veces en una habitación, a veces en una finca. Algunas veces no hay casa, ni apartamento, ni habitación, ni finca propia. A veces se renta, a veces se compra, a veces se presta. A veces no hay con que rentar, ni comprar, pero hay familia con quienes crear casa. A veces esa familia es una carga, a veces es un apoyo. En algunas ocasiones hay dos casas y una sola familia, en otras hay dos familias y dos casas, en otras ocasiones hay más. A veces hay cosas pero no hay casa, a veces hay casa, pero no hay cosas. Algunas veces hay una cama o un intento de cama en que dormir, pero no hay un baño propio, hay unos cartones y unas telas, a veces hay una esquina favorita de la ciudad donde dormir con el perro y donde sentirse en casa. Las casas se crean a partir de ideas, a veces solo no se crean, pero en la mayoría de casos sí. María Margarita Moreno Las casas y las cosas Revista Matera. (2017) no 17. pág. 134-135

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Los que no tenemos casa, los que nunca hemos tenido casa solemos ir de pared a pared volteando la cabeza para no creer de nuevo. Los que no tenemos casa, los que nunca hemos tenido casa odiamos salir de viaje. No vaya a ser que en la distancia podamos definir un país que se deja y confundirlo con amor nacional. Detestamos las nacionalidades. Los que no tenemos casa, los que nunca hemos tenido casa nos sentamos en las casas ajenas y lloramos quedito, educadamente, por gratitud ante la puerta abierta. Solemos caminar demasiado, no sabemos meter dinero a los bancos y vivimos al día a día con lo suficiente. No importa la edad que nos posea, tenemos aire de que acabamos de llegar, de despertar, de amar desconocido, de besar a alguien bajo los puentes; apreciamos la buena comida, el vino escaso, somos agradecidos a falta de otras costumbres menos bárbaras. Tenemos una voz suave como recién nacida que hace que los demás se inclinen a escuchar. Los que no tenemos casa, los que nunca hemos tenido casa nos vestimos con todos los colores, no nos gusta que nos miren en blanco y negro; arrojamos centavos en las fuentes pero olvidamos después tantos deseos incumplidos… los parques, las iglesias, las glorietas arboladas son nuestros lugares favoritos, también el mar pero está lejos y uno tiene que quedarse cerca por cualquier cosas, por si llueve, por si hace calor, hay que estar disponible: la casa que no tenemos, que nunca hemos tenido, puede que se caiga sobre nosotros y hay que estar preparados. Brenda Ríos La sexta casa Sinaloa: Instituto Sinaloense de Cultura, Serie Ex Libris. (2018). pág. 26-27 37


No quisiera volver a tu casa. Pero hablaré de ella, de tu hábitat, de tu locus. Y hablaré de tu casa porque es la única que conozco. No puedo todavía hablar de la mía, porque, a pesar de lo paradójico que pueda parecer, no tengo casa. Florence Thomas De la A la Z Bogotá: Aguilar. (2008). Pág. 81 También está la gente que no se aguanta su casa, que se la pasa callejeando o mudándose o armando planes para cambiarse de ciudad o de país o de continente. De pronto para esa gente su casa es simplemente su mente o el mundo en un sentido amplio, y no necesita refugios de ninguna clase. Manuel Kalmanovitz Escapar a casa Revista Matera. (2017) no 17. pág. 230

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Huellas PERMANECER (D)escribir la casa, la película, el libro y el habla que usamos todos los días con los ojos cerrados. Andar el camino perdido y recuperar los verbos que definen lo que fuimos: animales de actos nostálgicos. Aprender a partir y a moverse. Ingrid Solana Barrio verbo Ciudad de México: Fondo Editorial Tierra Adentro. (2014) pág. 202 Los lugares que soy, o los que he sido, los que existen y los que fui matando los he dejado aquí como recordatorio. Estas piedras van a formar mi casa Y estos poemas son mi geografía. Ángel Vargas El viaje y lo doméstico Ciudad de México: Praxis. (2017)

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Un edificio tiene su época de oro, los años y el desgaste lo adelgazan, le dan un parecido con la vida que transcurre. La arquitectura pierde peso y gana la costumbre, gana el decoro. Fabio Morábito Época de crisis. Del lunes todo el año Ciudad de México: Editorial Verdehalago. (2005). Pág. 11

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El espacio (continuación y fin) Me gustaría que hubiera lugares estables, inmóviles, intangibles, intocados y casi intocables, inmutables, arraigados: lugares que fueran referencias, puntos de partida, principios: Mi país natal, la cuna de mi familia, la casa donde habría nacido, el árbol que habría visto crecer (que mi padre habría plantado el día de mi nacimiento, el desván de mi infancia lleno de recuerdos intactos… Tales lugares no existen, y como no existen el espacio se vuelve pregunta, deja de ser evidencia, deja de estar incorporado, deja de estar apropiado. El espacio es una duda: continuamente necesito marcarlo, designarlo; nunca es mío, nunca me es dado, tengo que conquistarlo. Mis espacios son frágiles: el tiempo va a desgastarlos, va a destruirlos: nada se parecerá ya a lo que era, mis recuerdos me traicionarán, el olvido se infiltrará en mi memoria, miraré algunas fotos amarillentas con los bordes rotos sin poder reconocerlas. Ya no estará el cartel con letras de porcelana blanca peluda en forma de arco circular sobre el espejo del pequeño café de la calle Coquillière: «Aquí consultamos el Bottin» y «Bocadillos a todas horas». El espacio se deshace como la arena que se desliza entre los dedos. El tiempo se lo lleva y sólo me deja unos cuantos pedazos informes: Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos. Georges Perec Especies de espacios Barcelona: Montesinos. (2001). pág. 139-140.

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Mudanzas Había visto las cajas esa mañana, muchas de ellas ya cerradas con casi toda la casa adentro. Pedro Badrán El día de la mudanza. Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá. (2001). Pág. 31 En aquella casa había construido mi guarida. Era una madriguera en la que, cuando estaba triste, me escondía como un perro enfermo, y bebía mis lágrimas y lamía mis heridas. (…) Pero tal vez cualquier casa, cualquier casa podía, con el tiempo, convertirse en una guarida, y acogerme en su penumbra benévola, tibia y tranquilizadora. Natalia Ginzburg Ensayos Barcelona: Lumen. (2009). pág. 25.

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Sigo sin saber qué interruptor enciende el foco de la sala y cuál el del pasillo los libros yacen apilados en el suelo y no hay un solo clavo en las paredes. Las ventanas dejan entrar la luz desnuda y las miradas extrañas y habituales de mis vecinos. Las cosas de antes siguen embaladas en cajas que esperan en el clóset como piezas de archivo en el museo de la memoria autobiográfica. Cuando despierto a medio sueño me toma de tres a diez segundos saber dónde me encuentro. Recorro a oscuras, con torpeza, el trecho que va de la cama a la cocina -de esta casa a la de antes-, y a veces todavía me pierdo como un turista de mi propia vida. Herson Barona Departamento Bonsai. Ciudad de México: Cuadrivio. (2017). Pág. 51

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En cada una de mis mudanzas lo primero que llevo es una serie de fotografías que sepulto muy pronto en el fondo de un cajón bajo la ropa que no uso. No se las muestro a nadie; yo casi no las miro, me basta con que existan los recuerdos. Todavía no sé qué significa ese gesto, no sé por qué me apego a los rituales tan absurdos. Podría decir que es una forma de apropiarme del espacio, podría decir que una mudanza comienza con la memoria y lo primero que se instala en una casa es el pasado. Herson Barona Departamento Bonsai. Ciudad de México: Cuadrivio. (2017). pág. 59 -¿Por qué te fuiste? ¿Por qué dejaron todas esas casas? - Porque no tuve elección. Lowery, D. (Director) A Ghost Story (Película). Estados Unidos: Zero Trans Fat Productions. (2017).

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Notas Finales Cuando pienso en esta investigación la asocio con la palabra recorrido, antes de que naciera la ví como eso, un camino que poco a poco debía construir, sin líneas rectas porque me perdí varias veces y otras me quedé quieta y esperé. Esta es la síntesis de esos trayectos. Tengo treinta y dos casas y esa es la causa principal de que hoy exista mi pregunta por el espacio. Es posible que el número siga en aumento y yo siga haciendo preguntas, por otras casas, por otros espacios, por las cosas comunes, por mí. Cosas de casas es una de las formas que encontré para volver de nuevo a mis lugares, para que permanezcan, para hablar de lo que fuimos y de lo que somos. Traigo de nuevo a colación a Georges Perec (2001) porque en este momento considero que él ya tiene las palabras para algo que yo también quiero decir “Escribir: tratar de retener algo meticulosamente, de conseguir que algo sobreviva: arrancar unas migajas precisas al vacío que se excava continuamente, dejar en alguna parte un surco, un rastro, una marca o algunos signos” (2001, p. 21). No solo escribir, dibujar también, siempre el lápiz sobre el papel. Y ahora que vuelvo a leer ese fragmento, es el motivo y la razón de ser de Cosas de Casas: un surco, un rastro, una marca, algunos signos. Casa no es una palabra con una sola definición, yo no tengo una única definición para ella, así como no tengo una única casa. En una investigación sobre arte es válido partir desde lo íntimo, cruzar ramas (interdisciplina), llorar.

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Referencias Badrán, P. (2001). El día de la mudanza. Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá. Barona, H. (2017). Departamento Bonsái. Ciudad de México: Cuadrivio. Camnitzer, L. (2015). Arte y pedagogía. Esfera Pública. Recuperado de: http://esferapublica.org/nfblog/arte-y-pedagogia/ Careri, F. (2002). Walkscapes: el andar como práctica estética= walking as an aesthetic practice. Editorial Gustavo Gili. Carrión, U. (2012). El arte nuevo de hacer libros. Ciudad de México: Tumbana Ediciones, Conaculta. Cruz, A. (2015). Enciclopedia de Historia Universal. Medellín: Tragaluz Editores. De la Canal, J. (1981). Diccionario de sinónimos e ideas afines. Ciudad de México: Compañía Editorial Continental, S.A.. pág. 65. Del Río-Almagro, A. (2017) Consideraciones sobre la elección, definición y problematización del tema de investigación en el campo de las Bellas Artes. Arte, Individuo y Sociedad. 29(1) 137-151. Gris, H. (2017). Todo el mundo tiene una caja. Los objetos como relatos del habitar. Cosas de arquitectos. Revista digital de Arquitectura. Recuperado de: https://www.cosasdearquitectos.com/2017/05/following-nolan-objetos-como-relato-del-habitar/ Heidegger, M. (1951). Construir, pensar, habitar. Recuperado de: http://www.geoacademia.cl/docente/mats/construir-habitar-pensar.pdf 46


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