El Final De La Distancia

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El Final De La Distancia La cesión de algunas tareas habían evitado un nuevo enfrentamiento que había sido orquestado con absoluta nitidez, a la medida de una mente brillante, rigurosa y dispuesta, para obligar a la señora Elliette a replegarse; esa mente aún no del todo descubierta era la de su nuera. Ivy también se estaba distanciando, a medida que notaba que las pasiones propias de su edad crecían en ella y se apropiaban de ella, y su propia presencia se volvía más insignificante. A los quince años tragamos la vida sin masticar, deseamos cada descubrimiento como ese gran trago recio que debe alimentar la creciente ansiedad que nos domina, Tenemos en mente unicamente los estímulos que mueven nuestras emociones más fuertes, y nos perdemos lo que consideramos que ya nos hemos ganado. Ivy pasaba una y otra vez delante del cuerpo inmóvil de su bisabuela como si se tratara de una estatua de piedra, un monumento a la vejez o un adorno. Apenas reparaba en ella, su mente parecía estar en otro sitio, en algo que tendría que suceder antes de que nuevas posibilidades de diversión se le presentaran, y antes de salir le daba un beso, tan fugaz que apenas esperaba una respuesta. En ocasiones me pregunto si después de una edad determinada, después de empezar a considerar que ya hemos vivido, después de haber alcanzado el límite que nos coloca en lo experimentado, avanzado y ajado al mismo tiempo, no se nos ocurrirá reaccionar con violencia contra un destino impuesto, contra la condición de envejecer y finalmente morir. La duda tiene un recorrido muy corto, pues he visto ancianos rebelarse contra su entorno, contra su perdida de autoridad, contra sus enfermedades y sus torpezas, pero ninguno de ellos parecía sopesar las condiciones impuestas y de dónde procedía el castigo, y buscar el origen hacia el que deberían dirigir su violencia. El marido de Elliette pasada esa edad en la que todo empieza a perder sentido, había dado muestras de ser un hombre violento, y en ocasiones había reaccionado de una forma difícil de asumir, hasta el punto, de que su propio hijo expresó su convencimiento de que de seguir las cosas por aquel camino de rabia y locura, tendrían que sopesar la idea de internarlo en un centro especial donde pudieran atender adecuadamente sus necesidades. Elliette no decía nada, callaba siempre, poco a poco se había ido encerrando en sí misma, y procuraba no tener opinión acerca de nada. Aceptaba los cambios resignadamente y seguía entrando en su mundo de recuerdos sin compartirlos con nadie. Finalmente su marido decidió que ya había sido demasiada vida y se dejó morir, así lo digo porque así lo pienso, se cansó de luchar. A ella la dejó viviendo en un mundo ajeno, procurando pasar desapercibida y volviéndose tan silenciosa como su respiración le permitía. Se hablaba intentando darle forma a sus emociones,tal como ella pensaba que existían,


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