El Capital Y Las Migajas ¿La Inmoralidad Del Millonario? No debe ser difícil para un hombre que maneja una fortuna empresarial, encontrar beneficios en fabricar explotando niños en la India o Camboya, a los que paga una cuarta parte de lo que cobra un obrero occidental, y eso forma parte de la laxitud de conciencia que necesita un hombre de negocios. Como es lógico, no podemos pedir a las empresas que se suiciden y paguen a su obreros más de lo que producen, pero hay un mundo entremedias y debemos pedir justicia social. Nuestra crítica debe partir siempre del mundo real, el que entra psicológicamente en las ideas del hombre que toma las decisiones empresariales (qué tipo de hombre es y que persigue en la vida) y, ademas, no proponer la destrucción del tejido empresarial, eso nadie lo aceptaría. No es difícil en estos tiempos de crisis cargar contra el capitalismo, sobre todo porque los gobiernos neoliberales han hecho más pobres a los pobres y más ricos a los ricos, y no sólo eso, el número de ricos ha aumentado considerablemente y esa riqueza tiene que salir de algún sitio -es a costa a de algo y de algunos-. No es ningún descubrimiento especialmente emocionante, los pobres pierden primero, pero los capitalistas, sobre todo los más convencidos de que su pasión por lo material los puede salvar, envejecerán al lado de sus trabajadores y necesitarán de los otros cuando el dinero ya no sea suficiente; ese es el momento, están llamados a perder de antemano. En esta idea debemos detenernos, todos nacimos para perder, somos compañeros en la desgracia, nadie es más que nadie. Los que acuden a toda prisa para tapar esa vía de agua, para asegurar que más vale un capitalista muerto que cien obreros sin futuro, suelen ser los herederos, pero lo cierto es que la vejez no perdona y, en ese momento, la lucha ya no es por ganar en la bolsa, la lucha es porque no les sirve de nada. El capitalista está llamado a morir antes de tiempo, porque su vida es de negación y lo que no se hace de forma natural es forzado, y lo que se fuerza desde nuestras entrañas, termina por matarnos -por supuesto que muchos afirmarán que esto no tiene base científica, pero otros saben que así está sucediendo-. Y por supuesto, para acabar de ser realista, los grandes capitalistas tampoco llegan a reaccionar y pensar en ese momento, “a lo mejor no mereció la pena”, casi todos mueren abrazados a su fortuna, adorando el dinero y dispuesto a golpear a cualquiera que, un minuto antes de su muerte, ose meter la mano en su riqueza. Mueren matando, por así decirlo. El mundo necesita hombres que busquen una salida solidaria a la desigualdad, de buena fe y compartida por todos, basada en el reparto justo de los riqueza a través de los impuestos. Eso llevaría a una reducción de la presión que la sociedad ejerce sobre los más desfavorecidos, sobre familias que no pueden pagar los comedores o los libros de sus hijos y terminan por desear vivir en la calle. Estamos obligados a buscar una salida social que nos haga mejores como personas, dispuestos a ayudar y compadecernos de los desafortunados, de los refugiados, de los enfermos, de los ancianos y los que han nacido en un lugar que no les permitirá salir nunca de la pobreza. Por muy virulentas que se manifiesten las crisis y por muy egoístas que sean las medidas neoliberales en el gobierno, las personas normales, los de a pie, la gente de ordinario, mantendremos el sentido solidario que nos hace mejores por dentro. Nunca debemos renunciar a eso.
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