La nada aún no es hoy

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La Nada AĂşn No Es Hoy Krokovsky Ludvesky


1 Fallamos En La Dulzura Del Azul Fallamos en ser nosotros mismos, todos los momentos se parecían, éramos otros viviendo una ficción. Después se fueron despejando nuestras dudas, y descubrimos demasiado tarde, que nadie está tan loco como dice. ¿A qué viene ese interés por hacerse el distraído en mitad de la batalla? Todo empieza a ser posible, todo empieza a ser mañana, si eludes el pensamiento persistente que a todos nos convocaba y hoy nos embrutece. Deberíamos reconciliarnos con nuestros errores: Deberíamos hacerlo frente a la gente que es nuestro público cotidiano, pero eso no es posible. En cuanto nos enfrentamos a los reproches de nuestro inconsciente entendemos que va a ser para siempre, somos esclavos de no perdonarnos porque no nos tememos como al que fuimos en otro infierno. Mezquinos en la reconciliación no podemos ocultarnos nada, ni lo peor, si lo peor existe. Lo enterramos en el silencio que no en la memoria porque allí figura presuntuosa la inocencia fingida. Cada uno de nosotros somos dos, al menos. Desechamos la parte que es reprochada porque no es tan malo asustarse de pecados ajenos, y si son nuestros los creemos caprichos. Deberíamos haberle hecho frente a la característica que pretende abandonar nuestros temores. El más lúcido pensamiento pierde su propósito si con el paso de los años hemos olvidado como hacer funcionar la dirección, hemos olvidado enfocar el espolio que produce, hacía donde debemos dirigir su potencial. Poblados de dulces pensamientos que persiguen despertarnos en la represalia del cansancio, no consiguen esconder el remordimiento detrás de la pereza. Podrías proponer una confesión pública, a corazón abierto. ¿Te puedes imaginar haciendo algo así, tú que hablas contigo mismo como si te debieras algo? Estamos dolidos de convenciones que no conducen a exculparnos de lo que no hemos hecho, ni a perdonarnos de faltas menores. Todo se tiene en cuenta esperando que duela como duele la tortura. Al ser dos, aunque nos censuremos formamos partes de nuestros secretos, por lo tanto nos aceptamos como nuestro mejor aliado y confiamos en que nuestros


pensamientos están guardados en un encierro inviolable. ¡Qué sórdida puede ser la vida, si a pesar de la mediocridad que exhibimos, no somos capaces de guardar algunos secretos! No soy el único que habla solo, que camina ajeno a los que vuelven la cabeza contra el señor Hyde. Y ese otro ser oculto, es en ocasiones tan fuerte, que el hombre no puede encontrarse a sí mismo. El verdadero yo no se pronuncia por miedo a ser delimitado, por miedo a tener un pensamiento ordenado y por lo tanto previsible, pero lo que es aún peor, por miedo a coincidir con el resto del mundo en alguna idea superviviente. La voz se construye desde una mentira que pretende el manifiesto de la existencia, nada respira por casualidad. Ese sonido humano que sale de nuestros pulmones antes de aplicarse en cada libre cuerda de nuestra garganta, es un sonido que nos hace compañía como ningún otro, es un intento de alcanzar la amable distancia que que imponemos a nuestra propia soledad, la piedad de prestarnos atención como nadie supo hacerlo. No debería hablar en plural, porque alguien puede creer que hablo por todos, pero no, sólo hablo de personalidades vacías de un yo diferente debajo de un puente de autopista. Nos podríamos asustar de nuestros sueños, de nuestra sombra, de de nuestras frustraciones, de nuestros traumas, de nuestros recuerdos, de nuestros remordimientos de los pecados que nunca pudimos perdonarnos, pero aún cuando despertemos en mitad de la noche más allá del ronquido, articulando palabras que a su vez nos lleven a un discurso poco digerible, la extraordinaria resistencia con la que amamos nuestra voz impedirá el sobresalto. Precisamente lo inexplicable de creernos en familia cada vez que nos consuela, nos hace sentir que nada más extraordinario que su tonalidad zalamera y piadosa, puede ser alguna vez poseído. Estoy comprometido con este yo que no es nadie, pero se expresa según su propia medida. Arrullado por un murmullo de ángeles, por una canción de cuna que me adormece, porque ese sonido humano reconocible, agranda mis pupilas al punto de hacerme perder los párpados, de modificar el ritmo de mis venas y por fin hacerme caer en un sueño de beatos y vírgenes de juventud. No soy nadie pero hablo por todos, por los otros que comparten el bajo puente mientras diluvia; hablo por mí y por el otro que me señala desde las entrañas, mientras, el charco del arroyo que nos cruza va llenando el cuello de los ahogados. En la tempestad el buque no avanza, se limita al consentimiento. El ojo existe como un semejante, ellos me lo han hecho notar, se han quejado de que mi ojo es demasiado alegre. ¿Alegre? Puedo conservar intacto mi ojo, me han dicho guardando un punzón oxidado, mientras yo, como siempre en estos casos, me he limitado a mirar al suelo en silencio. No me habla si alguien más interviene, me reclama un pasaje de soledad para hablarme, y cuando están ellos, guarda silencio. Alguna vez desde un deslumbramiento he llegado a adivinar mi vida pasada, entre la comodidad del absurdo y el reclamo de una alianza donde mi amor me espera. La más alta forma de agradecimiento, en los límites de la esclavitud se cayó la realidad con el ensamblaje de lo que algunos llamaban sueños, cuando no llegaban ni a aspiraciones. Había un ramo de flores para reconstruir sin perspectiva los primeros amores. Los ramos de flores son necesarios para deshacernos en gratitud; aunque, debo decirlo, ni siquiera entonces, delante de aquel desafío de mujer, eran mi fuerte.


Ya sólo soy tuerto a media voz, y para quien se duerme en mitad de los discursos eso es perderse la mitad de todo. Nunca aprendí a explicar la linea transversal de lo que aprecio, a mirar con experiencia para poder hacerlo: Por eso la afonía del cíclope. Crecimos sin bendiciones, torturando la mancha, y no como ahora que no te muerdes las uñas por miedo. Hoy he intentado dormir de puro cansancio, y en el colchón se ahogaban todas mis penas, hasta las que escuecen en la comisura de los labios. Mis antepasados brotan donde la noche pierde sus alas y la humedad es censura. Luego van cayendo, ¿te das cuenta? Ruedan como bolas de energía brillante e intocable, como siempre fueron. Dormir sobre un colchón húmedo es como hacerlo sobre la hierba cristalina, dobla todos los huesos, ningún cuerpo está tan vivo como aquel se rebela, se ablanda y termina por estallar. Ha pasado la noche, he dormido poco por el frío y a mi alrededor algunos cuerpos enredados en mantas y barro se aplastan contra el suelo como si nada les importara; no sé si están muertos o durmiendo, podría ser cualquier cosa. El aire de la mañana es frío, pero lo respiro con profundidad por el placer que me produce, a pesar de toser hasta sacarme de mi órbita. Es el mismo aire frío que sintieron en la antigüedad, después de noches igual de terribles, es una sensación igual a otras, no importa que el mundo ruede ahora con ruedas cuadradas o motores sin vapor, sigo sintiendo lo mismo que ellos sintieron, buscando el universo en ese olor a madera recién quemada en los campos, buscando el universo por encima de los árboles y de los trinos de los primeros gorriones. Me propongo como un misterio cuando pienso en reconocerme. Hoy he aprendido el día que me miré en el espejo y me pregunté quién era realmente, ese día llegó porque algo se va parando dentro, y termina por pararse del todo. ¿Estoy tan seco que ya no tengo ilusiones? No esta mañana, capaz de reflejar un charco en el que frotar las manos y mojar los ojos antes de disolverme. Si puedo despertar debe ser que aún estoy vivo, otra alborada sin sol pero accesible al fin. El miedo extremo a ser atacado mientras duermes no es una ilusión, responde a un peligro verdadero, pero no tengo nada que alguien pueda codiciar. El verdadero prodigio del sueño es despertar cada mañana respirando el aire frío del otoño que empieza a abrirse, como una mujer abre sus piernas y nos muestras sus bragas limpias sin rubor alguno. A veces también los libros se descubren sin pedir a cambio nada más que una miradita, una inocente atención de letras oscuras bailando para torcernos la vida. Mis mejores amigos han muerto sin encontrar a nadie que los sostuviera en sus brazos mientras agonizaban. Con ellos compartía la supervivencia, el horror detrás de la catástrofe, la incredulidad de las víctimas. La tierra se secó así que no tiene mucho sentido seguir el testimonio de los hombres que se encadenaban en generaciones aprendiendo que el paso del tiempo era lo más bello que podía suceder en el planeta azul. Envejecer: casi fue ayer que me meé por primera vez fuera del útero de mi madre, y me sigo descomponiendo como la primera carne putrefacta que cayó del cielo el primer día de la creación y que alimentó a las alimañas.


2 La Flor Seca El vino se avinagró, no resiste la ceniza que flota en el aire. Si apenas las circunstancias no se descompusieran en este fraude de gusanos que abre una nueva botella cada día con la esperanza de encontrar un fallo en el proceso fantasmal que lo echa todo a perder, lo avinagra, lo corrompe, lo descompone... Bailemos Gloria mientras todos duermen, cada uno de ellos sueña con salones de baile pero a nosotros ya nos vale construir la coreografía de los muertos bajo el puente. No son lamentos lo que oyes, es la exploración de las yagas que luces orgullosa, es la experiencia de los violines chirriando como chirriaban los grillos, y es también tu falda que vuela a pesar de sus pinturas. ¡Vamos Gloria levántate que vamos a bailar! Podemos avanzar recíprocamente resbalando sobre las tablas, como siempre hemos hecho, sin esperar demasiado de nuestros pies. Otras veces me abrazaste desde la claridad de tus venas, bajo el barro chocolate de tus manos, apretándome la espina con la fuerza descomunal de brazos y hombros. Somos dos bandos, lucharemos contra ellos. Cuando se levanten buscaran sus, sus armas, sus barras y sus palos, los más afortunados habrán dormido abrazos a sus puñales y espadas. Porque vamos a luchar sabemos que no moriremos de respirar la ceniza de otros. La civilización es lo que da más miedo, incluso a una ruina como somos. Nos hemos entregado a una manada sin acogida. Los pies de Gloria sobresalen bajo la manta, le doy pequeñas patadas para que despierte, tengo fe en que lo haga antes que cualquier otro. Parece sonreír, no sé si está muerta. Seguiré esperando mientras reducimos la fórmula del día que se asoma oblicuo, desolado de tanto horror de cielos encapotados. Unos de nosotros, de los que dormimos bajo el mismo puente, se atascaron en las cabezas cortadas que rozaban nucleares en una cuesta de asfalto, por eso duermen tapándose con la manta y dejando los pies al aire. Todo es inútil, parecen no saberlo. En la lucha romántica de entregarse a la única tarea que aún queda en pie está aceptar que seremos vencidos de una u otra manera. La estirpe de tener siempre a alguien enfrente nos dice que terminaremos mordiendo alguna bota ajena. La vida es en sí misma una revelación, mientras intentamos entender la vida, sucede. Ante sus enseñanzas, las sensaciones que nos turban y el dolor que nos reprime, ¿qué más pretendemos descifrar? Los libros no se escriben para descubrir de qué va la vida, porque nunca llegaremos al hecho único de poseer una vida de otra forma que arriesgándose a poner un pie fuera de la madre. Los libros se escriben para aquellos que nunca han vivido, para los que hubiesen deseado sentir


el dramático acontecer de quedarse sin tiempo y sin aire, para ellos que leen perdidos en una dimensión incompleta, y que no pueden entender nuestras historias y los absurdos amores que contamos en ellas. Ante los que se hayan acercado levemente a la vida, tan sólo leyendo libros, ¿cómo vamos a justificarnos? Somos seres experimentados, capaces de una moral corrompida, de la consternación que nos producen las injusticias, de haber entendido los finales como la mejor de todas las explicaciones. Gloria, despierta y bailemos impulsados por un acuerdo entre la fe y el conjuro. Han desaparecido tus ansias por aprender a bailar un vals de zapatos sucios. Retiro la manta de la escarcha de tus ojos y te giras sin fuerzas, alargas la mano y me retiro. ¿Por qué? Otro paso atrás, te arrastras incapaz de levantar la cara de la tierra, los labios se ennegrecen y de la nariz empieza a brotar sangre, roja sangre diluida de moribunda. He recorrido más formas que praderas, más diálogos insulsos que fotografías sin sentido, En el exterior de las personas hay montones de actitudes que no han aprendido a decir lo suficiente, si fuera así les costaría mucho menos. Se van levantando, arrastran sus mantas, se extrañan, se rascan, son prudentes, no tiene sentido acercarse demasiado, desconfían, hacen un corrillo alrededor de Gloria. Nadie va a bailar esta alborada. Lo que sucede mientras duermes es la transformación de la realidad, si llamamos realidad a lo que sucede con la luz del día. Nos sentimos indefensos de nosotros, por eso procuraba no tener nada, no dar motivos para la codicia y lo que aún era peor, se me notaba que me ponía a la defensiva. Y todo fue inútil porque alguien mató a Gloria y lo único que me quedaba, que no era una posesión material, porque bailar irremediablemente -ahora lo comprendo- era peor que eso, era una actitud y se ve que a alguien no le gustaba. ¡Pobre Gloria! ¿Te acuerdas? La mataron antes de que te diera tiempo a declararte, ¡Mira que eres flojo! ¿No tendrás suficiente con creer que nunca te enfrentas a tus problemas? Sé que hoy no me vas a contestar, no al menos hasta que se te caiga la venda del ojo enfermo. Ustedes no lo entienden, este tipo que me lleva con él a todas partes, que me arrastra, porque si tuviera elección ya lo habría abandonado, disfruta de un apocalipsis para el solo. Se hace el enfermo, el débil, el utilizado, la víctima de un poder oscuro que confirma su mala fe adelantándose a la piedad, para así poder ignorarla cuando llegue. Considerando que la han de enterrar esta tarde, no podemos escandalizar porque algunos griten y canten, y así sumarnos al desencanto. Un día dejaron de sorprenderse de que algunos “compañeros” no amanezcan: ya no se extrañan del cadáver caliente navegando en el relente de la luna. En estos casos, cuando termina la escandalera, algunos van a buscar a los ancianos acostados todavía de tanto espanto, y los acompañan en su paso frágil para no demorar la atención del cadáver valiente. La hipótesis de sus palabras suena confusa, pero cumplen con un rito que aparenta haber cerrado el ciclo de la vida. Rechinan los dientes sobre tendidos decorados cuando se detiene la trifulca, como si alguien hubiese dado una orden, y les permiten imitar un llanto; sólo a ellos les está permitido esa conducta. Mientras el jadeo del último tritón se extingue recuerdo que una vez la invité a cenar en un sitio muy elegante, ella se había puesto una bisutería que brillaba como si fuera nueva y un vestido negro que se pagaba a su vientre provocando una eternidad cardíaca, una colisión de planetas, que


aún hoy me estremece. Entre las juntas chorrea un agua verde, eso me hace suponer que sobre el puente la lluvia de ayer dejó una piscina, que cuando llega al suelo hace surco de riachuelo, pero nadie se inquieta, no nacen flores en suelo estéril. No se suelen postergar las infecciones, también el pájaro muerto que flota en el riachuelo lo harán desaparecer sin demora, pero no vana conseguir quebrar mi angustia, ya nos lo teníamos todo muy dicho. Me harán recorrer la fuente de mis demandas insatisfechas y encontraré que cuando vibre la tierra, la voz muerta retumbará todas las amarras. Meditaciones y sometimientos, así pasas las horas, algunos creen que hablas solo, pero la verdad es que todas las cosas que hay en ti son sucesivos relatos, historias conexas, porque de nada valdrían si no hay relación, pero sí, la relación existe porque te llegan de lo vivido. Algunos creen que después del horror ya pueden empezar a resumir las emociones. Pero no es tan fácil, unos sobreviven a la batalla, pero hay que seguir hasta desprenderse del miedo tan conocido, de la representación de las escenas que se repiten. Y también, después de controlar el primer temblor, hay que pasar por la prueba de un día llegar a vernos reflejados en el agua, en un escaparate roto, en un espejo de cuarto de baño, y sostenernos la mirada sin avergonzarnos. El día que no te reconozcas ya habrás perdido todas las ilusiones, lo que sucedió hace algún tiempo, no ahora. ¿Qué tienes fe en tu pasado? No me vengas con esas ahora que crees al fin ver quien tú eras. En este preciso instante que perdiste lo único que te quedaba, Y eso para adelantarme con tu implacable y habitual desinterés que nadie espera nada del futuro, porque un día nos levantamos y nos lo había hurtado. Si Gloria no lo hubiese perdido todo jamás se hubiese acercado a ti. Al pasar a tu lado creyó que podría encajar esta lluvia, pero no te pensó como un seguro de vida. Eres la fachada de un derrumbe, no podrías ofrecerle seguridad en ninguna de tus versiones, acéptalo. Fornicabas como un animal, y aunque no te quería consentía verte enfermar, y te lo voy a decir porque ya no debo guardarle ese secreto, ella siempre pensó que morirías pronto. ¿Qué tienes fe en el pasado? No me vengas con ese rollo antiguo de sus pechos maduros, de madre amorosa, de familia en el recuerdo. No te preguntes por qué te quitaron lo último que te quedaba, cuando creías que ya no te quedaba nada porque al atardecer no colgaban neones. Cuando buscabais esquinas en el hoyo del desamparo ellos os seguían con los ojos y era como añadir algo sórdido al desasosiego. Hay una parte de este grupo se sometió a los hombres que venían a despiojarlos y esterilizarlos como si cumplieran un mandato de constelaciones. Por muchos reproches que me haga, nunca justificare que despiojen a estos seres que mueren sin remedio a la atención de un público abyecto que nos tiraría cacahuetes si alimentarnos les resultara divertido o creyeran que podrían presumir de piadosos por eso. Mientras sucedía otros fornicaban en las grietas de las paredes donde ni los lagartos llegan. Si de alguna forma ella hubiese demostrado su fertilidad, yo la hubiese seguido a ella y su barriga arrastrada, durmiendo en colchones mojados de lluvia verde temiendo un ataque por sorpresa de nuestros rivales, los que no duermen bajo el puente, los que ocupan fábricas abandonadas.


3 La Banda De Música Entre la realidad y la tierra nos someterán a pruebas que no esperamos, entonces pondré en marcha el equilibrio de fiebre consciente que aún nos libera. Ya sé que un contagio consciente me espera del otro lado de este muro que me divide. Me debo un disparo de clavos en la garganta oscuramente diseñado, un asalto violento, sin pánico, dispuesto a descubrir que el mundo que vemos y vivimos, es el más lleno de lógica, pero el menos interpretable. El tiempo que nos ha tocado es tan maquinal que no me entra en la cabeza lo notaría cualquiera, tiene un extremo oscuro que hace dudar de lo tangible. Destilamos un cartón de fiesta nueva, entrábamos apurados, entre la fritanga y la banda de pasodobles. Y que hubiera sido una marcha fúnebre si hubiésemos plantado el cuerpo de Gloria sobre la mesa. Ya no hay música ni banda para aprender un vals de año nuevo, cabeceando de bolsillos secos. Y llegados a este punto uno renuncia a explicarse, desistan pues de lo que no entiendan, que todos deberíamos temer ser malinterpretados. Pero no siempre, si nos desdoblamos en un yo exigente, merecemos una disculpa por nuestro abandono. De nada sirve lamentarse de una orquesta semejante de madres llorando con pupila plañidera, abrazos desafinados, renegados trombones y temblorosas guitarras, ajenas al fracaso de los que han conservado sus trabajos, sus familias, la confianza de sus amigos, sus autos, sus casas, sus posición, alardeando de prudencia, consintiendo al miedo y a la cobardía, exhibiéndose en todas las manifestaciones humanas donde les aconsejaron no meterse en líos. Es muy mezquino dejar pasar a otros y vivir con la lentitud del que sabe que irán pisando trampas y dejando franco el camino. Yo no fui de los primeros, pero tampoco voy a llegar triunfal pisando flores porque este cuerpo andrajoso ya no lo resistiría, y además mi voluntad se hace más al solcito de pradera. En la verbena, una noche de farolitos de colores se extrema una juerga de hombres meando apoyados en las membranas de la pared, es la sensación familiar de los que hemos venido a por los despojos. Inspirado y trastornado por la celebración de los que han conquistado con júbilo etílico la fábrica de ladrillos. La vela latina hondea en la sustancia del hombre libre, a donde nadie más llega, porque el mar insuficiente no da rumbos al trazo espontáneo del artista. En mitad del océano sin más señales que un abismo de mar azul a su alrededor, decide dejarse llevar por el viento caprichoso, y avanzar quebrando la líquida superficie. Cambiamos para dormir aquella noche en la fábrica ya que nuestro rival huyó sin batalla. Desfallecido del día de búsqueda en el campo de la feria, arrastré mi colchón


entre otros penitentes. Naufragan las fuerzas justo antes del anochecer, vuelven las nubes de ceniza y el ansia por vivir, aún nos anuncia de alimentar los pulmones. Desciende la última hora, sentados en la puerta del nuevo edificio, rebajamos la ansiedad y verificamos en silencio que dormiremos, al menos esa noche, sin respirar nuestros propios excrementos. Es otra brisa que llega resollando de hastío en término idéntico al que me deja allí sentado sin gana. Ya no es la erisipela lo que me quema las sienes y los ojos, es rumor de fiebre pulmonar. Sin embargo es tan placentero este momento lánguido, este dejarse ir por lo que nos daña mientras nos arrulla. Desde esta atalaya podemos ver las camiones cisterna que pugnan con la cuesta de piedras hasta el bajopuente. Entonces abren la billa a toda presión, capaces de hacer un agujero en una puerta, lo inundan, arrastran prendas viejas de ropa abandonada, lo empapan hasta que la piscina se convierte en río y empieza a correr con el brío de una corriente invernal. No he venido aquí a salvarme, no funciona así la parálisis, ésto es más serio que un gesto o un saludo, es estar en primera línea cada día, cada hora, cada minuto. ¿Acaso vivir sin propósito no es tarea descomunal e imposible de alcanzar si no te rodeas de valientes? Estar dejándose aplastar por el peso de la existencia es mucho más que subir un everest. Pero ellos buscan la libertad de la montaña, arriesgan y ganan, mientras tú sigues ahí encerrado en un mundo que no te pertenece. Eres un una cruz de cuerpo vacío. Cada año te pasean de sangre turbia por la extinción de tus propias huellas, de tus propias ropas, de algún documento que te libre de ser confundido una vez más con la figura de escayola, la que se fue a su casa cansada de que le rezaran y le rogaran. Ya está, no hace falta que sigáis en eso, dijo mirando a los otros, podéis descansar un poco de la codicia que separa abismos, ya habéis heredado la tierra. Tejido de confusiones no programadas aquí he caído, como cae una piedra que se tira al azar, sin pensar, inesperadamente. En cierto sentido, mis reproches no van a valer para ahogar el olvido, y esta noche en un nuevo escenario avanzará la fatalidad, tengo el presentimiento de los ahogados. Esta noche vendrán a por mi. Habré aprendido un fuego, habremos aprendido todos los fuegos, después la página libre exigirá una firma clara, una aceptación manifiesta y todo estará listo. Esta noche dormiremos bajo un techo nuevo, desde una ventana se ve el campo donde hubo una verbena, donde algunos siguen rebuscando comida enlatada. Entre mis certezas no están las que articulan un equipo de médicos extirpándome el hígado, aunque, ante sus ojos, ellos saben quien tiene el poder. Sobre el conjunto de enfermeras no puedo decir nada, además de que creo haberlas visto en tacones y con una cofia que les permite mover libre las nalgas. Cada uno de mis órganos forman parte de una industria popular de la que debemos sentirnos agradecidos, porque sólo esos grandes sabios a los que son destinados podrán algún día salvarnos de la pretensión del triunfo. A partir de aquel momento de doctores podía suceder cualquier cosa, en tus señales la muerte es un presentimiento, pero yo he venido a darte una certeza. Al menos en los hospitales se duerme con camas limpias, y mejor, no preguntes quién paga todo eso. La eternidad no está contraindicada para los cíclopes pero nadie te dijo que tú


fueras uno de ellos, ¿sabes que no me gusta de tus reacciones? La parte de cíclope inmortal que de ella se desprende. Por ejemplo ayer, antes de que la ambulancia te llevara con una escandalera propia de un personaje realmente importante, cuando bajaste al campo de la feria para recoger botellas mediadas, entonces parecías disfrutar con la música, y ya no te acordabas que tu pareja de baile se había ido para esa siempre esa misma mañana. Eres peor que un delincuente, te dejarías arrinconar por un abusón esquinero si al rato tu vida volviera a su origen, a murmurar sin que nadie te entienda, a hablarle a tu yo fingido, a buscar un la piedra filosofal entre los desechos de un grandioso día de fiesta popular, a mirar con desconfianza a los que duermen contigo, que al fin te protegen y te dan calor. Has estado demasiado tiempo eludiendo tu pasado, y confías en que tu familia de la que aún queda alguna parte, pueda saber de ti y venir a reconocerte e identificarte. Todo eso antes que estés definitivamente muerto, porque después ya sí sabrás como reaccionar, con la firmeza impasible de los que nunca dan explicaciones. En eso cada cadáver, es el cadáver de un rey, no admite órdenes de nadie, nunca da explicaciones y no pierde la compostura. Pero tú, ni siquiera muerto me vas a dar un poco de paz, porque entonces empezaré a recordar y a intentar descubrir por qué te gustaba tanto la calle, por qué me diste tan mala vida, por qué renegaste de la conciencia colectiva y de dar discursos. No se te daban mal los discursos, debes saberlo, pero los políticos dan discursos cuando se visten con un traje caro para una inauguración y además le ponen música. Hiciste bien en no seguir por ahí. Acabo de decirte que hiciste una cosa bien, me estoy haciendo viejo, y además está eso de que ya te llevan para el quirófano, en unos minutos estarás más sedado que una estrella de rock, así que bueno: “qué dios reparta suerte”, y si te veo mañana, pierde cuidado por eso no va a haber más condescendencia, va a ser para condenarte por ser tan egoísta y cobarde y por complicarle la vida a todos los que tienes alrededor.


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