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Editorial: La paciencia de San Antonino

Aunque muchos de ustedes lo desconocen El Nuevo Miliario tiene un santo patrón que lo protege en este mundo tan peligroso en el que nos ha tocado vivir y también tiene una fecha, el 10 de Mayo, para que el culto a San Antonino sea practicado por todos sus fi eles seguidores entre los que nos incluimos todos los miliarios en el mundo habidos.

La hagiografía tradicional se refi ere a nuestro prócer como el célebre y piadoso arzobispo de Florencia nacido en 1389 en un Mayo Florido y muerto también en el mismo mes en 1459, pero es mucha casualidad que se llame igual que el autor de la célebre Guía Michelin de época romana de caminos y rutas que todas llevaban a Roma. El caso es que Antonino fue nombrado Santo en 1523 por el Papa Adriano VI y desde entonces nosotros los miliarios y todos los estudiosos de ca minería antigua celebran el 10 de Mayo con el mismo fervor y pasión con que los músicos lo hacen con Santa Cecilia.

En la noble y pecaminosa ciudad de Florencia nuestro héroe, a causa de su corta estatura,bondad y amabilidad era conocido por todos como «Antonino» y ya desde su infancia era asiduo a los sermones y predicaciones, sobre todo las de un gran predicador dominico, en cuya comunidad pidió ser admitido; el Padre Superior, creyéndolo muy débil para profesar en el convento, le puso como condición que le recitara de memoria algún libro en latín y nuestro Antonino le recitó de memoria y una por una las vías romanas de Hispania y cuando iba por la vía 31 «Alio itinere Laminio Caesaraugustam» y había empezado por la mansio «Caput Flaminis Anae» ,el Padre le permitió ingresar en la Orden. La crónica de Jacobo de la Vorágine cuenta cómo tuvo de compañero al mismísimo Fra Angélico y mientras eĺ pintaba ángeles, nuestro buen Antonino pintaba mapas con sus caminitos, sus mansiones en forma de casita, sus puentes, y nos pintaba a nosotros los miliarios con nuestras millas, nuestra sonrisa y nuestras inscripciones con el nombre de las ciudades y posadas a las que servíamos. Por eso cuando Antonino fundó el convento de San Marcos en Florencia, encargó a su viejo amigo Fra Angélico que pintara sus famosos cuadros en las mismas paredes del convento mientras nuestro santo se dedicaba a las obras de caridad y a realizar insólitas Guías de Viaje por el mundo antiguo.

Las fi nanzas de Antonino eran muy parecidas a las de El Nuevo Miliario, en las leyendas de la Vorágine se cuenta que vendió la única mula que poseía y el dinero obtenido lo repartió entre los pobres y el comprador de la mula (o de El Nuevo Miliario) enternecido volvió a regalar la mula y Antonino a venderla y así varias veces. Siempre para ayudar a los pobres (lectores) y les regaló a los pobres muchas veces su propia ropa y dinero además de una pequeña revista que editaba dos veces al año para ayudar a editar sus artículos a otros más pobres que él mismo.

Aparece en las estampas y cuadros que lo veneran con el hábito blanco de la Orden dominica y con las insignias arzobispales: mitra, sagrado palio y báculo pastoral que termina en cruz de doble travesaño. Son sus atributos varios pero destaca la balanza en uno de cuyos platillos descansa una cesta de fruta o solo fruta y en el otro una simple inscripción «Deo Gratias» y éste es el platillo que pesa más; otras veces lleva una revista El Nuevo Miliario en la mano y socorre a sus lectores y por fi n aparece como un miliario sonriente con pajarillos sobrevolándolo y azucenas o margaritas a sus pies.

Aunque su carácter era muy amable combatió fuertemente los juegos de azar, la brujería y cómo no la concupiscencia,

como buen santo varón que se precie. Preocupado por lo que consideraba una auténtica crisis de moralidad en la Florencia de su época no tuvo reparos en criticar a los pintores renacentistas que refl ejaban en sus obras asuntos profanos y lo mismo hizo con la musica no religiosa e incluso escribió un libro «De Ornato Mullierum» en el que atacaba sin piedad los afeites femeninos, pero todo lo centraba en la ciudad... Una vez que la gente se ponía en camino era perdonada de todos los pecados que cometiese ya que Antonino era un gran viajero y mantenía que los fundamentalismos y pecadillos de todo tipo se curaban con una buena caminata a pie o en mula y por eso no es raro encontrar en mansiones y posadas su santa efi gie, tanto en las de buena como de mala reputación.

Pero si hay algo que Antonino no perdonaba ni perdona todavía hoy es la hipocresía ni las falsas apariencias ni las falsas atribuciones:Ya hemos dicho que era un santo y por tanto muy paciente, salvo en el asunto de los impostores, o en el caso de las personas que aparentaban ser otras o también en lo referido a los caminos y puentes antiguos, de los que era un auténtico experto,y que la gente inopinadamente atribuía a los romanos aunque fuesen medievales, renacentistas o modernos. Eso nuestro santo no lo podía soportar y la paciencia lo abandonaba transformándose en una furia tonante que gritaba: ¡Todos los santos y ángeles contra el falsario! ¡Al infi erno, al infi erno con él! ¡Al fuego, al fuego! ¡A las profundidades abisales, a lo mas profundo con él!... Menos mal que estos episodios eran aislados y que sólo en esos pocos casos se volvía algo violento, porque normalmente nuestro sabio santo era conocido por todo lo contrario ya que se decía que había recibido del Espíritu Santo mismo el don de saber aconsejar y eran muchísimos los que lo aclamaban como «Padre de los Buenos Consejos»...

Pues bien como dice el editorial la santa paciencia de San Antonino tiene un límite y ya lleva mal la constante atribución por desconocimiento en muchos casos de todo tipo de instituciones, o por mala fe en otros, de que todos los puentes de piedra sean romanos y lo mismo de todos los caminos empedrados. Pero lo que le saca de quicio es que un museo, caso del Arqueológico de Murcia, recién inaugurado, tenga además de la mala información mal tomada de Vitrubio (VII A) sobre los ya famosos statumen,rudus y nucleus y que pertenecen a suelo de casas, el famoso dibujito de cómo se construye una vía romana para pretender ser didáctico. El problema es que se trata de un error que a este paso puede alargarse generaciones y generaciones de lo que «presuntamente» es una vía ideal romana. Pues no señores, ni las vías romanas son así ni todos los puentes de piedra son romanos...

Sirva pues el caso de moraleja y para evitar el enfado de San Antonino y la cólera que podría llevar a los infi ernos a los autores de semejante desaguisado. Así pues tengan todos en cuenta, de ahora en adelante, el Buen Consejo de San Antonino, de consultar las muy recientes y buenas obras habidas en España sobre puentes romanos por Manuel Durán y de vías romanas por Isaac Moreno. De lo contrario pueden descender al mas profundo de los abismos sólo con que la voz primigenia de nuestro Santo lo ordene. Pero por esta vez y sin que sirva de precedente la penitencia será corta y sólo tendrán que leer (y por favor seguir fi nanciando) el Nuevo Miliario que tienen entre sus manos. Amén, que por cierto, es préstamo cristiano, tomado del hebreo, como tantas cosas... En nombre de todos mis compañeros miliarios y de mi mismo les deseo un buen verano y felices lecturas.

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