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Lo que se dice
J. L.; MOLINA, M., eds. - El mundo punico: historia, sociedad y cultura (Cartagena, 17-19 de noviembre de 1990). Murcia: Editora Regional de Murcia, p. 227- 247.
SILGO, L. (1994) - Lexico iberico. Valencia: Real Academia de Cultura Valenciana.
TIR, K-30 = TABVLA IMPERII ROMANI (Comite Espanol): Hoja K-30: Madrid. Sobre la base cartografi ca a escala 1:1.000.000 del IGN. Caesaraugusta-Clunia. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científi - cas-Ministerio de Obras Públicas, Transportes y Medio Ambiente-Ministerio de Cultura, 1993.
TIR, K/J-31 = TABVLA IMPERII ROMANI (Comite Espanol): Hoja K/J-31: Pyrenees Orientales - Baleares. Sobre la base cartografi ca a escala 1:1.000.000 del IGN. Tarraco - Baliares. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científi cas-Ministerio de FomentoMinisterio de Educación y Cultura-Institut d’Estudis Catalans, 1997.
UNTERMANN, J. (2002) - «Lengua ibérica y leyendas monetales». In Actas del X Congreso Nacional de Numismatica (Albacete, del 28 al 31 de octubre de 1998). Madrid: Museo Casa de la Moneda, p. 97-106.
VILLARONGA, L. (2005) - «LEUNI, una nova seca ibèrica». Acta Numismatica. Barcelona. 35, p. 35-38.
LO QUE SE DICE EN…ARCHPORT
Archport es la más importante lista de correo de arqueología de la Península Ibérica. Con 532 mensajes en 6 meses, me mantengo en un nivel de autoexigencia para esta sección que no es normal, pero bienvenido sea el saludable intercambio de nuestros colegas portugueses (y cada vez más españoles). Para apuntarse esta lista basta con visitar http://www. uc.pt/pag_uc/lista_archport.html y seguir las instrucciones. Éstos son los asuntos más destacados, separados temáticamente, tratados entre noviembre 2006 y abril 2007.
Reuniones científi cas: El 2 de junio tuvo lugar el Coloquio 2007 del Centre de Recherches André Piganiol, titulada «La vie au bord de l’eau, dans les villes, les villages et les uillae de la Gaule romaine et des régions voisine». Del 2 al 7 de septiembre de 2007 dará lugar en Oxford el 13th International Congress of Greek and Latin Epigraphy. Una interesante apuesta presenta el curso de postgrado «La Aplicación de Los Sistemas de Información Geográfi ca en Arqueología» organizado por Victorino Mayoral y Carlos Morán, impartido dos veces en la segunda quincena de marzo. Siguiendo la mísma línea, en noviembre tendrá lugar el V Simposio Internacional de Arqueología de Mérida, con el título «Sistemas de Información Arqueológica y análisis del territorio», el 7-10 de noviembre de 2007. Del 29 de noviembre al 1 de diciembre tendrá lugar en Lisboa el tradicional X Colóquio Internacional sobre Línguas e Culturas Paleohispânicas. Del 22 al 26 de septiembre de 2008 tendrá lugar en Roma el XVII Congresso Internazionale di Archeologia Classica, organizado por la ãcon el título «Incontri tra culture nel Mondo Mediterraneo antico».
Nuevas publicaciones: Por la naturaleza enumeradora de esta primera parte, simplifi caré su lectura con unos guiones.
- Le Bohec ha sacado L’Armée Romaine sous le BasEmpire, síntesis hecha por un experto en la materia. - De interés para toda la lista de Archport la obra de
Osland titulada The Early Roman Cities of Lusitania. - Salinas de Frías ha sacado un nuevo manual, con título Los Pueblos Prerromanos de la Península
Ibérica. - Le Roux ha sacado la traducción, aunque engañe el título, de una obra de alcance peninsular, Romanos
de España. Ciudades y Política en las Provincias [siglo II a. C.- siglo III d. C.]. - Crespo Ortiz de Zárate sigue explotando su experiencia epigráfi ca con el libro Hispanorromanos de
Castilla y León-Nomenclátor. - Dondin-Payre y Raepsaet-Charlier han editado un volumen con el título Sanctuaires, pratiques cultuelles et territoires civiques dans l’Occident Romain. - Andreu Pintado ha editado Navarra en la Antigüedad. Propuesta de Actualización, actas del coloquio celebrado en noviembre de 2004. - Navarro Caballero y Roddaz han reunido textos bajo el título La Transmission de l’Idéologie Impériale dans l’Occident Romain. - Están en distribución las Actas do VIII Congresso
Internacional de Estelas Funerárias, de un acto celebrado en marzo en Lisboa. - García-Entero ha sacado el último anejo de Archivo Español de Arqueología, titulado Los Balnea Domésticos. Ámbito Rural y Urbano en la Hispania Romana.
Marta Diaz-Guardamino anuncia a la lista que los contenidos de las revistas Complutum y Gerión, de la Universidad Complutense de Madrid, están disponibles (www.ucm.es:80/BUCM/revistasBUC/portal/modules. php?name=Materias1&materia=14) líbremente en internet. La revista Internet Archaeology, la principal publicación web sobre el tema, solicita contenidos (http://intarch.ac.uk/call_for_papers.html). Destaca la iniciativa de la serie electrónica e-Castrexo, liderada por la Asociación de Amigos do Castro de Viladonga. La Unidade de Arqueología da Universidade do Minho ha iniciado una nueva colección llamada Bracara Augusta - Escavações Arqueológicas, necesaria para una ciudad tan rica arqueológicamente. Salieron los dos primeros números, el primero de Martins (As Termas Romanas do Alto da Cividade) y el segundo de Morais (Autarcia e Comércio em Bracara Augusta).
De particular interés para nuestros lectores tenemos algunas cosas. Debemos destacar que en el número 45 (2006) de la revista Conimbriga hay un artículo de Alarcão titulado «As Vias Romanas de Olisipo a Augusta Emerita», que habrá que leer con interés y atención. Se han publicado las Actas das I Jornadas As Vias do Algarve da Época Romana à Actualidade, una zona de estudio bastante activa en nuestro campo.
Otros asuntos: La fusión del IPA y el IPPAR —mejor dicho, cierre en favor del IGESPAR— siguió siendo un tema sonado, un tanto polémico por las nuevas atribuciones en cuanto a protección patrimonial del nuevo organismo. La «Associação dos Arqueólogos Portugueses» desarrolló una moción de queja pues el nuevo instituto de gestión no contemplaba el patrimonio arqueológico, centrándose mayormente en el arquitectónico, ideas de las que hizo eco la «Associação Profi ssional de Arqueólogos». La moción de la AAP tuvo una acogida parcialmente receptiva por parte de los grupos parlamentarios portugueses. Las empresas de arqueología, movilizadas por los investigadores, abogan por la creación de un nuevo organismo que tutele el patrimonio cultural.
En otro orden de cosas, la noticia de una exposición en el Grand Palais de París, titulada Trésors engloutis d’Egypte, provocó algunas reacciones denunciando novecentismo en la idea tras dicha exposición. Pero d’Encarnação aseguró que, aunque el título pudiese engañar, la exposición era un estupendo análisis sobre cómo se hacía una excavación subaquática. Hubo un debate sobre protocolos de registro arqueológico normalizado, sus contribuciones y recursos disponibles en internet. Naturalmente, también la torpeza con la que era manejada la unifi cación de criterios y formatos, tanto por parte de arqueólogos como de instituciones. En linea con esto, hubo varios links a recursos de software libre de apoyo a la arqueología. También se dio una pequeña discusión –con un sabor algo déjà vu– sobre la semántica de la palabra «serra». La publicación por parte de Luis Conego de un centro de producción cerámica en las cercanías de Braga, publicado en Portugaliza (revista gallega), no en Portugal, causó un poco de consternación, no hacia el autor, sino hacia la falta de medios adecuados en su país. Se le invitó a publicar en Portugal. Este asunto acabó desembocando en una polémica sobre el «buen hablar» y las «disculpas públicas», estupendo.
Noticias: Hay una nueva página sobre patrimonio arqueológico, www.boveda.org. Una nueva lista de discusión con el expresivo nombre de Museum; para registrarse http://ml.ci.uc.pt/mailman/listinfo/museum.
En nuestro apartado de necrológicas, el 27 de octubre murió Pilar Acosta, catedrática de Prehistoria de la Universidad de Sevilla. También murió Bruce Trigger, experto en historiografía arqueológica de la McGill University. Jean-Pierre Vernant, especialista en Grecia y los griegos antiguos del CNRS, también murió el 9 de enero. A fi nales del mismo mes murió el historiador Oliveira Marques, célebre medievalista luso. Riccardo Francovich murió el 30 de marzo, especialista en arqueología medieval italiano de alcance mundial.
G.S.R.
LO QUE SE DICE EN… TRAIANVS
TRAIANVS es un conocido foro sobre ingeniería romana instalado dentro de Rediris, una website diseñada para el intercambio de información en la investigación española. Para visitar la página de TRAIANVS dirigirse a http://traianus.rediris.es/. Presentamos aquí un breve resumen de los asuntos más destacados tratados en el foro, con las valiosas aportaciones de sus miembros, entre noviembre de 2006 y abril de 2007.
El semestre empezó con una discusión sobre Colonia Iulia Paterna y Barcelona, discusión tan corta como críptica. Espacio web usado debidamente, vamos. Traianus celebró la inclusión de contenidos extra en su página web, en concreto los PDF de todos los artículos de las actas del congreso de Astorga de octubre pasado, con un sonoro silencio.
Carlos Sánchez-Montaña ha hecho debida publicidad de lo que publicaba en el blog http://eltablerodepiedra. blogspot.com, sobre temas diversos. Sus pequeñas investigaciones eran recibidas con aplauso.
El hallazgo a través de Google Earth (¿una nueva herramienta de teledetección?) de grandes estructuras subacuáticas en La Manga del Mar Menor (Murcia) abrió el interrogante, por parte de Isaac Moreno, de si debían ser salinas. José Manuel de la Peña Olivas , con sesudo análisis geomorfológico, descartó el poblamiento, atribuyéndolo a piscifactoría o salinas, debido a su situación sobre arenal costero.
Un nuevo e interesante recurso en internet, el blog sobre arquitectura en la antigua Callaecia (http://pedrasformosas.blogspot.com), asunto que también tuvo mucho eco en Archport pero que incluyo aquí por razones de equilibrio. Una consulta sobre miliarios por parte de Carmen Heredia Campos tuvo como respuesta una derivación hacia los niveles de alfabetización en tiempos romanos.
G.S.R.
Finanzas y perspectivas
Carta de José Antonio Cezón
(…) En primer lugar la calidad de papel es excelente y la dureza de las tapas protege el conjunto y facilita la lectura y el transporte ¡claro!, esto repercutirá negativamente sobre el coste; creo que todos los que comparamos ambos Miliarios hemos pensado algo parecido: el ejercicio económico tendrá que ser ruinoso.
El resultado económico de algo es muy simple: gastosingresos. Para obtener un resultado satisfactorio hay dos acciones posibles, reducir los gastos o aumentar los ingresos, lo primero es muy sencillo: reducir calidad. Lo segundo requiere un estudio más detallado: ¿Cuál sería el valor marginal de un número aumentando la tirada? Evidentemente la curva tiene una asíntota o valor mínimo en función del coste del papel, impresión, ensobrado y distribución, de aquí creo que lo único sensible a la tirada será la impresión; también existe un valor máximo dado por el precio de venta de otras publicaciones similares: la «competencia». Ya tenemos dos valores límites, por arriba y por abajo.
¡Bueno! Suponiendo que el número de páginas se estabilice: 68, 84, 132..., ¿? Si el precio de venta actual (que supongo será similar al coste, por carecer de ánimo de lucro) se sitúa entre ambos valores ya tenemos el número mínimo de suscriptores necesario. Aquí es donde la experiencia me dice que 121 suscriptores son muy pocos, al parecer el M.E., se estabilizaba en las proximidades de las 200 suscripciones, así que imagino que el N.M. necesitará el doble de los que ya tiene...
Aumentar el número de suscriptores es muy sencillo de plantear, pero muy difícil de conseguir y yo sugeriría una propaganda muy activa en Instituciones: universidades, instituciones culturales tanto españolas como extranjeras, hemerotecas provinciales y municipales y un largo etcétera que vuestra fértil imaginación os sugerirá. Suscripción y no trueque, claro.
Otra cuestión relacionada con la anterior, pero más importante aún es la de las colaboraciones, que de momento no parecen faltar, pero tampoco parecen sobrar (me refi ero a los autores). Verdad es que el número de artículos también ha ido creciendo: 6, 10, ¡20! En un somero análisis de los tres primeros números observo que entre un 70 y un 80 % de los colaboradores ya lo eran del M.E., como captación para los dos primeros ejercicios no esta mal, pero será necesario mantener este 10 % anual de nuevas captaciones si no se quiere llegar a la endogamia, además la mayor parte de los «antiguos» padecemos una enfermedad mortal: la edad.
Resumiendo, la revista se va a sostener mientras haya una o varias personas que tengan voluntad de continuar, cueste lo que cueste y por encima de los costes, simplemente por la ilusión de estas personas para las que la compensación económica no será lo más importante, aunque una ayuda siempre viene bien...
Aprovecho la ocasión para comentar la orientación del contenido de dichos tres números. El mundo romano ocupó solamente un 50 % de los artículos en el nº1, un 70% en el 2 y el 80 % del 3; tras una tímida aparición en el nº1, el mundo medieval ha desaparecido, al revés del mundo moderno, que ha aparecido en el nº3 con una sola muestra; los artículos que considero del mundo contemporáneo son dos o tres por número, con independencia del número de artículos o de páginas... ¿Signifi ca esto que esta publicación seguirá añadiendo calzadas a las que ya incluyó (en exceso, en mi opinión) el M.E.? Creo que esto debería ser también motivo de cavilación por parte de la redacción de esta revista.
Y para terminar diré que los artículos son bastante buenos en su mayor parte, otra cosa es la ilustración de los mismos, en mi opinión el gráfi co o grabado es superior a la simple foto, por ejemplo y limitándome al nº3, bien por el croquis de la página 24, aunque esta mal situado al fi nal y en contracara, así como por el de la 81, mal, muy mal, por los mapas de las páginas 76, 86 y 87; el de la página 54 es admisible con reparos.
Por cierto Carlos, veo que has llegado a Peña Escrita (p. 37) ¿Es accesible o hay que pelearse con el terrateniente que ha puesto la cadena?
Nuestro buen amigo Palomero sigue con su tradicional carestía de croquis y planos de detalle, si alguien pretende visitar La Isabela con el contenido del artículo del nº1, páginas 41-42 va dado.
En el nº3 se ha perdido la sana costumbre de incluir alguna foto o mapa reducidos en las noticias del fi nal, se echa de menos en la carta de Manuel Santonja (pag. 121) que presupone que todo el mundo sabe dónde esta el río Sangusín y en la página siguiente relativa a Chiclana de la Frontera, lugar que por cierto, con ocasión de una exploración en la que acompañé a Gonzalo Arias, me pareció digno del levantamiento de un plano detallado con los «caños» activos y los secos, las fortifi caciones de la Guerra de la Independencia, los restos púnicos, los romanos y la madre que parió a todos ellos...
Bueno y esta es mi opinión, como ya te he comentado anteriormente os enviaré lo que haga, ahora pensaba enviaros para el número de junio un par de artículos sobre ferrocarriles (que ya han pasado a ser objetos arqueológicos en su mayoría), pero dada la lentitud o/e inefi cacia del Archivo General de la Administración (AGA para los amigos) para la reproducción de fotocopias tengo detenido sine die. Por otra parte el señor Villuga goza de buena salud y me tiene liado con sus no siempre explicables itinerarios.
La «via AB EMERITA AUGUSTA PER CASTRA CAECILIA SALMANTICAM» O VÍA DE LA PLATA
Jesús Rodríguez Morales
He leído asombrado en la Gaceta de Salamanca, el sábado 16 de Diciembre, un artículo fi rmado por Ramón Grande del Río, Doctor en Historia por la Universidad de Salamanca, en el que descalifi ca con gruesas palabras ya desde el título: «La última patraña ‘histórica’ disfrazada de tesis científi ca», las ideas presentadas en el reciente III Congreso de Ingeniería Romana celebrado en Astorga, por el ingeniero de obras públicas y especialista en calzadas Isaac Moreno.
En esencia lo que vino a decir allí Moreno Gallo es que al N de Salamanca, concretamente a septentrión de Calzada de Valdunciel, la vía romana que viene de Mérida, nº XXIV del Itinerario de Antonino en su parte hispánica, a la que Roldán (uniendo su trazado al de la vía XXVI) bautizó con el neologismo latino de Iter ab Emerita Asturicam, en lugar de seguir por la Cañada Vizana, en dirección a Zamora, se dirige hacia el gran yacimiento vacceo-romano del Alba de Villalazán, que correspondería a Ocelo Duri, en donde cruzaría el Duero. Desde allí la vía XXIV seguiría por las estaciones de Albocela-Tiedra y Amallobriga-Montealegre de Campos y la XXVI, por Vico Aquario, Brigeco y Bedunia, llegaría a Astorga, pero no por el recorrido tradicional.
Hay varias pruebas de ese otro trazado presentado por Isaac Moreno. Una de ellas es la propia infraestructura de la vía, identifi cada inequívocamente por él entre Calzada de Valdunciel y Villalazán, e inexistente por el tradicional. Otra un miliario tardío y muy poco corriente, aparecido en este último yacimiento e idéntico a uno recientemente identifi cado en el Puerto de Béjar a pie de vía. Por último este nuevo trazado soluciona totalmente los problemas de distancias que presentaba la vía XXIV al N de Salamanca.
El nombre Vía de la Plata, que se ha impuesto como nombre popular, afi rma Moreno, es relativamente moderno. La primera vez que aparece es a principios del s. XVI, en dos fuentes. Una es una carta de Cristóbal Colón a su hijo Hernando, hacia 1500, en donde le dice: «lleváreisla por la calzada de la Plata» Otra, Elio Antonio de Nebrija, en su Repetición sexta sobre las medidas, publicada en 1510, en donde dice: «También pertenece a la misma Lusitania una vía famosísima, llamada vulgarmente ‘de la plata» (uia nobilissima: argentea uulgo dicitur). El pontífi ce Licinio fue el primero
que la construyó, después la rehizo César Trajano y a continuación la restauraron Elio Pertinax y otros emperadores, como se deduce por los mojones, a los que separan mil pasos. Fue trazada desde Mérida, pasando por Cáceres, hasta Salamanca, donde comienza a desaparecer en la parte externa del puente y ya no se ve rastro alguno de aquella vía (Ea per ducta est ab emerita augusta per castra caecilia salmanticam usquem: ubi primum in extima pontis parte incipit euanescere: neque ulterius ullum uiae illius uestigium cernit.)».
Es decir, para Nebrija, la llamada popularmente ya en 1510 Vía de la Plata, iba de Mérida, por Cáceres, a Salamanca: AB EMERITA AUGUSTA PER CASTRA CAECILIA SALMANTICAM. Luego desaparecía.
Anteriormente la calzada se había conocido, y de esto hay registro documental, con el nombre de Calzada de Quinea y así aparece en el Fuero de Plasencia (1189) o en el De Rebus Hispaniae (1243) de Jiménez de Rada, en relación con la División del Reino por Alfonso VII en 1157.
En cuanto a Vía de la Plata es un nombre genérico —hay media docena de calzadas o vías de la Plata en España— , que seguramente no tiene nada que ver con el árabe Al-Balat, sino con el latín via delapidata, ‘vía empedrada’, atestiguado ya en textos latinos: como el Epitome de Festo de Paulo Diacono, p. 79M: «delapidata: lapide strata» «delapidata: construida de piedra; o San Isidoro, Etimologías, xv, 16, 6: «Ipsa (strata) est et delapidata, id est lapidibus strata»: «La calzada está además empedrada, es decir, recubierta de piedras»; En el Vocabulario de Alonso de Palencia, publicado en 1490, delapidata son «los logares empedrados, las calzadas».
Al N de Salamanca, cuando desaparece el empedrado, desaparece el topónimo. El que en el s. XIX los eruditos locales, muchos de ellos ilustrados párrocos, que informaron a Miñano o Madoz, para la elaboración de sus diccionarios, de las peculiaridades de sus pueblos, dijeran que por allí pasaba la Vía de la Plata, no quiere decir más que eso, que ellos así lo creían. El Dr. Grande del Brío no tiene más que ir a las fuentes, al detalladísimo Catastro de Ensenada, del s. XVIII, o a cualquiera de las mojoneras conservadas en los ayuntamientos por las que él asegura que pasa la vía, para exhumar el documento que demuestre que el tal topónimo existió antes de principios del s. XIX, momento a partir del cual, por presión erudita, se rebautiza así a la Cañada Vizana.
Pero lo más «descabellado» —siguiendo su propia terminología— que afi rma el Dr. Grande en su artículo, es que el topónimo árabe Balat Humayd tiene algo que ver con la Vía de la Plata. Con este nombre ‘camino de Humayd’, Balatomet en el s. XIII, se conoce sólo y únicamente el camino de Toledo a Segovia y el Duero que, identifi cado por el profesor F. Hernández Jiménez en «La travesía de la SIERRA DE GUADARRAMA en el acceso a la raya musulmana del Duero», artículo publicado en la revista Al-Andalus en 1973, fue descrito por autores musulmanes, y siempre hablando del camino de Toledo a Castilla la Vieja por la Sierra de Guadarrama. El «Foyo de la Plata» al que se refi ere el Dr. Grande, y que, efectivamente, aparece en una fuente medieval, el Libro de la Montería de Alfonso XI, en el s. XIV, se ubica en las cercanías de Valdemorillo, en la provincia de Madrid, y nada tiene que ver con Salamanca ni la Vía de la Plata de la que estamos hablando.
Que con esos errores de concepto se atreva el dicho doctor en Historia a descalifi car con tan malos modos el trabajo de los demás, no se entiende si no es por mala fe, o porque defi enda intereses particulares. Desde luego de historia antigua y de caminos romanos no tiene mucha idea quien afi rma que la Tabula de Peutinger, perdida la hoja en la que aparecen las Hispanias, demuestra que la Vía de la Plata iba por tal o cual sitio.
Espero que el Dr. Grande del Brío refute mis argumentos y que sea no descalifi cando con más errores de bulto, sino publicando alguno de esos mapas «del siglo XVIII», o algunos de los documentos en los que aparece el nombre Vía de la Plata al N de Calzada de Valdunciel.
Posible tramo de la vía Compluto-Cartagena
Carta de Jesús Sánchez Sánchez
(…) Por otra parte, atendiendo a la invitación de los inefables Hernández y Fernández a denunciar cualquier destrucción de nuestro legado de caminería antigua, le envío a Santiago unas fotos relacionadas con la destrucción de un posible tramo de la vía ComplutoCartagena que él conoce bien. Concretamente el tramo entre el castillo de Fuentes (junto al Záncara) y el inicio de la carretera de Villalgordo del Marquesado (Palomero, 1987, 112). En las fotos del SIG Oleícola se aprecia un camino entre esos dos puntos. En la foto tomada el pasado día 6 de diciembre sobre el terreno (la carretera citada a la espalda y el castillo al fondo) se ve que no queda traza del camino. (Aunque realmente en este tramo, si había infraestructura de calzada, no era evidente en superfi cie).
TODOS QUEREMOS SER UN GARCÍA Y BELLIDO... (De Don Antonio, de éste y de otras cuestiones)
COMENTARIO del libro MOYA MALENO, P. R. (2006): Antonio García y Bellido (1903-2003). Actas del Curso de Verano-Homenaje I Centenario de su muerte. Asociación García y Bellido de Historia y Arqueología. Villanueva de los Infantes. 148 páginas.
Pablo Guerra García 1
Me gustaría poder hacer unas breves refl exiones acerca de la publicación de tan merecido homenaje, a tan ilustre personalidad de la Arqueología española, y no se me ha ocurrido mejor portal que El Nuevo Miliario. No es mi intención ensalzar la fi gura de Don Antonio García y Bellido, ya que los que le han conocido y trabajado junto a él lo han hecho muy correctamente. Tampoco es mi labor alabar el trabajo del autor de esta publicación, ya que ha demostrado sobradamente su apego y admiración por tan gentil paisano. Un servidor ha querido, desde los ojos del que observa desde fuera, facilitar una opinión más con la que pueda contar el futuro lector de este gratifi cante acto de homenaje, al Sr. García y Bellido.
1 Arqueólogo profesional. pabloguerragarcia@yahoo.es
Ya tuve la ocasión de exponer, en una publicación local (Guerra García, 2003: 14), una breve explicación acerca de los actos celebrados en honor al arqueólogo, los cuales no podían comenzar de la mejor manera posible si no era con unas jornadas conmemorativas reuniendo a un elenco de personalidades de la Arqueología, en su tierra natal, Villanueva de los Infantes. Por aquel entonces, los que pudimos asistir fuimos testigos de un ambiente de euforia inusual compartido tanto por catedráticos como por estudiantes, eruditos, afi cionados y vecinos locales, que no se recataban en expresar su admiración por Don Antonio. Políglota, arqueólogo, historiador, fi lólogo... Muchos son los epítetos que se le atribuyeron, y que coinciden con los expresados en una placa conmemorativa sita la casa que le vio nacer. Allí estaban los que tenían que estar, compañeros de cruceros por el Mediterráneo, amigos de su estancia en Ampurias, alumnos predilectos y no tan predilectos... Todo lo que debía de decirse acerca del maestro de maestros quedó dicho, y sin faltar nada se emplazó a la publicación de unas actas que se han hecho esperar.
He podido observar con cierta satisfacción que esta publicación tiene notables diferencias con respecto a otras acontecidas por el mismo motivo. Lo cierto es que echando un vistazo a los cuantiosos textos publicados al respecto de homenajes y gratitudes para con otros arqueólogos españoles, ésta puede presumir, sin lugar a dudas, de tener un buen grado de familiaridad y una agradable«informalidad» por parte de los suscriptores. En palabras de Moya Maleno, «(...) no quería resignarme a ser testigo de pasivo de los actos que iban a tener lugar en diversos foros institucionales y científicos (...)», lo que demuestra un agradecido sentimiento de identifi cación con el arqueólogo local —y universal—. Estas palabras se suman al recuerdo de los jóvenes que afortunadamente —o no—, se dedican a seguir los pasos del ilustre personaje:»(...) García y Bellido había pasado a ser aquel señor en blanco y negro que presidía desde la altura del segundo piso el recibidor del colegio 2 (...)» (Moya Maleno, 2006: prólogo, XXII). Esta entrañable estampa queda plasmada en innumerables fotogramas, y la recordamos en numerosas publicaciones al referirse al infanteño (Almeida, 1988: 20; Blázquez Martínez, 2006: 27).
La publicación editada por la Asociación ASGARBE, a la que me refi ero en este caso, se caracteriza principalmente por su talante local, y podríamos hasta decir que melancólico. Es la primera vez que convergen tanto jóvenes investigadores locales como catedráticos de renombre, en una misma edición dedicada a un entusiasta de su profesión. Vemos, entre otros, a J. M. Blázquez Martínez, refl exivo acerca del papel García y Bellido en la Arqueología Clásica española; a M. Almagro Gorbea, buen conocedor de su cursus
2 Centro de enseñanza Secundaria «Arqueólogo García y Bellido», Villanueva de los Infantes, Ciudad Real.
internacional por Francia, Inglaterra o Alemania; a M. P. García y Bellido, hija y heredera de su talante, erudición y cualidades innatas para la Arqueología; y a Pedro Reyes Moya Maleno, arqueólogo ex novo pero que demuestra un buen conocimiento de los métodos de investigación histórica.
En este pequeño libro desglosan, como en un perfecto trabajo prosopográfi co, a un investigador completo del cual decía L. Pericot, quizá fuese el primer y verdadero arqueólogo clásico de España que sabía combinar perfectamente tradición y modernidad en la misma metodología (Pericot, 1975: 18). G. Ruiz Zapatero nos muestra al arqueólogo García y Bellido como un hombre divulgador y pionero gracias, entre otros muchos trabajos, a los famosos dibujos-réplicas o anaparástasis. Quedará en la memoria de muchos, como en la de G. Ruiz Zapatero, el castro de Coaña perfectamente reproducido a plumilla y con el más mínimo detalle; para otros, como a un servidor, quedará en la memoria quijotesca la traducción del Manual del Hombre Prehistórico, obra de Hugo Obermaier, sin el cual muchos conceptos me habrían quedado obsoletos o simplemente, desaparecidos.
L. Pericot dixit: «(...) ¡Qué magnífi ca ocasión para encender una amistad nunca apagada! ¡Qué oportunidad también para calibrar la erudición y la calidad científi ca de un arqueólogo! (...)» (Pericot, 1975: 13). Son ejemplos personifi cados de un cariño que no se ha enmohecido con el paso del tiempo, que no se ha difuminado y que, incluso, se ha replanteado con un carácter casi imperativo, como llega a afi rmar M. Vigil: «(...) Todos los que se dedican a la Historia Antigua de la Península Ibérica (...) se verán en la necesidad de recurrir a sus obras (...)» (Pericot, 1975: 47). El tránsito de García y Bellido por este periplo de la vida, en su odisea particular de ver la Arqueología «más allá de las campañas de excavaciones veraniegas» (Pericot, 1975: 39) nos ha dejado una fi gura de la que todos queremos aprender, parecer, similar... Cierto es que, una vez leídos los pormenores profesionales de su vida, todos queremos ser un García y Bellido. Realmente todos lo somos, si nos atenemos a las notas de L. Pericot, donde afi rmaba que «(...) se lanzaba con otros jóvenes desde la borda de la nave al agua, al hablar de Arqueología (...)» (Pericot, 1975: 14). Como bien le describe J. Debergh, «(...) savant et homme de coeur (...)» (Debergh, 1976: 91), Antonio García y Bellido nos ha facilitado gratuitamente un modelo de trabajo a seguir, y gracias a su «(...) nobleza y caballerosidad (...)» como incide A. Blanco García Freijeiro (Pericot, 1975: 28), Don Antonio se ha convertido en todo un speculum en el que contemplarnos al investigar.
Es curiosa la relación entre un arqueólogo llegado de las generaciones democráticas, como se describe así mismo P. R. Moya Maleno (Moya Maleno, 2006: prólogo, XXII), con uno de estos personajes que ha
asentado las primeras bases teóricas y metódicas de Arqueología en España. ¡Qué curiosa es la relación de afi nidad producida entre generaciones tan dispares y la reacción posterior en las primeras! Leamos, sin previo aviso, la vida de ilustres como J. Cabré Aguiló, otro «cruzado» en la Península del que no faltan motivos de admiración. Como vino a decirme un buen amigo mío, y profesional de la Arqueología, para lo bueno y para lo malo, debemos acudir a las «viejas glorias», aún discrepando de los métodos de excavación propios de la época (Beltrán Llopis, 1982: 79). Son, al fi n y al cabo, arqueólogos que han repercutido en nuestra formación, como pioneros en las excavaciones de yacimientos clave 3 .
Retornando el hilo conductor con respecto a García y Bellido y a la publicación de su homenaje, queda uno impresionado por la labor investigadora que acaba de arrancar en el Campo de Montiel. Este despegue viene quizá incitado por un letargo cultural de varios años del que la comarca de Montiel pretende salir, o tal vez se deba al inquietante aparecer de una actividad arqueológica, mencionada por Moya Maleno, y denominada «arqueología de empresa», vide «arqueología de urgencia» et vide «arqueología urbana» (Moya Maleno, 2006: 116-119). En este sentido, permítanme que polemice con la visión que parece nos quiere ofrecer Moya Maleno acerca de esta metodología. Primero, y haciendo uso —y abuso— del homenaje a Blas Taracena en 1991, pongo en valía el testimonio de M. A. Querol, en referencia a las Obras Públicas y su repercusión en el Patrimonio Arqueológico, recordando que «(...) las OPEN (Obras Públicas de Envergadura) destruyen, arrasan, trituran... pero gracias a ellas también se ponen al descubierto yacimiento, se descubren estructuras, se pueden llevar a cabo estudios arqueológicos territoriales y se completan los mapas de distribución de hábitats antiguos (...)» (Querol, 1991: 117). En segundo lugar, y sin ánimo de abrir la caja de Pandora, parece que algunos olvidan que la peligrosa combinación entre «dinero y fi lantropía» se viene dando desde los primeros pasos de las colecciones privadas de los Austrias —por no rememorar tiempos pasados—. Un caso peculiar es el de Luis Siret, afamado arqueólogo y vanagloriado por sus maravillosos dibujos, quien no tuvo reparos en solicitar fi nanciación al Estado para poder proseguir con sus excavaciones en el yacimiento de Almizaraque (Delibes, 1986: 166). ¡Don Luis, cómo han cambiado las cosas ahora! Los arqueólogos nos queremos parecer a usted o a García y Bellido y sin embargo, como le dijo a usted mismo el escritor Gerald Brenan, en una carta recogida acertadamente por M. Pellicer Catalán: «(...) Ce n´est pas une science, c´est un combat a mort —en referencia a la Arqueología— (...)» (Pellicer Catalán, 1986: 15).
3 En el caso de J. Cabré Aguiló, el castro de Cogotas es el ejemplo paradigmático. En este sentido, de la amplísima bibliografía, véase Blasco Bosqued, 1982: 141.
Estoy seguro de que incluso en la tierra de Cervantes y de García y Bellido hay más de uno –o uno bien laborioso y ocioso- que no ejerce como es debido la Arqueología, llámenla peyorativamente «de urgencia», llámenla «de investigación». No obstante y rompiendo una lanza a favor de la primera, como afi rma M. J. Tallón Nieto en referencia a la Arqueología Preventiva, «(...) la evidencia de que no se puede proteger lo que no se conoce funciona como principio rector básico de la política de Inventarios (...)», (Tallón Nieto, 1991: 125). Aún así, coincido con Moya Maleno (Moya Maleno, 2006: 118-119) en la necesaria implantación de nuevos criterios acerca del tratamiento del Patrimonio Arqueológico, así como la adecuación de métodos de excavación menos «sangrantes» para los yacimientos y controlando más férreamente la actividad de las empresas dedicadas al seguimiento arqueológico 4 .
Y es que puede que García y Bellido no convirtiese a Ciudad Real, su tierra patria, en un museo como se dice que Luis Siret hizo de Almería (Pellicer Catalán, 1986: 15). Sin embargo pocos ejemplos vamos a encontrar similares al de éste investigador visualizando su bagaje bibliográfi co en tan diversas materias, desde el arte ibérico hasta la viaria romana pasando por el mundo fenicio. R. Giveon dixit: «(...) scholarly is so greatly indebted for his many important contributions to the knowledge of the Phoenician and Carthaginian world (...)» (Giveon, 1976: 133). Además, ese bagaje funciona de tal manera que arqueólogos e investigadores de cualesquiera de las metodologías y modalidades nos sentimos identifi cados en una persona, Don Antonio García y Bellido, la que fue homenajeada en Villanueva de los Infantes y bien representada en papel y tinta, a fecha de 2006.
Bibliografía breve
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BELTRAN LLORIS, M. (1982): «Don Juan Cabré y Azaila: estado actual de conocimiento del Cabezo de Alcalá (Teruel)». En: AA.VV. (1982): Juan Cabré Aguiló (1882-1982). Encuentro de Homenaje. Institución Fernando el Católico. CSIC. Zaragoza. Pp. 79-92.
4 Valdría todo un monográfi co en este sentido para abarcar tan amplio tema, pero como lo que prevalece es el valor de la publicación de éstas actas, remito a Martín Bueno, 1996: 11-15 o a la obra monográfi ca de Fernández Ochoa (cord.), 1996.
BLASCO BOSQUED, M. C. (1982): «Cabré y Cogotas. Signifi cado de los Horizontes Cogotas». En: AA.VV. (1982): Juan Cabré Aguiló (1882-1982). Encuentro de Homenaje. Institución Fernando el Católico. CSIC. Zaragoza. Pp. 141-150.
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MOYA MALENO, P. R. (ed.) (2006): Antonio García y Bellido (1903-2003). Actas del Curso de VeranoHomenaje «I Centenario de su muerte». Asociación «García y Bellido» de Historia y Arqueología. Villanueva de los Infantes. MOYA MALENO, P. R. (2006): «García y Bellido y la Arqueología del Campo de Montiel (Ciudad Real-Albacete): aproximación historiográfi ca». En: Idem (ed.) (2006): Antonio García y Bellido (1903-2003). Actas del Curso de Verano-Homenaje «I Centenario de su muerte». Asociación «García y Bellido» de Historia y Arqueología. Villanueva de los Infantes. Pp. 63-137.
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QUEROL, M. A. (1991): «Las grandes Obras Públicas y el Inventario de Yacimientos Arqueológicos». En: JIMENO MARTÍNEZ, A. et allii (eds.) (1991): Inventarios y Cartas Arqueológicas. Homenaje a Blas Taracena. Junta de Castilla y León. Soria. Pp. 117-123.
TALLÓN NIETO, M. J. (1991): «Control de impacto arqueológico de las obras de iniciativa pública en Galicia». En: JIMENO MARTÍNEZ, A. et allii (eds.) (1991): Inventarios y Cartas Arqueológicas. Homenaje a Blas Taracena. Junta de Castilla y León. Soria. Pp. 125- 133.
El porqué y el para qué de los itinerarios
Gonzalo Arias
COMENTARIO del libro de Pierre HERRMANN Itinéraires des voies romaines de l’antiquité au Moyen Âge. Éditions Errance, Paris, 2007. ISBN: 978-2-87772-348-0. 279 páginas. 34 €. Puede adquirirse por Internet.
He aquí un libro importante y con enfoques originales. Desde el principio, el autor aclara que, contra lo que es habitual, no tratará de rastrear los caminos correspondientes a los itinerarios antiguos, sino de comprender por qué éstos se han redactado. Proclama su escepticismo, por otra parte, respecto a la romanidad real de los vestigios de vías que se admiten corrientemente como romanas, pues opina que, dado el deterioro causado por factores naturales (aluviones, corrimientos de tierras, vegetación…) y por el tráfi co de carruajes, caballerías y viandantes, cualquier calzada tendría que rehacerse al menos cada veinte años: «il est donc utopique de croire qu’au bout de deux millénaires on peut trouver le moindre vestige d’une chaussée antique qui aurait été utilisée en permanence».
Dejemos al autor la responsabilidad de tal opinión, que no es lo más importante del volumen, y vengamos a lo que más nos puede interesar.
Los vasos de Vicarello ocupan una posición central en la obra. Después de un capítulo de Introduction y de otros tres sobre Les distances, Les étapes y Les voies en los que ya la vía de Cádiz a Roma recibe una atención especial, los vasos de Vicarello son objeto de análisis desde todos los puntos de vista: su hallazgo y su historia reciente, descripción pormenorizada, dimensiones y peso según distintos autores, epigrafía y gramática, analogías y diferencias entre ellos, datación… Es de lamentar únicamente que tan detallado estudio no vaya acompañado de fotografías de los objetos estudiados (cuatro por cada vaso, es decir una por cada campo epigráfi co, sería lo ideal). Pero, aunque el autor menciona fotografías, dibujos e incluso copias de los vasos, no parece que haya tenido ocasión de verlos directamente, y da a entender que ignora su paradero: «Des citations récentes situent les gobelets de Vicarello dans un musée Kirchner qui n’existe plus depuis longtemps». Uno no puede por menos de asombrarse de que en nuestro actual mundo informatizado los investigadores de un país desarrollado tropiecen con este tipo de difi cultades. Difi cultades que, por otra parte, no son obstáculo para un estudio profundo y unas conclusiones apoyadas en buenos argumentos.
Contra la datación propuesta antaño por Jacques Heurgon y aceptada por la generalidad de los autores, piensa Herrmann que el vaso cuarto, lejos de ser el más moderno es incontestablemente el más antiguo, situando su hechura entre los años 27 y 8 antes de nuestra era. Elementos de datación son algunas diferencias en las etapas mencionadas, la escritura más arcaica del cuarto vaso, el hecho de que éste apareciera años más tarde que los anteriores por estar más profundamente hundido en el lecho del estanque y algunas otras consideraciones.
Lo más novedoso y sugerente del nuevo planteamiento es la vinculación de los vasos a los «juegos seculares» establecidos por Augusto en honor de Apolo. La fecha de los primeros juegos seculares (17 a.C.) conviene bien al vaso numerado como cuarto, mientras que los otros tres corresponderían probablemente a los tres juegos seculares ulteriores, datados respectivamente en 47 (en tiempo de Claudio), 88 (en tiempo de Domiciano) y 204 (en tiempo de Septimio Severo).
Rechaza pues Herrmann la idea de que los vasos fueran copia de una columna erigida en Cádiz (si así fuera, no se explicarían las diferencias entre ellos). Se trataría más bien de una forma decidida por el emperador de llevar a Roma desde el extremo occidental del Imperio un homenaje al dios Apolo, en cuyo honor se instituyeron los juegos. Y se explicaría así que el destino fi nal de los vasos fueran las Termas Apolinares, próximas a Roma. Cuando hace poco más de dos años Pierre Herrmann tomó contacto conmigo, entendí que el libro que había escrito y para el que buscaba editor estaba centrado en los vasos de Vicarello y prestaba poca atención a otros itinerarios romanos. Me limité entonces a enviarle el Anexo 8 de El Miliario Extravagante, señalando en especial a su atención mi estudio sobre la ruta de los vasos apolinares. Lamento ahora no haberle facilitado otros materiales.
En efecto, con pesar tengo que hacer notar ahora graves defi ciencias en el tratamiento dado a otros itinerarios romanos, en concreto el de Antonino y el del duumviro Lépido (o tabletas de Cangas de Onís).
En cuanto al primero, se me hace difícilmente comprensible que un estudio de un erudito francés sobre la génesis y la fi nalidad de los viejos itinerarios guarde total silencio, hasta el extremo de no ser siquiera citado en la bibliografía, sobre el profesor ginebrino Denis Van Berchem y sus trabajos, concebidos en el ámbito de la francofonía y publicados por vez primera por la Société nationale des Antiquaires de France. Reiteradamente he sostenido —y ciertamente no soy el único— que las conclusiones del ginebrino son las que mejor explican la naturaleza y el origen del Itinerario de Antonino: ni obra debida exclusivamente a una iniciativa privada (cosa impensable si se repara, como razonablemente observa Pierre Herrmann, que abarca algo así como 70.000 millas), ni obra surgida de una única decisión imperial. Resumamos una vez más lo esencial de las conclusiones de Van Berchem: El I.A. se formó a partir de una serie de «hojas de ruta» marcadas por edictos imperiales que se habían ido acumulando en algún lugar de los archivos romanos, posiblemente durante siglos, para preparar los desplazamientos programados sea de emperadores o personajes ilustres, sea de unidades militares de escasa entidad. El principal de estos desplazamientos (el más largo, y que dio nombre al conjunto) corresponde al viaje de Caracalla de Roma a Egipto en 214 y 215; otros itinera, en su mayor parte, corresponden a desplazamientos de unidades militares que iban cobrando el impuesto de la annona, pagadero en especie, en determinados puntos habilitados para ello. Se explica así la irregularidad de las etapas que tanto ha intrigado a los estudiosos: no se trata de proponer jornadas de viaje, sino de marcar los puntos en que había comunidades de potenciales contribuyentes. La compilación o presentación como obra unitaria de ese montón de hojas de ruta acumuladas en algún archivo imperial pudo ser iniciativa tanto pública como privada, incluso después del hundimiento del Imperio Romano de occidente.
En otras ocasiones me he extrañado de la escasa o nula atención prestada a Van Berchem por autores tan importantes como el británico A.L.F. Rivet, el alemán G. Radke, el francés P. Sillières o el italiano Fasolo (cf. p.ej. El Miliario Extravagante 34,19b y 86,24a). Se
salva de este reproche el francés Raymond Chevallier, quien en 1972 saludaba la reconstrucción de Van Berchem como «la plus récente et la plus séduisante théorie sur la genèse de l’Itinéraire» (R. Chevallier, Les voies romaines, París 1972, pág. 33). A veces tiene uno la impresión de que el suizo ha sido víctima, por razones que se me escapan, de una especie de damnatio memoriae por parte del mundo académico europeo.
En cuanto a las tabletas de Lépido o de Cangas de Onís, el análisis al que procede Herrmann es muy superfi cial y basado en una bibliografía muy incompleta. Aunque reconoce que las distancias marcadas en ellas son muchas veces inexplicables y parecen cifras choisies au hasard, ignora el hecho de que la autenticidad de al menos dos de ellas es puesta en duda por los autores españoles más solventes, y despacha la hipótesis de la falsedad con una frase que no brilla por su lógica: «l’orthographe bizarre et les distances aléatoires excluent pratiquement qu’il s’agisse de faux.» No entraré aquí en ese debate. Creo que en el capítulo primero de mi Repertorio de caminos de la Hispania romana y en el nº 49 de El Miliario Extravagante ha quedado sobradamente demostrada la falsedad de dos de las tabletas.
Conviene señalar, por último, que otros itinerarios estudiados con minuciosidad en la obra comentada son el Burdigalense, considerado tradicionalmente como obra de un peregrino cristiano que viaja de Burdeos a Jerusalén y del que aquí se supone que sería un obispo de Burdeos en misión ofi cial ordenada por Constantino; la Tabula Peutingeriana; la Crónica de Albelda; la inscripción de Polla que describe el camino de Capua a Regio en el sur de Italia; y el itinerario de Tongres, fragmento de una inscripción en piedra relativa a una vía a lo largo del Rin aguas arriba de Bonn.
EL IMPACTO DE LAS VÍAS ROMANAS EN EL TERRITORIO
COMENTARIO del libro Catastros, hábitats y vías romanas, E. García Prósper, P. Guérin, J.L. de Madaria y P. Sánchez Pérez, eds, Generalitat Valenciana, 2006
Este volumen recoge las actas del congreso de igual título celebrado en Valencia en julio de 2003, dentro del marco del proyecto Interreg 3C. «Paysages historiques de l’Europe», y las comunicaciones que en él se incluyen se estructuran en tres bloques: una primera parte reúne aproximaciones teóricas a diferentes aspectos del trabajo del arqueólogo sobre el territorio, y en él se encuentran cuatro aportaciones de distinto signo, pero de similar interés, basadas todas en la experiencia de la aplicación de diferentes modelos teóricos en territorios desiguales. A este bloque inicial, de interés indiscutible, corresponden los títulos «De la prospección a la caracterización de los yacimientos de época romana», de Jean-Luc Fiches (una aplicación de diferentes metodologías en el ámbito suroriental francés, coincidiendo con el trazado de la Vía Augusta, que es el eje en torno al cual se articula el congreso), «Organización y dinámica de los paisajes históricos del Tricastin», aportación fi rmada por Cécile Jung, «De la trama de puntos al sistema de poblamiento», una refl exión de Frédérique Bertoncello sobre la verdadera utilidad de diferentes estrategias de reconstrucción territorial y, fi nalmente, una controvertida nota, «¿Qué arqueología del paisaje?, de Ricardo González Villaescusa que recapitula aportaciones desde los Congresos de Teruel a las últimas tendencias en reconstrucción de paisajes antiguos, pasando por la Escuela de Bésançon.
Un segundo bloque temático, bien es verdad que no estricatamente diferenciado en el índice, se centra en el estudio de las vías romanas valencianas en general y, en particular, en la Vía Augusta. Así, Ferràn Arasa retoma sus hipótesis sobre «El trazado de la vía Augusta en tierras valencianas», prestando cierta atención a la mansio de Ildum; Pilar Ulloa expone los resultados de una excavación en el entorno del Arco de Cabanes («Excavaciones en la Via Augusta en Vall d’Alba, Castellón); Elisa García se centra en la importancia del estudio de las necrópolis para determinar la expansión de las ciudades romanas y el trazado de las vías en las cercanías del casco urbano («En el entorno funerario de las Vías romanas. A propósito de la necrópolis romana de la Calle Quart de Valencia») y, fi nalmente, José Manuel Melchor, Josep Benedito y Mar Pascual recogen los resultados de un espectacular tramo de calzada romana localizado en 2002 en las cercanías de la plaza de la Moreria Vella de Sagunto, imponente tramo de calzada porticada y cloaca, datablñe en el siglo I d.C.
Por último, tres trabajos afrontan la evolución del paisaje desde diferentes disciplinas: así, Pilar Carmona y José Miguel Ruiz presentan la visión de la geoarqueología para analizar los cambios hitóricos producidos en el litoral valenciano («Cambio geomorfológico histórico en llanuras del mediterráneo valenciano. Geoarqueología y sistemas de información geográfi ca»); los editores del Congreso (Elisa García, Pierre Guérin, José Luis de Madaría y Paloma Sánchez) exponen los resultados de la campaña de prospección en la centuriación romana de Sagunto, uno de los trabajos posteriores al congreso y complementarios del mismo; y, por último, de nuevo Ricardo González Villaescusa centra su atención en el ager Saguntinus, presentando una potente comunicación en el que el uso combinado de diversas técnicas le permite exponer la sucesiva «Bonifi cación de zonas palustres en el ager Saguntinus».