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Evolución histórica del paisaje de la Vega Alta de Toledo: Huerta del Rey y La Alberquilla, por Alfonso Vázquez González

EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL PAISAJE DE LA VEGA ALTA DE TOLEDO: HUERTA DEL REY Y LA ALBERQUILLA

ALFONSO VÁZQUEZ GONZÁLEZ Profesor de Geografía de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y catedrático del I.E.S. Sefarad de Toledo.

INTRODUCCIÓN

La Huerta del Rey y La Alberquilla son dos parajes de la Vega Alta del Tajo que están situados al oriente del Centro Histórico de Toledo, donde actualmente no hay urbanización, por lo que se mantiene el paisaje histórico y el paisaje natural, aunque en el futuro en este espacio se va a crear un barrio de viviendas debido al desarrollo del Plan de Ordenación Municipal del 2006. Se trata de un territorio histórico que siempre ha tenido relación con la ciudad, al estar próximo a ella, tanto en las comunicaciones como en las actividades sociales y económicas entre ambas, así como vínculos geográfi cos-medioambientales; en la actualidad dichas relaciones son aún más importantes e intensas.

Estos dos lugares están emplazados en la margen izquierda del Tajo, justo en el fondo del valle, antes de entrar el río en el gran meandro, llamado torno, que rodea a la ciudad histórica. Están limitados por los siguientes elementos geográfi cos: al norte por los tres últimos meandros del Tajo al llegar a Toledo (excepto una pequeña zona del polígono de la Huerta del Rey, que está ubicada en la margen derecha del río Tajo); al oeste por el cauce del río que entra en el torno; al sur por la vía ferroviaria, actualmente del AVE, y al este por

Vista aérea de la Huerta del Rey y La Alberquilla.

la fi nca llamada «La Huerta del Ingeniero», donde el cauce del Tajo está muy cerca de la vía ferroviaria. Más hacia el sur se encuentra el barrio de Santa Bárbara y más hacia el este está el Polígono Industrial-Santa María de Benquerencia.

La forma del espacio del conjunto de estos dos parajes tiene un carácter alargado, de oeste a este. En dicho espacio hay zonas más anchas y otras más estrechas debido a la existencia de los tres meandros del Tajo. El norte tiene una alineación de semicírculos porque se limita por el cauce del río; y el sur tiene una línea recta, debido a que está limitado por la vía ferroviaria del AVE. Esta situación determina en estas zonas un espacio cerrado, puesto que está limitado por dos barreras: una barrera natural que es el río Tajo y una barrera humana visible que es la vía del AVE.

1. CARACTERÍSTICAS DEL PAISAJE EN LA EDAD ANTIGUA Y MEDIA.

Durante la Edad Antigua, el paisaje de estos sectores estaba humanizado debido a que en la época romana se habían desarrollado varias villas en las vegas del Tajo cercanas a la ciudad de Toledo. Concretamente en La Alberquilla se descubrió en 1929 una villa romana, a unos 150 metros al oeste de la casa de labor de «La Rosa», en la zona utilizada para desmonte de las tierras de la vía de ferrocarril Toledo-Bargas, entonces en construcción. Aparecieron mosaicos, restos de muros, un arco de fábrica de ladrillo, y muchas otras piezas. Posteriormente se encontraron otros yacimientos romanos en varias zonas de esta vega.

Sin embargo, en la Edad Media se desarrolló bastante en esta zona las actividades humanas relacionadas

con la ciudad de Toledo y por lo tanto se crearon muchos edifi cios, además de las labores agrarias, forestales y ganaderas.

Al fi nal de la época musulmana, en el periodo taifa (siglo XI) se creó la Almunia Real en la zona llamada actualmente Huerta del Rey (almunia signifi ca huerta, de ahí el nombre actual), donde se construyó un gran palacio de recreo, próximo a la ribera del Tajo, incluyendo un importante jardín botánico, en la época del reinado de Al-Mamun. En dicho palacio había una sala con una gran noria que obtenía el agua del Tajo y la trasladaba a una gran alberca. En palabras de al-Fath b. Jaqan «El salón brillaba como si el sol se encontrase en lo alto del fi rmamento y la luna llena en su cenit, como una corona. Las fl ores embalsamaban el ambiente y sobre el río los invitados bebían sin cesar. La rueda hidráulica gemía como gimen, heridas por la llama devoradora del dolor, la camella que perdió a su cría o una madre al morir su hijo. El cielo estaba regado por las gotas del rocío; los leones (surtidores de las fuentes) abrían sus enormes bocas para vomitar agua». Por lo tanto, según escribe Clara Delgado Valero en su libro Toledo Islámico, el palacio islámico de Galiana tenía en dicha época una «exquisita delicadeza con que se concibió este palacete de recreo, en el que jugaba un papel destacado tanto su salón de aparato, denominado de la Noria, como la alberca y los jardines».

En la Almunia Real, y en su zona este, en la actual Alberquilla, se desarrollaba una importante actividad agraria hortofrutícola por la fertilidad de suelo de la vega, por la existencia del regadío debido a las norias del Tajo y por las necesidades de alimentación de la población de Toledo. El escritor musulmán Al-Idrisí

comentó lo siguiente: «el Tajo riega sus bellos alrededores y sus fértiles campos; está rodeado de jardines que son cruzados por canales, con norias destinadas al riego de huertas y jardines que producen frutos de belleza y calidad extraordinaria. Por todas partes, entre las huertas se veían almunias y torres fortifi cadas».

Estos maravillosos paisajes de la época islámica se destruyeron tras la conquista cristiana de Toledo, llevada a cabo por el rey Alfonso VI en el año 1085, pues posteriormente hubo varios ataques al Toledo cristiano por parte de los almorávides, cuyos ejércitos acampaban en la Huerta del Rey, por lo que se arruinó el palacio y se devastaron los campos. Otra destrucción de esta zona se produjo en el año 1212 por los ejércitos cristianos que fueron a la batalla de Las Navas de Tolosa y se establecieron temporalmente en el este de Toledo, debido a que el rey Alfonso VIII determinó el asentamiento de las tropas en la Huerta del Rey, según recoge la Primera Crónica General: «El rey dióles fuera de la çipdad, en la ribera del río Tajo huertas et huertos et otros vergeles de deleite en que tomasen solazes et sabores que él fi ziera criar para sí, para la su real magestad sabores et solazes quando él en esa çibdad fuese et quisiese salir a andar, et diógelo todo a sabor de sí et soltógelo para fazer y como quisiesen, et folgar y a las sombras en las calenturas», aunque, según dicen los Anales de Toledo «cortaron toda la huerta del Rey, e de Alcardet todo, e hicieron mucho mal en Toledo y duraron mucho».

La Huerta del Rey dejó de ser propiedad real en 1385, cuando Juan I la donó a los jerónimos de La Sisla y pasó después, por venta en 1394, a Beatriz de Silva, cuyos escudos, junto a los de su esposo Alvar Pérez de Guzmán, ornamentan su interior, por lo que fueron los propietarios de esta huerta, la más extensa y fértil, en 1400. Esta propiedad en aquella época puede considerarse una prolongación del concepto de huerta-vergel musulmán y fue concebida como lugar de esparcimiento y recreo de la aristocracia urbana, aunque era una fi nca de regadío. También se crearon otras propiedades rústicas que proliferaron en la vega del Tajo durante el siglo XIV. Estas huertas necesitaban una tecnología hidráulica que fue heredada de los musulmanes, consistente en el aprovechamiento del agua del río a través de presas y azudas «o anorias caudalosisimas, las quales echan el agua a unas canales de madera de mas de siete estados de altura para que las guertas sean regadas; estas andan de dia y de noche porque la misma corriente del río es su movedor; tienen ansi mismo nueve presas, donde con piedra se ataja todo el rio, para que vaya por las canales de las paradas de los molinos...» (Huertado de Toledo) Algunas huertas tenían su propia noria, canales de madera, «pozos con sus albueras...con sus açeñas et con todo su aparejo,». Estas huertas disponían de casas techadas de paja. En ellas se desarrolló un policultivo de regadío consistente en productos hortofrutícolas como granadas, cítricos, limones, naranjas y cidras, almendras, higos, membrillares, ciruelas, manzanas, albaricoques, peras, hortalizas, berenjenas y cardos. Entre el siglo XIII y XIV se reedifi có el Palacio de Galiana en el mismo lugar donde se encontraba el antiguo palacio islámico, tomando como base la estructura primitiva de sala transversal alargada con alcobas en los extremos, precedida de un pórtico que servía como enlace con el jardín, y redecorados con yeserías en dichos siglos, por lo tanto, este nuevo palacio fue de estilo mudéjar.

Este edifi cio estaba muy deteriorado en el siglo XIX y a mediados del XX, pero se restauró al comienzo de la década de 1960, manteniéndose muy bien conservado hasta la actualidad, que está formado por una sala de recepción dividida en tres naves paralelas, cuyos extremos son alcobas. Dichas naves se comunican entre sí mediante un eje transversal. El palacio abre ventanas en sus dos fachadas: la del norte se asoma a la recreación de un jardín hispano musulmán que se extiende hacia el sur y el oeste; y la del sur se abre a una gran alberca. Está declarado Bien de Interés Cultural, con categoría de monumento

Palacio de Galiana antes de la restauración

2.- CARACTERÍSTICAS DEL PAISAJE EN LOS SIGLOS XVI Y XVII.

Aunque a fi nales de la Edad Media las fi ncas de la vega del Tajo próximas a la ciudad eran fi ncas rústicas de huerta y en parte de recreo, cuyos propietarios eran de la aristocracia urbana toledana, sin embargo, a mediados del siglo XVI se desarrolló en Toledo la moda cultural renacentista entre diversos personajes de la alta sociedad, sobre todo humanistas, que se deleitaban y recreaban en el paisaje natural próximo al entorno urbano, por lo que sus fi ncas de recreo y esparcimiento se convirtieron en cigarrales, algunos de ellos en las vegas y la mayoría en el sur de la ciudad. Debido a esta situación las zonas de la Huerta del

Rey y La Alberquilla cambiaron totalmente, tanto en la extensión de las propiedades, como los propietarios y el tipo de cultivos, aunque seguía siendo de regadío con importantes norias azudas, y además el palacio se fue arruinado.

En los siglos XVI y XVII se escribieron varios libros explicando las características de la ciudad de Toledo, incluyendo la vega del río Tajo y la Huerta del Rey. Leyendo estos escritos se puede saber como eran los paisajes del territorio que estamos estudiando.

El embajador de la republica de Venecia, Andrés Navagero, viajó a España en la época del reinado de Carlos I; en el año 1525 estuvo en Toledo y escribió lo siguiente: «Antes de llegar a Toledo pasa el río por un llano que le llaman la Huerta del Rey y que se riega todo con norias, que son ruedas hidráulicas que sacan el agua del río, por lo cual está todo lleno de árboles y de muchos frutos, y está todo labrado y hecho huertos, de donde se surte la ciudad de hortalizas, principalmente cardos, zanahorias y berenjenas, que aquí se gastan mucho. En esta llanura hay un antiguo palacio arruinado que llaman de Galiana… las ruinas muestran

Palacio de Galiana en su estado actual

que el palacio era hermoso y están en un lugar muy apacible».

En 1576 Luís Hurtado De Toledo escribió el Memorial de algunas cosas notables que tiene la Imperial Ciudad de Toledo en el que dijo lo siguiente en el capítulo «De las riberas, sotos, guertos, frutos y pescados a la dicha ciudad»: «En las riberas del río Tajo, legua y media antes que llegue a Toledo, a la parte de oriente, comienzan de un lado y de otros, dos fertilísimos y amenos sotos, cuyo comienzo es la huerta de Higares … el soto del Lobo y el soto del Cardete. La mayor parte de la arboleda de estos sotos son membrillares (...) es grande su cosecha, dura en los árboles desde el mes de julio hasta diciembre y en las cámaras todo el año (...) Tienen así mismo estos sotos grande copia de vides de uva temprana, suave y delicada ciruela de todas suertes y tiempos, manzana xavi, más suaves que camuesas de la Vera...y hay albérchigas y albaricoques, aunque por temor de los muchos ladrones y por ser fruta de precio, con las peritas que dicen de San Silvestre y vinosas, sus dueños las van extirpando.

Síguese al soto que está cabe la ribera del río al oriente, la casa, heredad y huerta que dizen de Rodrigo Niño, la qual está a media legua de la ciudad, donde la qual hasta la casa y el jardín artifi cioso de don Antonio de Córdova, caballero de la Orden de Santiago, hay muchos tejares de teja y ladrillo (...) Está luego la casa y jardín de Alonso Manrique, dende la qual comienza la celebrada y amena huerta que llaman del Rey (...) en esta huerta hay todo género de hortaliza de que la ciudad es proveída y los mejores cardos de España. Abundan también esta huerta de la fruta que de los sotos hemos contado y de las venenosas berenjenas (...) Al lado de esta huerta están los mesones, abrevadero y parador de los carros que vienen con trigo y carbón y otras provisiones (...)

Debajo de esta huerta ha dejado el río por descargar su conciencia lo que muchos años antes había comido y robado, en lo qual se ha plantado un badén y membrillar fertilísimo. Desde aquí va una ancha rambla, donde están formadas muchas casas de morada (...) Síguese de aquí el río llano, que por la Puerta Nueva sirve en sus molinos, y a los que se proveeen de agua limpia antes que entre en la ciudad, y lugar cercano para las lavanderas, fácil y llano para lavar.

Entre este brazo de río y ese otro que se divide al abrevadero de la Huerta del Rey, está una viña y arboleda muy fértil (...) enfrente de esta isla está una pequeña huerta que dicen de San Pablo, cuyos edifi cios están arruinados...»

Francisco de Pisa en su «Descripción de la Imperial ciudad de Toledo», escrita en 1605 también nos explica cómo eran las vegas de la ciudad y la Huerta del Rey, a principios del siglo XVII. En el Capítulo XIV «De los molinos, azudas, anorias, y batanes….» Explican como eran las norias azudas: «… unas grandes ruedas de madera, que llaman azudas, las cuales movidas con la fuerza del raudal del río, levantan el agua y van derramando, y derivando por lo alto, encañada y encalanada por caños de madera, hasta dar en las propias huertas. Destas azudas hay tres o cuatro a la huerta del Rey, una que llaman de Razazu; otra de la Alverca; otra de la Islilla; otra de los palacios de Galiana: y más adelante otra frontero del jardin de don Pedro Manrique, y es de la huerta de Lytique...». En el Capítulo XV nos habla de estas huertas: «El rio Tajo, como se ha dicho, con su curso y rodeo alegra la ciudad, y la enriquece de mantenimientos, por entrabas riberas, la superior y alta que mira al Oriente, por el espacio

Vista de la Huerta del Rey. Grabado de Wyngaerde 1563

de la famosa legua, amena y deleitosa, con abundancia de huertas, árboles, y alamedas: la inferior y mas baja hace el mismo ofi cio: entre las cuales la principal huerta es la que llaman del Rey, que en medio tiene los palacios o baños llamados de Galiana».

Por lo tanto, en relación con estos textos se puede establecer el paisaje que existía en esta vega durante los siglos XVI y XVII. Era una campiña de regadío donde se utilizaban las norias azudas que eran ruedas hidráulicas que sacaban el agua del río Tajo y se extendía a través de caños de madera. En la Huerta del Rey había cuatro azudes, y atrás a lo largo de la ribera del Tajo. Los cultivos que se desarrollaban en las huertas eran: cardos zanahorias y berenjenas. Por otro lado, también había sotos donde predominaban los árboles frutales como los membrillares, aunque también había manzanos, ciruelos, guindos, perales, albérchigas, albaricoques y vides. En los sotos también había alamedas, con álamos negros.

Estos parajes de la Vega Alta están espléndidamente expresados en el grabado realizado en 1563 por Antón Van de Wyngaerde, en el que se representa la ciudad de Toledo vista desde el norte, desde el Cerro de la Horca. En las vistas de la Huerta del Rey aparecen dos de las norias azudas: la de Islilla y la del Palacio de Galiana. Se representa también las huertas y las arboledas y en ellas tres edifi cios: el Palacio de Galiana; la casa labriega, que se mantiene actualmente; y la casa labriega que ha desaparecido. Además se muestra también la actual zona de la Alberquilla, muy separada de la Huerta del Rey por el meandro que estaba cerca del camino que iba a Yepes, donde se encuentra un edifi cio religioso, que probablemente era la ermita de la Concepción.

El tipo de propiedad de la Huerta del Rey era similar a la de los siglos anteriores, pues su posesión era de la importante familia toledana llamada los Silva, entre ellos Juan Gómez Silva, regidor toledano. Sin embargo, parte de la fi nca se arrendó a diferentes hortelanos, y otra parte se cedió a la capilla de Santo Tomás del convento de Santo Domingo el Real. No obstante, en la zona de La Alberquilla hubo una intensa distribución de propietarios en el siglo XVI, los cuales también eran nobles y otra parte de la propiedad pertenecía al clero. Uno de las propiedades importantes, pertenecía a la familia Niño, que formaba pare de la oligarquía aristocrática toledana. Otra fi nca se llamaba la huerta de la Emperatriz, cuyo nombre se mantuvo hasta el siglo XIX (aparece en el mapa topográfi co de 1882), debido a que fue propiedad de la emperatriz Isabel de Portugal, esposa de Carlos V, que cuando murió se cedió al convento de la Concepción. Entre otras fi ncas de esta zona, había una pequeña huerta con una casa, llamada La Alberquilla (8 aranzadas, lo que supone 3,5 hectáreas), que en los siglos posteriores se fue convirtiendo en una gran fi nca, y por eso se llama actualmente toda la zona con este nombre. Había otras fi ncas con otros propietarios como Soto de Torres, El Cercad, La Choza Vieja, Huerta de Jardín, Tierra del Rosal, El Cercado, Haza de los Leones, Aranzadilla, Matavacas, etc. A principios del siglo XVII cambiaron las propiedades, sobre todo la zona de la Alberquilla, pues un mercader llamado Alonso de Yepes, tesorero de alcabalas y tercias reales en Toledo, compró muchas fi ncas, obteniendo un total de 85 aranzadas (39,35 hectáreas). Sin embargo en 1632 se produce una quiebra de dicho personaje, acabó en la cárcel y se puso en venta sus fi ncas, por lo que volvieron a disminuir las heredades de la Alberquilla.

El tipo de paisaje natural de esta zona durante estos siglos era algo diferente a la actualidad. Había ciertas modifi caciones en las vegas, debido a los cambios en el trazado sinuoso y meandrifome del río Tajo sobre su llanura aluvial de gravas, arenas y limos, que se producía por la erosión lateral que tuvo lugar en sus orillas y por las fuertes crecidas, que eran muy frecuentes. Estos parajes del entorno toledano están espléndidamente incluidos en el grabado de Wyngaerde. En él se refl ejan de modo muy fi el los paisajes de los alrededores de Toledo. Entre los detalles de mayor interés, destacan, por un lado la representación del curso del Tajo, con dos acentuados meandros (hoy nítidamente modifi cados y recortados) que mordían vigorosamente los terrenos terciarios de las dos márgenes. Por otro destaca la presencia de una difl uencia del río Tajo que se abría con dos brazos para dar lugar a una isla de notable tamaño, hoy desaparecida, de forma triangular y con el vértice de menor ángulo orientado aguas abajo, llamada Isla Antolinez, que mantenía cultivos y bordes arbolados.

Otro aspecto del entorno natural de Toledo que refl eja Wyjngaerde es la vegetación que existía entonces pues aparecen los árboles de ribera en las vegas del Tajo. Otra de las fuentes más importantes para estudiar del paisaje natural de esta zona a principios del siglo XVII son algunos cuadros de El Greco, sobre todo el más objetivo de ellos, que es la Vista y Plano de Toledo realizado por El Greco y su hijo Juan Manuel entre 1610 y 1614. En el plano se representa también la isla de Antolinez, con una longitud cercana a los 650 metros y una anchura próxima a los 250 metros. Su perímetro muestra un aspecto algo diferente con respecto al grabado de Wyngaerde. Pasa de tener una forma triangular a otra ovoide. También nos llama la atención la existencia de dos pequeñas islas satélites. Esto quiere decir que probablemente esta zona fl uvial cambió desde 1563 a 1610.

Plano del Greco. 1610-1614

3.- CARACTERÍSTICAS DEL PAISAJE EN EL SIGLO XVIII.

En el siglo XVIII cambió el paisaje agrario de la Huerta del Rey y de la Alberquilla debido a que se eliminaron varias superfi cies de los cultivos que se practicaban en los siglos anteriores siendo sustituidos por el cultivo de las moreras, debido a las Reales Cédulas de 1708 y 1731 que intentaba aumentar la industria de la seda natural en Toledo. En 1750 existían en la Huerta del Rey unos 114.000 pies de morera. En La Alberquilla también se extendieron los plantíos de moreras, ocupando una gran extensión de este territorio, sobre todo en las zonas próximas a la ribera del Tajo.

Las propiedades, tanto de la Huerta del Rey como de La Alberquilla, cambiaron en el siglo XVIII. Parte de la Huerta del Rey era propiedad del conde de Montijo, pero muchas fi ncas estaban en manos del clero, tanto de las órdenes regulares como parroquias, fundaciones piadosas, cofradías y dotaciones testamentarias que establecen sobre ellos censos para pagar misas perpetuas. En la Huerta del Rey las propiedades religiosas eran las siguientes: la fi nca que cedió Silva a la capilla de Santo Tomás del convento de Santo Domingo el Real; otra que procedía de la cofradía de la Caridad; y la que pertenecía al convento de Santa Fe. En La Alberquilla el convento de Santa Fe tenía la más extensa propiedad, con una superfi cie de 139 aranzadas (62,16 hectáreas), incluyendo La Alberquilla, Huerta de la Emperatriz y Alcardete. Además, tenía propiedad una fundación religiosa, cuya capellanía estaba en la iglesia de San Lorenzo (Huerta del Paraíso). También poseía una hacienda en la Alberquilla el hospital de la Misericordia, llamada la huerta de Juan de Marcha.

Grabado del Arroyo Palomeque. Siglo XVIII

Sin embargo, el paisaje de estas huertas durante el siglo XVIII no cambió mucho respecto al siglo XVII, (solamente la inclusión de los árboles de moreras). En el grabado de Arroyo de Palomeque, del siglo XVIII, aparece una pequeña zona de la Huerta del Rey, concretamente en el oeste. Se mantiene la Noria azuda llamada Islilla, y los árboles de moreras. También se representa la isla de Antonino.

4.- CARACTERÍSTICAS DEL PAISAJE EN EL SIGLO XIX

A lo largo del siglo XIX estas fi ncas cambiaron en la mayor parte de los elementos geográfi cos, tanto naturales como humanos.

En este siglo la línea del cauce del río Tajo tenía una forma diferente a los siglos anteriores, tal y como se representaba en los mapas que se crearon en dicha época, debido a que se modifi caron los meandros, como el de la Huerta del Rey que se trasladó hacia el norte y el meandro cercano a la entrada de Toledo que se dirigió hacia el sur, por ello, el terreno actual de la Huerta del Rey que está a la derecha del Tajo, era por donde estaba el cauce del Tajo antes del XIX. Por otro lado, el cauce derecho que determinaba a la isla de Antolinez desapareció, y por lo tanto el terreno de esta isla actualmente está unido a los barrios de la Antequeruela y de la Covachuela, tal y como se ha explicado en el apartado del paisaje fl uvial.

Las características agrícolas que se habían desarrollado durante el siglo XVIII cambiaron en parte, pues desparecieron la mayor parte de las moraledas debido a que desapareció la industria de seda, y se sustituyó por regadío de cereal, aunque se mantuvo las huertas y parte de los frutales. En la Huerta del Rey había 200 fanegas de labor a mediados del siglo XIX, según se dice en el Diccionario de Madoz. Por otro lado, Antonio Martín Gamero en 1857 decía que «En las huertas y en la vega el arado ha roto con la monótona regularidad de sus líneas el hermoso paisaje poblado de árboles y cañaveras que coronaban las riberas del río y daba sombra a venerables ruinas». Sin embargo, en La Alberquilla era una zona arbórea porque según Madoz había 1.010 olivas y una alameda Las norias azudes se mantuvieron durante la mitad del siglo XIX, pues se cambió a mediados del siglo porque se crearon embalses y canales en el Tajo, como el de Safont.

A mediados del siglo XIX, se creó el ramal de la línea de ferrocarril Castillejo-Toledo, inaugurándose la antigua estación ferroviaria el 7 de mayo de 1857. Esa línea pasaba por el sur de la Huerta del Rey y de la Alberquilla, por lo que se sustituyó parte del terreno de estas zonas por la vía y la estación y empezó a cerrarse dicho espacio. La mayor transformación durante el siglo XIX consistió en el cambio de los propietarios y de la extensión de las fi ncas, debido al proceso de desamortización y a la unión de propiedades, por lo que el número de fi ncas disminuyeron y aumentaron su superfi cie por las agregaciones de varias de ellas.

Parte de la propiedad pasó de las instituciones eclesiásticas a la burguesía debido a la desamortización de Mendizábal en 1835. En esta zona, las propiedades del Convento de Santa Fe (La Alberquilla, Huerta de la Emperatriz y Alcardete), pasó a don Bartolomé José Gallardo, un importante personaje al ser, además de un agrónomo ilustrado y político liberal republicano, un bibliógrafo, erudito y gran escritor español. Cuando murió en el año 1852, La Alberquilla la heredó su hijo Juan Antonio Gallardo, que hizo muchos escritos de agronomía y fue alcalde de Toledo en la época del Sexenio Revolucionario, entre 1869 y 1874. Otras parcelas fueron agregadas y las compraron otros propietarios de la burguesía, dando lugar a las extensas fi ncas que se mantienen en la actualidad. Sin embargo, también se mantuvieron algunos propietarios del siglo XVIII, concretamente los condes de Montijo que mantenían la Huerta del Rey, y en el siglo XIX la propietaria fue Eugenia de Montijo, que se convirtió en la Emperatriz de Francia.

A fi nales del siglo XIX la fi nca de La Alberquilla seguía siendo muy importante en la ciudad de Toledo debido a que su dueño era don Sergio Novales, ingeniero agrónomo y sobrino de Bartolomé José Gallardo. Este nuevo propietario fue amigo de Benito Pérez Galdós, que vivió en la casa de La Alberquilla a fi nales del siglo XIX y principios del XX, según cuenta Gregorio Marañón en su libro Elogio y Nostalgia de Toledo:

«... las temporadas más largas de su estancia en la ciudad las pasó en la casa de La Alberquilla, finca famosa por la riqueza de sus tierras y sotos, cerca de la estación de ferrocarril, a lo largo de la margen del río, donde se alzan los restos de los palacios de Galiana. Pertenecía en aquella época a don Sergio

Benito Pérez Galdós en La Alberquilla

Novales, que le habían adquirido de su tío, el insigne y atrabiliario bibliófi lo don Bartolomé Gallardo, tan célebre por su saber como por su arte en la piratería de los libros ajenos. Allí estuvo su magnífi ca biblioteca, y recuerdo haber visto todavía los inacabables estantes, ya vacíos, que ocupaban varias habitaciones. En La Alberquilla, la admiración de Novales por Galdós tenía reservado a éste un cuarto donde escribió centenares de cuartillas. Era don Sergio gran labrador, ingeniero agrónomo...»

Plano de Toledo de Coello de 1866. Instituto Geográfi co Nacional

5.- CARACTERÍSTICAS DEL PAISAJE EN EL SIGLO XX

Durante el siglo XX cambió bastante el paisaje de la Huerta del Rey y La Alberquilla, sobre todo en la primera mitad del siglo.

Uno de los cambio importante en la primera mitad del siglo XX fue la eliminación de las arboledas, tanto los cultivos de las alamedas y los frutales, como la vegetación natural ubicadas en las riberas del río. En la década de los 40 sólo había 3.100 m 2 de frutales, 14.500 m 2 de alamedas y 12.200 m 2 de árboles de ribera. Esta disminución se debió, sobre todo por la utilización de la mayor parte del terreno en cultivos de cereal y también porque los árboles de la ribera se talaban para utilizarlos como combustión.

Plano de Toledo de 1882. Instituto Geográfi co Nacional

Otro de los cambios en dicha época fue la modifi cación de los cultivos. Hasta entonces predominaban las huertas y los frutales, sin embargo en el siglo XX se cambiaron por los cereales, sobre todo de regadío, que se mantiene hasta la actualidad. En los años 40 predominaban los cereales de regadío, pues había 239 hectáreas de estos cultivos, lo que suponía el 74,7% del total de la superfi cie de esta zona. También había cereal de secano, que incluía 27 hectáreas, un 8,4% del total. Los frutales sólo tenían 31 áreas, como ya hemos dicho. Por otro lado, en dicha época había zonas dedicadas a eriales y prados dedicadas para el pasto del ganado, con una superfi cie total de 47 hectáreas, un 14,7%.

En los años 40 del siglo XX sólo había 4 propiedades en la Huerta del Rey y La Alberquilla por lo que se agregaron la mayor parte de las parcelas de este territorio que tenía en total 320 hectáreas, según el catastro de 1941.

El propietario de La Huerta del Rey en 1941 era Carlos Stuart Falcó, que tenía relación con los condes de Montijo. El total de la finca incluía 62,77 hectáreas: 55,20 en la margen izquierda del río y 7,57 en la margen derecha. Predominaba el cultivo de cereal de regadío, con 51 hectáreas; también había cereal de secano y eriales. Tenían, además del Palacio de Galiana, 3 casas, un caserío y 4 casetas en toda la fi nca. En los años 60, según dice Julio Porres en La Historia de las Calles de Toledo, «el fi nanciero señor Fernández-Araoz compró la totalidad de la Huerta del Rey... reconstruyéndose por fi n la bella casa de campo de planta musulmana bajo la supervisión del profesor Gómez-Moreno y la dirección facultativa del señor

Chueca Goitia, salvándose así de su ruina secular este bello edifi cio, declarado monumento histórico-artístico por decreto de 3 de junio de 1931.»

Al sur de la Huerta del Rey, al lado de la vía del ferrocarril, se segregó en los años 30 una pequeña fi nca que se llamaba en dicha época La Francesa. Su propietaria era Josefi na Jiménez Cruz, en los años 40, con una superfi cie de 1,77 hectáreas Se dedicaba a cereal de regadío (1,16 Ha.), frutales (0,10 Ha) y erial (0,30 Ha) y tenía un caserío.

La fi nca más extensa era La Alberquilla, que incluía la zona este de la Huerta del Rey (entre el arroyo de la Rosa), hasta la fi nca de la Huerta del Ingeniero. En total su extensión era de 244,5 hectáreas. Su propietaria era, en los años 40, Rosario Novales Pelayo. El cultivo predominante era, como en todo el territorio de la vega en dicha época, el cereal de regadío, con 178,7 hectáreas. También había cereal de secano con 20,7 hectáreas, y cultivos de frutales con muy poca superfi cie, pues sólo tenía 30 áreas. Además, el terreno de la fi nca estaba incluido con prados (20,73 hectáreas), eriales (20 hectáreas) y árboles de ribera con 1,23 hectáreas. Tenía 2 caseríos, 4 casas, 7 casetas, 1 era, 2 norias y varios caminos. En la actualidad, como ya explicamos, esta fi nca se ha segregado mucho.

El edifi cio principal de esta fi nca se construyó a principios del siglo XX, en estilo neomudejar, con una superfi cie de 625 m 2 , incluyendo una interesante torre. Al sur se extiende un agradable jardín con una gran arboleda. Este edifi cio se creó para la residencia del propietario de la fi nca, y se ha conservado correctamente hasta la actualidad.

La Alberquilla en los años 40

Por último, la fi nca situada al este, se llamaba Huerta del Ingeniero. Su propietaria era Carmen Aguirre Martínez y su extensión era de 12,4 hectáreas. También predominaba el cereal de regadío, con 9,05 hectáreas; cereal de secano, con 0.32 hectáreas; y una gran alameda con 1,45 hectáreas. Tenía dos casas, dos casetas, un silo y una noria.

La Alberquilla

Fincas en La Huerta del Rey y La Alberquilla en 1941. Archivo Histórico Provincial de Toledo

D) CONCLUSIÓN: CARACTERÍSTICAS Y PERCEPCIÓN VISUAL DEL PAISAJE DE LA VEGA ALTA DE TOLEDO

La Huerta del Rey y de la Alberquilla constituye uno de los paisajes más interesantes de los alrededores del Casco Histórico de Toledo, debido a sus características medioambientales e históricas, tal y como lo hemos desarrollado en los capítulos anteriores.

En cuanto a sus características históricas incluyen los edifi cios históricos y tradicionales: el más importante es el Palacio de Galiana; otro muy interesante es la casa de La Alberquilla; y los edifi cios tradicionales son los caseríos rústicos. También incluyen elementos históricos como los caminos antiguos y el puente de la antigua vía ferroviaria. Además existen otros elementos históricos, no visibles actualmente, como son los yacimientos arqueológicos.

Estos elementos paisajísticos defi nidos se observan desde los sitios elevados alrededores de la zona, como el Centro Histórico, el barrio de Santa Bárbara, el Hospital Provincial, el Castillo de San Servando, el barrio de Covachuela, el Salto del Caballo, la zona de Pinedo o el mirador Casa de Campo. Las vistas más importantes son las que se observan desde el Centro Histórico, concretamente: desde los siguientes punto: el Miradero y calle de las Armas; el barrio de la Antequeruela; el mirador de Alcántara; el mirador del Carmen; el mirador de la Granja, y desde el Alcázar. También hay unas vistas extraordinarias desde la Vega Alta, tanto en la Huerta del Rey como en la Alberquilla, hacia el Centro Histórico de Toledo de la zona oeste y norte, donde se ven los grandes monumentos como: el Alcázar, la torre de la Catedral, la iglesia de los Jesuitas, y varias torres mudéjares, como la de la iglesia de San Román o la de Santiago del Arrabal, la puerta de Bisagra o el Hospital de Tavera, entre otros.

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PROCEDENCIA DE LAS FOTOS

Toledo su Historia y su Leyenda. Benito Pérez Galdós. Antonio Pareja, Editor

Regreso a Tulaytula. Guía del Toledo Islámico. JJCC de Castilla-La Mancha

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