LECCIONES JUANELO TURRIANO DE HISTORIA DE LA INGENIERÍA
Los libros del ingeniero Alicia Cámara Muñoz y Bernardo Revuelta Pol, coordinadores
LOS LIBROS DEL INGENIERO
Conferencias impartidas en el curso: «Los libros del ingeniero», celebrado en Segovia del 8 al 10 de noviembre de 2019 y organizado conjuntamente por la UNED y la Fundación Juanelo Turriano. Curso dirigido por Alicia Cámara Muñoz y Bernardo Revuelta Pol y coordinado por Enrique Gallego Lázaro
2020
Creditos www.juaneloturriano.com
Coordinación y revisión de textos: Daniel Crespo Delgado Diseño, maquetación: Ediciones Doce Calles S.L. © De la edición, Fundación Juanelo Turriano © De los textos, sus autores © De las fotografías y dibujos, sus autores
ISBN: 978-84-948925-9-2 D.L.: M-13125-2020
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Cubierta:
(1551-1617), «Homo volans». Lámina 38 de Machinae Novae, Venecia, s.i., s.a. (1595-1616). F. VERANZIO
FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO
PATRONATO PRESIDENTE DE HONOR
Francisco Vigueras González PRESIDENTE
Victoriano Muñoz Cava VICEPRESIDENTE
Pedro Navascués Palacio SECRETARIO
José María Goicolea Ruigómez VOCALES
Inmaculada Aguilar Civera Alicia Cámara Muñoz David Fernández-Ordóñez Hernández José Antonio González Carrión Fernando Sáenz Ridruejo José Manuel Sánchez Ron
PRESENTACIÓN
Desde los tiempos de Leonardo da Vinci a los de Francisco Sabatini, el estudio de la ingeniería en la Edad Moderna parece no agotar los temas en los que indagar para dar respuesta a preguntas que son claves para entender la historia de la cultura, de la ciencia, de la guerra, del arte o de la arquitectura. Si Leonardo se ofreció a Ludovico el Moro como ingeniero especializado en máquinas para la guerra y para la paz, el poder de Sabatini controlando todas las obras públicas durante el reinado de Carlos III se sustentó en gran medida en su condición de ingeniero. El carácter poliédrico de la ingeniería a lo largo de esos tres siglos llevó a las bibliotecas de los mejores profesionales libros de tantas materias, que hoy nos asombran. Denotan una cultura humanista que se suma a los conocimientos científicos, para explicar unas ambiciones intelectuales y sociales que se tradujeron en unas remuneraciones y un estatus social no alcanzados por otros profesionales. En este curso se reflexionó en torno a algunas preguntas sobre las lecturas a las que se refieren sus escritos y bibliotecas: ¿qué intereses científicos y humanísticos tuvieron? ¿cuál fue el peso de los libros de la antigüedad que manejaron? ¿y los de ciencias que hoy no asociamos a la ingeniería? ¿los arquitectos tuvieron los mismos intereses en sus bibliotecas? ¿y los nobles? ¿sus libros y la posesión de bibliotecas ayudan a explicar su triunfo en las redes de poder? ¿qué papel juegan los libros para entender a sus poseedores en la Edad Moderna?
ÍNDICE
1 Juan de Herrera y los libros que debe conocer el ingeniero..................... 11 MARIANO ESTEBAN PIÑEIRO
2 De compases y libros. Jerónimo de Soto y la construcción de la imagen de un ingeniero cortesano........................................................................... 35 MARGARITA ANA VÁZQUEZ MANASSERO
3 La biblioteca como autobiografía: Los libros de Teodoro Ardemans, Maestro y Fontanero Mayor de Obras Reales............................................ 57 BEATRIZ BLASCO ESQUIVIAS
4 Los libros de la Academia de Matemáticas de Barcelona......................... 77 JUAN MIGUEL MUÑOZ CORBALÁN
5 El esforzado camino de la Ilustración hacia una biblioteca de historia de las obras públicas......................................................................................... 93 DANIEL CRESPO DELGADO
6 La formación intelectual de Sabatini......................................................... 109 J. ANTONIO RUIZ HERNANDO
PUBLICACIONES DE LA FUNDACIÓN JUANELO TURRIANO.................................................................
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Juan de Herrera y los libros que debe conocer el ingeniero MARIANO ESTEBAN PIÑEIRO Academia de Historia de Portugal. Grupo de Historia de la Ciencia y la Técnica
Por San Lucas de 1583 dos jóvenes hidalgos, uno portugués y otro español, inician sus actividades –como lector de matemáticas el primero y el segundo como ayudante en dichas lecturas– en las dependencias de unas pequeñas casas contiguas a la Casa del Tesoro y, por tanto, muy próximas al Palacio Real de Madrid. Ambos habían sido nombrados para esas tareas por dos Reales Cédulas otorgadas en Lisboa por Felipe II el 25 de diciembre de 1582. En una de ellas el monarca ordena al Pagador de las Obras del Alcázar que se paguen 400 ducados anuales a Joan Baptista de Lavaña para que […] se ocupe y entienda en mi corte o donde se le ordenare en cosas de cosmografía, geografía y topografía y en leer matemáticas en la forma y lugar que se le mandare, y en todas las demás cosas anejas y concernientes a lo sobre dicho y en que pueda servir según su profesión y suficiencia[…] [FIG. 1].
Así comenzó su servicio a los Austrias este cosmógrafo portugués1, y que prosiguió sin interrupción durante más de cuarenta años, hasta su fallecimiento en Madrid en 1624. En la otra Real Cédula el monarca fija las obligaciones del otro joven hidalgo, el manchego Pedro Ambrosio de Ondériz: […], que ayude al dicho Juan Bautista a leer las dichas matemáticas y se ocupe en traduzir de latín en romance algunos libros de aquella facultad y en todo lo demás que fuere ordenado[…].
JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO
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FIG. 1. Real Cédula por la que Felipe II ordena que se paguen a Juan
Bautista de Labaña 200 ducados anuales por leer las Matemáticas. Lisboa, 25 de diciembre de 1582. Archivo del Palacio Real. A. 1582. T. VI, fol. 210.
Su retribución anual se fijó en 200 ducados, cantidad similar a la de los salarios de la mayor parte de los catedráticos de las universidades castellanas, lo que muestra la importancia que Felipe II reconocía a las tareas de sus dos nuevos servidores2. En ambas Reales Cédulas se establecía que para recibir sus salarios debían presentar al Pagador Real, al final de cada tercio de año, una certificación de que habían cumplido con sus obligaciones firmada por Juan de Herrera en su calidad de Aposentador de Palacio. En la Cédula del nombramiento de Labaña se explicita la intención de Felipe II al establecer esas lecturas de matemáticas en la Corte: […] deseando el provecho de nuestros vasallos y que en mis reynos aya hombres expertos y que entiendan bien las matemáticas, y el arte de la architetura y las otras sciencias y facultades a ellas anejas […].
Coincidiendo con el inicio de las lectu- que «en un breve volumen» mostrara a ras el monarca encargó a Juan de Herrera quien estuviera interesado cuál era el ob-
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
jetivo de la creación de esas lecturas de matemáticas en la Corte y señalara los libros que iban a ser objeto de ellas. En enero de 1584 Herrera presentó su trabajo al monarca, quien autorizó en junio de ese año su impresión. El volumen, efectivamente pequeño, de 45 páginas en 4º, salió de las prensas madrileñas de Guillermo Droy unos pocos meses más tarde con el título: INSTITUCIÓN de la Academia Real Mathematica en Castellano, que la Magestad del Rey Don Phelippe II N. S. mandó fundar en su Corte3.
Es el primer documento en que aparece el término de Academia Real Mathematica4 para referirse a los estudios mandados fundar por Felipe II y, aunque cambió entrado el siglo XVII a Cátedra de Matemáticas y Cosmografía, es el que ha sido utilizado con mayor frecuencia por la historiografía [FIG. 2]. En la Dedicatoria al rey, firmada por Juan de Herrera, se resalta;
FIG. 2. Institución de la Real Academia Mathematica en
castellano, Madrid, Guillermo Droy, 1584.
Porque habiéndose de leer en la Corte la Cathedra de Mathematicas que vuestra Magestad ha mandado instituir para ennoblecimiento della y bien universal […] he puesto en este cuaderno brevemente […] los libros y autores que se han de leer en la Academia […].
A continuación, en la Recomendación para que se imprima la obra, Labaña aclara y completa lo anterior al manifestar que la Institución es muy provechosa por la información que proporciona a los interesados en una u otra técnica sobre lo que deben específicamente estudiar y conocer: Por mandado de los Señores del Consejo real de su Magestad he visto y examinado este tratado de la Institución de la Academia Real Mathematica, y me parece muy provechoso y necesario para que cada uno sepa y entienda lo que debe deprender y estudiar en la sciencia que destas Mathematicas5 professare y como a obra tan útil se debe dar licencia para que se imprima.
El «cuaderno» comienza explicando los motivos de la creación de la Academia. Resalta que, aunque en las Universidades hay dotadas Cátedras de Matemáticas6, hay «muy pocos que las profesen», por lo que casi no existen personas «capaces de discernir lo falso de lo cierto en las ciencias». Y en consecuencia: «hay falta en la República de artífices entendidos y perfectos para muchos usos y ministerios necesarios en la vida política». JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO
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Esta carencia de técnicos, artífices, en la España de la época fue denunciada con frecuencia7. También las quejas sobre lo perjudicial que era para los intereses de la «república» el tener que buscar en el extranjero los ingenieros que se precisaban. Para salir de esa situación, continúa la Institución: Ha sido Su Magestad servido que en su Corte haya una lección pública de Mathematicas, trayendo para ello personas eminentes que las lean y enseñen pública y graciosamente a todos los que las quisieren oir. Y con esto, por medio de su liberalidad y magnificencia real, sus súbditos se habiliten y ennoblezcan en estas facultades y en sus reinos haya sin esperarlos de otros.
Se crea así una lección pública y gratuita, abierta a todo aquel, fuera cual fuera su condición, que tuviera interés en aprender y en ennoblecerse con los conocimiento recibidos de profesores eminentes llamados a la Corte por el monarca. Prosigue Herrera enumerando los distintos «artífices» que en la Academia se podrán formar. Nos detendremos aquí en los de naturaleza más técnica: […] Geómetras diestros en medir todo género de superficies, cuerpos, campos y tierras […] Pilotos diestros y cursados que naveguen la mar y sepan guiar con seguridad […] Architectos y fortificadores […] que con sus fábricas magníficas y edificios públicos y particulares ennoblezcan las ciudades y las fortifiquen y defiendan asegurándolas del ímpetu de los enemigos. Ingenieros y Machinistas, entendidos en la arte de los pesos […] Artilleros y maestros de instrumentos y aparatos bélicos y fuegos artificiales para las baterías y otros usos y necesidades de las guerras. Fontaneros y niveladores de las aguas, para los acueductos y regadíos […] Y Horologiógraphos de reloxes solares y de movimiento.
A continuación explica, apoyándose en la autoridad de los clásicos, que para todas y cada una de las artes y técnicas citadas, que en su conjunto constituyen las Matemáticas, el fundamento indispensable y la herramienta imprescindible es la Geometría8, la más importante de todas las matemáticas, por lo que será la materia cuya lectura gozará de preferencia en la Academia [FIG. 3]. En apartados específicos para cada tipo de técnicos señala Herrera en la Institución los respectivos tratados y autores que precisan conocer cada uno de ellos, así como las partes de esas obras que se leerán en la Academia Real. A modo de ejemplo, vamos a reproducir en sus aspectos esenciales lo que prescribe para los Geómetras y mensuradores: GEÓMETRAS Y MENSU[R]ADORES
El Geómetra o Mensurador de tierras, campos y cualquier género de superficies, cuerpos, alturas, profundidades. Ha de saber los primeros lib. de Euclide; La doctrina de triángulos de Monte regio; los últimos cinco libros de Euclides, con el 10; Los Sphericos de Theodosio, los Cónicos de Apolonio Pergeo, las obras de Archimedes de sphera y Cilindro y etc. Y el mensurador ha de estar exercitado y diestro en la conversión de unas figuras en otras, de más de esto habrá de saber el uso de algunos instrumentos mensorios de la Geodesia, que como dicho queda es ciencia de medir distancias […] Se leerá en la Academia los seis libros de 14
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 3. La Geometría, el conocimiento básico para todas las ciencias y técnicas.
Euclides y para la Stereometría el undécimo y el duodécimo, el primero de los Sphericos de Theodosio y alguna introducción en Apolonio y la práctica a esto necessaria […]
Hay apartados similares para los «Mechanicos, Gnomónicos, Cosmógraphos y pilotos, Perspectivos, Architectos, Fortificadores, Niveladores y Artilleros». También existen otros apartados para actividades de naturaleza menos técnica, como por ejemplo, «Músicos», «Pintores» e, incluso, «Astrólogos», que no vamos a estudiar en estas páginas al no corresponder con lo que entendemos actualmente como técnicos. Cuando Herrera determina qué autores y obras debe conocer un tipo de artífice o técnico concreto no se refiere solamente a la necesidad de ese conocimiento específico, sino que lo establece, al final de la Institución, como una necesidad «legal» para poder ejercer la profesión: Y para […] los estudiosos dellas se animen y dispongan con determinación al estudio dellas, Su Magestad será servido que a los que en esta escuela quisieren aprovecharse y salir examinados della, se les den sus cartas de aprovación y títulos en forma, conforme a la facultad que profesaren. Con todas las honras, prerrogativas y preheminencias que las Universidades aprobadas suelen dar, y algunas más, proveyendo (si conviniesse) por ley y público decreto, que ninguno sin ser examinado por las personas que para ello se nombrare, use públicamente, ni exercite profesión alguna de las arriba nombradas.
Este último párrafo del «cuaderno» de Herrera tiene particular importancia, pues plantea la posibilidad de que la Academia, igual que una universidad, emitiese títulos de todas esas «especialidades técnicas». Para obtenerlos había que pasar un examen que se probase que se poseía los conocimientos adecuados de los textos específicos y fijados en la Institución. Pero lo que es aún más relevante y novedoso es que Herrera defiende la necesidad de poseer esos títulos para desempeñar cualquiera de todas esas profesiones. Se propone de manera clara y novedosa la «institucionalización» estricta JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO
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del ejercicio profesional de los técnicos en España. Resulta así evidente que se crea la Academia Real Mathematica con la intención que fuera una «Escuela Politécnica General», la primera que se proyecta en Europa, cuyos titulados serían técnicos con formación teórica suficiente para hacer progresar y avanzar las técnicas y artes de las que eran profesionales, es decir, «ingenieros» en términos actuales. Para entender mejor la naturaleza de esa «Escuela» que se pretende en la Institución hay que tener en cuenta lo que Herrera indica sobre los conocimientos prácticos que deben poseer cada tipo de técnico. En cada apartado específico, a continuación de los tratados que debe leer el técnico concreto (fortificador, mensurador, artillero, […]) se citan los instrumentos y procedimientos que cada uno de ellos debe saber manejar, utilizar y conocer su fundamento matemático, pero en ningún caso se declara que en la «Academia» se enseñará ni su manejo ni su justificación matemática. Esto aclara que la finalidad y el objetivo de la Academia Real Mathemática era la de facilitar la formación teórica de los técnicos, dejando que la parte práctica la aprendiesen trabajando como ayudantes de otros más expertos, maestros y oficiales, como se venía haciendo desde la antigüedad. Dicho de otra manera, la Academia Real Mathematica tenía como objetivo proporcionar a los técnicos la formación teórica que las universidades no daban, pero a la vez no parece que Felipe II ni el autor de la Institución pensaran eliminar el sistema de gremios tradicional. El mismo Herrera en un Memorial9 que en ese mismo año de 1584 remitió al secretario real Mateo Vázquez, solicitando diversas mercedes al monarca, relaciona entre sus méritos sus actividades vinculados con la enseñanza de los futuros técnicos: […] en todo el tiempo que ha que sirvo a S. M. siempre he procurado enseñar y criar personas que con el tiempo aprovechen para su real servicio; y en esto y en recoger y regalar a otros que andan en él, y que veo que son virtuosos y para servir, he gastado parte de mi hacienda […] todavía me lo ha hecho continuarlo el ver que en casa de S. M. no hay quien lo haga; y muchos dellos échanlo de ver, y son extrangeros, y algunas veces no van con el gusto que hombre querría que fuesen.
Denuncia aquí el Aposentador Mayor dos hechos: por un lado, el que él personalmente tuviera que cuidarse de la formación de los servidores reales, y a sus propias expensas; y, por otro, que por ser extranjeros algunos de ellos no ponían demasiado entusiasmo en su actividad como técnicos al servicio del monarca10. Este rechazo, más o menos explícito, a la presencia de ingenieros extranjeros ya lo expresó en el inicio de la Institución, como se ha recogido en páginas anteriores. Volviendo a los autores y a las obras elegidas por Herrera, y para facilitar su análisis, presentamos una tabla en cuya primera columna aparecen todos los autores con sus obras, tal como los cita Herrera. En la segunda columna se facilita noticia sobre las ediciones que existían de esas obras y el idioma de ellas y en la tercera sus versiones en castellano, si había11. En la cuarta columna se detalla para cada texto, según el criterio del Aposentador, qué técnicos debían «saberlo», total o parcialmente, para poder ejercer la profesión, y en la quinta qué parte de cada obra se leerá en la Academia por los encargados de las lecturas. 16
LOS LIBROS DEL INGENIERO
AUTOR Y OBRA SEGÚN SE CITA EN LA INSTITUCIÓN…
EDICIONES ANTERIORES A 1585
ARISTÓTELES (Estagira, 384 a. C. - Calcis, 322)
Opera Omnia, Lyon, 1580 (Latín)
Fortificadores
LAS MECHANICAS*
Tartaglia, N., Quesiti et inventioni diverse, Libro Séptimo, Venecia, 1546 (Italiano)
Mecánicos
«Lo más necesario»
Artilleros
Algo
Geómetras o Mensuradores
Una Introducción
APOLONIO (Perga, 262 a. C. - Alejandría, 190 a. C.)
EN ESPAÑOL
Conicorum libri quattuor, Ed. Comandino Bolonia, 1566 (Latín)
Traducidos por Ondériz en ms
Archimedis Syracusani Opera Basilea, 1544 (Latín)
Traducidos por Ondériz en ms
Fortificadores Mecánicos
«Lo más necesario»
Artilleros
Algo
LOS EQUIPONDERANTES
Archimedis Syracusani Opera Basilea, 1544 (Latín)
Geómetras o Mensuradores
DE ESFERA Y CILINDRO
Archimedis opera nonnulla, a Federico Commandino Urbinate nuper in latinum conversa Venecia, 1558 (Latín)
Niveladores
«cómo están las cosas en el húmido» (sin especificar la obra)
LEER EN LA ACADEMIA
Gnomónicos
LOS CÓNICOS DE APOLONIO PERGEO ARQUÍMEDES (Siracusa, 288 a. C. -212 a. C.)
TÉCNICOS «QUE DEBEN SABERLA»
Sobre las cosas que andan en lo húmido
Archimedis De Quae vehuntur in aqua Libri duo. Ed. Comandino Bolonia, 1565 (Latín) EUCLIDES (Alejandría) LOS LIBROS DE EUCLIDES
Opus elementorum Euclidis Megarensis in geometrían artem. Gerhard Ratdolt Venecia, 1482 (Latín)
Zamorano, R. Los Seis Libros primeros de la Geometría de Euclides, Sevilla, 1576
Architetos Fortificadores (Libros 1 a 6, 7, 11 y 12)
Todos
Euclides Elementa geometriae, Vicenza, 1491 (Latín)
Traducidos por Ondériz en ms Libros 11 y 12
Geómetras o Mensuradores (Libros 1 a 6, 10 a 15)
Libros 1 a 6, 11 y 12
Gnomónicos (Libros 1 a 6, 11 y 12)
Libros 1 a 6
Euclidis megarensis philosophi…Elementorum Libros XIII, Venecia, 1505 (Latín) (Incluye las dos ópticas atribuidas a Euclides: Perspectiva y Especularia) Euclide Megarense…per il degno professore di tal Sciencie Nicolo Tartalea Brisciano, Venecia, 1543, 1569, 1585 (Italiano)
Cosmógrafos y Pilotos Mecánicos (Libros 1 a 6, 7, 11 y 12)
Algunos capítulos
Artilleros (Libros 1 a 6)
Libros 1 a 7
Niveladores (Libros 1 a 7) Perspectivos (Libros 1 a 6, 11 y 12)
JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO
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AUTOR Y OBRA SEGÚN SE CITA EN LA INSTITUCIÓN…
EDICIONES ANTERIORES A 1585
EN ESPAÑOL
TÉCNICOS «QUE DEBEN SABERLA»
PERSPECTIVA Y ESPECULARIA
Euclidis megarensis philosophi…Elementorum Libros XIII, Venecia, 1505 (Latín) (Incluye las dos ópticas atribuidas a Euclides: Perspectiva y Especularia)
Ondériz, A. La Perspectiva y Especularia Madrid, 1585
Gnomónicos
Perspectiva
Perspectivos
Perspectiva y Especularia
ATENEO Atheneus de Seleucia (Seleucia, s. I a. C.)
Copias manuscritas en griego y latín.
Artilleros Fortificadores
Ninguna edición impresa
LOS SPHERICOS DE THEODOSIO VITRUVIO (Roma 80 a. C. - 15 a. C.) LA ARCHITECTURA EDIFICATORIA GNOMÓTICA MACHINATORIA
Theodosii Tripolitae Sphaericorum libri tres Ed John Penna, París, 1556 (Latín)
Traducidos por Ondériz en ms
Vitruvius Architectura, Venecia, 1511 (Latín) Edificatoria Libros 1 a 8, Gnomótica Libro 9, Machinatoria Libro 10
De Architectura, por Miguel de Urrea, Alcalá, 1582
Vitruvio De Architectura. Libri Decem. Ed. Barbarii, Venecia, 1567 (Latín)
HERÓN ALEXANDRINO (Alejandría, 10-70)
No se conoce ninguna obra de Heron con ese nombre
LOS HYDRÁULICOS
Heronis Alexandrini Spiritalium liber Trad. F. Comandino, 1575 (latín) Esta obra incluye un órgano hidráulico
Machinas (No se especifica la obra) PTOLOMEO (Alejandría, 100-170)
«algunas cosas»
Mecánicos
DE MACHINAS TEODOSIO (Bitinia s. I a. C.)
LEER EN LA ACADEMIA
Geómetras o Mensuradores El Libro 1º Gnomónicos Architectos Artilleros (Libro 10) Fortificadores (Libro 9 y 10)
Algunos libros de Edificatoria Algo del Libro décimo Edificatoria
Mecánicos (Libro Octavo)
Algunas cosas
Niveladores
Algunas cosas
Niveladores
Heronis Mechanici : liber de machinis bellicis, Venecia, 1572 (Latín) Heron Mechanicus, Estrasburgo, 1580 (Latín)
Mecánicos
De analenmate. Ed. Comandino. Roma, 1572 (Latín)
Gnomónicos
Completo
Geographiae Claudii Ptolemaei Alexandrini... libri VIII, Basilea, 1552 (Latín)
Cosmógrafos
Algunos capítulos
Pilotos
Algunos capítulos
Fortificadores
LA ANALEMMA
LA GEOGRAPHIA
La Geografia di Claudio Toloemo Alessandrino Venecia, 1561 Ptolemaei Alexandrini. Geographie Libri Octo Ed G. Mercator, 1584
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
AUTOR Y OBRA SEGÚN SE CITA EN LA INSTITUCIÓN…
EDICIONES ANTERIORES A 1585
LA PERSPECTIVA
Opera Omnia, Basilea, 1541 (Latín)
Perspectivos
VEGECIO (Roma s. IV-V)
De Re Militari, París, 1535 (Latín) De Re Militari, Lyon, 1584 (Latín)
Fortificadores
Copias manuscritas en árabe y latín Alhazen Opticae Thesaurus; Vitelio Opticae, Ed. F. Risnero, Basilea, 1572 (Latín)
Perspectivos
Lo más a propósito
Liber de Ponderibus, Ed. Apiano, Nuremberg, 1533 (Latín) 1ª ed. De ratione ponderis Ed. Tartaglia, Venecia, 1565 (Latín)
Fortificadores
«Lo más necesario»
Mecánicos
«Lo más necesario»
Perspectivos
(No especifica la obra)
Alhazen Opticae Thesaurus; Vitelio Opticae. Ed. F. Risnero, Basilea, 1572 (Latín) 1ª ed.
ALBERTI (Génova, 1404-Roma,1472)
De Re edificatoria, Florencia, 1485 (Latín)
(No especifica la obra)
L´Architettura Trad. Bartoli, Venecia, 1565 (Italiano). 50 grabados
DE RE MILITARI ALHAZEN (Basora, 965-El Cairo, 1040) (No especifica la obra)
JORDANO (Jordanus Nemorarius) S. XIII DE PONDÉRIBUS VITELIÓN (Baja Silesia 1237-1290 ca.)
R. VALTURNO (Rímini, 1405-1475)
De Re Militari, Verona, 1483 (Latín)
EN ESPAÑOL
TÉCNICOS «QUE DEBEN SABERLA»
LEER EN LA ACADEMIA
Alguna cosa Mecánicos
Los diez Libros de Arquitectura Trad. Francisco Lozano, Madrid, 1582. Sin grabados
Architectos
Algunos libros
Fortificadores
Algunos libros
Niveladores
Algunas cosas
Fortificadores Alguna cosa Mecánicos
Machinas (No se especifica la obra)
Les douze livres de Robert Valturin touchant la discipline militaire, París, 1555 (Francés)
MONTE-REGIO (Könisberg 1436-Roma, 1476)
De Triangulis, Nuremberg, 1533 (Latín)
LA DOCTRINA DE TRIÁNGULOS DE MONTEREGIO
Regiomontani De Triangulis Planis et sphaericum, Basilea, 1561 (Latín)
N. TARTAGLIA (Brescia, 1499-Venecia, 1557)
Nova Sciencia, Venecia, 1537
Sobre materia bélica (No se especifica la obra)
Quesiti et inventioni diverse, Venecia, 1546 (Italiano)
Artilleros
Geómetras y Mensuradores
Lo más a propósito
Artilleros
Algo
Fortificadores Gnomónicos Mecánicos COMANDINO (Urbino, 1509-1575)
Liber de horologiorum descriptione, Roma, 1562 (Latín)
Gnomónicos
Liber de Centro Gravitatis solidorum, Bolonia, 1565 (Latín)
Fortificadores
Lo más a propósito
No se especifica la obra DEL CENTRO DE GRAVEDAD
Lo más a propósito Mecánicos
JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO
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AUTOR Y OBRA SEGÚN SE CITA EN LA INSTITUCIÓN…
EDICIONES ANTERIORES A 1585
EN ESPAÑOL
TÉCNICOS «QUE DEBEN SABERLA»
LEER EN LA ACADEMIA
D. BÁRBARO (Venecia, 1514-1570)
La Práctica della Perspettiva, Venecia, 1568 (Italiano)
Perspectivos
Gnomonices Libri Octo, Roma, 1581 (Latín)
Gnomónicos
Lo más a propósito
No se conoce una obra de este autor sobre esa materia
Gnomónicos
Lo más a propósito
Mechanicorum Liber, Pessaro, 1577 (Latín)
Fortificadores
«Lo más necesario»
LA PRACTICA CLAVIO (Bamberg, 1538-Roma, 1612) (No se especifica la obra) F. MAUROLICO (Mesina 1494-1575) GNOMÓTICA GUIDOBALDO (Pesaro, 1545-Mombaroccio, 1607)
Mecánicos LAS MECHANICAS* Artilleros
El primer dato que se obtiene es que el total de las obras es de veintinueve y que corresponden a veintidós autores diferentes. Más de la mitad de los tratados son anteriores al siglo IV y únicamente siete son del siglo XVI, es decir, contemporáneos. También merece resaltarse que de nueve no se especifica el título (como se puede comprobar en la columna primera de la tabla) y sólo se dan los datos del autor y de la materia, lo que puede llevar a pensar que Herrera no tenía conocimiento directo de esos textos y quizás sólo algunas referencias de ellos a través de otras obras. En cuanto a los autores, lo que más destaca es la presencia de la mayor parte de los grandes científicos, ingenieros y arquitectos de la Antigüedad: Aristóteles, Arquímedes, Ateneo, Teodosio, Euclides [FIG. 4], Apolonio, Vitruvio, Herón, Ptolomeo y el romano Vegecio [FIG. 5]. ÉPOCA CLÁSICA
PERÍODO MEDIEVAL
RENACIMIENTO
SIGLO XVI
TOTAL
AUTORES
10
3
3
6
22
OBRAS
16
3
3
7
29
Bastantes de estos tratados podían encontrarse en Castilla en ediciones latinas, sobre todo aquellos que eran objeto de estudio en las universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá. Y en Madrid no sería imposible obtener de alumnos de la cercana Alcalá al menos fragmentos manuscritos, casi siempre en latín, de algunos de ellos y también de otros de los citados por Herrera. Pero otras obras eran difíciles de conseguir y en ocasiones tampoco era fácil conocer si existían ediciones impresas de ellas [FIG. 9]. Una carta12 que Herrera envió a Cristóbal de Salazar, Secretario de la embajada española en Venecia, el primero de enero de 1584, incluye una relación de obras, sobre las que pide información acerca de sus posibles ediciones, y le encarga que adquiera un ejemplar de cada una que esté impresa. En la primera columna de la tabla se marcan con una estrella las cuatro que figuraban en esa petición de Herrera a Venecia: Las Mechanicas de Aristóteles, Los Sphericos de Teodosio, un trabajo, sin precisar, sobre máquinas de Herón y Las Mechanicas de Guidobaldo. 20
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 4. Primera edición de los Elementos de Euclides, Venecia, 1482.
Como resultado global del examen de esos veintinueve textos hay que decir que todos, no sólo los escritos por los autores de la época clásica, son de gran calidad y profundidad y todos están considerados por los historiadores de la ciencia como obras de particular importancia y relevancia. Pero también hay que hacer notar que el contenido de la mayoría tiene un enfoque muy teórico y con un nivel muy superior de lo que podrían necesitar quienes a fines del siglo XVI desearan ser niveladores, fortificadores, mecánicos, etc. Prueba de ello es que muchos de estos textos, como se ha dicho más arriba, eran comentados en las universidades, especialmente en la Cátedra de Matemáticas y Astronomía de Salamanca. JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO
21
FIG. 5. Aristotelis stagiritae Opera Omnia, Lyon, 1580; Archimedis …In aqua libri duo, Bolonia, 1565; Vegetius de Re Militari,
París, 1535; Heron Mechanicus, Estrasburgo, 1580. Ediciones latinas de cuatro obras clásicas.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
Según se comprueba en la tabla, la mayor parte de los diversos técnicos a los que iba dirigida la Academia Real debía saber los contenidos, con mayor o menor profundidad, de cuatro o cinco de los veintinueve textos y sólo uno de estos, Los Elementos de Euclides, debía ser estudiado por todos, aunque en la mayoría de los casos únicamente los seis primeros libros. Este planteamiento es coherente con el énfasis con el que Herrera defiende la importancia de la Geometría en las primeras páginas de la Institución. Pero al repasar este listado de textos resalta una incoherencia grave con una de las peculiaridades esenciales de la Academia pues, como se ha señalado más arriba, en el título de la Institución figura Academia Real Mathematica en Castellano y en su última página, al reiterar el objetivo de la creación de la Academia, se vuelve a incidir que, a diferencia de las Universidades, las lecturas se harán en vulgar: Y porque la intención de Su Magestad en haber mandado fundar esta Academia Mathematica en vulgar ha sido para que en beneficio y ennoblecimiento de sus Reinos haya en ellos profesores consumados de todas las disciplinas y artes sobredichas.
Y a pesar de que la lengua a emplear en la Academia Real debía ser el castellano, de la práctica totalidad de los tratados exigidos se disponía únicamente de ediciones latinas y de unas pocas en italiano y francés [FIGS. 6 y 7]. Sólo existían versiones castellanas de
FIG. 6. Dos tratados de arte militar. N. TARTAGLIA, Nova Sciencia, Venecia, 1537; Les douze livres de Robert Valturin touchant
la discipline militaire, París, 1555. Las ediciones están en italiano y francés, respectivamente.
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FIG. 7. D. BARBARO, La pratica della perspettiva, Venecia, 1568; C. CLAVIO, Gnomonices Libri Octo, Roma, 1581; GUIDOBALDO,
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Mechanicorum Liber, Pesaro, 1577. Ediciones de tres de las obras del siglo XVI.
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Los Primeros Seis Libros de Euclides, la edición de Rodrigo Zamorano13, y de los tratados de Arquitectura de Alberti y de Vitruvio, ediciones de Francisco Lozano y de Miguel de Urrea respectivamente. Con el gran inconveniente añadido de que la obra Los diez Libros de Arquitectura de Alberti traducida por Lozano carecía totalmente de figuras, lo que disminuía grandemente su utilidad. Más aún si se tiene en cuenta que la edición italiana de 1565 de esa obra contenía cincuenta grabados, que son indispensables para entender bien su contenido. A estas tres ediciones castellanas se unió en 1585 la traducción realizada por Ambrosio de Ondériz de La Perspectiva y Especularia de Euclides, cuyo impresión costeó el propio monarca [FIG. 8]. Hay que resaltar que fue la única obra que consiguió publicar de todas las que tradujo, en cumplimiento de las obligaciones contenidas en la Real Cédula de su nombramiento, y que correspondían a tratados que debían leerse en la Academia: Libros XI y XII Elementos de Euclides, Los Esféricos de Teodosio, Los
FIG. 8. Los Seis Libros
primeros de La Geometría de Euclides; Vitruuio Polion De Architectura; Los Diez Libros de Architectura de Leon Baptista Alberto; La Perspectiva y Especularia de Euclides. Son las únicas ediciones en castellano que existían de los 29 tratados elegidos por Herrera.
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Equiponderantes de Arquímedes, Las Cónicas de Apolonio y El uso de los globos. Ondériz así lo afirma en una solicitud de aumento de salario de 30 de diciembre de 1584 y lo certifica Herrera14, el 16 de marzo de 1585, incidiendo en la importancia de imprimirlos para las lecturas de la Academia. Lo que dize Ambrosio de Ondériz de los libros que tiene traducidos en rromançe los quales es necesario que se impriman para poder pasar adelante con las leciones mathemáticas que se leen en dicha lengua, es ansí que él los tiene traducidos pero no posibilidad para los poder imprimir y ansí sería bien ayudarle siquiera para cortar las figuras de los dichos libros y para los poder imprimir pues es bien común del Reyno.
Felipe II le concedió 200 ducados, parte para la publicación de La Perspectiva y Especularia y parte para ayudarle en su sustento, pero le denegó el aumento de salario solicitado. La escasez de ediciones en castellano de obras técnicas está motivada principalmente, aunque no solo, por una pobre demanda debido a una probada15 falta de interés entre los españoles de la época por los temas científicos y técnicos. Posiblemente debido a que la burguesía, principal demandante de estos temas, era mucho menos numerosa que en otros países y quizás menos consciente de los provechos económicos que podían surgir del progreso científico y técnico16. A este factor se unía también la carencia de papel de calidad y la escasez de buenos grabadores en España, lo que dificultaba y encarecía la edición de estas obras, en las que la presencia de figuras, algunas de gran complejidad, era esencial para su estudio y comprensión. Una prueba de estas carencias se encuentra en la carta mencionada anteriormente de Herrera al Secretario de la embajada española en Venecia. En ella solicitaba también el envío desde esa ciudad de papel de calidad para las estampas del Monasterio del Escorial ya que, afirma «[…] no se ha hallado por acá papel a propósito […]». El papel tardó en llegar y hubo que llamar al francés Perret para que grabara las estampas, que habían sido trazadas por Herrera17, porque el monarca no encontraba un grabador español que le satisficiera. Como muestra del encarecimiento que suponía incluir grabados en las ediciones impresas podemos citar que la Teórica y Práctica de Fortificación del capitán Cristóbal de Rojas, que incluía 120 grabados, salió de la imprenta madrileña de Luis Sánchez al precio de 7 maravedíes el pliego, mientras que El ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, de Cervantes, editada por Juan de la Cuesta con un único grabado, también en Madrid, en 1605, costaba la mitad, es decir, 3,5 maravedís por pliego. En esta misma imprenta, y sólo tres meses más tarde, García de Céspedes sacó a la luz su Libro de Instrumentos Nuevos de Geometría ilustrado con 25 grabados. Su precio fue de 5 maravedíes el pliego, es decir, casi un 50% más caro que el Quijote. Pero, a pesar de estos inconvenientes, hay que precisar que aunque no muchos sí existían tratados en castellano, la mayoría de autores españoles, que en un porcentaje alto no desmerecían en calidad de algunas de las obras elegidas por Herrera y que, además, por su contenido y nivel podían ser más útiles para la formación de los técnicos. Por ejemplo, Pérez de Moya, Tratado de Geometría Práctica y Speculativa, Alcalá, 1573; Jerónimo Girava, La Cosmographia y la Geographia, Venecia, 1570; La Cosmographia de Pedro Apiano, comentada y traducida por Gemma Frisius, Amberes, 1575; De Re Metalica 26
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FIG. 9. Tres importantes tratados en castellano publicados en el extranjero y no citados por Juan de Herrera: J. ROJAS,
Comentariorum in Astrolabium quod Planispherium voocant, París, 1550 y 1551; J. GIRAVA, La Cosmographia y la Geographia, Venecia, 1570; La Cosmographia de Pedro Apiano, comentada y traducida por Gemma Frisio, Amberes, 1575.
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de Pérez de Vargas, Madrid, 1568; Juan Arfe y Villafañe, Quilatador de la plata y oro, Madrid, 1572; Pedro Roiz, Libro de los reloges solares, Valencia, 1575; Martín Cortés, Breve compendio de la Esfera y de la arte de navegar, Sevilla, 1556; o las de Pedro de Medina, Arte de Navegar, Valladolid, 1545, y Regimiento de Navegacion, Sevilla, 1552 y 1563 [FIG. 9]. Es difícil entender los motivos por los que Herrera olvida y no cita ninguno de estos textos ni cualquier otro de autor español. Ni siquiera el Comentariorum in Astrolabium quod Planispherium voocant, impreso en París en 1550 y en 1551, considerado uno de los mejores tratados europeos sobre la utilización y fundamento del astrolabio y sobre la construcción de relojes solares. Además, el libro estaba dedicado a Carlos V por su autor, el noble Juan de Rojas Sarmiento, hijo del Marqués de Poza y amigo personal de Felipe II desde su juventud y también del propio Juan de Herrera18. En relación con lo expuesto más arriba, tanto este tratado como los citados de Girava y Gemma Frisio contienen grabados de gran calidad, gracias posiblemente a su impresión en París, Venecia y Amberes, respectivamente, en donde trabajaban magníficos grabadores. Aunque estas ausencias resultan sorprendentes, también puede extrañar que falten entre los elegidos por Juan de Herrera algunas de las obras más importantes relacionadas con las técnicas y publicadas en Europa en el siglo XVI. Sólo como ejemplo pueden citarse Gregor Reisch, Margarita philosophica, Friburgo, 1503, y que constituye una auténtica enciclopedia sobre las técnicas; Georg Bauer (Agricola), De Re Metallica, Basilea, 1556, considerado el primer gran tratado de la historia sobre minería y fundición de metales; Girolamo Cataneo, Opera del Misure, Brescia, 1572, la obra más utilizada por los «mensuradores» europeos de la época, o el texto sobre máquinas que más difusión tuvo durante más de un siglo, Jacob Besson, Theatrum Instrumentorum et machinarum, Lyon, 1578, traducido a las principales lenguas europeas [FIG. 10]. También al castellano, aunque con cierto retraso, pues su edición vio la luz en 1602. El hecho de que en la Institución se aprecie la ausencia de algunos autores y textos científico-técnicos importantes, principalmente del siglo XVI, y sí estén presentes los grandes clásicos puede llevar a conjeturar que Herrera pretendía con la Institución demostrar públicamente, y también al monarca, que no era simplemente un Aposentador, un buen dibujante y un técnico, de prestigio discutido en esos años de los primeros ochenta, sino que era realmente un matemático19, y lo probaba mostrando su conocimiento sobre los clásicos. Posiblemente ese deseo de conseguir una mayor consideración le llevó a arrogarse la idea del proyecto de la Academia Real sin que haya ninguna prueba documental de ello, salvo sus propias afirmaciones. En la ya varias veces aludida carta al Secretario de la Embajada en Venecia, Herrera da a este diplomático la noticia de la creación de la Academia Real en los siguientes términos: Lo que por acá tenemos de nuevo es que su Mag. a instancia y suplicación mía a instituydo una cátedra de mathemáticas que se lea en la corte, y ansí se va haziendo desde octubre acá, y créese que a de ser de grande provecho para muchas cosas, y hasta agora no faltan oyentes, y entendemos que tan poco faltarán.
Así, además de apropiarse de la iniciativa de la creación de «una cátedra de matemáticas», que puede ser cierta o no, transmite al receptor de la misiva la idea de su 28
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FIG. 10. Cuatro obras fundamentales europeas del siglo XVI sobre diversas técnicas, omitidas en la Institución: G. REISCH, Margarita philosophica, Friburgo, 1503; G. BAUER (Agricola), De Re Metallica, Basilea, 1556; G. CATANEO, Opera del Misure,
Brescia, 1572; J. BESSON, Theatrum Instrumentorum et machinarum, Lyon, 1578.
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gran predicamento e influencia sobre el monarca. Algo que siempre le podría ocasionar beneficios. Pero también en esas pocas líneas facilita información sobre la asistencia a las lecturas. Según Herrera, cuando apenas Labaña llevaba tres meses como lector, no faltaban oyentes y esperaba que el futuro no escasearan. Si volvemos a la tabla, en su quinta columna se recogen lo que Herrera dispone sobre las lecturas de cada una de las obras. Sólo Los Elementos y la Perspectiva y Especularia, ambos de Euclides, se leerán completos en la Academia Real y en gran parte los de arquitectura de Vitruvio y Alberti. De otros tratados se precisa qué partes serán objeto de lecturas, pero en la mayoría no se concreta nada y se utilizan ambigüedades, como: «algo», «lo más necesario», «lo más a propósito», etc. Puede interpretarse que quedaba al criterio de lector definir lo que era lo más necesario o a propósito. Otra posibilidad es que por la urgencia de presentar la Institución al rey, pues la Academia ya llevaba en actividad varios meses, Herrera no tuviera tiempo de concretar más el tema de las lecturas. Pero lo que sí aparece con claridad es que seis de las obras no iban a leerse, siquiera parcialmente, como puede verse en la tabla. Sabemos que durante ese curso de 1583 -1584 Labaña sólo leía una hora al día, por la mañana, y que a partir de octubre de 1584 se añadió otra hora diaria, que impartía por las tardes Ondériz. Parece obvio que el tiempo dedicado a las lecturas era totalmente insuficiente para cumplir lo propuesto por Herrera, pero este horario se mantuvo casi sin alteración20 hasta 1629, cuando la Cátedra de Matemáticas y Cosmografía21 pasó al Colegio Imperial de Madrid para ser impartida por jesuitas, concluyendo así la existencia de la Academia Real Mathematica. Las materias que se leyeron durante sus 46 años de vida fueron fundamentalmente geometría y cosmografía, aunque también a veces, y según quién fuera el lector, se trataron la artillería, la navegación y la astronomía, difundiendo los progresos que se iban alcanzando y empleando los nuevos tratados22 que se publicaban tanto en España como fuera de ella. Puede afirmarse que, en general, escasamente se cumplieron las recomendaciones de Herrera en La Institución sobre los tratados a leer en la Academia Real, y menos según pasaban los años. Seis matemáticos recibieron hasta 1629 Cédula Real con su nombramiento para «leer las mathematicas»: los ya citados Labaña y Ondériz, el jesuita Arias de Loyola, el ingeniero Julián Ferrofino, y los cosmógrafos García de Céspedes y Cedillo Díaz. Algunos otros, como el capitán Cristóbal de Rojas o el Alférez Muñiz, colaboraron en las lecturas, pero sin nombramiento ni salario, al tenerlo ya por su profesión de militares. Todos estos profesores, muy escasos en número, eran matemáticos y técnicos de alto nivel que intentaron difundir los últimos avances de las ciencias matemáticas, especialmente, las cosmográficas, al tiempo que resolvían cuantas cuestiones –teóricas y prácticas– relacionadas con la navegación, la cartografía, la ingeniería o el arte militar les planteaba el monarca o el Consejo de Indias, tal y como les obligaba la Cédula Real que habían recibido23. Eran sin duda, y como se prometía en la Institución, «personas eminentes». Durante sus casi cincuenta años de existencia en la Academia Real no se realizaron ningún tipo de exámenes ni se expidieron ningún género de certificados ni títulos. Y tampoco se exigieron esas titulaciones para poder ejercer los diversos oficios técnicos 30
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en la España de la época. En conclusión, no se consiguió en absoluto la institucionalización de las profesiones técnicas pretendida por Herrera. Puede afirmarse que el magnífico proyecto de crear la primera Escuela Politécnica del mundo resultó fallido, quizás porque no era aún el momento adecuado. Pero en un aspecto sí se consiguió uno de los objetivos propuestos en la Institución herreriana. En su página 4 se detalla otra finalidad de la Real Academia, a parte de la de formar artífices expertos: Y finalmente, para que los hijos de los nobles que en la Corte y palacio de Su Magestad se crían y se instruyen en el lenguaje y trato cortesano tengan, entretanto que salen a la guerra y cargos del govierno, ocupación loable y virtuosa en que gastar el tiempo honradamente, sin que por falta de conversación larga y de gusto hayan de dar en entretenimientos derramados y otras faltas que siguen a la mocedad desocupada.
Hay constancia documental de cortesanos y nobles, como el licenciado Sánchez de Carranza, el secretario Francisco de Garnica, el escritor Lope de Vega, el embajador don Bernardino de Mendoza, el Conde de Puñonrostro, el Marqués de Moya o el Marqués de Mirabel, entre otros, que acudieron con más o menos asiduidad a las lecturas. Posiblemente buscaban obtener, sin demasiado esfuerzo, unos elementales conocimientos sobre cosmografía, artillería y navegación que les ayudase a conseguir los altos nombramientos que solicitaban de los monarcas en ejércitos, armadas y Reales Consejos. Quizás por este motivo ejemplares de algunos de los «tratados que debían saber los ingenieros» encontraban sitio en sus ricas librerías.
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NOTAS 1.
Una breve biografía de Juan Bautista Labaña, escrita por el autor de este trabajo, puede encontrarse en el Diccionario Biográfico Digital de la Real Academia de Historia. Un estudio mucho más amplio sobre su vida, obras científicas y otras actividades en ESTEBAN, 2006. 2. Sobre las remuneraciones de los científicos y técnicos en España durante los reinados de Felipe II a Felipe IV ver ESTEBAN, 1993. 3. La Institución de la Academia Real Mathematica de Juan de Herrera fue publicada en facsímil en 1995 por el Instituto de Estudios Madrileños. 4. Un extenso estudio de esta institución y de las actividades de quienes a ella estuvieron vinculados en VICENTE y ESTEBAN, 1991, pp. 69-214. En la segunda edición de esta obra, VICENTE y ESTEBAN, 2006, pp. 65-219, como resultado de nuevas investigaciones, se presenta un análisis aún más amplio y detallado. 5. En la época se incluían entre las Matemáticas todas aquellas artes y técnicas que precisaban de la geometría o de la aritmética. ESTEBAN, 1993. 6. En relación de la enseñanza de las matemáticas y otras ciencias y técnicas ver ESTEBAN, 2000, ESTEBAN, 2003 y ESTEBAN, 2004. 7. GARCÍA, 1993 y ESTEBAN y VICENTE, 2002. En este último artículo se analiza la dificultad de disponer de pilotos experimentados a finales del siglo XVI. 8. ESTEBAN, 1994. 9. Se transcribe parcialmente en ESTEBAN, 1993 10. Algunos aspectos de la presencia de técnicos e ingenieros extranjeros se tratan en GARCÍA, 1997, ESTEBAN y JALÓN, 1998 y ESTEBAN y VICENTE, 2002 11. Las informaciones de la segunda y la tercera columna no aparecen en absoluto en la Institución herreriana y son aportaciones del autor de este trabajo. 12. Arhivo General de Simancas, GA-165, fol. 249. Esta carta se encuentra transcrita en VICENTE y ESTEBAN, 1991. 13. Sobre las versiones en castellano de las obras de Euclides, ver ESTEBAN y VICENTE, 1989 14. Ambos documentos se hallan en el Archivo General de Simancas, CSR-280, fols. 1244-1245. 15. ESTEBAN, 2007 16. Sobre la indiferencia de la burguesía ante la ciencia y la técnica, ESTEBAN, 1997, pp. 714-719. 17. El conjunto de las estampas Sumario y breue declaración de los diseños y estampas de la Fábrica de San Lorencio el Real del Escurial se imprimió en Madrid en 1589. 18. Juan de Rojas y Herrera formaron parte del séquito que acompañó durante seis meses a Felipe II en su viaje a los Países Bajos en 1548 19. Sobre los conocimientos científicos y técnicos de Herrera: ESTEBAN y VICENTE, 1991, GARCÍA, 1997 y VICENTE, 1997 20. Cuando Felipe III junto con sus Consejos se trasladó a Valladolid en 1601 la actividad de la Academia Real se mantuvo con regularidad hasta el fallecimiento de su catedrático el Dr. Julián Ferrofino en 1604. Posiblemente dejaran en este momento de leerse las matemáticas, que se reanudó en 1607, al poco de regresar la Corte a Madrid. 21. En los nombramiento de Labaña, Onderíz y Arias de Loyola sólo se indicaba que estaban obligados a «leer matemáticas en Palacio o donde se les mandara»; en el de Julián Ferrofino de 1595 aparece por primera vez la denominación de Cátedra de Mathematicas, y en 1607, tras su fallecimiento, en la Real Cédula para cubrir la vacante se nombra «Catedrático de Mathematicas y Cosmografía» a Andrés García de Céspedes, en ese momento Cosmógrafo Mayor de Indias. 22. En relación con los tratados que sirvieron para la formación de los ingenieros artilleros ver ESTEBAN, 2017. 23. Sobre las actividades de estos matemáticos, relacionadas o no con la Academia Real, puede obtenerse información en VICENTE y ESTEBAN, 1991 y VICENTE y ESTEBAN, 2006, tanto en los capítulos III y IV dedicados a esa institución como en otros del texto
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JUAN DE HERRERA Y LOS LIBROS QUE DEBE CONOCER EL INGENIERO
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De compases y libros. Jerónimo de Soto y la construcción de la imagen de un ingeniero cortesano* MARGARITA ANA VÁZQUEZ MANASSERO Universidad Autónoma de Madrid (UAM)
En 1530, al día siguiente del asedio de Florencia que puso fin a la República y restituyó el poder a los Medici, el papa Clemente VII –Giulio Zanobi di Giuliano de’ Medici– encargó a Benvenuto della Volpaia la realización de un compás en forma de puñal [FIG. 1]1. Con anterioridad al fin de la contienda, el propio papa había encomendado a Della Volpaia una acción de espionaje: realizar una planimetría de la ciudad de Florencia y de las colinas de Oltrarno para construir una maqueta de madera con la que el pontífice pudiera seguir el desarrollo del asedio desde Roma; una hazaña que sería recogida por la pluma de Giorgio Vasari2. En ese contexto, el compás ejecutado por Della Volpaia constituye un artefacto que aúna distintos niveles de lectura y de significación: además de servir a una función matemática y militar, la proximidad entre el fin del asedio y el encargo
FIG. 1. B. DELLA VOLPAIA,
Compás en forma de puñal, ca. 1530, Florencia, Museo Galileo Galilei.
DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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del instrumento permite intuir que a este objeto se le asoció un valor simbólico y de trofeo que quedó reflejado en la riqueza del propio material en que fue realizado –el marfil–, al tiempo que se trataba de un compás camuflado en forma de puñal. Así, la ciencia se convertía literal y metafóricamente en un arma al servicio del poder político. La historia apenas narrada permite introducir varios aspectos que serán objeto de análisis en las líneas que siguen. En primer lugar, pone de manifiesto la importancia de las relaciones entre la ciencia y el poder, entre técnicos y príncipes. En segundo lugar, revela la pluralidad de lecturas y matices que encerraban en sí determinados objetos de ciencia apriorísticamente sencillos como un compás, cuya inserción en el contexto social e histórico en que fue producido permite enriquecer la interpretación de estos artefactos. Partiendo de estas premisas, este texto pretende reconstruir la imagen que un ingeniero como Jerónimo de Soto (ca. 1570 - Madrid, 1629)3 forjó de sí mismo a través de los objetos que poseía al final de sus días, con particular atención a sus libros e instrumentos pero sin descuidar la presencia de otro tipo de bienes como las armas o las joyas. Además, tal análisis se inserta necesariamente en el contexto político, histórico, social y científico en el que transcurrió la trayectoria de Soto, un periodo sumamente interesante en lo que a la definición de la profesión del ingeniero se refiere. Desde finales del siglo XVI el debate en torno a la primacía de la ciencia o de la experiencia (tanto en la práctica de fortificar como en el campo de batalla) fue ganando en intensidad entre estos profesionales4. Posteriormente, durante el reinado de Felipe III se asistió al ascenso de lo que Alicia Cámara ha denominado «ingenieros cortesanos»5; un momento que, no por casualidad, coincide con el cénit de la carrera de Soto quien, en 1606 –tras la muerte de su maestro Spannocchi– fue nombrado ingeniero militar y, en 1613, capitán ordinario de infantería. En este sentido, si algo caracterizó el cursus honorum de Soto fue su cercanía a los círculos de poder de la corte6, al rey y a sus ministros, pero también a los principales hombres de ciencia del momento. Valgan dos ejemplos de tales relaciones. En noviembre de 1603, Spannocchi y Soto acompañaron a don Juan Fernández de Velasco, VI condestable de Castilla y miembro del Consejo de Guerra, durante la jornada de Guipúzcoa con el fin de «reconocer las plazas de Fuenterrabía y Sebastián y las demas de aquella costa y avisar de los reparos de que tienen necesidad, para mandarse proveer»7. No parece casual que dos años más tarde, ambos ingenieros dieran las trazas para la nueva casa de recreo que el condestable proyectaba construir en La Ventosilla8. Posteriormente, en 1607 y, a petición del Ayuntamiento de Valladolid, Jerónimo de Soto y el cosmógrafo João Baptista Lavanha efectuaron un reconocimiento de los ríos Pisuerga, Alarcón y Esgueva, concluyendo que estos eran navegables9. Cabe preguntarse si en la asignación de este proyecto de reconocimiento fluvial a Soto y a Lavanha pudo haber influido la voluntad del duque de Lerma. Si como afirma Cabrera de Córdoba ya mediado el año 1600, el valido detentaba un poder incontestable en el consistorio vallisoletano como regidor perpetuo de la institución y, además, había encargado a Spannocchi que proyectara su palacio en la ciudad del Pisuerga, tal hipótesis sería cuanto menos plausible10. Con todo, los datos expuestos de manera necesariamente breve sobre la trayectoria de Soto nos hablan de un ingeniero que supo moverse en el laberinto de la corte y hacerse con el favor de quienes regían sus designios. 36
LOS LIBROS DEL INGENIERO
La corte española, sin duda, constituye el marco donde insertar el retrato que de Soto perfilan sus objetos. En este contexto, es significativo destacar que Soto es uno de los pocos ingenieros –si no el único– que sirvió a la corona española entre los siglos XVI y XVII de quien en la actualidad se conoce un inventario y tasación postmortem de sus bienes, fechado en 163011, en el que se registraron 124 cuerpos de libros que conformaban su biblioteca donde saberes como la geometría, la arquitectura, la fortificación, la artillería, el arte militar y la cosmografía estaban ampliamente representados12. Si bien es significativa la tenencia de tales volúmenes que serán objeto de consideración en las próximas líneas, la interpretación en torno a los mismos debe plantearse en estrecha relación con otras partidas de objetos que Soto poseía al final de sus días lo que, sin duda, permitirá ofrecer un retrato mucho más preciso de este ingeniero. Así, sus libros encarnarían esa «ciencia teórica» pero también reflejarían otro tipo de intereses de carácter religioso, literario y, en definitiva, cultural. Además de esto, en su tasación de bienes se incluye una extensa partida conformada por 76 instrumentos matemáticos cuyas características, como se verá, nos hablan de la importancia que revistió la «ciencia aplicada» para Soto. El análisis de ambas categorías de objetos dista de ser baladí en el periodo mencionado y en el contexto de los referidos debates que se estaban produciendo en torno a la labor del ingeniero: especialmente durante el reinado de Felipe III se asistirá a lo que parece ser una paulatina primacía de la ciencia, en detrimento de la experiencia sobre el terreno13. Ponderar las características específicas y la posible valoración que un ingeniero como Soto otorgó a sus libros y a sus instrumentos poniéndolos en relación con su labor profesional contribuirá a perfilar su posicionamiento en el contexto de tales debates. Un primer indicio de ello lo encontramos en la valoración económica asignada a cada una de las partidas referidas: mientras que el cómputo total de la tasación de los libros es de 2.168 reales, la valoración económica de sus instrumentos matemáticos asciende a la suma de 4.507 reales14. A estos objetos habría que añadir los demás bienes y alhajamiento de su casa –tapicerías, armas, pinturas, estampas, una larga relación de joyas, etc.– cuyas características y valoración evidencian el estatus alcanzado por este ingeniero al final de sus días y constituyen la externalización de una posición social privilegiada entre los profesionales de la construcción en el contexto de la corte española de la época.
SABERES COMPARTIDOS. LOS LIBROS DE JERÓNIMO DE SOTO EN EL CONTEXTO DE LA CORTE ESPAÑOLA
Buena parte de los libros que reunió Jerónimo de Soto guardaban estrecha relación con el ambiente científico que se respiraba en la corte filipina durante las últimas décadas del siglo XVI15. En este sentido, resultan de interés las informaciones recogidas en el opúsculo titulado Institución de la Academia Real Matemática (1585) redactado por Juan de Herrera y que contó con la aprobación del ya referido João Baptista Lavanha16. Considerado como el escrito fundacional de la Academia Real Matemática creada por Felipe II, en esta publicación, Herrera establecía una clasificación de los saberes DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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matemáticos y asociaba a cada una de esas disciplinas una serie de tratados cuyo estudio resultaba imprescindible para la formación de técnicos especializados. Para Herrera, los principios de la geometría y las obras de Euclides constituían el fundamento teórico común para todos los profesionales cuya instrucción se contemplaba en la Academia Real: aritméticos, geómetras, mecánicos, astrólogos, gnómicos, cosmógrafos y pilotos, arquitectos, fortificadores, pintores, niveladores y artilleros. En su biblioteca, Soto reunió varias ediciones modernas de la obra de Euclides entre las que se contaban las de Oronce Finé, Federico Commandino, Giovanni Pomodoro o Pedro Ambrosio de Ondériz17. La publicación de este último autor –La Perspectiva y Especularia de Euclides (1585)– estuvo estrechamente vinculada a las enseñanzas que se impartían, por aquel entonces, en la recién creada Academia y respondía a la necesidad de contar con textos en romance para que allí, profesores como Lavanha, «leyessen las Matematicas en lengua castellana»18. A estas ediciones, habría que añadir la presencia en la biblioteca de Soto de tratados matemáticos de naturaleza afín como los del bachiller Juan Pérez de Moya con son sus Fragmentos Mathemáticos [FIG. 2] o su Aritmetica practica y speculativa, entre otras19. Según Herrera, a partir de esos principios euclidianos cada ciencia debía estudiar una serie de tratados específicos. Así, en la citada Institución, el arquitecto establece una relación ciertamente prolija de los libros que debían estudiar los mecánicos o los
FIG. 2. «Cap. 43. Trata del numero y diffinicion de los cuerpos regulares e irregulares», en J. PÉREZ DE MOYA,
Fragmentos mathematicos, Salamanca, En casa de Iuan de Canoua, 1568, pp. 203-204.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 3. A. PALLADIO, I quattro libri dell’architettura (frontispicio), Venecia, Appresso
Dominico de’ Franceschi, 1570.
astrólogos, entre otros20. Sin embargo, resultan mucho más escuetas las recomendaciones que proporciona sobre las lecturas que debían conocer los arquitectos y los «fortificadores». En cuanto a los primeros –los arquitectos– los tratados de referencia eran Vitruvio y Alberti21. Del arquitecto romano, Soto poseía un ejemplar de su De architectura, mientras que de la obra del genovés, el ingeniero reunió dos; uno de ellos manuscrito22. Sin embargo, Soto llegó a poseer un número bastante más amplio de lecturas sobre arquitectura que las estrictamente propuestas por Herrera para la Academia Real. A los ya citados tratados de Vitruvio y Alberti, hay que añadir I quattro libri dell’architettura de Palladio [FIG. 3], dos ejemplares de Vignola (uno, grande valorado en 4 ducados y, otro, en cuerpo pequeño, tasado en 20 reales) y un tratado de arquitectura de Serlio23. DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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FIG. 4. «Come si debbiano fare le cortine», en G. LANTERI, Del modo di fare le fortificationi di terra intorno alle Città, & alle
Castella per fortificarle, Venecia, Appresso Bolognino Zaltieri, 1559, p. 15.
Sobre los segundos –los «fortificadores»– Herrera afirmaba que los buenos profesores en esta ciencia estaban obligados a saber los principios de la geometría euclidiana, poseer conocimientos sobre mecánica y artillería, conocer la tratadística básica sobre arquitectura y aquellos libros inherentes a su propia disciplina (que Herrera no se detiene a enumerar); quedando así patentes los puntos de contacto entre tales saberes y proporcionando una visión inclusiva del conocimiento científico-técnico. Si bien Herrera no indicaba ningún autor ni título específico en materia de fortificación, lo cierto es que, en la librería de Soto los tratados dedicados a esta disciplina constituían uno de los conjuntos más numerosos y significativos representados por las obras de Giovan Battista della Valle, Nicolò Tartaglia, Pietro Cataneo, Giacomo Lanteri [FIG. 4], Carlo Theti [FIG. 5], Diego González de Medina Barba, Cristóbal de Rojas [FIGS. 6 Y 7] o Cristóbal Lechuga, entre otros24. Asimismo, entre las lecturas de Soto se contaban libros dedicados a la mecánica –como los tratados de máquinas de Herón de Alejandría o del moderno Jacques Besson25– y a la artillería –manuscritos o impresos como Lázaro de la Isla, Breve tratado del arte de artilleria, geometría y artificios de fuego (1595), o Julio César Firrufino, Platica manual y breue compendio de artilleria (1626)26. Si Herrera fue parco a la hora de recomendar lecturas en materia de arquitectura y fortificación en su Institucion de la Academia Real Matemática, otros hombres de ciencia vinculados a dicha institución como João Baptista Lavanha –con quien Soto 40
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 5. «Lato di fortezza, gl’angoli della quale son simili à ciascun di quelli del pentagono»,
en C. THETI, Discorsi delle fortificationi di Carlo Tethi, Venecia, Appresso Nicolo Moretti, 1588, pp. 6-7.
FIG. 6. C. DE ROJAS, Teorica y practica de
FIG. 7. «Instrumento para tomar qualquiera
fortificacion, conforme las medidas y defensas destos tiempos, repartida en tres partes (frontispicio), Madrid, Por Luis Sánchez, 1598.
planta de fortificacio[n], ò alguna Isla, ò Prouincia (…) del qual dicho instrumento vsa mucho el Comendador Tiburcio [Spannocchi] y aun le ha puesto en perfecion su fabrica», en C. DE ROJAS, Teorica y practica de fortificacion, conforme las medidas y defensas destos tiempos, repartida en tres partes, Madrid, Por Luis Sánchez, 1598, f. 82r.
DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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trabajó– resultaron bastante más prolijos a la hora de referir a los principales autores en tales disciplinas en sus escritos. En este sentido, resulta particularmente interesante la información que ofrece el cosmógrafo sobre los conocimientos teóricos que un arquitecto podía adquirir a través de los libros en su manuscrito titulado Livro Primero da Architectura Naval27. El tratado de Lavanha se abre con la definición que Vitruvio proporciona de la arquitectura: una ciencia ornada de muchas disciplinas, y de varios preceptos, que sirven a las obras que las otras artes hacen; siendo la arquitectura la princesa de las artes, donde confluyen la práctica y la especulación teórica28. A continuación, Lavanha enumera las cualidades y conocimientos que debía tener el arquitecto según Leon Battista Alberti: E para ser tal, qual nesta diffiniçao o forma Liao Baptista Alberti (cuja ella he) he neceßario q dotado de agudo entenho, de conselho maduro, e de prudencia, seja muy estudioso, e ornado de grandes singulares partes, das quaes serao as principaes, ò Debuxo, e das Mathematicas, a Perspectiua, a Arithmetica, a Geometria, a Astronomia, e a Mechanica29.
Todas las ciencias que, según Alberti parafraseado por Lavanha, debía poseer el arquitecto, estaban presentes en la librería de Soto, tal y como se ha expuesto. En el tercer capítulo de su manuscrito, Lavanha divide en la arquitectura en tres partes: la arquitectura militar, la civil y la naval, indica su especificidad y enumera en el caso de las dos primeras –militar y civil– a las principales autoridades que habían teorizado sobre el tema para llegar en último lugar a la arquitectura naval y recalcar su primacía como teórico en esta materia señalando que hasta ese momento ningún autor había escrito sobre ello ni en griego, ni en latín, ni en vulgar30. Así, según Lavanha, la arquitectura militar, se ocupaba de las fortificaciones para defensa de los enemigos, edificando muros, baluartes, torres, bastiones, reparos, estacadas trincheras, etc. Siguiendo al cosmógrafo portugués, los principales autores sobre arquitectura militar eran: Alberto Durero, Girolamo Maggi, Carlo Theti, Girolamo Cataneo, Giacomo Lanteri, Giovanni Battista Zanchi «e outros modernos»31. Hemos visto cómo en la biblioteca de Soto se encontraban los tratados de Cataneo, Lanteri [FIG. 4] y Theti [FIG. 5], junto con los de «outros modernos»; sin embargo, no estaban presentes las obras de Durero, Maggi o Zanchi. En cuanto a la arquitectura civil, Lavanha en su manuscrito afirmaba que esta parte de la arquitectura se encargaba de edificar templos destinados al culto divino, pero también edificios para la comodidad pública y privada, así como puertos, plazas, fuentes, acueductos, teatros, casas, etc. Los principales autores en esta materia fueron, siempre según Lavanha, en primer lugar, Vitruvio e indica que su singular doctrina fue comentada por autores modernos como Cesare Cesariano, Daniele Barbaro y Guillaume Philandre. Entre los tratadistas modernos, destaca nuevamente a Alberti y, a continuación, cita a Serlio, Labacco, Cataneo, Palladio, Vignola, De l’Orme, Androuet «e outros»32. Nuevamente comprobamos cómo, con la excepción de Antonio Labacco y los franceses Jacques Androuet y Philibert del’Orme, todos los tratadistas mencionados por el cosmógrafo portugués aparecen en la librería de Jerónimo de Soto. Las convergencias que se advierten entre los postulados de Lavanha y los libros que estuvieron presentes en la biblioteca de Soto distan de ser casuales, antes bien 42
LOS LIBROS DEL INGENIERO
nos hablan de la existencia de una conciencia común y de una tradición compartida en torno a los tratadistas que, a caballo entre los siglos XVI y XVII, eran considerados autoridades por los cultivadores de las distintas ramas de la arquitectura. Los escritos de tales autores se difundieron a través de las ediciones impresas de sus respectivas obras y, su teoría, vendría a completar la vertiente práctica de la disciplina arquitectónica. Ahora bien, el Livro Primeiro da Architectura Naval escrito por Lavanha permite introducir otro aspecto sumamente interesante relacionado con los libros reunidos por Soto: el novedoso tratado del cosmógrafo portugués nunca llegó a imprimirse y solo se conserva de forma manuscrita. En este sentido, si bien hasta el momento se han analizado fundamentalmente aquellos libros impresos que fueron reunidos por Soto, en su biblioteca también tuvieron cabida una docena de interesantes manuscritos que, a tenor de su descripción, parecen conformar dos conjuntos afines. El primero, estaría integrado por libros de dibujos y trazas como por ejemplo «Vn cuerpo de Palacios y cosas de Flandes» o «Plantas y montias de Palacios aUierto Por lo angosto»33. Con toda probabilidad, algunas de estas trazas, plantas y monteas de palacios, guardaban relación con las residencias que Soto proyectó junto con Spannocchi para nobles como el VI condestable de Castilla y cortesanos como don Juan de Idiáquez34. El segundo conjunto de manuscritos estaba integrado por tratados de artillería y mecánica: Don diego de Prado manoescrito de alojar ejerzitos en ocho Reales. Lo manual de artillería manoescrito de Don diego de Prado en cinquenta Reales. Dos libros grandes de los de artillería manoescrito y otras materias en treynta Reales. Maquinas de mano de don diego de PraDo en treinta Reales35.
De este corpus de manuscritos reunido por Soto destacan las obras atribuidas en su inventario a Diego de Prado de las cuales únicamente parece haberse conservado una de ellas, cuya identificación fue señalada someramente por Ángel Laso36. Se trata de: La obra manual y platica de la artilleria del cap[it]an don diego de prado ten[enien] te del capitán general de la artill[eri]a en Cataluña, cuya dedicatoria está fechada en Málaga el 10 de agosto de 159137 [FIG. 8]. El aspecto más conocido y estudiado por la historiografía sobre el autor de este manuscrito ha sido su participación en diversas empresas de exploración del Pacífico38. No deja de ser significativo que, en 1607, estando en Ternate (Indonesia), a Prado se le encargara reconocer la fortificación de aquel lugar y estudiar cómo hacerla inexpugnable. De ello, daba cuenta el maese de campo Juan de Esquivel en una carta dirigida al presidente de la Audiencia de Filipinas, afirmando que Prado era buen ingeniero y gran experto en trabajos de fundición39. Sin embargo, con anterioridad a 1605 no se conocen apenas datos sobre este personaje de vida azarosa que acabaría tomando los hábitos y que aparece registrado en 1621 como monje en el convento de San Basilio de Madrid40. Entonces, cabe preguntarse cuáles fueron sus actividades en torno a la década 1590 cuando firmó el referido manuscrito sobre artillería y cómo pudo este libro acabar en la biblioteca de Soto. Un posible punto de partida para tratar de responder a ambas cuestiones lo encontramos en el personaje a quien Diego de Prado dedicó su manuscrito: don Juan de Acuña Vela, miembro del Consejo de Guerra y Capitán General de Artillería. En tal calidad, en 1589 Acuña fue DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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FIG. 8. Escuadra de doble graduación (letra A) y escuadra que sirve como nivel (letra B). Ambos instrumentos servían para calcular los tiros de la artillería, D. DE PRADO, La obra manual y platica de la artilleria, Madrid, Biblioteca Nacional de España, 1591, Mss. 9024, f. 196.
el encargado de elaborar un informe sobre Cristóbal de Rojas, quien había solicitado la plaza de ingeniero41. Seguramente, en la elección de Acuña como destinatario de su manuscrito, Prado debió valorar no solo los conocimientos del capitán general en materia de artillería y fortificación sino también la posibilidad de granjearse el favor de una figura relevante del Consejo de Guerra. Poco tiempo después de firmar la dedicatoria de su manuscrito, en diciembre de 1592, Diego de Prado dirigió un memorial al rey donde presentaba «vna ynbençion de artj[lleri]a»42 que acompañaba de un dibujo en el que aludía nuevamente a Acuña. En la mitad superior del dibujo Prado representó «la pintura de las medias culebrinas de doze libras de pelota que al presente se hacen en la ciudad de malaga por horden de don Juº de acuña»43. En la mitad inferior del folio, Prado dibujó otra media culebrina de su «ynbençion», afirmando que esta última era más ligera y fácil de manejar para los navíos que la anterior44. Si Diego de Prado dedicó su manuscrito a don Juan de Acuña en agosto de 1591, tan solo unos meses después el propio Acuña era el encargado de que se le aumentase a Jerónimo de Soto «el sueldo de 15 escudos que disfrutaba» sirviendo «cerca de la persona de Tiburcio Espanochi cinco ducados mas siendo en todo 20 ducados al mes pagados por el artillería tomándose razón en la contaduría de Burgos»45. A tenor de la documentación conservada es posible plantear la hipótesis de que, precisamente, don Juan de Acuña, tal vez hubiera podido ser el punto de contacto entre Diego de Prado y/o sus obras y el ingeniero Jerónimo de Soto. La presencia de un manuscrito de estas características entre los libros de Soto pone de manifiesto varias cuestiones relevantes en torno a la circulación de los saberes técnicos 44
LOS LIBROS DEL INGENIERO
como la artillería en la época. Por un lado, permite constatar que la difusión de este tipo de tratados al margen de los cauces de la imprenta fue una práctica relativamente extendida entre los círculos no solo de poder, sino también del saber. No es casual que el VI condestable de Castilla custodiara en su biblioteca un manuscrito de contenidos similares al de Diego de Prado, en este caso, escrito por Espinel de Alvarado alrededor de 1592 y 159846. Por otro lado, estos tratados manuscritos de artillería tenían un carácter eminentemente práctico y los conocimientos que contenían eran, la mayor parte de las veces, fruto de la experiencia directa de quienes los escribían47. Todo ello, explicaría su presencia en las bibliotecas tanto de un ingeniero cortesano como Soto como de un noble militar, miembro del Consejo de Guerra, como Fernández de Velasco. Sin embargo, otros títulos de la librería de Soto dedicados a materias a priori científicas como la cosmografía no debieron servir a una finalidad de carácter eminentemente técnico o práctico, sino que su presencia debe ser leída más bien en términos de gusto por su contenido y por el lujo inherente de sus ediciones. En esta dirección debe interpretarse la tenencia de «dos cuerpos de abrahan ortelio de teatrun Orbis = el vno muy bien yluminado los taso en veinte ducados» o los dos cuerpos «de Ziuitatis Orbis terrarun»48 valorados
FIG. 9. A. ORTELIUS, Theatrvm Orbis
Terrarvm (frontispicio), Amberes, Auctoris are et cura impressum, absbolutumque apud Christophorum Plantinum.
DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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FIG. 10. «Zelandia», en A. ORTELIUS, Theatrvm Orbis Terrarvm, Amberes, Auctoris are et cura impressum, absbolutumque
apud Christophorum Plantinum, 1584, ff. 39r.-v.
en 200 reales; una elevada tasación que contrasta con los escasos seis reales en que se valoró un tratado de esfera de Sacrobosco o los ocho de la Sphera del Vniverso (1599) de Rocamora49. Las ediciones iluminadas tanto del Theatrum Orbis Terrarum de Ortelio [FIGS. 9 y 10] como del Civitates Orbis Terrarum de Braun y Hogenberg constituyeron obras de lujo que acabarían incorporándose a las principales bibliotecas de la corte española50 e, incluso, sus mapas acabaron formando parte del alhajamiento de las galerías del monasterio de El Escorial en tiempos de Felipe II o del Alcázar de Madrid durante el reinado de su nieto, Felipe IV51. A ello, hay que añadir que son conocidas y notorias las imprecisiones cartográficas que presentaban algunos de los mapas que conformaron este tipo de atlas; algo que contrastaba con la precisión y la exacta medida que debía caracterizar el dibujo de los ingenieros. De ahí que, con toda probabilidad, esos volúmenes de Ortelio o de Braun y Hogenberg no sirvieran a Soto como un instrumento de conocimiento preciso del territorio, sino que su tenencia debe ser leída en términos de gusto y lujo e, incluso, como un signo de distinción social dado su elevado precio. Los libros religiosos, los escritos de autores clásicos como Virgilio, Tito Livio, Ovidio, Marco Aurelio, Aquiles Tacio y Herodiano, la historia y la literatura vendrían a completar el retrato que de Jerónimo de Soto ofrece su librería. Con todo, el conjunto temático más ampliamente representado en sus anaqueles fueron los tratados científico-técnicos, de los cuales un porcentaje muy significativo eran libros con un planteamiento eminentemente práctico y de clara aplicabilidad en el quehacer de un ingeniero como Jerónimo de Soto. 46
LOS LIBROS DEL INGENIERO
2. HACIA UNA CIENCIA APLICADA. ALGUNAS NOTAS EN TORNO A LOS INSTRUMENTOS DE JERÓNIMO DE SOTO
Ese carácter práctico y los intereses hacia una ciencia aplicada de Soto no solo quedaban patentes en los tratados que adquirió, sino también en la abundante cantidad de instrumentos matemáticos que poseyó. Así, libros e instrumentos eran dos caras de una misma moneda. Si los primeros encarnaban la teoría, los segundos representaban su praxis. Cabe preguntarse cuál de esos dos aspectos de la ciencia primaba en el caso de Soto. Basta hojear las páginas de estos libros para percatarse de que sus contenidos se exponen por medio de demostraciones prácticas. Además, en ellos se concede particular atención a la descripción de instrumentos matemáticos y su utilización para realizar todo tipo de mediciones. En este sentido, resulta revelador que la Geometria prattica tratta dagl’Elementi d’Euclide et Altri Autori da Giovanni Pomodoro (1599), del que Soto poseía un ejemplar, dé comienzo con un grabado donde aparecen representados los distintos instrumentos utilizados en la geometría y sus disciplinas afines que debían estar presentes en los «estuches de matemática» de la época [FIG. 11]. Así, en este libro antes incluso de exponer los elementos de Euclides y de ir desgranando cómo tales principios se aplicaban a la medición de superficies de territorios, ciudades o fortificaciones [FIG. 12], los técnicos debían conocer cuáles eran esas herramientas de trabajo, cuya declaración pormenorizada se incluye en la primera página del libro. Siguiendo esa descripción del grabado [FIG. 11], aquellos profesionales que se asomasen al tratado de Pomodoro para aprender los principios de la geometría aplicada tendrían como instrumentos diversas tipologías de compases –desde compases ordinarios a compases con funciones más específicas como los de artillería–, la regla, la escuadra, el nivel, la pluma, el tiralíneas, cuchillos y limas para afilar la plumilla y diversos tipos de cuadrantes, como el cuadrante geométrico. Todos y cada uno de los instrumentos y útiles que debían formar parte del estuche descrito en el tratado de Pomodoro fueron registrados en el inventario y tasación de bienes de Jerónimo de Soto; eso sí, en un número mucho mayor que los representados en el grabado del libro y, prácticamente todos ellos, construidos con materiales nobles como el bronce, el bronce dorado e, incluso, la plata. La materialidad de estos objetos dista de ser una cuestión menor; más aún si se tiene en cuenta que, por lo general, los instrumentos matemáticos solían estar realizados con materiales mucho menos nobles como el latón. A este respecto, resulta significativo el contraste que se advierte entre los instrumentos reunidos por Jerónimo de Soto y los de Juan de Herrera. Mientras que los instrumentos del ingeniero fueron realizados principalmente en bronce e, incluso, en plata; por el contrario, en los instrumentos del arquitecto cántabro primaba el latón y, en menor medida, el hierro y la madera52. De este modo, los instrumentos (y la mayor parte de libros) de Soto eran reflejo de una primacía de la ciencia aplicada pero también encerraban en sí otro tipo de significados: la nobleza de los materiales inherente a estos objetos debía proyectar una imagen de similar condición del ingeniero. Los compases constituían uno de los instrumentos que Soto reunió en mayor profusión. Así lo demuestran algunos asientos de su tasación de bienes como «Vn estuche entero de conpases con lo demas necesario […] en vna muy buena caja en trezientos reales»
DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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FIG. 11. «Tavola I. In questa prima Tauola hà posto
FIG. 12. «Tavola XXXVI. Si dimostra in questa tauola, come,
l’Autore alcuni disegni d’vn guarnimento d’vno stuccio (...)», en G. POMODORO, Geometria prattica tratta Dagl’Elementi d’Euclide et altri Autori Da Giouanni Pomodoro Venetiano Mathematico eccellentißimo descritta et Dichiarata da Giouanni Scala Mathematico, Roma, Apreßo Stefano Paulini, 1599.
che non solo gli Agrimensori, Muratori, Architetti & altri simili, ma che ancora gli Soldati, Ingegnieri, & gl’istessi Capitani hanno bisogno dell’Arithmetica, & Geometria (...) perche quando non solo in figure regolari, ma ancora nelle irregolari facesse bisogno di pigliar la pianta di una fortezza, per saper la superficie di quella, sarebbe necessario linearui dentro gli scompartimenti, come qui per questa tauola si vede esser fatto (...)», en G. POMODORO, Geometria prattica tratta Dagl’Elementi d’Euclide et altri Autori Da Giouanni Pomodoro Venetiano Mathematico eccellentißimo descritta et Dichiarata da Giouanni Scala Mathematico, Roma, Apreßo Stefano Paulini, 1599.
o «doze conPases diferentes en vna caxa de t[er]cioPelo Por de dentro y Uezero Por de fvera en dvzientos y cinquenta Reales»53. En otros casos y, aunque de manera lacónica, en los registros de sus bienes se indica cuál era la tipología y funciones de tales compases como ocurre con los «Seis ConPases medianos y Pequenos Para traçar de ordinario Con otros demas en trezientos y setenta Reales», «vn conPas Largo de Uronze Para cosas de frauryca de media uara de largo» valorado en 5 ducados, «Vn ynstrumento de artilleria a modo de conpas grande con otros Uisos en vna caja negra» que fue tasado de 20 ducados, dos compases de bronce de «marear» que se guardaban en una caja «muy curiosa» y otros dos compases de plata «de marcar con puntas de acero» que valían 10 ducados54. Es decir, Soto poseía compases ordinarios, de artillería o náuticos. A estos instrumentos, se sumaban una buena regla, dos escuadras, dos niveles pequeños –todos ellos de bronce– y otros útiles imprescindibles para la traza como una «Pluma de Uronze dorada Hecha en milan aderezo de laPiz y otra de la misma manera de Plata» junto con «vnas tijeras cuchillo y lanceta de muy buenas cuchillas y dorados 48
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 13. «Nivel de borneo», en Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas, Madrid, Biblioteca Nacional de España,
Mss. 3372-3376, tomo I, f. 60v.
grandes para azer vn estuche Con las demas cosas sveltas»55. Esas «cosas sveltas» a las que se hace referencia en el último asiento citado, debían corresponderse con ciertos objetos de naturaleza afín que se registraron en otra partida de la tasación de Soto bajo el encabezamiento de «Cosas de yerro y azero» entre las que se contaban cuatro docenas de limas «curiosas para cosas de Plata y Uronce», siete taladros de acero, un soldador de estañar, siete pares de alicates, tenazas, martillos, sierras grandes y pequeñas o tres varas de yerro56. Las características de estas herramientas, en estrecha relación con la partida de objetos precedente, invitan a pensar que el propio Soto tal vez pudo haber sido quien construyera algunos de los instrumentos que atesoró. Existía, como se ha dicho, una estrecha relación entre libros e instrumentos que sería prolijo recoger en este espacio aunque podemos añadir como ejemplo de ello los casos del astrolabio náutico de bronce de un pie de diámetro o el planisferio grande de bronce y nogal que poseía Soto, cuyo uso se explicaba en tratados como la Cosmographia de Pedro Apiano o en las obras de Pérez de Moya57, que formaban parte de su biblioteca. Sin embargo, algunos de los instrumentos que pertenecieron a Soto no parece que gozaran de una divulgación tan amplia en los tratados impresos de la época. El ingeniero poseía un nivel de borneo de bronce y ébano con su pie cuya descripción no se ha localizado en los libros impresos, sino en dos manuscritos sumamente interesantes para la historia de la ingeniería: Los veintiún libros de los ingenios y de las máquinas [FIG. 13] cuya autoría sigue siendo objeto de debate y el códice titulado De las aguas, sus Calidades propiedad y generación de Tiburzio Spannocchi58. La estrecha vinculación entre ambos textos ha sido señalada recientemente por Alicia Cámara y resulta más que evidente al contraponer los dibujos que ilustran el nivel de borneo incluidos en sendos manuscritos, si bien el trazo de Spannocchi resulta más hábil que el del ignoto autor de Los veintiún libros de los ingenios y de las maquinas. En este último manuscrito, tanto el dibujo como la explicación del uso del nivel de borneo se insertan en el «Libro DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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Qvarto de los niueles y sus formas»; unos instrumentos para «los que van inuestigando por donde podrán hallar el agua, ansi para fuentes como para poços»59. Tras describir varias tipologías de tales instrumentos como el nivel de grados, el nivel de tranco, el corobate o nivel de agua del que hablaba Vitruvio, el anónimo autor del manuscrito se refiere al nivel de borneo. Este debía estar conformado por un eje vertical sobre el que se situaba perpendicularmente la alidada móvil de pínulas que podía bornear o dar una vuelta completa sobre el pie, leyéndose los ángulos sobre una plancheta60 [FIG. 13]. Por su parte, Spannocchi resulta mucho más parco a la hora de describir ese mismo instrumento indicando escuetamente que «Otro niuel ay como lo siguiente co[n] el qual y co[n] el quadrante se puede conocer lo q[ue] por los otros se conocio y es de borneo»61. A continuación, Spannocchi incluye el dibujo que ilustra el uso del instrumento y concluye de manera escueta afirmando que «Infinitas son las maneras con q[ue] se puede niuelar q[ue] por no ser prolixo dexolas de poner»62. En otros casos, es en los libros de Soto –tanto impresos como manuscritos– donde encontramos descripciones de instrumentos «nuevos» como sucede con el Libro de Instrvmentos Nuevos de Geometría (1606) del cosmógrafo Andrés García de Céspedes, en cuyo primer capítulo «enseña la fabrica de vn Quadrante Geometrico con el qual se puede medir qualquier distancia, altura y profundidad, sin que sea necesario de que interuengan los numeros»63 [FIG. 14]. Soto poseía un cuadrante geométrico aunque su escueta descripción impide dilucidar si este instrumento presentaba alguna particularidad similar a la del de Céspedes. También en el referido manuscrito de artillería de Diego de Prado su autor se atribuye la invención de un instrumento denominado radio armado que servía «para poder enmendar todos y qualquier suerte de tiros que se hiçieren con mucha facilidad y no perderan el punto de la enmienda» [FIG. 15]64. En estrecha sintonía con este tipo de instrumentos de artillería se encontraban otras partidas de bienes de Soto como los que debieron formar parte de su armería en la que guardaba un par de piezas de artillería, «Dos Jinetas de Capitan vna de Plata con Uorlas azules y Plata y otra de Uronze dorada con sus Uengalas de la yndia», tres frascos para pólvora y otras tantas bolsas de munición, entre otros enseres65. Podemos imaginar al capitán Jerónimo de Soto durante sus viajes portando sus instrumentos, trazas e, incluso, tal vez libros. Sin duda, su retrato se completaría con alguna de las valiosas joyas que atesoró como las «dos Uueltas de Cadena de oro de espeJvelo quadrados» o una sortija de oro con nueve diamantes66, pues sabemos que debió viajar con ellas: en 1593, cuando llegó al paso de Tortuera –entre el reino de Aragón y el de Castilla– llevando consigo los modelos de las fortificaciones hacia Madrid, dejó en prenda al dezmero una cadena de oro para que le dejase pasar y continuar su viaje hasta la corte67. En 1599, cuando Soto asistió a la jornada de los casamientos reales en Valencia, llevó consigo «vn cintillo de sombrero de oro, y vna buelta de Cadena, vn arcabuz y 200 d[ucados] en moneda de oro»68. Todo ello, revela que Soto abrazó los gustos y los ademanes de un cortesano fruto de su estrecha relación con el poder; algo que asimismo se reflejaba en el alhajamiento de su casa conformado por varias series de tapices y suntuosos tejidos, una larga relación de joyas de oro y plata de gran valor o una galería configurada por algo más de cien pinturas, estampas, dibujos y mapas, cuyos criterios de selección se ajustaban 50
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 14. «Capitvlo primero, en que se enseña
FIG. 15. «Radio armado», en D. DE PRADO, La obra manual y platica de
la fabrica de vn Quadrante Geometrico, con el qual se puede medir qualquiera distancia, altura, y profundida, sin que sea necesario de que interuengan numeros», en A. GARCÍA DE CÉSPEDES, Libro de Instrvmentos Nuevos de Geometría, Madrid, Por Iuan de la Cuesta, 1606, f. 2r.
la artilleria, Madrid, Biblioteca Nacional de España, 1591, Mss. 9024.
plenamente a los gustos de la corte de Felipe III. Así, si bien los orígenes de Jerónimo de Soto continúan siendo ignotos a día hoy, lo que está claro es que supo asimilar los modos cortesanos y construir una imagen de sí mismo en tanto que caballero. Por otra parte, tanto sus objetos como los datos conocidos sobre su trayectoria profesional ponen de manifiesto que este ingeniero apostó por la seguridad de la corte lejos de los peligros del campo de batalla, cultivando una ciencia que haría bascular la balanza en perjuicio de la experiencia sobre el terreno. Frente al plomo se impuso la plata de sus compases guardados en curiosas cajas de terciopelo.
DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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NOTAS
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Esta investigación se ha desarrollado en el marco del proyecto I+D HAR2016-78098-P (AEI/FEDER, UE), financiado por la Agencia Estatal de Investigación (Ministerio de Economía, Industria y Competitividad) y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) y parcialmente gracias a la Ayuda Juan de la Cierva-Formación (FJCI-2017-32961) vinculada al Instituto Universitario La Corte en Europa de la Universidad Autónoma de Madrid (IULCE-UAM). 1. Un interesante trabajo donde se aborda la progresiva transformación, tanto morfológica como simbólica, de la daga en compás en el contexto de los cambios que se produjeron en el arte de la guerra y de la artillería en el siglo XVI es el de: CAMEROTA, 2012. El referido compás de marfil realizado por Benvenuto della Volpaia ha sido recientemente adquirido por el Museo Galileo de Florencia. En esa misma institución se conserva otro compás en forma de daga ejecutado en acero por el mismo artífice (inv. 2515). Este tipo de instrumentos no solo fueron producidos en el contexto florentino o italiano, sino también en otras áreas geográficas como Francia o Alemania a tenor tanto de las referencias que sobre estos instrumentos hallamos en las fuentes coetáneas como de los ejemplares que han llegado a nuestros días: D’ORGEIX, 2018, pp. 79-80. 2. VASARI, 1881, pp. 61-63. Para una aproximación biográfica a este constructor de instrumentos y «maestro di levar piante», véase: PAGLIARA, 1989. 3. Algunos datos sobre la actividad profesional de Soto fueron publicados por: CÁMARA, 1998, pp. 29, 94, 116, 126, 132, 134, 151-152. Una aproximación biográfica se encuentra en: LASO, 1991, pp. 83-88 y VÁZQUEZ, 2018b. 4. CÁMARA, 2014. 5. CÁMARA, 2016 y 2019. 6. CÁMARA, 2019, pp. 268-271. 7. CABRERA, 1857, p. 195. Archivo Histórico Militar (AHM), Col. Aparici, t. VII, ff. 260r.-261r. 8. ALONSO, 2005, p. 183. 9. PÉREZ, 2002, pp. 71-72. 10. CABRERA, 1857, p. 78 y p. 80. 11. El documento fue dado a conocer por: BARRIO, 1985. Un análisis general de los libros de Soto, junto con la transcripción y propuesta de identificación y una breve referencia a sus pinturas, se encuentra en: LASO, 1991. 12. Ibíd. En este texto, se citará el documento original conservado en: Archivo Histórico de Protocolos de Madrid (AHPM), Prot. 5599, ff. 696r.-718v. 13. CÁMARA, 2019. 14. AHPM, Prot. 5599, f. 709v. y f. 706v. 15. Si bien no se han hallado evidencias documentales que atestigüen la implicación directa de Soto en la Academia Real, otros datos apuntarían a su pertenencia a ese ambiente intelectual como su estrecha relación con la corte y con figuras como Lavanha, plenamente implicado en las actividades docentes y científicas de la institución fundada por Felipe II desde sus inicios. Además, según recogía Cristóbal de Rojas en su Teorica y practica de fortificacion (1598), Spannocchi habría asistido a algunas de las lecciones que el propio Rojas impartió en la Academia. Teniendo en cuenta que por aquellos años la labor de Soto era la de asistir a fray Tiburzio y que a finales del siglo XVI se sabe que Soto estaba en la corte, resulta plausible que este último también acudiera a las lecturas de la Academia. 16. HERRERA, 2006. Sobre las enseñanzas propuestas por Herrera en este libro, véase: CERVERA, 2006 y el texto de Mariano Esteban Piñeiro que se incluye en el presente volumen. 17. AHPM, Prot. 5599, ff. 707v. y 708r. 18. ONDÉRIZ, 1585. 19. AHPM, Prot. 5599, ff. 708r.-v. 20. HERRERA, 2006, pp. 215-219. 21. Ibíd., pp. 224-225. 22. AHMP, Prot. 5599, ff. 707r.-v. 23. Ibíd. 24. Ibíd, ff. 707r.-708r. 25. Ibíd. 26. Ibíd., f. 708v. 27. El códice se conserva en la Real Academia de la Historia (RAH), Col. Salazar y Castro, Mss. N-63 y fue publicado en edición facsímil: LAVANHA, 1996. 28. RAH, Col. Salazar y Castro, f. 41r. 29. Ibíd., f. 42r. 30. Ibíd., ff. 43v.-44v. 31. Ibíd., f. 44r. 32. Ibíd. 33. AHPM, Prot. 5599, f. 707v. 34. SOBRADIEL, 2015, pp. 138-155. 35. AHPM, Prot. 5599, f. 707r.-v. y 709v. 36. LASO, 1991, p. 88, nota 4. 37. PRADO, 1591. 38. Entre la documentación publicada por C. Kelly relativa al viaje de Pedro Fernández de Quirós al Mar del Sur (1605-1606) abundan las informaciones relativas a Prado. Para la relación completa de estos documentos véase el índice de la obra: KELLY, 1966, pp. 437-438. Un análisis del papel de Prado en el contexto de estas expediciones es el de: BAERT, 2005.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
39. KELLY, 1966, pp. 352-353. 40. KELLY, 1965, p. 319. 41. CÁMARA, 2014, p. 137. 42. Archivo General de Simancas (AGS), Guerra y Marina (GYM), Leg. 370, 221. 43. AGS, Mapas, Planos y Dibujos (MPD), 34, 59. 44. Ibíd. 45. AHM, Col. Aparici, t. VII, f. 241r. Registro del Consejo, Libro 63, Cédula de 28 de abril de 1592. 46. VÁZQUEZ, 2019, p. 87. 47. Sobre los tratados de artillería, véase: ESTEBAN, 2017. 48. AHPM, Prot. 5599, ff. 707r.-707v. 49. Ibíd., f. 708r. 50. Una interesante aproximación a los usos de la cartografía en España es el de: BOUZA, 1995. 51. Para un análisis en torno a la presencia de la cartografía en las colecciones de la corte española, véase: VÁZQUEZ, 2018, pp.
204-260. 52. El inventario de bienes de Juan de Herrera redactado en 1597 fue publicado por: CERVERA, 1977. En él, se registró una
partida de alrededor de 60 instrumentos matemáticos donde no parece que ninguno de ellos fuera realizado en metales nobles como el oro, la plata o el bronce sino que, en aquellos asientos en los que se especifica el material, este es de manera cuasi sistemática el latón. Por ejemplo: «vna caxa de madera con un tapador, cubierta de cuero negro, y dentro della zinco conpases de hierro y otras siete piezas de hierro y reglas y otras piezas tocantes a trazas», «vn conpás de metal (…)», «vn radio astronomyco de latón, de la fábrica de Gema Frisio (…)», «vn declinatorio de latón de vna quarta de yámytro con la discrezion de los vientos (…)», «otro declinatorio de latón (…)», «vn quadrante de latón de dos terçias de semydiametro (…)», «vn planisferio de Rojas de latón (…)», «vn quadrante de vna sesma de diámytro, de latón, con la fábrica de Oronçio (…): Ibíd., pp. 153-158. 53. AHPM, Prot. 5599, f. 705v. 54. Ibíd., ff. 706r.-v. 55. Ibíd. 56. Ibíd., ff. 715v.-716r. 57. Sobre la explicación del uso de estos instrumentos que tanto Apiano como Pérez de Moya ofrece en sus obras, véase: VICENTE Y ESTEBAN, 2006, pp. 246-251 y 274-278. 58. CÁMARA, 2018, pp. 182-185, nota 372. 59. Anónimo, f. 46r. 60. Anónimo, ff. 60r.-v. 61. SPANNOCCHI, s. f., f. 12v. Agradezco a Alicia Cámara el haberme facilitado la reproducción de los folios del manuscrito de Tiburzio Spannocchi donde se refiere al nivel de borneo para su consulta. 62. Ibíd., f. 13r. 63. GARCÍA DE CÉSPEDES, 1606, ff. 1r. y ss. Sobre este tratado, véase: VICENTE Y ESTEBAN, 2006, pp. 308-315. 64. PRADO, 1591, ff. 187-189. 65. AHPM, Prot. 5599, ff. 712r. 66. Ibíd., f. 703r. 67. VÁZQUEZ, 2018b, pp. 274-275. 68. Ibíd.
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DE COMPASES Y LIBROS. JERÓNIMO DE SOTO Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA IMAGEN DE UN INGENIERO
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La biblioteca como autobiografía: Los libros de Teodoro Ardemans, Maestro y Fontanero Mayor de Obras Reales BEATRIZ BLASCO ESQUIVIAS
Universidad Complutense de Madrid
UNA BIOGRAFÍA Y UNA LIBRERÍA MODÉLICAS
Cada día se publican y estudian más bibliotecas de artistas, un material de extraordinaria utilidad para conocer la formación del propietario, sus gustos y anhelos y ciertos rasgos de su personalidad que apenas afloran en otros documentos. El inventario y tasación de los libros que atesoró un individuo a lo largo de su vida y que se registran al morir, como parte de su testamentaría, nos alerta sobre los temas y asuntos que despertaron su interés, sobre la índole de su cultura y sobre su grado de curiosidad, al tiempo que nos informa sobre sus ideas artísticas o nos proporciona algunas claves para entender la evolución profesional del personaje, del que nos ofrecen un perfil desusado. Del mismo modo, el proceso de formación de una «librería» y sus eventuales modificaciones pueden orientarnos sobre las circunstancias personales, profesionales y, desde luego, económicas que marcaron la vida de un artista y quedan reflejadas en los sucesivos inventarios de bienes que pudo realizar al casarse, enviudar, enfermar o, simplemente, para respaldar con sus pertenencias un contrato de obra, responder con ellas a una demanda judicial, etc. Entre todas las librerías conocidas, la del pintor, arquitecto, ingeniero y tratadista Teodoro Ardemans (1661-1726) es, sin duda, una de las más importantes de su círculo, tanto por el número de ejemplares como por su contenido, que sirve para conocer las inquietudes intelectuales del propietario y es, a la vez, un claro exponente de su interés por suplir con estos libros un modelo ideal de formación colegiada al que no pudo acceder por sus circunstancias personales1. Hijo único de una napolitana y un Guardia de Corps luxemburgués, afincados en Madrid en fecha indeterminada, Ardemans se crio
LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS
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en una familia humilde y sin relación con las artes, aunque su incipiente destreza en el dibujo le llevó a entrar como aprendiz en el taller de Antonio de Pereda (1611-1678), un artista culto de quien Palomino dijo «que tuvo el mayor estudio de la Pintura, que se ha conocido, no sólo en estampas, papeles, y borroncillos, originales, modelos, y estatuas excelentes, sino una librería admirable; y especialmente de la Pintura, en varios idiomas, tenía libros excelentes»2. En enero de 1678 Ardemans actuó como testigo testamentario de su primer maestro, señal de que sabía firmar y tenía formación en primeras letras. A la muerte de Pereda, pasó al taller de Claudio Coello (1642-1693), pintor que dominaba entonces el panorama artístico madrileño gracias a su pintura ornamental y escenográfica; durante dos años (h. 1679-1681) aprendió con Coello matemáticas, perspectiva, óptica y otras materias afines que serían decisivas para la instrucción teórica de Ardemans. En 1683 aprobó el examen de maestro pintor de la Villa de Madrid y realizó su primera obra para el Hospital de la V.O.T. de San Francisco, que le encargaría también la pintura de la sacristía de su iglesia de San Francisco de Asís (vulgo, San Francisquín) en 1694. En 1686, ya casado en primeras nupcias con Isabel de Aragón, se trasladó a Granada para completar las bóvedas del coro de la catedral, aún inconclusas, resultando vencedor en el concurso de trazas que convocó el cabildo catedralicio a tal efecto. Tras las huellas del gran Alonso Cano, el 23 de julio de 1688 solicitó sin éxito que le dieran una habitación dentro del templo, en la torre donde pintaba Cano, y antes de regresar a Madrid, ese mismo año, pidió que le nombrasen Maestro Mayor de la Catedral, lo que le concedería finalmente el cabildo con carácter honorífico. Ya en Madrid, y avalado por este flamante título, logró los empleos de alarife municipal, en 1689, y teniente del Maestro Mayor de la Villa, en 1692, poco después de ser nombrado también Maestro Mayor de la catedral de Toledo [FIG. 1]. Comenzaba así una fulgurante carrera, que le encumbraría a los empleos más codiciados de la Villa y de la Corte de Madrid, en un momento especialmente difícil por el turbulento reinado de Carlos II y el ulterior cambio dinástico. Entre 1683 y 1726, Ardemans obtuvo los siguientes títulos, que desempeñó hasta su muerte, describiendo una trayectoria tan modélica como su propia biblioteca:
1683: Maestro pintor de la Villa de Madrid. 1688: Maestro Mayor de la catedral de Granada, honorífico. 1689: Alarife de la Villa de Madrid. 1691: Maestro Mayor de la catedral de Toledo. 1692: Teniente del Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid. 1702: Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid y su Fontanero Mayor. 1702: Maestro y Trazador Mayor de Obras Reales, Fontanero y Veedor Mayor de Obras Reales. 1703: Arquitecto Real de Felipe V. 1704: Pintor de Cámara de Felipe V, «con la llave de furriera, y de la Noble Guardia de Corps Jubilada»3.
Una vez afianzado en esta posición hegemónica, publicó a su costa dos tratados, eminentemente técnicos, en los que alardeó de erudición y de referencias bibliográficas, incluyendo en el primero de ellos una laudatoria autobiografía que confundió a los 58
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 1. T. ARDEMANS (1661-1726), Proyecto de portada para la Casa de la Villa
de Madrid, ca. 1690. Alzado. Lápiz, carboncillo, tinta negra y aguada sobre papel, 613 x 338 mm. Colección particular.
académicos y contribuyó a difundir la idea de que se había formado en el Colegio Imperial de Madrid, con los jesuitas4. En 1719 editó su exitosa Declaración y extensión sobre las Ordenanzas que escribió Juan de Torija (Madrid, Francisco del Hierro), y en 1724 un texto más raro sobre Fluencias de la Tierra y Curso Subterráneo de las Aguas (Madrid, Francisco del Hierro)5 [FIG. 2]. ¿Formaban parte de su haber los numerosos libros que citó en estos dos suyos? De no ser así, bien podría haber utilizado los de la LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS…
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FIG. 2. T. ARDEMANS (1661-1726), Monte Parnaso, 1701. Fiestas por la entrada en Madrid de Felipe V. Dibujo sobre papel
amarillento verjurado, a pluma, pincel, lápiz negro, tinta parda y aguada de tinta china, 310 x 270 mm. Madrid, Biblioteca Nacional de España.
Real Biblioteca, a la que tenía acceso en función de sus cargos, o los de otras colecciones de amigos y colegas, pues no era raro que los vínculos familiares con los que se fortalecían los talleres profesionales reportasen al grupo el considerable beneficio de nuevas trazas, estampas, herramientas y libros, que pasaban a disposición del colectivo cuando éste se ampliaba mediante el conveniente matrimonio de uno de sus miembros con otro perteneciente a un taller afín. 60
LOS LIBROS DEL INGENIERO
ORIGEN Y FORMACIÓN DE LA BIBLIOTECA
No fue éste, sin embargo, el caso de Ardemans, pues ninguno de sus matrimonios le procuró lazos profesionales con otros obradores ni grandes bienes, así como ninguno de sus dos hijos varones siguió sus pasos por el camino de la arquitectura u otro oficio artístico6. En su primera boda no se hicieron cartas de pago ni recibos de dote y se consideraron gananciales todos los efectos y propiedades que adquiriese el matrimonio de aquí en adelante. Diez o doce años después, en 1697, la economía de los contrayentes parecía ir bien, pues Ardemans compró entonces los libros de su colega José de Arroyo, en la almoneda pública que siguió a su muerte, por un ventajoso precio de 1.800 reales frente a los 4.000 en que se habían tasado. En 1707, cuando falleció Isabel, tampoco se inventariaron los bienes de la pareja, aunque la familia vivía desahogadamente gracias a los empleos de Ardemans, que ganó sumas considerables de dinero e invirtió en negocios vinícolas, bienes raíces e inmuebles, entre ellos la casa donde vivió hasta el fin de sus días. Un año después, para su boda con Felipa de la Lastra, además de otros muchos bienes dotales, Teodoro aportó 300 libros al matrimonio y, aunque no se hizo un recuento detallado, se especificó que eran «trescientos cuerpos de Libros de Arquitectura, matemáticas e Historia de diferentes tamaños, tasados todos en cuatro mil y ochocientos reales de vellón», algo más que el precio en que se tasó la librería de Arroyo en 1697. Esta segunda unión tampoco amplió el círculo profesional de Ardemans ni aumentó su biblioteca, basada en la de Arroyo, quien al morir tenía 237 títulos en 249 volúmenes, es decir, 50 menos de los que declaró Ardemans en 1708. Sobre este punto, no es posible determinar si los tenía antes de comprar la librería de Arroyo o si los adquirió después, aunque parece improbable que un arquitecto con sus inquietudes y su trayectoria no dispusiera de una biblioteca básica, que debió ir formando según lo permitieron sus ingresos [FIG. 3]. Desde 1708, los únicos datos sobre su librería aparecen en el inventario póstumo de bienes, 1726, y en la tasación que se hizo, en 1733, para adjudicar la herencia, cuantificando aquí el valor de cada libro y eliminando aquellos que tenía en su poder cuando murió, pero no eran suyos. Como Maestro Mayor de Obras Reales, Ardemans tuvo acceso a ciertos libros y útiles de trabajo propiedad de la corona, como los veintiún libros manuscritos del Pseudo-Juanelo Turriano, que sólo se anotaron en 1726 y luego se restituyeron a la biblioteca real. Otros registros eliminados en 1733, hasta un total de 15, se devolverían asimismo a sus dueños antes de la tasación y reparto, aunque su posesión circunstancial por Ardemans indica un interés específico, que debe tenerse en cuenta; por ello, en su momento analicé el monto global de autores y títulos, que sumaban un total de 244 títulos o registros, excluyendo los volúmenes de sus propios tratados (Ordenanzas y Fluencias) y varias colecciones de estampas y dibujos indeterminados. Descontando estos, sólo se contabilizaron en su librería siete entradas más que en la de Arroyo, aunque ambas colecciones eran distintas entre sí7. En la librería del arquitecto José de Arroyo –que Ardemans adquirió a buen precio y le sirvió para formar la suya propia, intercambiando y vendiendo ejemplares para comprar novedades y libros de su interés– predominaban los de tema literario, histórico y religioso, con una representación digna de tratados de arquitectura y materias afines,
LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS
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FIG. 3. H. Y P. VREDEMAN DE VRIES (1526-1609), «Dorica Avditvs». Lámina 2 de Les cinq rangs de l’Architecture a scavoir
Tuscane, Dorique, Ionique, Corinthiaque, et Composée, La Haya, Hendrick Hondius, 1606.
que Ardemans, en general, conservó: Arroyo tenía tres ejemplares de Vitruvio, dos Palladio, un Serlio, Scamozzi, Vignola, Dietterlin, Lorenzo de San Nicolás y los Torija de bóvedas y ordenanzas; varios tratados de matemáticas, geometría y perspectiva (Euclides, Oronzio Fineo, Pérez de Moya, Marolois y Zaragoza); los escritos sobre fortificación y arquitectura militar de Collado, Santans y Tapia, Cassani y tres más sin autor; cuatro textos sobre ingeniería y máquinas, entre los que destacan el de Fausto Veranzio y el de Domenico Fontana; las cartografías de Ortelio y media docena más sobre geografía, navegación, astronomía y cosmografía, que interesaron parcialmente a Ardemans. A partir de estos libros y asumiendo como propio el ideal del arquitecto moderno descrito por Leone Battista Alberti, Teodoro formó su propia biblioteca, tratando de cubrir con ella todas las áreas de conocimiento relacionadas con su actividad artística y profesional, y supliendo, mediante la lectura y el análisis de textos e imágenes antiguos y modernos, una formación superior y colegiada que no tuvo y que, sin embargo, insinúa en la autobiografía intelectual y académica que incluyó en las Ordenanzas8. Su empleo en la Villa de Madrid le mantenía anclado a la tradición artística local, sumida ahora en un debate ideológico entre arquitectos especulativos y prácticos en el que Ardemans participó activamente9, pero su protagonismo en las Obras Reales, donde era Maestro y Trazador Mayor y Arquitecto Real, le aproximaba también al nuevo gusto artístico importado por Felipe V de Borbón y por los arquitectos y artistas (primero franceses y después italianos) que cada día llegaban a la corte de Madrid, lo que le animaría a adquirir, sin dejar de mirar a la Roma Antigua y Moderna, algunas novedades de Francia 62
LOS LIBROS DEL INGENIERO
y otros países de Europa sobre arquitectura y artes suntuarias, perspectiva, libros de fiestas y ceremonias y una útil e interesante colección de dibujos y estampas10.
DESCRIPCIÓN DE LA BIBLIOTECA
La biblioteca de Ardemans, muy especializada, puede organizarse en las siguientes categorías: 1) Tratados de arquitectura. 2) Tratados de geometría, perspectiva y óptica. Su fundamento matemático y sus implicaciones científicas en ingeniería, fortificación, astronomía y astrología, geografía, cosmografía y navegación. 3) Las ciencias naturales y otras materias afines: Tratados sobre las propiedades de las cosas, agricultura, mineralogía y ensayo de metales. Las ciencias médicas y la farmacopea. 4) La seducción de Roma: Libros y guías de la ciudad. La historia próxima y lejana. Literatura simbólica, emblemática y trascendente. Repertorios de imágenes, dibujos y estampas. 5) Textos sobre el Arte de la Pintura. Teoría artística, iconología y repertorios de imágenes. 6) Estampas y diseños sin catalogar. 7) Libros de devoción, doctrinales, teológicos y filosóficos. 8) Lecturas de ocio y entretenimiento: novelas, poesía y teatro, y 9) Libros de carácter jurídico y otros. Su nutrida biblioteca de arquitectura contenía, desde luego, varios ejemplares de Vitruvio y todos sus exégetas, incluido su admirado Alberti y los habituales Serlio, Palladio, Vignola y Scamozzi, algunos procedentes de la librería de Arroyo, aunque poseyó también (por orden de registro) los más raros de Giovan Antonio Rusconi (Dell’Architettura... Libri dieci. Venecia, 1590), Ioannes Blum (Quinque columnarum exacta descriptio atque deliniatio, Zurich, 1550), Dietterlin (del que se hablará después), Vredeman de Vries (Architectura, Amberes, 1577), profusamente ilustrado y máximo exponente del vitruvianismo neerlandés, así como los más eruditos y completos de Du Cerceau (De Architectura opus, París, 1559) y De L’Orme (Le premier tome de l’architecture, París, 1567)11. Todos ellos fueron divulgadores locales de las modernas teorías italianas, en especial de Serlio, y estudiosos de las particularidades nacionales de sus respectivos países, con intención de formar un modelo arquitectónico independiente del italiano, con la misma base vitruviana pero utilizando procedimientos distintos en cada caso. L’architecture de Philibert de L’Orme, formado en la cultura de Roma, era un libro obligado en las librerías especializadas, tanto por su aporte gráfico de elementos, órdenes y tipologías arquitectónicas antiguas y modernas, como por sus reflexiones y enseñanzas sobre la formación del arquitecto y la práctica profesional de esta disciplina, que completaba el camino abierto por Vitruvio y Alberti y se emparejaba con los textos de Serlio. De l’Orme concedió gran importancia a los problemas que conllevaba la construcción de un edificio, incluyendo las relaciones del arquitecto con el comitente, el acopio de materiales, la estimación del coste general de la fábrica, etc., lo que no menoscabó el carácter humanista del tratado, bien distinto al libro sobre tipologías arquitectónicas de su compatriota Du Cerceau, quien siguió los pasos del Libro VI de Serlio, dedicado a la arquitectura doméstica y por entonces manuscrito, para formar un repertorio de inmuebles urbanos domésticos o de habitación, de diversa entidad y categoría. Sobre este asunto en particular, Ardemans había adquirido otros LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS
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FIG. 4. P. LE MUET (1591-1669), Château, planta y alzado. Manière de bastir, pour touttes sortes de personnes, París, Chez
Melchior Tavernier, 1623.
libros: tras los pasos de Du Cerceau, el «architecte du roi» Pierre Le Muet (Manière de bastir, pour touttes sortes de personnes, París, 1623) quiso ofrecer distintos modelos de viviendas urbanas, adecuados en planta y alzado a la categoría social del propietario, para ofrecer una respuesta adecuada a las circunstancias de cada comitente [FIG. 4]. 64
LOS LIBROS DEL INGENIERO
El descenso que emprendió por la escala social constituyó la parte más original de su obra, pues permitía conocer las soluciones que se estaban ensayando en la Francia de Enrique IV para incorporar, sin desdoro, las viviendas más sencillas a la trama urbana. También tuvo Ardemans dos de los libros del tratadista alemán Josef Furttenfach, subyugado por Roma y más preocupado por la práctica que por la teoría arquitectónica (Architectura civilis, Architectura universalis, Architectura recreationis y/o Architectura privata, 1628-1641)12. Al igual que Du Cerceau y Le Muet, Furttenbach quiso dar una respuesta tipológica adecuada a las construcciones modernas a partir de la Antigüedad romana; sin embargo, su preocupación rebasó los límites de la edificatoria doméstica y se extendió también a las construcciones religiosas, recreativas y sociales, por lo que propuso numerosos modelos de iglesias, monasterios, fuentes, villas, parques, hospitales y un largo etcétera, con intención de solucionar las necesidades de habitación, devoción y uso de la sociedad alemana contemporánea. La relación de tratados de influencia vitruviana se completa aun con el repertorio de estampas de Antonio Labacco sobre la Antigüedad romana (Roma, 1552) y el más raro y científico de Antoine Desgodetzs (Les edifices antiques de Rome dessinés et mesurés très exactement, París, 1682), que desafiaba la autoridad de Serlio, Palladio y Freart de Chambray y cuya publicación supuso la primera representación minuciosa de la arquitectura de la antigua Roma, iniciando en Francia una larga tradición de dibujos medidos [FIG. 5]. Con todo, el favorito de Ardemans debió ser el controvertido tratado del alemán Wendel Grapp «Dietterlin» (1550-1599), pintor, grabador y arquitecto, responsable del famoso libro sobre la arquitectura de los órdenes Architectura von Ausztheilung, Symmetria und Proportion der Fünff Seulen, und aller darauss volgender Kunst Arbeit, (Stuttgart, 1593). En el inventario de 1726 se registra «Un Thomo de Arquitectura su Autor Viandolino Viatterlin en lattín y en francés», tasado en 75 reales. Este libro había pertenecido a José de Arroyo, que quiso legárselo a Teodoro en reconocimiento de su amistad y del interés que había mostrado por esta obra; en su inventario consta «Otro libro de arquitectura de Diatterlin», en 120 reales, y al margen: «Theodoro». Por los datos que se ofrecen, Ardemans poseyó un ejemplar de la edición bilingüe, latín‑francés, del libro de los órdenes, que publicó el autor en 1595. En sólo cinco años (1593-1598), Dietterlin promovió la impresión parcial o total de su libro siete veces, cuidando la calidad de las ediciones y traduciendo sus textos al francés y al latín para garantizar su utilidad y su difusión, procurando que su obra llegase a un número elevado y diverso de potenciales lectores, entre quienes –según las dedicatorias y el argumento del tratado– hemos de incluir a príncipes y mecenas, marchantes, arquitectos prácticos, arquitectos inventivos, pintores, artistas en general y hombres cultos y diletantes interesados en arquitectura. A todos se ofrecía una obra eminentemente gráfica, con ilustraciones de alta calidad y poco texto, en las que Dietterlin hace gala de una desbordante fantasía y una portentosa audacia para la invención compositiva y ornamental13. Todo ello repercutió negativamente en la valoración del tratado, que con frecuencia ha sido infravalorado por la historiografía artística, si bien la proliferación de grabados y la complejidad de los mismos, así como su acusado sentido escenográfico, hace que el libro no sea solamente un repertorio formal sino una obra sugerente que ofrece múltiples interpretaciones al lector. Cada estampa podía ser, simultáneamente,
LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS
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FIG. 5. A. DESGODETZS (1653-1728), «Du Portique du Pantheon, a Ròme». Lámina 32 de Les edifices antiques de Rome
dessinés et mesurés très exactement, París, Iean Baptiste Coignard Imprimeur du Roy, 1682.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 6. W. DIETTERLIN (ca. 1550-1599), Estructura arquitectónica con tema de caza. Lámina 74 de Architectura de
constitutione, symmetria, ac proportione quinque columnarum, Nuremberg, Hubert and Balthasar Caymox, 1598.
un diseño arquitectónico, una escenografía teatral o un repertorio decorativo para un orden arquitectónico14 [FIG. 6]. También reunió Ardemans manuales sobre técnica constructiva, como los de Giovanni Branca15, concebidos con una finalidad y una concepción eminentemente didácticas, que LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS
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aseguraron su aceptación inmediata y su difusión durante los siglos XVII y XVIII. La claridad expositiva de Le macchine, su estructura tradicional y las nociones sobre canalización de ríos justifican su presencia en esta biblioteca. No faltaron tampoco las Nouvelles Inventions (París, 1561) de Philibert de L’Orme (15 rs.), el popularísimo Arte y Uso de Architectura (Madrid, 1639) de fray Lorenzo de San Nicolás16, que sólo se valoró en 6 reales, o el Breve Tratado de todo Género de bobedas (Madrid, 1661), que se tasó en 14 reales cuando murió Arroyo y ahora sólo en 8, quizá por el deterioro causado por el uso. La obra de De l’Orme se dedicaba íntegramente a la práctica constructiva de tejados, bóvedas y cubiertas con estructura de madera, mientras que Torija se ocupaba de la proyección geométrica, formación y despiece de todo tipo de bóvedas de fábrica, resultando ambos de gran utilidad. Interesado por las matemáticas y la geometría euclidianas, Ardemans poseyó –por orden de registro– la traducción de los teoremas euclidianos que hizo en 1585 Pedro Ambrosio de Ondériz para la Academia de Matemáticas de Madrid; los tratados del bachiller J. Pérez de Moya, incluida la esencial Aritmética práctica y especulativa (Alcalá de Henares, 1573), los del jesuita Cristóbal Clavi (Magunzia, 1611-12), las obras completas del novator, matemático, astrónomo y geógrafo, el también jesuita José de Zaragoza (1627-1679), y los nueve tomos del Compendio matemático de Tomás Vicente Tosca (S.I.), publicados en Valencia entre 1707-15. Antes había adquirido otros muchos libros afines, como el Tercer tomo del general tratatto di numeri e misure (Venecia, 1556-1560) de Niccolò Tartaglia, traductor al italiano de la obra de Euclides; la Geometria prattica (Roma, 1603) y euclidiana de Giovanne Scala; las obras sobre filosofía matemática y geometría descriptiva de Mario Bettino (Bolonia, 1642 y 1648), también fundada en los teoremas euclidianos; Los seis primeros libros, onze y doze de los Elementos geométricos del famoso philosopho Euclides (Bruselas, ¿1701?), ampliados y comentados por el académico militar Sebastián Fernández de Medrano; el Libro de instrumentos nuevos de Geometría (Madrid, 1606) del cosmógrafo y navegante Andrés García de Céspedes, interesado fundamentalmente en la medición; el Libro de Geometría, Práctica y Traça (Madrid, 1580) de Juan de Alcega, que incorporaba los saberes matemáticos a la práctica artesanal de la sastrería; el tratado elemental sobre aritmética (Zaragoza, 1559) del «maestro de escribir y contar» Juan de Iciar, y, por último, la Geometría militar (Nápoles, 1671) de Pedro Antonio Folch de Cardona, que aplicaba los conocimientos de la ciencia matemática a las fortificaciones regulares e irregulares. Disponía, además, de otro tratado sobre geometría de imposible identificación y de un manuscrito sobre la fábrica y uso de la pantómetra –o compás de proporción– cuyo manejo era obligado para los geómetras. En cuanto a la perspectiva y su aplicación a la delineación objetual y la proyección arquitectónica, Ardemans reunió los tratados de Vignola/Danti, Barbaro, Du Cerceau, Sirigatti, Vredeman, Andrea Pozzo y Galli Bibiena, así como un trabajo sobre óptica del jesuita F. D’Aguilon y el escrito teórico y práctico sobre perspectiva de Samuel Marolois, matemático y tardío anotador de la obra de Vredeman. De entre todos, los más apreciados fueron los «Dos Thomos de la Prespectiva del Padre Poza» (tasados en 240 rs.) y el «Primero y segundo tomo de Arquitectura de fernando Galibuna Volonés en Ydioma toscano» (300 rs.)17, ambos monumentales y con profusión de estampas de extraordinaria belleza y calidad, que justifican su valoración [FIG. 7].
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 7. F. GALLI BIBIENA (1657-1743), Perspectiva arquitectónica. Lámina 23 de L’Architettura civile preparata sú la
Geometria, e ridotta alle Prospettive, Parma, Paolo Monti, 1711.
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La ingeniería civil y militar también estaba muy presente, con los Veintiún libros manuscritos en cinco volúmenes del Pseudo-Juanelo Turriano, que anotó Ardemans en sus márgenes aunque pertenecía a la Real Biblioteca; el Spiritalium liber (Urbino, 1575) de Herón de Alejandría sobre sifones hidráulicos y otros mecanismos relacionados con la fluencia de los líquidos; el tratado de Domenico Fontana sobre la Trasportazione dell’obelisco vaticano (Roma, 1590), obra insigne por su contenido técnico y por las noticias que aporta sobre la arquitectura de Roma en la época de Sixto V, con estampas de gran belleza y precisión; las Quesiti et inventioni diverse (Venecia, 1546) de N. Tartaglia, sobre artillería, cálculos de tiro, balística, estrategia militar, fortificación de ciudades, pesos y medidas, geometría aplicada, almucábala o álgebra y otras materias afines; las Machina Novae (Venecia, 1595-1616) de Fausto Veranzio, con noticias sobre construcción y funcionamiento de relojes, muelas de molino, utensilios agrícolas, puentes, cañones, máquinas para volar y para limpiar los fondos de los mares, sierras o carros de tracción animal, entre otros, todo ilustrado con espléndidas y pedagógicas imágenes [FIG. 8]; el también didáctico Teatro de instrumentos y figuras matemáticas (Lyon, 1602) del especialista Jacob Besson, que presentaba aquí los utensilios mecánicos para la arquitectura, ingeniería y construcción; la Architettura Nova Curiosa (Núremberg, 1664) del alemán A. Böckler, un tratado sobre hidrología, fuentes y organización de jardines, ricamente ilustrado; y otro más sin identificar que describe el inventario como «de máquinas bélicas de Francisco Berroquio» (¿otro ejemplar del «teatro de máquinas» de Veranzio?). Y, en cuanto a fortificación, reunió la Plática manual de artillería (Milán, 1592) de Luis Collado, sobre técnicas militares, artillería, ingenios bélicos y, sobre todo, balística. El tratado de Rojas sobre Teoría y práctica de fortificación (Madrid, 1598) con nuevos sistemas defensivos, presentados en la Academia de Matemáticas de Madrid; el Breve compendio di fortificatione moderna (Bolonia, 1643) de G. Barca y los Avvertimenti (Milán, 1620) de Pietro Antonio della Barca, que, además de ocuparse de los órdenes arquitectónicos, escultura y pintura, añadía una cartilla breve sobre fortificación; el Tratado de fortificación militar (Bruselas, 1644) de Santans y Tapia, donde se disociaba esta profesión de la del arquitecto; la Arquitectura militar (Mallorca, 1664) de Vicente Mut, El Architecto Perfecto en el Arte Militar (Bruselas, 1700) de Sebastián Fernández de Medrano y la Escuela Militar de J. Cassani, publicada en Madrid en 1704. A todo esto hay que añadir aún varios libros sobre navegación, algunos atlas y mapas monumentales (incluidos dos ejemplares del Theatrum Orbis Terrarum de A. Ortelio, Amberes, 1588 y 1612) y un grupo interesante y heterogéneo de libros sobre astronomía y cosmografía, que incluía desde la Summa Astrológica (Lisboa, 1632) de Nájera –una extemporánea defensa del sistema ptolemaico aplicado a la pronosticación y a la astrología práctica, es decir, a la relación de los movimientos celestes con los fenómenos físicos–, hasta la más moderna Esphera en común, celeste y terráquea (Madrid, 1675) de José de Zaragoza, que supuso una ruptura con los esquemas tradicionales y la asimilación sistemática de la ciencia moderna sobre astronomía y sobre geografía matemática y física. También le interesaron las ciencias naturales, por lo que reunió modernos tratados sobre las leyes y propiedades de los cuerpos, agricultura, mineralogía y ensayo de metales; estos últimos, además de por sus ilustraciones, debieron servirle para redactar la Descripción de las minas de Almadén, de la del Pozo y Castillo, Grageras y Almadenejos, y sus Buitrones, donde se benefician las
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 8. F. VERANZIO (1551-1617), «Homo volans». Lámina 38 de Machinae Novae, Venecia, s.i., s.a. (1595-1616).
piedras minerales que se sacan de las minas; previniendo que el humo que de dichas piedras minerales que se cuecen en los hornos resulta, es el que se coagula en el medio mineral del azogue…, que hizo en enero de 1718 y hoy se encuentra en paradero desconocido18. Llama la atención el gran número de libros que tuvo sobre medicina y farmacopea, algunos de los cuales quedaron en manos de su médico particular tras su muerte; Ardemans pudo LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS
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FIG. 9. P. FERRERIO (¿?) y G. BATTISTA FALDA (1643-1678), «Parte di dentro del Palazzo di Farnese, disegno di Michelangelo
Buonaroti…». Lámina de Palazzi di Roma de›piú celebri architetti, Roma, Giovanni Giacomo Rossi, s.a. (1655-1670).
servirse de ellos para aliviar una dolencia fastidiosa y satisfacer su curiosidad en el campo de la medicina práctica, pero también supo encontrar en algunos (Laguna, Semedo, Limón y Henríquez, etc.) aportaciones interesantes para su tratado sobre Fluencias de la tierra, en el que incluye un importante plan de saneamiento integral para Madrid, redactado en 1717, y varias noticias sobre el abastecimiento y calidad de las aguas de la Villa y Corte. Poseía, además, numerosos libros y guías de la Roma antigua y moderna, algunos monumentales como los de Lafrery, Pittoni, Ferrerio/Falda y Angelis19 [FIG. 9]; muy pocos sobre pintura, entre los que destaca el tratado de Antonio Palomino, cuyo segundo tomo elogió en un laudatorio prólogo fechado a 20 de septiembre de 172320, y algunos más sobre literatura emblemática, simbólica y trascendente, así como otros varios relativos a la filosofía y la historia. Más interesantes son los libros sobre fiestas y ceremonias, algunos de difícil identificación, pero con una tasación tan alta que alerta sobre su gran formato y la profusión y calidad de sus imágenes; entre los identificables destacan las Fiestas de la Santa Iglesia Metropolitana y Patriarcal de Sevilla (Sevilla, 1671), de Fernando de la Torre Farfán; dos libros de exequias de Felipe IV (Milán y Madrid, 1666), este último con el famoso y revolucionario catafalco de Sebastián Herrera Barnuevo; el de las honras fúnebres de María Luisa de Orleans (Juan de Vera Tassis y Villarroel, Madrid, 1690), con el estremecedor y moderno túmulo de José de Churriguera, y un ejemplar de Gasperius Gevarius, Pompa introitus honori Serenissimi Principis Ferdinandi Austriaci (Amberes, 1635), con las fabulosas estampas iluminadas de Rubens, que sólo mereció en 1733 una insólita tasación en 15 reales21; también 72
LOS LIBROS DEL INGENIERO
se registró el extraordinario e inusual libro de André Felibien, Tapisseries du Roi, ou sont representez les Quatre Elemens et les Quatre Saisons (París, 1670), que obtuvo la tasación más alta de la colección, 600 reales, en virtud de su rica encuadernación y de la extraordinaria calidad de sus estampas de gran formato. Junto a éste aparecían otros de difícil identificación, asimismo monumentales y encuadernados en piel, que merecieron también una alta estimación: «Otro libro de diferentes fiestas hechas al Rey Christianisimo también forrado en tafilete», en 300 rs., y «Otro de Mutaziones de Comedias francesas, también forrado en tafilete», en 200 rs. Ardemans, como era habitual entre sus colegas, se procuró un nutrido grupo de estampas, repertorios y dibujos de otros artistas, no tanto por afán coleccionista como por disponer de modelos compositivos y ornamentales para sus propias obras de pintura y de arquitectura. Los amanuenses encargados del registro solían despachar estas entradas de manera lacónica e imprecisa, sin especificar el autor y realizando «a ojo» una estimación global, no pormenorizada, de cada conjunto de obras, cuya identidad y entidad quedaban así ocultas para siempre. Ardemans tuvo una buna colección, formada por un tomo de «diferentes Estampas de varios autores», en 120 reales; un «libro con zien retratos de diferentes eroes», en 100 rs; un «diseño de flores su Autor Adriano Colaet», en 24; un «libro de Monumentos de esclarecidos varones», también en 24; «Quatro Libros Grandes, los tres de Estampas de diversos autores en ochenta reales de vellón, y el otro en veinte y quatro»; «Un libro del mismo tamaño de los antezedentes de Adornos y tarjettas de los Colonas», en 100 reales; «tres Libros, el uno de Marca Imperial, el otro de Marca mayor, y el otro de Marquilla, todos tres de Dibujos originales, los más de Dominico Piola y de Jordán y otros Autores en ochocientos reales»; «Ottro Libro de Marca Mayor todo de Demostraziones de Arquitectura y Prespectiva, original de Autor no conocido en treinta reales de vellón»; «Un libro de Marca mayor de estampas con Demostraziones y templos y variedad de trofeos de Guerra», en 24; «Varias estampas, Adornos franceses y algunos Dibujos y trazas», en 360; «Más se ponen por cuerpo de Hazienda Variedad de Dibujos de Diversos Autores y algunas trazas de Máquinas que se hallaron en un caxón mediano» y se tasaron en 360 reales. Para terminar, se indica que «En Distintos Caxones y Paraxes se hallaron Arrollados y sueltos muchos Papeles y trazas de Arquitectura que por su confusión no se expresaron en la tasazión, y todo se redujo a un cajón y fue tasado en Mil y Quinientos Reales». La presencia de Adriaen Collaert (1560-1618), prolífico dibujante, grabador y editor flamenco, dedicado especialmente a temas religiosos y alegóricos, aunque realizó también compendios de animales y flores, como los que tuvo Ardemans, está más que justificada por la fama y el prestigio del autor, cuya obra tuvo una difusión extraordinaria. En cambio, los nombres de Michelangelo Colonna (1604-1687), Domenico Piola (1627-1703) y Luca Giordano (1634-1705), todos ellos fresquistas, nos remiten a la pintura decorativa de quadratture y arquitecturas fingidas, que triunfó en la corte madrileña de Felipe IV, por mediación de Diego Velázquez, y fue renovada y modernizada en las postrimerías del siglo XVII gracias a las audaces perspectivas, el sentido escenográfico y la agilidad pictórica de Giordano y del madrileño Coello (1642-1693), cuyo estilo aprendió y siguió Ardemans en sus primeras obras. Y la referencia a «demostraziones y templos y variedad de trofeos de Guerra» pudiera aludir a los ornamentados dibujos y estampas de Jean
LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS
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FIG. 10. G.-M. OPPENORD (1672-1742), Dibujo ornamental [con triunfos militares] para la letra B, ca. 1720. Lápiz y tinta
negra sobre papel. Cooper Hewitt, Smithsonian Design Museum.
Lepautre (1618-1682) y Gilles-Marie Oppenord (1672-1742) [FIG. 10], con profusión de trofeos militares y decoraciones con armas, que circularon por Madrid desde finales del siglo XVII y alcanzaron un inusitado auge tras la llegada de Felipe V, cuando estos motivos se incorporaron también a los repertorios ornamentales de arquitectos locales como Churriguera o el propio Ardemans, que los utilizó en alguno de los catafalcos que trazó para la corte. Los registros de trazas, estampas y dibujos, casi todos inespecíficos, solían cerrar los inventarios de libros y también pusieron el colofón a este, evidenciando la actividad y el interés de Ardemans por las Artes hasta el fin de sus días. 74
LOS LIBROS DEL INGENIERO
NOTAS 1.
Este estudio deriva de otro, mucho más amplio y publicado en dos partes, donde analicé pormenorizadamente la librería de Ardemans, BLASCO, 1994 y 1996-1997, pp. 7-8 y pp. 155-175, en https://dialnet.unirioja.es/servlet/autor?codigo=193211. En la primera parte pueden consultarse todos los registros del inventario de libros y sus respectivas identificaciones. Sobre la cultura y formación libresca de Teodoro Ardemans, véase también BLASCO, 2013a. 2. AYALA, 1986. 3. Así lo especifica el propio Ardemans en su «Elogio a Don Antonio Palomino y Velasco», en PALOMINO, Antonio, El Museo pictórico y Escala óptica, t. II, Madrid [1724], 1988, pp. 34-35. 4. CEÁN, 1829, t. IV, p. 111 y RODRÍGUEZ, 1971. 5. BLASCO, 2020. 6. Para la biografía, véase BLASCO, 1991. 7. En BLASCO, 1994, pp. 76-90, se describen las 244 entradas que componían la librería de Ardemans en 1726 y 1733. El registro –a menudo muy somero y a veces incomprensible– de cada título y su autor dificulta la identificación de algunos tratados y, mucho más, de la edición que pudo manejar Ardemans, a lo que nos ayuda la tasación del libro, el tamaño y, si consta, su estado de conservación. La biblioteca de Arroyo fue publicada por BARRIO, 1978. 8. «Habiendo la divina providencia destinado mi inclinación, desde la primera edad, a las Artes Liberales de la Pintura, y Arquitectura, me hallé de edad de diez y seis años [1677], con no pequeños rasgos de aquella, empezando a estudiar Matemáticas, en que proseguí hasta los diez y ocho [1679], y hasta los veinte [1681] en el estudio de la Arquitectura, Perspectiva y Óptica, continuando en la práctica de varias trazas doctrinales de esta Arte…», Declaración y extensión sobre las ordenanzas que escrivió Juan de Torija, Madrid, Francisco del Hierro, 1719, «Dedicatoria», s. p. 9. BLASCO, 2013. 10. Sigue siendo muy útil a este respecto, el ya clásico libro de BOTTINEAU, 1986. 11. Por la forma de registrar el título y su tasación: «Otro Thomo de Arquitectura de feliberto del Olmo en francés», en 45 rs., el ejemplar de Ardemans podría corresponder a la edición ampliada, Architecture, Rouen, 1648. 12. Dos tomos de Arquitectura de frutembaq, en 90 rs. Obra rara en las bibliotecas españolas. 13. SKELTON, 2007. 14. BLASCO, 2013c, pp. 99-108. 15. Valorados en 15 rs., BRANCA, Giovanni, Le macchine, Roma, 1629 y Manuale d’Architettura, Ascoli, 1629. 16. DÍAZ, 2004, pp. 157-179. 17. POZZO, A., Perspectiva Pictorum et Architectorum, Pars Prima, Romae, Joannis Jacobi Komarek Bohemi, 1693. Pars Seconda. S.l., s.i., 1700, y GALLI BIBIENA, F., L’Architettura civile preparata sú la Geometria, e ridotta alle Prospettive. In Parma, per Paolo Monti, 1711. 18. Su contenido fue extractado por sus divulgadores, que alabaron la precisión gráfica y descriptiva del autor mediante estas palabras: «es tan exacta la opinión que formó Ardemans de las minas de Almadén y Almadenejos, que no podemos menos de trasladar algún párrafo respecto de este punto...», MAFFEI y RÚA, 1871, 36-37. 19. LAFRERY, A., Speculum Romanae magnificentiae, omnia fere quaecumque in urbe monumenta extant, Roma, s.a. (1575); PITTONI, B., Praecipus Aliquot Romanae Antiquitatis Ruinarum Monumenta..., Venetia, Girolamo Porro, 1575; FERRERIO, P., Palazzi di Roma de’piú celebri architetti, disegnate da..., Libro I, e Gio. FALDA, B., Nuovi disegni, architetture, e piante dei Palazzi di Roma, Libro II, Roma, per Gio. Giacomo Rossi, s.a. (1655); ANGELIS, P., Basilicae Sanctae Mariae Maioris de urbe a Liberio Papa I usque ad Paulum V Pont. Max, Romae, Bartholomai Zancretti, 1621. 20. PALOMINO, 1715 y 1724. 21. En el inventario consta: «Un libro de la Pompa de la entrada del Sr. fernando de Austria Su Autor Solís», en 15 rs. En la librería de Arroyo había un «libro grande Pompa del ynfante Cardenal con láminas», valorado en 250 reales. Aunque es lógico que Ardemans conservara esta monumental obra, donde se reproducían los arcos y tramoyas inventados y delineados por Rubens para festejar la entrada del Cardenal Infante don Fernando, el dato del autor (¿Solís?) y la baja estimación que merece el libro en 1733 parecen contradecir esta idea, a no ser que se hubiesen desprendido gran parte de las estampas. Entre los editores, recopiladores, grabadores o demás personas implicadas en las distintas ediciones de la Pompa no aparece nadie con el nombre mencionado, ni existe ningún otro indicio para relacionar a este incógnito Solís con dicha obra. Cfr. MARTIN, J. R., The decorations for the Pompa Introitus Ferdinandi, t. XVI del Corpus Rubenianum Ludwig Burchard, Bruselas, 1983.
LA BIBLIOTECA COMO AUTOBIOGRAFÍA: LOS LIBROS DE TEODORO ARDEMANS
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BIBLIOGRAFIA ARDEMANS, T.
(1988), «Elogio a Don Antonio Palomino y Velasco», en A. PALOMINO, El Museo pictórico y Escala óptica, t. II, Madrid [1724], pp. 34-35. AYALA MALLORY, N. (1986), Palomino, Vidas, Madrid, Alianza. BARRIO MOYA, J. L. (1978), «Los libros del arquitecto José de Arroyo», en Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, LXXXI, n.º 4, pp. 825-834. BLASCO ESQUIVIAS, B. (1991), Teodoro Ardemans y su entorno en el cambio de siglo (1661-1761). Aspectos de la arquitectura y el urbanismo madrileños de Felipe II a Carlos III, Madrid, Universidad Complutense de Madrid. BLASCO ESQUIVIAS, B. (1994, 1996-1997), «Una biblioteca ‘modélica’. La formación libresca de Teodoro Ardemans» (I y II), en Ars longa: cuadernos de arte, n.º 5, pp. 73-97 y pp. 7-8, pp. 155-175. BLASCO ESQUIVIAS, B. (2013), Arquitectos y tracistas. El triunfo del Barroco en la Corte de los Austrias, Madrid, CEEH. BLASCO ESQUIVIAS, B. (2013), «Teodoro Ardemans, pintor, arquitecto y tratadista. La Mantisa de los más insignes Arquitectos», en A. RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS y A. RODRÍGUEZ REBOLLO (coords.), Carlos II y el arte de su tiempo, Madrid, FUE, pp. 393-412. BLASCO ESQUIVIAS, B. (2013), «Wendel Dietterlin y el origen del Barroco en España», en S. PIAZZA (coord.), Testo, Immagine, Luogo. La circolazione dei modelli a stampa nell’architettura di età moderna, Palermo, pp. 99-108. BLASCO ESQUIVIAS, B. (2020), «Las Fluencias de la Tierra, y Curso Subterráneo de las Aguas, 1724, de Teodoro Ardemans», en D. CRESPO DELGADO (dir.), Sueño e ingenio. Libros de ingeniería civil: del Renacimiento a las Luces, Madrid, Biblioteca Nacional de España y Fundación Juanelo Turriano, pp. 217-224. BOTTINEAU, Y. (1986), El arte cortesano en la España de Felipe V (1700-1746), Madrid, FUE. CEÁN BERMÚDEZ, A. (1829), adiciones a la obra de E. LLAGUNO y AMIROLA, Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España desde su Restauración, Madrid, Imprenta Real. DÍAZ MORENO, F. (2004), «Fray Lorenzo de san Nicolás (1593-1679). Precisiones en torno a su biografía y obra escrita», Anales de historia del arte, n.º 14, pp. 157-179. LLAGUNO Y AMÍROLA, E. (1829), Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España desde su Restauración, Madrid, Imprenta Real. MAFFEI, E. y RÚA FIGUEROA, R. (1871), Apuntes para una Biblioteca española de libros, folletos y artículos, impresos y manuscritos, relativos al conocimiento y explotación de las riquezas minerales y a las ciencias auxiliares, vol. I, Madrid, Imprenta de J. M. Lapuente. MARTIN, J. R. (1983), The decorations for the Pompa Introitus Ferdinandi, t. XVI del Corpus Rubenianum Ludwig Burchard, Bruselas. RODRÍGUEZ G. DE CEBALLOS, A. (1971), «Las Ordenanzas de Madrid, de don Teodoro Ardemans, y sus ideas sobre la Arquitectura», en Revista de Ideas Estéticas, n.º 114, pp. 91-110. PALOMINO DE CASTRO Y VELASCO, A. (1715 y 1724), El Museo Pictórico, y Escala Optica. Tomo I. Theorica de la Pintura..., Madrid, Lucas Antonio de Bedmar. Tomo Segundo. Práctica de la Pintura..., Madrid, Viuda de Juan García Infançón. SKELTON, K. (2007), «Shaping the book and the building: text and image in Dietterlin’s Architectura», Word & Image, 23, n.º 1, pp. 25-44.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
4
Los libros de la Academia de Matemáticas de Barcelona* JUAN MIGUEL MUÑOZ CORBALÁN Universitat de Barcelona
«El ver mucho y el leer mucho avivan los ingenios de los hombres» Miguel de Cervantes
DE LOS APUNTES A LOS MANUALES
Una característica común de las iniciativas académicas impulsadas en el último período de los Austrias hispánicos, tanto en Flandes como en España, fue estimular la edición de obras impresas que permitieran reglar las enseñanzas y mejorar el nivel educativo de dichos centros. En la Academia de Matemáticas de Bruselas, su director Sebastián Fernández de Medrano polarizó esta dinámica pedagógica. Su amplia producción de tratados sobre diversos temas de geografía, matemáticas, fortificación, artillería, etc., facilitó la formación de los estudiantes activos en dicha institución. Bajo la prolífica actividad literario-científica del toledano subyacía el interés de ciertos personajes como los citados gobernadores y virreyes por impulsar la dignificación de la ciencia y la técnica españolas en torno al arte militar. El funcionamiento de los cursos impartidos en dichas academias tenía como base las lecciones dictadas por parte del profesorado mediante sus propios conocimientos sobre cada materia, los cuales habían sido recopilados normalmente a partir de la bibliografía más prestigiosa y universalmente reconocida que había sido editada hasta la fecha1. El esfuerzo de síntesis de Medrano en Bruselas, con sus numerosos tratados, tuvo una repercusión relevante en la institución flamenca y en la Academia de Barcelona, junto a las obras de esos otros autores autóctonos referidos por el moracho en su manual El Ingeniero: Primera parte de la moderna Architectura Militar, aunque sin nombrarlos explícitamente. Los trabajos de los valencianos Bernardo José Zaragoza2, Tomás Vicente Tosca3 y José Chafrión4, así como otros clásicos de la talla del ingeniero militar jienense
LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA
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FIG. 1. F. LARRANDO DE MAULEÓN, Estoque de la Guerra, y
Arte Militar. Primera, y segunda parte, que cada una contiene quatro Tratados…, Barcelona, en Casa Cormellas, por Thomas Loriente Impressor, 1699.
Cristóbal de Rojas5 o del polifacético madrileño Juan Caramuel6, tuvieron un impacto de relieve en la construcción de esa conciencia nacional para ubicar la ciencia y la técnica española en el lugar merecido7. Es muy escasa la documentación conservada de cara a conocer el funcionamiento de las academias establecidas para la formación militar en los siglos XVI y XVII, por lo que tienen una especial importancia para su estudio los libros que fueron publicados contemporáneamente por aquellos profesionales de la ciencia y la ingeniería militar, como es el caso del Estoque de la Guerra de Larrando de Mauleón [FIG. 1], a quien Francisco de Villarroel, capitán de Infantería, en su soneto laudatorio que precede el tratado del aragonés señalaba que este, «A la Escuela de Palas, y a Medrano, Sino exceden, igualan por perítos»8. La creación del Cuerpo de Ingenieros, llevada a cabo de nueva planta en 1711, dio pie a reconfigurar la estructura de dicho colectivo, otorgándole una particularidad dentro del organigrama del Ejército9. Hasta la Real Ordenanza, e Instruccion de 22 de Julio de 1739 para la enseñanza de las Matematicas en la Real, y Militar Academia, 78
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 2. A. R. DEL VALLE, Tratado VI de la Cosmographia, ms. (copia a partir del curso impartido por Pedro Lucuze en la Academia de
Matemáticas de Barcelona), Orán, 4 de septiembre de 1761. Biblioteca Central Militar, ML-235-A, 1767/M-1, p. 1 y lám. 2ª, fig. 2ª.
que se ha establecido en Barcelona, no se contempló una política reglamentada para la constitución de una sólida biblioteca de dicho centro formativo, la cual hubo de nutrirse en un principio de los fondos que habían pertenecido a la Academia de los Austrias en la misma Ciudad Condal. Una vez iniciada su actividad en unas dependencias del arsenal de la ciudadela erigida en Barcelona, la dinámica de la Academia borbónica también fomentó la producción de material educativo interno, tanto los apuntes de los estudiantes, ordenados a modo de libros de texto que ya habían sido objeto de evaluación, como los trabajos escritos por ciertos profesores o miembros del Cuerpo de ingenieros10. Esté método “endogámico” para abastecerse del material pedagógico destinado a la impartición de los cursos reglados consistía en un sistema práctico que no dejaba de ser, aun recibiendo la supervisión de los profesores implicados, un recurso de fuentes de tercer nivel, como mínimo. Los manuales constituían, sin embargo, un instrumento a medida para satisfacer las necesidades docentes del centro académico. La primera fase de la Academia de Matemáticas de Barcelona puesta en funcionamiento en 1720 bajo la dirección de Mateo Calabro estuvo caracterizada por esa inercia didáctica11. Cuando éste fue cesado en 1738 bajo el nuevo ministerio del Duque de Montemar, el asturiano Pedro Lucuze ocupó su lugar al mando del centro, manteniendo grosso modo la dinámica heredada pero atendiendo mayormente al talante institucional de la Academia. El nuevo director asumió entonces reforzar sensiblemente la organización de los estudios mediante una concienzuda estructura del plan académico y la dinámica de provisión de materiales docentes y bibliográficos, en contraste con el espíritu más visceralmente personalista que había infundido Calabro [FIG. 2]. LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA
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LA SOCIEDAD MATEMÁTICA DE INGENIEROS Y ARTILLEROS
Con la entrada del otoño de 1756 el Conde de Aranda lanzaba al secretario de la Guerra la propuesta de unificar y reorganizar los cuerpos de Artillería e Ingenieros en un misma entidad bajo su dirección12. Una de las nuevas iniciativas concebidas por el aragonés para la modernización de los mecanismos de formación disciplinar en las Academias de ingenieros y de artilleros fue la creación en Madrid de una Sociedad Mathemática cuya sede sería la denominada Casa de Geografía, en la plazuela de San Francisco. Los argumentos eran claros y determinantes: Considerando el Rey que después de los principios tan bien dispuestos que logra la nación para instruirse en las Mathemáticas en las escuelas establecidas a cargo de los oficiales de Artillería e Ingenieros, necesitan de los Autores que han escrito en esta ciencia tan noble, infalible, instructiva, útil al bien común y precisa para la Guerra, cuyas edicciones, sobre ser antiguas, tampoco se hallan, de modo que carecen los dominios del Rey de las noticias conducentes a labrar los sujetos que tienen los precisos fundamentos, ha resuelto S. M. Se nombren cinco oficiales de artillería y otros tantos de ingenieros de los más sobresalientes en las Mathematicas, y que recogiéndose todas las obras que hay escrito sobre este asunto, en todas lenguas, se forme un curso matemático extenso y crítico en que se apruebe la fundado, y repruebe lo falsamente producido, el qual se ha de dividir en tres partes, que serán la Architectura Civil y Militar, Arte Tormentaria y Maquinaria. Para este efecto, compra de Libros, instrumentos Mathemáticos y gastos ordinarios ha destinado el Rey sobre la dotación de Artillería cien mil reales de Vellón más, y manda que con este mismo coste se forme una Galería Maquinaria con modelos de suficiente magnitud, para benir al perfecto conocimiento de cada pieza de por sí, destinando la casa que ya corre de quenta la Real Hazienda con nombre de Geografía13.
El Conde de Aranda propuso a Pedro Lucuze para dirigir la nueva institución, «por la particular inteligencia que posee en las Mathemáticas, acompañada de no menores circunstancias». El asturiano tomó inmediatamente las riendas de la Sociedad y se encargó de coordinar la redacción de los correspondientes cursos que deberían servir para ordenar las clases en los diferentes centros académicos. Simultáneamente se inició la compra del material bibliográfico adecuado para la preparación de dichas lecciones, estructuradas inteligentemente a modo de manuales de cada una de las disciplinas del plan de estudios. Los libreros establecidos en Madrid que suministraron material para nutrir la biblioteca de la institución fueron Ángel Corradi, con imprenta en la calle Carretas; los franceses Joseph Orzel, en su librería de la Puerta del Sol, a la entrada de la calle de la Montera, y Juan Barthelemy, librero de la Corte, también residente en la Puerta del Sol; así como Francisco Manuel de Mena, que proporcionó «otra porción de libros comprados de Authores Españoles» en su establecimiento. También fue de relieve la misión que llevó a Jorge Juan a Francia e Inglaterra para realizar labores de información, es decir de espionaje técnico e institucional y de reclutamiento de personal cualificado que recalara en España para, básicamente, la mejora de la industria naval. Uno de los menesteres que desempeñó fue encargar «la 80
LOS LIBROS DEL INGENIERO
compra de diferentes Libros Mathematicos» para que fueran enviados a las Academias de Barcelona y Cádiz14. El propio Lucuze recalcaba la dificultad de obtener con inmediatez la bibliografía y otros documentos cuya adquisición en Londres y París le fue solicitada mediante sendas órdenes de 16 de diciembre de 1752 y 27 de mayo de 1753. A finales de abril de 1754 los materiales bibliográficos se hallan ya en Cádiz y en esta villa; los primeros en poder del Intendente Don Julián de Arriaga y los segundos en la casa de la Geographia, aunque estos no se hallen completos; pues faltan todos los latinos, E ingleses, que creo no abra podido recoger aun el librero, de quien no tengo aviso, ni tampoco del thessorero del Rey que los recivió, y pagó en París15.
Otras fuentes sirvieron para aportar material impreso a la biblioteca de la Sociedad Matemática. Fueron los casos de libros en poder de ingenieros que engrosaron los fondos de ésta, como el monumental repertorio bibliográfico Bibliotheca Hispana, del sevillano Nicolás Antonio, comprada al ingeniero ordinario Miguel de Navalcerrada el 25 de junio de 1757, o varios volúmenes adquiridos a la viuda del recientemente fallecido ingeniero director Joaquín de Rado16. Tras unos pocos años de funcionamiento la Sociedad madrileña fue cerrada el 12 de mayo de 1760. Lucuze regresó a su destino en la dirección de la Academia de Barcelona y sus fondos bibliográficos, guardados en la Casa de Geografía y consistentes en 249 títulos, fueron distribuidos entre el centro barcelonés (176) y la Academia de Cádiz (73). Dimitido el Conde de Aranda de su cargo a comienzos de 1758 bajo la presión del ministro de la Guerra Sebástián de Eslava, el sueño del aragonés llegó a su fin, y de nuevo ingenieros y artilleros siguieron vías corporativas diferentes.
LA BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA
Ya ubicada su nueva sede en dependencias del antiguo convento de los Agustinos Calzados de Barcelona, y tras su actividad durante varios años en unas salas del arsenal de la ciudadela, la Academia de Matemáticas fue ampliando sus fondos bibliográficos mediante la adquisición de libros apropiados para el plan de estudios consolidado a raíz de la Ordenanza de academias de 1739 y su confirmación mediante la Ordenanza de 29 de diciembre de 1751. También se impulsó la edición de algún tratado que fue considerado de necesario uso para la formación de los aspirantes a ingresar en los cuerpos de Ingenieros y Artillería. Los títulos más destacados fueron el Tratado de Fortificación de John Muller (1746), traducido por Miguel Sánchez Taramas y editado en Barcelona en 176917; los Principios de Fortificación de Pedro de Lucuze18; y las Nociones Militares de José Ignacio de March [FIG. 3], a modo de suplemento del tratado del asturiano19. Las necesidades de nutrir este ambiente disciplinar de títulos afines a las principales materias enseñadas en los centros académicos también movieron a algunos individuos pertenenecientes al Cuerpo a proponer traducciones de obras extranjeras, como fue el caso de Luis Marqueli, LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA
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FIG. 3. J. I. DE MARCH, Nociones militares, ó Suplemento a los principios de
fortificacion del Excmo. Señor Don Pedro de Lucuze. Escrito para la instrucion de los Caballeros Cadetes del Regimiento de Dragones de Sagunto, Barcelona, Bernardo Pla Impresor, en los Algodoneros, 1781.
ingeniero extraordinario destinado en Ceuta, quien, tras realizar una traducción al castellano del Traité de la sureté et conservation des Etats, par le moyen des Forteresses, del ingeniero francés Philippe Maigret, propuso su publicación en 176720. Curiosamente, el ingeniero leridano Ignacio Sala ya había estado trabajando en la traducción de este clásico francés veintiún años antes, sin tener tampoco éxito editorial. El propio Sala sí que había logrado publicar en 1743 su versión castellana del tratado de Vauban sobre la defensa de las plazas fuertes21, igualmente que otros colegas del Cuerpo como Jaime Conde con su Paralelo de los sistemas de fortificación más acreditados, y Manuel Centurión, con su Ciencia de Militares22. 82
LOS LIBROS DEL INGENIERO
A lo largo de los años fueron realizándose inventarios del material existente en el centro educativo barcelonés, los cuales permiten observar el incremento de los fondos de su biblioteca y la atención a determinados títulos indispensables para nutrir sus armarios.23 La lista de las obras halladas en la biblioteca de la Academia de Matemáticas de Barcelona a fecha 16 de enero de 1790 alcanzaba los 2.030 volúmenes, correspondientes a 768 títulos, algunos de ellos presentes con más de un ejemplar. Agrupados por temas o disciplinas ésta es la relación efectuada en ese momento: ÁREA TEMÁTICA Pensamiento y conocimiento global
DISCIPLINA ESPECÍFICA
26
3,38
Teología, moral
1
0,13
8
1,04
Lingüística, gramática, diccionarios de idiomas
21
2,73
Repertorios bibliográficos
3
0,4
Biografías
5
0,65
Geografía histórica, diccionarios geográficos e históricos
20
2,61
Antigüedad
5
0,65
Historia de España
59
9
1,17
Historia de la Corona de Aragón
12
1,56
Historia de Francia
1
0,13
Genealogía, títulos nobiliarios, blasones, heráldica
5
0,65
8
1,04
31
4,04
Viajes, expediciones
5
0,65
Historia natural
3
0,39
Maderas, botánica
2
0,26
1
0,13
1
0,13
Matemáticas (aritmética, geometría, bases numéricas, castrametación…)
155
20,18
Física (teoría, mecánica, experimentación, estática, dinámica, hidráulica, termodinámica, electricidad…)
62
8,07
Trigonometría, logaritmos, tablas
9
1,17
Gnomónica
5
0,65
Óptica, acústica
13
1,69
6
0,78
Geología, mineralogía
3
0,39
Metalurgia
19
2,47
Pesas, medidas, cuentas
9
1,17
Instrumental técnico y científico, máquinas
14
1,82
Anales, actas, disertaciones de academias de ciencias
18
2,34
Política
5
0,65
Conocimiento del Atlas, cartografía, geoestrategia espacio y del territorio Astronomía, cosmografía Ciencias naturales
Entomología
57
44
7
Medicina, terapias de salud Ciencia y técnica
313
Química, alquimia
Asuntos de Estado
Derecho, leyes Formación militar
PORCENTAJE ~
Filosofía Enciclopedias, diccionarios enciclopédicos
Humanidades
TÍTULOS
3
0,39
Economía, comercio
18
10
1,3
Organización militar
32
4,16
Táctica y estrategia militar
32
4,16
Historia militar
6
0,78
74
9,64
Artillería
30
3,91
Ordenanzas militares
23
2,99
Ingeniería militar, poliorcética, fortificación
197
LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA
7,68
7,42
5,73
0,91
40,75
2,34
25,65
83
ÁREA TEMÁTICA Formación naval
DISCIPLINA ESPECÍFICA Navegación
PORCENTAJE ~
15
1,95
1
0,13
Construcción naval
2
0,26
Arquitectura, órdenes arquitectónicos, tipologías y morfologías arquitectónicas
13
1,69
Arquitectura civil, arquitectura hidráulica
7
0,91
Construcción, estereometría, estereotomía, carpintería
13
1,69
Ornamentación arquitectónica
2
0,26
2
0,26
Ingeniería de caminos, canales, puentes, fluvial
8
1,04
Dibujo, delineación
4
0,52
Perspectiva
3
0,39
Grabado
2
0,26
Pintura
1
0,13
Táctica naval Bellas artes
TÍTULOS
Arte de tornear
Número total
18
55
2,34
7,16
768
Evidentemente, la mayor parte del material bibliográfico corresponde a libros de carácter científico y técnico, más de un tercio del conjunto de los fondos. Entre ellos, casi la mitad son obras de carácter matemático, en sus diferentes variedades, mientras que prácticamente una décima parte del total de la biblioteca corresponde a obras sobre física, tanto teórica como aplicada. Una cuarta parte del volumen bibliográfico de la Academia se ajusta a obras de estricta formación militar, destacando casi un diez por ciento sobre temática directamente clasificable como ingeniería militar, poliorcética y fortificación.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
El talante ilustrado que iba afianzándose en sectores influyentes del mundo intelectual fue calando en la propia estructura de gobierno del reino, y el interés por alcanzar el ritmo científico y técnico que otras potencias europeas ya venían desarrollando de forma institucional se vio reflejado en las iniciativas académicas dependientes de la secretaría de la Guerra. Contrastando el inventario de la Academia de Matemáticas de Barcelona de 1760 con el realizado en 1790, puede comprobarse cómo en un período de treinta años, los fondos bibliográficos se ampliaron casi en un cuarenta por ciento por lo que respecta al número de volúmenes. La política de adquisiciones se basaba en reunir los títulos más reconocidos en los ambientes académicos. Sin embargo, aunque su biblioteca era la base para sustentar el trabajo pedagógico que los profesores debían llevar a cabo mediante la impartición de sus cursos, tanto en las primeras directrices del Conde de Montemar de 1724, como en el proyecto presentado por Diego Bordick bajo la dirección de Jorge Próspero Verboom según Real Orden de 18 de enero de 1730, o en el Formulario redactado por Pedro Lucuze en 1737, no se mencionaba de forma explícita la constitución y el mantenimiento de dicha colección bibliográfica. Los argumentos de Bordick/Verboom en su Proyecto o Idea sumaria ya entraban en cuestiones de mayor calado disciplinar, superando la retórica genérica del Conde de Montemar. Ambos ingenieros, que echaban mano de su experiencia formativa en la Academia de Bruselas, observaban la necesidad de una conciliación académica entre teoría y práctica, dándole a cada una su valor en el proceso de aprendizaje, «porque si la mente del aplicado se ampara de los preceptos especulativos, suele digerirlos tan confusa e insustancialmente, que faltandole la oportunidad y la practica del modo de su aplicazion viene, quando no sea a repugugnarlos [sic] del todo por abstractos, a servirse de ellos a lo mas, para solo oxepto [sic] de entretener la ociosidad»24. De forma muy sucinta, hacían breves referencias al peso específico del material teórico. En el capítulo XXV del Proyecto, los ingenieros flamencos se referían al «Tratado lineal y Geometrico de fortificazion regular e irregular», que debía ser dictado a los estudiantes, pero de un modo tan sencillo y manual como lo demuestra el pequeño Tratado que corre bajo el nombre del Mariscal de Vauban, y tambien en el compuesto por el difu [sic] Don Sebastian Fernandez de Medrano, para evitar y apartar de las Ideas de los Academistas los soñados inutiles sistemas de los innumerables Autores que tratan desta Materia, a la excepcion en los menos modernos del Conde de Pagan y del Cavallero de Ville, los quales rectificados por las maximas y observaciones de aquel Ilustre Mariscal que ostentô la fuerça unida a la magnificencia del Monarca que sirvió, y a que añadiendo en ocasiones oportunas, y tal vez desde los principios de la Construccion algunas tan utiles como Cautelosas Invenciones de Coëhorn se pueden lograr maximas seguras para la devida permanencia y existencia practica de una fortificacion accomodada a la actual capacidad de los Europeos en la Guerra25.
La citación de otras autoridades reconocidas en las diferentes materias la realizaban Bordick/Verboom cuando se referían en el capítulo XXXXI [sic] al encargo docente que habría de recibir un «Ingeniero en Xefe de los Exercitos universalmente inteligente en todas las partes de la Mathematica, practico en ambas Architecturas, de sufficiente experiencia en las operaciones de la guerra, Attaque, deffensa y construcción de Plazas, versado en las lenguas LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA
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FIG. 4. S. LE CLERC, Traité d’Architecture, avec
des remarques et des observations tres-utiles Pour les Jeunes Gens, qui veulent s’appliquer à ce bel Art, 2 tomos, París, Chez Pierre Giffart, 1714.
y erudito en la propia si fuesse posible, docto en la Especulación de las Cosas naturales, de condición affable, docil, benigna; aplicado y desinteressado de sana constitución y robustez por quanto se considera como el mobil efficaz desta enseñança»26. Tomando como base los libros de Euclides para la redacción del curso de matemáticas, «el mas compendioso que sea posible […], breve, methodico, fácil, practico y demonstrativo», los susodichos ingenieros remitían como modelos a las obras elaboradas por «los Señores de Port Royal en sus nuevos Elementos de Geometria, y despues excutado por el Señor Crousaz, Professor de la Academia de Lausana en su Geometria de las líneas», así como a la brillante aportación del «método del Curso del Padre Tosca, evitando lo curioso y abstracto de sus priolijas demonstraciones, las quales deveran conformarse al método de los citados Autores». Eso, en lo referente a cuestiones mayormente especulativas. En lo relativo a «la Geometria puramente practica, e Instrucciones practicas del Ingeniero y del Artillero, se servirá dicho Professor Real del Curso Mathematico del Señor Belidor, Professor Real de una de las cinco Academias establecidas en Francia al mismo fin». Bordick/Verboom observaban la adecuación del «breve Methodo del Cavallero Le Clerc, Architecto que fue de S.M. Christianissima» para lo referente a los temas de arquitectura civil, «por su desembarazo, claridad y fortaleza mas adequada a la fortificazion y practica execucion que otra alguna» [FIG. 4]27. El espíritu que subyace en estas indicaciones de la Idea sumaria es la de ofrecer unos contenidos homogéneos y universales, «para que sea una misma Norma que en adelante se repita y enmiende successivamente hasta ponerla en su ultima perfeccion a fin de que se siga para la uniforme Instrucción de las Academias»28. Aparte de otras consideraciones disciplinares de gran interés sobre la conveniencia de los estudios 86
LOS LIBROS DEL INGENIERO
académicos para la profesión del ingeniero, el mensaje de fondo radicaba en la responsabilidad del personal docente encargado de los cursos en el centro barcelonés para formar, a partir de los fondos existentes en la biblioteca de la institución, una selecta y quanto possible sea breve compilación destos Autores, de los quales se pueden construir un Curso regular y excelente y propio para la practica que se anhela, y la Inteligencia de todos los demas Autores antiguos y modernos, con la cual se lograran principios Theoricos breves, y practicos universales al posterior perfecto conocimiento de todo lo referido, persuadiéndose que por los medios de los citados principios del tiempo y de la Experiencia los Academistas movidos de la emulacion y del natural curiosa aplicacion se iran de por si perficionando en las partes a que su genio los inclinasse respecto de que se tiene por impossible en el breve termino de tres años que durará el Curso la possible entera inteligencia Theorica y practica (mayormente esta no siendo vivamente exercitada en obras de consideracion como en otras Monarquias) que no sea usando el más efficaz modo de obviar lo inutil por deleitoso (que siempre llega en tiempo) a favor de lo preciso e inexcusable que requiere la Profession de Ingeniero29.
DIVERGENCIA ENTRE TRADICIÓN Y DESARROLLO TÉCNICO-CIENTÍFICO
La inercia ideológica provocada por el control eclesiástico respecto de la difusión del saber en España, que en buena medida estaba en manos, paradójicamente, de los jesuitas, conducía a un perverso ejercicio de autocontrol a la hora de dictaminar la conveniencia de unas u otras fuentes bibliográficas. La Idea de Bordick/Verboom propugnaba una prudente posición para evitar enfrentarse a los estamentos fácticos que, con su ortodoxia teológica y la subsiguiente censura, estigmatizaban y prohibían aquellos autores y sus obras que se alejaban de lo estrictamente permitido por las estructuras eclesiásticas. La recomendación al respecto indicaba que «por quanto en lo que pertenece a las cosas Naturales y físicos Experimentos dellas la variacion de opiniones permite alguna altercacion en las Escuelas que emula y despierta los Ingenios se previene a los Professores deveran seguir (despues de las probables por experiencia y demonstración) en materia a dudosas las más aprobadas en la Santa Iglesia Catholica Romana, sobre cuias Experiencias y Supuestos podrán instruir los Academistas»30. La introducción progresiva de un talante ilustrado durante el reinado de Fernando VI y las primeras décadas del de Carlos III, favoreció la incorporación a la biblioteca de la Academia de aquellos materiales cuya adquisición, no muchos años atrás, habría resultado imposible llevar a cabo. Tanto los fondos bibliográficos de la academia de matemáticas establecida en el cuartel de las Reales Guardias de Corps como los existentes en la Sociedad de la Casa de Geografía contribuyeron a nutrir las bibliotecas de las Academias de Barcelona y Cádiz. Desgraciadamente, la involución ideológica que se produjo durante el reinado de Carlos IV lastró la dinámica del progreso científico que los ambientes ilustrados habían favorecido. Las directrices inquisitoriales fueron contundentes para dictaminar la inconveniencia de determinados títulos que hasta entonces habían sido indiscutiblemente admitidos como obras de referencia internacional. LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA
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Agustín Rubín de Ceballos, obispo de Jaén e Inquisidor General de España entre 1780 y 1793, lideró una acción intransigente al respecto de la libre circulación de dicho material. Su dictamen partió del Índice Expurgatorio de 1747 y se explicitó en 1790 con el Índice Último de los Libros Prohibidos, un verdadero mazazo para el panorama intelectual y científico nacional de la época31. Con respecto a los fondos de la Academia de Matemáticas de Barcelona, las autoridades ordenaron, siguiendo sus directrices, que «aunque los Maestros tenían licencia para leerlos quiere S.M. se recojan no solo los de aquella escuela sino los que hubiere en las demás del exercito, y Marina, tanto de España como de las Indias, para precaver de esta suerte todo riesgo de que se esparza entre los militares la doctrina y maximas perniciosas que contienen semejantes libros en perjuicio de las buenas costumbres, sana moral, y verdadera religión»32. Pedro Lucuze intentó, con motivo del desmantelamiento de la Sociedad de Matemáticas de Madrid y de la Academia de Guardias de Corps, preservar de su pérdida aquellos ejemplares prohibidos por el Santo Oficio. El asturiano indicaba al secretario de la Guerra Ricardo Wall que «en el inventario de la Academia de Guardias se halló faltar sesenta y ocho volúmenes de las Actas de Lepsich, que parece están detenidos por el Tribunal de la Inquisición, sin cuyo permiso no pueden recogerse, ni conducirse a su destino de la Academia de Cádiz». Lucuze solicitaba que se mantuvieran las licencias otorgadas por el Inquisidor General el 20 de febrero de 1758 para que se extendiese la libertad de consulta, «porque las Academias Militares de Barzelona y Cádiz son de la misma naturaleza que la Sociedad, y que con los Libros e Instrumentos de esta quiere S.M. se completen aquellas». Hacía alguna concesión en su demanda al ministro al añadir que «para evitar todo inconveniente, basta prevenir se custodien separados, y reservados a los Maestros, sin que los Discípulos ni otra Persona forastera pueda usar de la lectura de ellos»33. Dos años más tarde, el Inquisidor General y Director de la Biblioteca Real autorizaba la petición de Pedro Lucuze34. El endurecimiento de los criterios moralistas que cuajaron en los primeros años del reinado de Carlos IV condujeron a una actitud más represiva en cuanto a la libertad de prensa y a la difusión editorial. Así pues, libros como la Historia Civil de España de Belando35, las susodichas Actas de la Academia de Ciencias de Leipzig [FIG. 5]36, la Encyclopédie de Diderot y D’Alembert37 (la cual, «el Señor Clemente XIII en su Bula, manda que esta obra se queme»), o de éste último sus Mélanges38, reflexiones ilustradas consideradas peligrosamente subversivas, fueron estigmatizados y prohibidos irremisiblemente. Varios de los títulos de la lista salvaron alguna de sus partes, atendiendo a su utilidad en la formación profesional de los académicos, entre ellos, «los tomos en que está la colección de Instrumentos» de la Encyclopédie, obra de gran trascendencia universal39. Con respecto al Cuerpo de Ingenieros militares, su Ordenanza de 1803, bajo el poder fáctico del ministro universal Manuel Godoy, definía el establecimiento del nuevo centro académico en Alcalá de Henares e intentaba, dentro de la continuidad, fijar con más detalle las competencias y responsabilidades de todo el escalafón corporativo. No introducía directrices novedosas en cuanto a las bibliotecas de las escuelas castrenses y mantenía la usanza de que «dispondrá el Ingeniero general se formen los tratados que falten para la enseñanza de las materias indicadas; y que ínterin se concluyen se adopten las obras que sean mas á propósito de las que en el dia exîsten». Para evitar un exceso en el gasto de constitución 88
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 5. Acta Eruditorum, Leipzig, J. Grossii Hæredes, J.F. Gleditschium & Christophori Guntheri, 1682-1782. Volumen correspondiente a 1691.
de la colección bibliográfica, «a fin de que no sea costoso su establecimiento se formará su biblioteca con parte de los libros que exîsten en las de Zamora, Cádiz y Barcelona, de donde se conducirán también los instrumentos, modelos y demas efectos que no sean precisos en ellas», y en caso de precisar material complementario, «comprando los demás que sean necesarios á expensas de los fondos de las dos últimas Escuelas»40. El cierre de la Academia de Matemáticas de Barcelona supuso el desmantelamiento de su biblioteca, que fue dispersada básicamente entre la nueva institución alcalaína y la Academia de Artillería de Segovia, fundada en 1764, aunque algunos de sus fondos permanecieron en la Dirección General de Ingenieros del Principado41. La especialización y diversificación de cada una de las ramas de la ingeniería condujo a una dinámica heterogénea en el devenir formativo del Cuerpo de Ingenieros del Ejército. Juntamente con los profundos cambios científicos y tecnológicos vinculados principalmente al desarrollo de la pirobalística y de la industria bélica, los sistemas tradicionales de poliorcética y fortificación fueron deviniendo obsoletos. La producción teórica y práctica en materia bibliográfica y hemerográfica, con la correspondiente difusión en los ambientes académicos, fue evolucionando notablemente según fue avanzando el siglo XIX hacia una mayor tecnificación42. De este modo, una parte importante de los fondos que albergaban las Academias de Ingenieros –cuya denominación acabó suplantando definitivamente a la antigua de Academias de Matemáticas– se convirtió en material casi de exclusivo valor museográfico, adquiriendo un papel más propio de la formación histórica de los profesionales de la ingeniería militar que de su educación técnica. LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA
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NOTAS
*
Este texto forma parte de la actividad desarrollada como investigador en el proyecto El Dibujante Ingeniero al servicio de la Monarquía Hispánica. Siglos XVI-XVIII. II. Ciudad e Ingeniería en el Mediterráneo (DIHMCIM), dirigido por Alicia Cámara Muñoz (HAR2016-78098-P; AEI/FEDER, EU). Además, dentro del mismo proyecto, esta aportación se integra en un estudio más amplio bajo el título El ingeniero militar y su formación académica en el siglo XVIII, el cual, a su vez, estará incluido en la iniciativa personal de investigación que inicié con motivo de mi estancia como Visiting Scholar en el Office for History of Science and Technology de la University of California, Berkeley durante el curso 1992-1993, bajo el título Iconografía, cartografía, bibliografía científico-estratégica y mecanismos institucionales en la España de la época moderna. Producción y difusión para la seguridad del reino durante los siglos XVI, XVII y XVIII. 1. «Para conseguir la enseñanza, segun esta idéa, deberá el Director General elegir los Tratados mas utiles de las Matematicas, ordenandolos con succesivo método para el pronto aprovechamiento de los Academicos, escribiendo las materias que se han de dictar, como doctrina suya, que ha de ser quanto en la Academia se explicáre, estendiendose en cada parte, segun lo halláre por conveniente». Ordenanza e instrucción para la enseñanza de las Mathematicas en la Real, y Militar Academia que se ha establecido en Barcelona, Barcelona, Francisco Suriá, 1739. PORTUGUÉS, 1764-1768, tomo VI (1765), p. 867. 2. ZARAGOZA, 1674. 3. TOSCA, 1707-1715. 4. CHAFRIÓN, 1693. 5. ROJAS, 1598. 6. CARAMUEL, 1670; CARAMUEL, 1679. 7. José María López Piñero indicó en su momento la existencia de una dicotomía endémica entre «la mentalidad positiva, progresista y laica», por un lado, y «la ideología conservadora, clerical y clasicista», por otro, a la hora de seguir determinados criterios de análisis por parte de la historiografía en España (LÓPEZ PIÑERO, 1979, p. 24). 8. LARRANDO, 1699, “Soneto, que dedica el aficionado Don Fernando de Villaroel y Prado, Capitàn de Infanteria Española del Tercio de que es Maestro de Campo Don Francico Pimienta”. 9. CAPEL, SÁNCHEZ y MONCADA, 1988; MUÑOZ CORBALÁN, 2015. 10. MUÑOZ CORBALÁN, 2012. 11. RODRÍGUEZ de la FLOR, 1991; MUÑOZ CORBALÁN, 2004. 12. Conde de ARANDA a [Sebastián de ESLAVA]; Madrid, 21.9.1756. Archivo General de Simancas (AGS). Secretaría de Guerra (SGU), leg. 3005, 1-2-0001/0022. 13. [Sebastián de ESLAVA] al Conde de VALPARAÍSO; Buen Retiro, 30.10.1756. AGS.SGU, leg. 3005-1-1-0008/0010. 14. Francisco Ventura de LLOVERA al Marqués de la ENSENADA; París, 18.6.1753. AGS. SGU, leg. 572. 15. Jorge JUAN al Marqués de la ENSENADA; París, 29.4.1754. AGS. SGU, leg. 572. 16. Relacion de los Caudales que se han cobrado de Thesorería en los tres meses de Octubre, Noviembre y Deziembre del presente año â quenta de la dotación de cien mil Reales de Vellon, consignados por S.M. para gastos de la Sociedad de Mathematicas establecida en esta Corte, con su distribución por menor, y el caudal existente en caxa. Pedro de LUCUZE (director), Lorenzo LASSO de la VEGA (comisario extraordinario de artillería) y Juan GARLAND (ingeniero ordinario), con vºbº del Conde de ARANDA; Madrid, 31.12.1757. AGS. SGU, leg. 3005-2-1-1-0029/0034. 17. MULLER, 1769. 18. LUCUZE, 1772. 19. MARCH, 1781. 20. MAIGRET, 1725. Luis MARQUELI a Juan Gregorio MUNIAÍN; Ceuta, 26 de septiembre de 1767.AGS. SGU, leg. 3003. 21. SALA, 1743; GUTIÉRREZ, 1991. 22. CONDE, 1753; CENTURIÓN, 1757. CÁMARA, 2005, p. 249. 23. RIERA, 1977; RIERA, 2009. Mi intención es realizar un seguimiento exhaustivo y razonado de la biblioteca de la Academia de Matemáticas de Barcelona y sus fondos bibliográficos dentro del susodicho estudio El ingeniero militar y su formación académica en el siglo XVIII. 24. Proyecto o Idea sumaria para la formacion, Govierno y permanente establecimiento de Academias Reales y militares de Mathematicas y Fortificaciones en los parages que S.M. destinasse de sus Dominios… Madrid, 7 de agosto de 1730, p. 3. AGS. SGU, leg. 2994. 25. Ibíd., pp. 21-22. 26. Ibíd., pp. 43-44. Juan Tous Melià realiza un minucioso análisis de toda esta documentación existente en el Archivo General de Simancas. TOUS, 2018. 27. Ibíd., p. 44. 28. Ibíd., p. 45. 29. Ibíd. 30. Ibíd., p. 46. 31. Índice, 1790. 32. Minuta de despacho al Inquisidor General; Aranjuez, 8 de mayo de 1790. AGS. SGU, leg. 3004. 33. Pedro LUCUZE a Ricardo WALL; Madrid, 12 de marzo de 1761. AGS. SGU, leg. 3004. 34. Manuel QUINTANO BONIFAZ a Ricardo WALL; Madrid, 22 de abril de 1763.Ibíd. 35. BELANDO, 1733-1740. 36. Acta, 1682-1782. 37. DIDEROT y D’ALEMBERT, 1751-1772.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
38. D’ALEMBERT, 1783. 39. Lista de los Libros, que se hallan prohibidos, o mandados expurgar por el Santo Oficio de la Inquisición, entre los que se expresa
la adjunta Relación en 19 foxas útiles, existentes en la Real Academia Militar de Mathemáticas de Barcelona. Agustín, Obispo de Jaén, Inquisidor General, 1790. AGS. SGU, leg. 5895. 40. Ordenanza del Real Cuerpo de Ingenieros, 2 tomos, Palacio Real de Madrid, 11 de julio de 1803 (copia del original por Joseph Antonio CABALLERO), pp. 371-372. 41. SEGOVIA, 2004. 42. D’ORGEIX, 2013.
BIBLIOGRAFÍA
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LOS LIBROS DE LA ACADEMIA DE MATEMÁTICAS DE BARCELONA
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
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El esforzado camino de la Ilustración hacia una biblioteca de historia de las obras públicas* DANIEL CRESPO DELGADO Fundación Juanelo Turriano
La Ilustración se mostró preocupada por la falta de una memoria propia, por la ausencia de un relato histórico que se adaptase a sus principios y horizontes. Todavía emociona la lectura del inicio de la Filosofía de la Historia (1756), en la que Voltaire, evocando un paseo a orillas del mar, se refirió a la necesidad de contar con un nuevo relato no sólo de la creación de la Tierra y sus accidentes, sino también del pasado y la evolución de las sociedades. Desde tales aspiraciones, se puso en marcha una revolución historiográfica que aportó renovados discursos, intereses y metodologías. Todo ello también afectó a las obras públicas, unas disciplinas que precisamente a lo largo del siglo XVIII y principios del XIX protagonizaron una interesante redefinición de su autonomía profesional e intelectual. Incluida tradicionalmente la construcción de puentes, caminos, canales, acueductos o puertos en el genérico ramo de la arquitectura, en el siglo XVIII se produjeron intentos de especialización que en España y en el caso de la ingeniería civil culminaron con la creación, en 1799, de la Inspección General de Caminos y Canales. Este fenómeno no se dio únicamente por un incremento de la complejidad técnica en la realización de dichas obras, sino también por la creciente importancia de las políticas de fomento. Esto estimuló un interés por compilar noticias sobre ingeniería civil, puesto que ya existían grupos profesionales y sectores intelectuales y políticos influyentes interesados en su promoción, en el prestigio y los contenidos ideológicos que podía aportar el relato histórico. De hecho, al final de las Luces, se contó con una incipiente biblioteca sobre historia de las obras públicas.
HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS
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Estos impresos de la Ilustración no fueron los primeros en recoger noticias de puentes, acueductos, presas u otras obras públicas. Varios estudiosos han analizado cómo la literatura de los siglos XVI y XVII, desde un relativamente amplio abanico de fuentes como crónicas, corografías, tratados o escritos anticuarios, proporcionó referencias de tales construcciones1. No obstante, a pesar de su interés y del uso que de ellas se hizo con posterioridad, no hubo intentos de sistematizar dichas noticias y crear un relato global. Algo que sí se empezó a ensayar durante las Luces2. Es bien sabido que el ingeniero militar Miguel Sánchez Taramas, en su edición anotada y aumentada del Tratado de fortificacion, o arte de construir los edficios militares, y civiles (1769) de John Muller, incluyó un capítulo dedicado a los puentes que se inició con una relación histórica de los españoles. Movido por la voluntad de demostrar que en España había muchos puentes y que en todas las épocas se habían levantado «magníficas» estructuras de este tipo, que «ofrecen admiración e instrucción a los más hábiles arquitectos»3, Sánchez Taramas describió una serie de ellos, que fueron desde el de Martorell, que consideró cartaginés, al recientemente erigido en Molins de Rei (Barcelona). Si bien citó más, los puentes descritos con algo de detalle –de algunos también proporcionó grabados de su planta y alzado– fueron estos dos y los de Alcántara (Cáceres), Badajoz, Mérida, Almaraz [FIG.1] y Aranjuez. Con ello, Sánchez Taramas ofreció información de estructuras de la Antigüedad, otras de la denominada restauración de las artes y, por último, de actuales. De ahí que podamos decir que ofreció una suerte de historia de los puentes españoles4. Sin negar la originalidad de este texto, cabría señalar que en la Histoire des grands chemins de l´Empire Romain, cuya primera edición data de 1622, el francés Nicolas Bergier se refirió a los puentes romanos españoles en uno de sus capítulos [FIG.2]5. En las primeras décadas del siglo XVIII, el alemán Carl Christian
FIG. 1. Plano, perfil y elevación del puente de Almaraz, en J. MULLER, Tratado de fortificación… aumentado por Miguel
Sánchez Taramas, Barcelona, t. II, 1769.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 2. Frontispicio Les grands chemins de l´Empire Romain, en N. BERGIER, Histoire des grands chemins de
l´Empire Romain, Bruselas, 1736.
Schramm, basándose en fuentes tan diversas como eran viajeros, geógrafos o eruditos, dedicó igualmente varias páginas a los puentes españoles (ya no solo de la Antigüedad clásica) en su Historischer Schauplatz in welchem die Merkwürdigsten Brüken (1735)6. La información que Sánchez Taramas manejó provino en ocasiones de fuentes impresas. Por ejemplo, para el puente de Alcántara citó el Supplement au livre de l´antiquité expliquée et representée en figures (1724) de Bernard de Montfaucon7. En el caso del puente de Martorell, la atribución cartaginesa se basó, según apuntó el propio Sánchez Taramas, en la información contenida en el pie de una lámina estampada en Viena a principios HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS
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FIG. 3. Puente de Martorell, en C. C. SCHRAMM, Historischer Schauplatz in welchem die Merkwürdigsten Brüken, Leipzig, 1735.
del siglo XVIII por Matías Antonio Weiss8 [FIG.3]. No obstante, la mayoría de las noticias que aportó las debió a informantes. Quien fuera profesor de la Escuela de Matemáticas de Barcelona, institución que apoyó la impresión del Tratado, no tendría demasiados problemas para recopilar información sobre los puentes de Martorell y Molins de Rei [FIG.3]. No sólo se encontraban cerca de la Ciudad Condal, sino que el primero fue restaurado por el ingeniero militar Juan Martín Zermeño, mientras el segundo fue proyectado por su hijo, el también ingeniero militar Pedro Martín Zermeño. De hecho, el Tratado se publicó siendo Juan Martín Ingeniero General de Su Majestad, por lo que se incluyó una carta suya al inicio del libro aprobando sus contenidos. Este apoyo oficial al Tratado facilitó a Sánchez Taramas tener colaboradores entre sus compañeros de profesión, es decir, entre los ingenieros militares. De ahí la abundancia de datos sobre puentes extremeños, que se explicaría por su relevancia constructiva e histórica, pero también porque contó, como el mismo Sánchez Taramas confesó, con la generosidad del Coronel de Infantería e Ingeniero Director Pedro Bordán, destinado en las plazas y fronteras de Extremadura. Bordán le envió noticias de los puentes de Alcántara, Almaraz, Mérida y Badajoz, encomendando a los también ingenieros Pedro Navas y Pedro Beaumont los diseños, respectivamente, de las dos primeras obras9. En cuanto al puente de Aranjuez, al haberse levantado en fecha reciente cerca de la capital y ser una suerte de contra-modelo de Molins, imaginamos que no le resultaría difícil hacerse con el material que incorporó a su libro. En todo caso, es interesante subrayar que Sánchez Taramas no estuvo tan interesado en proporcionar noticias eruditas sobre los puentes, como en las de tipo estructural: medidas, número y forma de arcos, tipología, materiales, etc. Algo que resulta comprensible en un libro escrito por un profesor de ingeniería y que aspiraba a convertirse en un libro usado por los profesionales, como sabemos que así fue10. Un caso distinto fue el del valenciano Antonio Ponz en el Viaje de España. Compuesta por dieciocho tomos publicados entre 1772 y 1794, fue una obra que gozó de una 96
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extraordinario prestigio y difusión entre un muy diverso público11. Sobrepasó con mucho el carácter de mera guía práctica para viajeros, proporcionando un completo fresco de España, tal vez el mayor de la época. En esta decisiva descripción de la España carolina, Ponz se mostró muy interesado en las noticias referentes a las bellas artes. De hecho, fue una de las preocupaciones prioritarias de quien llegó a ser secretario de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando desde 1776. Pues bien, desde esta perspectiva entenderíamos que Ponz no sólo describiese multitud de obras públicas (no estaría de más advertir que el otro gran tema del Viaje fue el fomento económico del país), sino que indagase en el pasado de las históricas. Su trabajo no fue una historia de las bellas artes –no podía serlo por el formato que escogió–, pero afirmó que una de sus intenciones era proporcionar materiales para cuando alguien decidiese abordar este trabajo. De ahí que respecto a las construcciones de ingeniería civil, recordemos que una rama de la arquitectura y que por tanto podía ser inscrita en el amplio paraguas de las bellas artes, Ponz buceó y registró con exhaustividad las fuentes impresas, las epigráficas y, si tuvo ocasión, las documentales referidas a ellas. Hablo sobre Ponz en singular, pero lo cierto es que el valenciano también contó con una amplia red de colaboradores. No obstante, los datos históricos en el Viaje fueron mucho más enjundiosos que los de Sánchez Taramas. No se redujeron a un puñado de puentes, a una tipología constructiva específica, sino que a lo largo de sus páginas se citaron presas, canales, acueductos, puertos [FIG.4] y hasta caminos. Además, aunque sus opiniones y consideraciones se fragmentasen a lo largo del Viaje, Ponz partió de una bastante bien perfilada idea de la evolución de las bellas artes españolas, con lo que sin ser una historia del arte propiamente dicha, de su lectura se deducía un sólido planteamiento sobre su evolución. Esto incluyó a las obras públicas. De manera genérica, Ponz se refirió a un periodo modélico de las construcciones y políticas de fomento durante el Imperio Romano; la Edad Media no significó un colapso total de las obras públicas pues subrayó el interés de las estructuras hidráulicas andalusíes y algunas construcciones (puentes ante todo) erigidas por las élites cristianas; bajo los Austrias se emprendieron empresas significativas pero su presunta ambición militar y conquistadora impidió acabarlas en muchas ocasiones. Según Ponz, la llegada de los Borbones habría significado la recuperación de este ramo, para el que auguraba, como para el propio país, un horizonte de optimismo12.
FIG. 4. Playa artificial de Cádiz, en A. PONZ, Viaje de España, t. XVII, Madrid, 1792.
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A pesar del interés del Viaje de Ponz, de sus noticias concretas y de su discurso historiográfico, sus aportaciones no fueron aisladas. El interés político en promocionar las obras públicas estimuló su multiplicación en la literatura, que en muchas ocasiones recurrió al pasado para reforzar sus argumentos. El caso de los canales de navegación es tal vez el más llamativo. Su construcción fue un objetivo prioritario de la Ilustración española, pues se confió en ellos para establecer una comunicación y un riego que se dijo sacarían a muchas regiones de la apatía en la que estaban sumidas. La importancia predicada de estas obras hizo que aumentasen las publicaciones, de muy diverso tipo, que las analizaron y defendieron. En no pocas ocasiones incluyeron referencias históricas más o menos extensas para mostrar que no eran empresas caprichosas, surgidas de las consideraciones efímeras de una generación, sino que su utilidad estaba sancionada por la memoria, por una preocupación sostenida en el tiempo13. No sólo la Razón desnuda sostuvo las Luces. Ya antes de ellas, en publicaciones como el Memorial… tocante a la proposición… de rendir navegable a Mançanares, desde la otra parte del Pardo hasta Toledo (1668) de los ingenieros militares Carlos y Fernando de Grunenbergh se incluyeron apuntes históricos sobre los intentos de llevar a cabo canales de navegación en España14. Pero como decía, fue durante la Ilustración cuando estas noticias engrosaron de manera notable. Hubo casos bien reveladores: Por ejemplo, el celebérrimo proyecto para hacer navegables los ríos peninsulares propuesto por el ingeniero militar italiano Juan Bautista Antonelli en 1581 a Felipe II, que se había mantenido manuscrito hasta la fecha, se publicó, respectivamente, por el matemático Benito Bails en su manual de Arquitectura hidráulica (1790), por el erudito Juan Sempere y Guarinos en el tomo I (1801) de su Biblioteca española económico-politica, por el ingeniero militar Francisco Xavier de Cabanes en su significativamente titulada Memoria que tiene por objeto manifestar la posibilidad y facilidad de hacer navegable el rio Tajo desde Aranjuez hasta el Atlántico (1829) y, ese mismo año, en las Noticias de los Arquitectos y Arquitectura de España desde su restauracion de Eugenio Llaguno y Juan Agustín Ceán Bermúdez. Otro caso destacado fue el del tomo VI, publicado en 1789, de las Memorias políticas y económicas sobre los frutos, comercio, fábricas y minas de España de Eugenio Larruga [FIG.5]. Este tomo de tan enciclopédica aproximación a la situación económica y comercial del país (aparecieron 45 tomos entre 1788 y 1800) trató sobre los ríos de la provincia de Toledo. De un total de 336 páginas, Larruga dedicó más de 230 a proporcionar noticias de los proyectos de navegación y riego que se habían planteado en los ríos Tajo, Jarama, Manzanares y Guadarrama desde el siglo XV hasta la actualidad. Tal y como el propio Larruga advirtió y su extensa relación quería demostrar, «hace muchos años que en España» se era consciente de los beneficios de la navegabilidad de los ríos, de manera especial de aquellos que discurrían por el centro peninsular y cerca de la capital, puesto que además «de las ventajas que producirían sus riegos, facilitarían el tráfico y comercio a las Castillas, y especialmente a Madrid»15. El interés por la memoria de los canales de navegación y riego en España hizo que en gran parte de los discursos más elaborados proponiendo su creación, se incidiese en su denso pasado. En el magnífico artículo sobre canales del Diccionario geográfico-estadistico de España y Portugal (1826-1829) de Sebastián Miñano, escrito por José Agustín de Larramendi, se desgranaron «las primeras ideas y proyectos de la navegación interior de
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FIG. 5. E. LARRUGA, Memorias políticas y económicas sobre los
frutos, comercio, fábricas y minas de España, Madrid, t. I, 1787.
España», que el ingeniero Larramendi remontaba al siglo XVI16. Algunos incluso aprovecharon esta extendida y cada vez más ampliada memoria de los canales para advertir que si bien en la actualidad la situación de España era deficitaria respecto a los países más avanzados y envidiados de Europa (léase sobre todo Francia e Inglaterra), aquí siempre se había sido consciente de sus utilidades. Es más, a España se le podía otorgar un papel muy temprano en su promoción17. Este argumento se defendió desde un artículo aparecido en la prensa periódica, lo que revela, una vez más, que el discurso historiográfico de la Ilustración, también el de las obras públicas, se hizo desde formatos heterogéneos, por autores de perfil e intereses distintos.
UNA APORTACIÓN EXCEPCIONAL A pesar de la relevancia de los textos citados anteriormente, el caso de mayor envergadura de aportación de noticias sobre obras públicas es el de las Noticias de los arquitectos y arquitectura de España de Eugenio Llaguno y Juan Agustín Ceán Bermúdez. Este libro, impreso finalmente en 1829 en cuatro tomos, sería el más sobresaliente de la biblioteca de ingeniería civil histórica que se fue conformado durante la Ilustración. HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS
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FIG. 6. F. HOGENBERG, «Toledo», h. 1566, en Civitates orbis terrarrum. Liber quintus, Colonia, h. 1598.
La intrahistoria de las Noticias ya se ha explicado suficientemente18. Solo apuntaré que a la muerte de Llaguno en 1799, Ceán Bermúdez se hizo cargo de la continuación de esta historia de la arquitectura española que se había iniciado unas tres décadas antes. De hecho, Ceán ya había ido recogiendo noticias por su cuenta sobre los más importantes edificios antiguos19. Una vez se hizo cargo de esta empresa siguió el trabajo de manera afanosa, convirtiendo el manuscrito de Llaguno en la primera gran historia moderna de la arquitectura española. Como revelarán las siguientes líneas esto también afectó a las obras de ingeniería. En el amplio abanico temporal durante el cual se fueron conformando las Noticias, la ingeniería civil española vivió sus primeras manifestaciones de autonomía profesional e intelectual con la creación de la Inspección de Caminos y Canales en 1799 y la apertura de la Escuela tres años después. No obstante, la separación entre este ámbito de la construcción y otros no se había ni mucho menos consumado. Incluso durante los años de existencia de la Inspección, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando siguió teniendo importantes competencias en cierto tipo de obras públicas que se hacían en el reino. No por casualidad, en los tratados y discursos de la época la hidráulica se seguía entendiendo como una parte de la arquitectura. Por este motivo, Ceán no consideró contradictorio incluir noticias sobre puentes, puertos, presas o caminos en las Noticias, junto a referidas a iglesias, palacios o castillos. Es más, al referirse a Juanelo Turriano, incidió en que lo trataría porque aun no siendo arquitecto, fue «uno 100
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de los mejores matemáticos de su tiempo» y llevó a cabo el conocido como Artificio de Toledo, «que tiene tanta analogía con la arquitectura hidráulica» pues era una gran máquina que servía para subir el agua del río Tajo al Alcázar de la capital manchega20 [FIG. 6]. La realización de una obra hidráulica resultaba por tanto suficiente para sumar a su autor a las Noticias. Llegó a explicitar este interés en un prólogo manuscrito a su historia que no llegó a imprimir pero que por fortuna se conserva en la Biblioteca Nacional de España. En él, Ceán subrayó que deseando abrazar «todos los ramos de la arquitectura, no se olvidó del hidráulico», recopilando las máximas referencias que pudo sobre ello. Afirmó que había elaborado un tomo por separado donde recogió «todos los documentos que pudo haber a las manos relativos a la navegación y riego de ríos, canales y pantanos proyectados en España»21. Proporcionó incluso un detallado índice de este tomo que queremos estudiar y publicar con detalle más adelante. Pero el interés de Ceán por las obras públicas no solo respondía a una determinada comprensión de la naturaleza de la arquitectura. Reiteró la importancia que la ingeniería tenía para el desarrollo del país, haciéndose eco de una idea ampliamente extendida en la literatura de la Ilustración; hasta en su entorno más inmediato, en los círculos ideológicos en los que se movió, como puede ser el caso de Jovellanos, quien en su Informe sobre la ley agraria (1795) defendió la necesidad de las iniciativas que permitiesen superar los obstáculos –tal fue la palabra que utilizó– que la naturaleza imponía al fomento22. Por ello, según Ceán, dar noticias sobre el pasado de las obras de ingeniería podía ser, como pensaron otros, un efectivo estímulo para su impulso contemporáneo. Un caso significativo lo proporcionaría su referencia a la presa de Arguis, en Huesca, una construcción finalizada a principios del siglo XVIII. Ceán la puso como ejemplo del tipo de obra que, por su utilidad e incidencia en la mejora de las condiciones de vida de los individuos, debía realizarse frente a otras de carácter suntuario como «los grandes palacios»23. Jovellanos echó mano de un argumento muy similar en su citado Informe24. A diferencia de otros autores anteriores a él, a algunos de los cuáles hemos citado, Ceán recogió sistemáticamente noticias de arquitectura (y por extensión de ingeniería) durante un largo periodo de años. Además, por su posición y por sus relaciones logró establecer una amplia red de colaboradores e informantes por toda España. De ahí que el volumen de información que recopiló fue inédito; también en relación a las obras públicas, extrayendo noticias de muy diversas fuentes, ya fuesen epigráficas, impresas, manuscritas o documentación de archivo. Conservamos por ejemplo la correspondencia de Ceán con algunos de estos colaboradores, donde se evidencia que las referencias a las obras públicas fueron materia de intercambio. Un ejemplo de muestra: el 27 de enero de 1819 Ceán escribió a Tomás González, comisionado regio en el archivo de Simancas desde 1815, agradeciéndole el envío de noticias sobre el puente gaditano de Zuazo [FIG. 7], en concreto sobre un reparo propuesto a principios del siglo XVI por Alonso Rodríguez, Maestro mayor de la catedral de Sevilla25. Por otras cartas sabemos que González le facilitó datos sobre arquitectos, pintores y escultores que habían trabajado en España, en especial bajo los Austrias. Sea como fuere, Ceán incorporó este apunte sobre Zuazo a las Noticias y transcribió el documento de la visita de Rodríguez al puente, fechado en 1509 y conservado en Simancas26. De hecho, Ceán llegó a solicitar a González noticias de las obras de ingeniería llevadas a cabo por los Reyes Católicos HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS
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FIG. 7. M. SÁNCHEZ, Puente de Zuazo, óleo sobre tela, h. 1782, Patrimonio Nacional.
para un elogio que Diego Clemencín se encontraba redactando27. Señalar que en 1820 Clemencín publicó un Elogio de la Reina Católica Doña Isabel donde, entre encendidos elogios a su tarea de gobierno, subrayó que su «amor ilustrado y sabio del bien público» le llevó a dictar providencias «sobre construcción de caminos y puentes para facilitar las comunicaciones interiores y comerciales del reino»28. Contamos con un par de casos de colaboradores mucho más sustanciosos. El primero que comentaré es el del marino José de Vargas Ponce [FIG.8]. Su estrecha relación con Ceán y la colaboración en sus proyectos historiográfico-artísticos es de sobra conocida29. No por casualidad, en el prólogo del Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las bellas artes en España (1800) Ceán citó a Vargas entre los «amigos y literatos» que le habían franqueado apuntamientos, en concreto sobre Murcia y Cartagena30. Tras la publicación del Diccionario, Vargas siguió en contacto con Céan. A principios del siglo XIX, Vargas fue destinado al País Vasco. Visitó distintas localidades y de muchas de ellas recogió y mandó a Ceán las noticias artísticas que iba consiguiendo, tanto por sus propias pesquisas como por las que le facilitaban eruditos o personajes locales. En una carta firmada en Sevilla el 23 de marzo de 1803, Ceán le comentó a Vargas que le enviase las noticias arquitectónicas conjuntamente. Al mandárselas de manera escalonada le resultaba difícil integrarlas en su relato, que no era un diccionario sino un discurso histórico, siendo «harto difícil entremeter nuevos párrafos»31. A esta petición, Vargas le contestó que era imposible cumplirla, pues se las iba enviando según iba visitando pueblos e iba consiguiéndolas: «lo que está en mí… es ir enviando cuantas 102
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FIG. 8. F. DE GOYA, José de Vargas Ponce, óleo sobre tela, 1805, Real Academia
de la Historia.
hay en cada pueblo», lo que hacía «cuando acabo de visitarlo y reconocer sus papeles». La consulta documental queda probada en algunos casos. Por ejemplo en Motrico, donde señaló que no podía recoger más referencias sobre sus construcciones pues «en los libros [parece que se refiere a los del ayuntamiento pues está hablando de empresas municipales] no se conserva más noticia, porque de ellos se conservan pocos en Motrico, milenta veces quemado»32. Advertir que de Motrico, a pesar de estas dificultades, Vargas le remitió referencias sobre la construcción de su muelle y del puente de Mendaro. Lo cierto es que de la mayoría de pueblos y localidades de las que conservamos cartas de Vargas informando de sus monumentos a Ceán, se encuentran referencias a obras de ingeniería civil. Entre otras razones porque la documentación sobre ellas, muchas veces vinculada a instituciones del gobierno local, no era difícil de localizar, o al menos no tanto como de otro tipo de construcciones. En Vergara le informaron a Vargas que los cinco puentes modernos de su jurisdicción fueron dirigidos por Francisco de Ibero33. Sobre HACIA UNA BIBLIOTECA DE HISTORIA DE LAS OBRAS PÚBLICAS
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FIG. 9. F. DE GOYA, Bernardo de Iriarte, óleo sobre tela, 1797, Museo de Bellas
Artes de Estrasburgo.
Deva anotó que Juan Ortiz de Olaeta levantó a principios del siglo XVII un puente de un solo ojo, volado en 179434. Mayor enjundia tuvieron las noticias sobre Guetaria y su puerto, del que ofreció copiosas informaciones sobre su construcción en el siglo XVI35. De hecho, la calzada que unía la isla de San Antón con el muelle de Guetaria, realizada por Juan Ugarte Velsua, le permitió a Vargas referirse a la trayectoria de este maestro, a quien calificó de «hidráulico e infanzón vizcaíno»36. También le remitió abundantes noticias de las obras del arquitecto Manuel Martín Carrera (fallecido en 1804), entre las que se encontraban distintas obras públicas como el puente de Ibarra o el camino real en la provincia de Guipúzcoa37. Ceán hizo buen uso de estas noticias, pues las incluyó en su historia sin prácticamente variarlas. Es más, en las propias cartas que mandó a Vargas expresó su interés en las relativas a las obras de ingeniería. Le agradeció las referencias al muelle de Guetaria y sobre las de Juan Ugarte Velsua le comentó «que producirán un buen artículo» (183). Así fue y en el tomo II ordenó los apuntamientos que le había facilitado Vargas sobre este maestro, anotando que «todo consta» en «los libros del ayuntamiento de aquella villa [Guetaria]»38. También le dedicó un artículo a Martín Carrera, incorporó las noticias 104
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sobre las actuaciones en el muelle de Guetaria en la primera mitad del siglo XVI39 o la construcción del puente de Deva en 1629 por Olaeta40. La copiosa correspondencia que Ceán cruzó a principios del siglo XIX con otro de sus más destacados colaboradores, con Bernardo de Iriarte [FIG.9], también desvela su interés por recoger noticias sobre obras públicas. Político que llegó a ocupar altos cargos en la administración y gran coleccionista artístico41, se conservan una serie de cartas durante su estancia en Valencia en las que Ceán, desde Sevilla, le solicitó referencias relativas a edificaciones hidráulicas del Levante. Evidentemente, Ceán confió en que su amigo le consiguiese variadas noticias arquitectónicas. No obstante, en marzo de 1807, escribió a Iriarte diciéndole que al escribir la vida de Antonelli y referirse a su propuesta de navegabilidad de los ríos de España, quería hablar de los «mil proyectos de esta naturaleza en el reino»42. Contaba con un manuscrito que creía de Bails, pero le faltaban noticias sobre otras empresas. Por ejemplo de la acequia de Quart en Valencia, de la que le pidió información de manera expresa. Iriarte se la acabó mandando, en concreto podemos documentar que le remitió una copia del raro impreso del notario Juan Font Discurso breve con que se prueba la posibilidad de sacar agua del rio Xúcar para los llanos de Quarte, Liria, Morviedro y otros (1628), que parece ser tenía Nicolás Rodríguez Laso y copió para Ceán el arquitecto José Cascant43. Sea como fuere, en la biografía de Antonelli de las Noticias, Ceán se remitió a otras propuestas de navegación interior y canales artificiales que se habían ido sucediendo en España desde el siglo XVI hasta su época (incluido Quart), lamentando no se hubiesen realizado en la mayoría de casos44. Pero éste no fue ni mucho menos el único envío «hidráulico» de Iriarte a su amigo asturiano. En abril de 1807, Ceán le comunicó haber recibido una relación del azud y presa de Muchamiel, también escrita por Cascant45. De hecho, valoró muy positivamente estas noticias, que le dieron pie a rogar a Iriarte, un mes después, referencias sobre una de las grandes fábricas hidráulicas españolas: la presa de Tibi. Era tal la importancia de esta obra erigida en el siglo XVI en las afueras de Alicante, que Ceán apuntó que teniendo noticias sobre los canales de Castilla, Aragón o sobre la presa de Lorca, «convendría no carecer del [pantano] de Tibi»46. Iriarte puso en marcha sus contactos para conseguir los mayores datos fidedignos posibles sobre esta construcción, ya citada en textos como la Chronica de la muy ilustre y leal ciudad de Alicante (1640) de Vicente Bendicho. Sabemos que el político canario mandó a Ceán distintos materiales sobre Tibi como algún impreso (no sabemos cuál), una relación manuscrita de Cascant, otra de autor desconocido y notas de la crónica de Bendicho. Del mismo modo, se puede documentar que contactó con José de Villanueva (casado con la viuda del arquitecto Vicente Gascó), Antonio Ibañez, manejador de las aguas de Tibi, Cayetano de Urbina, Intendente de Valencia, o Juan Ignacio Goyeneche, con acceso al archivo de los dominicos de Alicante, para que le facilitasen noticias47. Nunca antes una obra pública moderna había despertado un interés así por su pasado. Las Noticias revelan que, acabado el periodo ilustrado, las referencias sobre la historia de las obras públicas aparecidas en diversos medios se habían multiplicado. Su creciente importancia política, su predicada necesidad para el fomento, así como las pretensiones eruditas y profesionales respecto a la arquitectura en general y a la ingeniería en particular, estimularon el lento desarrollo de una biblioteca cada vez con mayor enjundia.
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NOTAS
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Este trabajo se ha desarrollado en el marco del Proyecto de Investigación I+D “La creación de un nuevo relato: críticos e historiadores del arte (1772-1838). Escritos e imágenes”, ref. PID2019-107170GB-I00, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación. 1. CÁMARA, 2000 y 2008; ARCINIEGA, 2019; CRESPO, 2019, pp. 67-71. 2. CRESPO y CERA, 2019. 3. MULLER, 1769, t. II, p. 57. 4. AGUILAR, 2012; CRESPO, 2017. 5. BERGIER, 1736, t. II, pp. 287-291. 6. SCHRAMM, 1735, pp. 188-194. 7. MULLER, 1769, t. II, pp. 62-63. En la segunda parte del tomo IV de L´Antiquité expliquée et representée en figures, Montfaucon hizo una breve referencia al puente de Alcántara. Fue en el citado Supplement en el que incluyó una más extensa descripción (MONTFAUCON, 1724, pp. 91-95). 8. MULLER, 1769, t. II, pp. 58-59. 9. MULLER, 1769, t. II, pp. 65 y 71. 10. CRESPO, 2017; LEÓN, 2019. 11. CRESPO, 2012. 12. CRESPO, 2008. 13. CRESPO, 2019, pp. 103-107. 14. ROMERO, 2015. 15. LARRUGA, 1789, pp. 9-10. 16. MIÑANO, 18126-1829, t. II, pp. 318-326. 17. Gazeta de Madrid, 15 de mayo de 1809. 18. CERA, 2019. 19. CRESPO, 2018. 20. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. II, p. 100. 21. CEÁN, s.a., f. 12v. 22. PERDICES y GOROSTIZA, 2019, pp. 157-158. 23. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. IV, p. 92. 24. JOVELLANOS, 1998. 25. VARGAS, 1900, p. 303. 26. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. I, pp. 139 y 284-285. 27. VARGAS, 1900, p. 281. 28. CLEMENCÍN, 1820, p. 32. 29. ABASCAL y CEBRIÁN, 2010; GARCÍA, 2016 y 2020. 30. CEÁN, 1800, t. I, p. XVI. 31. VARGAS, 1900, p. 227. 32. VARGAS, 1900, p. 204. 33. VARGAS, 1900, p. 140. 34. VARGAS, 1900, pp. 192-193. 35. VARGAS, 1900, pp. 160-161. 36. VARGAS, 1900, p. 164. 37. VARGAS, 1900, pp. 219-220. 38. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. II, p. 96. 39. Respectivamente LLAGUNO y CEÁN, 1829, IV, p. 230 y II, p. 15. 40. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. III, p. 191. 41. JORDÁN, 2007. 42. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 18 de marzo de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13. 43. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 15 de abril de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13. Advirtamos que este impreso se reeditó en 1818 (Valencia, Benito Monfort). 44. LLAGUNO y CEÁN, 1829, t. III, pp. 10-15. 45. Cartas de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 8 de abril y 6 de mayo 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13. 46. Carta de CEÁN a Bernardo de IRIARTE, Sevilla 27 de mayo de 1807. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13. 47. Biblioteca Fundación Bartolomé March, ms. B-101-A-13.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
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La formación intelectual de Sabatini J. ANTONIO RUIZ HERNANDO Profesor emérito Universidad Politécnica de Madrid
En estas líneas, más allá de adentrarnos en su trayectoria como arquitecto e ingeniero al servicio del rey, intentaré sintetizar la formación cultural de Francisco Sabatini, en el amplio sentido de la palabra, a través de su biblioteca, constituida por unos 511 títulos en los que hemos de incluir manuscritos, planos y estampas1. Nació en Palermo en 1721 y murió en Madrid en 1797. Se formó en la Academia de San Luca (Roma) y con F. Fuga y L. Vanvitelli, (con cuya hija Cecilia se casó, por poderes, en 1764) en el palacio de Caserta (Nápoles). En 1760 vino a España de manos de Felix Gazzola di Cereto, militar y noble muy vinculado a Carlos III y fundador del Real Colegio de Artillería de Segovia (1764)2 [FIG. 1]. Asentado en Madrid, y al servicio del rey, su carrera profesional alcanzaría las más altas cotas. En 1760 era capitán e ingeniero ordinario. Quince años después Consejero de Guerra y Comandante de Ingenieros del Ramo de Fortificaciones. A su muerte, Consejero Nato del Supremo Consejo de Guerra y Director de los tres ramos de ingenieros: Caminos, canales y arquitectura civil; Plazas y Fortificaciones, y Academias Militares. Tenía en sus manos todo el poder en este campo. Ha de añadirse que, en 1760, recién llegado, fue nombrado académico de San Fernando. Llaguno y Amírola, no sin cierta ironía, escribe: «De manera que fue el profesor más condecorado que se ha conocido en Europa, y en la historia moderna de la arquitectura»3. Era un hombre rico y vivía confortablemente en una gran casa, con capilla privada, bien amueblada y decorada con pinturas de M. Nani, Bayeu, Tiépolo, Mengs, Goya y Maella. El personal de servicio lo constituían varios criados, incluido un cochero, pues disfrutaba de seis coches.
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FIG. 1. Vista actual de la Casa de la Química, Segovia.
Su vida social corre pareja a la profesional. Se ha afirmado que Velázquez anhelaba ser noble. Otro tanto le ocurría a Sabatini, quien conseguiría el hábito de Caballero de Santiago, en 1773, y ser Gentilhombre de Cámara, en 1775. La pertenencia al círculo cortesano se confirmaría al casar a su hija Mariana con Jerónimo de Lagrua, hijo del príncipe de Carini, y a Teresa con el Marqués de Zayas. Una ojeada a la biblioteca nos produce la sensación de que Sabatini la había ido formando de una manera aleatoria –sin duda había muchos libros regalados– posiblemente porque tendemos a pensar en el arquitecto-ingeniero, pero si lo hacemos en el hombre no ocurre tal. La curiosidad de Sabatini abarcaba todos los campos de la cultura y la ciencia, si bien con ciertas preferencias. Muchas eran ediciones príncipes. Reseñaré en primer lugar los libros culturales. Sabatini leía en italiano, en español y en francés. Tengo mis dudas con respecto al inglés y latín, apenas hay libros en estas lenguas, y es muy significativo el número de diccionarios registrados, entre los que descuella el famoso Calepinus Septem Linguarum (Padua, 1752). Este diccionario en latín, publicado en 1502, fue añadiendo lenguas en las sucesivas ediciones hasta un total de once, incluidas las clásicas. He de añadir una serie de «diccionarios», se podría decir enciclopedias, sobre educación, historia, geografía, agricultura, jardinería, religión, ejército, fabulas, arte y ciencia, como por ejemplo la Cyclopedia or an Universal Dictionary of Arts and Sciences, de Ephaim Chambers (Londres, 1728). La religión y la filosofía cuentan con escasos ejemplares, no faltan de San Agustín y Tomás de Kempis, o el Elogio de la locura de Erasmo, ni Francis Bacon, Opera Omnia (Leipzig,1694), la obra que abrió los nuevos caminos para la investigación científica. Por el contrario, son más numerosos los de fisiología y medicina, algunos tan notables como la fisiología de Albertus Haller, la obra del celebérrimo Herman Boerhaave, profesor en Leiden y experto botánico, y el muy práctico de Jorge Bucham sobre medicina doméstica. 110
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Este acopio de libros tal vez obedezca a la naturaleza enfermiza, o hipocondríaca, de Sabatini, aquejado de la gota que fue causa de su muerte. En este sentido he de llamar la atención de un singular manuscrito, sin firmar, sobre el chocolate, producto de moda, en el que se resaltan sus propiedades medicinales, escrito que concluye: «una jícara de chocolate concilia las amistades, conserva las correspondencias; gobierna en los gabinetes; juzga en los tribunales; lee en las cátedras; predica en los púlpitos; canta en los coros, reza en la iglesia»4. No debió de apasionarle la literatura; están presentes Virgilio, Horacio, Ovidio, Petrarca, Bocaccio y Goldoni, o los españoles Feijoo y Guevara, pero brillan por su ausencia los grandes escritores: Homero, Dante, Shakespeare, Racine o Cervantes. Llama la atención que estén todos los fabulistas famosos, lo que se puede entender por la preocupación de la educación de sus hijas, debido al carácter moralizante de la fábula: Esopo, Fedro, Filelfo, La Fontaine e Iriarte y junto a ellos la Ciropedia (sic), es decir, «Educación de Ciro», de Jenofonte, Telemaco, de Fenelon y Belisaire de J.F. Marmotel, textos para la educación en los valores de la virtud en la vida pública y privada. Sabatini se inclinaba más hacia la historia y la geografía y le atraían los libros de viajes. De estos, contaba con A. Ponz, Viage de España […] (Madrid, 1772); M. Terracina, Historia general de los viajes (Madrid, 1763); Bell of Antermony, Voyages despuis St. Petersbourg en Russie, dans diverses contrées de l´Asie (París, 1766), y los 13 tomos de Storia de viaggi […] del capitano Cook […] (Nápoles,1784), del que se anota «carece de láminas» [FIG. 2]. Entre los ejemplares de historia de España destacan: Mariana, Historiae de Rebus Hispaniae y J. F. Isla, Compendio de la Historia de España. Obviamente abundaban los de Italia: Tito Livio, Polibio, Salustio, César, Tolomeo, o Plinio el Viejo, D´histoire naturelle (París, 1771-1782), edición bilingüe de Desaint. Los clásicos, pero también los modernos, desde L. Muratori, Annali d´Italia, de consulta aún hoy día, a F. Guicciardini, Historia d´Italia, obra clásica en la historiografía del país. La formación científica, y a la par el amor por lo clásico, se inició en Pestum. En 1734, Carlos III inicia la reconquista de Nápoles en poder de Austria. La victoria de Velletri (1744) fue decisiva. En ella tomó parte, junto al rey, el citado Felix Gazzola. Desde entonces, el ilustre militar gozaría de la amistad del monarca, de la que da testimonio la pintura conservada en el palacio de Caserta. Cuatro años después, Gazzola participaba en los descubrimientos de Pompeya y Herculano. A diferencia de estas ciudades, Pestum, la FIG. 2. J. COOK, Troisième voyage de Cook, París, 1785.
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FIG. 3. P. A. PAOLI,
Rovine della città di Pesto, Roma, Palearinniano, 1784.
antigua Posidonia, colonia griega fundada en el 600 a. C., ofrecía a la vista una serie de templos muy bien conservados. En 1746, el arquitecto Mario Gioffredo le informaba de su existencia. Se propuso entonces dibujarlos y medirlos. Fue pues, el primero en «los trabajos de limpieza, consolidación y salvamento de los templos de Pestum». Los arquitectos franceses J.G. Souflot y G.P. Dumont viajaron a Nápoles en 1750, para conocer los edificios y visitaron a Gazzola, quien les dejó los dibujos que se habían obtenido y que ellos, sin su permiso, editaron con ligeras correcciones5. El abate Barthélemy, ante la noticia de que Dumont iba publicar un libro sobre Pestum, escribió al conde de Caylus en los siguientes términos: «Es preciso que sea usted informado [que] Gazola es el primero que ha tenido conocimiento exacto de estas ruinas», que las visitó y llevo allí arquitectos que levantaron los planos bajo su dirección. El Padre Paoli amplia la información: 112
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Los alzados y las perspectivas fueron dibujados por un arquitecto y pintor [Gian Battista Natali] Cogió el encargo de medir las plantas y todas las partes el señor Sabatini, arquitecto entonces de Carlos III Rey de las Dos Sicilias y ahora en el mismo servicio […] en España.
La venida de Carlos III a España, en 1760, forzó la de Gazzola, quien se olvidó del proyecto de publicar los trabajos sobre Pestum para atender otras obligaciones. Otros interesados en el tema lo harían, entre ellos Thomas Mayor, The ruins of Paestum, Otherwise Posidonia, in Magna Grecia (Londres, 1768). Por fin Gazzola, aliviado de sus tareas, y movido por varias razones, publicaría Rovine de la citta de Pesto ancora Posidoni (Roma, 1784). La edición fue supervisada por el P. Paoli y costeada por Carlos III6 [FIG. 3]. Entiendo que su trabajo en Pestum fue el detonante de su amor hacía la cultura clásica. Tenía ediciones de los escritores latinos, no de los griegos, curiosamente, y LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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FIG. 4. D. DE RUBEIS, Romanae Magnitudinis Monumenta, Roma, 1699.
numerosos libros de estampas: Joniam antigüedades (Londres, 1769) y Antigüedades de Atenas (Londres, 1762), así aparecen citados en la testamentaria y que son las obras famosas de J. Stuart y N. Revett con textos en inglés, libros clave para el conocimiento de la arquitectura griega y, junto con estos, J. P. Bolzani, De Sacris Aegipciorum Literis, (Basilea,1556), considerado un diccionario de iconografía. Sin embargo, llama poderosamente la atención que, enamorado de la cultura clásica, no conste en su biblioteca el libro de J.J. Winckelmann sobre el arte antiguo, editado por primera vez, en alemán, en 1764, que fue rápidamente traducido al francés, lengua que leía, y de la que Diego A. Rejón de Silva hiciera una traducción al español en 17847. Un libro crucial que aborda el arte desde Egipto hasta Roma. Esta ausencia tan significativa me lleva a considerar si realmente Sabatini «vibraba» con la cultura clásica o tan solo con la arquitectura. Nacido en Italia, formado culturalmente en Nápoles y Roma, es obvio que ahondara en el conocimiento del pasado de estas monumentales ciudades en que había vivido. Hizo acopio de grabados y de libros, desde aquellos más o menos veraces a los que son un derroche de imaginación. Se trata de Le Antichita di Ercolano esposte (Nápoles, 1757-1792). Se compone de ocho volúmenes de grabados, de gran calidad, impresos en la Imprenta Real y destinados a un público selecto, por lo que deduzco que fuera un obsequio, como debió de serlo el ejemplar dedicado al palacio de Caserta. También tenía ediciones príncipes de F. Maria Pratilli, Vía Apia (Nápoles, 1745); Pedro Bartoli, Admiranda Romanorum Antiquitatum 114
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FIG. 5. G. B. PIRANESI, De Romanorum Magnificentia et Architectura, Roma, 1761.
(Roma, 1693) y el muy curioso del editor Dominici de Rubeis, Romanae Magnitudinis Monumenta […] [FIG. 4], con numerosos grabados de desigual calidad, algunos más finos de P. Bartoli, pero interesante porque reproduce construcciones romanas sorprendentes, por ejemplo el circo de Nerón con el obelisco que hoy se yergue en la plaza de San Pedro o una deliciosa interpretación de la isla Tiberina. Del arqueólogo y erudito crítico de pintura Bellori, Veteres arcus Augustorum, (Roma, 1690), con minuciosos grabados de los relieves que les exornan. Otra cosa son los magníficos de Piranesi De Romanorum Magnificentia et Architectura (Roma, 1761) [FIG. 5]. Sabatini adquirió este libro, y no el famoso Carceri d´invenzione, movido no tanto por la belleza de los grabados –las Prisiones son un paradigma a este respecto– sino por su valor testimonial, aunque en los edificios reproducidos, frente a las estampas realistas de Stuart y Revett, haya un tanto de fantasioso. LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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La ingente tarea desplegada por Sabatini, en diversos campos, hace que pase desapercibida su actuación, durante algún tiempo, en la Real Fábrica de Tapices, que dirigía Mengs. En el inventario de sus bienes, se anotan pinturas de Maella, Bayeu y Goya, de las que se dice que estaban destinadas al tapiz, es decir pintura adecuada para la decoración de residencias. No se precisa si fueron regalos o pintura adquirida, en todo caso se puede suponer que la intervención en la fábrica propiciaría el conseguirlas. Las obras de Tiépolo y de Mengs se apartan de este grupo. La relación con Antonio Rafael Mengs (1728-1779) debía de ser cordial. Sabatini tenía la obra teórica de Mengs editada por J. Nicolás de Azara en Madrid en 1780 y, además, del célebre pintor que había retratado a la familia real, el suyo y el de Cecilia Vanvitelli, si bien al pastel, pero no los de las hijas. Se puede inferir, por tanto, que no era un experto en pintura. Su retrato por Mengs era una forma de afianzar su posición social, como los libros de arte lo eran en lo cultural, comenzando por Vasari y concluyendo por su contemporáneo Hogarth. De Giorgio Vasari, en edición príncipe, Le vite de piu eccellenti pittori scultori e architettori (Venecia, 1550). Vasari, «el más antiguo historiador de artistas que se haya propuesto describirlos con cierta amplitud de miras e intereses, ayudado por una buena cualidad de escritor»8, intentaba relacionar la biografía de los artistas con la teoría del arte. Muy importante es, en edición príncipe, G. P. Lomazzo, Trattato dell´arte de la pittura (Milán, 1584) [FIG. 6], sin olvidar C. Ridolfi, Le vite degli illustri Pittori Veneti e dello Stato (Venecia, 1648). Entre los extranjeros, no una obra de historia de la pintura al uso, sino la teórica del pintor y grabador contemporáneo inglés W. Hogarth, L´analisi della bellezza (Livorno, 1761), –para L. Venturi se trata de «un ensayo acerca del tránsito directo del gusto rococó al romanticismo»– y una traducción al francés, de 1750, del poeta inglés A. Pope, sobre la moral y el gusto, que había influido en Hogarth. Y nos vamos acercando al Sabatini arquitecto e ingeniero. En el inventario un gran porcentaje de los libros corresponde a obras de matemáticas, física, ingeniería y arquitectura. Empezaré por éstos, pues nos sirven de nexo entre el mundo del Arte y el de la construcción, de hecho, Vasari escribe sobre pintores y arquitectos indistintamente y Alberti otro tanto. Vitruvio inicia la serie tanto en cronología cuanto en el número de ediciones con que contaba. Vitruvio fue arquitecto, pero ante todo ha pasado a la Historia por su tratado De Architectura, en 10 libros, publicado, tal vez, entre el 27 y el 23 a. C. Ha llegado el texto, pero no las imágenes. Para el autor, la arquitectura se compone de cuatro elementos: orden arquitectónico, disposición, proporción y distribución. Influyó notablemente en el Renacimiento, y se editó por vez primera en 1486, al cuidado de G. Sulpicio de Veroli. Francisco Sabatini poseía varias ediciones: Roma, 1486; Roma, 1521; París, 1547; Venecia, 1567; París, 1673; París,1684; Nápoles, 1758 y Madrid, 1761. Es decir, desde la edición príncipe a la de Madrid, pasando por la primera traducción al italiano (1521), debida a Cesare Cesariano, con xilografías; la primera francesa (1547); la veneciana por Daniel Bárbaro (1567), con excelentes ilustraciones; las de Perrault (1683 y 1684) –a este arquitecto francés se debe la denominada «triada vitruviana»: Venustas (Belleza), Firmitas (Firmeza) y Utilitas (Utilidad), conceptos que Vitruvio solo aplicó en determinados edificios públicos–; la de Nápoles (1758), por el arqueólogo Berardo Galiani, en edición bilingüe latín e italiano, magníficamente ilustrada; y la de
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FIG. 6. G. P. LOMAZZO, Tratatto dell´arte della pittura, scoltura
FIG. 7. ALBERTI, L´architettura, Monte Regale,
et architettura, Milán, Paolo Gottardo Pontio, 1585.
Leonardo Torrentino, 1656.
Madrid de 1761, traducción para los estudiantes de la Academia de San Fernando de la de Perrault, a cargo de José Castañeda, académico de la misma. El hecho de que Sabatini poseyera ocho ediciones de Vitruvio presupone un conocimiento profundo de su obra (consta que la había estudiado), ahora bien, la adquisición de la edición príncipe, es la confirmación de un hombre que amaba el mundo clásico, más allá del coleccionista, y que intentaba acercarse a él incluso en lo temporal: el Vitruvio de 1486 es «más antiguo» que el de 1761 y está en latín. El libro de Vitruvio era conocido en la Edad Media, pero solo un hombre de la cultura de Leon Battista Alberti [FIG. 7], sabedor de la arquitectura romana y buen latinista, amén de otras disciplinas, un «Homo Universalis», era capaz de interpretar correctamente el texto. Había escrito sobre pintura y escultura, y su libro De re aedificatoria (Venecia, 1565), en diez libros, en homenaje el tratado vitruviano, será la base para todos los teóricos posteriores. En opinión de Venturi, los cuatro libros del siglo XVI más importantes sobre arquitectura son los de Serlio, Vignola, Palladio y Scamozzi, y representan «más que nada, un espejo de unas necesidades prácticas y sociales». El más interesante es Serlio, por cuanto tiene de trasgresor de la normativa al uso. Fue muy conocido en España, traducido en 1563 por F. Villalpando. Sabatini poseía los cuatro: Serlio, Sette Libri dell´architettura (Venecia, 1547); Vignola, Regola delle cinque ordini dell´architettura (Venecia,1562). Palladio, I quatri libri dell´architettura (Venecia, 1616); Scamozzi, Dell idea dell´architettura Universale (Venecia, 1714), e I Cinque Ordini d´Architettura (Verona, 1735), atribuido falsamente a Sanmichele, un arquitecto militar. LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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FIG. 8. L. VANVITELLI, Dichiarazione dei disegni del Reale Palazzo di Caserta, Nápoles, Reale Stamperia, 1756.
Junto a los tratadistas «clásicos» también encontramos los del momento. Del editor Domenico de Rossi, Studio d´architettura Civile di Roma[…] (Roma, 1702), con alzados de iglesias y palacios barrocos9; Guarino Guarini, Architettura Civile […] (Turín, 1737), tratado en cinco partes; Margaritis, Proposizioni teorico-pratiche d´architettura civile (Milán 1766); y Luigi Vanvitelli, Dichiarazione dei disegni del Reale Palazo di Caserta (Napóles, 1756), un libro sobre el palacio donde el propio Sabatini había intervenido, de gran tamaño e ilustrado con magníficos grabados de planos, secciones, alzados, etc. [FIG. 8]. Sabatini hubo de conocer a Filippo Juvarra, el prestigioso arquitecto que trabajó en España y murió en Madrid en 1736. Su obra debió de interesarle, ya que tenía un libro sobre la iglesia de San Felipe de Turín y un enigmático Casa de recreo del rey de Turín, folio, pasta (sic), que deduzco pueda tratarse de La Venaria Reale. Palazzo di piacere e di caccia […] (Turín, 1674), del arquitecto A. Castellamonte, quien había intervenido en el palacio proyectado por Juvarra. Esta selecta biblioteca de arquitectura italiana se complementa con dos obras que se adentran en problemas de técnica y estabilidad, cual son: Domenico Fontana, Della trasportatione dell´obelisco vaticano et delle fabriche di nostro Signore Papa Sisto V (Roma, 1590), y Carlo Fontana, Il Tempio Vaticano e sua origine (Roma, 1694). El obelisco egipcio, transportado a Roma desde Egipto hacia el año 40 fue instalado en el circo de Nerón, en la colina Vaticana, lugar del martirio de San Pedro10. Mide 25 118
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metros de altura y pesa 320 toneladas. En 1585, Sixto V ordenó trasladar desde el sitio en que se alzaba, junto a la antigua basílica de San Pedro, hasta el punto en que hoy se yergue. El trabajo de traslado y nueva elevación duró un año, finalizando el 10 de septiembre 1586. La proeza técnica quedó magníficamente ilustrada en el citado libro. Entre los años 1506 y 1514, Bramante levantó los pilares torales de la basílica de San Pedro, pero habría de ser Miguel Ángel quien proyectara la cúpula que la corona, llevada a cabo por Giacomo della Porta y Domenico Fontana (1588-1590). Ya durante su construcción se hicieron sentir daños en los arcos torales, daños que se manifestaron en la cúpula en el siglo XVII. Al agravarse el problema, se realizaron trabajos de inspección y en 1694 Carlo Fontana publica su libro, base para los estudios posteriores. En 1742, se reavivó la polémica sobre la estabilidad de la cúpula y fue entonces cuando Benedicto XIV decidió consultar a expertos matemáticos. Francesco Jacquier, Tommaso Le Seur y Ruggiero Giuseppe Boscovich redactaron un informe conocido por Parere di tre mattematici sopra i danni que fino sono trovati nella cupola di S. Pietro, sull fine dell’ Anno MDCCXLII. La profesora Gemma López publicó un interesante estudio sobre dicho informe11. En su opinión, «supone una contribución muy significativa en el campo de la teoría de estructuras, el primer ejemplo correcto de la aplicación de la teoría de bóvedas». Sería G. Poleni, físico y matemático, quien lo solucionaría proponiendo la utilización de zunchos. El estudio se ilustra con los grabados del libro de Fontana. LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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El problema de la estabilidad de la cúpula llamó poderosamente la atención de Sabatini, pues en el inventario se registran las siguientes obras sobre el tema: el ya citado Parere di tre mattematici […].; Riflessione di Padri Tommaso Le Soeur, Francesco Iacquier […] e Ruggiero Giusepe Boscovich […] della cupola (Roma, 1743); P. Dominico Sante Santini, Parere intorno allí Contraforti, ed altri danni della Cupola Vaticana (Roma, 1743); G. Poleni, Memorie istoriche della Gran Cupola del Tempio Vaticano (Padua, 1748); Breve discorso di Gaetano Chiaveri […] circa i danni riconosciuti nella portentosa Cupula di San Pietro di Roma […] (Pesaro, 1767); C.F. Dotti, Proyecto para fortalecer la media naranja de San Pedro, manuscrito [sic]12. El hecho de que se hiciera con todo lo publicado sobre la cúpula demuestra que para Sabatini la estructura era esencial. A mediados del siglo XVIII se había constituido un grupo de matemáticos en la corte de Nápoles. Entre otros destaca la figura de Nicola Martino, maestro de tal materia de Fernando IV, y autor de Nuovi Elementi della teoría delle mine, con trattato delle misure della volte (Nápoles, 1780), en que se estudia la bóveda de arista en proyecciones cónicas. También hay que añadir la de B.S. Sgrilli, Descrizione e studi dell´insigne fabbrica di S. Maria del Fiore (París, 1733), y el tratado más generalista de A. F. Frezier, La Theorie de la Pratique de la Copupé des Pierres et des Bois pour la constructión de voutes […] (París,1737)13 [FIG. 9]. El segundo apartado es el constituido por obras de tratadistas franceses. De Ch. Perrault, Ordonnance des cinq especes de colonnes selon la mèthode des anciens (París, 1687), en que expone la libertad con respecto a las proporciones clásicas de los órdenes. En 1702, se publicaron las Memoires d´architecture, de M. Fremin y, en 1714, el grabador S. Le Clerc, el Traité d´Architecture. Ya entrado el siglo, de uno de los teóricos más notables, J. François Blondel, maestro de arquitectos franceses, el Cours d´architecture ou traité […] des batiments (París, 1771). En su introducción se puede leer «Ce Cours d´Architecture n´etant qu´un corps de Leçons que nous les donnons encore dans nos Ecoles». También De la distribution des maisons de plaisance (París, 1737). De M. J. Peyre, discípulo de Blondel, Oeuvres d´architecture (París, 1765). De C.A. Jombert, Architecture moderne (París, 1764) y el ya citado de Frezier. El influjo del tratado de Blondel fue enorme, se extendió a Inglaterra, tal es el caso de W. Chambers, A treatise on civil architecture (Londres,1768). De este famoso arquitecto poseía, así mismo el peculiar y debatido, A dissertation on oriental gardening, (Londres, 1772), traducido al francés y al alemán. La tratadística francesa, en especial Blondel, llegó igualmente a España: «Son los tratadistas franceses los que sostienen la Arquitectura Civil de Bails, comenzando por el Curso de Arquitectura de Blondel y Patte, siguiendo por el Tratado de Estereotomia de Frezier…»14. Sabatini poseía ejemplares de Bails (1782), de Blondel (1771), de Frezier (1789) y de Patte (1769). Así mismo, M. Losada, Compendio de arquitectura civil (1740); A. Valzania, Instituciones de Arquitectura (1792); Villanueva [sic], Juicio de la Iglesia de San Francisco de Madrid, y los escritos de Ardemans. Por lo que respecta a la jardinería contaba con libros sobre Versalles, Marly, las Tullerías o jardines ingleses. Como ya vimos, la formación de Francisco Sabatini fue eminentemente italiana en todos los aspectos. Se inició en Caserta, en el palacio real, y abrió sus ojos a la cultura clásica en 120
LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 9. A. F. FREZIER, La theorie et la pratique coupe des pierres et des bois,
Estrasburgo, Guenin, 1737.
Pestum. Su vida transcurrió en España, al servicio del rey, pero nunca olvidó Italia. Poseía libros sobre arquitectura veneciana, saboyana, y piamontesa y sobre todo de la ciudad de Roma, la hacedora del mundo barroco, además de monografías sobre edificios de París o Ámsterdam. No le eran ajenos los postulados del renacimiento italiano, ni la obra de los grandes arquitectos barrocos y, como veremos, aunque la cultura en el siglo XVIII se desplace a Francia y en París se impriman los famosos tratados sobre arquitectura y fortificación, siempre contará en su biblioteca con algún libro italiano sobre estos temas. En enero de 1784, el rey, en agradecimiento a los servicios prestados, nombraba a Francisco Sabatini «director comandante del ramo de Fortificaciones», con las prerrogativas del decreto de 1774, por el que se había establecido «la nueva planta del cuerpo de ingenieros». Habría de dejar la dirección de las academias y «entregarse a los planos». El ingeniero Sabatini contaba con una sólida formación en matemáticas y geometría; conocía a Euclides, Newton [FIG. 10], Euler, etc. Las matemáticas eran necesarias para entender las nuevas formas de arquitectura militar, pero, además, sabía de física, de hidráulica y de materias afines. Y, aunque no considerara «necesario» el dibujo para un ingeniero, tenía libros sobre perspectiva e incluso sobre ornamentación (Berain), y él mismo dibujó a la aguada los candelabros para el altar mayor de la catedral de LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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FIG. 10. I. NEWTON, Philosophiae naturalis, Principia mathematica,
Ginebra, Barrillot, 1739.
Segovia, amén de los proyectos para éste. Así pues, antes de adentrarnos en el capítulo de ingeniería y fortificación, detengámonos un momento en los libros de perspectiva. Durante el siglo XVIII la enseñanza de la perspectiva en las academias militares tuvo un valor similar a las matemáticas y otras disciplinas15. El dominico y matemático E. Danti editó Le due regole della prospettiva (Roma, 1583), de Barozzi da Vignola, en el que se explican los métodos de ejecución de perspectivas mediante teoremas y demostraciones16. El tratado de A. Pozzo, Perspectiva Pictorum Architectorum (Roma, 1693), tuvo una enorme influencia en la España del siglo XVIII, a través de la enseñanza en los colegios de La Compañía17. Otros dos tratados, el de F. Galli Bibiena (1753), y el de S. Jeurat (1750) se abren al mundo de escenografía y de la pintura. Este último enlaza, sin embargo, con La science des ombres par raport au dessin» (París, 1750), de Dupain de Montesson [FIG. 11]. Está dedicado a un gran mando del ejército francés, a quien le dice que le será de gran utilidad. Su objetivo era formar buenos dibujantes, en el ejército o en el cuerpo de ingenieros, capaces de manejar el color y apreciar la sombra como generadora del volumen.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 11. M. DUPAIN DE MONTESSON, La science des ombres, París,
Charles-Antoine Jombert, 1750.
Las matemáticas eran esenciales, –tesis sostenida por Deidier que la consideraba la más abstracta de las ciencias18– y en menor medida la física –«de todas las ciencias la física es la más perfeccionada por la experiencia y sus observaciones» (Musschenbroek)– en la formación del ingeniero. En la biblioteca de Sabatini se registran cerca de un centenar de publicaciones científicas si añadimos los de hidráulica y otras materias similares. Del famoso, y mil veces citado Euclides, Euclidis Elementorum (Roma, 1589); del conocido astrónomo Cristóbal Clavio, La prospettiva di Euclide, (Florencia, 1623), I. Danti, Elementi d´Euclide (Pesaro, 1619), y A. Tacquet, Elementa euclidea geometriae (Basano, 1781). Escoger entre este cúmulo de obras científicas es un riesgo, sobre todo si se es ajeno a estas disciplinas. He seleccionado las siguientes: Isaac Newton, Philosophiae naturalis principia matemática (Génova, 1739), en latín, y Arithmetica universalis (Lyon, 1732); Belidor, Nouveau cours de mathematique a l´usage de l´artillerie et du genie (París,1725); L. Euler, Institutiones calculi differentialis cum eius usu in analisi finitorum (San Petersburgo, 1755); en latín, C. Wolfii, Elementa matheseos universae, (Génova, 1743) [FIG. 12], y R. J. Boscovich, Elementorum universae mathesos, (Roma, 1754); M. l´Abbe Deidier, La mesure des surfaces et de solides […], (París, 1740) y Éléments generaux […] LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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necessaires a l´artillerie et au genie (París, 1773) [FIG. 13], y P. Musschenbroek, Cours de physique experimentale et mathematique (París, 1769) [FIG. 14]; del Director del Colegio de Artillería de Turín, Alessandro Papacino d´Antoni, Instituciones físico-mecánicas para el uso de los Reales Colegios de Artillería de Turín (Estrasburgo, 1777). Para concluir dos españoles: B. Bails, Elementos de matemáticas (Madrid, 1793) y P. Giannini, Curso matemático […] Real Colegio de Artillería (Madrid, 1779) [FIG. 15]. Si en la tratadística de arquitectura, digamos civil, Francia se pone a la cabeza de Europa en el siglo XVIII, otro tanto ocurre por lo que respecta a la arquitectura militar, bien entendido que los escritores sobre esta materia no eluden en sus obras referencias a aquella, a los tratadistas clásicos, con inserción de láminas en que se reproducen los tradicionales órdenes, por ejemplo Belidor, quien es, además, un referente para la teoría de la bóveda. No obstante, la formación de un ingeniero, a cuyo cargo estará la construcción de plazas fuertes había de sumar a los conocimientos del arquitecto aquellos exclusivos de la poliorcética, tan unida al desarrollo científico del armamento, en especial de las bocas de fuego. La biblioteca científica de Sabatini, de ciencias exactas y física, se complementaba con numerosos tratados de hidráulica, puentes y caminos, etc. Pero sus cargos en el cuerpo de ingenieros y en el ejército demandaban una atención especial a los de fortificación y guerra. Era consejero nato del Supremo Consejo de Guerra y en 1782 redactaba un proyecto, del mayor interés, para atacar Gibraltar, con un plano en que se disponían las bocas de fuego. Poseía publicaciones sobre las ordenanzas de ejércitos extranjeros y, por supuesto, sobre el movimiento de tropas y la construcción de plazas. Sin duda la sombra de Vauban planea sobre toda la tratadística del momento, pero también Sabatini poseía tratados anteriores de sus compatriotas: P. Cattaneo, I quattro primi libri di architettura […] (Venecia, 1554), «uno de los primeros estudios sobre las poligonales de ciudades fortificada con bastiones»; G. Alghisi da Carpi, Delle Fortificazioni […] (Venecia, 1570); Lorini, Delle Fortificatione (Venecia, 1609), en que se abordan temas sobre geometría, diseño de la planta, construcción de murallas y torres, entorno y alojamiento de los soldados; F. Tensini, Delle fortificazione […], (Venecia, 1624); P. Sardi, L´artiglieria (Bolonia, 1629), Architettura Militare (Venecia,1638); del francés A. Fritach, L´architecture militaire (1648). Se puede mencionar el tratado de A. Capras, La nuova architettura civile e militare (Cremona, 1717), por cuanto pone de manifiesto el sutil hilo que diferencia una de otra arquitectura. S. P. de Vauban apenas escribió, sin embargo, su teoría sobre la nueva fortificación, derivada de la práctica –asistió a bastantes asedios, tomó numerosas plazas, y construyó o reparó cerca de 300– tuvo una gran respuesta: casi todos los tratados aluden a él. Sabatini poseía el Traite des sieges et de l´attaque des places (La Haya,1737). Un seguidor incondicional fue Belidor. Es el autor de La science des ingenieurs, (París, 1729) [FIG. 16]. Dedicada al rey, escribe en el prefacio: Si se consideran todos los diferentes trabajos donde los Ingenieros llevan la dirección se convendrá que no hay profesión que exija más conocimientos que la suya […] en fin, se puede decir que un buen ingeniero es un hombre universal, que nada honra más a Francia que tener un gran número capaz de todas las cosas a las que me he referido.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
FIG. 12. C. WOLFF, Elementa mathesos universae, Ginebra,
FIG. 13. A. DEIDIER, Le parfait ingenieur françois, París,
Gosse, 1743.
Charles-Antoine Jombert, 1742.
FIG. 15. P. GIANNINI, Curso matemático para la FIG. 14. P. VAN MUSSCHENBROEK, Cours de physique
experimental et mathematique, París, Bailly, 1769.
enseñanza de los caballeros cadetes del Real Colegio de Artillería, Madrid, Joaquín Ibarra, 1779.
LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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FIG. 16. B. FOREST DE BÉLIDOR, La science des ingenieurs dans
FIG. 17. G. LE BLOND, Traité de l´artillerie, París,
la conduite des travaux de fortification et d´architecture civile, La Haya, Pierre Gosse, 1754.
Charles-Antoine Jombert, 1743.
Emplea las matemáticas para calcular el espesor de los muros y expone su teoría completa de bóvedas con ejemplos de aplicación. De hecho, el libro II de este importante compendio (el primer manual de ingeniería) está dedicado enteramente a la «Mecánica de las Bóvedas»19. Pero, así mismo el cap. II «Del conocimiento de los cinco órdenes en general», con láminas donde se reproducen monumentos de la antigua Roma, con referencias a Vitruvio, Serlio, Vignola, Scamozzi…, y el Libro V a la decoración. En suma, un libro para ingenieros y también para arquitectos. El segundo autor es el matemático Gillaume Le Blond. En el Traité de l´Artillerie ou des armes[...] (París, 1763) [FIG. 17], trata del cañón, de los morteros, de las balas, granadas, de las minas; «de las municiones necesarias para formar el asedio o ataque de una plaza». Escribe en el prólogo de Elementos de fortificación […] (Madrid, 1776): «Una de las partes más esenciales del Arte Militar es la Fortificación, cuyo conocimiento no solo interesa a los Ingenieros y Artilleros, sino también a los Oficiales generales que pueden tener a su cargo el ataque y defensa de las Plazas». El objeto del tratado es proporcionar ideas exactas sobre la fortificación y mantener sus reglas y principios fundamentales para que cualquiera, por sí solo, pueda aplicarlas útilmente a la construcción de toda especie de obra. «Nos parece no haber omitido en esta obra cosa alguna esencial a los Elementos de Fortificación y aunque se hayan escrito otras
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
muchas más voluminosas sobre la misma materia, en ninguna se explican las reglas y principios con mayor extensión que en la presente, la cual puede comprenderse con mucha facilidad, como lo ha manifestado la experiencia. Los que la hayan estudiado tendrán luces más suficientes para reconocer nuestras mejores Plazas y observar si sus fortificaciones están bien adaptadas a las máximas generales recibidas». A estos dos títulos se han de añadir: Tratado de defensa de las plazas […] y Elementos del ataque de las plazas (Madrid, 1777). Otros tratadistas franceses: el Abate Deidier, Le parfait ingenieur françois […] ou la Fortification offensive et defensive (París, 1742); del matemático y profesor de artillería, D. G Trincano, Élements de Fortificacion […] (París, 1768). Por lo que respecta a la fortificación de campaña: Chevalier de Clairac, L´ingenieur de campagne ou traité de la fortificatión passagère (París,1757). Del matemático y arquitecto alemán Leonhard, C. Sturm, Le veritable Vauban se montrant au lieu du faux Vauban (La Haya, 1708). Son contados los autores españoles en la biblioteca de Sabatini, de los que se echa en falta a Sebastián Fernández de Medrano. Un panorama general de la artillería española en Vicente de los Ríos, Discurso sobre los ilustres autores e inventores de artillería [...]. (Madrid, 1767). De Raimundo Sanz, Mariscal de Campo y partícipe en la expedición de Italia de 1734, Principios militares […] guerra subterránea […] para instrucción de la ilustre juventud del Real Cuerpo de Artillería (Barcelona, 1776,) y del famoso Pedro Lucuze, Principios de fortificación (Barcelona, 1772). Muy interesante es la traducción hecha por M. Sánchez Taramas del inglés Muller, Tratado de fortificación o arte de construir edificios militares y civiles (Barcelona, 1769), con numerosas adiciones. Como encargado del empedrado y limpieza de Madrid, realizó varios proyectos para el saneamiento de pozos, alcantarillado y viajes de agua, algo de lo que ya se había ocupado Teodoro Ardemans, autor de Ordenanzas de Madrid, y del Curso subterráneo de las aguas de Madrid, publicados en 1720 y 1724. También de J. Alonso de Arce, un libro de curioso título, Dificultades vencidas (Madrid, 1735), en realidad unas instrucciones para la limpieza de Madrid. Había elaborado siete planos del Camino General y Transversal de Galicia. Poseía de Campomanes, el Itinerario real de postas […] (Madrid,1761), un «dictamen sobre la anchura de los caminos reales» y el proyecto de J. M. Zermeño para el camino de Barcelona y dos excelentes libros sobre caminos: Gautier, Traité de la construction des chemins (París, 1755), y Traité de points et chemins (París, 1765). Pero, al margen de estas actuaciones prosaicas, Sabatini sentía una gran curiosidad sobre la naturaleza del agua, con una docena de libros sobre el tema, entre ellos J.T. Desaguiliers, Hydrostaticks (Londres, 1718), que fue alumno de Newton y experto en ingeniería hidráulica; M. Belidor, Architecture hydraulique ou l´art de conduire […] (París, 1737); D. Guglielmini, Della natura de fiumi (Bolonia, 1739), un tratado físico matemático, y D. Michelotti, Sperimenti idraulici della Parella (Turín, 1767), que recoge los experimentos hechos por el matemático en el depósito real de aguas de La Parella, en Turín. Por último, un interesante libro sobre cimentación en el agua: M. Tardif, Nouvelle methode d´encaissement […] (París, 1757), ingeniero de puentes y caminos. LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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Para concluir, unas breves palabras sobre la relación de Sabatini con Segovia. Gazzola había elegido el Alcázar de la ciudad para sede del futuro Colegio de Artillería. El 18 de mayo de 1764 tuvo lugar la solemne apertura con la lección inaugural por el Padre Eximeno, jesuita. El 17 de mayo de 1763, había escrito Eximeno: Habrá cuatro meses que me encontré con carta de Sabattini con quien no tenía yo más relación que haberle tratado ahí cuatro o seis veces, en la que me decía, que habiendo el Rey determinado erigir una nueva Academia de Cadetes en Segovia, y preguntándole el Conde de Gazzola al mismo Sabattini si tenía noticia de algún sujeto hábil para maestro de la nueva Academia, le respondió que en España no hallaría otro más a propósito que yo.
Sabatini, a través de Gazzola, participa de algún modo en la fundación del Colegio de Artillería, al elegir como profesor a un matemático, lo que, a su vez, supone estar muy al tanto del mundo científico en España. Y hay algo más en esta vinculación con la ciudad. Sabatini había trabajado en La Granja –allí tenía alquilada una casa, como buen cortesano, para estar durante la jornada de verano de los reyes en la localidad–, en la Fábrica de Moneda y en la catedral. Para ésta diseño el retablo principal y seis blandones de plata para el presbiterio, cincelados por el platero italiano Antonio Vendetti, con quien había colaborado en otras ocasiones. Estos diseños vienen a confirmar el dominio de la línea y de la aguada por parte del ingeniero (tenía algún libro sobre platería y de adornos, por ejemplo Berain). Además, hemos de atribuirle la Casa de la Química, edificio construido ex profeso para experimentos químicos –en ella trabajó L. Proust– porque, al margen de las relaciones meramente formales con otras obras suyas, Sabatini era el arquitecto del rey y hombre versado en la ciencia, por lo que le era fácil proyectar un edificio destinado a tal fin [FIG. 1]. No se relacionan los planos entre aquellos que dejó a su muerte, pero en algún sitio deben de estar.
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LOS LIBROS DEL INGENIERO
NOTAS 1.
2. 3. 4.
5. 6. 7. 8. 9. 10. 11. 12.
13. 14. 15. 16. 17. 18. 19.
En el testamento se registraron los libros. A veces, el escribano no entendía bien el nombre del autor por ejemplo Chambru por Chambers, o el título, Las Lógicas de Rafael por Las Logias de Rafael, otras no se anotaban el lugar y fecha de edición. Los títulos abreviados y siempre en castellano. Todo dificulta la búsqueda del libro en el idioma original. En ocasiones, las menos, no lo he encontrado. Por lo general los títulos son muy largos, por lo que he optado por transcribir las primeras y últimas palabras. La relación íntegra de los libros en RUIZ, 1993. RODRIGUEZ, 1993. LLAGUNO, 1829. El manuscrito no se registró en el inventario, frente a otros de los que se tomó nota, lo que me hace pensar si no fue escrito por el propio Sabatini. Afirma que las conversaciones con personas en las cortes de Roma, Nápoles, Ginebra, Turín y Francia y en los puertos de Marsella, Génova y Livorno, y «por último en nuestra Nación y Corte española y los abusos y defectos que he notado en algunos facultativos contrarios a más fija experiencia y a lo que nos enseñan diversos autores sobre el modo de hacer el Chocolate […] me estimuló todo ello a formar esta corta obrita». Narra la procedencia del cacao, que fue descubierto, en 1520, en Nicaragua, Guatemala y confines de Méjico, por un soldado, llamado Benzu, que le dio el nombre de Cacavi. Los españoles denominaron a estas regiones «Paraíso de Mahoma», por ser «un país abundante de exquisitos y regalados árboles, entre los cuales se distinguió como otro leño de la vida el Cacavele y de Mahoma porque no tenía más ley que la del apetito». DUMONT, G.P.M., Suite des plans. Coupes, profiles […] de Pesto […] mesurés et dessines par J.G. Souflot architecte du roy en 1750, París, 1764. MOLEON, 2002. El manuscrito fue depositado en la Real Academía de Bellas Artes de San Fernando y editado por vez primera en 2014. VENTURI, 1979. RODRÍGUEZ, 2013. Según éste el libro de Rossi fue un verdadero manual para la enseñanza de la arquitectura en la Academia de San Luca, en Roma, y contó con una amplia difusión en España. Sabatini tenía un ejemplar de Rubeis (1699) en que el grabador P. Bartoli inserta un fino grabado con la reconstitución del circo presidido por el obelisco. LÓPEZ, 1998. En este sentido de la atracción por la cúpula florentina es interesante recordar que a Sabatini se debe la fachada de San Francisco el Grande de Madrid (1784), edificio cuya cúpula –la cuarta más grande de Europa- había cerrado en 1770 Plo y Camín, un «maestro de obras» no reconocido oficialmente como arquitecto, del que poseía un ejemplar de El arquitecto práctico. Civil, militar y agrimensor, Madrid,1767. LÓPEZ, 1998. BAILS, 1983. GALINDO, 2008. FRÍAS, 2007. FUENTES, 2016. DEIDIER, 1740. HUERTA, 1998.
LA FORMACIÓN INTELECTUAL DE SABATINI
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El proyecto de navegación del Tajo de Carlos de Simón Pontero.
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Daniel (ed.), Sueño e ingenio. Libros de ingeniería civil en España: del Renacimiento a las Luces.
CRESPO DELGADO, EGÓROVA, Olga,
El picadero de Moscú, obra de Agustín de Betancourt.
2018 PÉREZ ÁLVAREZ,
Víctor, Técnica y fe: el reloj medieval de la catedral de Toledo.
VÁZQUEZ MANASSERO,
Margarita Ana, El «yngenio» en palacio: arte y ciencia en la corte de los Austrias (ca. 1585-1640).
2017 CRESPO DELGADO,
Daniel, Preservar los puentes. Historia de la conservación patrimonial de la ingeniería civil en España (siglo XVI-1936).
2016 DIÁZ-PAVÓN CUARESMA, Eduardo, El hundimiento del Tercer Depósito del Canal de Isabel II en 1905. SÁNCHEZ LÓPEZ, Elena y MARTÍNEZ JIMÉNEZ, Javier, Los acueductos de Hispania. Construcción
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Cristiano, Juanelo Turriano, de Cremona a la Corte: formación y red social de un ingenio del Renacimiento.
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Dolores, La navegación del Manzanares: el proyecto Grunenbergh.
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Arquitecturas flotantes.
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Juan Miguel, Jorge Próspero Verboom: ingeniero militar flamenco de la monarquía hispánica.
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2016 SÁNCHEZ RON,
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Una de las finalidades de Lecciones Juanelo Turriano de Historia de la Ingeniería es la publicación de conferencias impartidas por especialistas reconocidos, en el marco de cursos vinculados al ámbito universitario y que pretenden contribuir al conocimiento del pasado y el patrimonio de la ingeniería. En esta publicación se recogen las conferencias impartidas en el curso Los libros del ingeniero, celebrado en 2019 en Segovia. Supone la octava entrega de una serie iniciada en 2012, fruto de la colaboración del Centro Asociado de la UNED de Segovia y la Fundación Juanelo Turriano. Las conferencias reunidas en esta obra analizan los numerosos problemas que se plantean en relación al papel de los libros y las bibliotecas en la formación, trayectoria y el estatus social de los ingenieros durante la Edad Moderna. Se aborda así una compleja pero reveladora faceta del mundo de la ingeniería militar y civil desde el siglo XVI hasta principios del XIX.