DESAMPARADOS QUE HACEN OLVIDAR LA TENSIÓN, ¿LOS HAY? Una cubeta que nunca se llena… ni se llenará NOROESTE Mazatlán, 5 de mayo de 1982
Cautiva la grandeza y la pequeñez cautiva; se regocija el corazón y el corazón se entristece; muchas bellezas nos deslumbra y se opacan fealdades no pocas, cuando la solicitud de piedad ahuyenta las malas pasiones y la misericordia le hace nido en el alma a la maternidad humana.1 Febril, sube el hombre al autobús cuando el chofer no tuvo tiempo de cerrar la puerta o cuando la cara angustiosa del impertinente pasajero lo DESAMPARADOS. "L... i... mos... na", solicitud de ayuda de este mendicante, quien con su conmueve. Tal vez sean los santos característico rostro hace olvidar la tensión y o los letreros que hablan de su los grandes problemas por los que atraviesa el mundo. "Li... mos... na". imposibilidad de hablar y de la necesidad de conseguir dos mil pesos para operarse de la lengua Un ruido de pesos en el interior de un balde de plástico, acompaña en el concierto musical de los pasajeros del autobús, al grito casi ovino que se desprende de esta boca limitadísima en palabras: “li… imos… na, lii… mos… na!”. Un niño, asustado, quiere llorar, un joven se ríe y al final todos se compadecen —cómicamente se compadecen— del caótico desenfado
1
Parafraseo del primer párrafo de “Hasta el cielo (por José Peón Contreras)”, de José Martí. Consúltese en sus Obras Completas. Pág. 423.
del hombrecillo, llegado de Durango quién sabe cómo. Y cooperan con su limosna que tiene el balde casi siempre a un cuarto de lleno. Baja del camión dejando una hilaridad de simpatía entre los pasajeros y se pierde… Se olvida con estos gestos y por un momento, la tensión del mundo, aunque nuestra figura esté ajena a ella, por la guerra que lleva en sus entrañas, la guerra que transmite en su grito limosnero que le desgarra el pecho y que sienten todos los que saben de su desventura y que se duelen de la ajena. Conoce la hora de afluencia en los camiones y la de reflujo, pues en esta última hace su trabajo y descansa en el centro de la ciudad. Levántese el entusiasmo y exclúyase la reflexión, pues si algo se busca en este escrito es sólo que el lector goce sin amargura la miseria amarga de los desamparados.