En Pánuco, la miseria convive con la riqueza Por Juan Lizárraga T. NOROESTE-Mazatlán, 4 de diciembre de 1980.
Pánuco, Concordia.- Aquí, en las entrañas de la sierra, alejado del ruido, d la mundana rutina diaria de la ciudad, relativamente retirado de las hipocresías y las vanidades sociales, se abren las puertas a la purificación de la salud física y mental de los hombres. Así es. Sin embargo, a pesar de las asperezas, de sus estrechas sendas y sus altos riscos, en tiempos electorales, la política suele llegar hasta el último rincón, hasta los lugares más escondidos de la sierra, para prometer a los pobladores que "ahora sí" se les incorporará al progreso, que se abrirán rúas efectivas, que les dotarán e los servicios necesarios para que exploten la incalculable riqueza natural que les rodea, que pisan, que... bueno. Y los serranos creen, confían en las promesas. Si son tan grandes los beneficios que obtendrían, si tienen disposición para realizar cualquier sacrificio que los integra, cómo no van a creer. Pero no quieren el progreso cursi y ridículo de la "civilización de los animales", pregonada por el cantante brasileño Roberto Carlos, en una de sus canciones titulada precisamente "El progreso". No. Ellos quieren el bienestar
económico-social que les brindaría la explotación de los minerales, de los recursos forestales y turísticos que les brinda la sierra, si tuvieran la infraestructura tan deseada como prometida. "Civilizados como los animales", no. Ellos quieren la civilización social. COMO LOS INTERESES, ES ESTRECHO EL CAMINO Al igual que lo han hecho muchos candidatos a la gubernatura del Estado y turistas nacionales y extranjeros, ayer llegamos aquí, a Pánuco. A poca distancia de Copala, por la carretera a Durango, un letrero anuncia que 10 kilómetros adentro, al poniente, está el pueblo. La pereza, la indiferencia (¿o el engaño?) del gobierno, se deja ver en el estrecho camino, que también nos dejó entrever el interés, por el cual sólo cabe un vehículo, pues lo pavimentaron hasta donde alcanza la vista desde la carretera. Con tantas curvas, ya se imagina usted la extensión de lo pavimentado. Los diez kilómetros se alargan por lo agreste del camino. De pronto, la presencia de un vehículo frente a nosotros propicia que nos planteemos una semiangustiada interrogante: ¿qué hacer, si sólo hay paso para una unidad? Que retroceda uno de los dos hasta encontrar espacio, es la respuesta. No sin dificultades y con mucho susto, se salva el obstáculo. Uno no entiende cómo sale tanta riqueza por ese camino. Al fin, como a la media hora de la lenta travesía, aparece Pánuco, pintoresco, suavemente sumido entre las faldas de varias montañas. Al bajar los cerros, los viajeros reciben la bienvenida de las calles ordenadamente empedradas. La plazuela del poblado fue construida en 1896. En uno de sus costados hay un monumento en honor de don Francisco I. Madero con fecha de construcción del 15 de abril de 1914. Es esto una muestra de cómo la política penetra en los lugares más recónditos, pues Madero fue muerto un 17 de febrero de 1913. Frente a la plazuela está la que fuera la "casa de raya", actualmente las oficinas de lo que será la segunda planta minera que se construye en el lugar. PÁNUCO SE LEVANTA La promesa gubernamental y las luchas de los serranos no han sido en vano. La historia de Pánuco, hasta 1968, era, por un lado, la historia de la explotación de sus moradores por compañías extranjeras; por otro lado, de 1968 a 1974, cuando se crea la Sociedad Cooperativa Minera, es una etapa de lucha por
la organizaci贸n para salir de la miseria, y de 1974 a la fecha es el tiempo del des-
pegue. Pánuco se levanta y nosotros seremos testigos de los alcances que puede el tesón humano. Óscar Fitch, miembro fundador de la cooperativa minera, nos explica que actual-mente unos 140 de los aproximadamente 600 habitantes del poblado se dedican de lleno a la minería a través de la organización. En menor medida, se dedican a la agricultura y a la ganadería o a la tala y transporte de madera. "Hay mucha producción en oro y plata", nos dijo. La planta muele diario 120 toneladas y una vez que funcione la otra se molerán unas 300 toneladas, lo cual dejará al pueblo ganancias aproximadas a los 2 y medio millones de pesos anuales. Las minas son —después de que en 1968 se retiró la planta metalúrgica de Occidente— de los ejidatarios de Pánuco y los minerales los venden a Mets Mexs Peñoles, S.A., empresa de Torreón, Coahuila.