Una rara, pero muy real, vida de perro

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Una rara, pero muy real, vida de perro Por Juan Lizárraga T. NOROESTE-Mazatlán, 20 de enero de 1981. Al verlo cruzar la calle, con la mayor tranquilidad y despreocupación del mundo, lenta y majestuosamente, el agente de tránsito hizo un rápido movimiento con la mano y sopló con fuerza a su silbato para ordenar el alto obligatorio. Los coches se acumularon en segundos en la céntrica calle “Benito Juárez”, esquina con “Melchor Ocampo”, mientras cruzaba. Los conductores empezaron a desesperarse porque desconocían el motivo que originó el “embotellamiento”, sobre todo el de adelante, a quien se le dibujó una sonrisa en la cara cuando vio de qué se trataba: un perro, muy amigo de los carniceros del mercado, al cual sólo se le puede caracterizar de flojo y comelón, cruzaba la “Benito Juárez”, y a mitad de la calle se detuvo un momento a beber agua, residuos de las pequeñas lluvias caídas en días anteriores. Cruzó con un paso que incitaba a quienes lo veían a caer tendido en una cama; siguió por la calle “Melchor Ocampo” y antes de llegar a una dulcería, se echó a un lado de la puerta de un despacho jurídico. No quedó a gusto y se levantó, despacio, muy despacio, para acomodarse dos metros adelante, en medio de la acera, sin importarle un comino que la gente pasara por encima de él. Dicen que la flojera es contagiosa y es muy cierto. Lector: al ver los movimientos del perro, nos abandonaron las ganas de seguir trabajando y cuando se recuerda el hecho al escribir la nota, las teclas de la máquina simulan goteras de lluvia, lentas goteras. Sin embargo, tuvimos la curiosidad de preguntar por la identidad del can. Un joven vecino de la “Melchor Ocampo” dijo ignorar de quién es el perro; sólo sabe que tiene muchos años, que desde que él tiene uso de razón existe y se la vive por ese lugar. Supuso que vivía a la vuelta, por la calle “Guillermo Nelson”, pero como es subida, mejor renunció al hogar. Se equivocó en muy poco. Fuimos entonces al mercado, donde es más conocido que el Papa en la Santa Sede. De inmediato lo reconocieron cuando les dimos sus señales y un carnicero nos señaló que su propietario era Juan Trujillo Loaiza, domiciliado por la “Guillermo Nelson”, a un lado del Centro Escolar Rosales, que, ciertamente, está de subida. La vida ha sido ha sido piadosa y afortunada con este perro, pues el lugar por donde circula cotidianamente está saturado de vehículos. En dos ocasiones ha sido atropellado; fue precisamente la primera vez cuando lo recogió Juan Trujillo y ya estaba crecido, por lo que se ignora quién es su verdadero dueño. La segunda vez que fue atropellado resultó con un pie delantero fracturado.


El perro se engrió con la familia Trujillo, quien lo bautizó como “Túmbalo”. Ellos le daban su leche, agua (la comida se la dan hasta la fecha los carniceros del mercado) y —cosa insólita— el principal amigo que tenía en la casa era el gato, animal este último que lo agarró como cama, pues dormía sobre su cuerpo. De pronto, se desterró. Los años se le vinieron encima y ya no podía subir la cuesta y cuando lo hacía últimamente paraba cuatro veces en el trayecto para descansar. Es difícil establecer la clase a la que pertenece este perro, pues su gordura rompe con cualquier género y la vida que lleva también. Es manso en exceso, desconoce y ve con indiferencia a todo el mundo. Sólo alcanza a levantar la cabeza cuando le habla don Juanito, a quien le responde con parpadeos, porque ya no es capaz de mover la cola, mucho menos el cuerpo. Su única satisfacción es ir a comer al mercado y como para decirles a los carniceros “aquí estoy”, emite un sordo y cavernoso ladrido. Su vida es calle y mercado, nada más, pero es muy diferente a las de los perros callejeros tradicionales que por lo regular son flacos y reciben, en lugar de comida, malos tratos de todos. Ángel del Campo, "Micrós" (1868-1908), ha escrito sobre la vida de los perros callejeros, como decíamos, muy diferente a la de “Túmbalo”, sin embargo, se puede concluir como él: “¡Cuántos desdichados hay que con forma humana no son sino perros que hablan y que visten pantalones!”.


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