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Editorial

Sentimos el ciclo de los siglos que se repite, envueltos en la neurosis y la ansiedad por el control, convulsionamos por la promesa imposible de Occidente: dominar el tiempo, el cuerpo, la enfermedad y la muerte.

La marcha del tiempo continuará con o sin nosotros, no obstante será una lástima volver a dejar pasar el asombro por las flores, será lamentable dejar de sentir los vientos de las 4 casas, escuchar el sur, triste será perder la piedrita verde que nos trae el ave, será terrible no conocer el verdadero nombre de los animales y las plantas.

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Detener la violencia histórica y reciente sólo será posible si restablecemos nuestro lazo con la Tierra que habitamos, si nos reencontramos con nuestro cuerpo, en nuestros cuerpos, mirando más allá de los parámetros que la dominación nos ha impuesto, mirándonos, escuchándonos, abriéndonos .

La marcha del tiempo no cesará, la destrucción seguirá corriendo pero sería una lástima hacerle más fácil el trabajo por comodidad o por miedo.

El tercer número de Juchari Palabra ha llegado en el revuelco de la ola de la realidad que estalla en la arena del tiempo, ha llegado quizá como un naufragio que deja en la playa misteriosos tesoros, semillas de grandes árboles, cartas en botellas de cristal: ¡no te rindas, vale la pena seguir luchando!

INDICE

2 Editorial 5 Michel Foucault y la pandemia COVID-19 Abel Rodríguez López 10 La Huey palabra Jhoanna Alexandra Patiño López 15 De canoas, vientos y naufragios Mariana Favila Vázquez 23 Catálogo de denuncias coloniales, cartas desde Brasil y Chile 25 Agua privada Bernardo Oyarzun 28 Las Tesis versión bellas artes Laura Ibáñez Kuzmanic 31 “Cartonier”. Performance en una de las calles más caras del mundo. Paula Baeza Paila

35 Uma história sem fim Fernanda Gassen 40 E se a verdade valesse mais do que a conveniência? Thiago Barbalho 43 Amarraçãco Hariel Revignet 47 Vulcanica 52 El Poder de un Nombre: El Colonialismo de Nombrar Especies Científicas Karla Sosa 63 Finalmente vulnerables: el lenguaje de las flores Carlos Arroyo 66 Semblanzas

MICHEL FOUCAULT Y LA PANDEMIA COVID-19

Abel Rodríguez López

“A la peste, responde el orden” (Michel Foucault, Vigilar y castigar)

Uno de los pensadores más influyentes en las ciencias sociales contemporáneas ha sido Michel Foucault (Moro, 2003). Foucault reflexionó de una manera particular las configuraciones sociales de la segunda mitad del siglo xx y más centralmente analizó cómo se configuraban las relaciones de poder ya no a nivel macrofísico (Estado-sociedad, burguesía-proletariado) como lo había hecho Marx a mediados del siglo xIx. Foucault reflexiona en obras como Microfísica del poder (1980), Saber y verdad (1991) y otras, sobre cómo el poder consiste en ser una relación más que una herramienta o una cosa que alguien puede tener y ejercer sobre otros. Más bien se trata de relaciones que se disponen, si bien de arriba abajo también en forma de una red. Lo primero, dice, “en la medida en que las relaciones de poder son una relación de fuerza desigualitaria y relativamente estabilizada, […] esto implica un de arriba abajo, una diferencia de potencial” (Foucault, 1991: 134). Lo segundo, sugiere, porque también el poder se manifiesta en relaciones que se disponen como un dispositivo de inspección múltiple: “la vigilancia reposa sobre individuos, su funcionamiento es el de un sistema de relaciones de arriba abajo y lateralmente” (Foucault, 2002: 183).

Una pregunta que me ha surgido por estos días de pandemia es sobre ¿cómo Foucault insertaría la aparición de la pandemia provocada por el virus Sars-cov-2, que provoca la enfermedad Covid-19, dentro de sus análisis y reflexiones en el marco de sus ideas sobre el poder? Releyendo una de los textos principales de este pensador como es Vigilar y castigar (2002), en el cual Foucault habla sobre el “panoptismo”, ese dispositivo disciplinario que se implementó en el siglo xVIII con base en una arquitectura propicia que dio origen a la vigilancia continua y constante sobre los ciudadanos, es descrito por Foucault como un, “…espacio cerrado, recortado, vigilado, en todos sus puntos, en el que los individuos están insertos en un lugar fijo, en el que los menores movimientos se hallan controlados, en el que todos los acontecimientos están registrados, en el que un trabajo ininterrumpido de escritura une el centro y la periferia, en el que el poder se ejerce por entero, de acuerdo con una figura jerárquica continua, en el que cada individuo está constantemente localizado, examinado y distribuido entre los vivos, los enfermos y los muertos —todo esto constituye un modelo compacto del dispositivo disciplinario” (2002: 202).

Después de señalar que el panóptico es ese dispositivo de vigilancia que copta la libertad de los individuos, de las familias, de la ciudad, y que está plagado de elementos y agentes que llevan a cabo la vigilancia sobre las personas recluidas (reos, enfermos, estudiantes, etc.), Foucault recuerda cómo el poder se cernía sobre los ciudadanos, individual y colectivamente, vigilándolos en tiempos de peste (nosotros podríamos decir al día de hoy “Coronavirus”).

“Ha habido en torno de la peste toda una ficción literaria de la fiesta: las leyes suspendidas, los interdictos levantados, el frenesí del tiempo que pasa, los cuerpos mezclándose sin respeto, los individuos que se desenmascaran, que abandonan su identidad estatutaria y la figura bajo la cual se los reconocía, dejando aparecer una verdad totalmente distinta. Pero ha habido también un sueño político de la peste, que era exactamente lo inverso: no la fiesta colectiva, sino las particiones estrictas; no las leyes trasgredidas, sino la penetración del reglamento hasta los más finos detalles de la existencia y por intermedio de una jerarquía completa que garantiza el funcionamiento capilar del poder; no las máscaras que se ponen y se quitan, sino la asignación a cada cual de su “verdadero” nombre, de su “verdadero” lugar, de su “verdadero” cuerpo y de la “verdadera” enfermedad. La peste como forma a la vez real e imaginaria del desorden tiene por correlato médico y político la disciplina. Si bien es cierto que la lepra ha suscitado rituales de exclusión que dieron hasta cierto punto el modelo y como la forma general del gran Encierro, la peste ha suscitado esquemas disciplinarios. Más que la división masiva y binaria entre los unos y los otros, apela a separaciones múltiples, a distribuciones individualizantes, a una organización en profundidad de las vigilancias y de los controles, a una intensificación y a una ramificación del poder” (2002: 202-203).

¿Qué vivimos hoy? Por un lado, una “ficción literaria de la fiesta” en tanto las leyes son suspendidas e incluso hay voces que piden recrudecer este dispositivo: imposición de la ley (multas si no usas cubre bocas). Por otro lado, los interdictos son levantados en tanto las noticias sobre la posesión del virus cambian continuamente: ¿quién lo tiene?, ¿quién corre más riesgo?, ¿quién puede liberarse de contraerlo? Además, el frenesí del tiempo que pasa y los cuerpos que se mezclan en reuniones y fiestas sin respeto del reglamento sanitario, incluyendo a las figuras públicas (deportistas, artistas, políticos, etc.); los individuos se desenmascaran dejando aparecer una verdad muy distinta: el machismo familiar se incrementó, los embarazos en menores de edad también, los divorcios se multiplican y la salud mental de niños y jóvenes corre peligros haciendo aparecer identidades desconocidas que pueden llegar a ser muy similares entre sí facilitando su manejo.

Pero hoy también se vive un “sueño político del Coronavirus” en tanto la penetración del reglamento ha llegado a detalles de la existencia. Por ejemplo, hoy en día, en China ha aparecido el modelo de vigilancia por reconocimiento facial más sofisticado del mundo. Mediante un sistema de “crédito social”, en el cual, quien se adapta obtiene beneficios y quien no, se atiene a la persecución. China se perfila como el modelo

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